Los 3 Sellos

Por: Princess Lalaith

Capítulo 7.- Una decisión, un mal presentimiento, y una confesión.

Y mientras tanto, los adultos se encontraban en el corazón del bosque.

-Lucy... –llamó una voz.

-Marina... –murmuró otra voz.

-Anaís... –susurró una tercera voz.

-¡Rayearth! –gritó Lucy poniéndose de pie.

-¡Ceres! –exclamó Marina también parándose.

-¡Windom! –clamó Anaís yendo a la puerta.

-Legendarias Guerreras Mágicas. –dijo Ceres. –Es hora de cumplir su promesa.

-Céfiro está bajo ataque otra vez. –dijo Lucy con una mano en su pecho.

-Es hora de actuar. –dijo Anaís.

Las tres adoptaron su vestimenta de verdaderas Guerreras Mágicas; llamaron a sus genios y fueron a luchar.

-¡Tornado Verde! –gritó Anaís (Así le pongo yo al ataque que hace ella que parecen como navajas en medio de una ráfaga de aire, para diferenciarlo del otro).

-¡Espadas de Hielo! –atacó Marina a otro enemigo.

-¡Flechas de Fuego! –gritó Lucy, en vez de una flecha lanzó cuatro.

La batalla con ellas iba bastante bien, pues ésta vez no había tantos enemigos gigantes.


Pero Lira y Sora sí estaban teniendo algunos problemas.

-Son más que antes. –dijo Lira retrocediendo.

Sora estaba a su espalda.

-Tengo unas palabras en mente, quizá un nuevo hechizo. –dijo Sora. –Pero necesito un minuto para concentrarme.

-Dudo que tengamos siquiera diez segundos. –dijo Lira.

En ese momento todos los enemigos frente a ellas las atacaron, y no podían huir porque detrás había un precipicio.

Lira se quedó inmóvil, sin saber qué hacer.

-¡Lo tengo! –exclamó Sora avanzando un paso. Puso ambas manos estiradas abajo, palmas hacia el frente, tres dedos doblados; entonces empezó a moverlas, estiradas, formando un círculo, hasta terminar con las manos sobre su cabeza; después bajó las dos manos al frente y gritó: -¡Escudo Espejo!

Al instante el círculo que ella había formado con las manos se convirtió en un espejo que protegió a las chicas y reflejó todos los ataques, regresándolos a los enemigos.

-¡Eso fue increíble! –exclamó Lira emocionada, lanzando una flecha. -¡Llamas!

-Bueno, es hora de terminar esto. –dijo Sora lanzando más flechas. –Tengo el presentimiento de que ésta no es la única sorpresa de hoy.

-Estoy de acuerdo. –dijo Lira. –Cuidado atrás.

Sora se volteó y vio a un enemigo a escasos centímetros de ella, estaba demasiado cerca para un tiro de flecha, y no había tiempo para conjurar un hechizo. Lo único que ella logró hacer fue alzar las manos frente a su rostro y luego hacia el frente, en un ademán como si quisiera alejar a su enemigo. Lo sorprendente es que su enemigo salió volando, como si Sora realmente lo hubiera arrojado.

Sora estaba sumamente sorprendida y confundida, pero no tenía tiempo que perder, aún había enemigos cerca y tenían que derrotarlos.


Jari y Tristán tenían dificultades con los enemigos que los estaban atacando, pues tenían que combatirlos, pero no podían alejarse demasiado porque también tenían que proteger a Primavera y las criaturas.

Un monstruo arrojó a Jari contra un árbol, Tristán se distrajo en tratar de ayudarla, dejando desprotegidas a Primavera y los animales. El monstruo se volteó hacia el hada, y se disponía a atacarla cuando...

-¡Agujas de Cristal! –atacó una voz en ese momento.

-¡Sora! ¡Lira! –gritó Tristán viendo llegar a las chicas. –Jari está herida.

Lira se detuvo para cubrir a los demás lanzando flechas al enemigo; mientras Sora corría donde estaban los dos niños.

-Yo me encargo. –dijo Sora a Tristán. –Tú ve a ayudar a Lira.

Tristán asintió y fue donde Lira.

-¡Brisa Sanadora! –exclamó Sora, al instante Jari quedó curada.

Ambas niñas volvieron a la batalla.

Lira notó un par de veces que se repetía lo mismo extraño que había ocurrido con ella: un enemigo se acercaba a Sora, ella hacia algún ademán, y el enemigo salía volando por los aires, en la misma dirección que el ademán que Sora había hecho.

