Capítulo 18-Perdida de poder

Cuando Harry abrió los ojos comprobó que se encontraba en la enfermería. Oía suaves murmullos a su alrededor pero no entendía lo que decían. Cerró los ojos al instante no quería ver a nadie, no deseaba que nadie le intentase animar, responder a sus insidiosas preguntas. Todos querrían animarle, entenderle, pero no podían, sus vidas no eran un constante viaje por la muerte, a veces podía parecer el mensajero de  la muerte, su predecesor. Conoce a Harry Potter y morirás en menos de un mes, garantizado, era enfermizo, desesperante. Quería culpar a Voldemort de todo, lo necesitaba, pero no podía, no quería, ya no sabía que sentir. Estaba derrotado, perdido, sólo, sin guía alguna en este viaje, porque preferiría morir mil veces a dejar que Albus Dumbledore le diera consejo alguno. Nunca más le diría nada, nunca, ya no tendría en él a su espía, a su arma obediente. Él lo utilizaba y Harry era el que sufría las consecuencias, le gustaría que por un momento ese viejo loco pudiese sentir el dolor que le producía su vida, que sintiese sus pesadillas. Le desearía ver a Dumbledore con miedo a seguir viviendo, por lo que su vida podía provocar a los demás. ¿Qué provocaba?. Siempre lo mismo, muerte, angustiosa y dolorosa. ¿Lo era?. No lo sabía, nunca la había sentido en su piel, solo las consecuencias de la misma, el dolor que dejaba en su alma, la desesperación en que envolvía su vida. Si el dolor de la muerte era similar al que le causaban los asesinatos de Voldemort, debía ser algo terrible. La noche anterior había vuelto a recordarlo, hacía mucho que no le dolía la cicatriz, y ahora después de los últimos asesinatos del Señor Tenebroso para atormentarle, entendía el porque. Era la parte del propio Voldemort que había tenido en su ser lo que le protegía de él, de sus intentos de dominar su mente, o dañarla como en la última ocasión. Por eso no se enteró del ataque a Azkaban, por eso no sintió como su cabeza se abría cuando Voldemort lanzó toda su furia para liberar a sus mortifagos cautivos. Se sentía vacío ahora que se la habían arrancado por la fuerza esa parte de si mismo, la odiaba, había odiado esa parte con toda su alma, con todo su corazón, pero sin ella le faltaba algo de sí mismo. Un hueco en su interior que no sabía si podría volver a llenar alguna vez.

Poco a poco las voces que se podían oír por la enfermería se empezaron a  abrir paso por los oscuros pensamientos de Harry. Parecían preocupadas, sus voces eran susurros, y ante todo podía percibir su angustia. Decidió abrir los ojos, se sentía cansado, derrotado, pero no tan mal como para que las voces expresaran tanto dolor por él. Buscó sus gafas y se las puso para poder ver que ocurría a su alrededor. Grave error, no debería haberlo hecho, ya se sentía demasiado culpable como para asimilar lo que sus ojos veían. No estaba preparado para la visión del rostro pálido y casi sin vida de Ron Weasley, el cual estaba en la cama de al lado, rodeado de su familia y amigos. Pudo ver a Fred y a George, en cuyos rostros no pudo ver la alegría que era tan común en ellos, la muerte de Bill ya había sido demasiado para ellos, y tan poco tiempo después la tragedia parecía querer cebarse con los Weasley. La madre de Ron lloraba desconsolada en la cabecera del menor de sus hijos varones, mientras su marido tenía su mano apoyada en el hombro de su desconsolada esposa. El señor Weasley no parecía ser consciente de nada de lo que sucedía a su alrededor, estaba ido, parecía no poder asimilar el estado en el que estaba su hijo. Ginny se mostraba imperturbable mirando el cuerpo inmóvil de su hermano mayor, Hermione estaba al lado suyo rodeándole con su brazo los tensos hombros. Los labios de la menor de los Weasley estaban tensos, parecía obligarse a mantenerlos cerrados, a no abrirlos para que traicionaran el dolor que se veía en sus ojos. También estaba él, ese viejo hipócrita intentando animar a aquella familia rota por la muerte, rota por un asesino, con sus inútiles palabras. La sangre le empezó a hervir al ver de nuevo el rostro de Albus Dumbledore. Sólo había una persona a la que había odiado más en su vida y ese era el causante de tantas tragedias, el causante de que los señores Weasley tuvieran que velar ante la cama de un hijo suyo, después de perder a otro hace tan poco. Voldemort tenía la culpa, pero las imágenes que vio cuando hablo con el Señor Tenebroso invadían su cerebro no dándole un momento de calma. Él, Harry, y no Lord Voldemort había hecho que un hechizo que iba dirigido hacia su persona hubiese impactado contra su amigo. Él, y no otro tenía la culpa esta vez. Cuando Bill murió una parte de su ser le impulsaba a culpar al asesino de sus padres aunque de todas formas sintiera parte de la culpa. Pero esta vez no era así, no había nadie a quien culpar, solo a él. Esta vez no podría escapar con mentiras piadosas que le permitiesen continuar.

