Capitulo 4- Hogwarts

En verdad la charla con Ron no le había animado. Sabía que su amigo le apoyaba y comprendía, que incluso le creía. Pero él no podía quedarse quieto viendo como los acontecimientos se sucedían. No podía esperar a que sucediera una tragedia que hiciera que por fin todo el mundo creyera sus palabras. Necesitaba apoyo, eso estaba claro, había visto lo que podía hacer ahora Harry,  y sabía que en solitario no era rival para el nuevo Señor Oscuro. Caminaba por las calles del mundo muggle, que se le hacía tan extraño, pero era menos probable localizarlo entre tanta gente de eso estaba seguro. Probablemente él destacaría entre tanto muggle, pero también cualquier posible atacante. No sabía decidir cual debía ser su siguiente paso a seguir, no lo quería reconocer pero se encontraba muy perdido. Lo que estaba ocurriendo era demasiado para que una sola persona cargase con ello. No estaba siquiera seguro de que la unión en esta ocasión sirviese para algo. Maldito fuera Harry. ¿Por qué había tenido que elegir ese camino? ¿Por qué tenía que volver a poner al mundo en esta situación de nuevo, cuando había recuperado la paz?. Nunca le había caído bien ese maldito asesino, pero le agradeció de corazón que acabara con Voldemort. Sin querer Harry había librado a su más odiado enemigo de un futuro que aborrecía con toda su alma. Draco nunca había querido ser un mortifago pero no tenía elección por culpa del poder que ejercía Voldemort en su padre, y su padre en él. Cuando desapareció el antiguo Señor Tenebroso recuperó su libertad de elección, recuperó el control de su vida.  Le agradeció de corazón ese acto, se planteó incluso hacer una tregua en las hostilidades, pero Harry desapareció, y su vuelta traía de nuevo el horror. Por lo menos esta vez  él había elegido el bando en el que luchar. Aunque al parecer había elegido el bando perdedor se dijo mostrando una débil sonrisa y pasándose la mano por su rubio cabello.

Siguió sin rumbo fijo durante una hora, mirando en cada esquina alguna sombra que le siguiera. Definitivamente se estaba volviendo paranoico, tanto como Moody. Su rostro se ensombreció al recordar al viejo y arisco auror. Todavía recordaba su cuerpo colgado y salvajemente torturado. Pero lo que más le hacía estremecer eran los breves segundos en los que había mirado a Harry a los ojos. En esos ojos no había vida, ni sentimiento, solo destrucción y locura. Estaba convencido de que Harry había perdido la razón el mismo día en que Hermione perdió la vida. No conocía a Harry demasiado pero podía asegurar que desde ese día no era el mismo. Perdió la sonrisa y siempre estaba solo, cualquier intento de hablar era como hablarle a una pared. No se podía sacar nada solo una mirada perdida en el mejor de los casos. Draco sólo le vio reír una vez antes de que desapareciera durante tantos años, y esa sonrisa cruel y despiadada le dejo helado. En ese momento no supo si la había imaginado pero viendo como habían transcurrido los hechos estaba seguro de que no había sido así. La risa había sido tan real como que ahora el mundo mágico se enfrentaba a una nueva era de oscuridad proporcionada por la misma persona que les hizo recobrar las esperanzas. El mundo estaba loco. ¿El mundo?. No. Solamente Harry. Maldito fuera. No podía seguir así, necesitaba hablar con alguien en un lugar seguro, y descansar, también descansar. Había ya olvidado hace cuanto tiempo que no dormía relajado, sin pensar que en cualquier momento alguien acabaría con su vida porque sabía demasiado. Si seguía así acabaría con una crisis nerviosa o peor loco como Harry. Tal vez si se volviese loco pudiera entender el porque de sus motivos, cual sería su siguiente paso. Pero el gran auror estaba totalmente perdido en un mar de dudas, no entendía el juego que se mostraba delante de sus narices. Lo que era peor temía que cuando entendiese de que se trataba todo ya fuera demasiado tarde para reaccionar.

