Capítulo 16- Merodeadores en misión secreta.
En la vieja mansión que perteneció hace varios años a la familia Ryddle se podía oír un grito atronador. Era un grito lleno de desesperación y de dolor, un dolor capaz de desgarrar un alma humana. En una gran sala había un hombre pálido y vestido de negro que estaba de rodillas y con sus dos manos apretando su frente, de la cual salía un extraño brillo verde. Tenía los ojos cerrados con fuerza y su rostro estaba desencajado de dolor. Había sufrido durante su vida los más terribles dolores y los había aguantado de una manera estoica sin proferir lamento alguno. Pero esta vez el dolor había llegado sin ser anunciado, sin poder preparar su cuerpo y su mente para hacerlo más llevadero. Le dolía la frente como si su cabeza se fuera a partir por la mitad, y creía ver por sus entrecerrados ojos una luz verde. También con el dolor vino un conocimiento inesperado, pero que sabía a ciencia cierta que era verdad. Rodolphus Lestrange había muerto. Harry Potter había sido el artífice de la maldición mortal. Y ahora él, Lord Voldemort, se veía dominado por este dolor, estaba seguro de que tenía que ver con la relación que tenía con el joven y siempre molesto Potter. Se acerco tambaleante hasta un espejo que había en la sala y miro su rostro reflejado en frío cristal. En su frente aparecía dibujada una luz verde que tenía la forma de un rayo. Al parecer la conexión entre ese maldito mocoso y él era más fuerte de lo que pensaba, y para su desgracia no de un solo camino. Este dolor llegó cuando Harry realizó su primera maldición mortal. ¿Cada vez que él mataba a alguien ese niño sentía ese dolor tan atroz?. Y sí era así, ¿Cómo hacía para no perder la cabeza?. Un nuevo sentimiento de respeto se formó en Voldemort al saber lo que tenía que soportar su enemigo. Un nuevo grito, pero esta vez de rabia, salió de la garganta del Señor Tenebroso. Tras ese nuevo grito de dolor se pudo oír unas voces agitadas detrás de la puerta que daba a la sala en la que el Señor Tenebroso estaba conociendo de nuevo lo que era el dolor. Voldemort se puso de pie y trató de recobrar la compostura, ya que sabía que la curiosidad pronto vencería al miedo que sentían sus mortifagos hacia su Señor. Pasado unos instantes más de agitación, la puerta se abrió despacio casi con miedo, y asomó el rostro mejor alimentado ahora de Bellatrix Lestrange, la cual se encontró con la mirada furiosa de su Señor.
-No quería molestarle amo. Pero habíamos oído gritos y queríamos saber si se encontraba bien.-Dijo Bellatrix con orgullo pero sin poder evitar que un tono de miedo se vislumbrase en su voz. Voldemort esbozó una ligera sonrisa, el dolor había desaparecido, era muy fuerte pero se iba tan rápido como venía.
-No importa. Pasa Bellatrix, tengo que darte una noticia.-Dijo Voldemort con un tono de preocupación que asustó más a la mortífaga que si le hubiera gritado con ese tono que tantos temían. Voldemort se sentó lentamente en su silla y miro con ojos entristecidos a su servidora, era por su misión por la que su marido había muerto. Todos le tachaban de inhumano, de haber perdido su alma. Se equivocaban aunque no demasiado, él era duro e implacable con sus enemigos, exigente y castigador con sus aliados, pero a estos últimos los consideraba su verdadera familia. La única que había conocido, y a pesar de que a veces se veía obligado a castigarles, no le agradaba perderlos tanto por la muerte como por la traición. Y decirle lo que le había ocurrido a su marido le hacia tanto daño como el notar por primera vez el impacto que tendría en su cuerpo la primera maldición mortal de Harry Potter.
-¿Qué ocurre, amo?.-Preguntó Bellatrix temblorosa arrodillándose ante el Señor Tenebroso.
-Bella, Rodolphus ha muerto.-Dijo Voldemort simplemente a la vez que a través de la distancia los ojos color esmeralda de Harry Potter veían en el suelo el cuerpo inerte del mortifago caído.
Harry estaba arrodillado en el suelo con su mano izquierda apoyada en el suelo, mientras que la derecha agarraba todavía firmemente la varita. No quería mirar a nadie, había matado a una persona, y esta vez no había sido obligado a hacerlo. Odiaba a ese hombre por haber herido a Ron, y se odiaba a sí mismo por haber sido su escudo el que había hecho rebotar el hechizo hacia su antiguo amigo. Las palabras de la sombra de Voldemort que habitaba en él resonaban en su cabeza una y otra vez, una sola muerte y serás mío. Ya lo había hecho, ya había matado a alguien, pero no notaba nada extraño, solo cansancio y repugnancia hacia sí mismo. También su cicatriz le había dolido ligeramente, parecía que en ese preciso momento algo había hecho enfadar a Voldemort. ¿Se habría enterado ya de lo que le había pasado a su seguidor?. No, no era posible, ni siquiera Harry, que lo había matado, podía asimilar ese asesinato, menos Voldemort enterarse de él. ¿Y Dumbledore?. ¿Qué haría el director cuando se enterara de este incidente?. ¿Lo mataría pensando que era demasiado inestable y peligroso como le había oído decir hace tan poco?. No iba a permitir que nadie le matara, menos ahora que había descubierto una nueva felicidad a la que aferrarse para no caer en la oscuridad de su alma. Podía sentir los brazos de Fleur todavía rodeándole por la cintura y su cabeza apoyada sobre su hombro derecho. Tenía que huir de ahí ahora mismo, tenía que alejarse de Dumbledore, tenía que desaparecer para poder seguir vivo y luchar por su felicidad. Demostrar que no iba a caer bajo la influencia oscura que habitaba en su interior. Mientras se intentaba levantar con las escasas fuerzas que le quedaban miro a Hermione que estaba totalmente pálida mirando con los ojos extremadamente abiertos al hombre que había estado tan cerca de matarla. Harry la había salvado incluso a pesar de que ese acto le había convertido en un asesino. ¿Pero acaso no había sido en defensa propia?. ¿No habían matado muchos de los mejores aurores a mortifagos y habían sido aclamados por ello?. ¿No lo había hecho su propio padre con el hijo de Voldemort?. ¿Entonces porque tenía tanto miedo, tanta inseguridad sobre las consecuencias que este asesinato iba a ocasionarle?.
-"Es porque yo vivo en ti. Es ese el motivo de tus dudas. Es por eso que no serás héroe, sino villano. Es por eso que ese estúpido viejo te dará muerte. No quiere que me adueñe de ti. Aunque ya es tarde ya eres mío. No te reclamaré ahora, estas demasiado débil. Huye ahora que puedes no dejes que nos maten. Si yo muero tu mueres, y si tu mueres, todos esos sueños de felicidad desaparecerán para siempre.".-Dijo una voz fría en su mente contestando en un momento todas sus dudas. Iba a morir antes de poder demostrar lo que podía llegar a ser, antes de tener una vida normal. No, no iba morir, lo iban a asesinar, eso era algo completamente distinto. ¿Había sobrevivido durante varios años a Voldemort para morir a manos de Dumbledore?. Nunca, ni Voldemort, ni Dumbledore le tendrían, no tomarían su vida, él agarraría su destino con sus propias manos.
