Capítulo quince. Sin escape.
La noche había llegado y Tsubasa y Sanae esperaban afuera del departamento de Misaki a que éste llegara.
¿En dónde andará?.- preguntó Sanae, muy preocupada.- ¿No se le habrá ocurrido asaltar el Louvre de día?
Espero que no, Misaki no acostumbra a ser tan impulsivo.- respondió Tsubasa.- Aunque últimamente ya no se sabe...
Uhm...
Sin embargo, Misaki no tardó en aparecer, un tanto afligido. Tsubasa y Sanae lo miraron preocupados.
¿Qué te pasó, Misaki?.- le preguntó Sanae.- ¿Tuviste algún problema con el amigo de tu padre?
No, no tuve ningún problema con él.- musitó Misaki.
¿Entonces? ¿Volvió a darte problemas el Artista de la Noche?.- cuestionó Tsubasa.
Tampoco...
¿Qué ocurrió entonces?
Pues... Es Azumi... .- Misaki miró a sus amigos con tristeza.- Intenté arreglar las cosas... Ustedes saben, por lo que pasó el otro día en la fiesta...
¿Y qué pasó?.- preguntó Sanae.
Básicamente me mandó a freír espárragos.- Taro suspiró.- Todo por defender a la mezcla de Tomb Raider y la guardiana de la Bahía.
¿Quién?.- Sanae y Tsubasa lo miraron con extrañeza.
La detective Lara Del Valle.- respondió Misaki, encogiéndose de hombros.- Azumi dice que esa mujer es una combinación de Lara Croft y Pamela Anderson (¡Ja, ja, ja! Gracias a Daniéle por la idea). Yo sinceramente no le veo el parecido con ninguna, pero en fin...
¡Ahhh! ¿Se enojó contigo por defender a la detective?.- inquirió Tsubasa.
Sí. Yo no lo pude evitar, lo que pasó en la fiesta no fue culpa de Lara...
Y aunque lo hubiera sido, de cualquier manera la habrías defendido.- observó Sanae.
Pues sí... Y parece ser que eso fue lo que más molestó a Azumi... .- dijo Misaki, alicaído.- Yo quise dejarle las cosas bien en claro, decirle que solo deseo que continuemos siendo amigos pero... Ella no quiere eso... No la entiendo, siempre hemos sido muy unidos...
¡Ay, Misaki!.- suspiró Sanae.- ¿Es que no lo entiendes? Azumi y tú estuvieron saliendo mucho tiempo, ella esperaba que llegaran a otra cosa...
Lo sé. Por eso intenté aclararle todo... .- respondió Taro, apesadumbrado.
Los tres notaron de pronto que ya se había hecho muy noche y que Wakabayashi aun no llegaba.
¿En dónde andará Wakabayashi?.- cuestionó Sanae, mirando el reloj.- Nunca es tan impuntual...
¿Han intentado llamarle a su celular?.- preguntó Misaki.
Sí, pero nos manda directamente al buzón de voz y ya le hemos dejado como tres mensajes pidiéndole que se comunique con nosotros.- respondió Tsubasa.
Qué raro...
Pero parecía que con solo mencionarlo lo hubiesen invocado, pues Wakabayashi llegó en esos momentos.
Perdonen la tardanza.- se disculpó.- Pero estaba arreglando unos asuntos pendientes...
¿Lily?.- aventuró Misaki.
Sí.
¿Por fin la convenciste de que todo es un error?.- preguntó Tsubasa.
Pues no del todo. Aun sigue pensando que Misaki es un desgraciado.- respondió Genzo, encogiéndose de hombros.
Ah, vaya... .- murmuró Taro, mirando al portero con enojo.
¿Qué? Intenté convencerla por todos los medios de que eres inocente.- Wakabayashi miró a su amigo con inocencia.- Al menos logré hacer que callara el secreto por unos días más. Me prometió que no le diría nada a su hermana siempre y cuando tú buscaras la manera de arreglar esta situación cuanto antes.
¿Y qué se supone que es lo que estoy haciendo?
Bueno, ya, no te enojes, yo solo te comento lo que ella me dijo.
¿Y cómo quedaron las cosas entre tú y ella?.- preguntó Sanae, curiosa.- ¿Ya la convenciste de que la quieres de verdad?
