Capítulo 20.-Recordar no siempre es bueno.

Tanto tiempo sin saber nada de él, sin llegar siquiera a entender como era posible que un mago se hubiera convertido en un muggle, y de la noche a la mañana, sabía perfectamente donde se encontraba. No sabía como se encontraba tan segura, como no dudaba ni por un instante de que esa información era cierta, pero sabía donde estaba, eso era lo que importaba. Durante el último mes habían estado buscando en varios libros de magia donde se pudiera ver un caso similar, pero no había nada, solo un completo vacío. Se suponía que los magos no podían perder la magia, se suponía que era imposible, aunque también se suponía que Voldemort no iba a regresar jamás. La verdad es que Harry era un mago muy particular, al lado suyo todo era posible, pero le costaba asimilar que la había abandonado voluntariamente. Sabía que había sido para salvar a un amigo, que era un acto muy noble y valiente por su parte, pero no podía evitar ser egoísta, si no lo hubiera hecho ahora estaría a su lado. Un mes con esos pensamientos había menguado mucho el carácter y el ánimo de Fleur, que caminaba casi como un fantasma por los pasillos de Hogwarts. Pero ahora la esperanza volvía a habitar en su corazón, que latía desbocadamente mientras corría al despacho de Dumbledore para avisarlo de su descubrimiento,  Harry Potter había vuelto, y ella sabía donde se encontraba. Todos habían estado preocupados por el paradero de Harry, incluido Dumbledore, con el cual el Gryfindor había tenido serios encontronazos, si se podía llamar encontronazo al hecho de que el director de Hogwarts hubiera querido matarlo. Ron y Hermione habían estado buscando sin parar alguna explicación o alguna pista del paradero de Harry, pero sin ningún éxito, hasta hoy había desaparecido de la faz del mundo mágico. Ron y Hermione tenían distintos motivos para su incansable búsqueda, aparte del hecho de que era su amigo. El pelirrojo, se sentía culpable de que por su culpa Harry hubiera perdido su magia y hubiera desaparecido, después de lo mal que lo había tratado no podía concebir semejante sacrificio por parte de su amigo. Una noche le había confesado que necesitaba una oportunidad para poder disculparse, para arreglar lo que él mismo había arruinado. El caso de Hermione era distinto, ella  lo buscaba porque lo quería, porque necesitaba poder ver esos profundos ojos verdes llenos siempre de esa tristeza melancólica. Necesitaba poder oír de nuevo esa alegre risa que le daba fuerzas a su corazón para seguir latiendo. Necesitaba encontrarlo porque en definitiva estaba enamorada, al igual que ella, de Harry, pero a Fleur no le molestaba, quería a Harry y si después de todo él acababa encontrando la felicidad con otra persona lo comprendería, solo quería que ese solitario chico fuese feliz de nuevo. Aunque en lo más profundo no podía evitar sentirse egoísta deseando fervientemente que Harry le eligiese a ella, como hasta ahora había demostrado. Antes de que desapareciera Fleur le había dicho que lo amaba y él le había correspondido, solo eso le armaba de una seguridad impresionante. Subió rápidamente las escaleras que llevaban al despacho de Dumbledore sin siquiera percatarse que alguien ya había entrado, pues no había tenido que decir  la contraseña. Grande fue su sorpresa cuando vio que el Despacho de Dumbledore estaba abarrotado de personas que la miraron atentamente al entrar ella. Ahí estaban Ron y Hermione, Sirius y Lupin, Snape y McGonagall, los Gemelos Weasley, y los padres de los Weasley, Arthur y Molly. ¿Qué podía haber atraído a tanta gente al despacho del viejo director?. Se alegraba que estuvieran todos ahí, de esa manera no tendría que repetir una infinidad de veces como sabía donde estaba Harry, y lo más importante donde estaba.

-Siéntate, por favor, Fleur.-Dijo Dumbledore haciendo que una silla se moviera hasta donde una sorprendida Fleur se encontraba de pie mirando a la gente presente en el despacho. Después de que Fleur se sentase, Dumbledore guardó nuevamente su varita.-Estaba a punto de hacerte llamar. Al parecer este día ha ocurrido algo magnifico.

-No hay tiempo para eso, profesor, no me pregunté como pero sé donde se encuentra Harry Potter.-Dijo Fleur con la voz acelerada a un paciente Dumbledore, que sonrió extrañamente al terminar Fleur sus palabras.

