Hola!

Sé que no tengo perdón por tardar tanto, pero como no me gustaba demasiado como me estaba quedando pues como que no me daban ánimos de seguir escribiendo. Afortunadamente ya he terminado con este capítulo, así que podremos pasar a cosas distintas y también a otros personajes (mi primera intención con este fic no es contar toda una historia, sino unas cuantas distintas y variadas) Bueno, no me voy a enrollar más, contestación a los revs.

Jakito, bueno, aquí hay lemmon aunque no me ha quedado demasiado bien. Supongo que no estaba muy inspirada que digamos, SNIF. Besitos mil.

Diora Whiten, me alegro que te esté gustando. La entrevista no es para tanto,en realidad, así que no pasará nada grave. Soy de España, y el manga lo edita Glénat (edicionesglenat.es) van por el 5º tomo. Supongo que en fnac.es podrás encargarlo por correo si te interesa mucho leerlo en español, yo te lo scanearía, pero no tengo scaner . Besitos mil!

nat-chan07, yo creo que Yuki es más sensible de lo que se muestra y Shuichi por supuesto que es un grandísimo hentai! En realida creo que el más fuerte de los dos es Shu, aunque se pase el día lloriqueando por los rincones. Beistos mil.

Anniky, me alegro de que te guste. Gracias por el mensaje, besitos mil.

lunawood, oyes que yo no tengo la culpa de nada! Es solo que la historia está muy bien y por eso engancha aunque me alegro de haberte picado la curiosidad lo sificiente para que Gravi gane una fan más, jejeje. Bueno, eso de que Tohma captó la idea... lo dejo a la imaginación de cualquiera. Sabe que no tiene que ser tan extramista, pero de ahí a que se resigne no se yo... Besitos mil.

Anniky, otra fan más pál saco! Muajajaja. Me alegro mucho de que decidieses buscar esta serie, porque de verdad que merece la pena, y sí, continúo con la historia. Gracias por tu mensaje. Besitos mil.

Bueno, esta es la tercera parte de "La entrevista, la silla...". El próximo capítulo ya no tendrá nada que ver con la dichosa silla.

Espero que no os desagrade demasiado. Besitos mil a todos!

LA ENTREVISTA, LA SILLA, EL SEXO Y SEGUCHI THOMA (III parte)

Tuvo que firmarle la revista a la kiosquera antes de que le dejase marchar. Por supuesto, también tuvo que soportar los repetitivos halagos sobre su aspecto y el de su amante en las dichosas fotografías que aún no había podido ni ojear, pero ya solo la portada le había impactado bastante.

- Se la he reservado expresamente – había dicho la mujer muy sonriente – A estas alturas no tiene que quedar ni una en la ciudad, he tenido que llamar para que me trajeran más.

Antes de marcharse había comprado un gran paquete de golosinas para asombro de la mujer, que nunca en su vida le había vendido otra cosa que no fuera tabaco.

Cuando llegó al apartamento abrió la puerta casi sin mirar, pues estaba bastante entretenido desenviolviendo el papel de una piruleta en forma de corazón que se le estaba resistiendo, así que le pasó desapercibido del todo el intento de seducción de cierto cantante con el pelo rosa chicle, que se había apoyado en la pared con aspecto insinuante y muy ligero de ropa.

Shuichi observó frustrado como su Yuki pasaba de largo ignorándole y soltaba su carga en la mesa enzarzado aún con la dichosa golosina. Shuichi se acercó a él con ojos llameantes para sorprenderse seguidamente de sus acciones.

- Joder, si esto es para niños ¿cómo puede ser tan difícil de abrir? – masculló el escritor tironeando del envoltorio con evidente mala leche. Shuichi casi se rió por su rostro enfurruñado. Con delicadeza le quitó la piruleta con dos dedos, sorprendiendo a su amante que no sabía que estaba tan cerca, la desenvolvió y se la ofreció de nuevo. En esos momentos daba la extraña impresión de que él era el más maduro de los dos.

Eiri se metió la piruleta en la boca visiblemente complacido sin echarle ni siquiera una mirada de reojo a Shu, que se había tomado la molestia de volver a ponerse la batita para él.

¿Has visto? Salimos en la portada – le dijo el rubio indiferente. Y siguió indiferente aún cuando Shuichi procedió a lamerle la oreja – Mmm, estamos desenfocados – dijo críticamente.

¡Yukiii¡Hazme caso!

- Pero si te hago caso – dijo Yuki ausentemente, al parecer ajeno a que tenía a un cantante colgado de su cuello mirándole con ojitos molestos – Mira, en esta salimos bastante bien.

¡Yuki, no intentes distraerme¡No siempre va a ser solo cuando tú quieras! Esta vez quiero yo y nada de lo que digas... ¡Uy, que guapo que sales! – se sorpendió al echar un vistacito, quitándole la revista a su perplejo amante.

Pasó las páginas mirando embelesado la imagen de los dos impresa a todo color, sonrojándose ligeramente al darse cuenta de que era la primera vez, desde aquella declaración pública tan expontánea, que aparecían juntos en los medios de comunicación.

Al llegar a la imagen en la que se miraban en silencio Shuichi estudió muy atentamente cada uno de los rasgos del escritor, emocionándose por la expresión que mostraban.

- Oh, Yuuukiiii – suspiró enternecido.

¿Qué? – preguntó el aludido a su espalda. Shuichi se sonrojó un poco más al darse cuenta de que se había olvidado de que estaba allí.

¿Sabes una cosa¡Voy a plastificar esta foto y la pegaremos en la puerta de la nevera para poder verla todos los días! – dijo emocionado abrazando la revista contra su pecho. No se amilanó ante la cara de horror de su amante, pero frunció el ceño al percatarse de algo ¿Por qué no tenemos más fotos juntos? Hacemos muy buena pareja...

