Holaaaa!!!!
Antes que nada, muchas gracias por la acogida que le habéis dado al capítulo anterior, no pensé que fuera a gustaros así que me ha sorprendido bastante ver la cantidad de revs que me habéis dejado, ¡MUCHAS GRACIAS!!!!!!
Bueno, sí que voy a continuar la historia, aunque más bien parece que serán una serie de fics cortos agrupados porque aunque van a tener relación los unos con los otros no va a ser en sí una continuación, o al menos esa es la intención en un principio.
Este capítulo en realidad tenía que haber sido uno solo, pero con mi manía de meter cosas inútiles que no sirven para nada más que para rellenar me está saliendo demasiado largo y para que no agobie lo voy a cortar en dos (espero que sea solo en 2, vamos, que nunca se sabe). Si habéis tenido la paciencia suficiente para leer el primer capítulo y, aún más extraño, esta especie de introducción, espero que lo que viene a continuación no os aburra demasiado y no terminéis apedreándome, jejeje.
Muchísimas gracias por el recibimiento.
Besitos mil.
LA ENTREVISTA, LA SILLA, EL SEXO Y SEGUCHI THOMA (I parte)
Un chico de pelo rosado que no aparentaba sus 18 años se apresuró a cruzar la calle casi a saltos antes de que cambiase el semáforo, haciendo que el contenido de su mochila sonase a sus espaldas. La libreta, los lápices de colores, el monedero, el discman, las chucherías y hasta el móvil ya estaban más que acostumbrados a un trato semejante por parte de su dueño que no tenía consideración alguna hacia sus propiedades cuando de volver a casa se trataba.
De haberse quedado quieto el tiempo suficiente en un lugar el chico habría atraído sin duda unas cuantas miradas de parte de los transeúntes, ya por su escandaloso pelo rosa chicle, por sus enormes ojos violetas o su extravagante y llamativa manera de vestir. O tal vez por ser reconocido como el cantante de Bad Luck, el grupo de música que encabezaba las listas de ventas de todo Japón desde hacía meses.
Pero nada estaba más lejos de su intención que quedarse quieto, pues Shindo Shuichi trotaba alegremente hacia su casa después de un duro día de trabajo en la discográfica... En realidad de duro había tenido poco porque se habían dedicado a recibir una aburrida charla sobre la promoción del próximo disco y la consecuente gira durante la que había echado más de una cabezadita (pero eso no le preocupaba, ya le resumiría Hiro lo más importante). Y tampoco se encontraba exactamente trotando, pues casi echaba los pulmones por la boca de la carrera que se estaba pegando.
Pero todo tenía su explicación; Yuki Eiri, su Yuki, regresaba hoy a casa después de dos larguísimas semanas de ausencia en las que había realizado una gira por todo el país para promocionar el lanzamiento de su último libro y Shuichi estaba tan nervioso por volver a verle que, incapaz de conciliar el sueño, se había pasado la noche limpiando el apartamento que compartían, de ahí que ni los disparos de su pirado mánager le hubieran hecho mantener los ojos abiertos durante la reunión.
El chico de pelo rosado entró como una bala en el edificio en el que vivía y, sin tener la paciencia suficiente para esperar al ascensor, se lanzó a subir las escaleras de dos en dos, casi arrollando a la ancianita del segundo piso por el camino. Gritando una disculpa por encima de su hombro e ignorando los ordinarios insultos de la dulce mujer, llegó a la puerta del apartamento buscando nerviosamente las llaves en sus bolsillos a la par que saltaba de un pie a otro con impaciencia.
- ¡No puedo creer que las haya perdido! – exclamó horrorizado buscando una y otra vez en los mismos bolsillos. Se quedó parado sobre un pie recordando algo y se dio un golpe en la cabeza riéndose divertido - ¡Si seré baka! ¡Las puse en la mochila para no perderlas!
Sin desmoralizarse por su olvido, pues era algo que le ocurría con demasiada frecuencia, se quitó la mochila de la espalda y se sentó en el suelo para buscar entre sus pertenencias el llaverito de Hamtaro que adornaba sus llaves.
Se levantó de un salto al encontrarlo y abrió la puerta con nerviosismo, casi lanzándose a correr por el pasillo antes de haber dejado que se cerrase la puerta, dejando tirada la mochila en el suelo y las llaves vete-a-saber-dónde. Por inercia, se dirigió hacia el estudio de Yuki, que era donde solía encontrarse el escritor cuando estaba en casa.
- TADAIMA YUKIIIIIII!!!!!!! – berreó abriendo la puerta del estudio y lanzándose sobre su amante, que se encontraba como de costumbre, sentado tras su escritorio.
El pobre no tuvo ni tiempo de reaccionar antes de que le callese encima un borrón de cabellos rosas que se abrazó posesivamente a su cuello mientras su silla de despacho rodaba un metro por la fueza del choque.
- Shu... – empezó a decir el escritor, viéndose interrumpido por los labios exigentes de su amante, que reclamaban un poco de atención.
Un flash hizo volver a la realidad al pelirrosa, que se separó del escritor desconcertado y miró al otro lado de la habitación, enrojeciendo al darse cuenta de que no estaban solos.
- ¿Podrían volver a besarse? Creo que la imagen ha quedado movida – preguntó un sonriente hombre con una cámara fotográfica en las manos que se encontraba sentado en el sillón. Shuichi enrojeció hasta las raíces del pelo, mientras las dos mujeres que acompañaban al desconocido trataban de ocultar una sonrisa.
- Yuki...