Con un áspero gruñido Harry se empezó a levantar del suelo rechazando el intento de Fleur de ayudarle, no quería ayuda, tenía que lograrlo sólo, para demostrarse que aún tenía la suficiente fuerza para resistir a la parte oscura de su alma. Lentamente logró encontrase de nuevo de pie, aunque estaba fuertemente mareado, oía las voces de Fleur y Hermione como si estuvieran en otro mundo distinto al suyo. Ahora tenía que correr, escapar, alejarse, ser libre de adultos que jugaban con su vida con inusitada crueldad. Pero todos sus planes sufrieron un duro revés cuando en la distancia vio el brillo que despedían unos cristales en forma de media luna que ocultaban unos ojos azules, que antes creyó amables y protectores. Dumbledore avanzaba con tranquilidad y con su varita en la mano, apuntando a Harry, que se había quedado totalmente paralizado al ver avanzar al director de Hogwarts. La expresión de su rostro era similar a la que vio hace un año cuando descubrieron al traidor que se hizo pasar por el profesor Moody. Harry también alzo su varita dispuesto para la confrontación que vendría a continuación, sabía que no tenía ninguna posibilidad en su estado. Incluso estando en perfectas condiciones dudaba de tener alguna posibilidad contra el único mago al que Voldemort había temido. Harry pudo ver los rostros contrariados de Fleur y Hermione al ver la extraña escena que se presentaba ante sus ojos. Fleur se intento acercar a Harry, pero este creo un escudo mágico que separaran a las dos chicas del combate, no quería que otro hechizo mal desviado hiriera a alguno de sus amigos. Harry y Dumbledore se miraban fijamente a los ojos sin moverse ninguno de los dos, estudiando cada uno a su rival. Harry creyó ver mucha tristeza en los ojos de Dumbledore, pero no le importaba que sintiera pena cuando era su muerte lo que buscaba.. Los dos contendientes empezaron a caminar de lado en círculos sin perderse de vista, esperando el más leve fallo en su rival. La cojera de Harry le ponía en una seria desventaja, le costaba moverse y durante el duelo tendría que mantenerse casi estático. Harry oyó rápidos pasos que venían de lo profundo del bosque. Pudo ver como Sirius y Lupin llegaban corriendo al lugar donde el duelo estaba a punto de comenzar. Sirius se arrojó hacia Dumbledore hecho una furia pero chocó violentamente contra el escudo que Harry había creado, cayendo al suelo con el labio roto y profiriendo insultos sin parar.
-Dumbledore deja a Harry en paz o te las verás conmigo.-Dijo Sirius a la vez que se pasaba la mano derecha por el labio limpiándose la sangre que emanaba sin parar de la herida del mismo.
-No lo entiendes Sirius no existe otra manera. Acaba de matar a una persona. No puedo permitir que sea poseído.-Dijo Dumbledore tristemente.
-No me cogerás Dumbledore. No me vas a arrebatar la vida.-Dijo Harry a la vez que lanzaba un rayo rojo a Dumbledore que lo desvío sin dificultad.
-Me temo que no te queda otra alternativa Harry. Es mejor que lo hagas por las buenas.-Dijo Dumbledore a la vez que lanzaba unas llamas a Harry, que se vio sorprendido por el hechizo. Rápidamente convocó una ráfaga de aire que arremetió contra las llamas creando un vacío que hizo que no le alcanzaran.
-¿Por las buenas?. ¿Estas de broma?. Perdona por defenderme, perdona por querer vivir, no sé como he podido ser tan desconsiderado.-Dijo Harry haciendo un fuerte movimiento con el brazo que empuñaba la varita, lo que provocó que el suelo que había debajo de Dumbledore se agrietará, haciendo caer por el agujero al viejo director. Tras ello y con una rapidez felina toco el suelo con la varita y musito una palabra con los ojos cerrados, haciendo que el agujero se cerrase fuertemente. Hubo unos segundos de total silencio mientras Harry miraba preocupado hacia su alrededor.
-Eso ha estado muy bien, Harry. Has mejorado mucho en poco tiempo, pero aún no eres lo suficientemente bueno..-Dijo la serena voz de Dumbledore que sonreía situado detrás de Harry. Un fuerte rayo blanco golpeó a Harry en la espalda, haciéndole volar varios metros hacia delante. Harry cayó boca arriba y rodó en el suelo unos cuantos metros, para levantarse lentamente mirando con ojos de enfado a Dumbledore que lo miraba desde la distancia con una gran sonrisa.
Harry jadeaba con fuerza y de manera entrecortada debido al impacto que había recibido en la espalda. Vio como la sonrisa de Dumbledore de repente desapareció, se pasó la mano izquierda por la nariz y dio un salto de sorpresa ante la luz blanca que rodeaba su mano. Sabía que era un mago nato, le habían contado el efecto que ello hacía en él, pero era la primera vez que veía con sus propios ojos esa luz blanca que emanaba de su cuerpo. Harry se irguió totalmente, cerrando los ojos a la vez que respiraba fuertemente, notaba como la magia recorría sus venas, como el poder crecía. Era agradable, una sensación de calor que se propagaba por todo su cuerpo, no sólo notaba su propia magia dentro de él, sentía la magia de todas las personas que le rodeaban. Eran distintos focos de poder e intensidad, se sentía abrumado, ante esa nueva visión, todos los focos eran interesantes, atrayentes, pero el de Dumbledore era superior al del resto. Era un poder magnético que le atraía, casi deseaba poder tocarlo, comprenderlo, absorber todo ese conocimiento. Seguía con los ojos cerrados, pero sabía donde estaba todo el mundo, casi podía oír hablar a su silencio. Notó como el foco de Dumbledore cambiaba, se preparaba para ejecutar un hechizo, oía la voz de la magia en su mente, susurrándole el hechizo que vendría a continuación antes de ser ejecutado. Oyó la voz de Dumbledore y levantó la mano izquierda, en la cual no esgrimía la varita, totalmente extendida. Voces de asombro le rodeaban y Harry abrió los ojos para encontrar que el rayo de Dumbledore estaba detenido en el aire delante de su mano. Cerró la mano, hasta dejar solo su puño cerrado, y vio como el rayo se desvanecía delante suyo. Sonrió para sus adentros ante la demostración de poder y fuerza de la que había hecho gala. Notó su labio superior humedecido, debería estar empezando a sangrar de la nariz, oyó unos golpes constantes a sus pies y pudo ver como la sangre empezaba a caer gota a gota al suelo proveniente de la hemorragia nasal que había vuelto a comenzar. Le daba igual. Se sentía tremendamente fuerte, poderoso, pero a la vez una debilidad extrema se iba apoderando de su cuerpo. Era la primera vez que se dejaba llevar por su magia, que la experimentaba en ese grado. Todas las veces que había ejecutado este tipo de magia se había sentido increíblemente mal, y esta no era una excepción. Su visión se empezaba a ensombrecer, la oscuridad le empezaba a reclamar, el olvido de la inconsciencia esperaba agazapado en espera de su presa. Harry tuvo que hincar su rodilla izquierda en el suelo para poder mantenerse casi erguido, si iba a caer por lo menos lograría herir una vez a su rival. Con la poca fuerza que le quedaba, apuntó a Dumbledore con la varita que empezó a vibrar con fuerza, y un enorme rayo dorado salió despedido a toda velocidad contra Dumbledore. El viejo director creó un escudo rápidamente, el choque del rayo de Harry contra el escudo de Dumbledore fue ensordecedor. Lo último que Harry pudo ver antes de desmayarse fue como Dumbledore se vio obligado a dar tres pasos hacia atrás, pero aún así había detenido su hechizo. A pesar de todo lo había derrotado. ¿Qué importaba ahora?. Ahora no importaba nada, ¿Acaso no iba a morir?. ¿Qué más daba todo?.