-Vaya, vaya. Parece que en el día de hoy no dejo de recibir una sorpresa tras otra. Ya van diez personas antes que tú los que han llegado precipitadamente comentando lo mismo. Incluso yo creo saber donde se encuentra Harry ahora, cuando hace una hora estaba tan perdido como hemos estado durante el último mes.-Dijo Dumbledore acariciando inconscientemente su larga barba.

-No quiero ser negativo, en un momento de tanta felicidad.-Dijo Snape con frialdad haciendo obvio que el termino felicidad no era el que había estado buscando, pero no quería crear problemas delante de Dumbledore.-¿Cómo podemos saber que no es una trampa?.Y si Quien- Nosotros-Sabemos esta detrás de todo esto. Si lo único que pretende es guiarnos a una trampa, metiendo en nuestra cabeza el posible paradero del señor Potter, y nos guía en su vez a una emboscada.

-Porque no mantienes tu larga nariz lejos de esto, nadie quiere tu opinión, yo por lo menos no la necesito. Es Harry, lo sé, lo siento en el corazón..-Dijo Sirius ante todos con voz esperanzada.

-¿Tu corazón?. Me parece una idea genial seguir el agudo instinto de Black, el mismo que la última vez que lo usó le acabó costando trece años en Azkaban. Como no, yo me apuntó a esa expedición sin dudarlo.-Dijo Snape irónicamente ante un enojado Sirius que llevo su mano a la varita, mientras que Snape hacia lo mismo.

-Pueden dejarse de estúpidas rencillas por una vez en su vida. Estamos aquí para decidir que hacer no para oír sus ingeniosos intercambios de palabras.-Dijo Molly Weasley a la vez que los dos adultos miraban de reojo su enfadado rostro y guardaban sus respectivas varitas. Se lanzaron unas miradas asesinas y refunfuñaron en lo bajo, si no fuera por lo serio del asunto que habían ido a tratar hubiera resultado hasta cómico.

-No sé como es posible que de repente sepamos donde esta Harry, pero dudo seriamente que Voldemort sea capaz de afectar tantas mentes desde tan lejos y de una forma tan brillante.-Dijo Dumbledore pasando la mirada por todos los presentes que se estremecieron al oír el nombre del oscuro mago.

-No subestimes al Señor Tenebroso, Dumbledore. Sus recursos son muchos más de los que cualquiera pueda imaginar.-Dijo Snape acariciándose sin darse cuenta el brazo en el que tenía grabada la Marca Tenebrosa, que lo identificaba como antiguo mortifago y seguidor de las ideas de Lord Voldemort.

-No lo hago Severus, deberías recordar que llevó luchando con el Señor Tenebroso durante muchos años, conozco lo que es capaz de hacer, pero también sus limitaciones.-Dijo Dumbledore mirando seriamente a Snape a la vez que un brillo apareció en sus ojos azules.

-Todos sabemos todo el tiempo que llevas luchando contra el Que-Nosotros- Sabemos.-Dijo Arthur Weasley intentando zanjar una posible discusión que solo retrasaría la razón de que estuvieran allí.

-Aunque no creo que sea una trampa como dice Snape, creo que si todos nosotros nos hemos enterado de lo mismo y a la vez, ¿Cómo sabemos que Voldemort, no se ha enterado también de donde esta Harry? Nunca supimos siquiera si se enteró que había desaparecido del mundo mágico. Pero es algo más que probable el vínculo entre Harry el Señor Tenebroso es muy fuerte y todos vimos como desaparecía la cicatriz de la frente de Harry.-Dijo Lupin lentamente y de una forma muy seria a la vez que se acariciaba la barbilla con aire ausente.

-Muy agudo, Remus, en eso mismo estaba pensando yo antes de haber sido interrumpido.-Dijo Dumbledore sin dejar la ocasión de tener la última palabra y dedicando una sincera sonrisa a Lupin.

-Entonces tendremos que estar preparados por si Voldemort aparece cuando vayamos en busca de Harry.-Dijo Sirius pensando en la posibilidad de una confrontación con el malvado mago.

-El problema es que Harry ya no es un mago.-Dijo Dumbledore tajantemente.

-¿Y qué problema hay con eso?.-Preguntó Sirius alarmado temiendo que Dumbledore decidiese abandonar a Harry a su suerte.

