—Mal augurio elevar plegarias en la época de Tsuyu— El rostro arrugado de la curandera habló—Peor aún pelear una contienda.

—Pero los dioses son caprichosos— El anciano hermitaño, sensei de los Kame y sacerdote del templo escondido externó—Suijin puede estar en nuestro favor por la abundante cosecha de ciruelos ofrendada— Pausó, poniendo especial interés a la dorada tarde, ya ennegrecida, en que sus destinos serían decididos, los tambores de guerra anunciando el descenso de los retadores sobre sus tierras.

—Este día se decidirá— La vieja U-Baba suspiró—Nadie ha podido vencerlos, pero no tenemos cualquier Daimio, hermano.

Observaban la base de la colina donde la batalla había iniciado. El relinchar de los caballos se mezclaba con los gritos eufóricos, precedentes a la brutalidad del encuentro. Dentro del bosque negro, la lluvia surgida espesaba los constantes goterones entre las hojas, impidiendo una visión clara para los contendientes bajo el dosel oscuro.

El golpe de aceros retumbaba en cada porción del territorio teñido en rojos. La sangre entremezclada con la tierra a la que los valientes pretendían defender. Alaridos desesperados entre rostros de pánico y de guerra. El ocaso de la lucha no estaba ni cerca y el inicio no parecía favorecer a los nacidos en ese profanado suelo.

—¡Regresa a la cima! — El pequeño guerrero ordenó a la escuálida figura blandiendo una naginata a su lado, con tal expertez, que compensaba en gran medida su sugerida falta de musculatura imponente—¡He dicho que regreses! —Persistió, interponiéndose para echarle fuera de la batalla.

—¡No voy a dejar a mis hombres! — Contestó sin claridad en la pobre dicción, apenas audible por causa del pesado kabuto de su armadura especial—¡Todavía podemos ganar! — Insistió, tirando del cuello de su aliado—¡En un momento las tropas de alcance llegarán!

Pero todo rastro de esperanza pereció bajo la sombra del retador, abriéndose camino entre sus líneas. El temido jefeactual del clan de los Saiyan. Famoso por su pericia militar, su alta cuna y su brutal fuerza: Vegeta el príncipe demonio para sus detractores, el príncipe dragón para sus aliados.

Avanzaba, diestro en el arte de matar. Precedido por la fama de mil victorias en todas sus campañas. Uno tras otro, caían los cuerpos de sus oponentes, como hierba segada bajo el filo de sus hambrientas katanas. Los dos guerreros a su lado pretendían cuidar los flancos de su líder, pero mas bien parecían ser beneficiados por la increíble destreza del invencible samurai.

Como un aviso de muerte, fijó su oscura mirada sobre el líder del clan opuesto, quien era resguardado por los guerreros de mayor confianza. Era totalmente inusual que un joven Daimio se atreviera a luchar en el frente de la contienda. Temblaron esos guardias al denotar avanzar a su mortal enemigo sin interrupción notoria, pavorosa visión cubierta en la sangre de su gente, con tal lentitud que se percibía el choque de las densas placas de la armadura Do-Kusazuri al caminar.

Todo parecía perdido. Más nunca demostrarían miedo alguno.

A pesar de su poco imponente forma, también el líder al que retaba era conocido por su gran agilidad, la Serpiente de Ciudad Oeste era el peligroso sobrenombre dado que sus enemigos respetaban con religiosa seriedad.

El duelo estaba sellado, evaluándose ambos con plena cautela. El retador se abalanzó sobre la presa buscada, siguiendo fiel su propio lema: avanzar y nunca retroceder.

Esquivó con gran facilidad la guardia dispuesta, enfrentando sus propios hombres al otro pequeño grupo en encarnizada batalla. De un momento a otro el príncipe fue recibido por un infame corte sobre el brazo derecho, la osada naginata goteaba su sangre arrebatada en un solo instante y la cubierta figura del perpetrador esperaba el contrataque, satisfecho de su logro.

Mas la fuerza brutal con la que el príncipe dragón reaccionó, le hizo temer por su seguridad. Nadie igualaba a la serpiente en agilidad, pero esta vez necesitaría más que eso para imponerse ante el mas fiero de los rivales alguna vez enfrentados. Era implacable, fusionado de alguna forma con las armas que elevaba, destellando el rojo arrebatado de la vida de sus soldados, sin tener apertura alguna para someterle. La habilidad con la que empuñaba su defensa, hacía temblar las piernas del otro líder al apenas contener cada golpe de la katana enemiga. Una estocada más le hizo caer, levantándose por un insólito milagro antes de recibir el acero en su cuerpo. Y veía al líder saiyan sonreír, enloquecido por la prematura victoria que suponía obtener.

Se levantó una vez más la astuta víbora del oeste, usando todo su ingenio para adivinar una debilidad que le confiriera la ventaja, alrededor todos intentaban auxiliar, siendo apabullados por el resto de guerreros intentando masacrarles. Atacó con todo, confirió otro par de cortes al saiyan, arrinconándolo un solo instante, no había duda de que la velocidad en sus movimientos era una fama merecida. Pero él también era veloz. En violentos giros el tornado de filo sacó de balance a su enemigo, llevándole de nuevo a los pies de su retador al recibir un codazo al frente. Pero al brillar el sol sobre el fino bisel del arma que le acabaría, un halcón salvador intervino. Deteniendo con su propia katana el final de la vida de su señor caído. Voló sobre el poderoso atacante impío, igualando la indestructible defensa, el silbido de sus armas resonaba y la fuerza con la que era contenido sorprendió de lleno al general invasor, debiendo tomar todo el peso de sus habilidades para permanecer a la altura de ese guerrero insospechado, que en unos instantes pausaba, habiendo logrado alejarlo lo suficiente de su protegido para tomar un respiro y evaluar su siguiente asalto.

Arrojó su Kabuto al suelo, revelando al salvador del Han del oeste, el invencible discípulo adoptado de Son Kame Sen'in: Son Gokú.

—El bastardo Kakarotto ha vuelto— Contestó despectivo el líder retador, imitando la pérdida de su propio casco y poder pelear de mejor forma. La emoción latía entre sus manos asiendo firme sus armas, levantando ambas espadas enormes listo para tomar la vida del famoso bastardo de Bardock, un duelo que ansiaba ejecutar contra el hijo del desertor de su propia casa.

La danza de muerte continuó, ambos observando con detenimiento el porte intimidante del otro. No perdió el retador su ímpetu agresivo, lanzándose sobre el defensor en admirable proeza. Los ojos del resto se atrevían a descuidar su propia vida por ver un instante la que prometía ser la batalla por la que cientos de sonetos se cantarían. El ruido al unísono del choque de ambas katanas cimbró el corazón de todos los testigos y el choque de poderes comenzó su impactante ronda.

Pero los tambores a la distancia anunciaban otros planes. Los arqueros arrasaban con todo distraído.

La horda de guerreros de ambas fuerzas descendía las colinas con el resto de su caballería y arqueros en sus máximas capacidades, en unos minutos el campo estaba lleno de soldados entorpeciendo la batalla abajo. No había orden o manera de reconocer los propios de los otros, entre la negrura del ocaso y el desorden mortal en que los cuerpos de todo el batallón eran sumergidos.

—¡Salgan de aquí! — Escuchó la voz de uno de los generales ante otro inminente peligro que nadie había advertido, temblando el suelo por el cauce del rio embravecido desbordado, creciendo de manera desmedida en tan solo minutos. Enemigos y aliados, vivos y muertos arrastrados por el desastre, la noche cayendo, los gritos elevándose.

—¡RETIRADA!

Se escuchó sin poder determinar a quién pertenecía la orden. Los bandos recuperaban lo ganado entre lo perdido. Esa noche no habría ningún vencedor.

Y la fuerza del agua barrió a todo lo mortal en su camino.

—¡¿QUIEN DIO LA ORDEN?! — Ladró el líder Saiyan, saliendo del lodoso suelo que le habría remolcado por la fuerza. La espesa noche y su humedad no permitía a los ashigaru encender las antorchas llevadas, a pesar del cese de la lluvia —¡El que haya ordenado tal retirada esta noche perderá la cabeza! — Vociferó descargando su rabia sobre su primer subalterno, el penúltimo pariente de su insignia, el temible Nappa.

—¡Debes calmarte! —Replicó, apenas conteniendo el dolor del terrible puñetazo recibido y sus heridas previas, sin importarle la falta de respeto con la que se dirigía al futuro líder oficial de su clan, que nunca fue de su total agrado—¡No hay forma de ganar entre este desastre!