-Albus, este chico esta muy mal, no se que le ha podido pasar, pero la lesión que hay en su cerebro es muy grave. Me temo que sea difícil hacerle regresar, y lo peor es que no se en que estado lo haría.-Dijo un hombre al que Harry no conocía a Dumbledore en un susurro que pretendía ser inaudible, pero que no escapó al oído del cada vez más desesperado Gryfindor. El hombre en cuestión parecía tener cincuenta años, su cabello era marrón al igual que sus ojos, y vestía una bata blanca que Harry solo había visto en los hospitales muggles. Pero eso no era posible, los muggles no podían entrar a Hogwarts a no ser que hubiesen sido invitados. ¿Y para qué querría Dumbledore que un muggle tratara a Ron?.

-¿Qué podemos hacer Mike?.-Preguntó Dumbledore en el mismo tono de voz que aquel doctor, sin percatarse que Harry los podía escuchar perfectamente. Los podía oír pero Harry hubiera preferido mil veces que no fuese así, ya que la conversación estaba haciendo que el nudo de su estómago aumentase.

-Hay que sacarlo de aquí, llevarlo a un hospital no mágico, allí le podría ayudar, tenemos el equipo necesario, un equipo que no funciona en Hogwarts.-Dijo Mike con el rostro cetrino.

-Entonces no habrá problema dime el lugar y ahí será llevado de inmediato.-Dijo Dumbledore, al cual se le iluminó el rostro al ver que la esperanza aún seguía firme.

-Sí que hay un problema, me habéis llamado demasiado tarde. Si movéis al chico ahora, tanto con magia como por métodos normales el chico morirá, su cuerpo no podrá resistirlo.-Dijo Mike atropelladamente intentado hacerse entender, a la vez que el rostro de Dumbledore se volvía a nublar de nuevo.

-Entonces, ¿no se puede hacer nada?.-Preguntó Dumbledore con un nudo en la garganta.

-No, Ronald Weasley, morirá en unas 24 horas por muerte cerebral, es un milagro que haya aguantado tanto. Es un chico muy fuerte pero al final eso no es suficiente.-Dijo Mike  acercándose al cuerpo de Ron, para tomarle la temperatura de su cuerpo, a la vez que dejaba a Dumbledore mirando el vacío a la vez que una lágrima solitaria emanaba de su ojo derecho para ir a perderse en su larga barba.

¡Maldito hipócrita!, por mi no hubieras derramado ni una maldita lágrima. El odio de Harry iba a desbordarse hacia su director, cuando por fin su cerebro fue capaz de asimilar y aceptar lo que acababa de oír. Ron iba a morir, y no había nada que se pudiera hacer. Incluso el gran Albus Dumbledore sabía que hacer para salvarlo. Y todo era por su culpa. Harry sintió como la desesperación se iba adueñando a pasos agigantados de su cuerpo. Empezó a respirar con rapidez, mirando inconscientemente a cada lado de la enfermería. Cada vez más agitado vio que su varita se encontraba en la mesilla donde había cogido sus gafas. Con un movimiento precipitado la agarró fuertemente, su varita siempre le había dado seguridad. Cuando la agarraba podía sentir la magia fluyendo por ella, era un sensación agradable como si de cosquillas se tratase. Pero esta vez no sintió nada. Era la segunda vez que tenía la sensación de que la magia le había abandonado, la última vez cuando intentó atraer la varita de Sirius sin éxito. Él era un mago nato, un ser de magia excepcional, un elegido, el mismo Dumbledore lo había dicho, y ahora le habían quitado gran parte de su poder. ¿Cuánto le quedaría?, y peor, ¿Por qué ahora?. Tal vez su magia natural pudiese salvar a Ron, pero ahora no la tenía, la única esperanza de no cargar con una muerte más se había esfumado, por culpa de Dumbledore. No solo él, también Sirius y Lupin tenían la culpa. ¿Qué le estaba pasando? Estaba culpando a los dos únicos adultos a los que quería con sinceridad absoluta, los compañeros de su padre. Es como si mis pensamientos no tuviesen control, como si no pudiera dominarlos, ¿Acaso no me he librado de la sombra?. No, eso no es, lo sé, si seguiría en mi lo sabría. Entonces eran sus sentimientos, pero nunca los había tenido tan fuertes, tan oscuros, parecía que el dique que había mantenido en calma el estado de ánimo de Harry se había roto.

