CAPITULO 3 – LA CASA DUMBLEDORE

Muchas veces había intentado imaginar como sería la casa de Dumbledore. Con sus amigos era prácticamente una broma secreta, pues cada uno de ellos decía la cosa más rara que se les pudiese ocurrir. A pesar de que Dumbledore era un gran mago había que admitir que era algo estrafalario y más bromista incluso que sus propios alumnos. El hecho de ver que contraseñas ponía a su despacho hacía ver como era el carácter del director de Hogwarts. Pero lo que vio no lo habría imaginado nunca. Delante suyo había una casa de dos pisos de altura. Bastante grande y acompañada de un gran jardín. Y era una casa muggle completamente. Nada de chimeneas gigante, ni cuartos adosados dónde era imposible que estuviesen. Quizás sus visitas a la Madriguera le habían dado un punto de vista incorrecto de cómo era la casa de un mago. El jardín tendría unos 300 metros cuadrados y estaba bien cuidado. De la casa salía un pequeño camino que acababa por adentrarse en un pequeño bosque de abedules cercano.

-Ven, acompáñame te mostraré cual va a ser tu habitación.-dijo Dumbledore.-¿Qué té pasa?-preguntó al ver que Harry no se movía.

-Nada profesor, ya le sigo.

-No esperabas este aspecto en mi casa.-dijo Dumbledore respondiendo los pensamientos de Harry.- La mejor manera de pasar desapercibido es no llamando la atención. Si pasaras por aquí podrías creerte que aquí vive el director de la escuela mágica de Hogwarts.-comento Dumbledore dando un tono rimbombante a la parte final.

-La verdad es que no, esperaría algo más mágico-respondió Harry, sonriendo ante el tono con que dijo director de Hogwarts.

-Pues a mis enemigos tampoco. Le podría hacer muchos hechizos para que no la encontraran y vivir con todas las excentricidades que quisiera. Pero a veces el modo más simple es el mejor. Haz que no piensen que vives ahí, y ahí no irán a molestarte.-dijo Dumbledore.- Pero que no te engañe la vista exterior. El interior contiene todo lo que un mago puede necesitar.

Al entrar por la puerta principal dieron a parar a una gran sala. En el momento en que entraron las luces se encendieron y se encendió un fuego en la chimenea. Dumbledore le explicó que el salón estaba dotado de un sistema que encendía las luces cuando alguien estaba presente. En medio de la sala había un gran sofá que tenia delante una mesa llena de papeles. En las paredes había varios cuadros y fotos en las que aparecía Dumbledore y gente que él no conocía. Un señor mayor abrazaba por el hombro a un joven que llevaba un trofeo entre los brazos. Ese hombre parecía el padre de Dumbledore. También había estantería con varios trofeos. No le extrañaba que la gente dijera que Dumbledore era un mago tan grande con todos los premios que había ganado. Pero más le sorprendió de la sala fueron unas vitrinas de cristal que contenían varias espadas. Nunca se hubiera imagina al viejo director de Hogwarts coleccionando ese tipo de armas.

-Le cogí afición a la esgrima en mi juventud cuando no me dolían tanto los huesos. Nunca se me dió muy bien pero conserve la afición de poseer armas antiguas. Pues tienes que saber que todas las armas tienen como mínimo doscientos años.-dijo Dumbledore al ver la cara de perplejidad que había puesto Harry al mirar las espadas.

-Yo no sabía eso de usted.- contestó Harry a modo de disculpa.

-No te preocupes a mucha gente se empeña en olvidar que yo también pude ser un joven algo alocado.-dijo Dumbledore esbozando una gran sonrisa.-Ahora te acompañaré a tu cuarto para que descanses. Mañana hablaremos de lo referente a tu sueño.

Dumbledore le llevó a un pequeño cuarto sin decorar. Tenía sólo una cama de sabanas rojas y colcha verde. Un armario dónde poder dejar la ropa, que estaba vacío. Una mesa para estudiar y una estantería donde poder dejar los libros.

