Los 3 Sellos

Por: Princess Lalaith

Capítulo 3.- Una batalla.

"Oscuridad, el sol aún no había salido, y al amparo de las sombras varios monstruos atacaban a hombres, mujeres y niños, quienes habían sido interrumpidos a mitad de su descanso. La mayor parte de las personas de inmediato se vestían con armaduras y tomaban sus armas, los niños pequeños y algunas mujeres se escondían con miedo. Y una batalla comenzaba... nuevamente."

-Sora...hija despierta... –murmuró Anaís inclinada sobre el cuerpo dormido de su hija.

-Mami... –murmuró Sora abriendo mucho los ojos y abrazándose a su madre.

-Ya cielo, todo está bien ahora. –dijo Anaís acariciando el cabello de Sora.

-No mamá. –negó Sora. –No está bien. Lo que soñé, era que algunos monstruos feos atacaban personas, y tengo el presentimiento, de que no fue sólo un sueño.

-Sora... –murmuró Anaís.

-Es verdad mamá, lo sé. –insistió Sora. –No estoy segura cómo, pero algo dentro de mí me dice que así es. Hay que hacer algo para ayudar a esas personas.

-Anaís...¿Anaís estás despierta? –preguntó Marina entrando.

-Si lo estoy. –dijo Anaís girándose.

Marina se encontraba en la puerta, con una vela en la mano.

-Lucy despertó con ese dolor en el pecho, -dijo Marina.

-¿Está bien? –preguntó Anaís preocupada.

-Ya no le duele tanto, -dijo Marina. –Pero ella asegura que los problemas aún no han terminado, que los monstruos aún están atacando a los cefirianos.

-Debemos ayudarles, -agregó Lucy asomándose.

Anaís volteó a ver a su hija dudando.

-Yo estaré bien mamá, -dijo Sora sonriéndole a su madre. –Tú ve y ayuda.

-Bien, vamos. –dijo Anaís poniéndose de pie.

Las tres salieron dejando a Sora en la recámara. Una vez en la puerta de la casa vieron que la batalla ya había comenzado. Los cefirianos parecían tener cierta desventaja, pues la oscuridad facilitaba a las criaturas el moverse sin ser vistas.

-Es hora amigas, -dijo Lucy, con un ademán su espada apareció en su mano.

-Es cierto, -dijo Anaís imitándola.

-Es hora de volver a pelear por Céfiro. –agregó Marina con la espada en su mano.

Y con eso las tres se lanzaron a la lucha contra los monstruos.

Los cefirianos quedaron muy sorprendidos al ver a tres mujeres ataviadas con hermosas armaduras y espadas unirse a la batalla. Algunos de ellos parecieron reconocerlas.

-Yo he visto a esas mujeres antes... –murmuró una joven mientras luchaba con un monstruo.

-¡Flecha de fuego! –atacó Lucy en ese momento.

-¡Lo sabía! –exclamó la joven golpeando a otro monstruo. -¡¡Son las Guerreras Mágicas!!

-Esa voz... –murmuró Lucy dándose la vuelta, vio a la joven que también la observaba a ella. -¡Lira!

-¡Lucy! –exclamó Lira.

En eso un monstruo llegó por detrás de Lucy, Lira corrió, dio un salto, sacó un arco, una flecha, apuntó, y la lanzó. La flecha dio justo en el centro de la frente del monstruo.

-Flamas... –murmuró Lira juntando dos dedos de cada mano frente a su rostro.

Lucy observó cómo la flecha que acababa de lanzar Lira se envolvía en Flamas, quemando al monstruo. Una vez logrado esto, Lira sonrió satisfecha.

-No sabía que podías hacer magia. –dijo Lucy.

-He aprendido algo. –dijo Lira. –Cuando esos enemigos nos atacaron, no podíamos estar huyendo y dejarlos destruir nuestro pueblo, alguien debía hacerles frente.

-Eres muy valiente. –dijo Lucy.