Ya no podía más, yo no lo podía resistir, no aguantaba estar en esa enfermería encerrado, ver como otra persona moría delante suyo. Las paredes parecían aprisionarle y eso no hacía más que aumentar su desazón, la sensación de que no podía escapar a lo que se avecinaba. Y por desgracia sabía perfectamente lo que se avecinaba, muerte, siempre era lo mismo, muerte y dolor, no podía más. Harry se levantó bruscamente de la cama haciendo que la atención de todos los presentes en la enfermería recayese sobre su persona, pero no le importaba, él solo quería salir lo más rápido posible de ahí. Como un animal asustado empezó a mirar hacia todos los lados buscando la forma más rápida de salir, sin prestar atención a nadie. Fue una suerte que alguien le hubiese cambiado las ropas destrozadas mientras dormía, sino hubiera sido vergonzoso verse de pie delante de tanta gente sin casi ropa encima. Harry empezó a correr hacia la puerta esquivando con sus grandes reflejos a toda persona que se cruzó en su camino en un  intento de detenerle. Por fin pudo franquear la barrera que era la entrada de la enfermería escudando detrás suyo voces que le llamaban suplicantes.

-Harry, espera.-Dijo Hermione con voz suplicante viendo como su amigo huía desesperado de la enfermería, como la única persona que tal vez pudiera hacer algo para salvar a Ron desaparecía corriendo. Viendo eso una gran desazón se apoderó de su cuerpo pensando que todo estaba perdido. Harry parecía haber perdido la razón, tantos golpes continuos daban a entender que el Gryfindor por fin se había derrumbado.

-Atención todos hay que atrapar a Harry, él es el único que vio el hechizo que golpeó a Ron. Puede que sea la única posibilidad de salvar a Ron.-Dijo Dumbledore a la vez que se echó a correr por la puerta en pos del Gryfindor que ya le sacaba demasiada ventaja y corría como alma que llevaba el diablo. Las reacciones no se hicieron esperar y todos los Weasley fueron tras Harry con la esperanza de que con su ayuda Ron se salvase. Pronto vieron que la tarea no iba a ser tan fácil como parecía, Harry corría demasiado deprisa y nadie sabía donde podía estar.

-Albus, es imposible encontrarlo, si Harry quiere puede esconderse en Hogwarts sin que nadie le encuentre.-Dijo Hermione desesperada y con una gran frustración en su voz.

-Fred, me harías el favor de llamar al profesor Lupin.-Dijo Dumbledore a un Fred que empezaba a correr en busca del profesor cuando el mismo aparecía por un pasillo.-Lupin necesitamos el Mapa del Merodeador para encontrar a Harry.

-No lo tengo, se lo devolvimos a Harry, es lo que James hubiese querido, que su hijo tuviese nuestro mapa.-Dijo Lupin pensativamente.

-¿Vuestro mapa?. Entonces, ¿tu eres uno de los merodeadores?.-Preguntó George desconcertado al descubrir que su profesor de Defensa Contra las artes Oscuras era uno de los artífices del mapa que tanto les enseño a él y a su hermano.

-Sí, así es, Lunático en persona, pero ahora no es el momento. Dumbledore, puede que Harry tenga el mapa en su habitación, dudo que se lo haya olvidado.-Dijo Lupin con atisbo de sonrisa en sus labios.

-Bien, ve a buscar el mapa, Remus, mientras seguiremos buscando, nos encontraremos en media hora aquí, si lo encontráis hacer aparecer unas chispas rojas con vuestras varitas.-Dijo Dumbledore a la vez que salía de nuevo en busca de Harry.

Harry había corrido sin parar hasta llegar nuevamente a la orilla del lago, parecía que siempre que sentía aprisionado, sin perspectivas de huir, acababa por ir a refugiarse en aquel lugar que tanta calma le inspiraba.  Se sentó en el suelo con la cabeza apoyada sobre sus rodillas, intentando tranquilizarse y pensar con calma, algo tenía que haber que se pudiese hacer, no podía aceptar que todo estuviese perdido. Sin poder evitarlo recordó la última vez que Fleur le encontró en aquel lugar y le consoló, ojalá pudiese ayudarle otra vez.  Sus mejillas se encendieron al recordar a la joven francesa sin poder evitarlo, empezaba a sentir algo importante por ella, algo más que amistad. Lo que más le fastidiaba es que estaba seguro de que hace unos días, cuando mató al mortifago de Voldemort, ocurrió algo importante entre ellos.  Por lo menos eso creía, pero no podía recordarlo, todo era muy confuso, una creciente oscuridad se apoderaba de sus recuerdos, y el rostro sonriente de Fleur que le sacaba de nuevo de ese mar de dudas. ¿Qué significaría todo aquello?. ¿Y Por que narices pensaba en Fleur cuando tenía que estar pensando en como salvar a su amigo?. Tal vez porque era imposible hacerlo, hasta el propio Dumbledore se había rendido, quizás fuera el momento de empezar a hacerlo él también. Daría cualquier cosa por poder salvarlo, por no tener que cargar con otra muerte sobre su conciencia.

