Cap 5


De cómo se cumple el dicho "caras vemos, corazones no sabemos"


- Habla – susurró Snape, con un gesto amenazante, empujando aún más hacia la pared de la lechuzería al menudo chico escondido debajo de la capa negra, la cual lo cubría completamente de pies a cabeza

- Ya t-te dije todo lo que sé… - habló, su voz era excesivamente chillona

- NO TE CREO – retumbó la voz de Snape – un gryffindor como tú no es de fiar, en especial si no sé quién eres… ¡quitate la capa!

- Ese no fue el trato – esta vez, la voz chillona fue más segura – además, ya te dije lo que escuche: James Potter no sabe y nunca ha montado una escoba en su vida.

- Y me puedes decir… - Snape era cada vez más peligroso – cómo sé que lo que dices es cierto… tal vez seas amigo de esa alimaña…

- Lo escuché anoche – replicó el chico, agazapado – conversaba con Black antes de acostarse, le decía que no se imaginaba cómo te ganaría la apuesta para hoy…

Snape tenía una mirada de triunfo en los ojos negros. Se incorporó, liberando al chico enfundado y disfrutando de la idea de dejar a James Potter en ridículo ante su propio ego, para después lanzarle un maleficio a él y a Black, que tan bien le salían… Pero nuevamente le entró la duda, y el chico encapuchado padeció más:

- Si me estás engañando, te juro que averiguaré quién eres, y nadie te librará de lo que te haré, soy especialista en artes oscuras, de eso no tengas dudas…

- No te estoy engañando…

- Ah, pero una cosa más… ¿por qué me estás ayudando contra Potter? ¿es que hay un beneficio para ti?

- Oh claro que sí – repuso la voz chillona de forma altanera – pero eso no te interesa, Severus Snape, más bien deberías apurarte, no querrás llegar tarde, ya son las 11 y 50.

Y antes de que Snape pudiera detenerlo, el chico se escabulló por entre sus brazos, y corrió en dirección a la salida de la lechuzería, tropezando. Siguió corriendo hasta que Snape lo perdió de vista: recién allí se liberó de la capa. Snape se dirigió al primer nivel, abriendo con un hechizo las puertas del colegio y bajando por la alameda hacia el campo de quidditch.

No había rastro de James o Sirius. Snape caminó y abrió la puerta del cuarto de escobas, para escoger antes que Potter la mejor escoba dentro de tantas viejas. Tardó unos minutos observando cada una, hasta que…

- No sabía que Snivelli era tan puntual a sus citas, Sirius – James Potter, sin que Snape se diera cuenta, ya había entrado hasta la mitad del cuarto, zarandeando su varita y al lado de Sirius – pero ni aún con la Nimbus 1000 podrías contra mí…

- ¿Y tu escoba, Potter? ¿No será que no puedes encontrar una, porque nunca has montado alguna en tu vida?

James se intimido ligeramente, ¿cómo Snape sabía de eso? Sólo se lo había contado a Sirius la noche anterior… Sirius también lo miro extrañado.

- Mira, Snivelli, si crees que cambiando de tema lograrás perdón por tus estupideces, pierdes el tiempo – James se acercó al montículo de escobas y sindemora cogió la primera que estuvo a su alcance – listo, con cualquier escobita te gano… un minuto, Snivelli, sólo te queda un minuto más para arrepentirte de la apuesta y no golpearte el trasero al caer de ¿cuánto? ¿20 metros? ¡Debe doler!

James y Sirius dejaron a Snape sólo en el cuarto, y salieron al aire libre, James con escoba en mano.

- ¿Por qué no intentas una vez, antes de que Snape venga? – le inquirió Sirius a James, caminando con él y mirando el castillo.

- Porque estoy dispuesto a arriesgarme – le respondió algo brusco James.

Continuaron caminando, cuando James vio algo extraño en unos arbustos cercanos, algo los movía deliberadamente.

- ¿Oye Potter, voy a tener que esperarte toda la madrugada?

James se distrajo de los arbustos para fijar su vista en Snape, quien llegaba cargando una escoba muy fea. La preocupación por no haber montado una escoba en su vida fue desplazada por la emoción de la apuesta: era justo lo que le gustaba a James, el peligro y arriesgarse hasta decir basta.

Snape se puso al costado de James y montó la escoba, preparado. Sirius esperó a que James hiciera los mismo para dar la cuenta: 3… 2… 1… ¡YA!

Y sucedió todo en un instante: Snape salió despedido de forma muy chueca hacia arriba, tambaleándose, y a duras penas dirigiendo bien la escoba. Pero James no. James estaba allí, tirado en el gras y sobándose la cabeza, ya que a la voz de Sirius para el inicio de la carrera, y cuando iba a despegar, una piedra le cayó en la sien, pequeña, pero suficiente para detener su concentración y hacer que soltara la escoba.

- ¿Pero qué demonios…? – empezó James incorporándose y mirando hacia donde había salido la piedra y se quedo mudo. Un chico muy menudo acababa de salir de los arbustos e inmediatamente estaba jalando a Sirius y a James en dirección a las plantas.

- ¿qué haces? - Le dijo Sirius al chico desconocido

- Esconderlos – chilló él, señalando hacia las puertas del colegio

A lo lejos, la inconfundible sombra de la Profesora McGonagall se dirigía hacia el campo de quidditch. No lo pensaron dos veces para seguir al extraño.

- SEÑOR SEVERUS SNAPE – bramó la voz de la profesora acercándose cada vez más al arbusto. James contenía la respiración – ¡BAJE AHORA MISMO!

Tal vez fuera por la incapacidad de Snape para mantenerse sobre una escoba, o el miedo que le produjo ver a la profesora debajo suyo, lo cierto es que cayó sin más por los escasos 4 metros que había pasado para elevarse. Sin miramientos, McGonagall lo levantó por el brazo, temblando.

- Pro-profesora – jadeó Snape – puedo explicárselo todo…

- Ni una palabra más, jovencito, vamos directamente con el jefe de su casa.

- ¡Pero yo fui víctima de una trampa!

- ¡Víctima de su insensatez, querrá decir!

- ¡James Potter fue el que me condujo aquí, me engañó y…!

¡- BASTA! No veo a nadie más aquí, Sr. Snape, ¡no trate de salvarse del castigo! ¡ADELANTE!

Y volviendo sobre sus pasos, McGonagall se llevó a Snape de vuelta al castillo, no sin antes dirigir una mirada al cielo, por sí efectivamente, Potter estaba haciendo de las suyas. Todo había terminado esa noche, pero sólo para Snape, porque en las mentes de James y Sirius, una duda se hacía cada vez más fuerte. Por fin, Sirius habló:

- ¿Quién eres? – le dijo al chico encapuchado, aún escondido en el arbusto

- Peter Petigrew – chilló el chico, sacándose la capa y la capucha, y mirándolos a ambos con ojos llorosos.


para lau: graxias, mil graxias por el lindo review! perdon por la demora en este cap, es que he estado de viaje y no tenia modo de avanzarlo... siento decirte que este fic no será un slash, pero espero que aún así lo sigas leyendo! un gran abrazo, alda