Capítulo 7-Catherine.

El ambiente en el despacho de Snape era bastante tenso, en verdad aunque hubiese accedido a ayudar a este extraño grupo de magos, no tenía deseo alguno de hacerlo. Lo que iba a contar era demasiado personal para ella, era su vida, de acuerdo que implicase a ese asesino de ojos verdes, pero no por ello le parecía menor la intrusión a su intimidad. Viendo los rostros de sus captores, porque en realidad no podía darles otro nombre, vio la esperanza reflejada en ellos, una esperanza que apenas servía para ocultar el pánico que sentían. ¿Ahora sentían pánico?. No sabían para nada a lo que se enfrentaban, al poder que iban a intentar destruir. Ella lo conocía, lo había visto crecer día tras día, enorgulleciéndose de los progresos de su amigo en esos días. Esos días anteriores a la prematura muerte de su madre, en definitiva a su asesinato. Por una vez en su vida se había unido al bando de los que luchaban por la justicia, aunque por motivos bien distintos a los de sus compañeros. Era gracioso ver como ella que había estado toda su vida estudiando artes oscuras, y que podría recibir el apelativo de maga tenebrosa, se uniera a este patético grupo de bonachones. No sabía muy por donde empezar, en su mente sonaba claro que por el principio, pero ¿Cuál era el principio?. ¿Cuándo su madre y ella vieron por primera vez a ese pálido muchacho que parecía tan perdido?. Sentía seis pares de ojos fijos en su persona, la educada espera les estaba poniendo nerviosos, debía empezar a hablar.

¿Qué queréis saber exactamente?.-Preguntó Catherine a pesar de conocer la respuesta¿qué querían saber?. Todo, lo querían saber todo.

-Todo lo que nos pueda servir para conocer mejor al enemigo al que nos enfrentamos.-Dijo Draco suavemente intentando no mostrarse demasiado rudo, ya que parecía que a la joven morena le costaba contar esa parte de su vida. ¿Qué le habría hecho Harry a Catherine para que lo odiase con tal intensidad?

-En fin, supongo que todo empezó hace cuatro años y medio. Mi madre y yo buscábamos por el bosque que estaba cerca de nuestro hogar algunos ingredientes para pociones. Mi madre era una experta en ese tipo de cuestiones, bueno, en realidad era una experta en la magia general. Pero a diferencia de otros magos, prefirió vivir en el anonimato, apartada en un solitario hogar, era todo lo que necesitaba. De esa forma, mantendría sus investigaciones lejos de los ojos de los curiosos.-Dijo Catherine deteniéndose varias para poder observar las reacciones del resto de magos ante sus declaraciones.

¿Por qué quería mantener sus investigaciones en secreto?. Si era una bruja tan grande, sus estudios podían haber ayudado a muchos si hubiera buscado colaboración.-Preguntó Snape imaginado de antemano la razón de ese estudio clandestino.

-Podríamos decir que mucha gente no hubiera estado de acuerdo con el curso de dichas investigaciones.-Dijo secamente y suspiró ante la inquisitiva mirada de Snape.-Para vosotros mi madre sería una maga tenebrosa, a pesar de que nunca se unió al lado de Voldemort.

¿Y eso donde deja tus lealtades?.-Preguntó Neville sin poder evitar que en sus palabras sonase un tono de desdén que ofendió a Catherine en lo más profundo de su ser. ¿Quién se creía ese estúpido arrogante para poder juzgarla de esa manera?

-Soy una digna hija de mi madre.-Respondió Catherine desafiante no dejándose amilanar por la opinión que pudieran tener esos magos.

-Lo suponía.-Dijo Neville con una sonrisa en los labios, parecía estar complacido, en verdad no podía entender lo que pasaba por la mente de ese auror tan peculiar.

-Si eso os plantea algún problema, puedo dejar mi relato aquí mismo.-Retó Catherine con aire de suficiencia.