-¿Cualquier cosa Harry Potter?.-Pregunto la voz de una mujer a su izquierda. Harry giró la cabeza y pudo ver una mujer de un largo pelo rubio que caminaba hacia él placidamente. Lo raro de la situación es que la mujer estaba caminando con sus pies descalzos por encima del agua. Los ojos de la mujer cambiaban de color cada poco tiempo al igual que sus facciones, lo único que se mantenía constante era la palidez de su piel y un aura que la rodeaba muy similar a la que solía rodear a Harry. Había una pequeña diferencia, la de esta mujer cambiaba del negro al blanco pasando por muchos matices y distintos colores. Cuando por fin llegó a la orilla, Harry se sorprendió aún más al ver que sus pies estaban unos centímetros por encima del suelo, estaba levitando delante suyo, y no utilizaba su varita.

-¿Cómo sabes mi nombre?.-Preguntó Harry desconcertado preguntándose si era posible que aquella mujer fuera una maga nata.

-¿Esa es la única pregunta que se te ocurre?. ¿Quién no conoce al gran Harry Potter el niño que Vivió?.-Preguntó la señora mientras se acercaba lentamente hasta Harry, mientras iba descendiendo hasta que sus pies se posaron en tierra firme. Acarició la frente a Harry y descubrió la frente de Harry, dejando la cicatriz a la vista. Harry se sintió estúpido por la pregunta, y violento por la contestación. ¿Quién no le conocía?. Nadie en el mundo mágico desconocía su nombre, y odiaba esa notoriedad.-¿Por qué nos odias Harry Potter?

-¿Odiaros?. Solo veo una persona, y no te odio, ni siquiera se quien eres.-Empezando a perder la paciencia, no tenía tiempo que perder, tenía que encontrar una solución para los problemas que se avecinaban. Se empezó a levantar, pero una mano fuerte se posó sobre su hombro impeliéndole levantarse. La mujer le impedía moverse, ¿Cómo era posible que tuviera tanta fuerza?. Harry dejó de forcejear entendiendo que de esa forma no iba a lograr nada. Cuando se quedó quieto la mujer le soltó y se sentó delante suyo.

-Creo que todavía no ves quienes somos, pero nosotros te vemos a ti. Eres nuestro elegido, pero aún así nos odias, no logramos entenderlo.-Dijo la mujer mirando a Harry con esos ojos que cambiaban de color cada segundo logrando marearle.

-Empiezo a pensar que estoy hablando con una loca. Estas sola pero aún así hablas en plural como si hubiera más de una persona contigo. Y no soy ningún elegido tuyo, a no ser que sea elegido para tener que aguantar esta absurda conversación. Y ahora por favor márchate.-Dijo Harry enfadado pero logrando dominarse para no acabar gritando.

-Ya veo. Entonces parece que no era cierto lo que pensabas. Veo que no estas dispuesto a todo por salvar a tu amigo Ronald Weasley. Hasta que nos volvamos a encontrar Harry Potter.-Dijo la mujer que se levantó y dio la vuelta encaminándose nuevamente hacia el lago.

-¡ESPERA!.-Grito Harry totalmente furioso ahora. ¿Quién se creía que era esa desconocida para decirle eso y luego marcharse sin más?. Harry notó que sus manos volvían a estar rodeadas por el aura que siempre  se manifestaba cuando hacia magia sin varita. Harry se quedó petrificado mirando sus manos sin entender como había sucedido. ¿Acaso no había perdido su magia cuando Dumbledore le dio aquella poción?.

-¿Cómo quitarte algo que es tuyo por derecho?. Solo nosotros podríamos quitarte el don que te dimos..-Dijo la mujer con una sonrisa en el rostro a la vez que miraba a Harry parada junto a la orilla del algo.

-Quien eres tu?.-Preguntó Harry mientras su  cerebro empezaba a concebir una idea descabellada, no era posible. ¿O si lo era?.

-Sí que es posible, ¿por entiendes quienes somos y porque habló en plural?-Preguntó la mujer de manera divertida viendo la contrariedad que se formaba en el rostro de Harry. Le acababa de leer la mente con total facilidad, era desconcertante.

-Eres magia, la fuente de toda magia. Pero no es posible.-Dijo Harry todavía consternado y no sabiendo si creer en lo que acababa de decir.

-Exacto somos magia, la magia si lo prefieres, todo tipo de magia, oscura, blanca, natural, mental, onírica, por eso decimos nos, ya que somos muchos tipos de magia. De nosotros derivan los poderes de los magos que tan jactanciosos los vuelven, tan pobres de espíritus. Pero ninguno de ellos sabe que existimos, de una forma tan latente, piensan que ese poder es hereditario, que depende de su corazón, de su fuerza de voluntad o de lo que quieran creer. Pero todos se equivocan, ni siquiera Dumbledore ese mago tan sabio y poderoso nos conoce de esta forma.-Dijo la mujer acercándose a Harry. El aura que la rodeaba  impactó con la del propio Harry sumiéndolo en una paz que hacia tiempo que no sentía. Definitivamente la creyó, decía la verdad. Harry se quedó callado durante unos minutos que pasaron despacio mientras una preguntase planteaba en su cabeza, una que tenía miedo a pronunciar.

-¿Por qué yo?.-Preguntó Harry en voz baja desviando la mirada de esos ojos cambiantes.