Los altos árboles en terrenos cercanos al rio comenzaron a caer, el relinchido de caballos siendo alcanzados por la corriente apartó su atención, desviándose justo antes de ser aplastado por otro derrumbe ocurriendo al filo de la colina que invadían.

Detuvo su marcha para observar con atención la escena. Había razón en las palabras del mayor, no había forma de retomar el rumbo. Con una mueca de total desagrado se extrajo del lodo bajo sus pies, buscando por inercia una cima mas alta desde donde pudiese evaluar el daño a su ejército. Sus vasallos Goshi y Gokenin se encargaron del resto, mientras los ánimos decaían y ambos bandos se retiraban levantando a sus caídos. Pudiendo los invasores colocar en la cima de la meseta un campamento decente para detallar en los heridos y el siguiente paso a seguir dentro de esa escala de planes fallida. Comenzaba a pensar que ese clan en realidad tenía el favor del dios del agua al que se encomendaban y no eran meras supersticiones.

No durmió durante toda la noche, repasando el estado de sus hombres y la aparente renuencia de sus enemigos a desmotar la guardia en la montaña vecina. Sin embargo, pese a toda probabilidad en contra, al alba recibía la noticia más impensable de todas: una carta.

—Es una trampa— La enorme montaña de músculos que constituía a su tío externó.

—No podría estar más de acuerdo — Turles, otro de sus mas respetados estrategas concedió al leer el contenido—No hay razones por las que Lord Buru pretenda hacer una invitación de esta índole.

—A menos que piense que perderá —Sonrió su joven hermano Tarble, aliado irrefutable de su ascenso y uno de los más valientes elementos a pesar de su condición como un lisiado de guerra. La única mano que poseía era suficiente para hacerlo letal en combates menores, pero una desgracia irreparable en una batalla campal. Su brillante mente era la única razón por la que se requería siempre su presencia, genio irremplazable en las campañas.

—Nos pondría en profunda desventaja asistir a un acuerdo de términos— El siempre receloso Toteppo se atrevió a hablar, las tres cicatrices autoinfligidas en su frente hablaban de su nivel de lealtad, siendo seres amados a los que tuvo que asesinar por órdenes de su señor — Aunque es conocido el nivel de honorabilidad de su clan, eso es incuestionable.

—Debe ser una medida precautoria para evitar la desaparición de sus aliados — El pequeño hermano del príncipe insistió —No tengo dudas de que el intercambio se dará con total civilidad, quizá sea conveniente averiguar su propuesta.

—Iré — Externó el jefe designado del clan, habiendo meditado lo suficiente ese asunto.

—¿Estás totalmente loco Vegeta? — Nappa impidió su salida tempestivamente, sin darle la etiqueta correspondiente a su rango —Si se trata de una trampa, perderte por algo tan absurdo sería la ruina ¡Nuestra campaña contra el shogunato quedaría decapitada!

—¡No hay un solo hombre capaz de vencerme! —Rugió tomándolo de la armadura con suficiente fuerza para derribarlo hasta el suelo — Ese tonto chiquillo pronto entenderá que la única opción que posee es rendirse, si se quita la vida con suficiente gracia puede que incluso considere dejar vivos a sus sirvientes —Se carcajeó, recibiendo a coro las risas de sus generales, exceptuando la de su hermano y su fiel vasallo Raditz, aun sentado en la oscuridad de la tienda de mando.

—Me quedaré en el campamento entonces— Nappa prosiguió, limpiando sus rodillas con la poca gracia que pudo evadir esa humillación —No sería bueno que todos los integrantes de sangre del clan Saiyan fueran expuestos.

—Tu irás —Ordenó sin rastro de piedad, consiguiendo fruncir el labio de su tío al bajar la cabeza asintiendo —Turles se quedará para organizar a las casas menores y recibir mensajes, enviarás una nota a mi padre y explicarás lo acontecido —Determinó como mera formalidad, pues hacia tiempo que todos sabían quien era el verdadero líder del clan, siendo el anterior Daimio más una reliquia decorativa para despistar, que un verdadero héroe respetado.

—Partiremos en cinco días, atiendan a los caídos— Anunció, saliendo sin voltear en dirección a su propia tienda, listo para atender sus ignoradas heridas y saciar necesidades básicas.

…..

Los acuerdos se pactarían lejos del castillo insignia del clan Kapusure donde Lord Buru vivía. Acordando un terreno intermedio entre el campamento enemigo y los dominios del señor de la región. Así pues, marcharon rumbo a la cima de las montañas del antiguo Han del oeste, en donde el señorío de uno de los generales más confiables del Daimio se erigía. Un hombre que en verdad era despreciado por el clan invitado.

—Ese imbécil se ha hecho de un nuevo nombre y un territorio propio— Externó con amargura Raditz a su señor, cabalgando al frente de la caravana — He escuchado incluso rumores de que el casamentero del shogun hizo el arreglo para que despose a la hija del fenecido Kapusure Briefs.

—Al final de esta guerra esas determinaciones no se cumplirán — Señaló el hermano menor del príncipe —No deberías ensombrecer el combustible de tu corazón con celos impuros.

—No tengo ningún predicamento contra el bastardo de mi padre —Respondió de inmediato, ganando risillas furtivas del resto —Pero es denigrante que la hija de un Daimio respetable termine en la cama de un plebeyo como él.

—No es un plebeyo ahora. De acuerdo con las leyes, cumplió todos los estatutos del Buke Shohatto— Agregó Nappa sin especial interés, de forma automática como siempre hacía cuando un aspecto histórico había de ser resaltado —Le fue concedido el rango por méritos propios —Prosiguió —Quizá debería honrarte que la sangre de tu padre corra por las venas del aclamado héroesobrevalorado: el Halcón de Kame.

—Le llaman Dragón de Kame —Corrigió Vegeta, hastiado de los chismorreos de sus subalternos, dando un vistazo severo al resto por la odiosa comparación que ligaba al ilegítimo guerrero con su clan—Si van a parlotear como campesinos ociosos, por lo menos usen la información correcta— Viró el rumbo de su caballo entre la espesura del bosque, causando que el resto se detuviera detrás de él. Pero eran ya conocidos sus modos impredecibles de proceder, así que le siguieron sin cuestionarle.

Cuando estaban próximos a encontrar el lugar señalado, el sonido de una pequeña cascada oculta atrajo su atención. Un grupo de pozas dispersas sobre la montaña emanaba vapor, justo a un lado del cauce de un riachuelo y la tranquila cascada. Un precioso lugar que seguramente permanecía en ese estado de abandono por una razón. El agua azulada y cristalina contrastaba con las negras rocas y el helado ambiente donde se encontraban.

Pasaron de largo a solo pocos kilómetros de encontrar su destino. No utilizarían el camino más sencillo, pues era la única forma de cerciorarse de un ataque sorpresivo. Ataron sus caballos a una distancia prudente, haciendo el resto del recorrido a pie, a medio camino los esperaba ya Toteppo, encontrándolos hábilmente sin llamar la atención.

—Lord Vegeta— Se inclinó saludando solemne — He hecho todas las inspecciones requeridas durante estos días, no parece haber signo alguno de una emboscada planeada.

—Bien — Repuso, caminando con determinación para seguir a los guías sirvientes.

—Hermano — Tarble se adelantó para hablarle —Debes saber que la situación del clan Kapusure atraviesa un importante cambio generacional.

—Lo sé — Admitió deshaciéndose de los Kote —Su única Lady es indiscutiblemente un misterio y su nuevo Daimio es un completo novato, aunque debo admitir que fue una batalla entretenida.

—No me refiero a eso— Lo detuvo con aires molestos —Puede que lo consideres un novato, pero ha demostrado ser un rival muy poderoso — Le reprendió —Tiene bajo su resguardo a hombres peligrosos extraños, como ese Yasuke Pikkoro, entes que practican artes de magia y guerreros que parecen ser invisibles— Pausó al ver la risa burlona del mayor —Quizá sería conveniente que consideres plantear un posible arreglo como plan alternativo.

—Es absurdo— Resopló Toteppo adelantándose —No hay un solo ser que pueda oponerse a nuestros designios, a menos que el emperador Zeno así lo mande.

—Nunca está de mas tener estrategias variadas— Tarble meditó —Si el Daimio tiene una hermana, lo mejor es que consideres tomarla como esposa y unirlos a nuestras fuerzas.

—¿Tomaste demasiado awamori muchacho? — Nappa lo apartó del camino—¡Que estupideces estás diciendo!

