Capitulo 3. - Liberación

-Si no te quedas un momento quieto no podré curarte ese ojo, Draco. Así que o dejas de quejarte o me obligarás a atarte a la silla.-Gruño Ron a la vez que volvía a pasar un paño mojado por encima del ojo morado de un reticente Draco Malfoy.

-Si tuvieras un poco más de cuidado, no me quejaría tanto. Cualquiera diría que encuentras un extraño placer en hacerlo lo más dolorosamente posible.-Refunfuñó Draco a la vez que se mordía el labio para no molestar más en su tarea a su compañero.

-Tal vez lo haga. Tal vez te este haciendo pagar todos los malos ratos que me hiciste pasar en el colegio.-Contestó Ron agriamente a la vez que se apresuro a cortar un nuevo discurso ofendido de Draco que mostraba su disgusto en sus ojos grises.-O tal vez este intentando ayudarte a curar ese maldito ojo.

-¡Ese maldito Black!.-Musitó Draco moviéndose instintivamente al sentir dolor en su ojo morado.

-Se acabó.-Gritó Ron tirando al suelo el paño furiosamente.-Si te duele te fastidias, pero yo ya no te lo intentaré curar.

-No me lo tendrías que curar si ese maldito pordiosero no me hubiese golpeado.-Contestó Draco levantándose furiosamente de la silla.

-A mi no se te ocurra gritarme Draco. Yo no tengo la culpa de que Sirius no te creyera. Debiste haber imaginado su reacción de Sirius al acusar a Harry de la muerte de Moody.-Dijo Ron levantando cada vez más su voz y encarándose al antiguo Slytherin.

-No fue solo Sirius el que no me creyó. Empiezo a pensar que nadie lo hizo.-Grito Draco apretando cada vez más fuerte sus puños.

-Draco...-Empezó a decir un ya furioso Ron, cuando un llanto lo sacó de su enfado y su rostro empalideció.-Draco, vamónos de aquí antes de que acabe con nosotros.

-¿Qué?.-Preguntó extrañado Draco viendo el cambio de la conversación y sin comprender a que se debía. Ron le cogió del brazo y le iba empujando hacia la salida de la puerta.

-¡Ronald Weasley!. ¿Qué crees que estas haciendo?. ¿Qué es este griterío?. ¡Has despertado a Harry y le has asustado!.-Gritó con terrible voz una mujer joven de largo pelo moreno, que llevaba  en sus brazos a un niño de un año de edad que lloraba desconsoladamente.

-Parvati...Yo...Lo sient...-Empezó a decir Ron nerviosamente, perdiendo toda la seguridad que hasta entonces tenía en su interior.

-¿Y que hace ese aquí?.-Siguió gritando Parvati, mientras acunaba al joven Harry cariñosamente, y fulminaba con la mirada a un sorprendido Draco.

-Yo también me alegro de verte Parvati. Siempre es un placer ser tratado tan delicadamente.-Dijo Draco de forma cortante y entrecerrando sus grises ojos.

-No me trates con tanta condescendencia Malfoy. Puede que hayas engañado al cándido de mi marido. Pero a mi no me la pegas.-Dijo Parvati acercándose a Malfoy y pegándole con el dedo extendido en el pecho.-Sigues siendo como tu padre aunque te intentes vestir con piel de cordero, e irás  al mismo lugar donde se pudre por tu culpa. Los Dementores se alegraran de tener a otro de tu familia para poder alimentarse.

Parvati le dio la espalda a un todavía sorprendido Draco, que temblaba de furia. El fantasma de su padre le seguía todavía. A veces se preguntaba de que le había servido unirse al lado de la justicia, nadie le perdonaba por su apellido. Ni siquiera el que hubiera enviado a su propio padre a Azkaban, le valió para algo. La comunidad mágica seguía mirando sólo el apellido y no a la persona que se escondía detrás. Todos los riesgos que había acometido en contra de los restantes mortifagos parecían no servir de nada. Todo el tiempo de investigaciones para encontrar indicios de que la oscuridad empezaba a crecer de nuevo no servía de nada. Para el resto de la gente solo sería un Malfoy. Draco se dio la vuelta rápidamente y se dirigía enfurecido hacia la puerta cuando una  mano lo agarró fuertemente de un hombro. Giró la cabeza y vio el rostro entristecido y preocupado de Ron. Todos no eran así. Ese pelirrojo que tenía delante, deteniéndole, había derribado las barreras del odio, y le había dado su confianza al principio y su amistad más tarde. Él, que debería odiarle más que el resto de la comunidad mágica, le había dado lo que más necesitaba, un amigo verdadero. Lentamente Draco se tranquilizó y se volvió a sentar dejándose caer pesadamente en la butaca que le había acogido antes.

