Capitulo 13-La Caída de Azkaban
Vestido con una túnica de color negro el mago al que el mundo mágico había temido y que estúpidamente creía todavía muerto descansaba sobre una Gran silla metálica. A Voldemort le preocupaba que ese maldito viejo loco, clamará a todo el mundo que había regresado, aunque pocos parecían querer hacerle caso. Él quería que supiesen que había regresado, que temblasen de miedo, demostrando lo cobardes que eran en el fondo, pero sería cuando lo decidiese él. Si por lo menos hubiera podido atrapar ese verano a Harry Potter durante el ataque que hizo hacia el hogar que residía con esa familia muggle suya. Las cosas serían muy distintas si lograse poner sus manos encima del muchacho, pero otra vez Dumbledore se había interpuesto en su camino. Siempre Dumbledore, ¿por qué persistía en esa esperanza?. ¿Por qué no aceptaba que al final Voldemort saldría triunfante de esta batalla incesante?. Ya estaba preparando su golpe, un golpe, que demostraría su fuerza a todo el mundo mágico, y que demostraría a Dumbledore que era inútil resistirse. Esa misma tarde acompañado de sus mortifagos tomaría Azkaban y con ello lograría liberar a sus fieles vasallos, aquellos que no fueron tan débiles como para negar a su señor. Esperaba pacientemente a que llegaran sus siervos a la reunión que había organizado antes de iniciar el ataque. Nagini, su fiel serpiente que había ayudado a mantenerlo con vida durante el anterior año, estaba enrollada al lado de su pierna derecha, observando con sus ojos de reptil al mortifago conocido como Peter Petrigew.
Desde su posición podía notar el miedo que irradiaba Colagusano. Desde que había recuperado su cuerpo y sus mortifagos volvían a estar a su lado, el valor de un mago que debería estar muerto era inútil. La única razón por la que lo mantenía a su lado era que al no ser encontrado, los aurores del ministerio seguirían buscando a ese Black, y eso alejaba la atención de sus acciones. Pero poco a poco esa única cualidad que lo mantenía con vida estaba perdiendo su valor. Unos fuertes ruidos en la sala indicaban que los mortifagos estaban empezando a llegar a la reunión con gran puntualidad, ya que un retraso excesivo haría que la ira de su Señor se descargará implacablemente sobre ellos. Todos se arrodillaron ante su Señor formando un semicírculo delante suyo. Voldemort se levantó de su silla y dio dos pasos hacia delante. Con una escrutadora mirada observó si faltaba alguien. Al ver que no era así una sonrisa de satisfacción adornó su rostro e hizo un gesto para que se levantaran, lo cual no tardaron en hacer.
-Os saludo mis mortifagos. Me alegra ver que habéis venido rápidamente esta tarde a la reunión convocada. Ha sido una suerte para vosotros no hacerme esperar.-Empezó a decir Voldemort fríamente posando su mirada en cada uno de sus seguidores, que intentaban no estremecerse ante el minucioso examen de esos ojos rojos.
-Acudimos a su llamada sin dudar, ya que nuestra más entera fidelidad esta con vos, Señor.-Dijo Lucius Malfoy, sabiendo que no corría riesgo, ya que esta interrupción era una rutina antes de comenzar a hablar de los asuntos que requiriese cualquier reunión de los fieles seguidores de Voldemort.
-Una fidelidad llamada miedo, pero que me sirve de todas maneras.-Dijo Voldemort con el rostro serio.- En esta tarde se dará el golpe que marcará el comienzo de una nueva era. Hoy demostraremos al mundo que somos tan fuertes como siempre. Liberaremos a los mortifagos que dieron su libertad a mi servicio, también añadiremos a nuestras filas a unos antiguos colaboradores. Me ha costado contactar con ellos pero han accedido a servirme como hicieron antaño. Con su ayuda tomaremos Azkaban y anunciaré mi regreso, temblará el mundo ante la noticia de que Lord Voldemort vuelve a caminar entre los vivos. Los Sangres Sucias sabrán que su tiempo se acaba.
-¿Qué exactamente lo que tenemos que hacer, mi Señor?.-Preguntó Avery el cual se adelanto unos pasos y se arrodilló ante Voldemort a continuación.