Quería gritar y golpear algo, pero no podía. Varios muggles le miraban como si de un lunático se tratara. No le extrañaba no paraba de rezongar en voz baja y hablar consigo mismo. Malditos fueran todos, ¿qué más le daba lo que pensaran esos muggles?. Lo miraban desconfiados, y no sabían que solo de que otro mundo desconocido creyera la palabra de ese demente, que señalaban, dependía su supervivencia. Una sonrisa arrogante afloro a sus labios, pero desapareció casi tan rápido como había aparecido. ¿Qué pretendía aparentar? ¿Qué no le importaba nada? ¿Qué no le importaba que ocurriera con esos estúpidos que aún lo señalaban?. No se podía engañar a si mismo, todos los riesgos que había corrido, todo el dolor, no lo había sufrido por el mundo mágico. También lo había sufrido por esas necias persona que no comprendían nada. "Igual que yo". Pensó mientras otra sonrisa irónica se empezó a formar  en sus labios. Tenía que salir del mundo muggle o acabaría perdiendo la cordura. Cansado, estaba excesivamente cansado. Con pasos calculados fue hacia la zona en que se encontraba el Caldero Chorreante, necesitaba sentarse un poco delante de una espumeante cerveza. Tal vez si tomará muchas podría olvidar que todo iba mal. Abrió la puerta del bar con su mente todavía llena de una desesperanza atroz. En el interior pudo ver a unos pocos magos que estaban centrados en sus conversaciones con una sonrisa en sus labios, desconociendo todo lo que ocurría. Draco se plantó en la barra donde Tom, el dueño del bar , se le acercó con una gran sonrisa en los labios.

-¿Qué quiere tomar esta noche señor?.-Pregunto con una cortesía que no se mostraba en sus ojos. Le había reconocido, y como era costumbre un Malfoy no era bienvenido desde la Muerte del Señor Tenebroso.

-Una cerveza, por favor, y esta vez procure que el vaso este limpio.-Dijo Draco recordando con mal humor la última vez que vino a beber algo con Ron al Caldero Chorreante. Tom sonrió más aun pero sus ojos no podían ocultar lo mucho que sus palabras le habían ofendido.

-Aquí esta su cerveza, espero que el vaso le parezca en condiciones.-Dijo Tom sin poder ocultar una malicia tremenda. Draco vio que el vaso que estaba delante de él era prácticamente espuma, pero por lo menos el vaso estaba limpio. Dio un suspiro, y se retiro a una solitaria y alejada mesa. Tras uno pocos sorbos decidió que era hora de marcharse y de no volver a ese bar,  el hechizo para dar mal sabor a la cerveza que había puesto Tom en su vaso era demasiado para su paciencia. Pero, ¿a dónde podía ir? Una idea se encendió en su cerebro y se recriminó el no haberla pensado antes. Iría a Hogwarts, ahí podría hablar con Snape, otra de las pocas personas a la que podía llamar amigo. Además que era uno de los pocos que le habían creído sobre Harry sin contar a Ron. Con una leve sonrisa Draco se levantó y desapareció del bar en el que no era bien recibido.