—No es descabellado del todo tío— El más joven se liberó con la agilidad de su única mano —Mi hermano no posee historial nupcial alguno que pudiese significar que no es de buena fe su propuesta— Respiró repensando sus palabras —Si puedes lograr persuadirles de un genuino interés, te aseguro que ganarás más aliados que enemigos.

—¡No mezclará la sangre sagrada de nuestro clan con estos insensatos! — Nappa una vez más reaccionó violentándole —¡Se rumora que provenimos de uno de los hijos del mismísimo emperador Yamoshi! Tenemos a los dioses de nuestro lado, no hay forma de que perdamos esta lucha, estamos predestinados a unificar todos los territorios en uno solo.

—Silencio — Vegeta los interrumpió fastidiado de esas sandeces—Tarde o temprano habré de tener una ceremonia matrimonial Tarble, pero yo elegiré los criterios.

—Sean bienvenidos valeroso clan de los Saiyan— Un gordo antipático llamado Yajirobe los recibió rodando los ojos con sutileza— Mi señor los recibirá después de su descanso, los baños ya están dispuestos para su comodidad y el dirigente del señorío les recibirá en breve, ofrece sinceras disculpas pues debió encargarse de un asunto de vital importancia.

A pesar de que no era el mejor recibimiento, el enorme grupo aceptó. Ingresaron a la residencia únicamente los altos rangos del ejército invitado. Mientras el resto de la caravana montaba campamento al no aceptar el resguardo benevolente de sus detractores. Montaron guardia a las afueras de esa especie de fortaleza antigua de roca y madera, sin arreglos modernos. Seguramente un viejo monumento de la historia de la región concedido por méritos.

Como era esperado, el protocolo estuvo presente en toda ocasión, excepto por los dos principales anfitriones de la reunión, quienes les recibirían después de haberse instalado.

El salón de la ceremonia de conciliación estaba listo y ambas partes ingresaron de forma cortés. Los extranjeros no podían dejar de mirar con gran interés tres figuras presentes, no por el rango que poseían en ese determinado asunto, sino por su peculiaridad. Un alto hombre de un color tan oscuro como la misma noche, una mujer alta y esbelta, apenas sugerida su forma debido a la extraña confección de su kimono cubierto por una especie de capa de seda y finalmente, Lord Kapusure Buru, que del mismo modo portaba un kimono extraño y una ridícula cubierta adornada con broches insignia de su familia. Una esfera azul encerrando unaserpiente mamushi dispuesta a medio circulo.

Ambos grupos se sentaron de manera opuesta y al frente los designados para celebrar el dialogo, acompañados por los que serían sus portavoces oficiales. Junto al Lord Kapusure se sentaba un guerrero de brillosa calva y baja estatura. A su derecha, un asiento estaba vacío. Enseguida entró sin la menor idea del decoro requerido el último integrante faltante.

—Lo lamento — Ofreció una pobre reverencia envuelta en una gran sonrisa.

—Kakarotto— Gruñó Raditz. Interrumpiendo con la misma impertinencia al reconocer a su medio hermano, observando como se inclinaba a susurrar algo en pos de su Daimio.

Como la etiqueta señalaba, las negociaciones iniciaron después de las debidas presentaciones y comida. De inmediato tomaron sus lugares respectivos y el mediador cedió la palabra.

—Nuestro señor desea saber la razón por la que Lord Saiyan Vegeta no aceptó el generoso cargo de Kanrei designado por el Shogun Ashi- Gyumao —Krillin externó, después de recibir la orden de iniciar con la conversación.

—Nuestro señor ha convenido en que la mejor forma de unificar a todos los clanes es bajo la supervisión de un mando experimentado, tanto en asuntos de régimen como destreza marcial— Tarble explicó de forma breve —Hace mucho que Gyuma no pisa el suelo de una batalla o toma decisiones necesarias por evitarse conflictos ¿Qué confianza puede tener el futuro de nuestro imperio bajo el cuidado de hombres de tal debilidad?

La conversación paró al inclinarse el Daimio anfitrión hasta el oído de su portavoz, cosa totalmente incorrecta de acuerdo a los protocolos esperados.

—Mi señor indica —Krillin prosiguió, sin querer recalcar la falta de amabilidad — Que el honor de nuestras casas debe estar ligado a la disposición del emperador y no de la conveniencia popular.

—Del mismo modo—Tarble volvió a contestar —Mi señor le insta a reconocer que el emperador es aún joven para comprender la bastedad de esos criterios.

—Mi señor invita a Lord Saiyan a recapacitar su postura— Retomó la palabra el guerrero menor —puesto que cuestionar la divina autoridad del emperador es una falta grave a los dioses.

—No pienso que Lord Buru sea tan ingenuo para dejar el destino de todo habitante recaer bajo el criterio inocente de un niño — Cansado de la formalidad del evento, la insolencia del jefe de los saiyans alteró la cortesía esperada, dirigiéndose de forma directa al líder del clan que esperaba derrotar —A pesar de su origen, el emperador es un mortal y todo humano puede ser influenciado por una mente externa, sobre todo mentes tradicionalistas ya viciadas.

El nerviosismo en los ojos del portavoz no se hizo esperar, de la misma forma que todas las manos expertas se dirigían a lugares ocultos en sus ropas por la blasfemia. A pesar de que las armas estaban dispuestas al frente, ninguno de los convidados tenía la guardia baja.

—Le pido al clan de los saiyan que nos mantengamos firmes ante la formalidad que esta celebración debe observar — Pikkoro tomó la palabra, desconcertando a los invitados por ese atrevimiento. Sin embargo, todos parecieron comprender el mensaje, retomando de inmediato el curso de la conversación de forma pacífica.

Conforme los portavoces debatían, quedó en claro que no había acuerdo alguno posible para conciliar el régimen entre el shogunato actual y el insurrecto líder de los saiyan. La desesperación de éste era perceptible para el ojo experto. Sin tardar, comenzaron las negociaciones de acuerdos de rendición demandados por los invasores, acuerdos que eran sumamente ofensivos para la contraparte local escuchando.

—¡De ninguna manera aceptaremos esto como derrota! — Gokú se levantó —No permitiré bajo ninguna circunstancia que obliguen a Buru a conceder Hara-kiri.

—¡Esto es un ultraje! — Toteppo le reprendió antecediendo al mediador —¡No puedes hablarle de ese modo a Lord Vegeta… ¡o a tu mismo señor! Se te concedieron grados mas allá de lo que puede manejar tu inteligencia, ¡Indigno bastardo!

Después de escuchar el intercambio de insultos, todos se levantaron de sus lugares en total ánimo beligerante. Pero a pesar de la violencia profetizada, la mujer hasta ese momento sentada habló.

—Les ruego a los señores de este salón que guarden la calma —La nota de su voz era suave y de algún modo consiguió otorgar la suficiente distracción a los hombres reunidos—No podemos continuar por ahora, pero invitamos a nuestros huéspedes a descansar para retomar las negociaciones por la mañana.

Los presentes del bando contrario enmudecieron al ver un leve vistazo del rostro de la joven. Apenas notorio por la tela traslúcida en su vestimenta, pero era descortés mirar de modo directo a una dama de alcurnia. Un desfile de sirvientes ingresó, dispuestos a limpiar el desorden de los utensilios y vasos atropellados en el altercado y el sequito se retiró detrás de cada líder con premura.

Tarble insistió en demostrar una buena disposición y por lo menos permanecer en la cercanía del predio como muestra de buena voluntad. De alguna forma lograba contagiar su certeza de que estaban frente a oponentes que quizá valía la pena conservar como aliados.

Al anochecer, cuando las tiendas temporales estaban erguidas y todos los centinelas alerta. El intrépido príncipe de los dragones se dispuso a emprender una pequeña excursión en solitario. Tomó dirección al entramado bosque nublado y atravesó por un largo rato los arbustos hasta encontrar el sitio que buscaba. Las aguas termales donde pretendía encontrar la forma de sanar la herida que ese desgraciado Daimio le había infligido. A diferencia del resto de sus cortes, el del brazo estaba totalmente infectado y ya comenzaba a sentir la fiebre azotando sobre su cuerpo.

Al llegar a la poza, ingresó únicamente dejando sobre si su Wakizashi. Como esperaba, había un componente tenue de los sulfuros que los ancianos usaban para sanar, esperaba que eso bastara para aliviar el estado de su piel. Un ruido inusual le reveló que no se encontraba solo. Instintivamente se escondió y ágil cual felino, se deslizó por el agua hasta el sitio donde provenía el sonido. ¿Le habrían seguido? ¿Cayó absurdamente en una trampa premeditada? Encontró que se trataba de una testa apenas disimulada entre las rocas, supuso se escondía esperando el momento perfecto para emboscarlo y decidió que si habría de morir, sería peleando.

