Specula dei Ánima

Daniela Lynx

PG-13 Parejas varias Angst (creo), lime suave, shounen ai.

Damnit, lamento lo escueto de este capítulo... lamento haberme demorado en subir el siguiente... lamento lo pobre de mi mus (nunca supe que era ¬¬)... lamento todo, se podría decir. En fin, ke esto continúa. Gracias a los que leyeron el anterior... nn

/----/

2. Olvido (caída libre)

Apagó con desgano la última vela que quedaba encendida, dejando que la negrura total se apoderase del cerrado espacio. Se dejó caer a los pies de la mesita, sumido en su propia oscuridad interna. Le dio un trago lo más largo que pudo a una botella de champaña que se había entibiado en sus manos, y suspiró.

Shuichi ni siquiera lloraba. Solo tenía un desagradable nudo de angustia atrapado en la garganta, y no podría sacarlo de ahí porque ni lágrimas le quedaban. Lanzó una mirada desolada al espagueti congelado e intacto en los platos. Alcanzó torpemente la otra botella de champaña, que reposaba flotando en un balde que alguna vez estuvo lleno de hielo, ahora derretido. La abrió como pudo, haciendo que el tapón se estrellara contra la lámpara de la cocina y la reventara. Esbozó una sonrisa amarga ¿tanta era su mala suerte?

Pasó el contenido de la botella como si se tratase de agua, haciendo una mueca cuando el alcohol le hizo arder el estómago segundos despues. Eran las cinco de la mañana, maldita sea. Las cinco de la mañana y a ese bastardo todavía no se le ocurría llegar. Sonrió con sarcasmo para sí mismo. No por alegría, evidentemente. Más que una sonrisa, se trataba de un gesto amargo, lleno de autodesprecio. Él, Shindou Shuichi, era un completo imbécil. Mira que esperar con cena al muy hijo de perra. Mira que esperarlo con champaña. A él, al muy desgraciado que se había olvidado del aniversario de ambos.

Quizá, en otras circunstancias, la situación no hubiese sido así de trágica, y hubiese logrado mantener la calma. Pero apenas había visto a Yuki por la casa. Shuichi había llegado apenas el día anterior luego de una re-contra-larga gira por todo Japón, y se había topado con el escritor una sola vez: al desayuno. Para variar, él había salido muy temprano, diciendo que tenía cosas que hacer, dejándole solo en ese departamento enorme luego de jurarle que regresaría a cenar. Entonces, Shuichi se había fijado en el calendario que colgaba de uno de los muros de la cocina.

¿A cenar? Eran pasadas las cinco.

Otro trago, y ya llevaba la botella por la mitad.

-Eiriii... tú, maldito...- murmuró para sí empinándose la champaña de nuevo- púdrete, desgraciado... húndete en el infierno...

Lo peor era lo cliché que sonaban sus palabras, con el agregado del eco que el recinto vacío de otras presencias brindaba. Nada preocupante, era algo que le solía pasar estando bebido: invocar al objeto de su sufrimiento en medio de blasfemias ya repetidas por la población mundial completa.

No quedaba nada en la botella- Se dejó caer hacia atrás, de espaldas, y el frío embaldosado de la cocina le hormigueó en todo el cuerpo. El techo giraba, meneando psicodélicamente sus ampolletas blancas, apagadas. No supo cuanto tiempo avanzó el minutero del reloj en ese lapsus; pero cuando se levantó, su mente nublada había formado una decisión que difícilmente hubiese surgido de estar en pleno uso de sus facultades: bastaba de masoquismo.

¿Sería su progresiva manía de exagerarlo todo? ¿No era acaso tan terrible la situación? El alcohol todo lo aumenta, pero Shuichi no estaba pensando en eso cuando seguía torturándose mentalmente por cosas que hizo y que no hizo, entregado al curioso placer de echarse limón en sus heridas emocionales.