-¿A qué te refieres?.-Preguntó la mujer a Harry.

-¿Acaso no eres capaz de leer mi mente?.-Preguntó Harry enfadándose repentinamente sabiendo que esa mujer solo quería que las palabras saliesen de sus labios, que se atreviese a hacer toda la pregunta.

-Claro que lo soy, pero debes atreverte a plantear tus dudas, sino como vas a lograr enfrentarte a tus miedos si la sola mención de los mismos te paraliza.-Dijo la mujer con una sonrisa en los labios que cada vez irritaba más a Harry.

-Antes has dicho que yo era vuestro elegido. ¿Por qué yo?. Y si soy vuestro elegido, ¿Por qué habéis permitido que mi vida este llena de sufrimiento?.-Preguntó Harry desafiante sin apartar ahora su mirada de la mujer que afirmaba ser la magia.

-Esas son preguntas que no podemos responder, ¿Por qué te elegimos?. Simplemente pensamos que tendrías la fuerza de voluntad suficiente para aguantar lo que te ofrecimos. Vemos que nos equivocamos, tal vez todo ese sufrimiento era necesario para que estuvieses preparado para lo que aconteció, acontece y acontecerá, Harry Potter.-Dijo la mujer de forma lenta y armoniosa.

-¿¡Me estas diciendo que mis padres murieron para que yo pudiera tener fuerza de carácter!?.-Gritó Harry que ya casi no podía controlar su infancia. Es cierto que los odiaba, odiaba la magia, por ella había perdido todo, a sus padres, su infancia, todo.

-Claro que no. Tus padres estaban muertos desde el mismo instante en que James Potter mató al hijo de Tom Ryddle. Pero enfrentarte a una vida con esos muggles, si que lo era, una prueba de humildad, y presencia de ánimo. Luchar contra el asesino de tus padres una prueba de templanza, luchar contra tu parte oscura una prueba de tu fuerza de voluntad y madurez. En esta última fracasaste de manera francamente decepcionante. Pensábamos que la magia era lo que más te importaba, que la viste como una bendición para poder escapar de los Dursley, para honrar el recuerdo de tus padres. Pero ahora vemos que simplemente nos culpas de todo. ¿Acaso crees que sin magia todo seria diferente, que tu vida sería feliz?.-Preguntó la magia.

-Estoy completamente seguro.-Dijo Harry osadamente que no quería dejarse amedrentar por nada del mundo. Realmente lo estaba poniendo furioso, toda esa palabrería sobre pruebas. ¿Por qué tanta maldita prueba?.

-Porque tanto en la vida como en la magia debe existir un equilibrio Harry Potter. El bien y el mal, deben estar compensados. Todo mal debe ser enfrentado por un bien similar que le planté cara, al igual que el bien debe ser puesto a prueba cada día por un nuevo mal. Tú eres el antagonista de un gran mal, que despertará las más terribles desgracias, tan poderoso que incluso nosotros temblamos, ya que podría significar el fin de todo. Pero si no fueras lo suficiente fuerte de espíritu para manejar el poder que se te concede, podrías caer en las sombras y ayudar a tu enemigo, con lo cual la balanza se desnivelaría de nuevo.-Dijo la magia sumiendo a Harry en una confusión aún mayor. No le gustaba que leyeran su mente y la mujer que tenía delante suyo no paraba de hacerlo.

-No entiendo nada. ¿Cómo puede ser correcto que exista el mal? ¿Cómo puede ser posible que sea necesario que exista un asesino como Voldemort para que haya equilibrio?.-Preguntó Harry intentando comprender sin lograrlo las palabras de la magia.

-¿Cómo reconocerías el bien, Harry, sino un mal con el que compararlo? ¿Cómo sabrías que algo esta mal sino hay actos puros?.  Incluso la luz más brillante esta rodeada por sombras que la rodean, sombras que son por la existencia de la propia luz. Bien y mal deben coexistir, el triunfo definitivo de uno de los dos sería el final, el caos, un mundo en el que la ética ya no tendría lugar.  La maldad en sí no es mala en el sentido que tu se lo das, simplemente cumple su labor en el equilibrio del mundo.-Dijo la magia andando en círculos alrededor de un Harry que estaba paralizado.

-Eso es cruel.-Dijo Harry en un susurro, aunque sabía perfectamente  que alguien capaz de leer su mente lo oiría sin problema alguno.

-No lo es. Lo aplicas a tu ámbito, solo a la magia. La verdad es que para ser un mago eres bastante estrecho de miras. Todavía dudas que sea quien tú crees que soy, porque no le ves sentido. No mires en la magia, ¿acaso es cruel que el león deba matar a la cebra para sobrevivir?. Al igual que en la naturaleza la supervivencia es lo más importante, en la magia lo es el equilibrio. Mantener ese fino equilibrio es la supervivencia de todo. Pero eso no te afecta, Harry Potter.-Dijo la mujer parándose en seco y mirando lejos en el horizonte dejando de prestar atención a su interlocutor por unos instantes.