-Sé que no es mucho, pero no suelo recibir demasiadas visitas. Y con lo de Voldemort cada día pasó menos tiempo en mi propia casa. Espero que estés a gusto.-dijo Dumbledore.

-Señor creo que se le olvida con quien suelo pasar mis vacaciones.-dijo Harry sonriendo.

-Creo que tratas con demasiada dureza a tus tíos, aunque no lo demuestren debes saber que te quieren.-comento Dumbledore seriamente.

-Yo quería decir que nunca he tenido demasiado y cualquier lugar diferente ya es algo maravilloso.

-Buenas noches Harry, hablaremos mañana.

-Buenas noches director.- respondió Harry empezando a desvestirse.

Cuando se puso el pijama, se metió en la cama que era más mullida y confortable que la de la casa de los Dursley. Los Dursley ellos le querían. Pues vaya forma de demostrarlo durante estos años. Si hasta un perro hubiera sido tratado mejor que él en esa casa. En el fondo de su ser sabía que las palabras de Dumbledore eran ciertas. Lo peor era que él debía sentir algo por ellos cuando estaba dispuesto a dar su vida por ellos. Se decía que era porque era una buena persona, pero había algo más. Borró esa imagen no estaba dispuesto a perdonar a los Dursley todos esos años tan doloroso y su falta de respeto hacia sus padres. No lo haría, aunque sintiese un mínimo de preocupación por ellos nunca sería capaz de perdonarles. La dirección de sus pensamientos no le estaba gustando así que imaginó cual sería la cara que pondrían sus amigos cuando les contase que iba a pasar el resto del verano en casa de Dumbledore. Seguro que se morirán de envidia.. Pensando en las interminables preguntas que le harían sus amigos se durmió.

Harry se despertó al mediodía. Había dormido como un tronco. Debería estar más cansado de lo que pensaba. Cogió sus gafas y cuando el cuarto dejo de ser borroso vio que alguien con cara de pocos amigos le estaba mirando enfrente suyo. Era una elfina domestica de cara algo envejecida que vestía una elegante túnica de color verde. Era totalmente distinta que Dobby, la simpleza con que vestía era distinta a la extravagancia del elfo. La mirada de la elfina era dura y no alegre como la de Dobby. Tenía las orejas algo más grandes y la nariz más pequeña. Cuando se dispuso a saludarla la elfina no le dejo.

-Jovencito, espero que esta no sea su hora habitual de despertar. Entiendo que las horas que llegó no fueron las indicadas para un horario normal. Espero que entienda que no puedo hacer mis labores en este cuarto si usted está dormido, y mi horario no depende de usted. Si no lo entiende, haré que lo entienda. El señor lo espera abajo, y su desayuno esta también ahí. Más le vale no ensuciar nada, porque sino será usted quien lo limpie. Acabó de terminar con el salón así que espero que respete mi trabajo. Ahora márchese de aquí. El baño esta en la segunda puerta ala derecha. Ahí le espera su ropa para que se pueda cambiar.-dijo la elfina sin dejar replicar a Harry en ningún momento y echándolo al final del cuarto sin haber podido decir nada.

Fue al baño y se limpió la cara y se aseó. Se colocó la ropa y dejo la ropa en un cesto que tenía escrito. "DEJE AQUÍ SU ROPA CUANDO ACABE". Con un peine en la mano  se puso delante de un espejo e intento peinase el alborotado pelo. Casi lo logra, alguna parte se había resistido pero en general había logrado peinarse bien. Parecía que por lo menos no haberse cortado el pelo servía para algo. Aunque admitía que tener el pelo a la altura de los ojos era molesto. Pero le daba igual con tal de poder vencer una batalla que había perdido durante quince años.

Cuando bajó al salón vio a Dumbledore que le estaba esperando tomando un café que acababa en ese mismo instante. Mientras le indicaba por señas que se sentará y desayunase, sacó una pipa de su bolsillo y la llenó de tabaco.