Draco apareció en los lindes de los terrenos de su antiguo colegio debido al siempre molesto hechizo que no permitía aparecerse dentro del colegio. Se cerró un poco la capa para que el frío que hacia en el colegio no le entrara hasta los huesos. En su precipitación no había cogido ropa de abrigo, olvidando lo alejado que estaba Hogwarts del Caldero Chorreante. Su respiración era entrecortada y se podía ver el vaho que se formaba delante de su boca con cada bocanada de aire frío. Draco empezó a avanzar hacia el colegio con rapidez , observando de pasada los pocos cambios que había sufrido Hogwarts. A veces añoraba ese lugar donde todo parecía tan sencillo, donde las preocupaciones no existían, donde estaban protegidos de la excesiva crueldad del mundo real. En estos terrenos Draco había reído alegremente, había tenido sueños esperanzados, había sido feliz en definitiva. Feliz. Que palabra tan poco adecuada para describir ahora su situación. Cuando ya llevaba unos cuantos metros avanzados pudo ver al lado de una cabaña a una persona de largo pelo negro, barba mal cuidada, y un tamaño descomunal. Era Hagrid, el Guardián de la escuela, antes había sido profesor, pero tuvo que ser destituido de su cargo, ya que desde la enajenación de Dumbledore se mostraba distante y en ocasiones hostil. Draco sabía que durante su época de estudiante no había sido justo con el inmenso profesor, y vio en los ojos que lo miraban entrecerrados que el su antiguo profesor no había olvidado aquellas situaciones. A pesar de perder su cargo como profesor Hagrid continuo siendo el Guardián, ya que nadie hubiera podido convencerlo de dejar Hogwarts y abandonar a Dumbledore. Hagrid parecía mantener que el antiguo director recobraría la cordura y todo volvería a ser como antes. Pero estaba equivocado, aunque Dumbledore se recuperase, ya nada volvería a ser como antes.

-¿Qué has venido a hacer aquí Malfoy?.-Gruñó Hagrid mirándolo pasar desde la puerta de su casa.

-He venido a ver al Director de Hogwarts, aunque no creo que sea asunto tuyo de todas formas..-Dijo Draco no pudiendo evitar el último comentario. No le había gustado como había sonado ese Malfoy, ese desprecio que llevaba implícito. ¿Siempre sería odiado por ser hijo de quien era?. ¿No había demostrado cual era su lugar al mandar a su propio padre a Azkaban? Parecía que no, nunca podría librarse de la sombra de su padre, era algo que poco a poco empezaba a asimilar pero aún le molestaba.

-Creo que Dumbledore no tiene nada que decirte.-Dijo Hagrid con voz profunda acercándose amenazadoramente a Draco.

-He dicho que vengo a ver al director de Hogwarts, no a Dumbledore.-Dijo Draco secamente, viendo como sus palabras  hacían estremecer al semi gigante .

-¡Ahh!. Ese director. Entonces ve a juntarte con ese personaje que cree poder sustituir a Dumbledore. Ve, y llévatelo de paso lejos de aquí.-Dijo Hagrid malhumorado viendo como Draco le daba la espalda y seguía su camino sin dignarse en darle una respuesta o contestación. Hagrid resopló fuertemente y entro en su cabaña cerrando la puerta con fuerza.

Draco siguió avanzando hacia el colegio mientras veía correteando a varios jóvenes alumnos, que aún con el frío habían optado por no permanecer dentro de los muros de Hogwarts. Mientras caminaba pensaba en como Snape había consentido que Hagrid continuase en el colegio, se notaba que la situación mental de Dumbledore le había afectado seriamente. No lo entendía, pero no cuestionaría las decisiones del Director de Hogwarts, él era uno de los pocos apoyos que tenía, aunque este mismo apoyo se debiera a la inquina que le tenía a Harry. Draco entró por las grandes puertas que daban acceso al interior del colegio y se fue  directo al despacho de Snape, sin desviarse ni hacer demasiado caso a los estudiantes que pasaban a su lado mirándolo con caras extrañas. Por fin llegó a su destino, tenía enfrente la estatua  que antes franqueaba el antiguo despacho de Dumbledore.  Dijo la contraseña sin tardar demasiado tiempo, fue una suerte que Snape diera la contraseña de su despacho a los integrantes de la Nueva Orden, sino se hubiera quedado mirando como un estúpido una inmóvil estatua. Subió por las escaleras con desgana, ese sentimiento le invadía siempre, pero procuraba no prestarle atención, como siempre había que seguir adelante. Era de los pocos que sabía lo que se avecinaba y no era el momento de sentir debilidad. Cuando terminó de  subir las escaleras llamó a la puerta y la conocida voz de Snape le dijo que podía pasar. Draco abrió la puerta y sentado en la mesa del Director estaba Severus Snape con cara preocupada estudiando una montaña de papeles.