—¿Me estas oyendo Tsume? —Replicó el incauto susurro discreto de ese descuidado ser escondido, sin darse cuenta de que se abalanzaba sobre si el peor asaltante posible, el asesino que pretendía silenciarle cayó como un tigre sobre su espalda, apresándole.

El gran chapoteo cedió, cuando el asaltante inmovilizó a su víctima. Aprehendiéndole con violencia el cuello amenazado bajo su arma experta. Un segundo le tomó darse cuenta de que su rehen, era de hecho una mujer y estaba del mismo modo que él, completamente desprovista de ropa.

La sorpresa le duró un escaso segundo, pero fue suficiente para que ella reaccionara, de inmediato dando un fiero golpe sobre las costillas de su atacante. La liberó por poco, consiguiendo asirla de un brazo, pero tenerla de frente fue peor, puesto que su vista se dirigió de inmediato a un par de llamativos encantos femeninos que de nuevo le consiguieron otro par de puñetazos por bajar la guardia. Se alejó, dispuesto a retomar la batalla que por alguna imposible razón se encontraba perdiendo miserablemente. El suelo resbaloso bajo sus pies tampoco ayudaba a su balance, debatiéndose entre ridículas poses para ganar ventaja y otra serie de ofensivos azotes de la salvaje mujer que no dejaba de gritarle maldiciones. Finalmente, su arma cayó al fondo y ambos se miraron con la misma idea en mente.

Inició la carrera por conseguir el filo que terminaría con la vida de uno de los dos. Él no podía dejarla con vida para delatarlo, ella sabía que él intentaría exactamente eso. Más las condiciones del lugar no permitían que ninguno se saliera con la suya. El fondo fangoso no permitía a nadie ponerse en pie con firmeza o nadar o ver algo en absoluto, el escandalo de toda el agua salpicada por el torpe desplante de lucha opacaba los gritos de ambos.

—¡Maldita bruja! —Vociferó, finalmente tomándola de un pie para sumergirla, pero el otro pie de la chica aterrizó justo entre las piernas de él, no pudo evitar que le doblegara de dolor. El aullido que le provocó casi saca una risa a la mujer satisfecha por quizá haberlo dejado estéril. Desistió de buscar el arma, aprovechando la debilidad de su atacante para escapar. Pero antes de salir, él consiguió tomarla del cabello y caerle encima para evitar que se moviera.

—¡¿Quién eres y que haces aquí?! —Externó sometiéndola de modo rudo e indolente. Ella no contestó, solo retándolo con una burlona mueca—¡Dímelo o muere! — Exigió volteándola. Entonces pudo observar a lujo de detalle que se trataba de una doncella muy hermosa. El tono uniforme de su piel y pronunciadas curvas verdaderamente deseables, por un instante casi flaqueó en su trato, cautivado en los furiosos ojos azules que jamás había visto en alguna otra mujer.

Jamás pensó que un remordimiento de esa clase llegara a asaltarlo: si la dejaba ir, se vería condenado, pues su clan estaba lejos y no poseía arma alguna mas que la que estaba en el fondo de esa maldita poza. Sin embargo, matar a una criatura así, debía condenarlo en modos espirituales.

—Por favor, libérame— Solicitó ella con nueva actitud indefensa, sin poder desenlazarse del doloroso agarre en su cabello, tan oscuro, que parecía destellar un azul profundo.

Fue ese tono de voz lo que acabó por desbalancear su criterio, obedeciendo de inmediato e incapaz de hablar. Ni siquiera estaba seguro de que se tratara de un ser real, ya que la fiebre seguramente continuaba su curso produciéndole esa alucinación.

Cuando la liberó le dio un leve espacio, ella lo observó del mismo modo, insegura como una avecilla atrapada en una red. El calor del agua le confería un discreto rubor y sin actuar por cuenta consciente se acercó a ella, dando una caricia embelesada a ese rostro celestial.

Un punzante dolor le sacó de su transe, cuando un animal del aspecto de un mapache gigante saltó sobre su espalda, mordiéndolo sin piedad. Corrió ella de inmediato, desnuda entre la negrura de la noche, con la gracia de una de esas criaturas mitológicas del bosque. Cuando él se levantó para ir tras ella, no la encontró en ningún sitio. Decidió tomar su ropa y vestirse en el camino, pues quedarse era demasiado peligroso.

….

—¿Una doncella dices? — Tarble intentaba escuchar mientras los sirvientes pretendían sosegar la fiebre ingobernable —¿Una doncella intentó matarte?

—Si— Exhaló con dificultad —Estoy seguro de que me siguió de algún modo, no es posible que una mujer pueda atravesar el bosque tan lejos por su cuenta.

—Probablemente era una aldeana perdida— Raditz sugirió, preocupado por la forma agitada de respirar del guerrero convaleciente.

—No — Contestó apretando los ojos por el dolor de las salvajes curaciones —No tenía aspecto de una. Debe ser una doncella del señorío, no tenía marcas de sol sobre su rostro, pero no parecía pertenecer a la corte…— Descansó el cuello recordando ese hechizante color — era muy …— Se detuvo antes de cometer una indiscreción externando su verdadera opinión asombrada.

—Estas ardiendo en fiebre— Su hermano toco su frente—Es imposible que nos podamos mover de este modo— Mordió su labio inconforme por la situación — ¿Peleaste con una fiera acaso? ¿Por qué tienes una mordida en tu espalda?

—Un maldito tanuki me atacó cuando iba a capturarla.

—Esto es un mal augurio— Raditz bajó el rostro meditabundo —Esas porquerías glotonas atraen riqueza o maleficios. Quizá esa mujer era un Yokai.

—Era real— Protestó el Daimio —Debemos averiguar qué clase de espías posee Lord Buru.

—Tu debes descansar— Sugirió el menor de ellos —Tendrá que curarte alguno de los expertos en sanación de las afueras del pueblo

—¡No podemos permitir que un miserable Hinin se atreva a tocar a nuestro señor! — Toteppo se interpuso entre ellos—¡Está prohibido por la ley!

—No tenemos opción— Raditz lo apartó de nuevo —No podemos arriesgarnos a que Lord Vegeta empeore.

Como si su plegaria hubiese sido inmediatamente contestada. Las puertas improvisadas de su campamento fueron tocadas. Pasando por la entrada una solución a los problemas cortesía del clan enemigo. Una anciana acompañada del gigante de piel oscura al servicio del soberano Kapusure en todo ese Han. Sobre su brazo portaba un saco húmedo y un futón casi diminuto.

—Lord Buru envía de buena fe a esta Majutsu-shin para tratar las heridas del Daimio— Inicio de inmediato desatando el descontento general, ojos fijos sobre el rostro de la temblorosa mujer resguardándose detrás del poderoso guerrero que la acompañaba —Como prueba de la autenticidad de su preocupación, yo me quedaré hasta que su Lord haya sanado.

El debate no se dejó esperar. Sin embargo, para el atardecer la condición del hombre había empeorado y los mensajeros enviados no podrían regresar a tiempo. De mala gana aceptaron la ayuda de sus opuestos permaneciendo en guardia por si intentaba algo extraño.

La mujer sacó de su kimono una bolsa de piel en la que guardaba un polvo amarillo y de inmediato empezó a hacer las curaciones correspondientes sobre el paciente delirante. Solicitó materiales diversos e hirvió las hierbas que cargaba en el saco que su protector cargaba. Dos días perecieron y los dos invitados permanecieron en su lugar sin moverse. La mujer sobre su futón y el hombre siempre meditando. Sus presencias incomodaban al resto. Finalmente, la noche del tercer día el paciente despertó y la única persona consiente para recibirlo era la responsable de su curación.

—Has sobrevivido a un terrible proceso muchacho— Indicó complacida por la forma en la que el tejido había sanado debajo de los cataplasmas —La gran mayoría no lo logra, eres fuerte.

—La hoja de la Naginata estaba impregnada de veneno— Refunfuñó enfrentando la mirada esquiva de la vieja.

—No deberías elucubrar reproches a enemigos que al final te tienden la mano— Contestó sin negar o admitir la aseveración.

—Creí que su clan tenía honor—Replicó insatisfecho.

—Tanto honor como para ayudar a un enemigo caído porque considera que es un adversario digno— Respondió altiva chistando ante la acusación, terminó de poner la venda sobre el brazo musculado y los cortes del costado.

