2-Solo es cuestión de tiempo

La lluvia repiqueteaba sobre el techo de la estación de King´s Cross, techado que protegía los andenes e impedía con ello que se mojaran. Era un ruido molesto. Samus comenzaba a odiar la lluvia. No había dejado de llover ni un solo día, ni uno solo, desde que se había encontrado con él. Hacía mas de una semana. Tenía la irracional seguridad de que aquello también era culpa suya. Le daba igual que fuera octubre y estuvieran en Inglaterra. Era culpa suya, como todo lo que le estaba sucediendo.

Quizás para alguien mas convencional la vida de Samus Tinkle, ex-auror y detective mágico privado, no podía definirse precisamente de tranquila. Samus podía asegurar a cualquiera que su vida antes había sido una balsa de aceite comparado a lo que le tocaba vivir ahora. Sin buscarlo en sus manos había caído un desplazado temporal. Y no un pardillo cualquiera de unas décadas atrás o delante que había experimentado con una cronomancia que estaba rigurosamente prohibida. No. Él tenía que encontrarse con nada mas y nada menos que con un maldito joven Salazar Slytherin lanzado a unos mil años en el futuro de su tiempo.

Conocía el procedimiento, lo conocía perfectamente. Al menor indicio de manipulación temporal los sospechosos debían ser llevados al ministerio para su investigación. Los casos de menor gravedad que no se encontraban demasiados desplazados solían solucionarse borrando la memoria de todo lo ocurrido a los desdichados, junto con el conocimiento de cronomancia, y esperando el momento adecuado para devolverlos a sus vidas o creándoles coartadas para el tiempo que hubieran estados "desaparecidos" debido al salto. En cuanto a los casos de grave manipulación temporal que sobrepasaban años o décadas solo sabía que eran enviados al departamento de misterios, Y nunca volvía a saber de ellos.

Se había sentido tentado de presentarse con Salazar en su antiguo departamento y dejarles a sus queridos ex-compañeros semejante embrollo entre manos. Un desplazado temporal de un milenio para ellos solitos. El caos provocaría una dimisión detrás de otra, como si lo viera. No había estado presente pero había oído mucho hablar de los problemas que hubo en el ministerio cuando aquel caso londinense de finales del siglo diecinueve. Al lado de Salazar el profesor tan solo había dado pequeños paseos.

Samus sabía que aunque se fuera a organizar una verdadera debacle debía entregar a Salazar al ministerio para que ellos se hiciera cargo. Eso sería lo mejor. Lo mas adecuado. La elección correcta. En su lugar se encontraba en King´s Cross a punto de dejar Londres con el muchacho.

Iba a terminar saliéndole una ulcera. Llevaba desde que había tomado la decisión sin poder dormir bien, pero sabía que no podía entregar al chico. Estaban hablando de uno de los fundadores de Hogwarts, del colegio de magia y hechicería que se dedicó a educar a todas las generaciones de magos y brujas de Inglaterra. ¿Y si ni en el departamento de misterios podían solucionar el salto? Nunca había confiando realmente en ellos, que lo llevaban todo con tanto secretismo arcano. Para él mandar a alguien a misterios no era mas que un eufemismo de quitarle de en medio. Y eso no podía suceder.

¿Qué ocurriría si al faltar Salazar Hogwarts nunca fuera fundado? Por lo que había hablado esos días con el joven había sido justamente en los terrenos donde se levantaba el castillo, donde se iba a levantar, donde fue apartado de su tiempo. Es mas, según él estaban examinando un terreno en escocia con sus amigos porque tenían cierto proyecto en mente para el lugar. A Samus no le hacía falta ser muy listo para saber de quienes estaba hablando ni de que proyecto se trataba. Godric, Helga y Rowena. Amigos de la juventud de Salazar Slytherin y también fundadores de la escuela de magia y hechicería. La cuestión que le carcomía era, si uno de sus amigos desaparecía misteriosamente para siempre en aquel lugar ¿realmente serían fundadores de algo?. Samus temía que si Salazar no era regresado a su tiempo los cimientos de la sociedad mágica tal como la conocía podían desmoronarse. Quizás estuviera incumpliendo la ley, pero se consolaba creyendo que hacía lo correcto. Tenía que protegerlo a él para protegerlos a todos .Si no fuera así la historia comenzaría a cambiar y todo parecía estar igual que antes.¿Verdad?

Al menos aquella era la conclusión a la que había llegado y ya era muy tarde para echarse atrás. Debían ir a Hogwarts y buscar la manera, el lugar o lo que fuera que hiciera falta que le permitiera al muchacho volver a su mundo. Había meditado sobre ello mucho y era lo mejor. El director del colegio era un viejo conocido suyo, amigo desde que Samus en sus días de auror había evitado que su sobrino se metiera en un lío muy feo, y había estado mas que dispuesto en facilitarles el transporte desde King´s Cross hasta el castillo. Un expreso les esperaba en el anden nueve y tres cuartos para un viaje donde ellos dos, y la maldita serpiente, serían los únicos pasajeros. Se sentía muy agradecido por ello, y muy culpable por haberle mentido.