-Veo que estas ocupado Severus. Si quieres puedo venir otro día.-Dijo Draco sintiéndose mal al no haber pensado que el Director de Hogwarts podía estar ocupado.

-No es algo que no pueda dejar para otro momento.-Dijo Snape mirando fijamente a los ojos de su antiguo alumno. No le gustó lo que vio, se veía a Draco extenuado, cansado tanto física como emocionalmente. Cargaba un gran peso encima, uno demasiado grande para ser llevado sólo a una edad tan temprana.-Deberías descansar más Draco, sino al final tu cuerpo no aguantará.

-Lo sé, lo sé. Pero no me puedo quedar quieto. Dormir es un privilegio que hace tiempo perdí.-Dijo Draco pasándose la mano por el pelo y sentándose cansadamente en la silla.-Estoy perdido Severus. No se que hacer. Sé lo que vi. pero nadie me cree. Miento, Ron  no sabe si creerme pero temo que cuando se decida sea demasiado tarde.

-Yo te creo, pero debes saber que demostrar eso será muy difícil. Potter es un héroe y los pocos que sabemos lo que es en realidad, no somos precisamente admirados.-Dijo Snape con una amarga sonrisa en los labios sin desviar su mirada ni por un instante de su interlocutor.

-Tú eres el director de Hogwarts. Siempre merecerás un respeto.-Dijo Draco sin comprender a que se refería Snape.

-¿Lo soy?. Sí, que lo soy, pero para muchos solo soy un maldito usurpador. Dumbledore todavía es recordado y para muchos yo no estoy a la altura del cargo. Aunque no sea algo que me preocupe demasiado.-Dijo Snape en un susurro apretando los dedos de su mano derecha en la mesa, con lo cual logró doblar varios de los papeles que estaba leyendo.

-Y yo soy un Malfoy, apellido odiado por casi todos en el mundo mágico. Vaya par de salvadores del mundo. Con el cariño que nos tienen sería una suerte que no se levantaran contra nosotros, pensando que así se libran del mal.-Dijo Draco con una sonrisa cínica en sus labios.

-¿Y si ocurriera eso?. ¿Y si el mundo mágico se alzará contra nuestra Orden, pensando que en realidad somos el enemigo?. A Potter, nuestro querido salvador no le costaría demasiado convencerles de ello.-Dijo Snape en una voz que casi parecía un susurro y viendo que sus palabras habían lastimado el ya de por sí maltrecho espíritu de Draco.-No te preocupes confío en que la gente en el momento definitivo no este tan ciega como para ver lo evidente.

-Eso espero. Estoy cansado ya de todo esto. De este secretismo, de este miedo, quiero poder retomar de nuevo mi vida, sin tener que preocuparme de mi espalda todo el tiempo.-Dijo Draco a la vez que se pasaba la mano por la cara con fuerza como si con ese acto pudiera arrancar de su ser todas las dudas que le atormentaban.

-Por ahora es necesario y lo sabes.-Dijo Snape mientras recibía una mirada de triste aceptación de su antiguo alumno.-Pero una cosa es cierta, estas demasiado cansado. Necesitas dormir, y no saldrás de Hogwarts hasta que hayas descansado. Cuando supe que venías hice preparar una habitación para ti. Un elfo domestico te estará esperando en el comienzo de las escaleras y te guiará hasta esa habitación. Duerme un poco tranquilo, nadie se atrevería a atacar Hogwarts...por lo menos sólo.