—Respóndeme algo anciana— Cambió el tema reconociendo que era un callejón sin salida —¿Cuántas mujeres viven en este señorío?

—Solo dos, señor— Dio un vistazo furtivo a su reacción —yo y la dama que conoció en la reunión.

—No recuerdo su nombre— Admitió sin importarle la descortesía —¿Pero esa mujer entonces se esconde tras el velo por una particularidad no es así? Los ojos del agua— Congeló a su oyente de inmediato — La esposa de Briefs era famosa por su belleza, supongo que no quieren otorgar a su hija a un postor menor y por eso prohíben verla de lleno… no comprendo entonces por que han de otorgarla en matrimonio al imbécil de Kakarotto.

—Usted esta equivocado en muchos aspectos señor— La mujer respondió descendiendo del borde del futón del jefe extranjero —Desde los motivos hasta detalles menores, los ojos de la Lady del Han no son de ese color.

—Estas mintiendo mujer— Gruñó un tanto crispado.

—No tendría por qué— Contestó —No hay ninguna mujer disponible que tenga esa característica, Lady Biki falleció al dar a luz a su ultimo hijo y no tuvo mas herederos, debe estar confundido por la larga enfermedad que padeció… ¿Podemos Pikkoro y yo retirarnos? — Guardó sus utensilios llamando a su guardia, convencida de que fingía meditar para en realidad estar durmiendo.

El asintió, levantándose.

—Se irán al amanecer— Accedió levantándose para estirar las piernas después de todo ese holgazaneo involuntario.

—No le recomiendo entrenar después de lo que pasó—La mujer intervino, pero no fue en absoluto escuchada por el líder del clan enemigo.

Tomó su caballo, sacándolo sin que nadie se diera cuenta, las altas horas de la noche permitían que el sueño profundo de los demás y sus guardias distraídos le sirvieran para llevar a cabo su propósito. Nadie esperaba que estuviese totalmente recuperado y la sorpresa era su mejor arma. Deambuló sigilosamente por la casa principal, donde no se escuchaba ruido alguno. Entonces decidió ir de nuevo a las pozas ocultas donde días anteriores había dejado un asunto inconcluso, debía recuperar su Wakizashi antes de que cayera en manos de indignos aldeanos.

Cuando llegó otra sorpresa lo estaba esperando.

Una vez más la doncella misteriosa tomaba un baño, jugueteando con ese condenado animal que había osado morderlo. Decidió acercarse para averiguar quien era, por dentro aliviado de que no fuera una simple alucinación como empezaba a cuestionarse. Cuando descendió sigiloso, ya no la encontró ahí. Una vez mas se preguntó si era un infame producto de su imaginación y la presión de un filoso objeto le indicó que era real y precisamente en ese instante era un peligro.

—¿Otra vez husmeando donde no te llaman Daimio? —La voz de la joven le recibió poniendo su propio Wakizashi en su contra sobre su garganta. Detrás debía sostener una espada corta, lo que le hacía pensar que esa mujer era más de lo que inicialmente pensó. Estaba entrenada.

—Suelo ser curioso— Admitió con una media sonrisa sin dejarse impresionar, dio un giro experto liberándose de inmediato y saltando al ataque de la chica que apenas y podía retener la distancia prudente para no ser herida.

—¿Qué sucede? — Bromeó el astuto lobo — ¿No estabas dispuesta a enfrentarme hace un rato? —Se burló rodeándola e identificando la forma en la que el encuentro sería más divertido, el vaho del frio exhalaba en ambas narices, tensas por el siguiente movimiento de su oponente.

—Largo de aquí saiyan— Gruñó ella, intentando escucharse aun mas intimidante, pero su kimono mal puesto y su cabello mojado era suficiente espectáculo para mantener ocupada la abochornada mirada del experto espadachín. Habiendo captado este hecho, bajó ella su mano al obi mal anudado consiguiendo aflojarlo aun más. Aprovechó la insólita distracción para atacarlo, sostuvo la hoja de shoto con el propio, las cuchillas intentaban clavarse con esfuerzo, puesto que él tenía mucho más fuerza para contenerlas. Decidiendo él que habría jugado suficiente, se puso en guardia y consiguió desarmarla de una mano, no esperando recibir de la otra un puñetazo tan certero que le hizo ver estrellas. Se recompuso para apenas bloquear una patada, comprendiendo ella enseguida, que él no pretendía matarla, sino solo divertirse a costa suya.

—¿Por qué no peleas en serio Daimio? — Bufó ofendida.

—No voy a responder a las provocaciones de una mujer —Espetó despectivo y guardando una sonrisa feral para sí. Sonrisa que se esfumó al recibir de inmediato otra mordida del maldito tanuki que salió de la nada.

—¡Tsume, no! — Ella gritó, temiendo que el hombre le quitara la vida con la espada aun en su mano. Entonces, él reaccionó tomando por el lomo al furioso animal y sometiéndolo contra el suelo.

—Si no quieres que termine siendo un adorno en mi pared… mas te vale contestar lo que preguntaré…y devolverme mi Wakizashi.

Ella no habló, simplemente bajando la guardia para escuchar, intentando esconder la preocupación por su amigo peludo.

—¿Quién eres? —Interrogó midiendo su fuerza aplicada sobre el animal que empezaba a lloriquear — ¿Qué es lo que haces aquí todas las noches? ¿Y cómo haces para llegar hasta aquí?

Ella suspiró entendiendo por la reputación de ese despiadado general, que no se detendría hasta saber lo que pretendía, incluso si debía torturar a su amigo.

—Eres un desgraciado— Contestó de primera instancia haciéndolo sonreír —Este es mi hogar —señaló como si las preguntas fuesen contestadas con sólo esa afirmación —y mi nombre es Bulma.

—Eso no responde a lo que te he preguntado— Replicó molesto. Su molestia se tergiversó en intriga al verla acercarse de una forma altanera y a la vez cautelosa, dándole vistazos hambrientos y seductores que le hicieron tragar saliva y encresparse iracundo.

—Te daré algo a cambio si liberas a mi amigo — Relamió sus labios rosa, disfrutando la indignación con la que el rostro del otro se cubría.

—Jamás cedería a proposiciones tan vulgares —Se encumbró a si mismo intuyendo lo que ella quería decir.

—¿Es eso verdad? —Preguntó parándose al frente de él en una impensable pose casi sumisa —¿Pero si hace un momento no dejabas de mirarme? —Se atrevió a acercar su rostro poniendo a su oponente totalmente nervioso. Elevó ella una mano para tocar su duro rostro, haciendo que por inercia él la detuviese con la mano que antes sostenía al animal. Al sentirse libre, el tanuki corrió y de nuevo estaban enfrascados en cercanía, atascados de inmediato amenazando sus cuerpos con las respectivas dagas.

—Lo lamento mi Lord — Le sonrió ella atreviéndose a acercarse un poco mas y sonriendo internamente al ver que en la misma medida, él liberaba la presión de su espada para no lastimarla —Pero esta noche, tu pierdes— Detuvo su aliento a un leve suspiro de la boca de su rival, un agónico instante terminado en el segundo en que ella rozó sus labios contra los suyos. Usó ese desconcierto a su favor y dio un rodillazo a la entrepierna del hombre que de inmediato cayó de bruces, arrastrándose por el terrible dolor de la trampa en la que acababa de caer. Para cuando levantó la vista, se había ido de nuevo.

….

—¿Qué estas diciendo? — Su hermano abrió los ojos tan grandes como platos.

—Lo que oíste— Respondió Vegeta —Asegura que asista la hija de Briefs y quiero que consigas quitarle ese velo en el trayecto.

—¿Dónde fuiste durante la noche? —Le interrogó el menor, supervisando a los sirvientes que alistaban su elegante kimono para la nueva ceremonia de conciliación que se retomaría esa tarde —¿No se supone que deberías estar descansando después de haber estado tan mal?

—El descanso es para los débiles— Rezongó, arrebatando las insignias de su clan de la mano de su siervo, el dragón rojo con tres flamas — ahora ve y has lo que te digo, tengo una nueva propuesta para el señor de este Han.

….

La exacta repetición de la previa reunión aconteció, con la diferencia de un par de guardias extra en la puerta del gran salón. Al ingresar los principales negociantes, Tarble trastabilló a propósito alcanzando a derribar la procesión detrás, uno de los guardias actuó de inmediato enredando su yari en el velo de la dama. Al avanzar, el tirón consiguió volcar la cubierta, desprotegiendo a su portadora.