-No estamos aquí para juzgarte sino para saber algo más de todo este misterio. Hay muchas piezas en este rompecabezas que se nos escapan.-Dijo Draco tranquilamente sin siquiera mirar a Catherine, seguramente todavía estaría molesto por haber sido engañado tan fácilmente, pero a pesar de todo le había dado un voto de confianza.

-Como estaba diciendo antes de ser interrumpida, mi madre y yo solíamos buscar ingredientes para pociones en el bosque cercano a nuestra casa-Empezó a decir Catherine dirigiéndole una mirada enojada a Snape.-En una de esas excursiones, nos encontramos con un muchacho algo más joven que yo. Estaba muy pálido y daba muestras de no haber comido nada en varios días. No hizo ningún amago de acercarse a nosotras, y mi madre estuvo a punto de ignorarlo. Ojalá lo hubiera hecho.

Con cada segundo que pasaba contando sus recuerdos, las imágenes eran más claras, y las palabras salían sin dificultad. Parecía haber estado contando esta historia toda su vida, y el resto de magos no pudieron evitar la carga emocional que llevaba la historia. Casi podían notar el dolor emocional de esa bruja tan arrogante y pendenciera, y no pudieron evitar que sus corazones llorasen ante semejante dolor.

El muchacho los miraba con una mirada inexpresiva, se veía que necesitaba ayuda urgentemente, pero no hacia nada para pedirla. Se mantenía alejado y quieto mientras su sucio pelo tapaba parte de sus ojos. Aguzando un poco la vista pude ver que el chico usaba unas pequeñas gafas que casi no se mantenían en pie. Yo quería irme de allí en ese mismo momento y creo que mi madre quería lo mismo, no le gustaba la forma de mirar de ese muchacho. No había parpadeado una sola vez desde que lo habían visto aparecer, y podías sentir su intensa mirada clavada en los ojos. Mi madre empezó a andar, giró sus talones, parecía que por fin íbamos a regresar a casa, a alejarnos de ese misterioso muchacho. Pero para mi sorpresa en un movimiento increíblemente rápido se dio la vuelta y con la varita en la mano lanzó una maldición al muchacho. Éste ni siquiera se movió cuando el rayo escarlata paso a un centímetro escaso de su cabeza. No se molestó ni en mirar a donde había golpeado el rayo, solo observaba a mi madre, que sonreía abiertamente. En ese momento lo comprendí, mi madre había fallado a propósito , quería probar a ese mudo observador. Quería decir algo, preguntarle a mi madre el porque de sus acciones cuando ví como el muchacho había desaparecido. Ni siquiera le había visto mover los brazos para coger su varita y hacer el hechizo necesario para desaparecer. Miré a mi alrededor en un vano intento de encontrarle cuando note su presencia a mi derecha, en el lugar que se encontraba mi madre. El muchacho apuntaba con su varita a mi madre directamente al corazón, la miraba con la cabeza ladeada, y un extraña expresión, parecía totalmente abstraído como si en realidad su mente no estuviese en ese lugar.

-Si hubiera querido ahora estarías muerto.-Dijo mi madre con aire de seguridad sin dejarse intimidar por el joven que tenía su vida en su mano en ese mismo momento. Ante el comentarioél solo se encogió de hombros.

-No lo estaría. De hecho si tu maldición me hubiese apuntado, tú y esa muchacha que te acompaña, ya estaríais muerta. Muertas en la soledad de este bosque, no lloradas por nadie, ni nadie haría anda por encontraros. El crimen perfecto.-Dijo el muchacho con una voz tranquila y sosegada, rítmica, casi adormecedora, parecía que su propia voz tenía el poder de dominar a las personas.

-Eres demasiado arrogante para ser alguien tan joven.-Dijo mi madre con voz altanera y con un brillo intenso en sus ojos. Había visto pocas veces ese brillo en la mirada de mi madre, estaba feliz, había encontrado en aquel extraño y poderoso joven un reto a sus habilidades.