-El problema es que aunque logremos alejarlo de Voldemort, no podremos traer a Harry a Hogwarts siendo un muggle, pero si podríamos llevarlo de nuevo con sus tíos.-Dijo Dumbledore observando las reacciones de los presentes ante su propuesta.

-No puedes obligarle a vivir el resto de su vida con esos muggles que lo odian.-Dijo la Señora Weasley levantándose de su silla a la vez que miraba enfadada a Dumbledore a los ojos.

-¿Qué quieres que haga entonces?. Harry ahora es un muggle, y aunque parezca extraño sus tíos no le odian. Si no tiene magia no puede vivir con nosotros, como se sentiría Harry, ¿alguien ha pensado en ello?.-Preguntó Dumbledore paseando su mirada por los ocupantes de la sala.

-Se sentiría impotente no pudiendo hacer nada mientras el Innombrable acaba con todo lo que quiere. Se sentiría desdichado y acabaría haciendo una locura. Nadie podría detenerlo, porque nadie podría vigilarlo las veinticuatro horas del día.-Dijo Ron en un susurro, que fue oído por toda la habitación, a la vez que miraba el suelo.

-¿Y que tal si discutimos todo esto después de alejar a Harry de ese lugar, puede que Voldemort lo esté matando mientras vosotros discutís como se sentiría.-Dijo Fleur enfadada a la vez que indignada mientras su cuerpo temblaba por la posibilidad de no poder ver a Harry otra vez mas.

-Tienes razón, Fleur, sentimos haberte hecho esperar. Ahora mismo nos pondremos de camino.-Dijo Dumbledore amablemente a la joven francesa.-Los que vayan a acompañarnos en el viaje les recomiendo que tengan sus varitas preparadas, puede que haya problemas.

Henry apartó delicadamente el cuerpo de Rachel de su lado, estaba tan preciosa cuando dormía que él no iba a hacer nada para sacarla de ese estado. Se puso  los pantalones mientras miraba el vació oscuro de la habitación. Sentía tener que marcharse, más aún después de esa noche, pero lo iba a hacer de todas formas. Rachel lo sabía estaba totalmente seguro, de hecho ella creía que se iba a marchar antes de que ella se despertase. Pero él no era así. Todavía con el torso desnudo se levantó y le dio un suave beso en los labios. Miró al frente y oyó un crujido detrás suyo, como si algo se hubiera roto, sobresaltado miró hacia el lugar del que provenía el ruido. En media de la oscuridad que antes había mirado había dos luces rojas de gran intensidad. ¿Pero eso no era posible? Oyó otros crujidos de la misma intensidad, y una voz fría y despiadada que dijo una sola palabra antes de que toda la habitación se iluminara como por arte de magia. Delante suyo mirándolo con ojos inexpresivos se encontraba un grupo de encapuchados, solo podía ver de ellos esos ojos que lo miraban llenos de odio, como si lo conocieran. Y en frente de todos ellos, totalmente erguido y mirándolo con una horrible mueca de desdén se encontraba un hombre de ojos rojos, no habían sido luces, que equivocado había estado, eran unos ojos que le hicieron estremecer todo el cuerpo al clavar su mirada en ellos. Se llevó la mano a la frente de forma inconsciente, la rascó y se llevó el pelo hacia atrás, dejando a la vista su frente desnuda. Murmullos de incredulidad se oyeron al ver ese gesto, incluso creyó escuchar un pequeño grito de sorpresa. Pero el rostro del hombre de ojos rojos era una tumba en la que guardaría sus pensamientos, aunque juraría que había visto miedo. Esa idea le armó de confianza, además del hecho de que Eric y sus amigos deberían estar ya en casa, y si no lo estaban aún, no tardarían en venir. Esos malditos intrusos se llevarían una gran sorpresa cuando sus amigos y él patearan sus estirados traseros.

-Creí que eso era imposible, pero me has olvidado Harry Potter.-Dijo el hombre ojos rojos, con voz lenta, a la vez que hizo un gesto con su mano a los otros hombres que solo asintieron. Su mano, no se había fijado en ella hasta ahora, llevaba un palo luminoso en ella, que tipo de hombre era ese, ¿un demente?. ¿No sería tan necio de intentar intimidarle con un palo de madera? Sería tan desquiciante como la idea de que el nombre con el que se había referido a él, no parará de retumbar en su cabeza. Harry Potter, él no se llamaba así, ¿o si?. El nombre empezaba por H, tal vez dijo que se llamaba Henry porque Harry se parecía mucho. Maldita fuera su memoria perdida. Pero no se dejaría intimidar por ese grupo de matones.