El asombro fue total. La respiración detenida por el incidente y la revelación. Una chica bella, sin lugar a dudas, pero no era en absoluto quien Vegeta pensó que sería. En su lugar emergió una mujer de cabello rubio y ojos oscuros, alta y de afiladas facciones.

—Ofrezco una enorme disculpa a Lady Taitsu— Reverenció el guerrero apenado. Devolvió la dama el saludo, y algunos se limitaron a toser para disimular la risa o la sorpresa. Menos los afectados principales, que nerviosos pasaban los ojos sobre sus aliados, recomponiéndose ante el infortunado incidente. La joven se disculpó para desaparecer de escena, acompañada de sus ayudantes.

En el recinto quedaron todos los demás miembros importantes del casi extinto clan Kapusure y era visible la mortificación por la que todos pasaban.

Después del sake correspondiente, los portavoces comenzaron las mediaciones sin interrupciones.

—Mi señor ha recapacitado los términos de rendición propuestos —Tarble habló, acomodando la bandeja de modo esquivo, inconforme en el fondo por los acuerdos que su hermano había ordenado presentar —Aceptaremos la sumisión de su clan, sin pago de honor bajo tres condiciones propuestas— Pausó entregando la lista al mediador designado, el mismo chico regordete de malos modos temperamentales —El primero, que el Han de los Kapusure funja como fuente de abastecimiento mineral de las reservas del Han de los Saiyan, el segundo es dotar su vasallaje con la disposición de cinco mil hombres para el emprendimiento en campaña contra el Shogun y el tercero…— Secó su frente comprendiendo el revuelo que la noticia causaría —Que sea concedida una doncella del clan a nuestro líder en carácter de concubinato, para garantizar que los términos sean acatados y afianzar nuestra alianza.

—¡¿Qué?! —Se levantó el otro Daimio con una voz temblorosa, semejando la de un anciano. Afortunadamente la falta de decoro fue pasada por alto al imitar esa misma acción todos los principales generales incrédulos, que protestaron de inmediato.

—No aceptaremos un vasallaje de menor rango a lo que nuestro Daimio merece, pero podemos comprometer algunas reservas de acero para el uso del clan de los Saiyan —Krillin conservó la calma siendo ese el principal asunto a esclarecer — Sin embargo Lady Taitsu, la única dama del clan, ha sido ya prometida a nuestro general Son Gokú.

—A mi no me metas— Susurró el aludido de embarazosa forma a los oídos de su amigo.

—Sus peticiones serán escuchadas en cuanto nos revelen lo que esconden— El líder saiyan se levantó aprovechando el revuelo y liberándose de los reproches disimulados alrededor de él —Si quieren conciliar un acuerdo traerán ante mí a esa engreída criatura que esconden— Ordenó de forma directa al otro Daimio— La mujer con ojos de agua, la que se hace llamar Bulma.

Tarble llevó la palma de su mano a su frente, cansado de la imprudencia de su hermano mayor. Por supuesto que tenía que tratarse de esa obsesión. Llevaba todo el transcurso de su dolencia delirante mencionándola. ¿Se trataría de una bruja o algún infame yokai que le hubiese robado la cordura?

Pero después de la vergüenza resentida, un vistazo le dio una terrible pista. Pues ante la mención de su nombre todos los presentes dieron un sobresalto. Signo inequívoco de que sabían de lo que él hablaba.

—Bulma …—Krillin resopló, intentando disuadir la alarma en los miembros de su clan —Es una mujer que por desgracia no nos es posible traer ante su presencia…

—¡MENTIRA! — Exclamó el enervado Daimio contrario —¡Yo mismo la vi! luché contra la insolente petulante que se atrevió a jugar sucio para escapar de su derrota — Admitió ganando la explosión de un par de risas contenidas al escuchar el inverosímil relato y el hecho de que su más poderoso guerrero fuera de algún modo timado por una mujer —Represento la fuerza militar superior entre nuestros clanes, tengo ese derecho como dote por nuestra alianza… esa criatura escurridiza aprenderá su lugar —Continuó el desbordado cauce de locuras provenientes de su incesante obsesión al haber sido ridiculizado en orgullo por una criatura a la que consideraba claramente inferior.

—¡No es posible traerla porque está muerta! — La voz de uno de los arqueros Goshi del clan de los Kapusure explicó, un soldado con una pronunciada cicatriz en el rostro —Yo mismo la vi ser alcanzada por un oso cuando éramos jóvenes —El resto guardó un silencio sepulcral.

—Silencio Yamcha— Gokú intervino, reprendiéndolo con una sola mirada —Es un capítulo doloroso para nuestro clan, Daimio Vegeta— Externó con solemnidad y un tanto de recelo causa de la verdadera historia detrás. Se colocó al frente de su propio Daimio en protectora pose —Debo solicitar que su nombre no sea traído de nuevo a colación y que se nos permita pensar los acuerdos y nuestras demandas para llegar a un veredicto.

Dicho esto, ambas partes se inclinaron y el alto exsaiyan salió escoltando a su líder sin apertura para que alguien se acercase.

…..

Al anochecer, Vegeta se había aislado por completo. Ridiculizado y reprendido por su tío, hermano y allegados más nobles, únicamente Toteppo guardando silencio; incapaz de dejar a la naturaleza de su rabia presentarse por puro honor, aunque en el fondo sabía que también estaba decepcionado.

¿Cómo podría alguien no estarlo? En su afán por obtener la ventaja sobre una simple mujer que había conseguido humillarle bajo arteras trabas e incluso atreverse a plagar su subconsciente de formas infames. Había dejado que su conducta visceral se apoderara de su conciencia y ahora pagaba las consecuencias de su absurda rabieta.

Desquitó su momentánea ira con su propia habitación improvisada. Derribándose sobre su futón para cerrar los ojos por todo el cansancio acumulado y una dolorosa probabilidad ¿Habría sido un fantasma? ¿Realmente estaría siendo controlado por un espíritu perdido en la montaña?

Como fuese, en realidad empezaba a pensar que debía dejar ese plan atrás y simplemente exterminar a los regidores de ese territorio antes de terminar enloqueciendo por completo. Cerró los ojos en medio de la oscuridad y durmió. La realidad le regresó de golpe al percibir la minúscula corriente de aire en su dirección. Se levantó feroz, capturando con increíble habilidad a la criatura que se atrevía a irrumpir en su dominio y que evidentemente trataba de asesinarle.

Le giró derribándole en una llave maestra, tendiéndole sobre el suelo y usando la daga minúscula que anteriormente empuñaba para atacarlo.

—Hace falta más que un maldito ninja para matarme —Susurró dispuesto a clavar en las costillas del intruso su propia Kunai para eliminarle —Antes de morir me dirás el nombre de quien te envió y quizá considere no torturarte mucho.

Corrió el filo del cuchillo sobre el costado rebanando el Shozoku negro, reluciendo la piel blanquecina entre los débiles rayos de luna filtrados.

Le dio la vuelta alarmado. Y la reconoció al quitar la capucha.

—¿Bulma? — Se atrevió a pronunciar entre el temor creciente y confirmándolo al ver su descarada sonrisa.

Ella respiraba con dificultad, producto del peso que ejercía sobre ella, sudando profusamente entre el dilema extendido de si habría de matarla o podría siquiera escapar esta vez. Aunque era divertido.

—Ahora entiendo— Confesó entretenido en la idea —Tu eres esa criatura extraña de la que hablan —Sonrió tomándola aun con más firmeza —El asesino al que nadie ve, por lo que tus enemigos temen enfrentarles, fuiste ungida como una indigna Kunoichi para salvarlos —Declaró satisfecho con la pericia con la que conseguía hacerla rabiar intentando liberarse —Pero tus artimañas sucias de ninjutsu no sirven contra un verdadero samurai — La elevó cuidando cada aspecto de su defensa a corta distancia sin soltarla, pues ya conocía la artera forma en la que procedería —Ahora mismo iremos a comprobar al resto que tu existencia es verdadera.

Finalmente el pánico derribó la dura muralla en el temperamento de la muchacha.

—Espera por favor— Rogó intentando frenar en vano el paso con que era empujada—No comprendes lo que harás si me exhibes— Confesó, ya sin importarle el peso de esa información, volviendo el rostro suplicante hasta estar frente a los ojos negros doblegándola —Te daré lo que quieras —Susurró pestañeando tan lentamente como la hipnótica danza de una cortesana experta.

—No caeré en tu trampa dos veces bruja— Aseguró su agarre retirándola de si, pero ella insistió colocándose de nuevo sobre él, deslizando sus curvas sobre ese musculado hombre.