Yuki gruño algo inentendible, signo más que evidente de que no sabía qué contestar, y le quitó de nuevo la revista a Shuichi para sentarse tranquilamente en el sillón a leerla.

¡La estaba viendo yo! – se quejó molesto, sentándose bien pegadito al escritor para poder ver también las fotos. Claro que entre lo sexy que salía Yuki en las fotos, lo cerca de él que estaba, lo condenadamente bien que olía y lo caliente que había dejado a Shuichi, el cantante pronto perdió interés en la revista y se dedicó a toquetear a su chico tímidamente, empezando por pasar los brazos alrededor de su cintura y darle pequeños besitos en el cuello y la mandíbula.

- Shu, ahora no – dijo Yuki indiferente sin apartar los ojos del artículo que había empezado a leer, quitándose la piruleta de la boca un momento para hablar mejor.

- Pero Yukiiiiii... – se quejó con un puchero.

- Espérate a que termine.

¡Ja! Para cuando tú termines yo tambíen habré terminado – rezongó cruzándose de brazos en actitud molesta.

Yuki le miró de reojo por encima de la revista, reprimió una sonrisa al verle todo enfurruñado y alargó una mano como el que no quiere la cosa para introducirla entre los pliegues de la batita de su amante.

Shuichi reaccionó exageradamente, como siempre hacía bajo su toque, aunque Yuki tuvo que aceptar que el chico estaba bastante excitado. Un simple roce bastó para que el cantante se acurrucara a su lado y le lamiese la oreja necesitadamente.

- Aaaahhh, Yukiiiii... – gimió entrecortadamente. Yuki jugueteó a rozarle distraídamente con las puntas de los dedos, sin llegar a tocarle nunca realmente. Sus caricias eran como plumas, y eso no hacía más que frustrar y excitar a Shuichi a un tiempo -. No seas malo – pidió besándole la mandíbula.

Yuki recuperó su mano para pasar la página de la revista y seguir leyendo, lo que hizo que Shu le mirase de mala manera.

¡Yu... Aaaahhhh! – esta vez el reclamo murió en sus labios, pues Yuki había asido firmemente su erección y empezaba a masajearla expertamente, haciendo al cantante retorcerse sobre el sillón – Yuuuukiiiiii...

¡Hum¿Cuándo dijiste eso de que "nos enamoramos a primera vista"? – preguntó molesto el escritor, sin tener en cuenta el estado de su amante, sonrojado hasta el extremo, sudoroso y suplicante - No recuerdo haberlo oído ¿Y de donde lo has sacado en todo caso?

¿Queee...? – preguntó Shu entre nubes de placer. Al ver la mirada dorada sobre él trató de centrarse, aunque era algo difícil pues la hábil mano del escritor seguía activa sobre su miembro -. Sssiii, puede que lo dijera... aaaahhhh... de todas maneras es... es la verdaaaaaahhhhh.

Eso no pareció agradar demasiado al rubio, que aumentó el ritmo de la fricción mientras recalcaba las cosas.

- Mira, baka, puede que en tu caso sea cierto porque soy indiscutiblemente atractivo¿pero quién demonios te ha dicho que estoy enamorado de ti?

El cuerpo de Shuichi se arqueó buscando más contacto con su mano mientras el chico prácticamente ronroneaba de placer.

- Aaaaahhh, Yuki bésame¡por favor Yuki!

El escritor esbozó una sonrisa maligna al ver los gestos desesperados de su amante, que se sujetaba de la tela del sillón como podía y apenas era capaz de mantener los ojos abiertos. Dios, le encantaba verle así.

- Creo que no te lo mereces – dijo malvadamente, haciendo que el chico abriese los ojitos suplicantes y tratase de incorporarse para robarle un beso.

Yuki mandó la revista a tomar por saco y se inclinó sobre él haciéndolo tumbar completamente sobre el sillón. Shuichi se retorcía y gemía descontroladamente, con los labios mojados y rojos, las mejillas coloradas, la frente sudorosa y el cuerpo tan tenso como un cable.

- Yuki te necesito – gimoteó desesperadamente, a lo que el escritor respondió tomando sus labios en un beso profundo a la vez que aumentaba sus caricias sobre el hinchado miembro haciendo explotar al chico en su mano con un gemido que acalló su boca.

Shuichi respiraba agitadamente contra sus labios, no queriendo romper aún el beso y sujetando a su amante por la camisa para que no se alejara de él. Pero Yuki se alejó de todas maneras y le pasó la piruleta por los labios para que Shuichi le diese unos insinuantes lametones como premio. Volvió a besarle, más ligeramente, esperando a que la respiración del chico se normalizase.

- Tú me quieres, yo sé que me quieres – logró decir el cantante cuando se calmó un poco, retirándose el pelo rosa de la sudada frente y ofreciéndole una sonrisa confiada al escritor -. Aunque nunca me lo hayas dicho, no me hace falta que lo hagas. Lo sé.

Yuki miró desconcertado a su amante, enrojeciendo bastante en el proceso. Desvió la mirada, tosió un poco y dijo cortante:

- Baka, te imaginas cosas.

Se levantó del sillón casi de un salto para recuperar la revista y encerrarse en su estudio a cal y canto. Shuichi le vio reaccionar con un poquito de melancolía en sus ojos violetas, pero no tardó demasiado en ponerse en pie sobre sus temblorosas piernas y se dirigió al cuarto de baño, donde se limpió el manchado estómago con un paño mojado lo mejor que pudo. Cerrando la bata descuidadamente sobre su cuerpo se acercó a la puerta del despacho con timidez.

