Capítulo 2 – Primera parte
Tres años pasaron y Himeko no podía ver a Inuyasha tan seguido. Ahora se escapaba en las noches cuando podía. En una de esas escapadas Himeko le dijo a Inuyasha que pronto cumpliría 12 años de edad y que estaba contenta. Le contó que su padre le había dicho que seria un día muy especial para ella.
-Quizás me dará un obsequio- Himeko le dijo a Inuyasha. La noche estaba fresca y las estrellas eran las únicas que iluminaban el cielo azul oscuro. Era el primer día del mes en la cual la luna desaparecía.
-Inuyasha, no te gusta estar así ¿verdad- Himeko le preguntó mirando a un totalmente cambiado Inuyasha.
Su forma era la de un pre-adolescente humano. Estaba acostado sobre el pasto usando sus brazos para sostener su cabeza mirando hacia el cielo deseando que saliera el sol. Siempre le incomodaban esas noches. Era una experiencia muy diferente. Inuyasha se estaba acostumbrando a su nueva fuerza con el paso de los días. Por los últimos 3 años sentía que su parte monstruo incrementaba y le gustaba ese tipo de poder. Sin decirle a nadie a veces se iba al bosque para enfrentarse a pequeños monstruos para pelear. Inuyasha pensaba que la vida le había dado muchos golpes y que el también quería regresar unos de ellos. Temía que si le decía a Himeko, ella querría ir con el. El sabia que a su edad no era demasiado fuerte para poder protegerla si se les presentara un monstruo mas grande. Por esa y otras razones no le estaba gustando que su cuerpo cambiara. Muy adentro de su mente la idea no le parecía mal. Por una sola noche al mes se sentía mas cerca de su amiga.
-No te preocupes- le dijo Himeko y se levantó de su posición de al lado de Inuyasha. Sentada se volteó a mirarlo –Cuando sale el sol, vuelves a ser el mismo de siempre.-
Inuyasha volteó a mirarla a los ojos. Nunca pensó que podría confiar en alguien como lo hacía con Himeko. Inuyasha también observaba que Himeko había cambiado. Himeko se había dejado crecer el pelo hasta la cintura y en su rostro se empezaba a notar una madurez que era muy rara para su corta edad. Aunque Himeko se escapaba de la casa, el sabía que los entrenamientos de ella eran frecuentes y severos. Inuyasha en si mismo sabía que un gran poder estaba creciendo adentro de ella.
/No cambies Himeko, tu también sé la misma de siempre/ Pensó Inuyasha y se levantó del suelo. – ¿Cuando dijiste que cumplías otro año- le preguntó.
Himeko también levantándose le contestó –En tres días, esa noche vendré a verte otra vez- diciendo esto se echó a correr dejando a un Inuyasha confundido.
¡Oye¡Espera- le gritó.
Himeko riéndose volteó la cabeza y le gritó hacia atrás ¡Así como estas, quizás te gane por fin a correr!
Inuyasha hizo un mueca ¡Keh! Eso lo veremos - y se echó a correr a gran velocidad alcanzando muy pronto a Himeko que se había detenido en el borde de un acantilado para mirar el sol que empezaba a salir. Inuyasha ya cambiado en un medio-monstruo se detuvo a un lado de Himeko.
-Ves, Inuyasha es siempre Inuyasha- Himeko le dijo sin quitar su vista al horizonte.
En un cuarto con las ventanas cubiertas se encontraban dos personas hablando. Unas cuantas velas iluminando el cuarto. Aunque afuera el sol brillara, la luz no podía tocarlos. Las dos personas estaban hincadas mirándose frente a frente. Uno de ellos hincado sobre una pequeña plataforma indicando que su rango era dueño y señor del lugar. La otra persona vestía de sacerdote importante.
-Le agradezco por venir- dijo el señor. –Todo esta listo para que mañana emprendan el viaje-
¿La niña esta dispuesta- preguntó el sacerdote.
-Lo estar�- fue la respuesta del señor. –Mañana mi hija se irá con usted y regresará en tres años. Después de esos tres años será la ceremonia donde le otorgare mis poderes. Para ese entonces ella será fuerte y podrá proteger la Joya de las Cuatro Almas- Diciendo esto los dos hombres se saludaran inclinando sus rostros.
-Esta. Si. Esta- dijo Inuyasha arrancando una flor silvestre del campo. -No sé porque a las niñas le gustan este tipo de cosas. Después de todo es solo una planta- Inuyasha miro en dirección de un camino con una expresión determinada.
Hoy es el día
¡Keh-
-Burlar a los guardias del templo será fácil-
Inuyasha no sabía porque, pero tenía que ver a Himeko en ese mismo instante. Puso un pie delante del otro y empezó a caminar.
En un cuarto grande se encontraban el padre de Himeko, el sacerdote, y dos guardias que vigilaban la puerta. Hubo un toque a la puerta y uno de los guardia deslizo la puerta para rebelar a una hermosa niña vestida con un kimono que la hacia verse un poco mayor. Himeko saludó y después se hincó frente a su padre y lo saludó inclinando su rostro.