—No es una trampa —Musitó, atreviéndose a rodar los labios sobre el borde de ese perfecto maxilar —Es una ofrenda.

Detalló de inmediato en todos los vellos erizados de su propio cuerpo que lo traicionaban, la dulce rebeldía de sus músculos respondiendo a las atenciones de esa irresistible mujer y por un instante dudo en dejarla continuar con su seductora pantomima.

—Puedo saber— Sonrió ella de forma lasciva —Que es algo que tú también deseas— Dio un leve empujón con la cadera a una cálida zona inferior del cuerpo de su captor despierta, respondiendo de manera muy contundente. Logrando con ello sonrojarlo de forma escandalosa.

Consiguió liberarse un solo instante, esperó él su ataque al ser despojado de la cuchilla. No obstante, lo que recibió lo desarmó por completo. Podía haber escapado, pudo golpearlo y librar una batalla con las mismas trampas intentando eliminarlo. Pero en vez de ello lo abrazó, cubriéndolo con sus labios, arrojando al suelo su única defensa para presentarse cuan vulnerable era, las pestañas largas batiéndose y deleitándose en el sabor del perplejo samurai que la sostenía incapaz de responderle. ¿Era un maldito sueño? ¡Tenía que serlo!

Y se sentía tan real como esas manos frías intentando despojarlo de su hakama, tocándolo de forma inexperta pero apasionada y sin prestar entera atención a su reacción automática, se encontró haciendo lo mismo en ella. Finalmente cerrando los ojos para encantarse en la que consideraba la mujer mas hermosa de todo el imperio. Perdido en sus labios, perfecta silueta suave y firme en los sitios más excitantes, sació la creciente lujuria de ambos tocándola sin descaro, esa belleza dotada por la naturaleza de un poder seductor tal, que por un momento pensó que quizá habría muerto durante el ataque y recibía la recompensa celestial por su honorable trayectoria.

Honorable… Honorable era todo menos eso.

Semidesnudos se detuvo, observando la preciosa criatura tendida en su cama y reprendiéndose por la estricta disciplina moral que le impedía tomar de ese modo la virtud de una mujer…aunque fuese la peor asesina sin escrúpulos de la historia.

—No… no puedo— Se levantó tan rápido como sus piernas pudieron contestarle —No es correcto.

Ella arqueó una ceja sin comprender la razón por la que se negaba, a pesar de haberle dado su consentimiento. ¿Serían ciertas las leyendas de la impredecible locura del príncipe de los dragones?

Volteó a verla, bendita visión de sonrojadas mejillas y sensuales formas. Pero lo único que pudo hacer fue inclinarse para sacar del suelo el Kunai y regresarlo a su portadora.

—Márchate— Ordenó enrabiado —Largo de aquí antes de que me arrepienta— Cuando giró el rostro, la doncella había desaparecido.

Durante la ultima negociación, escucharon los términos, siendo estrictamente mediados por ese tal Yajirobe que parecía un cúmulo de amargura interminable, vertido en desagrado por su papel requerido para apaciguar a los terribles rivales.

—Concederé sus demandas— Vegeta interrumpió el turno de su hermano —Se respetará el dominio del Daimio Buru en su tierra, se repartirán las provisiones de igual modo y concederemos la sustitución del Shogun en vez de su asesinato… —Pausó convencido en su siguiente paso —A cambio de su elemento secreto, su serpiente de ojos azules Bulma… a la que entregaran para que sea mi esposa.

No había una reacción precedente que fuese suficiente para expresar el escándalo que esa requisición exigía.

Ahora cada bando se levantaba con todo menos un aura conciliadora.

—¡Su Daimio está completamente loco!

—¡Esto es un atropello al sentido común!

—¡Es una artimaña para negarnos el dialogo!

Toda clase de reclamos volaron al aire sin pudor alguno.

—¡¿Qué crees que estás haciendo Vegeta?! — Tarble se acercó portando un tono de piel tan blanco que parecía ser un cadáver —¡Escúchate a ti mismo! ¿¡Quieres ser juzgado por desacato!?

—Mi lord el emperador jamás lo aprobará — Sugirió Raditz haciendo un enorme esfuerzo por devolverle la cordura a su líder, dando vistazos nerviosos al resto de los presentes cuyos ánimos no dejaban de encenderse.

—¡Por los dioses Tarble! —Nappa se acercó sin importarle exhibir toda la rabia que esa aseveración le produjo —¡Este muchacho está borracho! ¡Sácalo de aquí inmediatamente!

Antes de que Vegeta cobrara con la vida de su tío la deshonra de esa vil acusación irrespetuosa, una palabra se escuchó entre débiles tonos.

—De acuerdo.

Todos los presentes viraron en dirección al otro Daimio levantándose de su lugar, la voz gruesa oscilante y calma, haciendo pensar a todos que quizá padecía algún tipo de enfermedad o deformidad por la que siempre estaba cubierto. Por dentro se sentían aliviados por comprobar que se trataba en realidad de otro ser humano, pues los rumores de que era alguna clase de demonio mágico se acrecentaban por sus excentricidades.

—Cumpliremos con todo lo que se espera de nuestra parte— Agregó logrando que cada minúsculo sonido en la sala fuera silenciado — Pero habrá de ganarse ese derecho, honorable Daimio, si puede vencer al campeón de nuestro clan…

—¿Va a pelear ese esperpento? — Susurró Raditz, recibiendo un codazo de Tarble por su atrevimiento.

—… el poderoso Dragón de Kame, Son Goku— Sentenció, haciendo a todos tensarse, excepto su persona y evidentemente el emocionado exsaiyan, que apretaba los nudillos esperando con ansias probar fuerzas contra uno de los hombres más temidos en todo el shogunato.

…..

El duelo estaba acordado, un encuentro como nunca fue permitido ni precedido. Sin embargo, al tratarse de un acuerdo extraoficial; limitado en costumbres dignas, los convidados a atestiguarlo fueron únicamente los más confiables consejeros de ambos Daimio.

El jardín central de la propiedad había de bastar, los retadores dispuestos uno frente a otro. El arma que portarían no era la honorable Katana y Shoto, sino un vulgar yari, ya que se sentían menos culpables utilizando un arma común para llevar a cabo un duelo de fines tan ramplones.

—Vegeta— Su hermano intentó por ultima vez rogar a todos los dioses que devolvieran el raciocinio a su líder, cuya única protección era el enorme orgullo con el que se sentía confiado —Por favor no es tarde para que arreglemos esto, puedes solicitar una prorroga hasta hablar con el emperador... ¡No arrojes tu dignidad de este modo! —Gruñó a labios casi entrecerrados sin poder jalar con éxito el hombro de su hermano desprovisto de ropa superior y deambulando sudoroso únicamente en su Hakama predilecto índigo.

—Dime algo hermano— Habló, haciéndolo ponerse a la defensiva por el inusual uso de la denominación en su parentesco — ¿Alguna vez he cometido un error tan terrible para que deba merecer todas estas muestras de irrespeto? — Refunfuñó tomando la lanza del suelo para acercarse finalmente a su enemigo, apenas mirando sobre el hombro a su reducido congénere que meneaba la cabeza renegando de esa terquedad infinita.

—Este podría ser el primero —Musitó mirándolo colocarse frente al otro entusiasmado contendiente, quien jugueteando con su propio yari, declaraba a los cuatro vientos la emoción que le daba enfrentar un oponente de esa talla a modo de reto.

Al centro, un hermoso estanque con grandes piedras dispersas sería el escenario para el llamado duelo de dragones, la lluvia ingresó como invitado no deseado, complicando las circunstancias. Kame Sen'in se colocó al fondo, concediendo el inicio de la contienda y los dos oponentes levantaron su guardia.

Inició, tan brutal como era esperado, los yari cantaban al viento la intensidad y fuerza con la que eran esgrimidos, uno seguro, el otro altivo. Saltó el primer movimiento siendo Gokú el primero en violentar el dominio de su retador, los golpes secos de ataque y defensa retumbaban en todo el salón, los testigos podían jurar que el agua misma desviaba su curso, dejándoles paso libre para engalanar la soberbia pelea. Un giro de espalda y la velocidad de Vegeta cobraba frutos con el primer corte hecho en el torso de su adversario. Pero su presuntuosa sonrisa duró poco, al recibir de frente el temible huracán del consagrado campeón del clan anfitrión, dándole tremenda golpiza que a duras penas lograba esquivar o disminuir.

Entre el público, todos estaban perplejos.