-Estás a punto de meterte en un grave problema. Todavía tienes una oportunidad antes de que mis amigos vengan  y te hagamos a ti  y a ese grupo de perros falderos que te siguen mucho daño. De hecho creo que podré echaros de aquí a patadas sin su ayuda.-Dijo Henry soberbiamente a la vez que extremada lentitud agarraba una barra de hierro que hasta entonces no había visto. Hizo chocar un extremo de la barra contra su mano para dar más énfasis a su amenaza.

-Mi Señor, no es posible que ese sea el niño Potter. ¿Dónde esta su cicatriz?. ¿Y por que se comporta como un estúpido muggle pensando que esa barrita le serviría de algo contra alguien como usted?.-Preguntó la voz de uno de los encapuchados, que parecía ser una mujer. Sin esperar respuesta se quitó su capucha y Henry pudo ver el pálido y delgado rostro de una mujer ya mayor. Su pelo negro llegaba hasta la mitad de la altura, y tenía un aire demente que hizo estremecer a Henry. Había que admitir que hace años debió tener su encanto, de hecho aún lo tenía, o lo tendría si desapareciera esa mirada perdida que le hacia estremecer.

-Lo es, Bellatrix, reconozco esa mirada arrogante a pesar de que parezca haber perdido su memoria y la magia que estaba destinada a ser mía. Tenemos que descubrir como es posible que haya pasado esto, su magia debe volver para que pueda robar su sangre, después tu tendrás a tu disposición al asesino de Rodolphus.-Dijo el líder de ese grupo cada vez más extraño. ¿Ese hombre quería su sangre? ¿Asesino de su marido? Ni siquiera sabía quien era esa mujer, aunque de hecho no recordaba nada anterior a un mes atrás. ¿Sería un asesino?. No eso era imposible, se debería estar ocupando. La mujer sonrió de una manera horrible cuando dijo que sería suyo, pudo ver en sus ojos una muerte horrible y dolorosa. Henry estaba cansado de todo esto. Empezó a andar hacia los encapuchados decidido y empuñando la barra de forma ofensiva.

-¡Padorius!.-Dijo el hombre de ojos rojos simplemente moviendo con destreza ese extraño palo que empuñaba. Sin darle tiempo a nada un rayo blanco proveniente del palo le golpeó en el estómago lanzándolo hacia atrás. Chocó contra el sofá y supo que Rachel se había despertado y estaba totalmente desorientada y sorprendida por la visión de los intrusos. Buscó a Henry con su mirada y respiró más tranquilo cuando lo vio a su lado. Tal vez sería porque no había visto lo que ese hombre había hecho con ese palo de madera. Henry se levantó de nuevo y corrió esta vez hacia su atacante, el cual volvió a decir la misma palabra, un nuevo rayo salió del palo de madera, pero esta vez Henry estaba preparado y lo esquivó ágilmente quedando a unos pocos pasos de su objetivo. Llevó los brazos hacia atrás, para golpear con todas las fuerzas de las que dispusiera, cuando ese extraño hombre dijo otra palabra, la barra chocó contra un escudo invisible produciendo un gran ruido.  Su mirada se cruzó con  la de ese hombre, rojo contra verde, un cruce de voluntades, podía sentir su aliento cerca de su mejilla, vio su sonrisa jactanciosa, solo los gritos asustados de Rachel se oían en la sala, mientras sus miradas quedaron entrelazadas.

-Vaya, vaya, pero si el niño Potter se ha echado novia. ¿Puedo jugar un poco con ella, Señor?. Hace tiempo que no me divierto con un muggle.-Dijo la mujer morena a la vez que avanzó hacia Rachel cuando su Señor asintió con la cabeza. Mientras miraba divertido la expresión de Henry que seguía intentando  alcanzar tercamente a su oponente con la barra aunque sabía que no había posibilidades. Cuando oyó las palabras de la mujer, Henry enmudeció, y a la vez que la mujer empezaba a avanzar, se giró rápidamente, dando la espalda a su rival, y se agachó estirando el brazo con el que empuñaba el arma. La barra hizo un gran arco, y con una sorprendente velocidad, golpeó en la pierna derecha de la mujer, se oyó un gran crujido, seguido de un intenso chillido de dolor, ira y sorpresa. La sangre salpicó el suelo,  y gruñidos amenazantes se escucharon  a su espalda. Sabía que había sido una mala idea dar la espalda a sus atacantes, pero no podía dejar a Rachel en manos de esa mujer despreciable. Oyó el suave cimbreo de ese demoníaco palo de madera detrás suyo y cerró inconscientemente los ojos sabiendo que lo iba a pagar.