-Un mal vicio, lo sé. Pero siempre me ha ayudado a relajarme y no puedo hacerlo en la escuela por eso de dar buena imagen.-dijo sonriendo Dumbledore.-Espero que no te importe. Supongo que ya has conocido a Roxy, tiene mucho carácter pero en el fondo es una buena amiga.

-Es una elfina. Pero nunca he conocido a una así. Que no este como ansiosa por cumplir tus deseos. Incluso parece que le molesta hacerlo.-dijo Harry.

-Roxy ha gozado de libertad durante mucho tiempo y cobra un pequeño salario. Se queja porque es su forma de ser. Pero te doy un consejo no te interpongas entre ella y su trabajo. Puede ser peligrosa. La última vez que quise ayudarle me quemo las cejas.-respondió Dumbledore con un brillo divertido en los ojos. Este se apago cuando su pipa se carbonizó de repente.

-¿Cuantas veces le he dicho que no fume en casa?. También le he dicho que no fume y espero por su bien que me obedezca. Es peor que un niño pequeño.-dijo Roxy marchándose por una puerta que no sabía adonde daba.

Cuando Harry vio la cara de asombro de Dumbledore, que todavía tenía en su boca parte de la pipa calcinada no pudo reprimir una carcajada. Dumbledore le sonrió y dejo lo que quedaba de pipa en la mesita en la que estaba desayunando Harry. Hizo caso omiso de las disculpas de Harry. Cuando terminó de desayunar Dumbledore le dijo que lo siguiera. Entraron  en una habitación lleno de libros. Todos eran libros sobre magia y su ejecución. Era más pequeña que la biblioteca de Hogwarts. Pero todos los libros parecían más interesantes. Le hizo sentarse en una gran mesa que había en medio de la biblioteca.

-Bien Harry aquí estaremos tranquilos. Roxy nunca entra aquí como podrás comprobar.-dijo Dumbledore señalando al polvo.- Y te recomiendo que nunca entres en la cocina. Bien ahora me gustaría que me relatases lo ocurrido durante el sueño.

-Vi una reunión de mortifagos. Voldemort estaba con ellos y parecía esperar a alguien. Tras un tiempo aparecieron dos mortifagos que llevaban consigo a otra persona inconsciente. El último era Karkarov que estaba demacrado y herido. Voldemort se enfado con uno de sus mortifagos al que lanzo la maldición cruciatus. No oí mucho de lo que siguió, porque me dolía la cicatriz a causa de la maldición y tenía que luchar por mantenerme dormido. Creo que grite una vez y cuando abrí los ojos Voldemort me estaba mirando. ¿Creé que pudo verme señor?.- preguntó Harry.

-No lo creo. Seguramente sólo pudo sentir tu dolor, pero incluso eso es sorprendente estando tú soñando. Parece que Voldemort se esta haciendo más intuitivo. Continúa, por favor.-dijo Dumbledore.

-Cuando Voldemort despertó a Karkarov hizo alusiones a su traición. A lo que Karkarov respondió acusando al resto de mortifagos. Estos no se lo tomaron muy bien. Uno de ellos incluso lanzó un hechizo. Voldemort le lanzo un cruciatus, uno muy potente más incluso que los que lanzo el año pasado contra mí. Logre seguir soñando a duras penas. Luego oí como Karkarov decía que el profesor Snape era un espía y Voldemort respondió que ya lo sabía, y que Snape ya recibiría su merecido. Después lo mató aunque no antes de hacerle sufrir y de decirle que se iba a perder el ataque a mi persona..termino de decir Harry.

-Bueno sabe lo del profesor Snape. Lo suponía. Al fin y al cabo él estaba dentro del profesor Quirell. Esto cambia algunas cosas. Te tendré que dejar durante un tiempo con Roxy.-dijo  Dumbledore, levantándose en el acto.