Krillin tallaba sus manos haciendo un esfuerzo enorme por reconocer las maniobras de ambos, que parecían moverse a velocidades sobrehumanas, saltando e imponiendo, arrinconando y atestando golpes de tal fuerza, que eran audibles hasta el ultimo piso del complejo. Pikkoro guardaba silencio siguiendo sólo con los ojos las técnicas usadas y resguardando con recelo a su propio Daimio quien clavaba los dedos en su asiento, emocionado por el desplante de poder que tenían el privilegio de presenciar.

Del lado opuesto, no ocurría algo diferente. Nappa apretaba los dientes, insultado por la superior capacidad del un mero bastardo ahora peleando al mismo nivel que el campeón mas valorado de su clan en muchas décadas. Con cada grito y choque en la madera, Tarble saltaba la ceja, esperando con paciencia el momento en que su hermano saliera victorioso como esperaba y era Raditz quizá el más contrariado, puesto que se negaba a sentir orgullo por el poder de su hermano o rabia por el esfuerzo que le estaba costando a su propio Daimio subyugarlo.

Al cabo de un largo enfrentamiento, el nivel de atención y destreza necesarios para no dejarse vencer era extenuante, ambos portaban el arte de las heridas de batalla creadas por el otro. Sin embargo, algo juraban en común bajo vistazos altaneros: Ninguno jamás se daría por vencido.

—¡Alto! — Kyabe, El mensajero de los Saiyans, ingresó corriendo. Alarmando a todos y siendo derribado de un golpe por un inesperado Turles entrando detrás, igualmente contrariado por las noticias que divulgaría, pero justiciando al insubordinado muchacho que se le adelantó.

—Lord Vegeta— Se inclinó como el protocolo dictaba — Debemos partir—Sugirió apenas conteniendo el aliento por el esfuerzo de haber subido la montaña en apenas un solo día —El castillo Saiyan ha sido tomado por los hombres de Lord Samuichi Freezer— Subió hasta su oído sin importarle interrumpir todo, suficientemente bajo para no informar a sus enemigos, pero en tal claridad que sus aliados alcanzaron a entender el mensaje.

El color de inmediato fue deslavado del rostro del Daimio, entendiendo a la perfección lo que debía significar ese hecho. Finalmente era el único gobernante de su clan… pero eso no le confería gusto alguno por la forma en que lo había conseguido, aunque él mismo despreciara a su padre.

—¡Debemos ir de inmediato Vegeta! —Nappa le instó a terminar con la ronda de decisiones estúpidas que habían costado la perdida probable de su familia. Sin esperar la aprobación de su líder, salió presuroso sin siquiera reverenciar al otro dirigente que ahora se había levantado de su asiento inseguro de como proceder por esa incógnita.

—Dejaremos esto pendiente, Lord Vegeta— Gokú dio una leve reverencia, mientras el resto de sus generales se acercaban a anunciar la debida despedida.

Tomando ventaja de la situación, Vegeta permitió que Lord Buru se acercara, cuando éste respondió a la reverencia de sus soldados, levantó con plena agilidad la cuchilla del yari, logrando partir en dos la ridícula cubierta con la que el otro Daimio se protegía siempre.

La sangre se congeló entre todos ellos.

Cayeron las dos mitades al lado, revelando una extraña persona amorfa, cuyas arrugas y estado deplorable eran totalmente nauseabundos para los testigos. Del mismo modo su olor a almizcle y madera era insoportable. El corazón del samurai saltó conmocionado, pues pensaba que realmente todo ese tiempo habrían sido engañados por la misma criatura que todas esas noches lo fascinó.

—¡Ofrecemos nuestras mas sentidas disculpas Lord Buru! — Casi tocando el suelo con la cara, Tarble y Raditz reverenciaron avergonzados, mientras Turles y Vegeta permanecían atónitos frente al horrible espectáculo, seguramente era víctima de alguna enfermedad o maldición.

—¡Por todos los yokai! —Turles retrocedió pasmado, ganándose la burla de sus dos sobrinos al ver su reacción.

—Ofrezco una disculpa Lord Kapusure — Reverenció de manera ruda el líder saiyan, dándose la vuelta de inmediato para terminar de largarse de ese maldito lugar embrujado. Al voltear de nuevo algo llamó su atención. Era ese mismo tanuki gordo deambulando con toda familiaridad al fondo del pasillo. Se detuvo una fracción de segundo, reparando en un disimulado azul proveniente de los ojos de esa aberración de humano que acababa de delatar. En ese mismo instante se reprendió por prestar más de su tiempo a desenvolver el misterio de la doncella del agua, descuidar por ello sus propios planes y ceder al instinto tan innoble del deseo. No volvería a traer ese vergonzoso episodio de su vida a su mente. Pero sospechaba que cada vez que viese la lluvia, recordaría esos ojos.

….

Al anochecer, cuando las tropas invasoras replegaban sus elementos para partir, desde la ventana de la habitación principal el Daimio del clan Kapusure les observaba. Los fríos de la montaña se intensificaban, dando pie al preámbulo del fin de la sesión de lluvias de la región. Rumores habían provocado que nadie requiriese más la presencia del monstruoso Daimio Sepiente, demasiado misterioso para tolerar y sus enemigos estaban ocupados como para provocar mayores conflictos.

Su general Yasuke Pikkoro miraba de brazos cruzados como la caravana se marchaba en la negrura del bosque y dio una media sonrisa en torno a la dirección de su Daimio, ladeó la cabeza por alguna idea divertida y finalmente limpió su aura de toda la tensión que esos días trajeron.

—Ya se han ido— Krillin suspiró al ver desfilar en el olvido al último de los gokenin.

—Ya quítate esa asquerosidad de encima Bulma— Gokú protestó tapándose la nariz— Es horrible… ¿Quieres que mañana salga por más hierbas de U-Baba para afear tu voz?

—No es necesario —Contestó el tembloroso y grueso tono, dirigiéndose a la pila de agua en su habitación para quitar todo su disfraz de encima. Sospechaba que Vegeta intentaría algo así, cosechaba satisfecha el fruto de sus planes, habiendo salvado de la aniquilación a sus soldados y amigos. A pesar de las protestas de su hermana para sincerarse con sus tropas, aun dudaba que le guardaran el mismo grado de lealtad si descubrían que su Lord era en realidad Lady Buruma, la niña convertida en chico para salvar el dominio del Han Kapusure de manos ambiciosas.

Nunca esperó fungir como Daimio de su tierra, pero afortunadamente de la mano del bastardo de los dragones, había encontrado la fuerza, el gusto y facilidad para cumplir con dicha tarea.

—¿Necesitas que te ayude con eso? —Sugirió su hermano adoptivo, esperando de manera subrepticia que se negara para ir a los niveles inferiores a buscar algo para alivianar su hambre.

—Vete de una vez— Gruñó ella, sabiendo muy bien lo que realmente quería. Cuando abrió la puerta su tanuki ingresó, protestando por el mismo motivo que su más confiable aliado.

—Gokú quizá fue un tanuki en su otra vida— Krillin sonrió, observando como el mencionado cargaba a la graciosa criatura para llevárselo como compañía— Te arriesgaste al darle el antídoto y sabes que tu padre prohibió que te acercaras a la cascada, cuando rescataste a Lady Gine y su bebé de ese oso temimos que murieras. ¡Es un lugar peligroso! Si Vegeta te hubiese atrapado, todas las mentiras se vendrían abajo y te ejecutarían por traición.

—Pero no fue así — Se quejó, terminando la limpieza de su rostro —Quisiera alguna vez poder recibir un solo cumplido de tu parte Krillin, de una forma u otra siempre conseguimos vencer y esta vez ni siquiera tuve que matar "sin el valioso honor" ¿No es eso bueno?

—¿Qué hiciste con ese hombre para que perdiera la cabeza de ese modo? — Replicó sin querer escuchar las burlas a su propio código —Esto se hablará por décadas, cómo la Serpiente de Oeste consiguió dominar al Príncipe de los Dragones— Se carcajeó detallando en la hermosa noche estrellada que las nubes habían descubierto —Estuviste cerca de ser Lady Dragon ¿no?

—Jamás —Guiñó ella, dándose la vuelta para indicarle que deseaba quedarse sola —Ve a decirle a Pikkoro que es su turno de hacer guardia en mi puerta— Se estiró, buscando cambiarse ella misma, como todas las noches hacia para guardar su identidad del resto. Aunque en el fondo, el anhelo secreto siempre quedaría latente, pues no se atrevería nunca a confesar a algún alma, que el fuego de ese dragón había sido capaz de efervescer el agua helada de su corazón.

Fin.