-Tú me crees.-Dijo Draco pausadamente.-Todavía no lo admites, pero en el fondo me crees. Yo pensaba que tú, más que ningún otro me tildaría de mentiroso. Y en vez de eso, aquí estás ayudándome, intentando comprender como tu mejor amigo se ha podido convertir en un asesino.

-Todavía no se si creerte o no. Pero por lo menos te escuchare hasta el final y no cerraré ninguna de las posibilidades por extraña que parezca. Ya no eres el de antes y me has demostrado que puedo confiar en ti. Además que me sigue pareciendo extraño el hecho de que Harry desapareciese así sin más. Estaba muy dolido por la muerte de Hermione, parecía un fantasma errante, siempre tenía la mirada perdida. Las pocas veces que sonreía, era una sonrisa tan fría que te estremecías sin querer. No volvió a ser el mismo. Solo por eso creo que puedes tener razón. Pero prefiero investigar un poco por mi cuenta para ver que consigo sacar.-Dijo Ron viendo como Draco asentía pero no podía evitar sentirse defraudado.

-A ti por lo menos te escucharan. Pero date prisa Ron, recuerda que Harry sabe que lo he reconocido, y dudo que eso entrase dentro de sus planes, ahora irá a por mí. Tal vez ya me este siguiendo. Y después de ver lo que le hizo a Moody es obvio que su poder ha aumentado mucho. Quien sabe que habrá hecho durante estos años.-Dijo Draco nerviosamente mirando a su alrededor como si de cualquier sombra puede surgir una ataque.

-No estés asustado Draco, no hará nada tan rápido si ha esperado tanto tiempo.-Dijo Ron intentando tranquilizarlo.

-¿Y Por que no debería estarlo?. Aunque gritará por todo el mundo mágico que Harry Potter es un loco homicida nadie me creería. Me darían de lado solo por mi apellido, solo por defender a su reverenciado salvador. Hasta me atacarían como ya lo han hecho. Podría matarme delante de todo el mundo y no se si alguien intentaría detenerlo. No estoy asustado Ron, estoy aterrorizado, pero no voy a dejar que ese miedo me paralice. Mientras tu buscas las pruebas que necesitas para decidir si creerme o no, yo iré en busca de respuestas a las muchas preguntas que tengo.-Dijo Draco levantándose, dando a entender que la conversación había acabado.

-Quédate en mi casa. Aquí no correrás peligro de ningún tipo. No es ninguna molestia, lo sabes.-Dijo Ron levantándose a su vez y siguiendo a Draco hacia la entrada de la casa. Draco abrió la puerta y se quedo parado mirando al cielo que brillaba azul en ese momento.

-Te lo agradezco mucho Ron, pero no quiero que discutas con tu mujer por mi culpa. Además si me siguen no quiero llevarles a tu casa, me parece una irresponsabilidad haber venido ya. Pero como tu has dicho es poco probable que me haya encontrado tan rápido. Me mantendré en contacto, cuida de los demás, incluso de ese necio de Black.-Dijo Draco ofreciendo la mano a Ron en modo de despedida. Ron la estrecho con fuerza y se quedo en la puerta viendo como su amigo se marchaba a grandes pasos. Oyó como su mujer se acercaba por su espalda y le ponía la mano en el hombro.

-Siento haber sido tan dura pero sabes que no confió en él y aún no entiendo porque lo haces tú.-Dijo Parvati con el hijo de los dos en los brazos

-No importa. Ya que no confías en él por lo menos fíate de mi buen juicio. Confió en Draco Malfoy.-Dijo Ron mientras todavía miraba al frente. Parvati volvió a entrar en la casa dejando solo a su esposo.-Lo que es peor estoy casi seguro de que tiene razón, pero tengo que asegurarme.

No lejos de ahí entre unos árboles unos ojos amarillos observaban atentamente al preocupado Ron. Su bífida lengua se movía de arriba abajo sin parar. Cuando por fin Ron entró en la casa se movió, y cerró los ojos.

-Amo. Los he seguido como pediste. ¿Acabo con ellos ahora?.-Siseo la serpiente que en la lejanía había observado el encuentro entre Draco y Ron.

-No les hagas daño todavía. Quédate ahí y sigue al hombre que tiene el cabello color fuego, querida mía. Mantenme informado si hace algo fuera de lo común para ver a través de tus ojos. Pero ahora no me llames por lo menos hasta el anochecer.-Siseo a la vez un hombre moreno a miles de kilómetros de lugar. El hombre iba montado en una barca movida mágicamente hacia lo que parecía ser una isla rodeada de una densa niebla.