-No es arrogancia, sino poder.-Dijo el muchacho con una frialdad que hizo que se me erizasen los pelos de la nuca. Tenía una templanza absoluta, y un dominio perfecto de su estado de ánimo, parecía tenerlo todo bajo control. Que poco conocía a mi madre.

-El poder sin control no es nada. Es algo que ya deberías haber aprendido.-Respondió mi madre a la vez que en su mano aparecía una varita que se pegó a la nuez del hasta ahora impasible muchacho.

¿Quién ha dicho que no lo he aprendido?.-Preguntó el muchacho a la vez que se zafaba de la varita y desaparecía. Mi madre miraba con calma hacia los lados, pero era incapaz de esconder que a pesar de todo su aplomo , estaba nerviosa. Había que admitir que hasta ahora el muchacho había demostrado una fuerza, un poder impresionante , imposible para alguien tan joven. Era unos años menor que ella, pero era obvia que no tenía oportunidad alguna de vencerlo en ese momento. Por suerte era su madre al que luchaba en ese momento. Un enorme muro de fuego la sacó de sus reflexiones, de la nada una nube incendiaria se dirigía hacia su madre, la cual a duras penas pudo esquivarla. Aún desquilibrada lanzó un hechizo hacia su oponente, no pudo oír que hechizo era, seguramente su rival tampoco. Pero dio igual ya que esquivó el rayo agresor sin dificultad.-Fallas con demasiada frecuencia como para pretender darme lecciones sobre el poder.

¿Quién ha dicho que haya fallado?.-Preguntó mi madre con sorna al arrogante muchacho que enarcó graciosamente las cejas al oír un zumbido a su espalda. Giró la cabeza en el momento justo en que una gran piedra golpeaba su cabeza tirándolo al suelo, inconsciente. Había sido derrotado común simple hechizo convocador, después de una demostración tan asombrosa de poder, algo tan simple lo había derrotado.

¿Por qué elegiste ese hechizo precisamente?. Era demasiado peligroso. Si no hubiese funcionado te hubieras visto en serios apuros.-Dije intentando que no se vislumbrase mi miedo, mi madre no hubiera permitido esa demostración de emociones. Las emociones siempre eran un rival en un duelo, y rara vez un aliado.

-Para demostrar al joven mago que el poder sin control no es nada. Si no lo hubiera comprobado en sus propios huesos jamás me hubiera creído. De esta forma seguro que no le importará acompañarnos durante un tiempo en nuestro pequeño hogar. Puede que por fin haya encontrado a alguien digno de enseñar.-Dijo mi madre con un tono despreocupado, sin saber, sin sospechar siquiera que sus palabras me habían herido en lo más profundo. Veía al muchacho tumbado en el suelo, con la sangre recorriendo su frente, y solo tenía deseos de acabar con lo que acababa de empezar mi madre.-Ahora déjame espacio para que podamos transportarlo a casa antes de que despierte. Es mejor tenerlo en un terreno conocido por si no le hace gracia haber sido derrotado.

Ví como mi madre llevaba a rastras con un hechizo al joven inconsciente con una delicadeza que no podía recordar, y de nuevo una sensación abrasadora se apoderó de mí, odié al muchacho, tenía celos de él, del trato que le dispensaba mi madre, un trato que nunca había utilizado conmigo. Llegamos a casa y mi madre pasó a cuidar con esmero y delicadeza al mago que ella misma había herido, le hablaba en susurros, mientras yo esperaba fuera con emociones cambiantes. Dio igual, al final se recuperó, mi madre me llamó después de dos horas para que trajera algo de agua fría. A regañadientes la obedecí y pude ver por primera vez los ojos del mago, unos ojos de un color verde tan intenso, que casi sentí que mis piernas temblaban. Su mirada tenía una intensidad que nunca había visto en otra persona, pero había algo detrás, algo que aún no era capaz de definir, un vacío, una frialdad, una negrura, que me atrajo aún más. Sus ojos me enamoraron en ese primer encuentro y todo mis celos desaparecieron en ese mismo momento. Lleve tímidamente el agua hasta el mago que no apartaba esos perfectos ojos de mí, baje la mirada para no verlo de nuevo, segura de que si lo hacía me derretiría ahí mismo.