-Antes de nada he de saber si se ha conseguido algo que pedí. ¿Macnair? .-Preguntó Voldemort girando su cabeza para mirar fijamente a uno de sus mortifagos que llevaba una bolsa asida en las manos. Éste se adelanto hasta llegar a la altura del Señor Tenebroso y se arrodilló también ante su presencia. Estando de rodillas abrió la bolsa en la cual había una gran cantidad de varitas.
-Aquí esta lo que pidió, Amo. He recuperado las varitas de los mortifagos que están encerrados, varias de ellas fueron rotas al ingresar a prisión, pero hubo otras que no, o por lo menos no rompieron las verdaderas. También he repuesto aquellas que fueron rotas basándome en que tipo de varita utilizaron antes..-Dijo Macnair con calma sabiendo que había cumplido bien su misión.
-Buen trabajo Macnair. Puedes volver a tu lugar.-Dijo Voldemort con un movimiento de mano y una sonrisa en su rostro tras lo cual el mortifago se retiro de nuevo.-Con esto armaremos de nuevo al resto de nuestros compañeros cuando estén liberados, ya que el Ministerio seguramente atacará rápidamente ante la noticia de la Caída de Azkaban. El plan en definitiva es simple, no podemos aparecernos en Azkaban ya que cuenta con el mismo hechizo que Hogwarts. Pero convocaré una niebla con la que ocultarnos mientras navegamos en unas barcas en la que habrá tres mortifagos por cada una. Cuando estemos cerca una señal avisará a los Dementores que es la hora de actuar y mataran a los guardianes de Azkaban, franqueándonos la entrada a la Prisión Mágica. Simple pero eficaz.
Los mortifagos empezaron a hablar entre murmullos de aprobación, a la vez que Voldemort observaba sus reacciones. No le importaba demasiado que estuviesen de acuerdo con el plan, ya que lo acatarían de todas formas, pero de esa forma era más sencillo. Hacia poco que había vuelto y no sabía como reaccionarían sus hombres a una nueva vida detrás de la ley después de haber alcanzado una normal. Por suerte los mortifagos parecían tan dispuestos a servirle como siempre, eso era bueno ya que le libraba de tener que hacer una demostración de fuerza ante ellos, cosa que llevaría su tiempo, y el tiempo era indispensable para llevar a cabo todos sus planes. Voldemort se sentó en su silla e hizo un gesto con la mano para que se marcharan sus mortifagos.
-Tenéis una hora para prepararos. Después de ese tiempo quiero que estéis todos aquí. Colagusano no requeriré tu presencia en el evento de esta tarde.-Dijo Voldemort mientras los mortifagos se marchaban y Colagusano mostraba una mirada abatida y dolida.
-Pero, Señor...-Empezó a Decir Colagusano.
-¿Acaso no has entendido mis palabras?. No te necesitare en esa misión. Vete ahora y no aparezcas hasta que regresemos. Mis verdaderos sirvientes necesitaran comida y un lugar donde dormir. Y por tu bien espero que no les falte nada..-Dijo Voldemort con inusitada crueldad, disfrutando de la cara de terror que mostró el cobarde de Petrigew ante sus palabras.
Voldemort se quedó solo en sala y con su mirada vacía miraba al frente pensando en los eventos que ocurrirían. Nagini, su fiel sirviente, reptó por el respaldo de la silla y coloco su cabeza sobre el hombro del Señor Tenebroso. Voldemort acarició inconscientemente la cabeza de su mascota, mientras se concentraba en cerrar su mente al niño Potter. Ese verano descubrió que la cicatriz que le hizo cuando intento matarlo además de unirlos con un vínculo mágico, permitía a ese asqueroso niño adentrarse en su cabeza. Por ello su ataque hacia la casa donde vivía con esos muggles familiares suyos resultó frustrado. Sabía que había sentido algo extraño cuando convocó la reunión donde hizo pagar a Karkarov por su traición, y se disponía a atrapar al niño que le haría más poderoso que nunca. Al principio pensó que era algún tipo de fantasma, pero cuando sus ojos se cruzaron con los de Potter esa noche lo entendió todo. Vio en sus asustados ojos que lo esperaba, que sabía que iba a venir. Atando cabos descubrió a que se debía y podía evitar que sucediera de nuevo, tal vez hasta aprovecharlo en su beneficio, pero eso sería más tarde. Por ahora debería concentrarse en que no accediese a sus planes para que Dumbledore no se los desbaratara.