-Director, me preguntaba si no le importaría que me quedase aquí y le echase un vistazo a algunos libros.-pregunto tímidamente Harry.

-¿No quieres pasear por el bosque?, ¿prefieres pasar el resto de tu verano estudiando?-preguntó Dumbledore extrañado.

-Vera director. Estoy cansado de que Voldemort me persiga. Siempre le ocurre algo malo a la gente que me rodea por que yo no soy lo suficientemente fuerte para defenderme. No quiero que muera nadie más defendiéndome o por mi culpa.- dijo Harry tristemente.

-Lo de Cedric no fue culpa tuya Harry.-dijo Dumbledore adivinando su pensamiento.-Pero estoy  de acuerdo contigo. No quería imponerte una responsabilidad tal siendo tan joven. Aunque parte de mí te trajo aquí para que te decidieras a dejarte entrenar. Pero tenías que ser tú quien lo pidiera. Yo no te podía obligar. ¡ACCIO!-dijo Dumbledore atrayendo hacia sí un libro.-Empieza con esto sólo, mañana empezaras conmigo a dar clase de ocho a dos. Y por la tarde un ayudante especial te dará la segunda parte. Será muy duro, Harry. Cuatro horas a la mañana y otras cuatro a la tarde. Si quieres replanteártelo lo comprendería.-dijo Dumbledore.

-Estoy de acuerdo con el horario señor, y muchas gracias por acogerme.- dijo Harry.

-No hay de que y llámame Albus o por los menos Dumbledore mientras estés aquí. Hasta mañana Harry. Ya sabes a las ocho de la mañana. No me obligues a mandar a Roxy para despertarte-dijo Dumbledore.

-Hasta mañana Dumbledore.- dijo Harry, pues Albus le parecía demasiado personal.

Cuando Dumbledore se marchó. Harry miró el libro que le había dejado. Se llamaba "Encantamientos a utilizar en duelos mágicos". Cuando empezó a ojearlo vio hechizos que ya conocía como el Expelliarmus, o  el Impedimenta, y otros que nunca había escuchado como el Fero Lartis, que era un hechizo que congelaba el suelo debajo de los pies de tu oponente. Cuando se dio cuenta que eran las dos, las dudas ya no daban más de sí en su cabeza. Sería mejor esperar a mañana y practicar con Dumbledore.

Cuando llegó al salón la comida estaba servida. Roxy algún comentario del tipo, "ya era hora" o "no tengo todo el día". Aún así la comida estaba buenísima, hacia tiempo que no comía tanto y tan bien. Cocinando así no le extrañaba que a Dumbledore no le importará sus gritos y reproches. No se le ocurrió recoger la mesa recordando la advertencia de Dumbledore. Salió de la casa para respirar un poco de aire fresco y estirar las piernas. Cuando estaba paseando una lechuza se posó en su hombro. Era Hedwig que bajó hasta su mano cuando Harry extendió el brazo Llevaba una carta atada a su pata. Cuando se la quitó voló hasta la ventana de la habitación que estaba abierta. La carta de Ron era breve y sólo decía que se alegraba de que pudieran ir juntos. Harry se había olvidado de las compras del callejón Diagon con tanta actividad. Supuso que Dumbledore le dejaría ir pero no podía estar seguro. Mañana le preguntaría y saldría de dudas. Estaba tan ensimismado que no se percató que una figura se acercaba  furtivamente tras su espalda. De repente unas fuertes manos le tiraron al suelo y le dejaron boca abajo con la cara en la hierba.

-Esto es lo atento que caminas. Si fuera un enemigo tuyo ya estarías muerto. Creo que de verás te va a hacer falta mi ayuda.-dijo una voz conocida.

Cuando la persona que le había cogido soltó su presa se dio la vuelta y vio la cara sonriente de Sirius. Estaba distinto a la última vez que lo vio y eso que fue hace poco. Tenía una elegante túnica negra y estaba muy bien peinado. Esta imagen no se parecía al que tenía cuando salió de Azkaban, pero ni siquiera a la imagen cansada y mal alimentada que tenía ayer. Sirius sonrió al ver la mirada sorprendida de su ahijado. Le tendió la mano y le ayudo a levantarse.