De un tiempo a esta parte, su relación se estaba yendo a pique, más que nada por sus repetidas y cada vez más largas ausencias. Amaba al escritor, pero no soportaba la frialdad progresiva, que aumentaba cada vez que Shuichi salía de gira. Eiri entonces, se encerraba en su estudio por días, sin más alimento que el tabaco y la cerveza, tecleando febrilmente en su laptop. Y no se dignaba a salir ni siquiera cuando Shuichi volvía. Pero en esta ocasión particular , no existía la excusa de un delirio creativo, o de la inspiración literaria, porque hacía solo un mes que el último libro "by Yuki Eiri" había aparecido en los estantes de las librerías, y Shuichi sabía que Eiri no podría haber empezado un nuevo trabajo así de rápido. La alternativa que quedaba era sencilla: se habían aburrido de él. Las posibles opciones a eso eran múltiples.

1. Seguir aguantando

2. No ser el juguete de nadie, tener por primera vez una pizca de orgullo y largarse.

Lo más triste de todo, era el tiempo que había perdido tratando de llegar al corazón del escritor.

Se levantó con dificultad, cogido a las paredes para no caerse. Directo a la pieza principal, sacó un par de prendas de ropa, algo de dinero y el rotulador con el block que usaba para escribir sus canciones. Iba a coger las llaves, pero recapacitó a tiempo y las dejó en su sitio. ¿Llaves para qué, si no tenía intenciones... ni esperanzas de volver? Metió todo en una mochila, y pertrechado así salió del departamento dando un portazo.

El aire glacial de mediados de otoño le cortó la cara y casi lo bota. Shuichi consideró un momento la opción de irse con Hiro por un tiempo, mas lo pensó mejor y decidió que por una vez no molestaría a su amigo y se valdría por él mismo.

Aparte, no sabría soportar el reproche mudo y no-intencionado que leería en los ojos castaños de Hiro... el más amargo de los "te lo dije". No iría tampoco a casa de sus padres, como la última vez. Sabía que, en el fondo, ninguno de ellos había aprobado nunca sus líos sentimentales con otro tipo. No... eso sería otro "te lo dije" restregándole en la cara.

Él iba a demostrarles a todos que no era un niñito, y que iba a poder cuidarse solo.

----

Eiri leyó desganado el comienzo de su novela, el primer párrafo que había logrado tipear. El cursor recto parpadeaba al final del último punto:

"Campanas del Templo"

"Eran seis las butacas que se alineaban sobre el lado opuesto del vagón panorámico de aquél expreso a Kyoto. Oki Toshio observó que la del extremo giraba en silencio con el movimiento del tren. No podía quitar los ojos de ella. Las butacas de su lado no eran giratiorias."

No hubiese sido un mal principio pero le sonaba vagamente familiar. Lo releyó varias veces hasta que cayó en la cuenta de dónde lo había visto antes. Abrió el libro al que, sospechaba, pertenecía aquel párrafo; y al encontrarse con el reflejo de lo que llevaba escrito, borró con rabia las frases en la pantalla: Su mente, jugándole una pésima broma, había copiado palabra por palabra el comienzo de "Lo Bello y Lo Triste", del Nobel japonés de literatura Yasunari Kawabata. Tan solo los versos del prólogo continuaban llenando el blanco del procesador de textos.

"Como sostengo / Este lánguido espíritu Como hago para no caer / Ya no bastan Un par de piernas / Un par de manos. Sin trampas: / Hoy es un día negro Quiero levantar vuelo / No sé si me bastas a la distancia Te sé infalible cerca."

Que irónico, ni siquiera ese poema era suyo. Alguna vez lo leyó, y le pareció adecuado para empezar un libro, pero su memoria no lograba hallar al autor, de modo que lo borró también. No fuese a ser que alguien lo creyese suyo. Eiri se deshizo en el respaldo de la silla, dejando salir un suspiro cargado de humo. La nicotina no le estaba ayudando a pensar. Tal vez le tenía que hacer caso a Shuichi y dejar de fumar. Tal vez al pobre no le agradaba que sus besos tuviesen casi eternamente aquel sabor a tabaco. Recordó entonces que Shuichi se había marchado, dejando una nota sobre la cama que compartieron. Un retortijón de remordimientos le hizo doler el estómago, y arrojó casi desesperadamente el cigarrillo por la ventana.

Estaba desvariando, y era en serio. Rogó a Yahvé, Krishna, Buda y a todos los otros dioses inventados por la imaginación humana, por que no se tratara de un bloqueo. Era lo único que podría empeorar su situación, con una novela que entregar en cinco meses o afrontar su muerte editorial per sécula. ¿Qué editorial querría a un escritor que no cumplía con sus obligaciones? Maldito libro. Tohma había utilizado todas sus influencias con el presidente de la Midori, y este se había negado a alargar el plazo. Para variar, por razones de marketing.