-Vaya sorpresa. No me esperaba que Draco y Ron fueran amigos. Esto se pone interesante. ¿Creerá mi viejo amigo que su antiguo compañero es un asesino? Pobre Draco, no sabe nada y va corriendo por ahí pensando que puede detenerme.-Dijo Harry mirando fijamente su objetivo. Ahí enfrente cerca de él se encontraba Azkaban, la prisión de los magos.

Un fuerte viento golpeó a Harry en el rostro mientras se adentraba a la niebla mágica que separaba la prisión de Azkaban del mundo Muggle. Las defensas de la prisión se habían puesto en marcha al notar el mal que anidaba en el corazón del antiguo Gryfindor. Estos hechizos fueron colocados por poderosos magos hace años, para evitar la intrusión de posibles atacantes. Si estas defensas eran derrotadas siempre quedaban los temidos guardianes de la mágica prisión, los Dementores. Huracanados vientos se formaron alrededor de la barca que empezó a moverse con violencia. Solo la magia de Harry hacía que el frágil navío que utilizaba no zozobrara con él en su interior. Por culpa de los bramidos de un mar enfurecido no se podía oír los gritos de la batalla que se libraba en las fronteras de la prisión de Azkaban. Varios minutos duró y por fin el mar se calmó, dejando paso a un exhausto Harry que estaba apoyado de rodillas encima de la barca. Había sido una prueba muy dura, una que pocos magos habían podido lograr, y aún no había terminado. Se obligó a incorporarse para no parecer débil cuando los magos que se ocupaban de controlar a los Dementores y alimentar a los presos lo avistaran.

Por fin después de tanto tiempo Harry pudo ver las enormes puertas de Azkaban, sus grises paredes se alzaban varios metros de alto, y en lo mas alto se podían ver unas pocas figuras que lo señalaban sorprendidos, y corrían por toda la muralla, para prepararse ante el inminente ataque. Harry sonreía para sus adentros, cerró sus ojos intentando concentrarse para poder llegar a las mentes que le abrirían la puertas de Azkaban. Eran unas mentes bastantes simples e irradiaban una malevolencia antinatural, pero no era nada comparado a lo que había visto en estos años. Habló con esas mentes de promesas de poder futuro, de alimento ilimitado, poco a poco fue apoderándose de las mentes de los guardianes de Azkaban.

-Así lo prometo.-Musito Harry entre dientes a la vez que levantaba su brazo derecho con la varita agarrada. De la punta de la misma salieron despedidas unas chispas rojas que parecían querer tocar las lejanas nubes. Todavía tenía los ojos cerrados, cuando los gritos de los magos que se habían estado preparando para su llegada, alcanzaron sus oídos. Una sonrisa cruel se dibujo en sus labios, mientras los gritos de dolor de aquellos que perdían sus almas alimentaba la suya perdida. Por fin abrió los ojos y vio como un mar de altas figuras envueltas por túnicas raídas y destrozadas, se alzaban contra los acorralados magos que inútilmente intentaban crear sus Patronus.

La batalla termino rápido, los Dementores lograron dominar a los magos que custodiaban Azkaban. Harry llegó a la orilla de la isla y descendió contento por su logro. Delante suyo las puertas de la prisión se abrieron, concediéndole el acceso al interior. Varios cuerpos con las miradas perdidas estaban tiradas en el suelo, en los extremos los Dementores miraban desde el interior de sus capuchas a un confiado Harry. El oscuro mago siguió su triunfal camino y entró al interior del edificio en el cual los antiguos servidores de Voldemort vivían, muriendo cada día que pasaba. Tras caminar por varios pasillos pudo ver un grupo de celdas, donde varios magos de ojos vacíos yacían tumbados en el suelo o en sus jergones. Harry no conocía a varias de esas personas, pero una melena rubia y despeinada se le hizo familiar.

-Escuchadme presos de Azkaban. He venido a liberaros de vuestra prisión para que os unáis a mi como en el pasado os unisteis al mago llamado Voldemort. Si no aceptáis mi oferta mis nuevos aliados sabrán muy bien que hacer con lo que queda de vuestras almas.-Dijo Harry en voz alta para que todos pudiesen oírle. Los presos giraron sus cabezas para posar sus ojos en la persona que ahora les hablaba. El hombre que Harry había reconocido se levanto y asió fuertemente los barrotes de su celda

-¿Por que deberíamos seguirte a ti, Potter?. A ti que provocaste la caída de nuestro señor. A ti por el cual muchos de nosotros hemos acabado en esta prisión infernal. ¿A que crees que estas jugando?.-Preguntó la rubia figura con desdén a Harry desde la puerta de su prisión. Muchos de los presos empezaron a murmurar, parecía que iban recuperando poco a poco la vida que les había sido sustraída durante años.