'Quizá es el poder del viento.' Pensó Lira y siguió luchando.


Un cuarto de hora más tarde Anaís, Lucy, Marina, Caldina, Prisma y Guru Cleff se encontraban nuevamente en la casa, esperando el regreso de los niños; la batalla para ellos ya había concluido, y Ascot y Jessenia revisaban a los heridos.

-¿Todavía no regresan? –preguntó Ascot entrando.

-No. –dijo Marina con calma.

Las tres madres(Caldina, Jessenia y Anaís) se miraron preocupadas.

-Calma chicas, todo estará bien. –las animó Lucy.

-Es que ya se tardaron mucho. –se quejó Caldina.

-Quizá deberíamos ir a buscarlos. –opinó Anaís moviéndose el cabello con nerviosismo.

Justo en ese momento vieron a Primavera flotando frente a la puerta(cuando tenía la figura de mujer, no tenía alas, así que flotaba).

Anaís, Caldina y Jessenia se levantaron de las sillas como impulsadas por un resorte.

Detrás de Primavera aterrizó Haldir, sobre su lomo iban Lira, Sora, Jari y Tristán; los cuatro estaban perfectamente bien gracias al hechizo curativo de Sora.

Las tres madres casi ahogaron a sus respectivos hijos en un abrazo.

-¡Casi nos matan de los nervios! –reprendió Caldina a su hijo.

-¿Por qué tardaron tanto? –preguntó Jessenia. –Nos preocuparon mucho.

-¿Están bien? –preguntó Anaís tratando de calmarse.

-Si mamá. –dijo Sora. –Estamos muy bien.

-Nos tardamos porque teníamos que asegurarnos de que los animales se quedarían en un sitio seguro. –agregó Jari.

-Lo siento mamá. –dijo Tristán tristemente.

-Ya no se preocupen. –dijo Lira. –Todos estamos bien.

-Y aún tenemos que decirles algo importante. –dijo Ascot con súbita seriedad.

Todos lo miraron sin comprender, y de inmediato entraron a la casa. Ahí todos esperaron a que Ascot hablara, aunque fue Jessenia quien sacó de sus ropas un pedazo de papel con algo escrito, y se lo pasó a Guru Cleff, quien lo leyó sorprendido, y luego se lo pasó a las Guerreras Mágicas.

-Esa nota la encontró Jessenia, -dijo Ascot.

-La llevaba uno de nuestros enemigos, un mensajero. –agregó Jessenia.

-Pero esto es muy grave. –dijo Anaís luego de leer la nota.

-Debemos hacer algo. –dijo Marina decidida.

-Lo sé. –dijo Ascot. –No podemos tomar a la ligera algo así. Esa orden indica que el Pueblo de Paires será atacado mañana al atardecer.

-¿El Pueblo de Paires? –preguntó Caldina. –¿Por qué? Ellos son gente pacífica, y hace mucho que se rindieron ante los ejércitos enemigos.

-No lo sé. –dijo Jessenia. –Lo único que logramos sacarle a ese tipo fue que su señor estaba seguro que ahí encontraría algo muy valioso, no sé que será; pero cuando se lo pregunté se burló de mí, asegurándome que pronto seríamos derrotados y se suicidó.

-¿Pero qué puede haber en el Pueblo de Paires que ellos quieran tanto? –preguntó Lucy.

-Ese sólo es un pueblo sencillo, sus habitantes son gente humilde, algunos cultivan la tierra, cuidan animales, hay un par de posadas. –enlistó Prisma.

-Un sello... –susurró Guru Cleff, las únicas que lo escucharon fueron Anaís y Sora.

-Yo digo que vayamos. –dijo Lucy.

-Yo te apoyo. –dijo Marina.

-Entonces yo también iré con ustedes. –dijo Anaís.

-Yo las acompañaré. –dijo Guru Cleff posando su vista por un momento en Marina.

-Necesitarán ayuda. –dijo Caldina.

-Es cierto. –apoyó Prisma. –Nosotras también iremos.

-Mis amigos y yo también las acompañaremos. –dijo Ascot.

-Muchas gracias a todos amigos. –dijo Lucy con una gran sonrisa.

-Ascot...-murmuró Jessenia acercándose a su esposo.

-Mi amor tú debes quedarte. –dijo Ascot. –Esto será muy peligroso y es mejor que alguien como tú se quede a ayudar a los cefirianos que se encuentran aquí, y a Jari.