¿Cómo te llamas jovencito?.-Preguntó mi madre que miraba con ojos curioso al desconcertado mago que aún no sabía muy bien como había acabado en esa situación. Se ajustó las gafas y miró fijamente a la bruja que le había hecho la pregunta, a la bruja que le había vencido a mi madre, y esbozó una ligera sonrisa.

-Me llamo Tom. Pero ahora estoy en desventaja ya que no sé su nombre bella señora.-Dijo educadamente Tom, a la vez que su sonrisa se hacía radiante. Mi madre pareció no dar importancia al piropo lanzado, pero el ligero rubor en sus mejillas, desmentía su intento de una frialdad que no sentía. El mundo se me cayó encima en ese mismo instante, mi madre parecía atraída por aquel jovencito, por aquel mago que podría ser su propio hijo. Mi madre parecía sentir algo por la persona que había levantado en mi interior sentimientos que no creía posibles.

-Me llamo Adela. Estas en mi casa, y esta de aquí es mi hija Catherine. Eres un jovencito extraordinariamente fuerte, pero te queda mucho por aprender.-Dijo mi madre regañando al ahora avergonzado Tom.

¿Y quién me va a enseñar?. ¿Tú?.-Preguntó Tom intentando sobreponerse de la vergüenza inicial.

-Obviamente lo haré. No creo que puedas salir al mundo tan mal preparado.-Dijo mi madre con voz alegre viendo que sus intenciones habían sido tan rápidamente entendidas.

Después de ese primer día mi madre acogió a Tom bajo su regazo, le enseño muchas de las cosas que sabía. Le enseño que muchas veces el hechizo más poderoso no era el mejor, a calcular mejor las situaciones. Pero también se guardaba muchas cosas que el joven mago ansiaba saber pero mi madre no estaba dispuesta a dar. Con el paso del tiempo, el poder de Tom crecía y crecía, y lo que era más importante su control sobre el mismo, sus emociones ya no eran un impedimento en su magia. Pero el progreso más grande del muchacho era en el corazón de mi madre, poco a poco logró llegar al alma de mi madre. Y ella ciega, le enseñó aquello que poco tiempo antes se había negado, estaba sacando todo lo que podía de mi madre y en esos momentos yo no sabía distinguir quien era maestro y quien el alumno. Yo todavía seguía enamorada de él, a pesar de que nunca le dijera nada, mi madre parecía tan feliz, que yo no era nadie para interponerme en su felicidad. Todo pasó una noche como cualquier otra, había salido de casa a pasear cuando lo ví a la salida de la casa, llevaba una pequeña mochila a la espalda, y estaba quieto esperando algo o a alguien. Se iba, se iba, y al notar su mirada posada en mi entendí que me esperaba a mí. Me estaba esperando para despedirse, tal vez para pedirme que me fuera con él. Mi corazón latía desbocado y me acerqué cauta sin atrever a romper el encanto de la situación. Poco a poco según me iba acercando pude ver más claramente su conocido rostro bajo la luz de las estrellas. Pero había algo cambiado, algo que no había visto hasta entonces, una cicatriz en forma de rayo se encontraba en su frente. No podía ser, solo una persona podía tener esa cicatriz, pero era imposible que ni mi madre ni yo la hubiéramos visto antes. Ese mago que estaba ahí a unos pocos metros de mi era Harry Potter, aquel que derrotó al Señor Tenebroso, no era el Tom que había conocido y amado y secreto, el Tom que nos había mentido. Una pequeña duda se abrió paso en su mente¿Cómo había sido posible que mi madre venciese a aquel que había derrotado al temido mago oscuro?. La respuesta fue clara y reveladora en mi cabeza, había sido una farsa, se había dejado vencer, para poder aprender lo que una gran bruja como mi madre le podía enseñar, todos los secretos recopilados durante la larga vida de mi madre. Lentamente y aún conmocionada levanté la varita y le apunté a pesar de que mi brazo temblaba de puro terror.

