Cap 2
De lo ocurrido en el Expreso de Hogwarts
Sentado a un lado y apoyado sobre el cristal de la ventana se encontraba un chico muy pobremente vestido: su túnica estaba llena de parches y su baúl era muy viejo. Además, llevaba un pasamontañas puesto, cosa muy rara porque hacia sol.
- Hey, amigo… - empezó James – oye – el chico lo zarandeó - ¿me escuchas?
- No estará… - dijo Sirius, con un tono lúgubre
- No – afirmó James – está dormido. Bueno – comentó, mirando el compartimiento – podemos estar los tres aquí, hay espacio suficiente.
Acomodaron sus baúles y se sentaron: Sirius al lado del chico y James al frente. Conversaron cómodamente sobre cada cosa que les interesaba: James le confesó a Sirius sus ansias de montar una escoba tan pronto como llegase a la escuela.
- Pues no podrás hasta el 2do año – le respondió Sirius vagamente – aunque en realidad no sé por qué te entusiasmas tanto… es pura disciplina: entrenamientos hasta tarde, gasto en escoba, perder los fines de semana jugando…
- Pues eso lo dices sólo porque tú tienes muchas escobas en casa – le dijo James, algo ofendido – seguramente tus padres te compran todo lo que pides y más…
- Mis padres – repitió Sirius, tratando de sonar indiferente – ellos nunca están, nunca saben lo que quiero o lo que necesito… y a mi tampoco me importan.
James miró a su nuevo amigo: de repente, se había puesto muy triste. Prefirió cambiar de tema.
- Dicen que las clases aquí son muy exigentes, no creo que pueda con todos los cursos, en especial con el de Defensa Contra las Artes Oscuras…
- ¡Ja! Pues mis padres piensan todo lo contrario; creen que deberían enseñarnos más sobre DCAO que cualquier otro curso… es más, esperan que yo ya sepa como utilizar magia oscura para cuando salga de mi 1er año en Hogwarts. Están mal.
El plan de James ya no podía dar resultado, se resignó a continuar la conversación.
- ¿Por qué quieren eso?
- Eso mismo quisiera saber yo – respondió Sirius – Bah, pero qué importa eso ahora… ¿quieres jugar una partida de snap explosivo?
Estuvieron horas jugando y riendo, comiendo dulces que había traído Sirius, y al final de la jornada se pusieron sus túnicas.
- Ya estamos llegando… - dijo James – será mejor que lo despierte – añadió, señalando al extraño
- Hazlo. Yo traeré los baúles.
- Em… despierta… oye, estamos cerca del colegio… despierta – James movió la cabeza del chico torpemente – esto es imposible – se dijo mientras llegaba Sirius con los baúles - ¿Me das una mano?
Sirius se acerco al extraño y de una sola le quitó el pasamontañas. Su rostro estaba marcado por leves rasguños, estaba pálido, y esto se acentuaba con el color paja de su cabello. Sirius sacó por debajo de su túnica una petaca de cuero verde y, abriéndola, se la acerco al chico. Si pensarlo dos veces le empezó a tirar chorros de agua.
- ¡Qué haces!
- Despertándolo.
El tren ya había parado completamente para cuando el chico se despertó. Parpadeó varias veces, como en trance, para desmayarse una vez más en la cara de los anonadados chicos.
Sirius se disculpó.
- ¡Pero si es sólo agua! ¡Debe estar enfermo!
- Hay que pedir ayuda - replicó James
Pero no fue necesario. En ese instante, irrumpió en el compartimiento una mujer vieja, de arrugas prominentes y cabellos en un moño sobrio. Los miró a ambos, vio el pasamontañas tirado en el piso, la petaca en las manos de Sirius, y el chico con el rostro mojado. Lo comprendió todo.
- Tú – dijo la mujer, señalando a James – ponle el pasamontañas, y tú – ordenó, viendo a Sirius – ayúdame a sacarlo del tren.
Los chicos obedecieron a la extraña sin chistar. Afuera esperaban botes para los alumnos de 1ero, pero la mujer se llevó al chico enfermo en un carruaje jalado sin caballos. James y Sirius subieron a un bote y fueron conducidos al colegio, entre muchos murmullos excitados de los nuevos alumnos, aunque ellos estaban muy callados.