- Me están haciendo una entrevista, baka, y querían ver dónde trabajo – explicó el escritor, al parecer divertido por el bochorno de su amante. Claro que la diversión solo se le podía notar en le brillo de los ojos y la comisura del labio sutilmente levantada, en un amago de sonrisa.
- Gomen... – se disculpó Shuichi con timidez por su comportamiento toqueteándose los labios un poco avergonzado – Pero... has vuelto después de dos semanas fuera, ¿tienen que entrevistarte hoy? – se quejó intentando esconder el pucherito que amenazaba con salir al exterior. Yuki miró a su editora, que era una de las dos mujeres que aún les miraban con fijeza.
- No ha sido idea mía – aseguró el escritor con un poco de rencor. La mujer tuvo la decencia de enrojecer un poco mientras Shuichi le pegaba puñaladas con los ojos.
- Tirana – murmuró por lo bajo – Bueno, pues me iré para que podáis seguir – dijo resignadamente, aunque no se movió de su puesto, sentado sobre las piernas de su amante y con una rodilla a cada lado de las caderas del escritor. Lo cierto era que se trataba de su postura favorita, perfecta para hacerse arrumacos en la silla, que por ser de respaldo bajo permitía que Shuichi pasase los brazos por detrás del cuello del rubio y apoyase la cabeza en su hombro mientras Yuki le abrazaba por la cintura.
- No hace falta que se marche, señor Shindo – dijo la periodista con una sonrisa agradable – De echo, podríamos entrevistarle también a usted, si están de acuerdo, sobre su vida diaria con un escritor famoso.
Shuichi no parecía muy convencido con la idea y miró a Yuki para ver lo que opinaba. A él tampoco daba la impresión de agradarle demasiado y Shu se preguntó si se debía a que temía que contase algo que no deseaba divulgar. Bien sabía él que tenía tendencia a irse de la lengua y puede que a su amante no le gustase mucho que se le escapasen detallitos demasiado íntimos.
- No creo que su mánager estuviese de acuerdo en algo así – contestó Yuki por él mirando severamente a la periodista – y no es un tipo al que se pueda disgustar.
Shu asintió enérgicamente con la cabeza al pensar en K y sus métodos para mantenerlo en cintura. Sí, puede que no le hiciese gracia que saliese una entrevista en prensa sin su consentimiento y lo mejor era no provocarle.
La mujer pareció levemente decepcionada, pero no perdió la sonrisa.
- ¿Y qué me dicen de unas fotos? Eso no podría hacer mucho daño, ¿verdad?
- Eeee...
- Bien.
Si Shu se sorprendió por el consentimiento de Yuki decidió no demostrarlo, porque únicamente pareció nervioso sobre cómo ponerse debido a que su amante no aparentaba estar dispuesto a soltarlo por el momento. Así que se hicieron las fotos sentados en la silla, con un Shuichi algo inquieto que jugaba inconscientemente con el bajo de la camisa de un escritor imperturbable.
Finalmente Yuki dejó ir al cantante un poco a regañadientes.
- Baka, ni siquiera te has quitado las zapatillas – le reprendió mientras le revolvía el pelo, haciendo enrojecer al chico y disculparse por haber sido tan descuidado.
- Es que tenía tanta prisa por verte... – argumentó con una miradita que no pasó desapercibida para nadie aunque afortunadamente recordó a tiempo que no estaban solos y no se tiró de nuevo encima del escritor – Iré a descalzarme y prepararé un poco de té – dijo saliendo por la puerta arrastrando un poco los pies. Yuki suspiró imperceptiblemente y con movimientos pausados sacó un cigarro del paquete de tabaco y lo encendió.
- ¿Por dónde íbamos? – preguntó soltando el humo. Se volvió hacia las dos mujeres y el fotógrafo apoyando los codos sobre su escritorio.
- Nos estaba contando sobre la rutina que sigue a la hora de escribir – recordó la periodista con otra de esas amigables sonrisas. Eiri asintió.
- De Lunes a Viernes me levanto temprano y suelo escribir sin interrupciones hasta media mañana, cuando hago una parada para bajar a por tabaco, comprar el periódico y dar una vuelta. Después de almorzar escribo otro rato, paro para echar a Shu, me tomo unos cuatrocientos litros de café, fumo unos dos paquetes de tabaco, paro para echar a Shu, ceno algo ligero, paro para echar a Shu, escribo un capítulo o dos, paro para consolar a Shu por haberlo echado y después de consolarle, si tengo fuerzas, escribo otro rato.
Tanto la periodista como el fotógrafo parpadearon sorprendidos. La editora se limitó a cubrirse la cara abochornada.
- Er... ¿Qué... qué quiere decir exactamente con eso de "echar a Shu"? – pregunto la periodista sin poder ocultar su perplejidad.
- Pues eso, que tengo que echarle para poder concentrarme – dijo Eiri con total naturalidad. Al ver que los otros no entendían decidió que lo mejor era un ejemplo en directo - ¡Shuichi! ¿Puedes venir un momento?
- El té aún no está listo – se oyó la voz del chico desde la cocina.
- No importa, ven.
En el pasillo resonaron los saltitos entusiasmados del chico antes de que este apareciera por la puerta sonriente.
- ¿Sí?
- Cuéntame, ¿qué has hecho hoy? – preguntó el escritor con tono indiferente, pero al cantante le brillaron los ojillos y no tardó en instalarse en una sillita al lado de la del escritor que parecía ser exclusivamente de su propiedad.