Por supuesto no le había contado la verdad al director. No habría sabido ni por donde empezar y tampoco quería involucrarlo en algo que a todas luces era ilegal. Era una buena persona que no se lo merecía. En lugar de la verdad se había inventado una historia que justificara la presencia del muchacho en Hogwarts. Parte de él lamentaba que resultara creíble y que Salazar estuviera dispuesto, demasiado dispuesto, a participar en la pantomima y no usar su verdadero nombre. Ahora sería un joven mago de origen francés que había estado estudiando en Beauxbatons hasta que él y su familia habían sufrido un trágico accidente que además de dejarlo huérfano lo había tenido convaleciente durante varios años. Una vez que estaba por fin recuperado necesitaba completar sus estudios y su actual tutor y pariente lejano, el propio Samus, no podía costeárselos en el extranjero. Con lo que no contaba Samus Tinkle es que el director no solo aceptara la admisión tardía de un alumno demasiado mayor, si no que además le ofreciera un puesto como profesor de defensa aunque fuera de forma temporal. No le había podido contar los detalles, pero por lo visto estaban algo desesperados por cubrir la plaza. Sam había aceptado de inmediato. Ya se había decidido a mudarse a Hogsmeade para ayudar, y vigilar, a Salazar. Aquello facilitaba en mucho las cosas. Quizás demasiado. Sus años como auror no solo le convertían en un buen candidato a profesor de defensa en las artes oscuras, además le había enseñado a no fiarse cuando las cosas encajaban a la perfección. Aquello no podía ser casual. Samus quería pensar que si todo estaba yendo como la seda es que todo debía suceder así para que todo pudiera ocurrir en el pasado. En realidad prefería no pensar mucho en ello porque le daba dolor de cabeza.

La maquina roja del expreso de Hogwarts les esperaba en el andén como le habían prometido. Salazar subió al tren detrás de él y le siguió hasta uno de los vagones sin hacer ni una sola pregunta, pero él sabía que todo aquello era totalmente nuevo y extraño para él. La maquina de vapor, la estación, la propia ciudad muggle que habían dejado atrás. Samus nunca había sido muy aplicado en clase de historia, pero estaba seguro que nada de aquello existía en su época y debía ser sorprendente y muy perturbador. Se preguntaba como se sentiría y si él se encontrara perdido un milenio en el futuro. En momentos así llegaba a sentir un poco de lastima por el muchacho y la situación en la que se encontraba. En momentos muy breves. Luego volvía a ver sus ojos glaucos brillar y a sentir ese extraño escalofrío que le causaba. Una razón mas para devolverle a su tiempo, poder perderlo de vista para siempre.

En aquellos días que habían pasado desde su primer encuentro habían hablado mucho. Samus le había hecho preguntas a él y él le había hecho preguntas a Samus. Las primeras sobre como y cuando había hecho el salto. Las segundas sobre el extraño mundo donde había terminado. Sam solo había respondido lo mínimo imprescindible. Salazar creía que aquel mundo era alguna extraña dimensión mágica muy diferente a la suya y él no quería sacarlo de su error. Tarde o temprano el joven averiguaría que seguía en su propio mundo, pero cuanto menos detalles y mas tarde ocurriera eso mejor. Ya lo tendría suficientemente fácil en Hogwarts con su nombre por todas partes del castillo. Agradecía de que no hubiera estatuas ni retratos de la época. Quizás eso le diera margen a inventar algo. Cada cosa a su tiempo.

Durante esos días además de las "entrevistas" mutuas había estado ocupado en los preparativos de ese viaje. Primero en las lechuzas que había intercambiado para el director y luego en conseguirle a Salazar su material escolar y su ropa. No podía ir paseándose con una túnica del siglo X. Samus había buscado en el desván de su casa sus viejos uniformes de Hogwarts. No estaban en el mejor estado tras todos esos años, pero aún se podían poner. Además de anticuados a Salazar le quedaban muy grandes, había sido un joven mucho mas atlético de lo que lo era el muchacho, pero le podía venir bien. Daría credibilidad a la historia del pobre huerfanito que se ha quedado sin nada y cuyo tutor apenas tiene para mantenerle. Aunque por supuesto dudaba mucho que los colores de Hufflepuff fueran los mas adecuados dadas las circunstancias. Pero tendrían que servir. Fuera como fuera todo aquello tenía que funcionar.

Agotado tras tantos días en tensión Samus Tinkle fue quedándose dormido con ese ultimo pensamiento en mente acunado por el traqueteo del tren y el constante sonido de la caldera. A su lado el joven Salazar Slytherin permanecía despierto y pensaba. No había dejado de hacerlo desde su llegada. Y de momento era lo único que iba a hacer. Un gran mago le dijo una vez que primero había que escuchar antes que hablar. Así que ahora tenía que escucharlo todo. El momento de las palabras ya llegaría.