-Hoy daremos el primer golpe de la batalla que se avecina. Suelen decir que el que golpea primero, golpea dos veces. Esperemos que sea cierto en esta ocasión.-Dijo Voldemort a Nagini que le miraba a los ojos mostrando su bífida lengua.
Pasada la hora que les había dado su señor, los mortifagos aparecieron de nuevo ante Voldemort, pero esta vez todos llevaban una máscara puesta para que su rostro no fuese reconocido. Voldemort dio el último vistazo para comprobar que nada fallase, cuando vio que era así hizo un gesto con la mano y todos los mortifagos empezaron a desaparecer en medio de un gran estruendo. Voldemort les siguió cuando ya todos habían marchado. Apareció al lado de una playa vacía en la que esperaban cuatro botes vacíos. Sin necesitar palabra alguna los mortifagos se ubicaron en sus respectivas barcas. Voldemort viajaría en este trayecto junto a Lucius Malfoy y Avery, que ya lo esperaban montados dentro de la barca. Voldemort no les hizo esperar demasiado y con un ágil movimiento de su varita ejecutó un hechizo que hizo que todas las embarcaciones se empezaran a mover lentamente. Los minutos fueron pasando lentamente mientras las aguas que alejaban Azkaban del mundo muggle balanceaban con una relajante calma las barcas de los decididos atacantes. Voldemort se puso en pie en su barca y con palabras susurradas ejecutó un hechizo que hizo que de su varita empezara a salir una densa niebla. La niebla empezó a cubrir el movimiento de avance de las embarcaciones, permitiendo a los mortifagos pasar desapercibidos por los pocos guardianes humanos que había en Azkaban. El Ministerio de Magia daba demasiada confianza a los Dementores pensando que con ellos guardando la Prisión Mágica, nadie se atrevería a atacarla. Todavía no sabían que ese había sido su mayor error, darles el cuidado de los mortifagos a unos seres que se unirían sin dudarlo a las ordenes de Voldemort. Unos pocos magos no serían rivales para un ataque por sorpresa de todos los Dementores. La sorpresa del ataque no les permitiría hacer a tiempo unos Patronus lo suficientemente fuertes como para aplacar el ataque. Menos aún cuando él y sus mortifagos colaboraran en el ataque.
Desde la distancia podían ver como poco a poco la Prisión de Azkaban crecía en tamaño indicando que cada vez se acercaban más a su destino. Cuando ya estaban a doscientos metros de la entrada de Azkaban, Voldemort volvió a levantarse y alzando su varita hizo aparecer una pequeña luz verde. Tras ello hubo silencio, un incómodo silencio que parecía indicar que el plan empezaba a ir mal, el nerviosismo entre los mortifagos crecía poco a poco. Unos grandes gritos provenientes del interior de la Prisión indicaron la batalla había comenzado y que los Dementores habían cumplido su parte del plan.. Un fuerte golpe indicó a los mortifagos que por fin habían llegado a tierra, a su destino, a la primera batalla que se libraría en el mundo mágico a partir de ese momento. Con sus varitas en las manos todos los mortifagos pusieron pie en tierra y se dirigieron hacia la puerta de Azkaban que estaba cerrada, cosa que duró poco cuando Voldemort la hizo estallar en pedazos. En el interior se veían escenas de total caos mientras los magos que vigilaban Azkaban intentaban rechazar con sus hechizos a los hambrientos Dementores. Varios cuerpos yacían ya en el suelo con la mirada vacía por la perdida de sus almas. Luces plateadas iluminaban todo el patio de la Prisión intentando cercar y alejar a los antiguos guardianes de Azkaban. Formas animales atacaban sin piedad a los Dementores que iban siendo contenidos poco a poco, pero ese frágil control fue roto ante la presencia del mago tenebroso que acababa de entrar con sus enmascarados seguidores. Un mago que debería estar muerto y que ahora les miraba con un total desprecio, anunciando lo corto de sus vidas.
