Capitulo 2 – Segunda parte
Por la parte de atrás del templo/palacio se encontraba la escolta que se llevaría a Himeko. Habían varios guardias y servidumbre alrededor para despedir a la niña.
Himeko se sintió como una prisionera cuando miro la carroza en donde viajaría. Era una carroza normal y cómoda de las que se usaban en esa era, pero eso no le quitaba que era la que la iba a llevar a un encierro de tres años. Tres años sin ver a su padre, a su hogar y a Inuyasha.
/Inuyasha, lo siento/ pensaba Himeko /No pude decirte adiós/
A Inuyasha se le hacia raro que no había tanta gente como solía haber en las afueras del templo. Brincando de techo en techo se detuvo arriba del templo mirando hacia el patio de atrás del palacio.
¿Que esta pasando aquí- se preguntaba. Notó que había un par de caballos, una carroza y gente. También noto a Himeko a punto de subirse a esa tal carroza.
-Himeko¿a donde ir�- Inuyasha no entendía lo que estaba pasando.
Himeko volteo a mirar a su hogar por última vez y sus ojos borrosos de llorar notaron algo rojo arriba del techo.
Inuyasha………. ¡el vino!
¡INUYASHA- gritó Himeko con desesperación.
Aunque Inuyasha no entendía nada, la manera en que gritó Himeko le dio entender que algo no estaba bien. Saltó al suelo y se paró preparado para pelear si fuera necesario. Unos guardias, notando a Inuyasha, tomaron posición enfrentándolo.
-Maldito monstruo - dijo un guardia – ¿Que haces aquí-
¡Por favor no lo lastimen- Himeko les suplicó a los guardias.
-Es nuestro deber protegerla - exclamó el capitán que se había unido a los demás guardias.
Inuyasha quiso correr hacia Himeko pero uno de los guardias lo detuvo golpeándolo con un palo largo. Inuyasha cayó duro en el piso gruñendo y con coraje.
¡NO- Himeko corrió en dirección de Inuyasha pero dos guardias se pusieron enfrente de ella.
-No se preocupe pequeña dama, nosotros nos encargaremos de ese monstruo- le dijo un guardia.
-Inuyasha- Himeko empezó a llorar.
–¡Déjenme ir- le exigía a los guardias pero el capitán llegando la tomo del brazo cuando ella planeaba deslizarse dentro medio de ellos. Himeko miro al capitán, al que a veces la dejaba escaparse sin que su padre lo notara, pero esta ves el tenia la mirada firme y moviendo la cabeza le dijo que no.
Inuyasha oyendo el llanto de Himeko se enfureció y lanzo un ataque en contra del guardia que lo había golpeado. Con sus garras le hizo una herida profunda en el brazo derecho dejándolo sangrando en el suelo. Los guardias mirando esto acorralaron a Inuyasha para detenerlo.
-Maldito demonio, hijo de perra. ¿Cómo te atreves- le dijo un guardia mientras le daba un golpe en el estómago. Inuyasha maldijo y brincó para regresar el golpe pero algo duro y largo le pegó con fuerza en la parte de atrás de la cabeza dejándolo inconsciente en el suelo. Los demás guardias le empezaron a dar patadas y a golpearlo viendo ya que Inuyasha no podía hacer nada en contra de ellos.
¡Nooooooo- grito Himeko y una luz blanca salió de ella iluminando todo el patio. Todos al querer voltear para ver de donde provino la luz notaron que estaban paralizados. Himeko aprovechando esto corrió hacia Inuyasha. Hincándose frente a él tomó la cabeza de Inuyasha y la coloco sobre sus piernas.
-Inuyasha¿Estas bien- le preguntó a un golpeado Inuyasha, y vio que su amigo no le contestaba. Lo abrazó y empezó a llorar. Sus lágrimas se desvanecían en el kimono sucio de Inuyasha.
¿Qué sucede aquí- una voz fuerte y clara pregunto. El padre de Himeko había salido ante la liberación del poder de Himeko y miro un panorama no muy agradable. Todos estaban detenidos en maneras diferentes y nadie se movía. También miro a su hija hincada en el suelo abrazando a un monstruo.
Himeko volteo a mirar a su padre. –Por favor, no lo mates- con temor y con lágrimas en los ojos le suplicó.
Himeko sabía que su padre despreciaba a los monstruos y a Inuyasha aun más por ser medio-monstruo. En la manera que Himeko se lo había suplicado y ante la demostración del poder de ella, su padre accedió ante el deseo de su hija.
-Si quieres salvar su vida, márchate ahora mismo Himeko- le dijo su padre y levantando la mano les regreso el movimiento a todos.
Himeko regreso a ver a Inuyasha que todavía no despertaba y noto una flor al lado de el. Tomándola la acerco a su pecho y en voz baja le hablo a Inuyasha. – Regresare muy pronto - su voz alterándose – por favor……..no te olvides de mi- Diciendo esto, Himeko dejó descansar la cabeza de Inuyasha sobre el suelo. Se levantó y miró a Inuyasha por última vez, se dio la vuelta y corrió hacia la carroza. Entrando en ella se tiró a los brazos de su nana, como ella la llamaba, y empezó a llorar. Su nana la abrazó y le empezó a susurrar palabras y canciones como solía hacerlo cuando Himeko era una pequeñita y se despertaba en las noches llorando después de una pesadilla.
La escolta de Himeko silenciosamente empezó su viaje dejando atrás la escena que se había presentado.
El capitán, mirando que ya se habían marchado, volteó y le pregunto a su amo.
-Amo, que hacemos con esto- dirigiéndose a Inuyasha.
El señor miro a Inuyasha con desprecio. – Quítenlo de mi vista.-
-Como ordene usted- el capitán ordeno a dos guardias llevarse a Inuyasha y a otro a atender al guardia herido. Los dos guardias se dispusieron a llevarse al inconsciente medio-monstruo.
-Esperen- ordeno el señor y los guardias se detuvieron. El señor camino hacia Inuyasha y se detuvo enfrente de él. –Monstruos como tu no merecen tener el pensamiento de mi hija. Me ocupare de que nunca la recuerdes- y con esto el señor levanto la mano y cerro los ojos en concentración. Inuyasha empezó a brillar y de su cuerpo surgió una flor blanca transluciente. El señor encerró la flor en una esfera clara, y la tomó en sus manos haciéndola desaparecer. Se volteó y se marchó hacia el templo/palacio. –Sáquenlo de aquí- fue lo ultimo que dijo antes de desaparecer detrás de la puerta del palacio.
Los guardias cumpliendo sus órdenes se llevaron a Inuyasha a las afueras del pequeño pueblo seguidos por el capitán. Estando afuera el capitán les dijo a los guardias que lo cargaran aun más hasta donde se encontraba el gran árbol de manzanas y lo colocaran allí. Los guardias los hicieron así y dejaron a Inuyasha a un lado del árbol.
-No se te ocurra regresar- dijo un guardia y los dos se regresaron al templo/palacio dejando a Inuyasha solo.
Un viento suave empezó a soplar moviendo suavemente el pelo de Inuyasha. Su rostro ahora tranquilo y calmado daba la impresión que soñaba un sueño agradable.
Continuará ………………..
