Róbate mi corazón.

Capítulo Uno.- Sueño verdadero.

París, Francia.

Taro Misaki observaba trabajar a su padre con cierto interés. Ichiro Misaki tenía apenas dos meses de ser ascendido al puesto de director general del museo del Louvre, en París. Taro, por su parte, llevaba ya casi seis meses jugando en las filas del equipo de fútbol Paris St. Germain. Algo había en Francia que hacía que los Misaki siempre volvieran a ella...

Esa tarde, el entrenamiento había terminado temprano y Taro había decidido ir a visitar a su padre, en vista de que no tenía nada mejor que hacer. Al llegar al museo, el joven encontró a su progenitor trabajando arduamente en el proceso de restauración de una de las tantas pinturas que había en el lugar, cosa que no le sorprendió en absoluto. Normalmente, cuando esto pasaba, Taro se iba a pasear por el museo, pero ese día se encontraba verdaderamente apático.

¿Hoy no vas a salir con Azumi, Taro?.- le preguntó su padre, durante una pausa.

No, tiene planeado visitar a sus amigas y primero se va a vivir al Polo Norte que dejarlas plantadas para salir conmigo.- respondió Taro, con desidia.

El señor Misaki soltó una carcajada antes de volver a su trabajo. Taro contemplaba la pintura con desgana cuando su celular comenzó a repiquetear; se sorprendió al ver que la persona que llamaba no era otro que su amigo Genzo Wakabayashi, portero del Bayern Munich.

¿Hola?

Misaki, soy Wakabayashi.- saludó el portero japonés.- ¿Interrumpo algo?

Mi flojera.- respondió Misaki.- ¿A qué debo el honor de tu llamada?

Pues simplemente llamo para avisar que estoy por ir a visitarte, amigo.

Vaya, ¿en verdad? ¿Estás en París?

Sí, estoy en el aeropuerto. ¿En dónde estás?

En el Louvre.

¿Qué rayos haces en un museo, Misaki?.- preguntó Genzo, con sorna.- ¿De cuando acá tan culto?

Que no se te olvide que mi padre es el director general del museo.- replicó Taro, con cierto enojo.

Es cierto... .- Wakabayashi se resistió las ganas de hacer algún comentario sarcástico.- ... En fin... ¿Vienes o voy?

Ven tú, tengo muy pocas ganas de salir de aquí.

Vaya ánimos que traes... De acuerdo, llego allá en 45 minutos, si el tráfico me lo permite.

Aquí te espero.

Una hora y media después, Wakabayashi llegaba al museo con cara de pocos amigos.

Hay más tráfico aquí que en Munich, es espantoso.- refunfuñó Genzo.- Y aparte de todo, ese guardia estúpido que no quería dejarme pasar, le dije que era conocido tuyo y no me creyó.

No te ofendas, pero cuando te enojas das muy poca confianza.- comentó Misaki.- No me sorprende que no te haya dejado entrar...

Genzo, por única respuesta, le lanzó una mirada asesina a Taro, lo que hizo que éste cambiara inmediatamente de tema.

¿Qué tal el viaje, Wakabayashi?.- le preguntó.

Muy bien, gracias.- respondió éste, un poco más calmado.

¿Y a qué viniste a Francia, si se puede saber? ¿No me digas que vienes a buscar a Nadia...?

Ni loco. Ya lo pasado, pasado.- contestó Genzo, con determinación.

¿Entonces?

Simplemente vengo de vacaciones, creo que nunca me he tomado un descanso en forma.

Y decidiste venir a quitarme el tiempo...

¿Para qué si no estamos los amigos?

Wakabayashi y Misaki llegaron hasta la oficina del padre del segundo. Éste levantó la mirada al ver que su hijo llegaba con compañía.

Buenas noches, señor Misaki.- saludó Genzo.

Papá, ya conoces a Wakabayashi, amigo y compañero de la selección.- dijo Taro.

Claro. Es un placer tenerte por aquí, espero que estés a gusto.- le dijo el señor Misaki a Genzo.

Muchas gracias.

Taro llevó a Genzo a un rincón apartado de la oficina, para evitar distraer a su padre.

¿Te quedarás con nosotros, Wakabayashi?.- invitó Taro.- Hay mucho espacio en nuestro departamento y sirve que de paso me distraerás cuando Azumi me invite a otra de las fiestas aburridas que dan sus amigas.

Uhm... Qué tentador.- dijo Genzo, con sarcasmo.- Acepto la invitación, si no queda de otra...

Vamos, no será tan malo...

Sí, como no... .- Genzo suspiró.- Por cierto... Veo que aún sigues con Azumi.