-¿Por qué has venido a verme?.-Preguntó Harry intentando cambiar el tema sobre el cual se estaba pediendo cada vez más.

-Un hecho importante es porque nos entiendes hablar, algo que muy pocos magos en la historia han podido hacer. A veces nos es entretenido hablar con un ser humano, la eternidad es demasiado larga. Pero la razón real, es porque queríamos saber si en verdad crees que sin magia estarías mejor. Ya nos has contestado que sí, también has dicho, bueno mejor dicho, pensado, que harías cualquier cosa por salvar a tu amigo Ronald Weasley, ¿no es cierto?.-Preguntó la mujer mirando nuevamente a Harry, le sonrió y por un momento Harry pensó que era un necio por rechazar algo tan hermoso, pero no se dejó embaucar.

-Así es. Haría cualquier cosa por salvar a Ron, es mi amigo.-Dijo Harry firmemente convencido de que cualquier cosa que le dijera no le haría vacilar. Si pensaba que iba a cambiar de opinión es que no sabía con quien estaba hablando.

-Entonces tenemos algo que ofrecerte. Te ofrecemos la manera de salvar a tu amigo, ten en cuenta que es algo que sólo podrás hacer una vez en tu vida, nunca podrás repetirlo. Salvarás a tu amigo de la muerte que ya acecha en la enfermería el momento en que Ronald Weasley, por fin se rinda..-Dijo la mujer con voz suave y melodiosa.

-Te escuchó.-Dijo Harry pensando que tenía que haber algo que le ocultaba, nadie daba nada por nada, y estaba seguro que esta no era una excepción.

-No, no es una excepción. A cambio tendrás que sacrificar algo a lo que ahora mismo no das mucho valor. Tendrás que sacrificar tu magia. Así salvarás a tu amigo. Conviértete en un muggle y Ron Weasley vivirá, pero no sabrás las repercusiones que se acto conllevará. Conserva la magia y Ron Weasley morirá. Tu decides, vivir como mago o muggle, tuya es la responsabilidad de tomar esa decisión, y tuya la de saber sobrellevar las consecuencias.-Dijo la magia y durante el tiempo que tardó en hablar sus ojos no cambiaron de color ni una sola vez.

-Pero tu misma has dicho que no me pueden quitar lo que es mío por derecho, a no ser que me lo quieras quitar tú. Pero has dicho que soy vuestro elegido, entonces no tendría sentido que me quitaseis lo que vosotros mimos me habéis dado.-Dijo Harry extrañado pero aún así empezando a sopesar la extraña oferta.

-No te lo estaríamos quitando, lo estarías ofreciendo libremente como sacrificio, hay una gran diferencia.-Dijo la mujer simple y llanamente esperando una respuesta. Llegaba de la nada, le plantaba esa propuesta de sopetón y esperaba que respondiera inmediatamente. Definitivamente no debía tratar muy a menudo con humanos.

-Entonces, ¿estas hablando en serio?. ¿Puedo salvar a Ron convirtiéndome en un muggle?. ¿Ningún asesino que vaya detrás de mí?.-Preguntó Harry a la vez que la idea aparecía cada vez más apetecible en su cabeza.

-Nadie sabría donde te encontrarías, a menos que tú quisieras ser encontrado, pero eso no hace que te olviden los que dejes atrás. Ellos seguirán sus caminos, cada uno de la forma que conozca, pero ninguno interferirá en el tuyo, y nunca podrás volver a verlos. A pesar de que quieras que te encuentren siempre será una vana esperanza, un sueño que no alcanzarás. No recordaras nada, ni a nadie, serás un perfecto muggle, es posible que ni siquiera recuerdes tu nombre. Perderás TODO lo que te relacione con la magia.-Dijo la mujer remarcando la palabra todo de una forma que a Harry le empezó a inquietar. Él quería salvar a su amigo y que los problemas de ser un mago famoso desaparecieran, pero eso de ser apartado de todos para siempre, no le convencía. Para siempre es demasiado tiempo, sin poder ver sus sonrisas, sus inquietudes, pero no podré vivir feliz sin saber que pude hacer algo para salvar a Ron y no lo hice por egoísmo. ¿Acaso importa? Cuando lo haga ya no recordaré nada, pero no se podía engañar a sí mismo, si que importaba, esa era la idea de sacrificio y ahora empezaba a vislumbrar todo lo que implicaba. Pero ahora ya no había marcha atrás.

-Nunca volver a verlos.-Susurró Harry mirando en dirección al suelo con expresión alicaída.

-A no ser que encuentres la manera de volver a la magia, o que ella regresé a ti. Tal vez nunca ocurra, o ni siquiera lo desees. Tienes que aprender tantas cosas Harry Potter. Crees entender pero no puedes ver nada que no este delante de tus narices. Recuerda, solo una vez en tu vida podrás tener esta opción. Puede que te arrepientas en un futuro si la tomas ahora. Decídete rápido, a tu amigo le queda poco tiempo, y ni siquiera nosotros podemos hacer regresar a nadie de la muerte.-Dijo la mujer que representaba a la magia a la vez que se retiraba caminando por la superficie del lago.