- Pues... He llegado tarde al trabajo, porque si no me despiertas no soy capaz de levantarme a tiempo y esta vez me ha costado más que de costumbre porque anoche me puse a arreglar la casa para que cuando vinieses la encontrases limpita .... Así que no me ha dado tiempo de desayunar y como he llegado tardísimo K me ha echado una bronca larguísima porque estábamos muy retrasados para la reunión... que menos mal que he podido dormir un poquito apoyado en Hiro porque ha sido lo más aburrido del mundo... aunque creo que Thoma se ha enfadado un poco conmigo por roncar, porque me ha mirado muy mal cuando salíamos... y como no me he portado lo que se dice bien K ha decidido que el mejor castigo era dejarme sin almorzar a pesar de que le he dicho que no había desayunado, malvado K ¬¬... jejeje, lo que no sabe es que tenía la mochila llena de chocolatinas...
Aprovechando que Shuichi empezó a reirse por lo bajo de lo malvado que había sido, Yuki miró a la periodista alzando las cejas, como preguntando "¿lo entiendes?", a lo que la mujer, aún impresionada con la inacabable charla del cantante, no pudo más que asentir comprensivamente. Se aclaró un poco la garganta antes de que Shu empezase de nuevo a contar sus aventuras del día para llamar su atención.
- Entonces, escribe durante la mayor parte del día, eso ¿afecta mucho a su vida en pareja? – preguntó suavemente. Antes de que Yuki pudiera replicar algo Shu ya estaba contestando a la pregunta.
- ¡Ya lo creo que sí! No podemos salir a ningún sitio, como tiene esos plazos de entrega tan ajustados – miró de nuevo amenazadoramente a la editora, que empezó a protestar débilmente – Y cuando tiene vacaciones yo siempre tengo algo que hacer – se encogió de hombros con gesto enfurruñado, haciendo que a Yuki le resultase bastante difícil esconder una sonrisa –. Siempre le digo que en lugar de libros de 300 páginas debería escribirlos de 150 y así terminaría antes y nos podríamos ir de vacaciones ..
La periodista y el fotógrafo soltaron unas risillas divertidas, pero la editora adoptó un aire ofendido ante esas palabras, aunque no tuvo ocasión de decir nada porque Eiri se le adelantó.
- Ya te he dicho que las cosas no funcionan así, baka – le dijo con paciencia – No se puede contar lo mismo ni de la misma manera en 150 páginas que en 300. Es al revés de tu caso, tú podrías ahorrarte tanta charla y resumirlo todo en una sola frase en vez de andarte por las ramas. Te aseguro que tendría menos dolores de cabeza.
- ¡Yukiiii! ¡no seas malo! – reprendió un ofendidísimo cantante haciendo un puchero, aunque el enfado se le pasó enseguida que Yuki le revolvió un poco el pelo. El gesto de ofensa fue rápidamente sustituído por una expresión de bobalicón embeleso y poco le faltó para empezar a ronronear como un gatito.
El espectáculo hubiera sido bochornoso para Eiri de no haber estado él en un estado de abstracción total. Había echado tanto de menos a su amante en esas interminables dos semanas que había hecho toda clase de cosas que nunca hubiera creído posibles en él. La prueba de ello, que se molestase en llamarle todas las mañanas a tiempo para que se despertase para ir a trabajar. Claro que luego le costaba un largo rato cortar la llamada sin que Shu se ofendiese porque no le dejaba terminar de decirle todo lo que quería. Por esa misma razón ya le había avisado de antemano que esa mañana no le llamaría, no podía permitirse perder el vuelo de regreso a casa. Como Yuki volvía de nuevo a sus bracitos, Shu no montó un escándalo por no recibir la "llamadita de buenos días", como decía él.
Lo cierto era que al escritor las dos semanas de separación le habían servido para darse cuenta de que la presencia de Shuichi no le molestaba tanto como pretendía en ocasiones. No que lo fuera a reconocer ante nadie, por supuesto, pero se había aburrido mucho sin todo el parloteo constante del pelirrosa, sus berrinches por cualquer tontería, los fuertes abrazos que parecían imitados de los Teletubbies, sus pequeños reproches dichos con esa fugaz molestia, las miradas severas cuando encendía un cigarrilo, su constante demanda de mimos (pocas veces satisfecha expontáneamente por parte del escritor), su risa cantarina, la manera de tararear por lo bajo sin darse cuenta... Le había hecho mucha falta tener todas esas cosas cerca y se habia dado cuenta de lo poco que las había valorado anteriormente.
Así que en esa vacía habitacion de hotel había decidido hacer algo al respecto, demostrarle a ese hiperactivo cantante que por alguna extraña razón seguía a su lado cuánto significaba para él su compañía, cómo disfrutaba el enredar los dedos en sus mechones rosados y ver sus ojillos brillar de contento con solo mirarle, tal y como estaba haciendo en ese momento.
Yuki suspiró casi sin darse cuenta, preguntándose si era su imaginación o Shu estaba mucho más guapo que cuando se había marchado. Le parecía, incluso, un poco más alto... Oh, espera, eso era porque aún no se había descalzado... baka... ¿Tendría que quitarle él mismo las zapatillas? Eso no parecía muy buena idea, porque Yuki también había echado mucho de menos el cuerpecito de su amante y sabía muy bien que si le quitaba las zapatillas le seguirían rápidamente el resto de prendas. Bueno, ¿y por qué no hacerlo?
De nuevo el flash de la cámara del fotógrafo les trajo a la realidad, a Yuki con un ruborcillo incómodo instalado en sus mejillas y a Shu con una miradita de molestia porque era realmente relajante que su amante le acariciase el pelo como ensimismado. En realidad, más que relajante era excitante, pero ese es otro punto.