Lira se sonrojó un poco, justo en ese momento otro monstruo las atacó. Lucy de inmediato alzó su espada y lo cortó a la mitad.

-Será mejor hablar cuando termine la batalla. –dijo Lira lanzando otra flecha.

Lucy asintió a la vez que seguía luchando.

-¡Torbellino azul! –atacó Marina en ese momento.

El monstruo que recibió el ataque cayó destruido. Marina sonrió, pero justo entonces sintió el peligro.

-¡Escudo protector! –exclamó Guru Cleff.

Un escudo se creó, y protegió a Marina de unas horribles estacas que acababa de lanzar otro de los monstruos.

-Gracias Guru Cleff. –dijo Marina sonriendo.

-No fue nada. –dijo Guru Cleff con calma.

Entonces Marina se dio la vuelta, sacó su espada, y se lanzó al ataque contra el monstruo.

Mientras tanto Anaís seguía peleando con otros monstruos, frente a la casa. No se quería alejar, pues su hija seguía adentro, y no quería que ella se lastimara.

-¡Huracán verde! –atacó Anaís al monstruo que tenía enfrente

El ataque logró herir al monstruo, pero no lo destruyó; pero si lo hizo enojar, y el monstruo se lanzó contra Anaís.

-¡Viento de Defensa! –trató de defenderse Anaís.

El monstruo traspasó el escudo, y golpeó a Anaís, arrojándola contra una pared.

-Ah! –gritó Anaís al sentir el golpe.

Entonces el monstruo arremetió contra la casa.

-¡No! ¡Sora! –gritó Anaís.

Y era que en la entrada de la casa se encontraban Sora, Tristán y Jari.

La pequeña Jari sacó un abanico parecido al de Caldina, pero de color melón, y lo agitó, a la vez que comenzaba a hacer sonar los cascabeles que llevaba en las muñecas, los tobillos y los aretes.

"Debe estar usando un hechizo de hipnosis. Pensó Anaís.

Y no se equivocaba. El monstruo vaciló mientras la niña seguía moviendo el abanico. Entonces Tristán sacó una espada y la usó para matar al monstruo de una buena vez.

Anaís estaba muy sorprendida, Tristán, un niño de nueve años, acababa de matar a un monstruo, con una naturalidad que era obvio que no era la primera vez que lo hacía.

-¡Sora! –exclamó Anaís reaccionando, se puso de pie y corrió hacia su hija. -¿Te encuentras bien?

-Si mamá, -dijo Sora sonriente. –Jari y Tristán derrotaron al monstruo.

-¿Ustedes están bien? –preguntó Anaís a los otros dos niños.

Ellos asintieron.

Minutos después la batalla terminó. Anaís usó sus poderes curativos, Guru Cleff también usó algunos hechizos, y Jessenia demostró que ella también poseía dones similares.

-Yo soy de Cizeta, igual que Caldina, -dijo Jessenia, -Por eso sé algunas técnicas de ilusionismo, y Jari también. Los dones curativos que tengo, son de familia.

Los demás asintieron.

-Guru Cleff, -dijo Anaís viendo con seriedad al hechicero. –Quiero que mañana temprano veas a mi hija y me digas si podrías darle armadura y magia a ella también.

-Ya la he visto, -dijo Guru Cleff. –Y sé que ella ya tiene magia, por algo es tu hija; en cuanto a la armadura no hay problema, y si lo deseas Prisma podría encontrar un arma que se acomode a ella.

-No crees que Sora es muy pequeña, digo, sólo tiene seis años. –dijo Marina.

-Quizá sea muy pequeña. –dijo Anaís. –Pero por como está la situación, sabemos que habrá más batallas, más difíciles, y quiero que mi hija pueda defenderse si hace falta.

-Anaís tiene razón, -dijo Lucy. –Así todos podremos ayudar un poco.

Los demás asintieron.

Después de esa conversación, cada uno volvió a su habitación, para tratar de descansar un rato. Aunque en realidad no podían dormir.


Marina permanecía acostada en la cama, con los ojos entrecerrados, pero no se dormía.

