Título: Un reencuentro

Autora: Kuma-chan

Capítulo final.

Notas: Este capítulo es dedicado a niña angelical por su cumpleaños. Lo quería subir ese día pero no voy a estar en mi casa para el 27. Gracias a todos los que siguieron "Un reencuentro" durante tanto tiempo. Fui una perra, lo sé.

Reviews aceptadas con mucho cariño!!!

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"¿Encontraste a mis hermanos? te estaban buscando."

Harry se ahogó y tosió unos momentos. Esa pregunta era la que menos se había esperado.

"Eh..." se apresuró a decir, "sí, los acabo de ver por ahí."

"Ya se van, ¿verdad?" dijo Ron mirando a Harry desde su lugar en la mesa. A su derecha estaba Seamus Finnigan, que no dejaba de rasgar la hoja con la pluma.

Harry le contó lo que le habían dicho los gemelos, aquello de que se quedarían unos días más preparando algo grande y que después se irían. "Me pregunto que se tramarán esos dos" dijo Ron pensativo, llevándose la pluma a los labios. "Espero que no te hayan enredado en nada, Harry, esos dos pueden ser unos perversos"

Harry carraspeó la garganta incómodo pero por suerte nadie lo notó. "Ron", dijo luego de unos momentos, "¿puedo hablar contigo y con Hermione unos momentos?"

Ron miró a Seamus como buscando su aprobación y cuando éste le sonrió se levantó de la mesa y fue con Harry a buscar a Hermione a otra parte de la biblioteca. Ella se enojó cuando vio a Ron diciéndole que por qué no le avisó que estaba tan cerca si ella lo había estado buscando toda la tarde.

"Necesito hablar con ustedes", la interrumpió Harry cuando veía que ella empezaba a irse por las ramas. Apenas tuvo la atención de ambos, continuó: "Ayer Malfoy me esperó en la puerta de la Sala Común y me dijo que sabía que yo estaba escondiendo a Sirius en Hogwarts."

Ron arqueó una ceja y se acercó a Harry. "¿Y lo estás?"

"¡No!" Le susurró Harry con fuerza, "ese es el punto, ¿por qué hablaría Malfoy de que Sirius está en el castillo si no fuera así?"

"Para molestarte, probablemente", terció Hermione. "Harry, creo que estás un poco paranoico porque extrañas mucho a Sirius. Deberías concentrarte en el estudio y tener paciencia, no creo que puedas volver a verlo hasta el verano. Y si me lo preguntas, yo diría que eso es lo mejor."

"No seas así, Hermione", le dijo Ron con una mirada agresiva. "Además, yo también creo que aquí pasa algo raro y no me sorprendería que tuviera que ver con lo que dice Harry."

"De todos modos, me gustaría pedirles que se mantuvieran atentos a cualquier cosa, y que si pueden, vigilen de cerca a Malfoy."

Hermione dejó escapar un suspiro pero finalmente accedió a ayudar a su amigo; luego se despidió de ellos porque tenía que ir a alguna de sus muchas asignaturas.

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Hermione pensaba que estaba mal. Que Harry se estaba obsesionando con todo esto, que dentro de poco haría algo estúpido como escaparse de Hogwarts o comunicarse descuidadamente con Sirius poniendo en peligro a la Orden. A pesar que le dolía en el alma traicionar a su amigo, decidió que lo mejor era hablar con algún profesor que estuviera al tanto por si ocurría algo y la mejor persona para ello era Lupin.

"Permiso, profesor Lupin, ¿puedo hablar con usted?"

Lupin abandonó lo que estaba haciendo y recibió a Hermione en el despacho. Una vez que la tuvo sentada frente a él, le hizo un ademán con las manos indicándole que empezara contarle que le sucedía. Ella no perdió el tiempo y le dio todos los detalles de lo que había pasado hasta entonces, dedicando especial atención a la sospecha que tenía Harry de que Sirius estuviera en Hogwarts. Lupin la escuchó con expresión seria y de tanto en tanto, asentía con la cabeza sin interrumpirla.

Cuando terminó de hablar, Lupin le sonrió amablemente y con expresión afable, como la de un padre cuando menosprecia los problemas de sus hijos, y le dijo: "No te preocupes, Hermione, no debe ser algo tan grave. Déjalo en mis manos que yo me haré cargo."

Algo intranquila e insatisfecha, la chica se levantó de la silla y forzó una sonrisa. Luego se fue del despacho de Lupin dejándolo solo con sus pensamientos, y apenas se cerró la puerta, el profesor abrió un cajón de su escritorio y sacó un espejo de mano. Pronunció unas palabras y del espejo salió una voz que lo saludaba.

"Es necesario que lo que íbamos a hacer en unos días lo hagamos mañana por la mañana. Harry sospecha algo y no queremos que haga nada raro..."