-Eso no ha tenido gracia, me has dado un susto de muerte. Y, ¿qué has hecho para tener esa pinta?, ¿has ido a algún salón de belleza?-dijo Harry.

-Pues prácticamente no entiendo porque puso Dumbledore tanto empeño en que viniese aseado y bien vestido. Según él era porque sino su elfina no me iba  a dejar entrar en la casa, pero eso es imposible.-dijo Sirius.

-Se nota que no has conocido a Roxy. Yo que tú tendría cuidado con ella. Por cierto, ¿qué haces aquí?.-pregunto Harry.

-Yo soy el ayudante del que Dumbledore te habló. El se encargará de la parte mágica y yo de la parte física. A mí me tocan las tardes y aquí estoy para comenzar las clases.-explico Sirius.

-La parte física, es con magia con lo que me podré defender.-dijo Harry.

-Estar en una buena forma física es muy importante. Igual que tener tus reflejos y sentidos agudizados. Mira este ejemplo, imagina a ese compañero de casa, el que esta gordo, al que le robe las contraseñas.-empezó a explicarse Sirius.

-Se llama Neville.-le ayudo Harry.

-Pues imagina que fuera más poderoso que tú. En un duelo seguramente perdería al ser lento, torpe y de reflejos nulos. No siempre el mago más fuerte gana, si una maldición no te alcanza no puede hacer daño. Además las maldiciones intensificadoras del dolor son menos potentes en una constitución fuerte. Eso es lo que voy a hacer mejorar tanto tus reflejos como tu condición física. Además te vendrá bien para la copa de quidith de este año.-terminó de explicarse Sirius.

Eso último era cierto, la inactividad que tenía durante los veranos le hacía tardar más que el resto en acoplarse al equipo y a los duros entrenamientos. Sirius dejó de hablar y buscó algo dentro de su túnica. Cuando por fin lo encontró vio una pequeña caja en las que había varias pelotas de ping-pong. ¿Qué estaría tramando Sirius?. No lo sabía pero seguro que no le iba a gustar.

-Bien este ejercicio te ayudará a poner aprueba tanto tus reflejos como tu puntería. Las pelotas que no te engañen están encantadas con un hechizo similar al de las bludgers. Son más pequeñas y por eso te serán más fácil esquivarlas, pero el estar en tierra y que el número de pelotas sean cinco lo hará más difícil. Además del hecho que están centralizadas en ti. ¿Alguna duda por ahora?-pregunto Sirius.

-Ninguna.-respondió Harry pensando que tampoco era para tanto.

-Bien la segunda parte será golpear a este poste que estará en movimiento con un Expelliarmus. Si le das se detendrá brevemente. Cuando logres golpearlo diez veces podrás descansar. Mañana seré más duro. ¿estas preparado?.-pregunto Sirius.- Ten cuidado las pelotas hacen más daño de lo que parece.

-Estoy listo.-dijo Harry pensando que Sirius estaría exagerando. Además le había dejado utilizar uno de los hechizos que mejor manejaba.

Sirius hizo un movimiento y tanto el poste como las pelotas se pusieron en movimiento. Iba a aprovechar el comienzo para hacer un primer acierto fácil, pero el poste se movió más rápido de lo que pensaba y falló. Las pelotas iban hacia él, pero algo tan pequeño no le podía doler demasiado daño y siguió concentrado en el poste. Cuando iba lanzar el hechizo algo le golpeó el brazo  haciendo que soltará la varita por el dolor. Una pelota le había golpeado y el resto se acercaba peligrosamente. Con un rápido movimiento esquivó la primera y la segunda mientras iba a por la varita el tiempo que perdió le valió otros dos golpes en las piernas. Tenía que concentrarse para esquivar parte de las bolas. Tanto rodando por el suelo como echando para atrás el cuerpo. Aún así recibía impactos que le dejaban dolorido y el poste no reducía su velocidad. Cuando llevaban tres horas y media y dos descansos para recuperarse de los golpes consiguió impactar el poste por décima vez.