Harry cayó de rodillas  y se quedó con los brazos extendidos en cruz. ¿Qué podía hacer?. Sólo una cosa sabía que no tenía otra opción, pero las palabras sobre que tal vez en el futuro se arrepintiera le habían desconcertado. Incluso esta decisión que parecía sencilla se complicaba con unas pocas palabras, o ¿acaso tenía miedo de lo que significaba vivir sin magia? Tal vez, vivir sin magia, vivir sin esperanza de verla sonreír una nueva vez, sin recuerdo alguno de su rostro siquiera. Era cruel, siempre podía regresar, si aprendía una lección, pero si nunca lo hacía , o regresaba cuando todo fuera cenizas. Tan difícil todo, tan arduo, pero no podía cargar con otra muerte sobre sus espaldas, si lo hacia acabaría enloqueciendo. Notó como su cuerpo empezaba a ser movido violentamente por el hombro, y notó confundido unas voces que le gritaban y hasta ahora no había oído.

-¡HARRY! ¡DESPIERTA!.-Grito la inconfundible voz de Dumbledore al que Harry miró primero desconcertado y luego con ojos llenos de furia. También estaba Hermione que le miraba desvalida y la señora Weasley, que apartó a Dumbledore y le abrazó fuertemente. Harry se sintió querido, en momentos como ese se daba cuenta de cuanto echaba de menos a su madre. Dos lágrimas solitarias resbalaron por sus mejillas, ya sabía lo que tenía que hacer. No iba a permitir que ella que le había querido como a un hijo sufriera de nuevo por su culpa. Aunque ello significara perder para siempre sus abrazos, no ver más a Fleur. Fleur, giró la cabeza pero no la vio, se sintió desengañado, esperaba haber podido verla una vez más. Tal vez fuera mejor así, no estaba seguro de haber sido capaz de hacer lo que tenía que hacer si la hubiera vuelto a ver.

-Vamos a la enfermería, Ron necesita mi ayuda.-Dijo Harry abrazando a la señora Weasley por un momento y luego empezando a caminar.

-¿Recuerdas que hechizo le golpeó?.-Preguntó Dumbledore viendo la determinación en los ojos del Gryfindor extrañado.

-No, no lo recuerdo, aunque eso te lo debo a ti. Pero por lo menos hoy te devolveré una de las tantas cosas que te debo…director.-Dijo Harry arrastrando las palabras y girando rápidamente sobre sus talones para encararse con Dumbledore. Con sus puños brillando a causa de la magia nata que había vuelto, golpeó a Dumbledore en la boca del estómago, haciendo que el Director de Hogwarts cayese de rodillas con las manos apoyadas donde Harry lo había golpeado. Respiró profundamente y le dio la espalda a Dumbledore que lo miraba enojada y boqueaba con dificultad.  Harry se dirigía a la enfermería y no miró hacia atrás, ya nunca más lo haría, no pudo ver como Hermione ayudaba a levantarse al viejo director de Hogwarts que miraba extrañado a Harry, sin comprender como era posible que su magia hubiese regresado de una forma tan rápida.

No hubo palabras en el largo camino hasta la enfermería, la tensión era excesiva, el acto de Harry lo había provocado. El problema es que ellos no veían al embaucador e hipócrita que tenían delante suyo. Pero eso ya no importaba, en realidad sólo importaba una cosa ahora. Entraron en la enfermería donde se encontraban Sirius y Lupin, que miraban el Mapa del Merodeador y los esperaban impacientes. Harry sonrió tristemente, Sirius no lo entendería, dudaba que él mismo entendiese lo que estaba  a punto de suceder. Pero ya era tarde para todo. Se acercó hasta donde se encontraba Ron que respiraba con dificultad, su rostro reflejaba un mudo semblante de dolor. Acarició la mejilla del joven pelirrojo cuando oyó la puerta abrirse, Harry giró la cabeza y vio como Ginny y los gemelos Weasley suspiraban aliviados al verlo allí. La esperanza había renacido en sus ojos, y Harry no pudo evitar sentirse decepcionado. ¿Que esperaba ver?. Lo sabía perfectamente, quería ver a Fleur, pero al parecer a la chica no le importaba tanto como para haberle buscado y encontrado. Que más daba. Luchó contra las lágrimas que luchaban por salir de sus mejillas. Volvió a fijar su mirada en Ron, y supo que no habría vuelta atrás, estaba dispuesto a sacrificar lo que fuera por su amigo. Podrían haber discutido, no haber hablado en meses, pero seguía siendo su amigo. Harry por fin aceptó el precio que tendría que pagar y escucho como la magia hablaba en su cabeza para decirle lo que tenía que hacer.