Pues sí... Pero no somos novios como tal. Solo... Andamos...

Si tú lo dices...

En ese momento, el señor Misaki se acercó a los jóvenes.

Taro, siento interrumpir pero necesito que me ayudes.- pidió.

Claro, papá, no hay problema.- respondió Taro.

Si lo desean yo también puedo ayudar.- ofreció Genzo.

Gracias, pero esto es complicado y realmente no sabes ni pío de restauración de pinturas, no te ofendas.- señaló Misaki.

Jaja, entiendo. Mucho ayuda el que no estorba.- replicó Wakabayashi.

Nos vamos a tardar un rato, ¿por qué no vas a darte una vuelta por el museo para que lo conozcas?.- invitó el padre de Misaki.

Taro tuvo que resistir la tentación de soltar la carcajada al escuchar el ofrecimiento de su padre, pues conociendo a Genzo como lo conocía era poco probable que estuviera interesado en el arte. Sin embargo, éste aceptó de buena gana y salió del despacho, no sin antes hacerle prometer a Taro que iría a buscarlo en cuanto se desocupara.

Wakabayashi se paseaba con parsimonia por el museo. Era casi la hora de cerrar y el lugar se encontraba vacío y en semipenumbra. Realmente, solo aceptó la invitación del señor Misaki por cortesía, pues no estaba muy interesado en ninguna de las pinturas que había a su alrededor. Las artes nunca habían sido su punto fuerte, él prefería los deportes.

Al dar la vuelta en uno de los corredores, vio algo que lo hizo detenerse en seco. Por un momento, se convenció de que lo que estaba viendo era un ángel, pero su escepticismo natural lo sacó inmediatamente de su error, aunque tuvo que reconocer que el efecto del ambiente creó una ilusión óptica muy convincente. Enfrente de una pintura de Monet estaba parada una chica que se veía muy joven, casi parecía una niña. No tendría más de 20 años, a lo sumo. Su largo y abundante cabello castaño oscuro le caía en cascada por la espalda, y la luz que provenía de la lámpara que iluminaba la pintura le arrancaba destellos de oro. Iba completamente vestida de blanco, y Genzo supuso que eso y la apariencia frágil de la chica lo hicieron pensar que se trataba de un ángel. Ella miraba embelesada la pintura que tenía delante de ella, como si no hubiese visto nada más hermoso en su vida.

Wakabayashi se acercó sigilosamente a ella, para no romper el hechizo. Ella no notó su presencia hasta que lo tuvo a un lado. Genzo la sintió respirar y se convenció por fin de que se trataba de un ser humano de carne y hueso. Ella no tardó en voltear a verlo y, al notar que también estaba mirando la pintura, esbozó una dulce sonrisa y preguntó con voz melodiosa: "¿No es hermosa?". Genzo miró aquellos profundos ojos negros y respondió con un: "Mucho". La chica le sonrió nuevamente y desapareció por el largo corredor. Wakabayashi tuvo el impulso de ir tras ella, pero la muchacha se esfumó como si en verdad hubiese tenido alas.

Qué cosas tan interesantes se encuentra uno en los museos.- comentó para sí.

¿De qué hablas?.- preguntó Taro, a sus espaldas.

De una chica a la que acabo de ver.

No me digas...

Sí, estaba aquí hace unos minutos...

Eh... Bueno amigo, no quisiera desilusionarte pero es imposible que haya alguien por aquí, el museo cerró hace 10 minutos...

Pues entonces habrá sido alguien que se quedó retrasado. Estaba tan concentrada en la pintura que quizá no se dio cuenta de la hora.

Eh... La verdad es que es algo difícil, los guardias avisan 10 minutos antes del cierre del museo para que los visitantes se vayan...

No aluciné.- dijo Genzo, con determinación.- Sé muy bien qué fue lo que vi.

Misaki ya no dijo nada, simplemente se dedicó a contemplar la pintura.

Esa noche transcurrió sin incidentes. Genzo y Taro se quedaron platicando hasta altas horas de la noche sobre fútbol, su eterno tema de conversación. Cuando por fin se durmió, Taro comenzó a tener sueños un tanto extraños: soñaba que se paseaba por el Louvre a media noche, de manera sigilosa y escondiéndose en las penumbras. Soñó que llegaba hasta la pintura que él y Genzo habían contemplado esa misma noche y la tomaba, para después salir del museo...

Taro despertó sobresaltado. Eran ya las 9:30 de la mañana.

"¡Vaya, qué sueño tan raro que tuve! ¿Por qué habrá sido?", pensó. Sin embargo, no le dio mucha importancia hasta que... A un lado de su cama encontró la pintura de Monet que había tomado en su sueño...