-¡Crucio!.-Dijo la voz del líder de ese grupo a su espalda,  sintió un duro golpe en su cuerpo y luego, dolor, un dolor tan intenso que le hizo gritar de una manera atroz. Sentía como si en su cuerpo se estuvieran clavando miles de cuchillos candentes. Apretó los dientes para dejar de gritar, por favor, que parase ese dolor, que todo terminará, pero que parase de una vez. Vio imágenes de si mismo gritando por culpa de ese mismo hombre, él parecía más joven, y cerca suyo yacía el cadáver de un chico rubio. Recordaba a ese hombre que le había causado otras veces mucho dolor. No lo recordaba perfectamente, solo sabía que lo odiaba y que le había quitado mucho. Recordó vagamente su nombre pero se fue de su memoria tan pronto como vino, tan pronto como el dolor se esfumó de su cuerpo. Henry yacía tumbado en el suelo a la vez que su cuerpo sudaba en grandes cantidades.

-Eres un maldito cobarde, ¿es que no sabes luchar como un hombre?.  ¿O es que no te atreves a enfrentarte a mi cara a cara?.-Dijo Henry a la vez que se levantaba del suelo con dificultad, intentando que sus dientes dejaran de castañear. Le había hecho mucho daño pero no iba a permitir que nadie le humillara, maldito fuera, ¿Por qué tenía que doler tanto?

-Veo, Harry, que después de tanto tiempo debo enseñarte una lección de modales.-Dijo ese hombre con una mueca de desprecio, intentando evitar que se notara demasiado su preocupación por la mujer que yacía en el suelo chillando y agarrándose su pierna. Avanzó hacia delante y Henry hizo un nuevo amago de golpear con la ya teñida de sangre barra, pero sorprendentemente ya no había nadie delante suyo.  Contrariado buscó aún delante de él, pero un grito asustado de Rachel, le hizo voltearse y que encontrara a su objetivo. Ese hombre estaba agarrando a Rachel y le apuntaba con ese extraño y peligroso palo de madera el corazón de la asustada chica.-Supongo que esto no lo habrás olvidado. ¡Avada Kedavra!

Una intensa luz verde rodeó el cuerpo de Rachel durante unos segundos, esa luz le hizo estremecer, era la luz de sus pesadillas, de su memoria perdida. Antes de que desapareciese la luz sabía que Rachel, la chica a la que había querido estaba muerta. Su rostro pálido lo confirmo, vio como esa chica tan viva caía como una muñeca de trapo rota al suelo. Estaba muerta, y esa verdad era innegable, muerta y mil veces muerta. ¿Por qué todos los que le rodeaban tenían que morir?. Después de ese pensamiento una oleada de imágenes de sí mismo invadió su cabeza haciéndole caer de rodillas. Se veía a si mismo, pero distinto, alegre, joven, con muchos amigos, una extraña cicatriz en su frente que todo el mundo señalaba. Recordó el dolor de una vida marcada por la muerte, muerte que siempre proporcionaba ese asesino que sonreía cruelmente ante el dolor de su enemigo. Vio la muerte de sus padres, de tanta gente en tan poco tiempo, que daba miedo recordar,  ahora que tenía lo que tan ansiosamente buscaba, preferiría no haberlo recuperado nunca. Ahora sabía quien era él, Harry Potter, el niño que Vivió, el niño convertido en hombre  a causa de tanto dolor que le causó ese hombre, ese asesino, Lord Voldemort.   Lágrimas de impotencia surcaron su rostro, el dolor de la muerte de Rachel le estaba ahogando por dentro, a eso se sumaban las muertes tanto tiempo olvidadas. Maldito fuera todo, él quería a esa chica, a pesar de que sabía que se había enamorado de ella porque le recordaba a Fleur. Harry se levantó temblando de furia, odiaba a ese hombre, lo odiaba como no había odiado nada nunca antes en su vida. Miró esos ojos y por primera vez los pudo reconocer, esos terribles ojos que no demostraban ninguna emoción, ese maldito traidor a sus propias ideas. Sonrió sin poder evitarlo al recordar su intento de atacar con una barra de hierro, que se encontraba en el suelo, a Lord Voldemort, el mago Tenebroso más poderoso del último siglo. Había perdido su magia, la dio por salvar a Ron, su amigo, hace un mes, ahora lo recordaba. Ahora lo recordaba todo, su conversación con la magia, la decisión de ser un muggle para huir del dolor, que ahora regresaba cruel y devastador. ¿Pero donde estaba su magia?. ¿Dónde estaba su tan cacareado poder?. Había vuelto el dolor pero no la fuerza, y odió más a Voldemort por haberlo hecho recordar, haberlo hecho volver para presentarse totalmente indefenso ante él.