- Yukiiii – llamó a la vez que tocaba ligeramente con los nudillos. No le llegó ninguna respuesta desde dentro -. Lo siento Yuki, pero sé que es la verdad. Si no me quisieras no seguiría aquí¿verdad? Me habrías echado hace tiempo – apoyó la cabecita contra la puerta – Yuuukiiiiii – llamó lastimeramente -. Tienes que quererme. Soy un baka ruidoso, molesto y malo en la cama, si no me quieres ¿por qué me soportas? – empezó a sollozar ahogadamente, presa de una gran angustia ante sus propias palabras y la falta de reacción de su amante.

Se escurrió hasta el suelo, donde se sentó rodeándose las piernas con los brazos y posando la cabeza en las rodillas. Lloró un ratito, lastimeramente, y decidió intentar otra cosa. Apoyó el oído contra la puerta, intentando captar algún sonido del interior.

- Muy bien. Me odias¿vale? Me odias muchísimo – sollozo -. Tienes razón, me imagino cosas¡soy un baka! Perdóname Yuki.

Sorpendentemente, la puerta se abrió y Shuichi, aún en el suelo, miró lastimeramente la alta figura de su rubio amante.

- Vas a coger frío ahí sentado – dijo el escritor algo indeciso, obteniendo una sonrisa boba por parte del cantante.

¡Has salido a buscarme! – dijo embelesado, apoyándose en el marco de la puerta para ponerse en pie.

El rubio, sonrojado, le miró con dureza.

¿Pero qué dices? Es que no he sacado mi portátil y lo necesito para trabajar – se excusó. Seguidamente, esquivando al cantante, fue hasta la habitación que compartían, donde había dejado el equipaje a medio deshacer y sacó una cartera acolchada del armario que estaba visiblemente vacía.

Shuichi, que le había seguido con carita de desilusión y en silencio, se dio cuenta enseguida y observó confuso como su amante, algo desconcertado, se hacía el distraído y se encaminaba de nuevo al despacho con la cartera en la mano. Shuichi volvió a seguirle y se asomó por la puerta antes de que el otro pudiera cerrarla.

¡Me has mentido! – acusó enfurruñado, señalándole con el dedo -. Mira tu ordenador está ahí encima¡no has salido a buscarlo!

Miró atentamente a su amante con el ceño fruncido esperando una explicación, pero Yuki se limitó a mirarle desafiante y encender un cigarrillo con toda la altivez que era capaz de reunir después de haber hecho el ridículo de esa manera.

- Yuki – dijo Shuichi cambiando su expresión por una que solo podía considerarse como desalentada -. ¿Por qué te portas así conmigo? – vocecita lastimera y unos enormes ojazos acuosos ¡Ya no sé que hacer para que estés contento¡No te entiendo! – llegados a este punto había vuelto a empezar a llorar, y al escritor le picaban los dedos por acercarse y estrecharle entre sus brazos para consolarle ¡Si no me hablas yo no sé lo que está mal!

Enterró la cara entre las manos para llorar desconsoladamente, con los mechones rosas cayendo desmañados sobre sus deditos temblorosos.

Yuki, sin resistirse a esa imagen, dejó el cigarro a medio fumar en el cenicero, se acercó reticentemente y rodeó el frágil cuerpo entre sus brazos, haciendo que Shu se refugiase desconsolado en su pecho.

- Soy yo el que está mal – pudo susurrar al fin, haciendo que su amante se apretase más contra él – Yo lo intento¿vale, lo intento, pero... – se pasó una mano por el pelo, despeinándose en un gesto de frustración - . Es difícil...

- Yuki¿tú me odias? – preguntó el cantante, su voz ahogada por la tela empapada de la camisa azul del escritor.

- No, no te odio – dijo Yuki acariciando esta vez esos imposibles mechones rosas.

¿Y me quieres? – no se pudo resistir a preguntar Shu, tensándose involuntariamente ante la posible respuesta. Yuki también se tensó, podía notarlo, pero el cantante se pegó aún más a él, si eso era posible, como intentando darle confianza.

Yuki suspiró, le frotó la espalda a Shuichi y puso los labios contra su pelo. Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para tratar de contestar a la pregunta, pero algo dentro de él se resistía tenazmente a que la palabra escapase de su boca.

- Es posible – dijo finalmente con aire derrotado, preguntándose si eso era realmente una contestación.

Shuichi se relajó visiblemente dentro del apretado abrazo.

- Eso no está mal – dijo algo más alegre -. No es un "sí", pero tampoco un "no"¿verdad?

Levantó la cara para mirarle con una sonrisa temerosa. Yuki le acarició distraídamente una de sus sonrosadas y húmedas mejillas haciendo que entrecerrase los ojos con mimo.

- No, no es un "no" – confirmó.

- Entonces está bien – dijo el chico sonriendo contento.

Yuki le miró un instante, viéndose reflejado en esos ojos amatista y pensando en cómo podía conformarse con tan poco. ¿Cómo podía resistir Shuichi a su lado con lo poco que le daba? No era amable con él, no era atento, solía gritarle, solía ignorarle y le hacía llorar con bastante frecuencia. Sabía que el chico no merecía esa clase de trato, sobre todo cuando solo trataba de hacerle feliz, tal como dijo antes.

- Shu-chan – susurró, evitando sus ojos, que ahora se habían fijado en él de manera solemne. Solo le llamaba así cuando tenía algo importante que decirle, y habitualmente solía hacerlo por teléfono. Nunca le había llamado así estando cara a cara, así que era bastante lógico que los latidos del corazón del cantante se desvocasen por un momento -. Tú... – suspiro -... tú me haces feliz – terminó confesando el escritor, volviendo sus ojos dorados hacia él.