- Yuki... la entrevista... – recordó la editora, un poco incómoda porque por un momento ella y la periodista habían pensado que se lanzarían a desnudarse mútuamente ignorando su presencia. (No que les hubiera importado, la verdad .)
- Er... Sí, ¿por dónde íbamos? – preguntó incómodo el escritor.
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Shuichi sirvió el té en el comedor con mucha concentración para no derramar ni una gota. A Yuki le divertía mucho ver la manera tan cuidadosa que tenía de verter el contenido de la tetera en las tazas, con tal lentitud que el líquido se enfriaría con toda seguridad antes de que él hubiera terminado.
Tenía el ceño ligeramente fruncido, como si en lugar de sevir té estuviera desarmando un explosivo y cuando finalmente dejó la tetera en la mesa se volvió hacia los demás con una sonrisita orgullosa. Yuki tuvo que contenerse muy en serio para no mandar a los demás al diablo y llevarse a ese chiquillo a un cuarto del que no saldría en mucho tiempo.
Para su disgusto personal la periodista no dejó de hacer preguntas durante toda la tarde, registrando las respuestas en la pequeña grabadora que traía consigo. Y una vez más la grabadora apuntaba hacia Shuichi.
Yuki sabia que su entrevista había terminado hacía rato y que si la periodista seguía allí era por Shu. Le había molestado un poco cuando volvió del baño y encontró que la mujer había aprovechado su ausencia para preguntarle algunas cosas a su amante que el baka sin duda había contestado con esa despreocupación que le caracterizaba. Ya lloraría mañana cuando K le apuntase con su mágnum por no haberle comentado lo de la entrevista. Pero por ahora el chico no parecía ver nada de inconveniente en esas preguntas y la mujer no parecía darse por vencida a la hora de conseguir declaraciones por parte del cantante, por pequeñas que fueran. Yuki sólo esperaba que no hubiera contado nada especialmente bochornoso sobre su vida en común. Vamos, se moriría de la vergüenza si alguien llegaba a enterarse de que tarareaba canciones de Bad Luck cuando estaba en la ducha.
- Dígame señor Shindou – dijo la periodista con esa sonrisita amable, sacando al escritor de sus pensamientos - ¿qué opina del trabajo de su pareja? ¿Le gustan sus obras?
Yuki iba a contestar que él no había leído nunca ninguno de sus libros cuando Shuichi se le adelantó dejándole pasmado.
- Oh, sí, me gustan mucho – soltó con una sonrisa brillante -. Mi libro favorito es "La lluvia en Kyoto". Me siento muy identificado con la protagonista, Aiko. Creo que se parece un poco a mí – confesó suavemente ruborizado.
Yuki pareció ir a decir algo, pero recordando la presencia de más personas en el cuarto cerró la boca de inmediato, sin dejar de mirar a su amante algo asombrado pues nunca creyó que se interesase por su trabajo.
A esa pregunta siguieron varias más que el escritor salvó al chico de responder mostrándose especialmente cortante. Su editora, viendo que estaba dejando a un lado rápidamente la poca paciencia que había mostrado durante la entrevista, se apresuró a poner fin a las preguntas alegando que Yuki se le notaba cansado de viaje. Sintiéndose silenciosamente agradecido (nunca lo expresaría en voz alta) el escritor acompañó a la editora, la periodista y el fotógrafo a la entrada para despedirles. Ni bien Yuki hubo cerrado la puerta se encontró con Shuichi colgado de su cuello.
- Yukiii, te he echado muchíiiisimo de menos – dijo mimoso apretándose contra él. Yuki se desprendió de su agarre con un poco de dificultad para poder mirarlo.
- ¿Cuántos de mis libros has leído? – preguntó, no pudiendo contener más su curiosidad. No sabía si Shu había leído realmente el libro o había improvisado su respuesta sobre la marcha, aunque si era así le parecía inquietante el comentario sobre la protagonista.
- Todos, ¿por qué lo preguntas? – le sorprendió Shu mirándole extrañado.
- Bueno, nunca te he visto leer otra cosa que no fueran esos mangas que coleccionas.
- Porque te pasas el día escribiendo – se quejó el chico con un pucherito - ¿Qué te crees que hago durante toda la tarde aquí solito?
Ese comentario dejó un poco descolocado al rubio. La verdad, no tenía ni idea de en qué solía emplear Shuichi su tiempo cuando no estaban juntos. Suponía que en escribir esas tontas canciones, o jugar a la videoconsola, o algo.
- Pues, ciertamente, no leer mis libros – murmuró.
Su amante le miró un poco ofendido, pues al parecer el escritor consideraba que tenía la capacidad mental de una pescadilla, pero decidió dejarlo pasar. Después de todo él tampoco sabía lo que hacía Yuki en su tiempo libre, pues nunca parecía tener ninguno.
- ¿Te gustaron? – preguntó el escritor. Parecía un poco nervioso, cosa rara en él.
- ¡Pues claro que me gustaron! ¿Cómo no me iban a gustar si son preciosos? – Shuichi se abrazó a él como para demostrarle físicamente lo que pensaba sobre su obra -. Aunque cuando me enteré que escribías novelas románticas no pensé que fueran tan enrevesadas y dramáticas. Nunca pensé que las novelas románticas pudieran ser así, ni tan sangrientas – reconoció con una sonrisa.
Yuki sabía que no era un escritor convencional para ese tipo de temas. De haberlo sido no habría triunfado tan rápidamente como lo había hecho. Solía darles a sus lectores novelas absorventes donde mezclaba intriga, terror e incluso humor en historias de amor que se salían de lo típico. Había conseguido atraer a lectores de todo tipo, y se enorgullecía de haber sido capaz de hacer que el género masculino se interesara por su obra. Ahora muchos escritores habían comenzado a imitarle, pero no resultaban tan convincentes para el público a la hora de presentar una buena trama. Yuki Eiri seguía siendo el rey de la novela romántica y seguramente lo sería aún por mucho tiempo.