-Lucius, me agrada que me reconozcas. Es muy simple la alternativa a no unirte a mi sería la perdida de tu alma. Sabes que soy poderoso, ya que yo acabe con tu antiguo señor. Y particularmente a ti puedo darte algo que deseas. Te puedo dar a tu hijo. A los demás puedo daros la posibilidad de vengaros de un mundo que os ha olvidado.-Dijo Harry intentado hacer arder el odio en los corazones de sus interlocutores. Lucius se había quedado callado al oír el nombre de su hijo que le había encerrado en esa prisión.

-Nunca seguiré a un niño, a un estúpido niño que cree que puede jugar con una maldad que no comprende. Uno que no siente el mal en su oscuridad y el odio necesario para...-Empezó a decir un hombre de largo pelo blanco.

-¡Avada Kedavra!.-Dijo Harry apuntando con su varita al que le había hablado, el cual cayó muerto al instante rodeado de una luz verde.-¿Alguien más duda que posea las facultades para poder guiaros?.

Todos los presos se callaron durante un instante mirando el cadáver que ahora yacía en una de las celdas. Hubo murmullos asentimientos, y miradas aprobadoras. Lucius volvió a mirar de nuevo a Harry.

-Si me das la vida de mi hijo te seguiré hasta el final.-Dijo Lucius arrodillándose en su celda.

-Si me das la libertad, y venganza, te seguiré.-Dijo una mujer de largo pelo negro y con cierto aire de arrogancia que le recordaba a alguien conocido.

Así, uno a uno los mortifagos de Azkaban fueron arrodillándose ante Harry, que los fue liberando, y ofreciéndoles un traslador que les llevaría a su guarida. Harry paró a Lucius antes de que este tocase el traslador, diciéndole que un asunto requería su presencia, y que tardaría unos momentos en llegar. Cuando por fin todos se marcharon, Harry desapareció para volver a aparecer en la puerta de la casa donde vivía Ron. Vio en su cabeza su propia imagen reflejada en los ojos del espía que había colocado. Con la varita en la mano se acercó a la puerta de la casa y la voló en pedazos. Se oyó un fuerte ruido de zapatos que corrían para ver que pasaba. Ron apareció en el salón con su varita en la mano, y su rostro palideció al ver al que fue su mejor amigo. Harry sonrió ante lo desconcertado del rostro del pelirrojo.

-Hola Ron. Creo que me buscabas.-Dijo Harry disfrutando de cada palabra. Otro grito se oyó desde una de las puertas. Allí a lo lejos estaba la figura de la novia del colegio de Ron con un niño en las manos

-Parvati, vete de aquí. ¡Huye!. Hazme lo que quieras pero no mates a Harry.-Dijo Ron levantando tembloroso una varita que no duro mucho tiempo en su mano ante un rápido movimiento de Harry. Éste no prestaba atención a Ron y se dirigió a dónde se encontraba una Parvati paralizada.

-No, a Harry no, mátame a mí, pero no mates a Harry.-Suplico Parvati cayendo de rodillas a la vez que unas lágrimas caían por su rostro.

"A Harry, no, por favor, a Harry no". Esas palabras se habían clavado en su cerebro. A su cabeza venían imágenes de otra mujer que suplicaba por la vida de su hijo, otra que ofrecía su vida a cambio de salvar a su pequeño. Esa mujer era su madre. Harry se llevo la mano a la cabeza intentando sacarse esa escena de su cabeza pero no lo consiguió. No entendía el porque esa situación le impedía conseguir sus propósitos. Tal vez fuera el parecido con su propia vida lo que le impedía matarles,

-¡CRUCIO!.-Grito Harry golpeando a Ron con la maldición, el cual cayó gritando de dolor.-Esta vez no te mataré ni a ti ni a tu familia, pero si te vuelves a interponer en mi camino te mataré sin dudarlo.

Harry se alejó tambaleándose y desapareció ante los asustados ojos de Ron y Parvati.  Ron avanzó hacia su mujer y la abrazó con lágrimas en los ojos, pensando como era posible que una persona hubiese cambiado tanto. Ahora sabía que era más importante que nuca detener a Harry, pero tenía miedo por su familia. De todos modos debía avisar a la orden de esta novedad, decirles que Draco tenía razón.