Por respuesta, Genzo sonrió.
No acostumbro a hablar de esas cosas... .- dijo.
En fin... .- Taro se levantó de su asiento.- ¿Alguien quiere algo de beber?
Las horas pasaban y los cuatro amigos esperaban a que el Artista de la Noche hiciera acto de presencia, pero Misaki se sentía más calmado que nunca. Ichiro Misaki llegó cerca de la medianoche, algo molesto porque la policía no le permitió quedarse en el museo, a la espera del ladrón. "Dicen que no es prudente, que lo mejor será que espere aquí y que si me necesitan me llamarán", dijo "Me quedaré despierto toda la noche, si es preciso". Sin embargo, a los pocos minutos, Taro pudo escuchar los profundos ronquidos que su padre emitía desde su habitación.
Al principio, Tsubasa, Wakabayashi y Sanae estaban muy atentos y despiertos, pero conforme fueron pasando las horas todos terminaron por caer rendidos ante el sueño que los invadió. Al ver a sus amigos, inconscientes sobre sus asientos, Misaki sonrió. Él les había puesto un somnífero potente, pero de efecto retardado, en sus bebidas. El mismo tipo de somnífero que cada noche le ponía a Wakabayashi para que éste no lo detuviera en sus escapadas.
Muy bien. Ya te deshiciste de ellos. Ahora, manos a la obra.
El capitán Sauniére esperaba a que el ladrón hiciera acto de presencia. Todo estaba listo, esta vez no se les escaparía... Prácticamente, toda la INTERPOL estaba presente esa noche en el museo, había más guardias allí que en el resto de París, sería muy difícil que el Artista de la Noche consiguiera salir victorioso esta ocasión.
El Artista de la Noche llegó al museo sin problemas. Sonrió al ver a la entrada a tanta gente reunida. Realmente se habían esforzado por aumentar la seguridad, aunque al final no serviría de nada... Entró sin ser visto por una de las alcantarillas localizadas en las cercanías del museo y tomó un túnel subterráneo que lo conduciría directamente al interior del museo, a un sitio en donde a nadie se le ocurriría jamás poner vigilantes: el despacho de su padre. Unas cuantas semanas atrás, casi cuando acababan de nombrar a su padre director del Louvre, Taro descubrió esa salida por accidente. Había tenido la intención de decírselo a su padre, pero por alguna razón siempre lo ocultó. Y ahora, el Artista de la Noche usaba ese pasadizo para entrar al museo sin dificultades...
El ladrón salió con cautela al pasillo, cuidándose de los dos guardias que pasaban por allí en esos momentos. Tanta seguridad era inútil, él era una sombra, un fantasma... Nunca, jamás, podrían atraparlo, se les esfumaría en el aire...
Al llegar a la sala en donde se encontraba la Mona Lisa (que es la misma en donde está la Virgen de las Rocas), encontró a al menos veinte guardias apostados en las cercanías. El Artista de la Noche sonrió: eso era lo que esperaba.
Buenas noches, caballeros.- los saludó a todos, retadoramente.- Me da gusto que hayan venido a nuestro encuentro.
El capitán Sauniére no podía creer el desparpajo del delincuente. ¡Estaba saludándolos en persona como si nada! Pero el capitán no pudo verle la cara: el ladrón se mantenía parcialmente oculto en las sombras. Todos los agentes desenfundaron sus armas y las apuntaron hacia el ladrón.
¡Ey! No hay por qué ser tan agresivos.- el Artista de la Noche levantó ambas manos.
¡Pon las manos en donde las podamos ver!.- gritó el capitán Sauniére.- ¡Quedas arrestado por asalto! Tienes derecho a guardar silencio y...
Vamos, capitán.- lo interrumpió el delincuente.- No creerá que en verdad ya me atrapó tan fácilmente.
El Artista de la Noche dio una voltereta ágil y se esfumó por uno de los corredores laterales. Todos los agentes descargaron sus armas pero no sabían si alguno había conseguido lastimarlo.
¡Tras él, no dejen que escape!.- gritó el capitán Sauniére.