Shuichi aspiró aire impresionado, reteniéndolo después para tratar de controlar un sollozo de felicidad. Su amante nunca le había dicho algo parecido, y posiblemente le había costado muchísimo hacerlo, así que le miró con ternura por un momento, para grabar esa expresión de su rostro en su memoria y se acercó hasta sus labios para besarlos con adoración.

- Tú también me haces feliz, mi Yuki – dijo entre besos, ahogadamente, mientras lloraba sin poder contenerse.

El escritor lamió sus lágrimas, pasando a la vez las manos por el interior de la bata, acariciando la delicada cintura del chico, que se pegó más a él suspirando. La prenda no tardó demasiado tiempo en caer al suelo para que el rubio tuviese mejor acceso al cuerpecito de su amante, quien se dedicó entusiasta a la tarea de desbrocharle la camisa mientras era conducido casi a tientas hasta la silla. Eiri terminó de quitarse la camisa de los brazos a la vez que Shuichi desbrochaba el cinturón del pantalón sin dejar de mirarle a los ojos. Los pantalones cayeron al suelo y el escritor los pateó lejos, inclinándose sobre el cantante para trazar un camino de besos desde su cuello hasta su ombligo. El chico gimió por la fricción de los dedos del rubio recorriendo su columna hasta llegar a sus nalgas. Las empujó hacia delante para tener mejor acceso al vientre del cantante con los labios, haciéndolo arquearse y hundiendo las manos en el pelo de su amante, dando ligeros tironcitos para hacerle desistir de su idea.

Eiri levantó la vista hacia él con una sonrisa sesgada.

¿No quieres? – preguntó seductoramente.

Shuichi no pudo evitar sonrojarse y negó con la cabeza mordiéndose sin fuerza el labio inferior.

- Quiero ser tuyo – dijo bajito, con los ojos brillantes y las mejillas coloradas. Eiri subió hasta sus labios y los tomó con pasión, hundiendo la lengua entre ellos para saborear lo que escondían.

- Ya eres mío – le hizo saber cuando sus largos dedos se abrieron paso en su interior con algo de dificultad, presionándole hacia delante, rozando su erección con la suya propia. Shuichi gimió deliciosamente, echando la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y un ligero jadeo, separando las piernas para permitirle mejor acceso.

- Pues... quiero serlo más... – logró decir, mirándole por debajo de sus pestañas, viéndose incapaz de abrir los ojos ante las sensaciones que el movimiento de los dedos de Yuki en su interior le provocaban.

Al escritor le encendieron sus palabras y atacó el cuello del chico con ardor, lamiendo y chupando la suave piel mientras su dueño no podía hacer más que quedarse colgando se sus brazos, disfrutando y suplicando. Yuki dejó el cuello y besó y lamió el interior de los brazos del cantante, encontrando deliciosa aquella suave piel y moviendo sus dedos con más profundidad, añadiendo un tercero para estirar más la cálida entrada, casi sin poder resistir un momento más para penetrarle.

Shu, acalorado y gimiente, aprovechó que su amante había dejado el cuello al descubierto para lanzarse sobre él como un vampiro, dándole el mismo tratamiento que había recibido de él antes aunque ejecutado con un poco más de torpeza, dejando señales que serían muy difíciles de esconder al día siguiente, pero sin importarle esos detalles por el momento. Llegó hasta su oreja y lamió el lóbulo, introduciéndolo en la boca para que Yuki notase su calor. El rubio, como siempre, respondió con un escalofrío de excitación y Shuichi, satisfecho, mordisqueó juguetonamente su objetivo antes de dejarle ir, contento de recibir un profundo beso a cambio en el que se ahogó por una eternidad.

Eiri tembló contra sus labios cuando Shu aventuró una mano al interior de sus boxer, bastante abultados. Se separó de su amante brevemente para deshacerse de la molesta prenda con ayuda de un entusiasta pelirrosa, que hizo el amago de ponerse de rodillas para atenderle. Por mucho que el escritor disfrutase la vez anterior de sus nuevas habilidades se vio obligado a impedírselo, pues no creía poder aguantar mucho ante esa visión y estaba deseando perderse en su interior.

Shuichi hizo un gruñidito de disgusto, mirándole con un pucherito que fue borrado de su expresión en cuanto los dedos de Yuki volvieron a iniciar su movimiento. A tientas, andando hacia atrás, el rubio consiguió llegar hasta la silla y dejarse caer desmañadamente. Sacó los dedos del interior del cantante, quien protestó ruidosamente por la pérdida, y ayudó al chico a subirse sobre él, haciendo crujir la silla peligrosamente.

Shu, sentado sobre sus rodillas, le besó largamente pasando las manos por su pecho desnudo, llegando hasta su erección a la vez que Yuki le acariciaba la espalda y las caderas perladas en sudor.

- Te quiero, Yuki – gimió el chico, antes de levantarse ligeramente y, ayudado de su mano, guiar el miembro del rubio hasta su entrada.

El escritor notó como se introducía lentamente en el cantante, quien había echado la cabeza hacia atrás gimiendo de dolor y placer. Una de las manos de Yuki abandonaron las caderas de Shuichi para recorrer su pecho lentamente, acariciando como de pasada uno de sus sensibles pezones, rozando su cuello y llegando hasta sus labios, donde los dedos fueron lamidos con ansias mientras los ojos violetas del chico volvían a hacer contacto con los suyos. Completamente lleno, Shuichi se inclinó hacia delante, apoyándose en el hombro del escritor con una mano a la vez que la otra acariciaba la palma que rozaba su barbilla. Sacó los dedos de su boca y buscó los labios de Yuki, que lo recibieron con estusiasmo, enredando sus lenguas con desespero y haciendo escurrir un fino hilo de saliva por sus barbillas.