"Cleff. Pensó Marina. "Cuando me protegiste, sentí que realmente te importaba.

"Deja de pensar en eso Marina. Murmuró una voz al fondo de su cabeza: "Es obvio que él tiene que protegerte, como Guerrera Mágica que eres, si no, ¿quién salvaría Céfiro.

"Es cierto. Pensó Marina "Él sólo me protege porque soy una Guerrera Mágica, no porque le importe yo.

Una solitaria lágrima cayó por la mejilla de Marina, mientras ella cerraba los ojos fuertemente, tratando de que no cayeran más.


Y al mismo tiempo, en la misma recámara, Lucy permanecía sentada en su cama, dándole la espalda a Marina. Del cuello de su blusa sacó un hermoso medallón.

-Latis... –murmuró Lucy. –Latis, si puedes escucharme. Sólo quiero que sepas que no te he olvidado. Que aún te amo. Y haré lo que sea necesario para rescatarte. Juro que lo haré.

-Lucy...

Lucy vio como el medallón despedía un ligero brillo por unos momentos, a la vez que le transmitía un calor a su cuerpo que le daba seguridad y tranquilidad.

-Juro que lucharé por ti, por salvarte. –dijo Lucy oprimiendo el medallón contra su pecho. –Latis...Te amo.


Al mismo tiempo, en la habitación de junto, Anaís se recostó en su cama; Sora ya se había dormido, así que no veía a su madre. Anaís sacó de entre sus ropas una joya, era ovalada, con distintos tonos de rosa, muy bonita.

"Esta joya. Pensó Anaís. "No sé cómo pasó, pero en cuanto llegamos a Céfiro apareció en mis manos, como si la hubiera tenido conmigo todo el tiempo. Me pregunto si aún servirá.

-Paris, -dijo Anaís llevándose la joya a los labios. –Paris ¿puedes escucharme?

Anaís apartó la joya de su rostro.

"¿Qué estoy haciendo? Se preguntó mentalmente. "No sé si aún sirva, ni si Paris aún conserva la otra. Y aunque así sea, dudo mucho que podría contestarme.

-Pero aún así, tengo esperanza. –dijo Anaís en voz alta, viendo a Sora. –Tengo a mi esperanza.

Anaís volvió a acercar la joya a sus labios.

-Paris, aunque no puedas contestarme, -dijo Paris. –Quiero que sepas...quiero que sepas que aún te amo. Que no he olvidado la promesa, nuestra promesa. –varias lágrimas comenzaron a pasar por sus mejillas. –Y que aún conservo la esperanza...la esperanza...siempre la conservaré. –Anaís pasó una mano por su cuello, hasta su corazón. –Volveremos a estar juntos. Yo sé que si. Paris...te amo.... –y con eso besó la joya.

-Y yo a ti...Anaís... –sonó una voz.

-¡Paris! –exclamó Anaís.

-No puedo...no puedo hablar...mucho... –sonó la voz de Paris por la joya. –Yo sólo...sólo quería decirte...decirte que tampoco he olvidado la promesa. Y que yo también te amo. Nunca dejaré de amarte.

-Paris... –murmuró Anaís. –Te prometo que daré todo de mí para volver a estar a tu lado, juro que lo haré.

-Pero Anaís, debes tener mucho cuidado. –sonó la voz de Paris. –No quiero...no quiero que te pase nada malo.

-Me cuidaré mucho, ya verás que sí. –dijo Anaís. –Tú sólo resiste, confía, pronto iremos a rescatarlos.

-Te prometo que me mantendré con vida porque...tengo que volver a verte... –dijo Paris.

-Así será. –dijo Anaís.

-Se me acaba el tiempo, estoy cansado, -dijo Paris. –Ya no podré hablar mucho contigo.

-Lo sé. –dijo Anaís. –Y te prometo que aunque tú no puedas hablar, yo te hablaré todas las noches.

-Te estaré esperando, -dijo Paris.

Se escucharon unas voces al fondo.