Acarició un poco el pelo de su amante, todavía apoyado contra la puerta cerrada, sintiendo la respiracion de Shuichi conta su cuello. El chico parecía contentarse con escuchar el latido de su corazón y notar su calor corporal, porque no hizo ningún gesto por apartarse de él, claro que eso era algo que nunca haría por voluntad propia. Shuichi casi estaba empezando a quedarse dormido cuando Yuki dijo, tan bajo que casi no le escuchó:
- Eres tú.
- ¿Nani? – levantó la cabeza para mirarle, pero Yuki miraba hacia el techo, luciendo ligeramente incómodo.
- Aiko eres tú, está basada en ti.
Seguro que el corazón del cantante se saltó un latido.
- ¿En... en serio? – preguntó emocionado. El escritor asintió en silencio, todavía sin mirarle, pero contestó seriamente.
- Claro, ¿quién más podría ser tan hiperactivo y molesto como tú?
- ¡Yukiiii! ¡no seas malo! – se quejó el chico en un fingido tono ofendido. Sabía que el rubio solía decirle cosas así para picarle, y aunque al principio de su relación llegó a tomarse sus comentarios como insultos y a armar un berrinche por cada uno de ellos, ahora le resbalaban bastante porque había descubierto que al escritor le gustaba verle enfurruñado, aunque no sabía muy bien el porqué.
La verdad era que al rubio simplemente le encantaba ese pucherito que colocaba en su rostro al regañarle. Se le veía tan tierno. Yuki suspiró casi imperceptiblemente. De no haber estado Shu tan cerca de él posiblemente no lo hubiera notado. El cantante apretó más su abrazo en torno a su cuerpo, como si quisiera fundirse con él
- ¿Por qué no me lo dijiste? – se quejó restregando su naricita contra su cuello.
- ¿Por qué no me dijiste tú que leías mis libros? – preguntó divertido el escritor mirándole.
- No quería que te enfadaras – confesó el chico haciendo que el rubio alzara una ceja sorprendido.
- ¿Por qué me iba a enfadar?
- No sé – dijo encogiéndose de hombros, luego le brindó una sonrisa pícara -. Porque a lo mejor no querías que me enterara de que soy Aiko. Noburo y ella terminan casados, ¿no?
Yuki se rió por lo bajo de la salida de su amante. Tal vez había sido de manera inconsciente, pero sí, los protagonistas terminaban juntos y felices, como en cada libro desde que Shuichi había aparecido en su vida. Antes solían ser negros, oscuros y con finales desdichados. Ahora predominaban los finales felices, lo que, extrañamente, no decepcionaba a sus lectores.
- Baka – murmuró mientras revolvía el pelo rosado.
Shuichi le miraba embelesado, porque no era muy frecuente ver al escritor sonreir, mucho menos reíse por algo. Se puso de puntillas para rozar con sus labios los del rubio, que se inclinó un poco para recibirle, intentando compensar la diferencia de alturas. Cuando Shu sintió la cálida tibieza de la lengua de Yuki abriéndose paso entre sus labios para rozar su propia lengua notó como su corazón de desvocaba, su pulso se aceleraba y un gemido involuntario surgía de todo él para ser recogido por su amante.
Yuki dejó que una de sus manos viajara hasta la nuca de Shuichi mientras que la otra escapaba a su cintura para presionar el pequeño cuerpo contra el suyo, sintiendo como la añoranza de esas dos semanas le pasaba factura. Necesitaba tenerle en ese instante, saber que seguía siendo suyo.
Shuichi había empezado a desabotonarle la camisa a tientas, pues el beso aún no se había roto, y gimió sonoramente cuando los labios ardientes de Yuki abandonaron los suyos para recorrer su cuello, lamiéndolo, besándolo, saboreándolo.
- Yukiiii...
El escritor sonrió contra la suave piel. Le encantaba ese sonido golpeando sus oídos, así como adoraba notar su respiración jadeante y el tacto de esos deditos que apenas rozaban su abdomen. Con una larga lamida, Yuki volvió hasta sus labios para regalarle un corto beso.
- Vamos al dormitorio – dijo, aunque no era una proposición, sino más bien una declaración de intenciones, porque inesperadamente el cantante se sintió elevado y se encontró cargado en brazos por su amante.
- Yuki... – murmuró totalmente derretido, aunque la sorpresa aún seguía presente en sus ojos. El escritor nunca había hecho algo así, nunca le había llevado en brazos hasta la cama ni tampoco le había mirado con tanto deseo como ahora. Shu entrelazó los brazos por detrás de su cuello para sujetarse, anque era perfectamente consciente de que Yuki no le dejaría caer - ¿Me has echado de menos? – preguntó mimoso, mordisqueando ligeramente el lóbulo de su oreja.
- Ni un solo instante – mintió el escritor con total naturalidad. Shu se rió.
- No es verdad – dijo, juguetón. Yuki iba a rebatirle, pero Shu capturó sus labios es el momento más inoportuno, pues el escritor casi se llevó por delante la mesita del café por no mirar por donde iba.
- ¡Fuici, gue noz madamoz! – intentó decir, aunque con su lengua enredada con la de su amante debía ser bastante difícil pronunciar correctamente.
- Mmmm – fue todo lo que dijo el pelirrosa, que profundizó aún más el beso.