Yuki utilizó su otra mano para acariciar la dureza del chico, quien gimió dentro del beso y no pudo evitar moverse ligeramente, cortando la respiración del rubio por un momento. Sus bocas se separaron, ambos estaban igual de jadeantes, aunque los labios de Shuichi mostraban su habitual sonrisa de embeleso, trastocándose en un nuevo gemido cuando Eiri aumentó el ritmo de su mano.

Sin poder resistirlo más, Shuichi empezó a moverse, iniciando un suave vaivén que les hacía desear más con cada nueva envestida. Yuki le marcaba el ritmo con cada caricia a su necesitado miembro y el cantante no podía hacer más que moverse contra él, buscando más contacto, cada vez más desesperado, haciendo crujir la silla de manera siniestra pero sin importarle realmente. Llegados a un punto, era Yuki quien se movía bajo él, levantándole con sus profundas embestidas a la vez que él intentaba empalarse más. Gotitas de sudor corrian por todo su cuerpo, escurriéndose algunas de su pelo para caer audaces sobre el húmedo pecho del escritor, quien miraba embelesado al chico que se alzaba sobre él, gimiendo su nombre sin poder contenerse y suplicándole más velocidad en sus caricias.

- Yuki... yo... yo ya...

El escritor intentó reunir la saliva suficiente para contestar, a la vez que aumentaba el ritmo tanto de sus caricias sobre el hinchado miembro como de sus movimientos dentro del pequeño cuerpo.

- Déjate llevar... mi Shu-chan – consiguió decir, notando que Shuichi volvía más bruscos y urgentes sus movimientos por segundos para terminar sobre su estómago con un gran grito que fue ahogado por los labios del escritor cuando le forzó a un beso exigente, manchándole los dedos a su amante con su cálido líquido y sollozando de alivio. La mano de Eiri abandonó su posición para sujetarle por una cadera, hundiéndose más en él mientras su otra mano se aferraba a los dedos ahora laxos del cantante, que no habían soltado en todo el tiempo. Seguramente gritó su nombre en su boca, pero no fue consciente de ello mientras sujetaba el cuerpecito sobre el suyo con fuerza y seguía besándole con fiereza, acallando su suspiritos y sus propios gemidos.

Suspirando largamente relajó todo el cuerpo, casi desplomándose en la silla y abrazando a un cansado cantante que se dejó caer contra su pecho, con su cabecita contra el mentón del escritor, de tal manera que si éste quería besar su pelo solo tenía que bajar los labios hasta los mechones rosas, ahora húmedos de sudor.

Fue ese momento que la silla eligió no aguantar más y enviarlos a los dos al suelo.

Después de haber llamado al timbre por más de diez minutos, siendo totalmente ignorada, Mika decidió hacer uso de la llave que Eiri le había dado para situaciones de emergencia. Vale que eso no fuera exactamente una emergencia, pero tenía a dos transportistas de la tienda con una enorme silla de oficina esperando detrás de ella a que alguien se dignara a abrirle la puerta, y no podía simplemente dejar la silla allí en medio.

Sintiéndose algo culpable sacó del bolso la plateada llave sonriendo a los dos hombres (uno de los cuales no dejaba de mirarle descaradamente las piernas) y abrió la puerta del apartamento de su hermano. Hizo un gesto a los transportistas para que pasasen y dejasen su carga en el comedor, sintiéndose una intrusa ya solo de llegar hasta allí. A Eiri no le gustaría nada saber que alguien había estado en su casa, pero al menos dejaría allí el encargo. Se sentiría demasiado entrometida si indicase poner la silla en el despacho de su hermano.

Despidió a los hombres con un gesto de la mano y miró el cómodo asiento, grande e imponente, de piel negra, igualito al que Tohma tenía en su oficina. Esperaba que Eiri dejase atrás su orgullo y aceptase ese regalo. Sentado ahí podría escribir más cómodamente que en el tasto que tenía la indecencia de llamar "silla".

Se dirigió a la salida sin apenas echar un vistazo al apartamento, pero justo cuando iba a cerrar la puerta a sus espaldas un fuerte ruido y un grito la sobresaltaron. Salió corriendo hacia el despacho de su hermano, segura de que de ahí había surgido el estrépito y abrió la puerta de par en par.

Se quedó con la boca abierta, las mejillas coloreadas y los ojos abiertos de par en par.

¿Es... estáis bien? – consiguió preguntar desviando la mirada con rapidez.

Porque tirados en el suelo estaban su hermanito menor y su ruidoso amante, totalmente desnudos y unidos por una parte que Mika se esforzaba en borrar de su mente.

¡Mika¿Qué haces aquí? – preguntó Eiri sonando realmente furioso.

Ella consideró que sería mejor explicarse cuando tuvieran un poco de ropa encima, así que intentó excusarse mientras Shuichi gritaba avergonzado y trataba de esconderse detrás de un también avergonzado Eiri.

Cerró la puerta sin saber si había podido hacer algo más que tartamudear estúpidamente y, recuperándose de la impresión, empezó a reírse por lo bajo, tapándose la boca con la mano para que su hermano no la oyese. Dejó libre su risa en el comedor, a la vez que se dejaba caer sobre el sillón divertida por la estúpida y bochornosa escena que acababa de presenciar, pero notó algo pegajoso pegado a su muslo y sin realmente querer hacerlo se levantó con rapidez y miró que era.