-Mañana seguiremos hablando, hay que empezar a decidir que haremos con todo este asunto.-Dijo Draco a la vez que se levantaba y estrechaba la mano de Snape. Bajó las escaleras y encontró al final de las mismas a un elfo domestico esperándole, tal como Snape le había dicho. El elfo le dirigió rápidamente por los largos y en ocasiones retorcidos pasillos de Hogwarts, mientras Draco pensaba en lo poco que había conseguido sacar en claro de la conversación con Snape. Éste parecía tan confuso como él, tan perdido, y ahora sus dudas se habían sumado a las que ya poseía antes de venir. Por lo menos descansaría algo, sin miedo, con tranquilidad, algo que por desgracia hacia tiempo que no conocía. Cuando por fin llegó al cuarto el cual había sido preparado para él, se despidió del elfo y se adentró rápidamente en su interior. Cuando vio la cama se lanzó sobre ella sin siquiera quitarse la ropa y se quedó profundamente dormido.

En el mismo instante en que Draco por fin lograba acceder al tan ansiado y necesitado descanso, una figura encapuchada se apareció en los lindes del colegio, no muy lejos de donde antes había aparecido el cansado auror. Harry Potter miraba con ojos entrecerrados el castillo en el cual había pasado tantos años de su vida aprendiendo los caminos de la magia, el lugar donde su poder empezó a crecer, el  lugar donde la perdió para siempre. Harry se estremeció sin poder evitarlo lo cual le hizo enfadarse consigo mismo, hacia ya tiempo que había dejado atrás esas debilidades. Ahora era fuerte, y con esa fuerza destruiría la esperanza del mundo mágico como le había sido arrebatada la suya hace tantos años. Empezó avanzar hacia el castillo con pasos precisos pero sigilosos, no quería que nadie le descubriese, no por lo menos antes de lograr encontrar la información que buscaba. Había empezado a atardecer y las sombras que precedían el comienzo de la noche le ayudarían en su objetivo. Un fuerte ruido a su izquierda le sobresaltó y maldijo el no haber contado con la presencia del guardabosques de Hogwarts que se dirigía hecho una furia hacia él. Nunca había visto a Hagrid en ese estado, tan furioso, no quería verse obligado a matarlo, todavía no. Su intención era pasar desapercibido y un enfrentamiento con Hagrid conseguiría todo lo contrario.

-¿Quién viene ahora a molestar a estas horas de la tarde?.-Rugió Hagrid con su potente voz esperando hacer estremecer de miedo a la figura encapuchada que se encontraba delante de él. El enorme guardián se quedó extrañado al ver como el mago vestido de negro no se inmutó en lo mas mínimo, y que solo lo miraba fijamente desde el interior de su capucha, que no dejaba ver nada de su rostro.

-Mi nombre no te incumbe, he venido a ver al Director de Hogwarts, no a intercambiar palabras contigo a no ser que me indiques donde se encuentra.-Dijo Harry secamente en un susurro casi inaudible a la vez que con disimulo su mano derecha había ido a parar al comienzo de su varita.

-Mucha gente viene a visitar estos días a Snape, y todos son igualmente maleducados. Dile a esa parodia de director…-Empezó a gruñir Hagrid cuando exasperado Harry le acalló con un movimiento de su mano izquierda, que era alargada y pálida, los huesos de la mano quedaban firmemente marcados.

-¿Snape?. He dicho que he venido a ver al Director de Hogwarts, al verdadero director. ¿Dónde esta Albus Dumbledore?.-Preguntó Harry impaciente intentado aplacar a duras penas las ganas de matar al Guardián de Hogwarts, pero prometiéndose a si mismo que le haría pagar por este retraso.

-¿Vienes a ver a Dumbledore?. Eso no es posible, ya nadie viene a verle, ni el recibe ninguna visita. Hubiera sido informado de ello. No eres bien recibido. ¡Márchate ahora mismo!.-Dijo Hagrid enfadado moviendo los brazos amenazadoramente, pero los detuvo al ver que el extraño se llevaba las dos manos a los bordes de la capucha.