Así que resignado a no poder llegar hasta la cómoda cama que compartían, Yuki dejó caer a Shu en el sillón del comedor con muy poca cortesía.
- ¡Itte!
- Vamos, no te quejes, si has caído en blando – se burló el escritor. Shuichi le miró con cara de pocos amigos, pero cualquier cosa que fuera a decir se vio interrumpida por el timbre del teléfono.
Yuki miró el aparato con el ceño fruncido.
- ¿Le dijiste que volvía hoy? – preguntó acusadoramente.
- Se puso de un pesado... – se justificó el chico, recibiendo una dura mirada de su amante -. Pero le mentí con la hora.
- Eso está claro, si no hubiera llamado en cuanto hubiera puesto un pie en la casa – murmuró Yuki agriamente.
A todo esto, el teléfono seguía sonando.
- No lo cojas – pidió Shu, con vocecita lastimera.
Yuki hizo un gesto de fatidio.
- Seguro que si no lo cojo se presenta aquí en diez minutos.
Pero no se movió del sitio. Miró a Shuichi con media sonrisa.
- ¿Y si le dices que duermo?
- No lo creerá, se supone que acabas de llegar – dijo el cantante fastidiado.
- ¿Y si le dices que me estoy bañando?
- Vendría con una toalla – murmuró Shu molesto. Yuki, que no entendió a qué venía su comentario, le miró con una ceja alzada y con toda la tranquilidad del mundo se dirigió al teléfono, que no dejaría de sonar hasta ser descolgado.
- Hola, Thoma – saludó.
- ¿Por qué no contestabas? Creí que te había pasado algo. Menudo susto – dijo su cuñado al otro lado de la línea en un tono optimista. Yuki pensó que era increíble que pudiera percibir cómo el rubio estaba sonriendo mientras hablaba.
- Le estaba metiendo mano a Shu – dijo secamente el novelista, dejando al otro estupefacto -. Compréndelo, han sido dos semanas sin sexo.
Shuichi, al oírle, tuvo que morder un cojín para no soltar una carcajada. Yuki parecía que no se daba cuenta, pero para el cantante era bastante evidente (desde que Hiro se lo había hecho ver, claro) que Thoma no estaba nada contento con que su cuñado compartiese su vida con otro que no fuera él y por eso se estaba metiendo siempre en su relación. En el fondo Shu sabía que debía de tenerle lástima porque Yuki nunca se fijaría en él hiciera lo que hiciera y esa debía ser una situación horrible, pero si no se la tenía era porque Seguchi Thoma era un cabrón retorcido que había intentado separarles un montón de veces. Así que sin poder reprimirse el pelirrosa se acercó a su amante todo lo que pudo para escuchar la respuesta del presidente de NG.
- Oh... claro, claro, lo entiendo – se oyó la voz de Thoma como un poco forzada
"Uy, como le jode", pensó Shuichi satisfecho casi colgándose del cuello de Yuki para oír mejor.
- Siento mucho molestar...
"¡Una mierda lo sientes!" se dijo el cantante, apoyando el oído conta el auricular, para extrañeza del escritor.
- ... pero sólo quería saber qué tal había ido tu viaje...
- Jijiji.. ay, Shu, quita, que me haces cosquillas – dijo molesto Yuki alejándose un poco de su amante. El pelo rosa le había rozado el cuello produciéndole un molesto cosquilleo.
Thoma, al otro lado de la línea, había enmudecido al escuchar su risa.
- Y tengo algo muy importante que comentarte – improvisó al parecer, pues pareció decirlo demasiado abruptamente.
Shu se puso alerta como un gato. Yuki alzó una ceja, intrigado.
- ¿Qué ocurre?
- Er... bueno, es que es un poco delicado... – dijo Thoma sin saber qué más decir. Yuki miró a Shuichi con cara de no comprender lo que ocurría.
- Esto... ¿tan importante es?
- ¡Si! ¡Es muy importante!
- ¿Y no puede esperar a mañana? Tengo un asunto pendiente – dijo el escritor con un deje de fastidio. No tenía ganas ningunas de pasarse horas al teléfono hablando con su cuñado cuando podía estar retozando con su Shu-chan.
- Pues no – dijo Thoma bastante cortante. A él también se la había pasado, al parecer, la misma imagen por la mente y no le había gustado nada.
- Bueno, pues espera, voy al teléfono del despacho, al menos para estar sentado – dijo Yuki con irritación. Colgó el teléfono con poca delicadeza y le dedicó un gesto de fastidio al cantante –. Parece que es importante – dijo agriamente, y se encaminó hacia el despacho a pasos grandes y molestos.
Shuichi lo miró un segundo mordiéndose el labio.
- ¡Maldito Thoma! – murmuró casi a punto de llorar, presa de la frustración y los celos – ¡Con lo cariñoso que está hoy Yuki! (Nota: Yuki cariñoso = no le ha sacado a patadas de la casa)
Tuvo ganas de encontrar un mazo muy grande para descargarlo repetidas veces sobre la cabeza rubia con sombrero de su jefe. Oh, pero Shuichi a veces puede ser muy cruel, sobre todo si se le fastidia un plan con su chico. Una idea maliciosa le cruzó por la cabeza haciéndole sonreír malignamente y cerró su mano en un puño jurando venganza de manera teatral.
- ¡Te arrepentirás de meterte entre MI Yuki y yo! ¡Te voy a demostrar quien puede más! ¡Jajaja, Seguchi vas a sufir! – se rió en la sala vacía antes de darse cuenta de que estaba solo y nadie podía escuchar sus feroces amenazas - Jo, esto lo tengo que repetir algún día cuando tenga público, ¡con lo chulo que me ha quedado! – murmuró para sí mismo con una sonrisa bobalicona.
