El brindis

La discusión había sido un sinsentido. Si era sincero consigo mismo, ni siquiera entendía muy bien por qué reaccionó de esa manera con quien consideraba una amiga cercana. Podría llamarlo estupidez, enfado o mala fortuna: pero Karin tocó sus botones sensibles sin saberlo y él había respondido empleando su autoridad.

Los márgenes de la amistad y la subordinación entre ellos eran claros: Toushiro nunca la trataba como una amiga en el trabajo frente a otros shinigamis y Karin le procuraba la "debida" deferencia en iguales condiciones. Si estaban solos, eran amigos que resultaron ser compañeros de trabajo. Él se había ambientado rápido a ello.

Tres días antes Karin había acudido a su oficina. Ella había estado haciendo horas extra y había acudido a él para invitarlo a ir por algo de comida dado que, como bien dijo, era muy tarde para cocinar y estaba exhausta. Ella se había acercado a su escritorio.

—No tengo ganas, Kurosaki.

Karin debió haber advertido que era raro que él la llamara por su apellido cuando gozaban de intimidad, por lo que alzó una ceja en interrogante. No desistió, bastante acostumbrada a su hosquedad cuando estaba trabajando.

—Vamos, saltarse comidas no es sano. — Reprendió. La muchacha lo alcanzó detrás de su escritorio y le quitó la pluma como tantas veces había hecho antes cuando se ponía tozudo con ese tema. — Hay un puesto de tempura que…

—¡Dije no, oficial Kurosaki! — Bramó, volviendo sus fulminantes ojos verdes hacia ella y tomando de regreso la pluma de entre las manos femeninas.

Karin abrió la boca como pez fuera del agua. Hosco era un asunto, ¿pero irrespetuoso…? ¿La había llamado "oficial"?

—Oye, ¿y a ti que mierda te pasa? — Gruñó, extrañada por su comportamiento.

—Retírate.

Su tercera oficial se había quedado estática y sin emitir palabra, todavía procesando la situación. Karin parecía querer decir algo pero no encontrar las palabras para ello. En sus veinte años al servicio del Capitán Hitsugaya no podía recordar una sola vez en la que él la hubiera tratado a ella, o a nadie en realidad, de esa manera.

—Toushiro…— Lo llamó, dispuesta a reñirle, pero se quedó con las palabras en la boca cuando la temperatura del despachó bajó súbitamente.

—Tu capitán te ha ordenado que te retires.

Por lo que supo, pudo haberle dado una bofetada y Karin se hubiera sentido menos humillada. Pasaron varios segundos en los que Kurosaki lo observó y sin emitir ni una sola palabra más se giró sobre sus pies y salió por donde había entrado. Si Toushiro hubiera vuelto sus ojos a los suyos habría visto lo profundo que caló su comportamiento en ella: Karin no estaba enojada, estaba ofendida en toda la amplitud de la palabra.

Toushiro supo que había cometido un error tan pronto como ella abandonó el recinto, y se encontró listo para disculparse al día siguiente. Pero Kurosaki había pedido un día de licencia directamente en las oficinas administrativas del Seireitei. Si bien era cierto que no necesitaba su autorización por un día de licencia, era esperado que tenientes y oficiales con asiento informaran a su capitán los descansos solicitados con anticipación.

Un día de licencia se convirtieron en dos.

El capitán de pálido cabello se masajeó las sienes ¿Debería aparecerse en su casa? Era el tercer día de ausencia y Matsumoto lo miraba desde su sitio.

—Karin tampoco vendrá hoy. — Rangiku mencionó. — Se lo comento porque ayer y antes de ayer no sabía sobre ello.

Esa era la forma sutil de su teniente de hacerle saber que estaba al tanto de que las cosas no iban bien. Toushiro la miró.

—Tres días de licencia es lo máximo que se puede pedir sin la firma de un capitán. — Matsumoto agregó. —¿Está todo bien?

La teniente estaba preocupada con toda honestidad. Si esos dos se habían peleado, como ya había pasado anteriormente, solían reconciliarse con las espadas en la mano en un campo de entrenamiento apropiado. Jamás se evitaban: Toushiro era demasiado responsable para ello y Karin se caracterizaba por su frontalidad para resolver sus asuntos.

Si Kurosaki había tomado no uno sino tres días de licencia con el fin de evitar a su capitán algo grave debió haber pasado. Después de todo, su tercer oficial era temperamental, pero su enojo se diluía con facilidad; incapaz de guardar rencor.

Karin apareció al cuarto día, pero la tranquilidad de la teniente al verla se perdió rápidamente cuando saludó al joven de ojos verdes con un gélido "Tenga usted buen día, Capitán Hitsugaya". Luego había tomado sus legajos y expedientes atrasados y, por primera vez en su vida laboral, se recluyó en la oficina de los primeros cinco oficiales. Matsumoto dirigió su mirada al capitán y con una voz de maternal reproche dijo:

—¿Qué le hizo?