Una piruleta a medio comer. Con forma de corazón si uno tenía imaginación para distinguir la chupeteada forma. Con un gesto de asco Mika despegó la guarrería del sillón, donde quedó una pegajosa mancha al lado de una zona húmeda de algo que no quería ni imaginar y tiró la piruleta en el cubo de la basura, cogiéndola por el palo con dos dedos.

- Desde luego... ese cantante... tiene cada cosa de crío...

¡Que vergüenza, que vergüenza, QUE VERGÜENZAAAA! – gritaba Shuichi mientras peleaba contra su bata en un desesperado intento de volver a colocarla sobre su cuerpo.

Y Yuki estaba ahí, tan tranquilo, encendiéndose un cigarro aún sentado en el suelo totalmente desnudo. Aunque tenía un leve sonrojo en las mejillas no parecía demasiado afectado por la situación.

- Yukiiiiii...

¿Qué? – preguntó el escritor tranquilamente con una bocanada de humo.

¿Qué pasa con tu hermana? – preguntó casi a gritos el cantante, medio histérico y avergonzado hasta el extremo.

¿Como que qué pasa?

- Pues eso... ¡nos ha visto desnudos!

¿Y qué? Tampoco es para tanto... – dijo encogiéndose de hombros de manera indiferente.

¿Cómo voy a poder mirarla ahora a la cara? – se lamentó Shuichi cubriéndose los ojos con las manos totalmente avergonzado.

- Ve y averígualo – dijo Yuki levantándose con total tranquilidad. Shu apartó la mirada cohibido. Aunque había visto a su amante innumerables veces desnudo aún no podía evitar el furioso rubor que siempre acudía a sus mejillas al mirarle, y el que estuviese muerto de vergüenza no ayudaba mucho en esta situación. Yuki se acercó a él y le le vantó la barbilla con la mano para darle un besito ligero que dejó embobado al pelirosa -. Voy a ducharme.

Y se fue.

Shu tardó un poco en procesar la información.

¿Qué te vas a duchar¿Y qué pasa con Mika?

El escritor no contestó, posiblemente porque ya estaba en el cuarto de baño abriendo la llave del agua, pero Shuichi supo que tendría que hacerle compañía a su cuñada y casi estuvo a punto de ponerse a llorar de frustración.

Salió del despacho mirándose los pies descalzos, abrazándose protectoramente el cuerpo y con las mejillas ardiendo. Casi no se atrevió a levantar la vista al llegar a la sala.

- Eto... hola, Mika... – farfulló avergonzadísimo.

- Hola, Shuichi – dijo ésta de manera indiferente, encendiéndose un cigarro. Se parecía tanto a su hermano que en ocasiones Shu pensaba que estaba viendo a Yuki travestido. Sacudió la cabeza para intentar alejar ese pensamiento.

¿Te... te apetecería un té? – preguntó dirigiéndose con rapidez a la cocina casi sin esperar contestación. Le daba un poco de miedo quedarse con ella en la misma habitación, y seguro que Mika lo sabía porque le siguió hasta la cocina.

- Yu... Yuki se está duchando... ahora mismo sale – dijo Shu con una sonrisa forzada poniendo a calentar el agua. Mika asintió ausentemente mirándole de arriba abajo.

- Llevas una bata preciosa – observó¡De seda¡Y bordada a mano! – masculló más bien para sí. Shuichi sonrió un poco y no pudo evitar volver a sonrojarse.

- Me la ha regalado Yuki¿no te parece maravillosa? – preguntó emocionado mirándose los bordados y tocándolos con un dedito con temor casi reverencial.

- Parece una bata de novia – opinó Mika, haciendo que Shuichi se sonrojase todavía más, le brillasen los ojos de una manera cegadora y sonriese de manera tan boba que la mujer se asustó.

Para intentar que volviese a la normalidad procuró iniciar una conversación poco peligrosa sobre su próxima gira y no fue del todo mal. Quitando que el chico aún no la miraba, estaba muerto de vergüenza y la sonrisa tontorrona todavía no desaparecía, al menos ponía atención a lo que hacía, o eso pensaba Mika hasta que casi se hechó por encima el agua hirviendo para el té.

Cuando volvieron a la sala (Mika cargando con la bandeja de las tazas porque no se fiaba mucho del chico) Shuichi vio la silla.

¿Qué es eso? – preguntó con curiosidad.

- Oh, Tohma pensó que Eiri necesitaba una silla más cómoda – dijo Mika tratando de quitarle importancia.

Shuichi frunció el ceño.

- Qué casualidad. Se acaba de romper la otra – nada más decirlo volvió a sonrojarse intensamente y a darle una miradita de reojo a la hermana de su amante, que hizo como si no se imaginase cómo se habia roto la silla. Lo más sano era hacer como que aquello nunca había sucedido, sino la mujer tenía la impresión de que Shu cavaría un hoyo en la tierra para enterrarse y morir de vergüenza.

El chico miró criticamente en gran sillón negro desde todos los ángulos dejando bastante extrañada a Mika. Se sentó a tomar el té con una extraña expresión enfurruñada, pero no tuvo tiempo de preguntarle el por qué. En ese momento Eiri apareció en el salón totalmente vestido, con el pelo aún mojado y encendiéndose un cigarrillo.

¿Qué es eso? – preguntó extrañado señalando la silla con el cigarro.

- Un regalo – sonrió Mika levantándose para darle un beso a su hermano quien, extrañamente, no rehuyó el contacto aunque no le dio uno de vuelta ¿Qué tal el viaje?

- Largo, aburrido, cansado – dijo el rubio escuetamente. Mika frunció el ceño -. No me gustan esas giras promocionales. Cuando no estoy en reuniones, dando entrevistas o firmando autógrafos me tienen casi secuestrado en el hotel – refunfuñó.