¿Me mandaste a llamar- preguntó Himeko con su rostro todavía postrado.
-Hoy es un día muy especial- empezó su padre a decir -Hoy emprenderás un viaje largo en donde ceras llevada a un lugar a terminar tu entrenamiento de sacerdotisa-
Ante esta noticia Himeko levanto el rostro y miro a su padre con sorpresa.
-Te quedaras allí por 3 años. Regresaras ya toda una sacerdotisa y cumplirás tu destino- término el padre de Himeko
Himeko no podía entender lo que estaba pasando. Al entrar pensaba que su padre la iba a felicitar por haberle estado obedeciendo estos últimos 3 años. Aun en contra de su voluntad ella entrenaba duro y seguía las órdenes de su instructor. Pero ahora le informa que hoy se iría. ¿A donde¿Por qué?
¿Que esperas- le dijo su padre -La carroza que te llevará se encuentra afuera y lista para marcharse. Viajarás en compañía del sacerdote que será tu maestro por los próximos 3 años y también tu dama de compañía hasta llegar a tu destino-
Himeko no podía creer que su padre fuera tan duro. ¿No le duele que me vaya? Su mente tan confundida buscaba algo en que poder aferrarse. Sentía que caía en un abismo y nadie la podía ayudar. No puedo irme pensaba tengo a alguien quien me espera.
Rojo y plateado.
¡Inuyasha! gritaba su mente. Himeko se dio cuenta de que no iba a poder cumplir su promesa de ver a Inuyasha esa noche. Y que su padre la estaba separando de él en contra de su voluntad. Himeko no podía mirar nada más. Solamente rojo y plateado. Rojo como el kimono de Inuyasha y plateado como el color de su pelo. Rojo y plateado.
Rojo y plateado.
-No -
Los labios de Himeko se movieron involuntariamente.
¡No iré- Himeko lo dijo mas fuerte.
El padre de Himeko se indignó mucho por la falta de respeto de su hija.
-Ya ha sido decidido- el padre dijo controlando su coraje ante su hija -no dejes quedar mal a esta familia-
¡Yo no pedí esto- Himeko peleaba contra las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos llenos de enojo.
-Y tu madre no pidió morir- fue lo único que su padre pudo decir ante la arranque de su hija -El sacrificio de tu madre no será en vano. Tu madre murió un poco después de que nacieras y su deseo antes de morir fue que te convirtieras en una sacerdotisa y la hicieras orgullosa de ti-
/Mam�/ Himeko sabía muy poco de su madre. Su padre nunca hablaba de ella y su hermano mayor…………su hermano mayor era otra historia. Todos le decían que su madre fue una hermosa y respetable dama que amaba mucho a Himeko. Nadie le había contado ésta historia. /Mamá murió por mi culpa/ una lágrima se le escapó de sus ojos. /Perdóname mam�/ mientras que más lágrimas decidieron seguir a la primera y corrían por sus mejillas.Ahora le importaba su madre y el sacrificio que hizo por ella. Himeko mordió su labio y con resignación inclino la cabeza dándose por vencida. /Cumpliré el deseo de mam�/
En realidad a la madre de Himeko le encantaba la idea de que su hija fuera sacerdotisa aunque lo único que quería era que Himeko fuera feliz. Aun ya antes de que Himeko naciera, su madre sabía que iba hacer una niña. Después de su muerte el padre de Himeko se encerró en si mismo. Se volvió en un hombre frío y sin compasión que no pudo consolar a su hijo mayor de nueve años que sufría la pérdida de su madre. El niño siguió creciendo sin el amor de su padre y de su madre, volviéndose rencoroso en contra de todos y especialmente de la pequeña niña que tomaba toda la atención.
Himeko era diferente. Aunque su padre casi no se ocupaba de ella y su hermano mayor la rechazara, ella había adquirido la personalidad de su madre. Alegre, dulce y querida por todos. La muerte de la madre de Himeko afectó mucho a su padre. En su mente el pensaba que si su amada hubiera sido mas fuerte ella estaría todavía con vida. Por esa razón se empecinó con la idea de su esposa de que Himeko se volviera sacerdotisa. Queriendo que su hija fuera fuerte para así no poder perderla a ella también. Aun más lo enorgullecía el hecho de que su hija fuera elegida para proteger la Joya de las Cuatro Almas.
Himeko levantándose pidió disculpas y el sacerdote también levantándose le habló a Himeko.
-No lo entenderás ahora, pero con el tiempo descubrirás el gran potencial que hay adentro de ti. Llegarás a convencerte que tu padre tomó una buena decisión y encontrarás tú verdadera vocación- diciendo esto se marchó del cuarto seguido por los dos guardias.
Himeko miro a su padre con entendimiento y se despidió de el dándole un beso en la mejilla. Su padre puso su mano sobre la cabeza de Himeko y cerro los ojos en de acuerdo.
continua a la segunda parte -