Sintió que algo se rompía en su interior en ese momento, que todo daba igual,  esta vez el dolor era tan vívido que incluso ojo un crujido a su alrededor. Harry extrañado porque el ruido viniera de los lados de la casa giró la cabeza y pudo ver como un grupo de magos armados habían aparecido en la casa, con Dumbledore a la cabeza. Ron y Hermione venían también abrazados los dos a Dumbledore ya que ellos no sabían aún aparecerse, también vio a Fleur, y su sola visión le recordó a Rachel y su muerte. ¿Cómo podría amar ahora a una mujer que le recordaba la muerte de otra?. Sintió su sangre arder, el odio era aterrador, tenía que apretar los dientes para no acabar gritando contra esta locura. Entre todo este bullir de emociones sólo una cosa le sacó de su ensimismamiento y su visión le partió el corazón. Vio como por fin Eric llegó a la casa acompañado de sus amigos, vio palidecer el rostro del líder de su banda cuando posó su incrédula mirada en el cuerpo de Rachel. Eric había comprendido lo que había pasado, y tanta gente extraña en su casa, lo tenía totalmente desorientado. Por fin lo encontró, y con una mirada muda preguntó que había ocurrido, sin querer Harry dirigió su mirada hacia Voldemort. Eric asintió y antes de que nadie pudiese reaccionar sacó su navaja y se lanzó hacia el asesino de su amiga. Todo fue demasiado rápido la sala se inundó de nuevo de una luz verde, y aquel chico tan valiente y decidido moría delante de la mirada atónita de todos los recién llegados.

-¡¡¡ERIC!!!.-Gritó Harry soltando de golpe todo el dolor contenido que sentía dentro, palabras repetitivas empezaron a sonar en su cabeza. Palabras sobre que tendría que hallar el camino a su magia. Palabras que le decían que había sido el amor lo que le había hecho perder su magia, y que solo lo contrario le haría recuperarlo. Solo el odio, y el saber aceptar el mismo. Harry empezó a llorar ya sin ningún tipo de vergüenza, y abrazó todo aquello que odiaba, todo el sentimiento de culpa, todo el odio, todo el miedo a ser dañado una y otra vez. Nada podría acabar con el dolor de todo el mundo mágico si él se iba, si se rendía, si moría a manos de ese depravado asesino. El hecho de que él no estuviera presente solo facilitaba las cosas a Voldemort, la muerte seguiría creciendo tanto en el mundo mágico como en el muggle. Sintió como un fuego candente recorría de nuevo sus venas, como un cosquilleo recorría todo su cuerpo. Sintió un dolor enorme en la frente, y pudo ver como de su cabeza emanaba una débil luz verde, se tocó la frente, y sintió su cicatriz de nuevo, su marca, el objeto de su destino. Algo ocurrió en el mismo instante y pudo ver que otra luz verde competía con la suya. En la frente de Voldemort se dibujo una verde cicatriz en forma de rayo. El Señor Tenebroso se llevó la mano a la frente al igual que había hecho Harry, y lo miró lleno de furia y, ¿temor?. Sintió que su cuerpo era envuelto por la magia, por ese calor que sólo el poder crudo le podía dar, y miró con ojos de puro odio a ese vulgar asesino que retrocedía asustado ante lo que no podía comprender. Harry señaló al mago oscuro.-¡Tu!

-Aléjate de mi, Potter.  ¿Cómo has hecho eso, estúpido niño?.-Dijo Voldemort recuperando la compostura y apuntando a Harry sin perder de vista Dumbledore. Voldemort hizo una seña con la cabeza para que los mortifagos se ocuparan de los otros magos, mientras el se enfrentaba a Harry.