Cuando Harry cayo inconsciente al suelo el escudo que había creado se rompió en mil pedazos que se pudieron vislumbrar durante unos segundos en el aire, para luego desaparecer. En el momento que cayó el escudo Sirius corrió hacia el ahora inconsciente cuerpo de su ahijado y se arrodilló ante él. Le pasó la mano por la cara apartando los mechones de pelo que ocultaban parte de su rostro ahora sereno y tranquilo, como si nada hubiese ocurrido. Unos pasos sobresaltaron a Sirius y alzó la cabeza para ver la figura de Dumbledore que aún tenía su varita en la mano. El Director de Hogwarts respiraba con dificultad y sus ojos estaban apagados, llevaba escrito en su rostro el dolor que le había infligido esta situación. Sirius cubrió el cuerpo de Harry con el suyo propio dando a entender que para llegar a su ahijado tendría que pasar por encima suyo. Los dos adultos se miraron intensamente, era un duelo distinto, uno de voluntades, pero Sirius sabía que si Dumbledore quería quitarlo de en medio no le costaría mucho hacerlo. No comprendía como ese amable hombre, que siempre había sido un modelo de lo que un buen mago debería ser, iba a matar ahora a un niño desprotegido. Cierto que Harry era poderoso, cierto que tenía algo maligno dentro de él, todo era cierto, pero, maldita sea, solo era un niño. Sirius no pudo evitar que lágrimas de impotencia empezaran a recorrer su rostro, bajo la cabeza ocultando su rostro de las miradas, abrazando el cuerpo de su ahijado, interponiéndose entre Harry y Dumbledore. A unos metros podía oír las voces de Fleur y Hermione que no entendían nada y mostraban su disgusto. Por el rabillo del ojo pudo ver como Lupin detenía sin demasiado entusiasmo a las dos muchachas para que no resultasen heridas. Su amigo lo estaba pasando mal, pero confiaba en que Dumbledore no hiciera lo que, de hecho, parecía que iba a hacer, siempre tan iluso.
-Sirius, por favor, hazte a un lado. No me obligues a hacerte daño.-Dijo Dumbledore con voz cansada.
-¿No quieres hacerme daño?. Pues no mates a Harry. Si matas a Harry me harás un daño terrible, tanto que sería como si me matases a mí. ¿Dónde han quedado todas esas esperanzas, Albus?. Tus sueños de paz, incluyen el matar a un niño. ¿Hubieras matado a Voldemort cuando era joven e inocente solo para prevenir lo que vendría?.-Espeto Sirius mirando con ojos llorosos a un Dumbledore que mantenía su rostro totalmente serio. No había ningún gesto en su rostro que demostrara alguna emoción él.
-Sirius, si lo hago de otro modo será más doloroso para Harry, sería una solución que acabaría desgarrándole por dentro, que al fin y al cabo también lo acabaría matando.-Dijo Dumbledore intentado hacerse entender.
-¿Estas diciendo que existe otra solución?.-Preguntó Sirius sin saber si había entendido bien las palabras de Dumbledore que parecía receloso tras oír las palabras de Sirius.
-Si que la hay, pero no es algo que sea viable en esta situación.-Dijo Dumbledore empezando a impacientarse de tanta palabrería inútil.
-¿Y por que le dejas morir sabiendo que hay otra solución?.¿Por miedo a que le hagan daño?. ¿Acaso no hemos estado protegiéndolo durante toda su vida?, ¿Y para que?. Para matarlo ahora, para rendirnos ante el primer inconveniente.-Dijo una voz desde uno de los extremos del lugar donde estaban todos reunidos. La profesora McGonagall avanzaba mirando con enfado a Dumbledore, mientras era acompañada de Snape.
-Pero Minerva, y si me equívoco y no logramos eliminar esa influencia de Harry. Merece la pena el riesgo. Podremos vivir con todo el dolor que provocaría este niño que ahora parece inocente. He cometido ya demasiados errores durante mi vida, no quiero cargar con más muertes encima de mis hombros. ¿Es que nadie me comprende?.-Preguntó Dumbledore empezando a desesperarse por los inconvenientes que estaba hallando.
-No quiero ser mal educado, pero visto que todos los presentes opinan, creo que también me tomaré la libertad de dar mi opinión.-Dijo Snape avanzando para que todos lo pudieran ver. Sirius y Lupin lanzaron una mirada asesina al profesor de Pociones sabiendo cual iba a ser su opinión, y que la misma no beneficiaría para nada a Harry.-Creo que Potter no debería ser castigado de esa manera. Eso sería un asesinato, Albus, por mucho que lo intentes justificar. Debe de haber otra manera, tu mismo lo acabas de reconocer. Muchos de los presentes agradecerían ver vivo a Potter más tiempo aunque esa decisión le lleve a un camino de amargura.
-Profesor Dumbledore, ¿no estará hablando en serio, verdad?. ¿No es cierto que quiera matar a Harry, o sí?. Por favor no lo haga, le necesitó... lo necesitamos.-Dijo Hermione poniéndose roja y evitando la mirada de Fleur que la miraba recelosa.
-Esta bien, esta bien. No lo haré, pero espero por el bien de vuestras conciencias que sea la decisión correcta. No lo mataré, pero lo dejaré encerrado en una celda que crearé en el colegio hasta que me consigáis el ingrediente que me falta para la poción que se requerirá para acabar con lo oscuro que habita en Harry.-Dijo finalmente Dumbledore que miro fijamente a Sirius al decir sus últimas palabras.-La poción acabará con la sombra de Voldemort, pero también acabará con gran parte de la magia de Harry, lo debilitará en exceso. Con el tiempo recuperará progresivamente el poder que perderá. Esperemos que pueda llegar a recuperarlo, pues sino será sencillo para Voldemort destruirlo.
-Gracias, Albus, por reconsiderarlo.-Dijo Sirius que no cabía en si mismo de la alegría que sentía.
-Puede que llegue el día en que te arrepientas de esto, Sirius. De hecho serás tu el que vaya a buscar el ingrediente que falta, yo no puedo ir, estaré demasiado ocupado intentando hacer que Harry no escapé.-Dijo Dumbledore a la vez que con su varita lanzaba un hechizo que rodeó de unas gruesas cadenas el cuerpo de Harry, y levantaba su cuerpo inconsciente del suelo.