Cinco meses. Para un trabajo de (mínimo) doscientas cincuenta páginas, idealmente más. Gruñó, y enterró los dedos en el pelo del flequillo, tironeándoselo, a ver si el dolor lo devolvía a la realidad. Nada. Apagó bruscamente la laptop, sin ningún respeto por la manufactura de Silicon Valley. Recordó que Tohma tenía la culpa de casi la mitad de su vida. Tal vez el rubio bajito si era el Amo del Universo, como todos solían proclamar: Cualquier cosa que buscase en su memoria, desde los trece años que todo lo que le pasaba en su vida era culpa de Tohma.

Sintió que perdía la cordura. Abrió el cajón de su escritorio y palpó el frasco de medicamentos que la siquiatra le había recetado tiempo atrás. El departamento estaba agresivamente vacío sin el mocoso ruidoso.

Tohma... Todo era culpa de Tohma...

Tohma le había llevado a Nueva York. Tohma le había puesto a Kitazawa como tutor. Años más tarde, se había enterado que Kitazawa lo había violado la noche en que Tohma había roto una larga relación con él. Gracias a Tohma era escritor. Mediante Tohma había conocido a Shuichi.

Incluso, por haberse llevado a Tohma a la cama, Shuichi le había dejado.

Tras no mejorar su creciente sensación de tener una lámpara de lava en vez de cabeza, y de ser vigilado por una especie de "Big Brother"; Eiri se tragó, sin tomar ni agua, el doble de pastillas que la dosis farmacéutica estipulaba.

Arrastró su alma inútil hasta la cama vacía de acompañante y se echó allí a esperar que las malditas pastillas hiciesen su archiconocido efecto.

Lentamente, una por una, las neuronas de su "yo" consciente dejaron de hacer sinapsis y su mente se apagó. Sus últimos pensamientos estuvieron formados solo por una vaga y estúpida felicidad, tranquilidad absoluta. Iba a morir por un rato, y aquello no tenía nada de malo: si había algo que necesitase más que nada en ese momento, era olvido.

/----/

Continuará.

N.de.A: Yiaaai! Otro! Otro! XD... perdón por el exhabrupto. En fin, que el otro está escrito, pero falta pasarlo en limpio, de modo que (para no perder el hilo de largos y comunes retrasos) supongo que lo publicaré la última semana de este mes, o algo así...

Créditos de cosas que no son mías: El poema. Lo lamento, no es de Yuki. Tampoco es mío, rayos. Es de un poeta argentino, Rubén Boronat, y no creo que alguien lo conozca, porque me enteré de su existencia el 99', cuando andaba promocionando su libro en la Plaza de Armas de mi ciudad. En fin, si alguien quiere conocer poemas suyos, me avisa, para no ser la única nnU. Ah, si! Transcribo el poema completo, que es:

"Como sostengo Este lánguido espíritu Como hago para no caer Ya no bastan Un par de piernas Un par de manos. Sin trampas: Hoy es un día negro Quiero levantar vuelo No sé si me bastas a la distancia Te sé infalible cerca."

"Creo que hoy caigo: Es por vos, Pero no es por vos, Es también Por vos. Perdona mi fragilidad, Pero no me obligues A estar así. Debería llorar, Pero no puedo. Debería soportar Pero no puedo No me gusta estar mal. Disculpa Mi necesidad de vos, Mi inconsciente avaricia, Mi incondicional desconfianza, Mis torpes impulsos Mi crónica soledad... Disculpa sólo un ratito Y desaparecerán."

Espero sinceramente que hayan soportado lo cursi del poema y lo mal escrito de este capítulo. Agradezco a mis lectores anteriores (otra vez), simplemente por el hecho de que se dan el trabajo de aguantar mis pobres intentos de escritura:

Bishoujo-hentai, Vaslav, Kinyoubi, Jaikito Yui Ishida (maestra! O.O) y (last, but not least) Rikku Tomoe.

Y ya saben, chuchadas varias, ensaladas surtidas y demases, por favor a mi mail... si hay algún comentario favorable...pos tambien!

danierahiragizawayahoo.com

O al bonito botoncito azul ke está por allá. n.n