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- Vale, ya estoy, ¿qué es eso tan importante? – se oyó la voz de Yuki por el auricular.
Thoma se sonrió reclinándose contra el respaldo de su cómoda silla de oficina. Si mantenía a Eiri el tiempo suficiente al teléfono, ese molesto cantante terminaría durmiéndose y no tendría que ver su estúpida sonrisita "post-coital" al día siguiente. O mejor, puede que el rubio se pusiese de mal humor y acabasen peleándose. Sería una gozada ver a Shindo llegar todo lloroso mañana berreando que su Yuki le había hecho dormir en el sillón.
Solo que...
Solo que no tenía nada importante que decirle. Pero Thoma improvisaba bastante bien, y se buscó un tema como el que no quiere la cosa.
- Es Mika, la noto muy extraña últimamente – dijo en tono fingidamente compungido.
Yuki resopló.
- ¿Y a mí que vienes a contarme?
Bueno, Thoma ya sabía del carácter de su cuñado, ¿pero no se pensaba interesar ni un poquito por su hermana?
- Verás, últimamente sale mucho y llega muy tarde a casa. Ha empezado a beber más de lo normal... – en realidad Thoma no estaba mintiendo, era algo que llevaba ocurriendo desde que se casaron, pero Eiri no lo sabía.
- ¿A dónde quieres llegar? – preguntó exasperado el escritor. En su opinión su hermana ya era mayorcita para hacer lo que le diera la gana.
- Creo que tiene un amante – dijo Thoma con voz rota.
Yuki se quedó de piedra.
- ¿Y eso que tiene que ver conmigo? – preguntó extrañado.
Thoma casi se calló de la silla por su indiferencia. ¿Es que no le preocupaba nada una posible crisis matrimonial? Aunque estaban lejos de estar de crisis porque lo del amante Thoma lo sabía desde hacía milenios y nunca le había importado un carajo, es más, el también tenía sus aventurillas por ahí. Lo que en realidad le molestaba era que Eiri no pareciese darle importancia a su supuesto estado de ánimo, pues se estaba esforzando mucho para darle un toque de desesperación a su voz.
- ¿Podrías hablar con ella? – pidió lastimeramente.
- Pues no – contestó el escritor con sequedad -. Ella puede hacer lo que le de la gana, no tengo por qué ir a decirle nada. Además, si tú no la dejas satisfecha y tiene que buscarse diversión en otra parte es tu problema, no mío ¿sabes?
Thoma hizo un puchero ante esa contestación.
- ¡Sí que la dejo satisfecha! ¡Soy genial en la cama, y cuando quieras te lo demuestro! – gritó exasperado. Se quedó mudo cuando se dio cuenta de lo que había dicho – Esto... quería decir...
- Lo que sea – dijo Eiri con desgana -. Mira, si lo que quieres es un consejo hazle un poco más de caso a mi hermana, que por lo que sé te pasas el día en la discográfica y ella se aburre como una ostra y no creo que...
Yuki interrumpió la conversación cuando escuchó unos timidos toques en la puerta. Sin necesidad de que dijese nada, Shuichi apareció en el umbral cargando un cojín entre los brazos y con su discman en una mano.
- Tú haz como si no estuviera, Yuki – dijo con una gran sonrisa, para a continuación acercarse a él y tirar el cojín a sus pies.
El escritor lo miró intrigado regresando su vista al cantante.
- ¿Qué se supone que estás haciendo, baka? ¿No ves que sigo al teléfono?
Por toda respuesta Shuichi le mostró su discman.
- Mira lo que he traído, así puedes seguir hablando con Thoma, que yo no me enteraré de nada.
Acto seguido se puso los auriculares y tras poner en marcha el aparato se dejó caer de rodillas en el cojín. Separó las piernas de Yuki ante la perplejidad de éste y sin ningún pudor le desbrochó los pantalones con rapidez.
- ¿Pero qué...?
- Tú relájate – recomendó el pelirrosa con una sonrisita pícara manipulando el cinturón.
El escritor pensó que le habían cambiado el amante. Shuichi no habría hecho algo parecido sin ruborizarse hasta las orejas y ahí estaba ahora, tan campante, escarbando entre sus boxers para buscar...
- Aaaaahhhh – gimió el escritor cuando Shu lo encontró.
Thoma, que al otro lado de la línea no se había perdido una palabra, se alarmó un poco con el gemido de su cuñado tomándolo por un signo de dolor.
- ¡Eiri-san! ¿Estás bien?
- Ooohhh, síiiii.... – contestó el escritor, que se tuvo que agarrar a los brazos de la silla para no caerse de ésta de la impresión. Se echó hacia atrás, recostando la cabeza en el respaldo y cerrando los ojos mientras una sonrisa se extendía por sus labios.
- ¿Estás seguro? – preguntó su cuñado desconfiadamente.
- Mmmm-hmmm... estoy en la gloria... – suspiró Yuki sin ser muy consciente de lo que decía.
Thoma entonces se empezó a hacer una idea muy aproximada de lo que estaba sucediendo en el estudio del escritor y no le gustó nada.
- ¿Qué me decías de Mika? – preguntó, intentando traer a la realidad al escritor y que éste dejase de prestarle atención a lo que fuera que estuviera haciendo Shindo.
- ....¿Mmmm?...aaaahhhh...¿A quien le im...po...oooohhh...orta? – logró decir Eiri entrecortadamente -...Ya... ya hablaremos otro día...aaaahhhhh.