-Me parece que esas cadenas son innecesarias, Albus.-Dijo Sirius mirando al Director de Hogwarts con recelo.
-Sirius, harías bien en recordar, que soy el Director de esta escuela. Tomaré las medidas necesarias para asegurarme de que la seguridad de mis alumnos no corre peligro. Y no admitiré ninguna discusión. Si no te gusta puedes irte, ya encontraré a otro para buscar el ingrediente que dará la solución que tanto ansías.-Dijo Dumbledore visiblemente disgustado por primera vez desde el comienzo de la discusión..-Saldrás esta misma noche, será mejor que te prepares, será un viaje duro y peligroso.
-Yo iré con Sirius. Sobretodo si dices que es tan peligroso.-Dijo Lupin sobresaltando a un Sirius que ya casi había olvidado la presencia de su compañero.
-Como quieras. Es tu decisión, y tened cuidado, por favor, no quiero que os ocurra nada malo.-Dijo Dumbledore llevándose el cuerpo inconsciente y encadenado de Harry tras él.
La noche había llegado tragando con su oscuridad el terrible día que había transcurrido. El cielo estaba despejado y se podía ver a las estrellas brillar fuertemente en el firmamento. Mientras tanto Sirius y Lupin esperaban con impaciencia a Dumbledore en el despacho del último. No habían vuelto a ver al poderoso mago desde que se llevó a Harry con él. No había permitido que nadie le acompañase, no les gustó esa decisión pero no tuvieron más opción que acatar la orden de Dumbledore. Por fin cuando Sirius empezaba a tamborilear los dedos de la mano contra la mesa de forma desquiciante, se oyó el ligero crujir de la puerta del despacho al ser abierta. Por ella apareció Dumbledore con el rostro todavía sudoroso, y con un gesto de cansancio increíble. Sirius se preguntaba que era lo que le había hecho a Harry para encontrarse en ese estado de agotamiento físico. Todavía no se fiaba demasiado de Dumbledore, no era algo sencillo de olvidar, el hecho de que intentase matar a Harry. Espero pacientemente a que se sentará, sin dejar de observarlo ni un segundo. Cuando Dumbledore por fin se sentó, sacó del interior de su túnica un mechero dorado que acercó a Sirius, el cual no sabía para que podía servir el mismo.
-¿Para que se supone que me va a servir ese mechero?. Sabes perfectamente que no fumo.-Dijo Sirius impaciente y molesto al ver una alegre sonrisa en los labios de Dumbledore.
-Siempre serás un impaciente. Eso no es solamente un mechero. Es un traslador que os llevará lo más cerca posible del lugar donde se encuentra el ingrediente que necesitó para fabricar la poción. Con sólo dar fuego serás trasladado al punto más cercano al que he logrado acceder con tan poco tiempo. Si tocas a cualquier persona esta será trasladada a su vez contigo. Si mueves esa pequeña palanca que esta en el lado derecho se accionará el modo regreso, que se valdrá del mismo modo de funcionamiento.-Dijo Dumbledore que cogió el mechero entre sus manos para mostrar a Sirius como debía utilizarse.
-¿Y qué es exactamente lo que tenemos que encontrar?. ¿Y dónde esta si se puede saber?.-Dijo Lupin más interesado en el objetivo del viaje que en el funcionamiento del extraño traslador creado por Dumbledore.
-Tenéis que encontrar una extraña flor llamada Radkassar, que se encuentra en las montañas de uno de los países del norte de Europa, el lugar exacto es irrelevante, además que no me esta permitido comunicároslo.-Explicó Dumbledore tranquilamente mientras los dos antiguos merodeadores escuchaban atentamente sin perderse ni una palabra.
-¿Cómo reconoceremos la planta?. Particularmente yo nunca he oído hablar de esa planta, y no era precisamente malo en Herbología. Y tu Lunático, ¿la conoces?.-Preguntó Sirius mirando a Lupin mientras se rascaba la cabeza con los nudillos intentando recordar.
-Ni idea, no sabía de la existencia de un planta con ese nombre.-Dijo Lupin encogiéndose de hombros.
-Lógico su existencia es un secreto que muy pocos magos conocen. Por eso la poción es tan complicada y difícil de hacer. Por suerte yo soy uno de los pocos que conoce dónde se encuentran algunos ejemplares. La planta medirá cerca de 50 centímetros, sus pétalos son morados menos al final del mismo, ya que su color cambia al negro. En sí no sería muy distinta a otra planta, pero el lugar donde se unen los pétalos es de color rojo sangre. De hecho los pocos magos que han estudiado a estas plantas aseguran que es sangre de la propia planta, lo cual de por sí ya sería bastante raro. Otra cosa más sólo necesitamos una planta, así que no cojáis ninguna más, ni siquiera por precaución.-Dijo Dumbledore poniéndose muy serio al decir esas últimas palabras.
-Y eso, ¿Por qué?-Preguntó Lupin extrañado ante esa advertencia, ya que consideraba más seguro coger ejemplares de más por si la poción salía mal.
-No sería seguro para vosotros. Hacedme caso por una vez, y que el merodeador que lleváis dentro no os haga desobedecerme pensando que sería divertido..-Dijo Dumbledore mirando intensamente a Sirius y Lupin que parecían incómodos.
-Esta bien, no haremos nada irresponsable ni estúpido.-Dijo Sirius con un leve suspiro mientras Dumbledore sonreía alegremente de nuevo, al haber logrado arrancar esas palabras de los adultos que tenía delante.
-Aquí tengo también un mapa que os ayudará a encontrar la planta. Cuando toquéis con la varita el mapa aparecerá un punto rojo, que será el lugar donde se encuentra, y un punto verde que será el lugar donde estéis vosotros. Una cosa más.-Dijo Dumbledore dándole el mapa a Lupin.-No os enfrentéis al guardián que custodia ese lugar. Y no lo juzguéis por su tamaño. Si lo encontráis, haced lo más sensato, Huid.
-No habías dicho nada de guardianes.-Dijo Sirius molesto por el dato que Dumbledore parecía haber olvidado hasta el último momento.
-Dije que sería un viaje peligroso. Pero si no quieres ir siempre puedo preguntarle a Severus si esta dispuesto a ir en vuestro lugar.-Dijo Dumbledore sin dar importancia al asunto.
-No dije que no fuera a ir. De acuerdo. ¿Podemos partir o nos tienes reservada alguna otra sorpresa?.-Preguntó Sirius aún molesto.
-Cuando desees. Este momento es tan bueno como cualquier otro. Otra cosa más daros prisa.-Dijo Dumbledore.
-Vamos, Lunático hay una planta que encontrar.-Dijo Sirius levantándose animadamente y cogiendo en sus manos el mechero que les llevaría al lugar donde se encontraba la planta. Lupin se levantó con un suspiro y toco el hombro de Sirius que con un rápido gesto encendió el mechero y ambos desaparecieron.