La batalla que sucedió a continuación fue rápida y violenta, los vigilantes de Azkaban estaban cercados por dos lados. En uno de ellos una marea de Dementores sedientos, saboreaban el miedo que irradiaban sus temblorosos cuerpos, mientras que en el otro un grupo de mortifagos guiados por el mago tenebroso más poderoso del último siglo esperaban una simple orden para destruir sus vidas. Los hechizos empezaron a llover por todos los lados, mientras los Patronus convocados se iban desvaneciendo poco a poco, a la par de que se extinguían las vidas que los habían convocado. Verdes rayos acababan con lo magos que huían del hambre infinita de los Dementores, cayendo inertes en el suelo sin tiempo siquiera de poder dar un grito de dolor.
Cuando ya ningún mago quedo vivo los mortifagos descansaron brevemente viendo si había alguna baja o heridos entre sus filas, pero a excepción de un leve rasguño en la pierna de Nott todos estaban bien. Los Dementores se juntaron y como un solo individuo se presentaron ante Voldemort, que en susurros les dijo que podían marcharse de la prisión y les indicó el lugar donde esperaba su presencia. Sin hacerse esperar los Dementores acataron las ordenes de su antiguo amo, un amo que mostraba una sonrisa de felicidad que pocos de sus hombres habían logrado ver en un hombre que normalmente era tan frío y distante. Aunque la sonrisa de Voldemort provocaba escalofríos en varios de sus hombres por la crueldad que se podía demostrar en una supuesta muestra de felicidad.
-Malfoy busca las llaves de la Prisión y de las celdas entre los cadáveres. Las puertas interiores no caerán ante la magia. Fueron demasiado precavidos para hacerlo. Una suerte para nosotros que pusieran de Guardianes un arma que podríamos utilizar con tanta facilidad,.-Dijo Voldemort rápidamente a la vez que Lucius Malfoy se movía con rapidez entre los cadáveres, los cuales mostraban desagradables rostros consecuencia de su horrible muerte, ya que no quería hacer enojar a su amo ahora que parecía estar de tan buen humor.
-Aquí están las llaves, Señor.-Dijo Malfoy acercándose a Voldemort y dándole la llaves de la Prisión. Voldemort agarró las llaves con fuerza en su pálida y huesuda mano a la vez que avanzaba hacia la puerta que daba paso a las mazmorras.
Voldemort abrió la puerta y un suave ruido indicó que la puerta que le llevaría a las profundidades de Azkaban y a sus mortifagos había sido abierta. Empezó a descender unas escaleras en espiral que bajaban varios metros hacia abajo. El olor de la estancia era insoportable, el ambiente estaba muy cargado y se notaba que la higiene no era algo muy común en las mazmorras. Con un signo de desagrado y repugnancia el Señor Tenebroso siguió descendiendo seguido de sus hombre, muchos de los cuales se llevaron las mangas de sus túnicas a la nariz para amortiguar el vomitivo olor que reinaba en el ambiente. Cuando por fin llegó al piso inferior donde los presos eran recluidos, Voldemort no pudo evitar temblar de ira ante la situación que habían tenido que sufrir sus seguidores. Varias celdas se repartían en los lados del piso, éstas eran pequeñas y sucias, con solo un pequeño jergón donde reposaban sus mortifagos, los cuales demostraban claros signos de desnutrición en sus demacrados rostros. De varias celdas salían voces desapasionadas que se dirigían a sombras que no existían más que en las mentes de los presos. Voldemort dio unos pocos pasos entre las sombras del oscuro piso y convocó una luz que hizo contraer de dolor los ojos de los cautivos, que ahora dirigían sus miradas hacia el causante de esa luz que les había distraído de su viaje en la oscuridad. Voldemort vio que en los ojos que lo miraban no había signo alguno de reconocimiento, sólo miraban la luz que había convocado, estaban vacíos, les había sido arrancado todo signo de consciencia. Era peor de lo que pensaba, iba a ser más difícil traer de nuevo a la realidad a sus mortifagos que parecían estar hundidos en la misma oscuridad de sus maltratadas almas. Unos suaves ruidos provenientes de una de las celdas llamaron su atención. De esa misma celda una mujer se había levantado y lo miraba fijamente a los ojos desde detrás de sus barrotes. Su pelo negro estaba muy revuelto y sucio, dejando oculto unos ojos que demostraban una inteligencia y conocimiento que no había sido arrebatada a pesar de los años. Voldemort reconoció el rostro de la mujer que le estaba escrutando intentando discernir si su visión era realidad u otro de esos sueños que le daban esperanzas para lanzarla de nuevo a la oscuridad, que la engañaban y se burlaban de ella, amenazando con arrebatar su frágil cordura.