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La mañana del día siguiente fue muy fría. A todos les costó despegarse de las pesadas frazadas y vestirse para desayunar. Harry no fue la excepción; decidió perderse una parte del desayuno con tal de poder dormir quince minutos más. Cuando se levantó por fin, no había nadie más en la habitación. Se vistió, se lavó los dientes y caminó sin apuros a través de la Sala Común y luego por el pasillo, bajando la escalera.

Cuando no estaba a mucha distancia del Gran Salón, se dio cuenta de que allí sucedía algo fuera de lo común. El habitual bullicio del desayuno había sido reemplazado por un silencio espectral. Cuando Harry atravesó la puerta de madera, vio como en las mesas seguía habiendo comida, pero estaban todas vacías. Algunas sillas estaban caídas en el suelo, y también algunos platos y copas. Parecía como si todo el mundo hubiera salido huyendo de ese lugar hace muy poco tiempo. De pronto, Harry escuchó un golpe seco detrás de él. Alguien había cerrado la puerta, pero no pudo darse vuelta para ver quien era porque le habían sujetado los brazos inmovilizándolo. Sin soltarlo, la persona que sostenía a Harry liberó una mano y tomó su varita mágica al tiempo que gritaba un encantamiento que el chico reconoció como uno de los que usaba la Sra. Weasley para ordenar la habitación de Ron. Una vez que las sillas, los platos y los vasos volvieron a su posición inicial, Harry se dio cuenta que la llama de las velas comenzaba a oscilar y la luz bajaba considerablemente hasta que se redujo casi por completo. En el techo del Gran Salón aparecieron unos diminutos puntos blancos que parpadeaban sutilmente y Harry comprendió que se trataba del mismo hechizo que solía hacer Dumbledore cuando quería que el Gran Salón pareciera un planetario gigante.

De pronto, Harry sintió que la persona que lo sujetaba comenzaba a soltarlo y sin forcejear se dio media vuelta. Al principio le costó distinguir el rostro en la oscuridad, pero luego vio de quien se trataba y en sus ojos asomaron unas pequeñas lágrimas. Eran lágrimas de alegría.

"¡Sirius" gritó Harry al tiempo que se abalanzaba sobre su padrino y lo apretaba tan fuerte como podía.

Con una gran sonrisa, Sirius devolvió el abrazo durante lo que pareció una eternidad hasta que un silencio confuso se instaló en el Gran Salón. Soltándose poco a poco, ambos se miraron.

"Yo sabía, yo sabía que era verdad. Sabía que volverías, ¡no sabes cuántas ganas tenía de verte!"

Harry le hablaba mirándole a los ojos. En los suyos propios, los mismos que su madre, podía distinguirse un brillo de alegría por la emoción que sentía. Le hablaba muy cerca de su rostro como para convencerse de que era real. Y Sirius sin embargo, no había hablado hasta ahora porque no le salían las palabras. Lo tenía delante de él y lo veía hermoso, radiante. Las palabras no fueron necesarias, porque cuando se inclinó sobre él le dijo todo lo que escondía con sus besos. Primero le besó las mejillas delicadamente y fue Harry quien giró su cabeza a propósito para tocar sus labios. Los primeros besos fueron suaves y rápidos, pero después todo fue confuso para Sirius que no podía respirar mientras le mordía la boca con furia y sentía la lengua de su ahijado jugar con la suya propia.

De pronto, Harry se detuvo y mientras Sirius seguía la línea de su cuello con besos, levantó su cabeza al cielo. El chico levantó su mano derecha y la colocó sobre la cabeza de Sirius para acariciarle el cabello largo y sedoso. Le encantaba, lo enloquecía, pero en ese momento sólo podía observar las estrellas y sonreír del placer que le daban los labios de Sirius en su cuello.

"Esto es hermoso..." dijo entre jadeos, "¿Cómo lo hiciste?"

Sirius se detuvo lentamente y emitió un suave gruñido. No podía entender que Harry se hubiera escapado de la excitación del momento para observar unas tontas chispitas en el techo.

"Sentémonos y te contaré todo."

Sirius lo llevó a una de las mesas y se sentó él primero haciéndole un gesto con la mano al chico. Harry se sentó a su lado, y recostó su cabeza en las piernas de Sirius, mirándolo con ternura y admiración. Harry le puso una mano en la mejilla y luego le acercó el rostro al suyo para entregarse en un nuevo beso que no duró tanto como el otro.

Sirius le contó cuándo había llegado y las razones por las que no podía presentarse ante él. Cómo Malfoy había sospechado todo desde el principio y como casi arruina el reencuentro cuando lo descubrió hacía dos días. También escuchó con una sonrisa las infantiles quejas de Harry cuando le contó que aquella noche había estado con él y no con Lupin, cuando se desmayó.

"Pero, ¿por qué apareciste hoy? ¿Cómo es que no temes aparecer en la escuela?"