¡Mi pobre Yuki! – exclamó Shuichi saltando del sillón para engancharse de su cintura. Eiri siguió fumando como si nada, como si el abrazo del chico no le restultase casi asfixiante.

Se desprendió de él con un poco de dificultad para ir a sentarse en la silla.

- Es cómoda – aceptó¿Y a qué viene esto, si puede saberse?

Mika se encogió dehombros.

- Tohma vio la entrevista... ¡Oh, la entrevista! – dijo con una gran sonrisa – no sabía que fuerais a hacer una.

- Shu no tenía que haber salido – explicó Eiri para extrañeza de su hermana, a quien nunca contaba nada – y además estaba prevista su publicación para la semana que viene.

¿Pero a qué salimos muy guapos en las fotos? – preguntó Shuichi con ansiedad infantil, sonriendo alegremente cuando Mika asintió.

- Tohma vio tu silla en esas fotos y se preguntó cómo podías escribir sentado en algo tan incómodo. Así que encargamos esta otra, que es mucho mejor para estar sentado todo el día como haces tú.

- Gracias – dijo Eiri con un asentimiento. Mika se quedó muda y miró a Shuichi como si él fuese a darle una respuesta, pero el chico miraba la silla con el ceño fruncido.

- Por cierto, Mika, tenemos que hablar – dijo el rubio seriamente. Mandó a Shuichi una mirada intensa y el chico se removió inquieto.

- Iré a darme una ducha – dijo un poco cohibido, saliendo de allí algo apesadumbrado y arrastrando los pies. Yuki le alcanzó al salir del comedor y le hizo dar la vuelta.

- Luego saldremos a comer – le dijo, dándole seguidamente un corto beso que hizo que el pelirosa recuperase la sonrisa y trotase hasta su cuarto en busca de la ropa que mejor le sentaba entre gritos de "¡Mi Yuki me lleva a comer fuera!"

Para dejar de escucharle y tener más privacidad cerró la puerta del salón.

- Ayer estuve hablando con Tohma – dijo sin más preámbulos, dejándose caer en el sillón y mirando a su hermana como con algo de reproche. Mika, intrigada, también se sentó cogiendo su taza de té para darle un corto sorbo.

¿Hay algo que quieras decirme? – preguntó al ver que él no continuaba.

- Tu matrimonio no va muy bien¿verdad? – preguntó de sopetón. Mika parpadeó sorprendida. Bueno¿a qué venía eso¿Desde cuando su hermano se preocupaba por su vida?

¿Qué quieres decir¿Qué te ha dicho Tohma para que me preguntes eso?

- Me contó algunas cosas... que no me gustaron mucho – la actitud del rubio era bastante extraña, parecía incómodo con la conversación y miraba a su hermana como censurandola – Dice que sospecha que tienes un amante.

Mika casi se largó a reír¿qué Tohma sospechaba¡Pero si lo sabia a ciencia cierta!

- También dice que has empezado a beber más de lo normal – siguió Eiri algo molesto porque ella no pareciese preocupada.

- Tampoco es eso – dijo Mika encogiéndose de nuevo de hombros -. Cuando salgo de cena con mis amigas tal vez vuelva un poco contentilla, pero de ahí a emborracharme va un trecho. Además¿a qué viene esto? Tú has saltado de cama en cama durante un buen tiempo y que yo sepa has estado a un paso del coma etílico unas trescientas veces¿no crees que no tienes derecho a reprocharme nada? – preguntó medio enfadada, medio halagada por la preocupación de su hermano.

- No tengo intención de reprocharte nada – bufó Eiri molesto -. Pero si no estás bien con Tohma deberías dejarle. No tiene sentido desperdiciar tu vida al lado de alguien a quien no quieres – sentenció.

Mika frunció el ceño extrañada por sus palabras. Después miró a la puerta cerrada de la sala y sonrió.

¿Has llegado a esa conclusión por algo en concreto? – preguntó con actitud resabia.

Eiri se removió incómodo en su asiento y enrojeció un poco. Para ocultarlo cogió la taza de té más cercana de la mesa y le dio un gran sorbo. Casi lo escupió sobre su hermana al darse cuenta de que era la taza de Shu, y por lo tanto contenía tanta azúcar que solo con olerla podrían salirle caries. "Este baka" pensó mirando el turbio líquido.

- Aquí estamos hablando de ti y de tu marido – dijo algo resentido, sin volver a mirar a Mika directamente -. Piénsalo. ¿Vale la pensa estar con él?

- Sí – dijo ella rotundamente, sorprendiéndole y haciendo que la mirase, encontrando que parecía muy segura de sus palabras -. Quiero a Tohma. Le quiero mucho. Puede que él no sienta lo mismo por mí, pero nos llevamos bien, nos comprendemos y nos compenetramos. Tal vez no seamos la pareja más enamorada del mundo, pero lo llevamos adelante. No creo que pudiera compartir mi vida con otra persona.

¿Y por qué tienes un amante? – preguntó Eiri confundido.

¿Y por qué no? A él no le importa... al menos no demasiado. Y a mí no me importa que se busque sus diversiones – dijo con indiferencia, aunque no era del todo cierto. No tendría ningún amante si su esposo estuviese en casa todas las noches, no le haría falta.

- Algo tiene que importarle cuando me pidió que hablara contigo – dijo Eiri duramente. Mika le miró soprendida.

¿Eso hizo?

- Sí.

La mujer frunció el ceño confundida, aunque no tardó en llegar a la conclusión de que Tohma lo había hecho por algún motivo. Si realmente estuviese preocupado habría hablado directamente con ella. Su relación era lo suficientemente abierta para que pudiesen hablar de todo.