Los dos magos sintieron un fuerte tirón al encender Sirius el mechero, y aterrizaron bruscamente sobre un suelo cubierto, al parecer, de hierba. Ya no estaban en ningún edificio, y el frío que hacía lo podían notar hasta en los huesos. En ese lugar también era de noche como lo era en Hogwarts cuando partieron. Pero la oscuridad de este lugar era distinta, era más cerrada, casi podían notar su peso sobre los hombros. No podían ver nada que estuviese a una distancia mayor de cinco metros. La humedad era abundante y por lo poco que veían casi podían asegurar que se encontraban en un bosque. Pero algo extraño había en ese bosque, un silencio antinatural se cernía sobre él. No se oía siquiera el canto de un pájaro, ni la más mínima evidencia de que hubiera algún ser vivo en él. Ese hecho sumado a la extraña oscuridad servía para hacer perder el control de uno mismo a cualquiera.
-¡LUMOS!-Dijo Sirius con su varita y viendo por primera vez el rostro nervioso y contrariado de Lupin. Al lanzar el hechizo la visión era más clara y pudieron confirmar que se encontraban en medio de un bosque. Incluso con el hechizo lanzado la luz no era excesiva, era como si la oscuridad no quisiera marcharse y peleara tenazmente para mantener su supremacía en aquel extraño lugar.
-Sirius este lugar no me gusta nada. Esta lleno de maldad, casi se puede oler.-Dijo Lupin moviendo su cabeza de lado a lado, buscando algo que no podía encontrar.
-No seas tan paranoico. Seguro que hemos estado en algún lugar peor que este.-Dijo Sirius intentando mostrar una confianza que no sentía.
-¿Cómo cual?.-Preguntó Lupin de manera dubitativa y mirando inquisitivamente a su compañero para que no pudiera mentirle.
-Ahora mismo no recuerdo ninguno. Pero seguro que lo hemos estado. Yo por lo menos estuve en Azkaban, y te puedo asegurar que eso si que es tétrico. Saca el mapa de Dumbledore para saber donde estamos y cuanto tardaremos en marcharnos de aquí.-Dijo Sirius mientras Lupin sacaba el mapa sin prestar atención a lo que hacía, más interesado en las profundidades del bosque que tan amenazadoras se mostraban. Cuando por fin lo sacó, fijó su mirada en él para buscar don de estaban.
-Estamos muy lejos.-Dijo Lupin señalando primero el punto verde, que mostraba donde estaban y el punto rojo, que parecía estar fuera del bosque y que se alejaba hasta lo que parecía una montaña.-Tardaremos una eternidad en llegar hasta allí.
-Pues cuanto antes empecemos a movernos antes llegaremos. Parece que Dumbledore quiere que hagamos algo de ejercicio. Espero que no sea una indirecta sobre tu peso Lunático.-Bromeó Sirius a la vez que esbozaba una sonrisa de inocencia que no lograría engañar a nadie.
-No me parece que sea el sitio ni el momento adecuado para bromas, Canuto.-Dijo Lupin intentando contener la risa que pugnaba por salir de su garganta.
-Esta bien, vamos. Pero te has vuelto demasiado serio.-Dijo Sirius intentando aparentar un disgusto mayor del que sentía.
Comenzaron a caminar por el bosque intentando no tropezar con la cantidad de obstáculos que había dispersado por el suelo. Todavía no habían visto a ningún animal y eso no era normal. Ahora caminaban con más luz al haber hecho también Lupin un hechizo de iluminación, pero a pesar de todo, no era una ayuda excesiva. Sirius ya había caído al suelo tres veces por culpa de alguna piedra o la raíz de algún árbol. Estaba empezando que el bosque tenía vida y que se estaba divirtiendo a su costa. Pasaron dos horas en las que no intercambiaron demasiadas palabras y casi todas eran monosílabos, cuando en la lejanía pudieron escuchar lo que parecían ser unas voces humanas. Extrañados por ese hecho, avanzaron con cautela para no ser detectados y poder comprobar que no era ningún mortifago o algún otro enemigo desconocido. Por fin llegaron a un claro en el bosque donde sentadas sobre una gran roca descansaban tres mujeres, que conversaban en una voz extremadamente baja. Dos de ellas tenían el pelo moreno, mientras que el cabello de la tercera era rubio. Su pelo era largo y extrañamente liso en los tres casos. Eran muy delgadas, y por la lejanía pudieron ver que sus manos eran delicadas y que sus gestos eran muy ágiles y rápidos. Sirius esbozó una sonrisa e inconscientemente se pasó las manos por el pelo intentando peinarlo y se adentró decidido hacia el claro y las mujeres.
-Sirius, no.-Dijo Lupin intentando detener a su a migo pero ya era tarde, Sirius ya estaba a unos pasos de las mujeres, mostrando una gran sonrisa que tanto éxito tuvo entre las mujeres cuando era estudiante.
-Buenas noches encantadoras damas. ¿Se puede saber que hacen unos seres tan bellos solos en un este oscuro bosque?.-Dijo Sirius en un intento de parecer seductor, a la vez que Lupin se tapaba la cara con su mano al escuchar la pomposa presentación de Sirius. Definitivamente su amigo había pasado demasiado tiempo encerrado.
-Esperábamos encontrar algo de comer, y parece que la comida nos ha encontrado a nosotras. Es un hecho inusual, y le quita la gracia a la cacería, pero no por ello despreciaremos un bocado que se presenta voluntariamente.-Dijo la mujer rubia, girando la cabeza y mirando a Sirius con unos ojos verdes que parecían unos espejos y que no mostraban vida alguna. Ya más cerca Sirius pudo ver que la piel de la tres mujeres era tremendamente pálida, como la de un muerto. Una sonrisa perversa apareció en una de las mujeres morenas permitiendo vislumbrar unos grandes colmillos blancos. Vampiros, había ido directamente hacia un grupo de vampiresas. Sirius dio unos pasos hacia atrás a la vez que sacaba la varita. Al poco tiempo pudo notar el cuerpo de Lupin al lado suyo. El bueno y fiel Lunático, que nunca dejaría luchar a solas a su amigo.
-Me parece que ahora no le parecemos tan encantadoras a nuestro patético galán. Pero por lo menos nos ha traído otro bocado más. Un bocado exquisito.-Dijo una de las vampiresas morena pasando la lengua por sus labios mientras miraba a Lupin con ojos sedientos.
-Iros de aquí, malditos demonios de la noche si no queréis ser destruidos de manera definitiva.-Dijo Lupin enarbolando con mano firme la varita, su voz era segura y no mostraba miedo alguno, pero por dentro era algo distinto. Su corazón latía alborotado, y una extraña sensación se había apoderado de su estómago.
-Tienes valor, eso me gusta, y mucho. Pero puedo oler tu miedo, se transpira a través de tus poros al igual que el hediondo sudor que segregáis los vivos. Pero también huelo tu sangre, tu sabrosa sangre que me permitirá vivir inmortal durante más tiempo.-Dijo la mujer rubia acercándose de manera lenta a la vez que mostraba sus colmillos de manera amenazante. De vez en cuando desaparecía de su visión y aparecía a unos metros de distancia, era endiabladamente rápida.