-Y dile a Caldina que Ráfaga la extraña mucho, a ella y a Tristán. –dijo Paris.

-Yo le daré el mensaje. –dijo Anaís.

-Adiós Anaís. –dijo Paris, parecía cansado. –Nunca olvides que te amo.

-Yo también te amo Paris. –dijo Anaís.


-...Siempre te amaré.

La joya flotaba cuando se escucharon las últimas palabras de la joven. Después la joya flotó de vuelta a una bolsa escondida entre el traje verde oscuro de un joven. El joven era muy guapo, ojos miel, cabello verde, llevaba un traje verde oscuro y armadura algo rota, botas marrón y se encontraba encadenado de pies y manos a la pared.

-¿Se encuentra bien majestad? –preguntó un hombre cerca de él.

El hombre tenía ojos azul-grisáceo, cabello rubio, armadura gris con joyas azules, y se encontraba en las mismas condiciones que el otro joven, encadenado de pies y manos.

-Estoy bien Ráfaga, -dijo el joven. –Pero ya te dije que por favor me llames Paris.

-Pero usted es el Rey de Céfiro. –replicó Ráfaga.

-Dudo mucho que pueda considerárseme rey en éstas condiciones. –dijo Paris mirando sus cadenas.

-Pero aún así usted tuvo suficientes poderes para poder comunicarse con la joven Anaís. –dijo Ráfaga.

-Eso me hace pensar. –dijo Paris. –Durante éstos diez años me estuve preguntando donde se encontraba esa joya, sé que no hay manera de que haya ido a dar a Mundo Místico, pero lo que no sé es dónde estuvo.

-Quizá desapareció hasta que Anaís volvió. –sugirió Ráfaga.

-Quizá... –murmuró Paris. –Pero me da mucho gusto que mi querida Anaís la tenga. Gracias a eso tuve la oportunidad de volver a escuchar su voz.

-¿Cómo hizo para sostener la joya de esa manera? –preguntó otro hombre cerca de ellos.

Él era alto, de cabello castaño oscuro y ojos marrones, era moreno. Llevaba puesto un traje rojo con café.

-Hace tiempo, cuando los ataques del enemigo comenzaron, Guru Cleff descubrió que yo tenía una habilidad especial. –dijo Paris.

-¿Habilidad especial? –preguntó el hombre.

-El príncipe tiene ciertas habilidades telequinéticas, Xiao. –dijo Ráfaga.

-Habilidades telquinéticas. –repitió Xiao. –Pero yo pensé que esas habilidades eran muy difíciles de dominar.

-Así es, -dijo Paris, suspiró exhausto. –Es precisamente por eso que me canso tanto.

-Lucy... –murmuró otro hombre.

Éste era muy alto, de ojos oscuros, cabello negro azabache, llevaba un traje negro, armadura negra con gris.

-¿Latis? –preguntó Paris volteando a verlo.

-¿Por qué tú no le mandaste saludos a Lucy? –preguntó Ráfaga.

-Yo puedo 'conectarme' con Lucy sin necesidad de ese aparato mágico. –dijo Latis.

-Ya recuerdo. –dijo Paris. –Te refieres al medallón mágico.

Latis asintió.

-¿Creen que tengamos esperanza ahora que las Legendarias Guerreras Mágicas están aquí? –preguntó Xiao.

-Claro que sí. –dijo Ráfaga. –Ellas son increíbles.

-Es increíble, -dijo Paris en voz alta.

-¿Qué cosa? –preguntaron Ráfaga y Xiao al mismo tiempo.

-Después de diez años, -dijo Paris, -Nuevamente las Guerreras Mágicas son la Esperanza de Céfiro.

Xiao y Ráfaga asintieron. Latis permaneció en silencio, como si pensara en algo más. Paris se daba cuenta, pero prefirió no decir nada.



Notas de la Autora: Aquí va otro capítulo de este fanfic. Las batallas empiezan, la magia. Y algunos secretos e intrigas por ahí. Sigan leyendo, no se arrepentirán.