- Es extraño – masculló casi sin darse cuenta.

¿Tu crees? – preguntó Eiri encendiéndose un nuevo cigarro ¿Extraño por qué?

Harta del tema, Mika decidió cambiarlo de manerla radical.

- Porque le has regalado una bata muy cara a Shuichi – dijo con inocencia, haciendo que su hermano se atragantase con el humo del cigarro por su inesperado comentario – Bordada a mano – puntualizó haciéndose la pensativa -. Cualquiera diría que te lo tomas en serio...

- ...

- Eiri¿te lo tomas en serio? – preguntó Mika con curiosidad mirando a su hermano intensamente. Eiri abrió la boca para hablar, de nuevo ruborizado, la cerró de nuevo, la volvió a abrir y dijo:

¿Quieres otra taza de té?

Mika le miró con decepción y declinó la oferta. Sería mejor que se marchase de allí. Tenía mucho en qué pensar.

Shuichi había puesto patas arriba la habitación, dejando ropa tirada por todas partes y tardando un montón de tiempo en decidir qué ponerse. Mirándole Yuki decidió que la espera había valido la pena. El chico había optado por un pantalón beis medio formal con una cazadora a juego y un suéter violeta que hacía resaltar sus ojos. Llevaba zapatillas deportivas, pero Yuki ya había aprendido que nunca podría hacer que se pusiese unos zapatos clásicos, simplemente no eran su estilo.

Estaba parado en medio del salón mirando de nuevo la silla que Seguchi le había regalado al escritor. No parecía muy contento con ella.

¿Qué pasa baka? – preguntó mientras terminaba de ponerse la chaqueta. Shuichi hizo una graciosa mueca y le miró con pinta de desamparado.

¿Tú crees que es una casualidad? Se rompe la silla y aparece Mika trayendo otra – frunció el ceño ¿Y has visto esa silla¡No sirve!

¿Qué dices? – preguntó el escritor acercándose para mirarla él también. La actitud enfurruñada de su amante estaba empezando a preocuparle – Es muy cómoda, claro que sirve, y Tohma tiene razón, si paso tanto tiempo sentado delante del ordenador lo mejor es que tenga algo cómodo.

- Claro, él siempre tiene razón – dijo Shuichi resentido cruzándose de brazos e hinchando los carrillos graciosamente ¡No sirve!

Eiri bufó exasperado pasándose una mano por los ojos y contando internamente hasta diez.

- Explícate.

El pelirosa le hizo sentar en la silla y se le quedó mirando con el ceño fruncido. Seguidamente, para sorpresa del rubio, intentó subir encima de él como tenía por costumbre, poniendo una rodilla a cada lado de sus caderas para sentarse sobre sus piernas, pero no tenía sitio donde colocarse. Se separó algo frustrado y volvió a intentarlo de nuevo con el mismo resultado.

¡No sirve! – casi gritó. Parecía a punto de echarse a llorar.

Yuki miró preocupado la silla en la que estaba sentado, alargó una mano hacia su amante y trató de sentarle encima suyo, pero Shu tenía razón, los reposabrazos no dejaban espacio suficiente para que él se apoyase con las rodillas, y estaban lo bastante altos para que le resultase incómodo pasar las piernas por encima. También, ya que estaba, el respaldo del asiento, alto y ergonómico, no dejaba que el chico pasase los brazos por detrás de su cuello.

Se miraron altamente frustrados.

- Se acabó el sexo en silla – dijo Shu con un puchero.

Yuki suspiró frustrado, miró la silla una vez más y volvió a coger a Shuichi por la cintura dándole la vuelta y haciéndole sentar de espaldas a él sobre sus piernas.

- Bueno, así no está tan mal – dijo poco convencido.

¡No! – dijo Shuichi intentando girarse, algo que no fue posible por la distribución del fastidioso cacharro -. Me gustaba más antes¡esto no sirve!

Yuki no le permitió bajase, sujetándolo firmemente contra su pecho. El pelirosa giró la cabeza para mirarle con algo de dificultad.

¿Yuki?

- Devolveré la silla – dijo solemnemente.

Shuichi casi se derritió.

- Yuuukiiiiiii...

- Le diremos a Tohma que es incómoda y compraremos otra.

Shu frunció el ceño, pensando en lo que Mika había dicho un rato antes. Tenía razón. Yuki pasaba muchas horas frente al ordenador y lo mejor era que tuviese algo cómodo donde sentarse. Con pena, sacudió la cabeza lentamente.

- No, déjalo. Es una buena silla. Quédate con ella.

Yuki le miró sorprendido.

¿Estás seguro? – preguntó. Shu asintió y le dio una sonrisita.

- Aún tenemos muchos sitios, no pasa nada.

Yuki le miró incrédulo por un momento. Después le abrazó brevemente y le dio un besito en el cuello antes de instarle a ponerse en pie.

Antes de salir del piso para ir a comer Shu le dio un último vistazo a la silla desde la puerta.

- Seguro que Seguchi lo ha hecho a posta – murmuró enfurruñado ¿Es que va a seguir fastidiándonos para siempre?

¡Baka, llegaremos tarde! – le llamó el escritor desde la puerta del ascensor.

¡Ya voy, Yuki! – dijo Shu cerrando la puerta a sus espaldas.

La inocente silla se quedó en medio del salón, a la espera de que alguien volviese y la colocase en su nuevo puesto, frente al escritorio del despacho.

¿Quién sabe? Tal vez Shuichi tenía razón y era una manera de Tohma de vengarse por haber escuchado sus juegos sobre la silla por teléfono.

O puede que simplemente fuera una coincidencia y Shuichi empezase a estar paranóico con el "asunto Seguchi".

¿Quién sabe?