-Bueno no ha estado mal. Pero te digo que a partir de mañana será más duro. Venga vamos a cenar, te lo has ganado y necesitarás fuerza para la clase de mañana de Dumbledore. Si no te da algo por el agotamiento este mes aprenderás mucho.-dijo Sirius sonriendo.

-Muy gracioso. Me duele hasta el hablar así que perdóname si hoy no hablo demasiado.-respondió Harry malhumorado.

Tras la cena se despidió de Sirius y se fue a la cama. Estaba destrozado. Se despertó a las siete y media y después de un rápido desayuno, fue a buscar a Dumbledore a la biblioteca. Cuando entro el director de Hogwarts ya le estaba esperando. Cuando le pregunto si podía ir al callejón Diagon con sus amigos, éste se negó diciendo que era demasiado peligroso. Pedirían las cosas por encargos. Por lo menos le dejó un momento para escribir a Ron antes de empezar. Cuando mandó a Hedwig empezó la clase. Si pensaba que la sesión con Sirius fue dura, no sabía lo que estaba pensando. Dumbledore era muy bueno enseñando pero también muy exigente. Aprendió algunos encantamientos muy útiles y otros que no lo parecían tanto. Uno de ellos era el hechizo Voltius que consistía en hacer que el mago que reciba el hechizo acabe cabeza abajo. Harry se rió mucho con este hechizo pensando que era broma. Pero cuando lo recibió, vio porque podía ser útil. Boca abajo era muy difícil tanto enfocar como concentrarse, y cuanto más estuvieras boca abajo más te mareabas. Como deseaba encontrarse con Ron parar enseñarle ese hechizo. Tal vez Malfoy fuera una buena diana, pensó con un maléfica sonrisa en los labios.

Los entrenamientos de Sirius se fueron endureciendo, y las clases de Dumbledore eran extenuantes. Cuando su cuerpo empezaba a asimilar el esfuerzo, endurecían las clases. Cada noche caía agotado a la cama. Pero estaba contento, desde que comenzó los entrenamientos no había vuelto a tener pesadillas. Además con los reflejos y la musculatura que estaba empezando a adquirir, nadie le ganaría este año al quidith. Eso sin contar con el libro de Ron. También notó que estaba progresando mucho en su conocimiento mágico.

Cuando acabó el verano le dieron dos días de libertad y acabaron los entrenamientos. Esos días los paso con Sirius paseando por el bosque y hablando de las gamberradas que hizo Sirius junto con su padre. A pesar de la libertad dedicaba una hora al estudio.

El mismo día que tenía que ir a Londres para coger el expreso de Hogwarts apareció Lupin. Él sería el encargado de llevarle. Sirius no podía por sus problemas con el ministerio y según Dumbledore no era conveniente que nadie más aparte de sus amigos supieran donde había pasado las vacaciones, por lo que no pudo llevarlo él. Además había otro motivo para que le acompañará Lupin. Remus Lupin volvía a Hogwarts para ocupar su antiguo puesto de profesor de defensa contra las artes oscuras. Harry estaba loco de contento. Se despidió de Sirius que le dijo que le visitaría en Hogsmeade. Dumbledore no se despidió, porque lo vería esta misma noche en el banquete de bienvenida. Roxy se despidió malhumorada, diciendo que menos trabajo para ella, pero a Harry le pareció ver una lágrima en uno de sus ojos.

-De nuevo a Hogwarts.-pensaba Harry- Ahora le tendré que llamar de nuevo profesor Lupin-dijo Harry sonriendo.

-Así es.-dijo Lupin a la vez que salían de casa de Dumbledore.