-¿No querrá verme a mí Hagrid?.-Preguntó Harry con paciencia mientras se bajaba la capucha dejando que el semigigante viera el rostro que tanto había extrañado. Apenas reparó en los cambios evidentes que había en ese rostro, en la crueldad que sus ojos no podían ocultar. Harry mostró una inocente sonrisa, que era digna de un gran actor. De los ojos de Hagrid brotaban sendas lágrimas que descendieron hasta su hirsuta barba.

-¿De verdad eres tú chico?. ¿ Dónde te has metido estos años Harry?. Todos te hemos echado de menos. Dumbledore se pondrá muy contento al verte..-Dijo Hagrid con voz ahogada, dio unos pasos para poder abrazar al niño que tanto había querido cuando estudiaba en Hogwarts, pero se detuvo en seco al ver que una varita le apuntaba y que la sonrisa de Harry había desaparecido de su rostro.- ¿Harry?...

-¡Imperio!.-Dijo Harry apuntando al enorme cuerpo de Hagrid. Había decidido enseñarle su rostro para que sus defensas psíquicas estuvieran más bajas, y que de esa forma el hechizo fuera más eficaz. El rostro de Hagrid perdió en unos instantes toda expresión y Harry supo entonces que el hechizo había tenido éxito, aunque en ningún momento lo había dudado.-Te puedo asegurar que Dumbledore estará encantado de verme, durante los pocos instantes que le quedan de vida. Ahora dime donde se encuentra de una vez.

-Esta en la Torre Oeste, en lo más alto. Nadie puede verle, nadie tiene la contraseña para acceder a su cuarto solo la profesora McGonagall es poseedora de ella.-Dijo Hagrid con una voz vacía de sentimientos debido a la maldición a la que había sido sometido.

-¿Dónde esta McGonagall?-Preguntó Harry viendo que por fin avanzaba. Una parte de sí mismo quería ver si podía romper los hechizos que impedían el acceso a Dumbledore, pero se recordó a sí mismo que el sigilo era importante. Nadie debía enterarse de que había venido a Hogwarts.

-Se encuentra en su antiguo despacho.-Respondió Hagrid con su voluntad arrebatada por el hechizo de Harry.

-Bien hecho Hagrid, pensé que no podrías serme útil con ese cerebro tan oxidado que tienes, pero es curioso lo que uno puede llegar a equivocarse.-Dijo Harry con una gran sonrisa de satisfacción que hubiera puesto los pelos de punta al Guardián de Hogwarts si hubiera sido capaz de controlar su cuerpo.-Pero no puedo dejar que recuerdes mi visita. ¡Obliviate!.

Harry se cubrió otra vez el rostro con la capucha y emprendió de nuevo su camino hacia el castillo de Hogwarts. Dejo a Hagrid en ese mismo lugar paralizado por la maldición imperdonable, y sin recuerdo alguno de su paso por Hogwarts. Después de unas horas recobraría el control de su cuerpo preguntándose que hacia ahí parado. Pero para entonces ya sería tarde, sería tarde para todos, él ya habría logrado su objetivo. No pensaba que todo iba a ser tan sencillo, tal vez había sido demasiado cauteloso preparándose tanto tiempo, no parecía que nadie en el mundo mágico pudiese detenerlo. Tal vez los habría sobreestimado a todos. Que más daba, era mejor así, ya faltaba poco tiempo y el subterfugio por fin podría desaparecer. Por fin podría descubrir al mundo mágico a la terrible amenaza a la que se enfrentaban. Quería oler su miedo, su indecisión, ver como sus esperanzas iban muriendo con cada día que pasaba. Pero antes tendría que enfrentarse a McGonagall, y en su fuero interno sabía que ese encuentro no sería tan sencillo como el que había tenido con Hagrid. No era el momento de confiarse, de volverse un engreído arrogante, ya habría tiempo para ello. Si que lo habría, cuando el mundo estuviese sometido entre sus manos, entonces sería el momento de poder vanagloriarse, hasta entonces debía ser cauteloso. Hasta el podía fallar, ya lo había hecho. No había sido capaz de matar a Ron y a su mujer, todo por un estúpido sentimiento de reconocimiento, de paralelismo de su propia vida. La imagen de su propia madre que tantas veces había salvado su vida aún estando muerta, le había privado de sus deseos. Era algo con lo que no había contado y que tendría que meditar, pero ahora no, ya tendría tiempo para hacerlo. Cruzó las grandes puertas de Hogwarts sin que nadie lo viera y para asegurar que eso siguiera así, utilizó un hechizo de invisibilidad, que pocos magos podrían romper. Recordaba perfectamente donde se encontraba el despacho de su antigua profesora y no tardó demasiado en dar con él.  La puerta estaba cerrada, pero con un simple hechizo la abrió, a la vez que encontraba a su profesora sumergida en un número impresionante de pergaminos. Seguramente estarían de exámenes, pero eso no era importante, en cambio el hecho de que hubiese notado que la puerta se había abierto si lo era. Miró hacia el marco de la puerta donde no encontraba a ninguna persona y enarcó la ceja en signo de contrariedad. Harry cerró la puerta y sonrió cínicamente al ver el sobresalto que eso provocaba en su antigua profesora.