-¿Amo?. ¿Es usted, Amo?.-Preguntó dubitativa la mujer con miedo que al hablar a la imagen que había delante suyo, ésta desapareciese burlándose de su ingenuidad.
-Bellatrix , aquí estoy niña. He venido a salvaros y a daros la recompensa que os merecéis por haber sufrido este infierno a mi servicio.-Dijo Voldemort acercándose a la verja de la celda e intentando controlar su cada vez más creciente furia. También se alegró de ver que no todos sus fieles servidores habían caído en ese estado de alejamiento.
-Amo, ¿esta aquí o me vuelven a engañar con imágenes confusas para volverme loca?.-Dijo Bellatrix débilmente extendiendo la mano y sacándola por entre los barrotes. Acercó con miedo su temblorosa mano al rostro de Voldemort y lo rozo levemente. Al notar que la visión era de carne y hueso se estremeció y cayo de rodillas sollozando y temblando con una alegría que creyó no volver a sentir.-Sabía que no nos abandonaríais, sabía que vendríais a buscar a aquellos de nosotros que preferimos vivir en prisión a negar su relación con usted.
-Se lo que hicisteis. Seréis recompensados y muchos pagaran con sangre cada día que pasasteis encerrados.-Dijo Voldemort adentrando una de las llaves en la cerradura de la celda. El ruido de las voces seguía llamando la atención del resto de los mortifagos, que empezaron a susurrar una sola palabra que cada vez que la pronunciaban tenía más significado para ellos. Amo. Se repetía una u otra vez por las mazmorras de Azkaban creciendo en intensidad, devolviendo con cada mención más a la realidad a las perdidas mentes de los reclusos de la Prisión. Muchos de los mortifagos se habían levantando repitiendo la palabra más veces, miraban a Voldemort y el reconocimiento empezó a aparecer en sus ojos. Voldemort estaba contento por fin le habían reconocido, después de tanto tiempo acudían al sonido de su voz, regresaban de la más remota oscuridad guiados por el sonido de su voz, una vez más dispuestos a servirle.
Voldemort lanzó las llaves a Lucius Malfoy para que fuera liberando al resto de los presos mientras él se adentró en la celda de Bellatrix. Se agachó al lado de la mortifago y la ayudó a levantarse cargando parte de su peso encima. Al principio se dejó ayudar pero luego rechazó la ayuda caminando tambaleante por ella misma. Voldemort sonrío para sus adentros siempre sería igual de orgullosa, nunca dejaría que ningún hombre le ayudase a hacer aquello que podía hacer sola. En el resto de las celdas vio casos parecidos, los mortifagos recluidos no se dejaban ayudar por aquellos que con mentiras habían evadido la prisión. Había un fuerte destello de rencor hacia estos últimos mortifagos claro en sus ojos. Todos los presos de Azkaban avanzaron renqueantes hacia Voldemort y delante de él se arrodillaron como si sólo hubiese sido un día el tiempo que habían estado alejados. Voldemort empezó a repartir las varitas entre sus mortifagos, que las miraron sorprendidos al principio, pero que poco a poco iban apretando las varitas hasta que sus nudillos quedaron blancos por la fuerza ejecutada. Estaban muy débiles, pero también muy furiosos, y no querían que la primera imagen que viese su señor de ellos, fuera la de unas personas debilitadas que no podían cuidar de ellos mismos.
-Vamónos de aquí de una vez.-Dijo Voldemort de repente sobresaltando a todo el mundo.-No quiero estar aquí cuando el Ministerio se entere del ataque.
Voldemort subió el primero por las escaleras que subían al patio de la Prisión, y les haría alejarse de ese lugar lleno de fetidez y dolor. Cuando estaba a punto de llegar arriba empezó a oír unos ruidos provenientes del exterior. No era posible. No podían haberse dado cuenta tan pronto. Si el Ministerio lanzaba un ataque con todas sus fuerzas en ese momento, acabarían con todos ellos, con sus planes, con lo que había luchado toda su vida por lograr. La mitad de sus mortifagos estaban en un estado lamentable, y él a pesar de ser más poderos que cuatro magos juntos seguía siendo un solo hombre al fin y al cabo. Voldemort siguió avanzando a la vez que su varita acudió rápidamente a su mano, signo que reconocieron sus mortifagos para prepararse para el ataque.