El ruido del auricular al caer al suelo acompañó a Thoma en su rabieta silenciosa, porque sabía que los gemidos de placer de su cuñado solo podría escucharlos de esta manera.
Yuki se pasó una mano por los ojos intentando centrarse. Se inclinó hacia delante encontrándose con la erótica imagen de su amante satisfaciéndole y reuniendo todas sus fuerzas tiró de uno de los auriculares que taponaban sus oídos. Shuichi le miró confundido sin parar con lo que estaba haciendo.
- Ven aquí – logró decir el escritor tirando de él para que subiese a su regazo.
Shu no se hizo de rogar, pero se demoró un momento en deshacerse del discman y de sus pantaloncitos antes de poner una rodilla a cada lado de sus caderas y sentarse en sus piernas. Yuki besó con ansias sus labios enrojecidos logrando por fin que el chico se ruborizase.
- Yu...Yuki... ¿crees que la silla aguantará? La última vez crujió mucho... – preguntó con preocupación.
El escritor solo le contestó con un "hmmm" que podía haber significado cualquier cosa antes de quitarle la camiseta y arrojarla a un lado.
Thoma, que aún no había colgado porque estaba demasiado fascinado con los gemidos de su fantasía sexual, dio fe de que, por los chirridos, parecía que la silla estaba a punto de derrumbarse por la inusitada actividad que se veía forzada a soportar. El presidente de NG se mordió los nudillos con coraje sintiendo una extraña rabia por esa silla a la vez que se le revolvía el estómago escuchando al escandaloso Shuichi sollozando el nombre de su amante con placer. Thoma colgó el teléfono con más violencia de la que merecía el aparato mientras lágrimas de frustración bañaban su rostro y se contenía a duras penas de no hacer una pataleta al más puro estilo Ryuichi.
- Tengo que hacer algo con esto – decidió.
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Yuki aspiró lentamente el humo de su cigarrillo haciendo caso omiso de la mirada molesta de Shu, a quien no le gustaba nada que fumase.
- ¿Cuándo has aprendido a hacer eso? Que yo sepa cuando me marché no eras tan bueno – preguntó intrigado recostando la cabeza contra el borde de la bañera y dejando que el agua caliente relajase sus músculos.
Shuichi, sentado en el lado contrario, se entretenía en jugar con los dedos de sus pies, haciéndole respingar de cuando en cuando al hacerle cosquillas con la esponja. El chico sonrió entre avergonzado y orgulloso por haber complacido a su amante.
- He estado practicando – dijo con inocencia, sin percatarse de la mirada helada que le envió el escritor.
- ¿Cómo que "practicando"? – preguntó éste con un inicio de enojo, apartando su pie con brusquedad de las manitas delicadas de su amante - ¿Con quien has estado practicando eso?
Shuichi le miró confundido.
- Yo solo – confesó.
Yuki le miró incrédulo, preguntándose si su amante podía llegar a ser mucho más elástico de lo que había supuesto. Deshechando la idea con un movimiento de cabeza decidió aclarar posibles confusiones.
- ¿Estamos hablando de lo mismo? Ya sabes, cuando me has... – no hizo falta que terminase la frase, posiblemente porque simplemente con señalar su regazo Shuichi había comprendido perfectamente, a juzgar por el furioso rubor de sus mejillas.
- Sí, he practicado mucho para que te gustase. Llené el congelador de polos, y menos mal que no estamos grabando ningún tema ahora porque tengo un dolor de garganta... – ante la sonrisa de inocencia del chico, Yuki parpadeó incrédulo.
- ¿Helados? ¿Has practicado con... helados?
Shu le miró extrañado.
- Pues claro, ¿de qué otra manera se puede prac...? ¡OH! – se ruborizó aún más si cabe y sus ojos se abrieron enormes al comprender lo que seguramente había pensado su amante - ¿Pero cómo puedes creer que yo haría algo así? – soltó ofendidísimo, tirándole la esponja mientras Yuki se reía de él.
- ¿Pero cómo puedes ser tan baka? – preguntó el escritor muerto de risa.
Shuichi tardó unos momentos en darse cuenta de que se estaba riendo de verdad, a carcajadas, y aunque se riese de él no podía enojarse, pues era bastante infrecuente verle reír, mucho menos de una manera tan expontánea. Se quedó mirándole con embeleso hasta que el rubio le tendió la mano.
- Baka ven aquí, anda, te frotaré la espalda.
Shu no se hizo de rogar, moviéndose entre el agua para colocarse entre las piernas de su amante, recargando la espalda contra el pecho de él, con el corazón palpitándole muy fuerte. Yuki le besó el cuello haciendole estremecer entero mientras le pasaba la esponja por los hombros.
- Yuki... – suspiró el pelirrosa cerrando los ojos y relajándose contra su cuerpo.
No sabía qué le ocurría al escritor para estar tan cariñoso con él, pero desde luego pensaba disfrutarlo al máximo todo lo que durase.
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ALGUNAS ACLARACIONES:
No, Yuki no está enfermo, aunque os cueste creerlo sólo está siendo amable.
Contrario a lo que pueda parecer Thoma es un personaje que me encanta pero no he podido resistirme a joderle un poquito ..
Los nombres de los personajes los he sacado del anime, por eso el Eiri Yuki del manga en español es Yuki Eiri, que suena muchísimo mejor, ¿verdad?
Si estás leyendo eso ¿quiere decir que te has leído TODO el capítulo? Jo, que paciencia... Pues muchas gracias por haber llegado hasta aquí y seguir teniendo el ánimo suficiente para leerte estas chorradas.
Gracias y Besitos mil!!!