-¿Tienes miedo, Tom?. ¿Acaso no ves que estoy desarmado?-Dijo Harry con una sonrisa burlona que no hizo más que enfadar al señor tenebroso,  sintió que el dolor de su frente crecía pero no le importaba. ¿Qué importaba un poco más de dolor cuando se había sufrido tanto? Harry apretó el puño, y una luz dorada salió hacia Voldemort con extraordinaria rapidez. Pensó que su hechizo iba a impactar en su rival, estaba completamente convencido, pero vio desilusionado como con un hábil movimiento de varita rechazaba el rayo y lo enviaba hacia donde estaban Dumbledore, Ron y Hermione. Harry miro de reojo como Dumbledore bloqueó a duras penas el hechizo que Voldemort tan fácilmente había rechazado. Entonces era cierto, el director de Hogwarts ya no era rival para el Señor Tenebroso y por el rostro de sorpresa de Voldemort, él también pudo entenderlo. Con un gesto de su Señor, los mortifagos, empezaron a desaparecer de la casa.

-Por un momento me has sorprendido Harry, pero has resultado ser decepcionante, aunque me has abierto los ojos ante un hecho que me había pasado desapercibido.-Dijo Voldemort echando una última mirada a Dumbledore antes de desaparecer.

Cuando todos los mortifagos y Voldemort habían desaparecido la sala quedó en un silencio. Harry no miró a nadie, no quería ver sus miradas, no lo necesitaba, se acercó al cuerpo inerte de Rachel, se arrodillo ante él, y miró esos ojos azules que aún estaban abiertos. Sin poder soportarlo más cerró esos ojos, y abrazó el cuerpo de Rachel contra su pecho. Las lágrimas empezaron a emanar de sus ojos y no pararon, estuvo cerca de media hora en esa posición, sin oír un solo ruido, una sola palabra, un solo movimiento a su alrededor. Por fin sintió una mano que se apoyó en su hombro y vio el rostro dolido de la Señora Weasley, que lo abrazó como solo una madre sabe hacerlo. Harry siguió llorando entre los brazos de la Señora Weasley, parecía que sus lágrimas no iban a parar nunca.

-No puede ser, no puede ser, ¿Por qué todo siempre me pasa a mí?. La quería, la quería de verdad, tal vez fuera porque no tenía memoria, pero eso no hacía que la quisiera menos. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?.-Dijo Harry entre sollozos que hicieron que el corazón de la Señora Weasley estuviera a punto de quebrarse al ver tanto dolor en una persona tan joven.

-No lo sé, Harry, ojalá pudiera responderte pero en verdad no lo se. Tenemos que irnos, los agentes del ministerio no pueden encontrarte aquí.-Dijo la Señora Weasley intentado llevarse a Harry de ese lugar de muerte y desesperación.

-No puedo irme, no puedo dejarla, ni a él tampoco.-Dijo Harry negándose a dejarse convencer, y señalando el también inerte cuerpo de Eric.-Quiero ver como son enterrados, ver como sus cuerpos descansan con una paz que no tuvieron en vida. Poder visitar sus tumbas, tener un lugar donde poder llorar sus muertes.

-¿Dumbledore?.-Preguntó la Señora Weasley mirando de forma suplicante al viejo director de Hogwarts. Dumbledore sabía que si le negaba eso a Harry lo perdería para siempre, y después de la jornada actual eso no era conveniente.

-Está bien. Nos llevaremos los cuerpos y los enterraremos en Hogsmeade. Ahora si ya esta todo dicho, será mejor que nos vayamos de una vez.-Dijo Dumbledore ansioso cogiendo el cuerpo de Eric sobre sus hombros. Harry agarró a Rachel, dejando claro que sólo sería el que la llevara.

-Siempre te llevaré en mi corazón.-Dijo Harry al cuerpo de Rachel ignorando una mirada de dolor por parte de Fleur. Ya hablaría con ella, pero de momento no, ahora no se sentía con fuerzas. Ahora solo debía regresar a Hogwarts y encontrar la forma de detener de una vez por todas a Voldemort. Pero habría tiempo para ello, una nueva determinación se había grabado en él, y nada ni nadie podría detenerlo. Era hora de regresar a casa.