-Peeves, no estoy de humor, para tus bromas. Vete inmediatamente o tendré que comunicárselo al Barón Sanguinario.-Dijo McGonagall recuperando la calma y adoptando el tono estricto que la caracterizaba cuando Harry aún era estudiante. Aún no sabía a lo que se enfrentaba. Pronto perdería esa falsa calma que sentía. Con una palabra musitada Harry rompió el hechizo de invisibilidad, y apareció ante McGonagall como una estatua, vestida con negras ropas. Seguramente si hubiera aparecido con una guadaña en sus manos hubiera pensado que la muerte había venido a por ella, que de hecho era lo que había ocurrido. Él iba a ser su muerte, pero antes necesitaba información, con un poco de suerte seria menos terca que Moody, no quería tener que acabar con su cuerpo antes de destruir su mente. Tal vez pudiese actuar con ella como con Hagrid, todo era posible.-¿Quién eres?.

-¿Ya me has olvidado Minerva?. Creía que nunca podrías olvidarme. Acaso necesitas ver mi rostro para saber quien esta delante de ti.-Dijo Harry con voz dulce, a la vez que disfrutaba observando el desconcertado rostro de McGonagall. Dio unos pasos y se sentó en la silla que estaba libre enfrente de la profesora de Hogwarts que tan severa siempre había sido con sus alumnos. En el fondo se lo agradecía eso le había comprender lo importante que era tomarse las cosas en serio. Tal vez sin su forma de ser nunca hubiera logrado dominar todo el poder que tenía ahora en sus manos. Se lo agradecería sin lugar a dudas, su muerte sería rápida. Otros no gozarían de ese favor. Su capucha cayó y el rostro de Harry apareció en la sala, la cicatriz era visible entre los mechones de su pelo.

-Harry, pequeño, ¿eres tú?. ¿Dónde has estado durante estos años?. Hemos estado muy preocupados por ti.-Dijo McGonagall con un nudo en la garganta a la vez que tomó la mano de Harry entre las suyas. Pero al momento de hacerlo la soltó y se echó hacia atrás mirando con asombro a su antiguo alumno. Su mano estaba helada, no había ningún calor dentro de él, al igual que sus ojos no mostraban ninguna emoción. Sus ojos, como habían cambiado sus ojos, habían perdido todo el color, parecían sendos espejos que escondían el alma de Harry. En el caso de que ese ser pudiese tener alma, pero, ¿Acaso no era Harry?. Si, lo era estaba segura, pero algo le había pasado, se estremeció al ver esa escalofriante sonrisa en el rostro de ese chico tan valiente y alocado que había conocido. Un brillo siniestro se adueño de sus ojos y al momento una varita le apuntaba firmemente al corazón.