Toushiro suspiró y siguió con lo suyo, procurando ignorar las acusaciones implícitas de Rangiku.

Ese circo duró el resto de la semana. Para el viernes Matsumoto quería arrancarse el pelo a mechones: No se hablaban salvo por el frío saludo diario de Karin a su capitán y eso la exasperaba. Después de todo, con ella recluida en su oficina Matsumoto tenía que aguantar las malas vibras de Toushiro - aunque éste no emitiera palabra en todo el día - y carecía de la ayuda laboral de Karin y su risa fácil.

Trabajar sin las bromas de Kurosaki y su individualidad, sumada la introspección de Hitsugaya, era todo menos divertido. Entonces decidió meter sus manos en ello. Aprovechando el ensimismamiento de su superior, tomó una botella de sake de su reserva y con discreción se dirigió a la oficina de los primeros oficiales. Allí Karin estaba en completo aislamiento resolviendo planteos varios.

—Ah, Matsumoto ¿en qué te ayudo? — Saludó ella, llevando un mechón de su cabello oscuro detrás de la oreja — ¿Qué traes ahí?

Al menos Karin le sonreía, lo cual significaba y confirmaba que el asunto realmente era con su capitán.

—Pareces andar de malas, así que te traje un obsequio.— Canturreó y luego sacó una abundante botella se sake de detrás de su espalda — ¡Tarán~!

La menor de ellas se rió y tomó la botella ofrecida.

—Gracias, supongo. —Dijo.

La teniente pensó en preguntar qué los había distanciado, pero el regreso del quinto oficial de su escuadrón a la oficina interrumpió la intimidad. De modo que suspiró, cansina, y decidió que merecía el resto del día libre. Antes de ello, depositó unos expedientes que había acarreado con ella en el escritorio de la oficial Kurosaki.

—¡Por favor, ojealos por mi! — Solicitó y un instante después, ya no estaba.

Karin gimió. Y ella pensaba irse a casa temprano, pensó con ironía.

El sol caía lánguidamente por el cielo en un atardecer extenso. Era verano y las cigarras copaban los campos con su cantar: el décimo escuadrón no era la excepción. Con el día tan cálido y suave todos los shinigamis se habían dispuesto a salir temprano el día viernes. Toushiro observó irse a la última tanda que, con respeto, le informaban que sólo faltaba cerrar las tres oficinas centrales del escuadrón.

Estas oficinas en forma de "t" eran la suya propia, que daba como salida al patio, la de los oficiales del tercer a quinto asientos y los del sexto al décimo, enfrentadas. Él asintió, acostumbrado a ser el último en irse. Firmó el legajo final de la semana y se levantó, dispuesto a irse a casa. Miró el atardecer. No, se dijo, iría a casa de Karin por muy invasivo que lo sintiera. A veces olvidaba que Karin había venido directamente del mundo humano y no tenía los mismos valores que ellos.

Si un hombre visitaba tras la caída del sol a una mujer soltera que vivía sola hubiera sido muy mal visto. Karin pensaría que eso era una idiotez. Dispuesto a mandar su orgullo al garete escuchó un ruido provenir de una oficina conexa a la suya: la oficina de los primeros asientos. Cerró la puerta de su oficina y entró al pasillo que las conectaba hasta aquella de donde provino el sonido. Abrió la puerta y se encontró cara a cara con Kurosaki.

Bueno, se ahorraría la vergüenza de ir a su casa a buscarla. Avergonzado entró, cerrando la puerta a sus espaldas.

Karin permaneció sentada en el suelo, organizando el desastre que Matsumoto le había dejado. Había estado ignorando deliberadamente a Toushiro, sin ninguna otra intención que no fuera tenerlo lejos de su vista. Se acercó a ella y Karin recordó lo brusco que había sido con ella cuando había intentado lo mismo con él.

—¿Necesita algo, capitán? — Preguntó, manteniendo su aspecto serio y educado.

Se sentía como un baldazo de agua fría en invierno. Toushiro tuvo un momento de epifanía: se había acostumbrado tanto a ella y su tono divertido que algo diferente a ello lo había hecho sentir fuera de lugar.

—Te debo una disculpa, Karin.

Ella frunció la boca en un mohín enfadado y cruzó los brazos, levantando la barbilla en el proceso. Estaba ofendida y furiosa.

—¿Puedo hablar y comportarme con toda libertad, estimado capitán? — Consultó.

Toushiro pensó que esa educación exagerada era su forma de castigo, dado que cada palabra y frase formal era como un latigazo a su orgullo.

Sabiendo que se iba a arrepentir por ello, asintió.

Karin tomó su precioso jarrón de cerámica con una sonrisa cínica y se lo arrojó sin tapujos. Toushiro lo esquivó, pero le sirvió de poco. Su oficial se había levantado, tomado un plato para quemar incienso y lo lanzó en su dirección. Nuevamente logró evitar el golpe.