¿Qué ocurre Catherine¿Por qué me apuntas con tu varita?. Creí que me querías.-Dijo con sorna Harry a la vez que lentamente avanzaba hacía mi, sentí su fría mirada, y los ojos que meses antes me habían enamorado, ahora solo me daban repulsión.-Yo bajaría tu varita, de todas formas, no te valdría de nada.

-Tu nos engañaste. Utilizaste a mi madre, para que te enseñase todos sus secretos. Te matará por esto.-Dije intentando que mi voz no sonase como un chillido desesperado, pero no lo conseguí, y pude ver con terror como avanzaba hacia mi.

-Dudo mucho que tu madre este ahora mismo en condiciones de hacerme nada. Es una gran maestra, me ha enseñado muchas cosas, y no sólo me refiero en el campo de la magia.-Dijo cruelmente Harry mostrando un rostro que estaba dominado por un odio tan intenso que podía devorar por dentro a una persona. Tal vez ya había devorado el alma de Harry, tal vez su cordura, tal vez las dos cosas, pero eso mismo ahora daba igual. Mi cerebro por fin procesó las palabras del supuesto héroe del mundo mágico, y supe a que se refería antes de que cruelmente sentenciará el destino de mi madre.-Tu madre ya esta muerta joven Catherine. Aunque debo admitir que no le sorprendió en exceso mi traición. En el fondo creo que ya lo sabía, y que ella me utilizó a su vez para disfrutar de sus últimos días.

-Eres un cerdo.-Grité con rabia a la vez que intenté lanzarle una maldición, pero mi varita ya no estaba en mis manos. ¿Cómo lo había hecho?. Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi cabeza. Ni siquiera había visto como me había quitado la varita, y me estremecí al pensar que con las enseñanzas de mi madre pocas serían las personas que pudieran luchar contra ese asesino. En un movimiento demasiado rápido me agarró con fuerza del brazo y me apretó contra una de las paredes de la casa. Podía sentir su aliento cerca de mi mejilla, su respiración ligeramente entrecortada, su mano derecha me agarró firmemente de la barbilla y me obligó a mirar sus gélidos ojos.

¿Lo soy?. Supongo que sí. Debería matarte Catherine, sé que debería hacerlo, y te aseguró que disfrutaría tanto como cuando tu madre murió con mi daga clavada en su corazón. Pero no lo haré, creo que al muerte sería algo demasiado dulce para ti. Te dejaré que sufras por la muerte de tu madre, te dejaré que intentes detenerme, que una y otra vez falles en tus intentos. Que veas como poco a poco todos caen ante el poder que me dio tu madre, y luego cuando llegué el final de todo morirás. Ahora tengo poder, pero¿serás capaz de siquiera rozarme cuando consiga todo el poder que quiero?. O simplemente serás otra tumba más. Peor aún una bruja con demasiado miedo como para tomar venganza. Adiós dulce Catherine, te estaré esperando.-Dijo Harry besándome con una rabia antinatural antes de marcharse. Desapareció en las sombras, me dejó aterrorizada en la oscuridad, con demasiado miedo incluso para llorar la muerte de mi madre. Me costó años recuperarme del duro golpe que me infligió.

-Pero ahora se lo haré pagar. Eso es todo lo que sé de ese maldito bastardo. Después de eso solo sé que fue en busca de más poder.-Dijo Catherine con rabia a la vez que unas gruesas lágrimas recorrían sus mejillas.

-Claro que lo pagará. Y nosotros estaremos a tu lado para ayudarte.-Dijo Draco posando una de sus manos en el hombro de Catherine, la cual lo miró confusa a través de las lágrimas, y sin poder evitarlo sonrió. Por primera vez en estos últimos cuatro años tuvo esperanzas de que su venganza se viera cumplida.