"Es que la escuela está vacía. Verás, unos amigos me ayudaron a vaciarla por unas horas..." Sirius le guiñó el ojo, y cuando Harry quiso hablar nuevamente, le selló los labios con un nuevo beso.

Harry sentía que las manos de Sirius se movían por su cuerpo del mismo modo que había sentido cuando los gemelos jugaban con él, pero esto era muy diferente. No tenía ni miedo ni vergüenza, tampoco oponía la mayor resistencia. Sin embargo, cuando Sirius comenzó a desabrocharle el pantalón lo detuvo en seco y se levantó, dejándolo con una expresión seria y desganada.

Con una sonrisa maliciosa, Harry se desvistió rápidamente exponiendo su cuerpo blanco y desnudo frente a su padrino. Su piel era blanca y tersa, sus músculos aunque no eran grandes, estaban bien marcados por las continuas prácticas de Quidditch.

Sirius se quedó con las manos apoyas en ambos lados de la silla y lo observaba sin decir una palabra. Estaba maravillado y Harry lo sabía. De su bolsillo sacó nuevamente la varita mágica y transformó una de las sillas en un colchón y se sentó sobre él en el suelo. Imitando a Harry, comenzó a desvestirse cuando el muchacho se acercó y lo ayudó. Una vez que estuvieron frente a frente, desnudos y callados comenzaron a besarse con más fuerza y ternura que antes y se fundieron en un abrazo que no tuvo tiempo.

Cuando estuvieron tan cansados que sentían que se quedarían dormidos para siempre, Harry se apoyó en un codo y observó a Sirius que le sonreía. "Me iré contigo, ¿sabes? No me lo podrán impedir esta vez. Me convertiré en animago yo también, lo que sea. Seré un perro como tú, y pasearemos todas las tardes sin preocuparnos nada más que por nosotros." Harry estiró la mano que no tenía apoyada y le corrió unos mechones de pelo. "Voy a vivir contigo aunque no me lo permitan."

Sirius le sonrió. Sabía que eso no era posible pero no quiso arruinar el momento con estúpidas discusiones.

El chico sabía lo que iba a pasar pero no le importó. Algo dentro de él le decía que Sirius tendría que marcharse pronto, pero ésta vez no se preocuparía. Bueno, tal vez sufriría un poco durante un tiempo, pero pronto terminarían las clases y estaba decidido a irse a Grimauld Place con su padrino.

Los dos se quedaron media hora más recostados, riendo y acariciándose hasta que supieron que tenían que irse. El hechizo del techo se desvaneció y Sirius encendió las velas nuevamente. La luz le daba de lleno en el rostro y Harry pensó que las arrugas que le empezaban a asomar le sentaban muy bien.

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"¿Entonces fue eso lo que ocurrió?" Preguntó Ron, algo desconcertado.

Harry asintió con una sonrisa.

"Supongo que Sirius ya se habrá ido, con lo que sabe Malfoy es suficiente para tener a la escuela llena de dementores en poco tiempo." dijo Hermione.

Ignorando lo que decía, Harry frunció el ceño y miró a sus amigos. "Lo que no sé es como hizo para vaciar a la escuela durante tanto tiempo."

Hermione arqueó una ceja y le dijo: "Doxis. Una invasión, una plaga se podría decir."

"Sí, Harry. No te imaginas... cuando estábamos desayunando... fue asqueroso."

"Lo que te puedo asegurar," interrumpió Hermione, "es que tardarán días en sacarlas a todas. Eran demasiadas."

"Y ahora que lo pienso," dijo Ron de pronto, "mis hermanos... ellos estaban tramando algo. ¿Crees que hayan sido ellos?"

Harry sonrió y luego de conversar un rato más se despidió de sus amigos para irse a dormir. Cuando llegó a la habitación, se encontró que sobre su cama había un sobre y que Hedwig lo estaba esperando en el alféizar de la ventana.

Rápidamente, Harry abrió la carta y la leyó:

"Querido Harry:

Lamentamos haber tenido que apresurar la operación "Doxylandia" para tu propio disfrute. Nos hubiera gustado ahorrarles unos días de clases introduciendo muestras gratis de pastillas vomitivas y otras de los surtidos saltaclases bajo todos los pupitres, pero debido a que una rata rubia se nos escapó de las manos no pudimos preparar las cosas como es debido.

Esperamos que hayas disfrutado la sorpresa que preparamos con ayuda del profesor Lupin (pero no le digas que te dijimos que había sido él, fue muy amable al colarnos en Hogwarts) y deseamos con todas nuestras fuerzas encontrarnos contigo en las vacaciones, para, ya sabes, divertirnos un rato.

Te saludan, tus amigos Fred y George."

Harry volvió a doblar la carta en cuatro partes y la guardó en el sobre. Luego se desplomó sobre la cama y durmió como hacía tiempo no lo hacía: soñando con Sirius.

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Espero sus comentarios, me gustó mucho escribir este fic. Espero q les haya gustado leerlo.