—¡Me sacaste de tu maldita oficina con un "retírate"!— Gritó, tomando consciencia de su propia ira. — y dijiste ¡"Tu capitán te ha ordenado"! ¡Como si fuera una shinigami fastidiosa que anda revoloteando a tu alrededor!

Entre exclamación y exclamación, Karin tomó cada objeto a su alcance y lo usó como munición para atacar al joven capitán quien saltaba de un lado a otro esquivando sus ataques.

Karin sabía que le estaba permitiendo desquitar su enfado con él, pues Toushiro era perfectamente capaz de inmovilizarla si lo hubiera querido. Ella gritó, comenzando a lanzar los mismos expedientes que había firmado esa misma mañana.

—¡Yo sólo quería invitarte tempura, imbécil malagradecido! ¡Me preocupo por tí! ¡Eres un tarado redomado!—Lo insultó, caminando hacia él. — Y usaste tu autoridad sobre mí para echarme, como tu subordinada, cuando yo sólo me preocupaba por tí.

Karin lo tomó por el cuello de su shihakusho, con los ojos humedecidos.

—Así que no sólo me debes una disculpa. Me debes una explicación, maldita sea.

Karin se aferraba al cuello de su uniforme y él puso sus manos sobre las de ella, apretando con suavidad. El contraste entre un agarre y otro era claro. Toushiro tomó sus manos entre las propias logrando que Karin aflojara los dedos y las acunó con algo parecido a la ternura. Kurosaki estaba demasiado enojada para sentirse pudorosa o avergonzada por un gesto que normalmente lograría que se le subieran los colores al rostro.

—Tienes razón. — Reconoció. Karin lo miró y se mordió el labio inferior tratando de contener la humedad en sus ojos. — Use mi autoridad sobre tí cuando viniste a mi como una amiga, te pido disculpas por ello.

—Me humillaste y avergonzaste. — Reclamó ella, sin quitar sus manos de las masculinas.

Toushiro asintió.

—Me arrepiento. — Confesó con voz suave.

Estaban enfrentados y tan cerca que podían murmurar y escucharse perfectamente el uno al otro. Karin observó cómo él abrió sus manos para dejar que las suyas reposaran sobre sus palmas abiertas.

—Le di un cierre, como sugeriste. No pensé que me afectaría tanto.

La frase podía parecer inconexa y al azar, pero Karin entendió perfectamente lo que le estaba diciendo con esas dos sencillas oraciones. Ella observó las manos bronceadas y tibias de su capitán. Pensó en él, su arduo trabajo y lo poco conectado que estaba en ocasiones con sus sentimientos y la manifestación de ellos.

Karin invirtió los roles, tomando una de las manos de su amigo y acunándola.

—Bueno, fuiste rechazado por tu primer amor: debe ser duro. — Concedió, apretando la boca. — Eso no justifica la forma en que me trataste.

— Lo sé.

—Bien.

Karin soltó su mano y colocó las suyas en los hombros de Hitsugaya para usarlos de apoyo para, poniéndose de puntitas de pies, plantar un casto beso en su mejilla.

—Ven, brindemos. — Le soltó mientras se volvía a buscar el sake que Matsumoto le había dado ese día.

—¿Y por qué brindaríamos? —Bufó. Le parecía una ridiculez beber alcohol para ahogar las penas de un amor no correspondido. — Ya sabía que sería rechazado cuando decidí seguir tu consejo y confesarme para cerrar ese asunto de una vez por todas.

Karin gimió y giró los ojos, poniendo una copa en su mano.

—Porque Toushiro Hitsugaya, ¿sabes por qué te afectó tanto el rechazo de Momo aunque ya lo anticiparas? — Él no contestó, pero le sostuvo la mirada con precaución. Ella le sonrió con algo de tristeza en el fondo. — Porque te han roto el corazón, así que bebe. Hoy brindamos por tu valentía, coraje y estupidez.

Él le frunció el ceño, quejándose en voz alta.

—Al fin y al cabo, que te rompan el corazón disuelve el paradigma de que no tienes uno. — Se burló, chocando su copa con la suya. — Por los amores unilaterales, los corazones rotos y su pronta recuperación.

De mala gana, Toushiro bebió.

—Ah, y pagarás nuestra comida de hoy. Andando.

Karin le quitó la copa, abandonándola en el suelo descuidadamente y le tomó de la mano para arrastrarlo al puesto de tempura donde debieron haber ido desde un principio. Ella se giró para sonreírle y le apretó la mano áspera por tanto entrenamiento. Volvió su vista hacia el camino a tiempo para evitar que él se percatara del sonrojo en sus mejillas.

Después de todo él había brindado por los corazones rotos… y ella por los amores unilaterales.

:-:

Buenas y santas. Esto es un one-shoy y, a parte, formará parte de otra historia. Pero entre los pedacitos que fui avanzando me pareció buena idea subirlo por separado.

Espero que les haya gustado. Les mando un beso.