Todos los policías corrieron por el pasillo por donde escapó el delincuente. Lo que no sabían, es que todo había sido un engaño: el Artista de la Noche había conseguido esconderse en un pequeño recoveco localizado entre ambos pasillos, y debido a su habilidad para difuminarse con las sombras, nadie notó su presencia. "Fue demasiado fácil", pensó.
Entró a la sala, la cual se encontraba a oscuras, y aparentemente a solas, cosa que lo sorprendió. "¿Por qué no habrá más guardias aquí?", pensó el ladrón, "Deje bien en claro que me llevaría la Mona Lisa esta vez. No puedo creer que la policía sea tan tonta como para colocar a todos los agentes afuera y dejar solo este lugar".
El Artista de la Noche se acercó a la Mona Lisa y la contempló por unos instantes. La mejor obra de Leonardo Da Vinci. O al menos la más famosa. Su sonrisa misteriosa era un reflejo de la que tenía en esos momentos el Artista de la Noche. "Ambos tenemos cosas que ocultar, pero nadie sabe qué son", pensó el delincuente. Y él se robaría esa famosísima pintura en frente de los ojos de cientos de parisienses. Sería todo un reto salir del museo con la cantidad de policías que había, pero si lo conseguía sería mundialmente reconocido como el ladrón más famoso de todos los tiempos. "¡Qué manera de conseguirse 15 minutos de fama!", pensó él, divertido. En esos momentos, Taro Misaki luchó por recuperar el control. "No lo hagas, no te puedes robar esta pintura!", Taro le hablaba a su parte criminal. "¿Y por qué no?", respondía su alter ego, "A esto es a lo que me dedico". "¿Es que acaso no te importa lo que Lara piense?", insistía Misaki, "¡Si ella nos descubre nos odiará para siempre! Además, ¡esto es ilegal!", "Será una verdadera lástima", respondió el ladrón, "Pero esto es algo que debo hacer... Que debemos hacer... Y no trates de engañarme haciéndome pensar en la detective. No te funcionará esta vez".
El Artista de la Noche desconectó los sensores que activaban la alarma. "Ineptos", pensó, "Ya hubieran hecho algo más que simplemente confiar en la alarma". Después, quitó el cristal protector que cubría la Mona Lisa. Frente a él ya no había nada que le impidiera cometer el robo del año, quizás del siglo. El ladrón estiró las manos y... No pudo hacerlo. No pudo agarrar la pintura y llevársela, así sin más... Taro Misaki había conseguido convencer a su alter ego.
"Pero es que si no lo hago... Tendremos graves problemas...", le dijo a Taro el Artista de la Noche. "¿Por qué?", lo cuestionó Misaki, "¿A quién tenemos que rendirle cuentas?". "¿Qué acaso aun no lo sabes?", respondió el ladrón, "¿Aun no te has dado cuenta de quién es el que nos manipula?". Taro no lo entendía del todo. ¿Había alguien que lo estaba controlando a él para que asaltara el Louvre? Pero, ¿quién podría querer semejante cosa? ¿Y por qué precisamente lo escogieron a él? "Habiendo tanta gente que estaría más que dispuesta a asaltar este sitio, tenían que elegir precisamente al hijo del director del museo...", pensó. "Precisamente por eso", le dijo una voz, "Eres el blanco perfecto...".
Misaki volvió a tener control sobre su cuerpo. "No importa a qué o a quien nos tengamos que enfrentar", le dijo a su alter ego, "Saldremos de esto". Volvió a colocar el cristal protector sobre el cuadro, pero al hacerlo accidentalmente rozó la pintura y, de pronto, todas las luces de la sala se encendieron. Taro, azorado, se dio cuenta de que había caído en una trampa.
Date la vuelta, muy lentamente, con las manos en alto. Y no hagas ningún movimiento brusco o dispararé.- dijo una voz femenina, cargada de desilusión.
Misaki obedeció. Al darse la vuelta se topó cara a cara con Lara, quien le apuntaba con su arma al tiempo que lo miraba con profunda tristeza.
Bien lo sabía yo: el ladrón siempre vuelve a la escena del crimen.- susurró.
Taro supo que todo había acabado. Y había acabado mal...
Notas:
Que yo sepa, no existe ninguna entrada secreta al Louvre, yo lo inventé para facilitarme un poco las cosas.