Echando un rápido vistazo desde detrás de la puerta pudo ver como cinco aurores miraban sorprendidos el escenario del crimen. Transportaban trasladores con los que habían logrado aparecerse en Azkaban con tanta rapidez. Pero eran pocos, muy pocos, ¿tan necio era el Ministro?. ¿Dudaba aún de su regreso y solo mandaba a una patrulla de reconocimiento?. Él no se iba quejar, esto haría las cosas mucho más fáciles para ellos y brindaría la oportunidad a los recién rescatados mortifagos de aplacar un poco su sed de sangre. Pero antes tenía que evitar que los aurores huyesen de ahí y avisasen al Ministro de lo acontecido en Azkaban.
-¡ACCIO TRASLADORES!.-Dijo Voldemort mientras los trasladores desaparecían de las manos de los aurores para ir a parar a las del Señor Tenebroso que disfrutó con el miedo que reflejaban los ojos de sus rivales ante su mera presencia. A pesar de los años seguía siendo temido como siempre. Los mortifagos atacaron como un solo hombre en ese mismo momento aprovechando la indecisión de los aurores, los cuales no dudaron demasiado tiempo, pero ese pequeño momento de duda dio la ventaja a sus rivales. Voldemort no participo en el combate, este era parte de su regalo a su mortifagos y quería que lo disfrutasen como era debido, que reclamaran su libertad con la sangre de los que les habían encerrado. Los rayos empezaron a volar por todo Azkaban mientras los cinco aurores cada vez estaban más indefensos ante la desbordante inferioridad numérica. Una voz muy conocida por él hizo que apartara su visión del combate para dirigirla a uno de los muros exteriores de la Prisión.
-¡Tom Ryddle!. Te avise este mismo verano que olvidases de una vez por todas esta locura.-Gritó Dumbledore con la cara temblando de rabia. Dumbledore. Siempre esa espina clavada en sus planes, entrometiéndose en todo. Si tan sólo pudiera derrotarlo de una vez por todas.
-Parece ser que no recuerdas que te respondí esa misma noche, cuando frustraste mi plan de capturar a Harry Potter. Te dije lo mismo que te diré ahora, Dumbledore. No te entrometas y vivirás lo suficiente para ver como me alzó por encima de todos. Hazlo y morirás de forma horrible por mi mano.-Dijo Voldemort fríamente a la vez que subía lentamente las escaleras que le harían estar a la altura de un rival sin perderle por un momento de vista.
-No puedes derrotarme jovencito. No tienes suficiente poder.-Se burló Dumbledore ante el rostro de Voldemort que siguió ascendiendo no dejándose llevar por la ira e ignorando los obvios intentos de desconcentrarle de su rival.
-Siempre hay una primera vez para todo. Acabé con el hechizo que colocaste alrededor de la casa de Potter. Me he vuelto más poderoso y ahora te lo demostraré. ¿Todavía no te has dado cuenta?. Te estás volviendo viejo Dumbledore.-Dijo Voldemort de manera desagradable mientras terminaba de subir las escaleras y quedaba unos metros frente a su enemigo.
-Tom, aquí no podrás huir si el combate se pinta mal. Ninguno de los dos podrá desaparecerse, será un duelo en le que solo cuente el poder. ¿Te sientes preparado para algo así?-Preguntó Dumbledore con sorna a la vez que se ponía en posición defensiva.
-Claro que lo estoy. Si dejase de perder tiempo hablando podríamos acabar antes de que el Ministerio se pregunte porque tardan tanto en regresar o dar su informe.-Dijo Voldemort poniéndose a su vez en una posición de defensa.