-Sería muy largo explicar donde he estado, y no tengo el tiempo necesario para hacerlo. Por favor, Minerva, hazlo fácil. No seas tan necia como Moody.-Dijo Harry fríamente a su antigua profesora que apretaba sus viejas manos con fuerza sobre los brazos de su silla.

-¿Tu le hiciste eso a Alastor? . ¿Fuiste tú el que le torturó de esa manera?.-Preguntó McGonagall con un miedo en su voz que no pudo ocultar y con el que Harry disfruto enormemente.

-Esperaba preguntas tontas de Hagrid, pero no de ti. ¿Acaso no has escuchado mis palabras?.-Dijo Harry con voz cansada a la vez que sus ojos se clavaban en los de su antigua profesora.-Pero no he venido a verte para un intercambio de opiniones, ni discutir sobre quien mató a quien. Quiero que me des la contraseña de acceso al cuarto de Dumbledore.

-Nunca haré eso.-Dijo McGonagall enfurecida a la vez que intentaba sacar su varita. Harry no hizo ningún movimiento ante el intento de defenderse de la vieja maga. Quería demostrarle lo impotente que estaba ante su presencia, que daba igual que estuviera armada o no, que al final el resultado sería el mismo.-¡Desmaius!

Harry hizo un movimiento con su varita y detuvo el hechizo sin siquiera levantarse de la silla. Al profesora siguió lanzando hechizos hasta que Harry finalmente se canso y con un rápido movimiento la desarmó y atrapó su varita. McGonagall se quedo petrificada al ver con la facilidad que Harry la había vencido, no entendía como su poder había podido aumentar tanto en tan poco tiempo. Seguramente nunca lo descubriría, solo sabía que para su antiguo alumno este duelo, por llamarlo de alguna manera solo había sido un juego.

-No te pongas en ridículo Minerva. Tú no puedes vencerme a mí. A mi que derroté a un mago cuyo solo nombre hacia estremecer de pavor todo tu cuerpo.-Dijo Harry con voz apagada a la vez que se levantada tirando al suelo la varita de McGonagall. Avanzó hasta donde la profesora permanecía aún sentada, y agarró su rostro por la barbilla con sus pálidas manos. McGonagall se estremeció al sentir sus manos heladas, sus dedos parecían querer clavarse en su carne y apretaba sin ningún tipo de delicadeza a la vez que no dejaba de mirar sus asustados ojos.

-¿Por qué haces esto Harry?.-Preguntó asustada McGonagall articulando con dificultad sus palabras debido a la fuerte presa de Harry en su cara.

-No es tiempo de responder esas preguntas. No te gustaría saberlo.-Dijo Harry con maldad mientras se agachaba y colocaba su rostro a unos pocos centímetros del de la asustada profesora.-Solo hay una pregunta que debe ser respondida ahora y es la que he formulado yo. No me obligues a utilizar el Veritaserum para hacerte hablar, peor aún  no me obligues a torturarte, puedo asegurarte que soy un experto en ello. Incluso Moody lloraba como un chiquillo cuando acabé con él. Ahorráte todo ese dolor, el resultado al final será el mismo.

-Te diré lo que quieres, maldito solo para saber que Dumbledore acaba con tu miserable vida. Ya no eres el Harry que conocimos hace tanto tiempo.-Espetó McGonagall con furia.

-No, no lo soy. Ahora puedes omitir los insultos hacia mi persona e ir a lo verdaderamente importante. No tengo todo el tiempo del mundo…todavía.-Dijo Harry soltando a la vencida profesora y alejándose unos pasos y dándole la espalda a McGonagall.

-La contraseña es "Oscuridad". Ahora vete de aquí y firma tu destrucción. Acaba de una vez.-Dijo McGonagall, mientras Harry se dirigía hacia la puerta.

-Será un placer acabar con esto.-Dijo Harry mientras se daba la vuelta para observar por última vez a su antigua profesora, esbozó una sonrisa inocente y con un movimiento de su varita dijo sus últimas palabras.-¡Avada Kedavra! .