-¡DESMAIUS!.-Dijo Sirius a la vez que apuntaba a una de las vampiresas morenas que se le acercaba moviéndose de manera seductora, burlándose del intento anterior de Sirius de llamar su atención, y vaya que si lo había logrado. El rayo golpeó en el pecho de la vampiresa que se quedó parada unos segundos y miró el lugar donde había sido golpeada por el rayo. Tras ello levantó la cabeza y miró de manera inocente al sorprendido rostro de Sirius, para después ponerse a reír como una loca.
-¿En verdad habías esperado que ese tonto hechizo me podría hacer algo?. Estoy muerta, recuérdalo, y en mi muerte nací de nuevo a una vida que no puedes ni siquiera comprender, pero que con tu cálida sangre me permitirás alargar.-Dijo la Vampiresa de forma dulce, haciendo que sus palabras empezarán a hacer que Sirius no pudiese pensar con claridad.
-Sirius si salimos de esta, recuérdame que debo matarte.-Dijo Lupin que empujó Sirius que parecía hipnotizado y que movió bruscamente la cabeza, contrariado, al recibir el impacto.
-¿Y como vas a salir de esta, precioso? Me gustaría saberlo, un mortal luchar contra un vampiro. La sola idea me causa gracia. Además has podido comprobar que la mente de tu compañero no es tan resistente como la tuya a nuestros encantos. Se dócil y te daré el don de la inmortalidad, podremos pasar toda la eternidad juntos,. En verdad me atrae tu fuerza de voluntad.-Dijo la vampiresa rubia esperando la respuesta de Lupin en la distancia.
-Creo que tendré que rechazar tu amable oferta. Me parece que para una vida ya es bastante malo ser un licántropo, para añadirle ser un vampiro.-Dijo Lupin irónicamente a la vez que intentaba no perder de vista a la escurridiza vampiresa sin demasiado éxito.
-Hay que admitir que sería gracioso ver tu transformación en lobo siendo un vampiro. ¿Cómo acabarían siendo tus dientes?. .¿Tal vez más grandes?-Dijo Sirius intentando quitar importancia a la situación en la que estaban haciendo bromas sin sentido.
-¿Sirius, me puedes hacer un favor?-Preguntó Lupin totalmente concentrado.
-Dime, Lunático, por ti lo que sea.-Respondió Sirius con una amplia sonrisa.
-Cállate un momento y presta atención a lo que estas haciendo si quieres volver la luz del sol otro día más.-Dijo Lupin nuevamente sin poder evitar esbozar una ligera sonrisa.
-Lo malo de la oferta era que no se podía rechazar.-Dijo la vampiresa rubia sin prestar atención a la conversación de los merodeadores. Tras decir estas palabras y con gran velocidad dio un salto de varios metros cerniéndose amenazadoramente sobre las cabezas de Sirius y Lupin con intención de atacar.
-¡Lumus Solem!.-Gritó Lupin alzando la varita por encima de su cabeza, de la cual salieron varios rayos de luz solar que golpearon de lleno a la vampiresa en medio de su salto convirtiéndola en cenizas que cayeron sobre sus cabezas. Las dos vampiresas emitieron unos gritos de dolor y pudieron observar como de su piel salía humo, a pesar de no haber sido incineradas al no ser golpeadas directamente por el rayo. Con unos rápidos movimientos huyeron a las profundidades del bosque. Los merodeadores se quedaron durante un largo momento callados, pensando en los cerca que había estado esta vez la muerte. Todo estaba en silencio hasta que Sirius le dio una fuerte palmada a Lupin en la espalda.
-Sinceramente es una pena Lunático, para una vez que encuentras a alguien que te quiere por lo que tienes dentro te ves obligado a incinerarla.-Dijo Sirius seriamente intentando contener la risa sin éxito, pues acabó riendo a mandíbula batiente, ante la mirada de enojo de Lupin.
-Puedes llegar a ser de lo más gracioso, Canuto.-Dijo Lupin enojado a la vez que con una sonrisa malévola empujo a Sirius hacia un lado haciéndole trastabillar y seguía hacia delante.
-No hace falta ser tan brusco.-Dijo Sirius empujando a su vez a Lupin.
-A veces eres como un niño grande, Sirius. Salgamos rápido de este bosque no creo que esto se haya acabado tan fácil. Sus compañeras querrán vengarse..-Dijo Lupin mirando hacia su alrededor y aliviado al ver que Sirius por fin empezaba a ponerse serio. Necesitaría a un adulto responsable como compañero, no a un revoltoso niño en el cuerpo de un adulto.
Los dos merodeadores siguieron avanzando por el oscuro bosque sólo guiados por la débil luz que desprendían sus varitas en este inhóspito lugar. Mientras avanzaban se sentían observados y tenían la certeza que escondidas en la oscuridad esperaban las otras dos vampiresas, con la esperanza de que tuviesen un error que les permitiese acercarse. A causa de la falta de luminosidad no podían avanzar demasiado deprisa, lo cual hacía imposible que pudieran perder a las dos depredadoras que buscaban su presa y su alimento. Cada ruido hacía que los dos magos saltasen nerviosos esperando ver esos largos colmillos que buscaban ávidamente su sangre. Así pasaron la noche entera, sin descanso alguno y con los nervios a flor de piel, esperando ansiosamente salir del bosque y poder caminar en terreno abierto. Aún más esperaban que el amanecer llegará de una vez, el primer rayo de sol sería la señal precisa que indicaría que sus vidas estaban a salvo. Por fin tras toda la noche caminando y siguiendo la ruta que el mapa de Dumbledore les mostraba, pudieron llegar al linde del bosque a la vez que el primer rayo de sol asomaba por el cielo. Por fin en muchas horas los dos merodeadores pudieron respirar tranquilos, seguros. Aunque sabían que el viaje no había hecho más que empezar. Avanzaron una hora más para alejarse lo más posible del bosque, hasta que el cansancio, tanto físico como psicológico, pudo con ellos y acabaron derrumbándose sobre el frío y duro suelo. No hubo guardias para estar más seguros durante su sueño, no hubo palabras, solo un derrumbamiento físico que hacía desafiar toda la cautela de los dos magos. Después de unas horas, se levantaron con el estómago rugiendo de hambre, hacia como mínimo un día que no comían debido a la búsqueda de Harry durante ese mismo día. Para añadir males a esa situación, no habían llevado nada de comida pensando que sería una misión sencilla y rápida, a pesar de que Dumbledore no dejo de repetirles del grave riesgo que correrían.
-Tengo hambre.-Dijo Sirius con voz apagada y su rostro alicaído después de haber pasado unas horas caminando en busca de la planta que habían ido a buscar.
-Ya lo sé. No has parado de repetirlo desde que nos hemos despertado, y de eso hace ya tres horas.-Dijo Lupin con un tono de voz más elevado de lo normal.
-Pero es que parece que no me haces caso. Podíamos buscar algo de comer.-Insistió Sirius a la vez que Lupin parecía al borde de un colapso nervioso.