El duelo empezó al instante y los rayos empezaron a salir incansables de sus varitas, haciendo que los dos oponentes se tuvieran que esforzar al máximo. Los dos eran magos extraordinariamente poderosos, el odio mutuo que sentían por distintas razones hacía el combate más cruento de los acostumbrado. Ninguno de los dos daba un momento de descanso y tampoco lo pedía. Los hechizos rebotaban siempre en escudos que se formaban con rapidez, las maldiciones mortales que lanzaba Voldemort siempre golpeaban en trozos de piedra que levantaba Dumbledore para protegerse, haciendo que el pavimento de la Prisión quedara seriamente dañado a medida que el duelo avanzaba. El sudor empezaba a bañar las frentes de los contendientes mientras sus rostros solo mostraban una firme determinación, acabar con su enemigo. Dumbledore parecía querer capturar vivo a Voldemort lo cual le parecía ridículo a su rival, para que luchar si no pensabas llegar hasta el final. Un rayo proveniente del patio inferior obligó a Dumbledore a crear una defensa precipitada, quedando expuesto a un posterior ataque de Voldemort que le lanzo un rayo rojo que le golpeó en el rostro lanzándole unos metros hacia atrás. Voldemort echó una mirada asesina a la persona que había intervenido en el duelo. La aparición de más aurores del Ministerio le hizo ver que era el momento de huir de ese lugar. Rápidamente descendió las escaleras mientras rechazaba las maldiciones dirigidas hacia su cuerpo. Los mortifagos escapaban ya por las puertas y el Señor Tenebroso no tardó en seguirles. Ya fuera del área mágica que les impedía desaparecerse los mortifagos y su señor se desvanecieron ante la sorprendida mirada de los aurores del Ministerio, que acababan de ver con sus propios ojos al Que-No Debía-Ser-Nombrado.
Dumbledore se levantó del suelo suspirando y con una herida en la frente que manchaba de sangre su rostro. Corrió a la ayuda de los aurores que todavía estaban con vida. Solo uno de los cinco primeros aurores que habían acudido a Azkaban conservaba la vida, mientras que ninguno de los seguidores de Voldemort había sido atrapado. Hoy sería un día tristemente recordado en la comunidad mágica pero por lo menos el Ministro de Magia no seguiría negando el Regreso de Lord Voldemort.
A muchos kilómetros de distancia los mortifagos celebraban alegremente el éxito de su misión. Los antiguos presos disfrutaban de esa nueva sensación de libertad y de la comida que les había servido un tembloroso Colagusano. Voldemort parecía disgustado a pesar de que todo había salido extraordinariamente bien. Habían liberado a sus compañeros y de paso habría unos cuantos aurores menos de los que preocuparse, además de contar con el apoyo de los Dementores en posteriores batallas. Voldemort se acercó a los felices y alardeantes mortifagos con cara de pocos amigos.
-¡CRUCIO!.-Gritó Voldemort lanzando una maldición a un sorprendido Nott que se estremeció de dolor.-Nunca más te vuelvas a entrometer en mis duelos, no necesitó tu ayuda para vencer mis combates. Es un aviso, la siguiente vez no seré tan indulgente. Avery sígueme y tu también Rodolphus.
Avery siguió preocupado a su amo, su mal humor no presagiaba nada bueno. Rodolphus también lo siguió renqueante alejándose de su esposa y su hermano, que lo miraban sorprendidos. Voldemort se sentó en la gran silla metálica que solía utilizar, a la vez que Nagini le salía al encuentro mostrando su lengua en signo de reconocimiento. Miró a los dos mortifagos que esperaban expectantes a su Señor.
-Dentro de dos días necesitaré vuestros servicios en una arriesgada misión. Sé que aún será demasiado pronto para ti, Lestrange, pero confío en tus cualidades, y por ello envío contigo a Avery para ayudarte en una misión que normalmente acatarías solo.-Dijo Voldemort.
-Siempre estoy dispuesto a servirle.-Dijo Rodolphus Lestrange a la vez que se inclinaba ante Voldemort.-¿qué es lo que he de hacer?
-Dentro de dos días comprobaré lo fuerte que es la conexión que me une a Potter. Comprobaré si me es posible dominarlo. Dentro de dos días le obligaré a marchar al Bosque Prohibido durante la noche. Estará sólo, pero no por ello os confiéis. Ese Potter ha demostrado ser un incordio con muchas sorpresas.-Dijo Voldemort fríamente.-Otra cosa más. Quiero que lo traigáis vivo.
-Se hará como deseéis.-Dijo Lestrange, a la vez que se levantaba, y se retiraba de la sala a descansar entendiendo que la reunión había terminado. Avery le siguió de cerca, disgustado al ser solo una niñera para su todavía debilitado compañero.
-Pronto veremos Potter lo fuerte que es tu mente. La obligaré a doblegarse ante mí, al igual que tu lo harás antes de morir y darme el poder que necesito.-Dijo Voldemort en un leve susurro cuando se quedo solo en la sala.