Harry se sentó en la cama a la izquierda de Ron y colocó sus manos en ambos lados de la cara del moribundo. Posó su mirada sobre los cerrados ojos de su amigo, y en ese mismo momento ocurrió algo que ninguno de los presentes supo explicar más tarde. Los ojos Harry empezaron a brillar para ser seguido por todo su cuerpo. Una luz blanca se apoderó del cuerpo de los dos jóvenes, impidiendo que nadie pudiese ver a través de ellos pues estaban cegados. La luz duró quince minutos para apagarse súbitamente , y pudieron ver que Harry respiraba con dificultad, y se tambaleaba peligrosamente hacia atrás. Muchos intentaron ayudarle pero los apartó a todos, no necesitaba ni quería su ayuda. Él  seguía con la mirada fija en Ron que empezó a murmurar en sueños, de repente el pelirrojo abrió los ojos y se incorporó bruscamente posando la mirada en Harry. No entendía que hacia tanta gente a su alrededor y porque todos estaban llorando. Solo había oído la voz de Harry que lo había sacado de esa horrible oscuridad que cada lo envolvía más aprisa. Su luz iluminó cada rincón y lo guió de nuevo de vuelta. ¿De vuelta de donde?. Eso era algo que todavía no quería aceptar.

La puerta de la enfermería se abrió bruscamente y Harry pudo ver como Fleur entraba reprochándole a Sirius que le hubiera hechizado para dormir. Ante lo que el merodeador argumentó que necesitaba descansar, y que todo por fin estaba bien. No sabía cuanto se equivocaba. Harry sintió como la mirada de Ron aún seguía fija en él incluso ignorando los abrazos constantes de su agitada madre. Harry sonrió tristemente, por lo menos había visto a Fleur, estaba más hermosa que nunca riñendo con un divertido Sirius.  La enfermería parecía que iba a estallar, la felicidad rebosaba en todos los presentes, excepto en dos, En Ronald Weasley que sospechaba que algo ocurría y en Harry Potter que sabía que iba a pasar. Hermione finalmente decidió mirar a Harry después de comprobar que Ron no podía apartar de él su mirada. Harry se miró las manos, las sentía vacías, y durante un momento desaparecieron, ya había empezado. Sonrió nuevamente y miró a sus amigos, Hermione no pudo evitar soltar un grito de sorpresa. Ese grito llamó la atención de los presentes en Harry que cada vez era menos nítido, casi un fantasma.

-Harry, ¿Qué te pasa?.-Preguntó Ron sin poder aguantar esa angustia que se empezaba a formar en su corazón.

-Un muggle no puede estar en Hogwarts sin ser invitado, si pudiese por casualidad, el colegio lo rechazaría mandándolo fuera de ahí. Simplemente conmigo se lo toma con calma, todavía tengo magia.-Dijo Harry sonriendo sabiendo por las caras de los presentes que no habían entendido nada.

-Pero tu no eres un muggle Harry, que locuras estas diciendo Harry.-Dijo Hermione al borde de un ataque de histeria.

-Sí que lo soy. Ahora sí.-Dijo Harry levantándose el pelo donde pudieron ver su famosa cicatriz que empezó a brillar. Pero algo extraño pasaba esta vez, ante sus atónitas miradas la cicatriz de Harry, su vínculo mágico con Voldemort estaba desapareciendo. "Perderás todo rastro de magia". Que ciertas resultaban esas palabras. Lo comprendió demasiado tarde, demasiado tarde para ver que incluso su cicatriza era parte de su magia, un vínculo, una despedida.-Adiós a todos.

-¡HARRYYYYYYYY!.-Gritó Fleur abalanzándose hacia Harry para intentar que no se fuera, que no la abandonara otra vez. Pero la estudiante francesa atravesó al ya incorpóreo Harry, que solo pudo mirar  al suelo tristemente. Fleur cayó de rodillas e incontables lágrimas emanaban de sus ojos azules. Harry sentía como cada una de ellas desgarraba su alma.-Te quiero.

Al oír esas palabras, Harry se quedó paralizado, miró hacia Fleur moviéndose bruscamente e intentó tocar su hombro para consolarla, pero ya era tarde, su cuerpo se empezó a desplazar cuando ya se acercaba a ella. Fleur solo puedo oír unas palabras casi inaudibles, "Yo también". Giró la cabeza para ver como Harry Potter había desaparecido de su vida, convirtiéndose en un muggle por salvar a su amigo.

A miles de kilómetros un chico moreno abrió los ojos en un campo donde era observado extrañado por varios jóvenes vestidos de negro y con cazadoras de cuero. Uno de ellos sacó una navaja y le preguntó sin poder ocultar su turbación al haber visto aparecer a un chico de la nada.

-¿Quién eres tu?.

-No lo se.-Dijo el joven moreno desconcertado llevándose inconscientemente la mano a la frente en la que ya no se encontraba la marca que había hecho famoso al Niño que Vivió. La marca que identificaba inconfundiblemente a Harry Potter, un muggle más.