-También podíamos seguir y encontrar de una maldita vez lo que hemos venido a buscar. Cuanto antes acabemos antes podremos marcharnos y comer algo.-Dijo Lupin intentando mantener la calma.
El resto del día pasó sin novedades, el terreno por el que caminaban era bastante árido, y no pudieron ver excesivas plantas durante su trayecto, menos aún algo comestible. El hambre empezaba a ser una gran molestia, y sus fuerzas empezaban a menguar. A Sirius que había pasado largos años en la prisión de Azkaban parecía afectarle menos la falta de comida, pero incluso su cuerpo empezaba a notar ya los efectos del comienzo de la desnutrición. Según el mapa que les guiaba en su largo y penoso caminar debía faltar poco para que alcanzasen su objetivo. Cuando era bien entrada la tarde vieron algo sorprendente en su camino, una menuda figura estaba acuclillada en el suelo mirando con desinterés las piedras que abarrotaban el terreno. Un niño de negros cabellos, que no debía tener más de cinco años se encontraba delante suyo, al parecer perdido en ese lugar maldito. El niño giró la cabeza y los miró sorprendido con unos ojos de un profundo color gris y luego esbozó una sonrisa encantadora a la vez que se levantaba y esperaba a que los dos merodeadores se acercaran. Remus y Sirius se acercaron sin temor alguno hasta donde estaba el encantador jovencito que se quitaba el polvo de su ajada ropa. Cuando llegaron a su altura Sirius se arrodilló para quedar a la altura del niño, el cual le dedicó una inocente sonrisa a la vez que se pasaba una de sus pequeñas manos por el pelo. En esa altura no pudo ver como el rostro de Lupin se ensombrecía como si se hubiera percatado de algo extraño.
-Hola pequeño. ¿Como te llamas?. ¿Donde se encuentran tus padres?.-Preguntó Sirius suavemente al niño que le seguía sonriendo de tan encantadora forma.
-¿Sirius?.-Preguntó Lupin con voz ahogada y cogiéndole por el hombro derecho.
-Dime, Remus.-Respondió Sirius mirando hacia arriba para mirar a su amigo que tenía el rostro totalmente pálido.
- ¿No te parece algo extraño que en este lugar tan inhóspito aparezca de repente un niño perfectamente cuidado si te fijas en sus ropas?.-Dijo Lupin a la vez que el rostro de Sirius se ponía pensativo, tras lo cual un sudor frío empezó a recorrer por su frente, y miraba de nuevo al niño.-Recuerda las palabras de Dumbledore, no juzguéis al guardián por su tamaño.
-Veo que eres muy perspicaz, pensaba que te había logrado engañar, pero finalmente te diste cuenta de lo que tenías delante.-Dijo una voz adulta que salía de manera sosegada por los labios del jovencito, que empezó a verse rodeado por un campo eléctrico a la vez que sus ojos empezaban a cambiar a un color rojo intenso. Poco a poco el cuerpo del joven que tenían delante empezó a cambiar hasta que ante los sorprendidos ojos de los dos merodeadores hasta que adoptó la forma de un hombre de unos 40 años. Tenía el rostro perfectamente rasurado y sus ojos mostraban una inteligencia que no correspondía con la edad del hombre maduro que ahora se mostraba ante Sirius y Remus.
-¿Quien eres tu?.-Preguntó Sirius con voz ronca y enfadada a la vez que examinaba con fiereza la figura del hombre que los miraba con un desdén abrumador.
-Hace tiempo que olvide mi propio nombre jovencito, puedes llamarme como quieras me es indiferente. Un nombre no tiene valor aquí, pocas cosas son en verdad importantes en este maldito lugar. Llamadme Hekilo si queréis. Lo importante ahora es quienes sois vosotros, y sobre todo que asuntos os han traído a mi exilio.-Dijo Hekilo sosegadamente mientras miraba fijamente a Sirius, sin siquiera pestañear.
-No es asunto tuyo el motivo por el que estamos aquí.-Dijo Sirius de manera arrogante a la vez que dedicaba una sonrisa burlona a la persona que estaba delante suyo. Con un rápido movimiento sacó la varita y apunto sin titubear a Hekilo que sólo enarcó una ceja al ver el gesto de Sirius.
-No me hagas perder el tiempo contigo. Tengo toda la eternidad por delante y en tan poco tiempo tu presencia me aburre.-Dijo Hekilo a la vez que con un gesto de su mano derecha desarmaba a Sirius.-Ya era poderoso cuando me encerraron en esta prisión, y después de tantos cientos de años mi poder ha aumentado a grados que tu mente no sería capaz de comprender. La limitación de la varita no me afecta, podría destruiros en cualquier momento.
-Entonces, ¿por qué no lo haces?. Tal vez tu poder no sea tan grande. Al fin y al cabo estas encerrado en este lugar, y parece que lo has estado durante mucho tiempo. No eres más que un prisionero, uno poderoso, pero prisionero al fin y al cabo.-Dijo Lupin mirando fijamente esos ojos rojos que cambiaron de color, hasta alcanzar un negro oscuro, dando aún un toque más amenazador al mago encerrado.
-Eres valiente, pero también un necio.-Dijo Hekilo a la vez que hacia que la electricidad que rodeaba su cuerpo alcanzará a Lupin que emitió un doloroso alarido y cayó al suelo de rodillas.-Es cierto soy un prisionero, este es mi encierro, pero vosotros habéis sido capaces de llegar hasta aquí. Es posible que con vuestra ayuda pueda volver a salir al mundo. Pero desconozco el medio de salir, tanto como desconozco el estado que presenta ahora el mundo. Me daréis lo que deseo, o moriréis. Si accedéis, os ayudaré a conseguir lo que buscáis, pues supongo que habréis venido en busca de algo. Si no es así, entonces sois más necios de lo que pensaba.
-Trato hecho.-Dijo Sirius a la vez que acallaba con la mirada el intento de quejarse de Lupin.-Buscamos una planta llamada Radkassar y debemos encontrarla lo más rápido posible. Si nos ayudas haremos todo lo posible para sacarte de aquí.
-Así que buscáis esa planta. Una extraña búsqueda. Pocas son las pociones que requieren esa planta, y todas son demasiado complicadas para que unos magos que han demostrado tan pocas aptitudes sean capaces de utilizarlas. Pero si eso es lo que necesitáis os llevaré hasta dónde se encuentra, más sólo podréis coger una planta. Mientras llegamos podéis hablarme del mundo exterior, ¿ha cambiado mucho desde el año 450 después de Cristo?.-Preguntó Hekilo con interés a la vez que empezaba a caminar a grandes pasos.
-Estas loco, ¿Qué se supone que pretendes hacer?.-Dijo Lupin en un susurro al oído de Sirius para que el peligroso mago no les oyese.-No podemos ayudar a escapar a este loco.
-Ni lo pretendo, pero si no nunca lograríamos escapar con vida de él. Habrá que engañarle, en el momento oportuno te haré una señal, te llamaré Lunático en vez de Remus. Tendremos que ser muy rápidos, es demasiado confiado pensando que solo el poder cuenta, pero no tardará demasiado tiempo en darse cuenta de lo que pretendo. Mientras tanto habrá que seguirle el juego.-Dijo Sirius a la vez que intentaba aparentar que prestaba atención a su guía.
-¿Existe en la actualidad algún otro mago poderoso?. Sería interesante comprobar mi nivel contra magos aptos.-Dijo Hekilo con voz distraída encerrado en sus pensamientos y en la emoción que le causaba la perspectiva de ser libre nuevamente.
-Sí que los hay. Por cierto, ¿Por qué te encerraron en este lugar?.-Preguntó Sirius intentando desviar el tema para no tener que responder a ninguna de las preguntas del mago.
-No es nada difícil de explicar ni de entender. Me tenían miedo, miedo de mi creciente poder. Tampoco parecían querer entender mi legítimo derecho a gobernarles. Esas cosas pasan, pero tendré tiempo de desquitarme cuando salga de esta prisión.-Dijo Hekilo sin darle importancia al asunto, sin notar la mirada que intercambiaron los merodeadores al descubrir al monstruo que tenían delante. Si no tenía éxito el plan de Sirius devolverían al mundo a un loco tal vez más peligroso que el propio Voldemort. Si la vida de Harry no dependiese de esta misión seguramente abortarían el intento de engañar al poderoso mago, por si no salía bien. Sabían que no estaba bien poner a todo un mundo en peligro por salvar a una sola persona, pero era Harry de quien hablaban. Harry, el hijo de James, su amigo, su hermano. No podían fallar a ninguno de los dos.
El camino ahora era más rápido, parecía que Hekilo no tenía ninguna duda de donde estaba su objetivo y los hacía caminar a marchas forzadas, sin tener en cuenta que los Merodeadores hacia tiempo que no comían anda. Cada vez que tenían oportunidad miraban el mapa de Dumbledore, y el punto en que se encontraba la planta estaba cada vez más cerca. Hekilo seguía hablando sin parar sobre lo grande que era su poder. El mago era demasiado arrogante para darse cuenta que Sirius y Remus planeaban algo. Ese mismo exceso de confianza era la gran ventaja que tenían para que su plan lograse triunfar. Pero si todo lo que el cautivo mago decía de su poder era cierto, tenían que tener gran cuidado. Llegaron hasta el pie de una colina al atardecer y su guía decidió hacer un pequeño alto para que Sirius y Remus pudieran descansar. Con un gesto de su mano hizo que apareciese una gran cantidad de comida ante los hambrientos merodeadores, que comieron con ansía aquellos bocados que les ofrecía Hekilo que los miraba sonriente desde detrás de sus manos entrecruzadas. Cuando terminaron de comer Hekilo les hizo volver a caminar para encontrar rápido la planta que buscaban, estaba tan impaciente que casi parecía correr más que caminar, y a Sirius y Remus les costaba enormemente poder seguir su paso. Pasaron dos horas subiendo por la colina que estaba repleta de grandes piedras que según les explicó su acompañante eran las ruinas del castillo en que residía antes de ser atacado y capturado en aquella prisión.
-Ya estamos muy cerca.-Dijo Hekilo a la vez que se detenía en el exterior de una gran cueva.
-¿Esta dentro de la cueva?.-Preguntó Sirius a la vez que con sigilosos sacaba el mechero que les trasladaría a Hogwarts de su bolsillo y cambiaba de posición la palanca que les haría regresar.
-Así es. Seguidme, pronto me ayudaréis a salir de este maldito lugar.-Dijo Hekilo sonriente sin percatarse de lo que estaba pasando a su alrededor.
La cueva tenía en su interior un sendero liso que era anormal en este tipo de accidentes geográficos. Ese pasillo no era natural, y la mano del hombre no pudo hacerlo, lo que hacía casi evidente que había sido la magia la que lo había construido y dado forma. Unas luces flotaban a los dos lados del pasillo flotando en el aire, y demostrando que la magia que las había convocado era poderosa, para que el hechizo lograse durar tanto tiempo. Tras andar unos doscientos metros con el corazón en un puño por los nervios que sentían, Sirius y Remus, seguidos por Hekilo entraron en una gran sala. La sala en cuestión debía tener unos 50 metros de circunferencia y en el medio de la misma había un pequeño manantial, en cuya orilla se podían ver varias flores. Una de las mismas coincidía exactamente con la descripción que Dumbledore les había dado sobre la Radkassar. Habían encontrado su objetivo, ahora solo quedaba lo más difícil, engañar a Hekilo para que no pudiese escapar con ellos. Sirius y Remus caminaban una al lado del otro con una calma que no sentían. El traslador en forma de mechero estaba fuertemente agarrado en la sudorosa mano de Sirius, que esperaba el momento adecuado para activarlo. Teniendo cuidado de no perder de vista a Hekilo Sirius arrancó una planta de Radkassar y acomodó lo mejor posible el mechero en su mano sin intentar llamar la atención al otro mago. Pero éste era tan confiado que solamente miraba con interés al pequeño manantial que bañaba las raíces de la planta. Ese le pareció a Sirius el momento adecuado para ejecutar su plan.
-Lunático ven a ver esta planta es increíblemente bonita.-Dijo Sirius con voz extremadamente forzada que no pasó desapercibida ni siquiera al confiado mago, el cual miró con una ceja enarcada a Sirius mientras Lupin se acercaba rápidamente a su amigo. Cuando Lupin tocó a Sirius, éste enarboló en alto el mechero e intentó encenderlo, pero no lo consiguió a causa del sudor de su mano. Miró asustado su mano y luego a Hekilo que abrió desmesuradamente los ojos comprendiendo por fin que pasaba. Levantó su mano señalando a los dos temblorosos merodeadores, a la vez que Sirius intentaba encender de nuevo el mechero. Cerró los ojos sin querer ver lo que se avecinaba. Pasaron los segundos y no pasaba nada, no había ruido, no había dolor. Tras unos segundos un rayo se oyó, y los dos magos abrieron los ojos para ver a Dumbledore que les miraba sorprendido desde detrás de su mesa.
-Dumbledore, lo hemos conseguido, aquí tenemos la planta que necesitaba para la poción de Harry.-Dijo Sirius alegremente olvidando lo cerca que habían estado Lupin y él de la muerte. Dejó la planta sobre la mesa de un Dumbledore que les miraba de una manera tan seria que Sirius no pudo evitar que un estremecimiento invadiera todo su cuerpo. Algo iba mal.
-Esperemos que no sea tarde para ello. Mucho ha pasado desde que os marchasteis. Esperemos que aún podamos actuar.-Dijo Dumbledore cogiendo el Radkassar de su mesa.
-¿Pero que ha pasado?. ¿Esta bien Harry?.-Preguntó Lupin con nerviosismo ante las palabras del director de Hogwarts.
-Harry esta por ahora bien. O por lo menos su cuerpo lo esta.-Dijo Dumbledore arrastrando las palabras como si un cansancio tremendo se hubiera adueñado de su cuerpo.-Seguidme y lo comprobaréis vosotros mismos.