Jari, quien estaba a punto de decir algo, se quedó quieta, lo que decía su padre significaba que ella tampoco podía ir.

-Y ustedes también se quedan. –dijeron Caldina y Anaís a sus respectivos hijos.

-No se preocupen, Primavera y yo los ayudaremos. –dijo Lira. –De todos modos, no creo que yo sea muy útil en una batalla así.

-Gracias Lira. –dijo Lucy tomándole ambas manos a su amiga.

-Partiremos en la noche. –dijo Guru Cleff. –Así las sombras nos cubrirán, y ayudarán a que el enemigo no nos descubra.

-Que no se den cuenta que los principales guardianes del lugar se van. –murmuró Lira.

Todos asintieron.

-Entonces será mejor descansar ahora. –sugirió Prisma.

Todos estuvieron de acuerdo y se retiraron a descansar.


Horas más tarde la noche había caído, pero había actividad a las puertas de la casa de Guru Cleff. El hechicero se encontraba en la puerta; cerca de ahí Ascot se despedía de Jessenia y Jari.

-Cuídate mucho mi vida por favor. –dijo Jessenia en tono suplicante.

-Claro que sí cariño, no te preocupes, estaré bien. –dijo Ascot.

-Hasta luego papá. –se despidió Jari.

-Hasta luego pequeña. –dijo Ascot besándole la frente, se fue a donde estaba Guru Cleff.

-¿Todavía no salen ellas? –preguntó Ascot.

-No todas, -dijo Guru Cleff. –Prisma está haciendo su ronda por el bosque, y Lucy está allá. –señala una rama baja del árbol más cercano, donde Lucy estaba sentada con el broche entre las manos. –Marina y Anaís todavía no salen de sus habitaciones, y Caldina lleva quince minutos discutiendo con Tristán.

Ascot se asomó por la ventana, sin entender por qué la discusión.


Mientras dentro de la casa Caldina y Tristán se encontraban uno frente a otro, discutiendo en voz alta.

-Es que yo podría ayudar. –insistía Tristán.

-No es no. –dijo Caldina cruzada de brazos.

-Mamá... –murmuró Tristán. –Sé defenderme, quiero defenderte.

-Quiero defenderte... –murmuró Caldina. Una voz sonó en la mente de la bailarina:

"-Caldina, mi amor, sabes que yo quiero defenderte. –le decía Ráfaga poco después de que comenzara la guerra. –Sabes que daría mi vida por protegerte."

-No, no lo permitiré. –dijo Caldina con seriedad, sacó su abanico y empezó a bailar.

-Mamá... –comenzó Tristán acercándose a ella, mareado.

-Perdóname hijo. –dijo Caldina a la vez que Tristán caía inconsciente en sus brazos.

Justo en ese momento Marina salió, ayudó a Caldina a recostar a Tristán en un sofá.

-Yo no quería usar mi magia en él. –dijo Caldina con un dejo de tristeza. –Pero no había otra manera.

-Él lo entenderá. –le aseguró Marina poniendo una mano en el hombro de la bailarina.

Caldina asintió tomando la mano de Marina.


Ascot suspiró mientras se recargaba en la pared exterior.

-¿Y cuándo se lo dirás? –preguntó Ascot de pronto.

-¿Decirle qué? ¿A quién? –preguntó Guru Cleff volteando.

-No juegues conmigo Guru Cleff. –dijo Ascot mirándolo fijamente. –Sabes exactamente de lo que estoy hablando.

Guru Cleff parecía a punto de decir algo cuando otra voz los interrumpió.

-Ascot, Cleff, ¿ya están listos? –preguntó Marina sonriente saliendo.

Cleff tragó saliva, sonrojándose un poco.

-Si Marina. –dijo Ascot sonriendo al ver al hechicero que se esforzaba por ocultar su rostro.

-¿Dónde está Lucy? –preguntó Marina.

-E...en el...el árbol. –dijo Guru Cleff.

-Cleff, ¿estás bien? –preguntó Marina acercándose al hechicero.

-Si...de maravilla. –mintió Guru Cleff.

-¿Y tú Marina ya estás lista? –preguntó Ascot, salvando al hechicero.

Marina asintió.

-Ya sólo falta que regrese Prisma y que Anaís salga. –dijo Caldina saliendo detrás de Marina.


Mientras tanto Anaís se encontraba de pie junto a su hija dormida.

-No sé por qué, tengo un mal presentimiento. –murmuró Anaís. –Como si me estuviera a punto de lanzar a un pozo sin saber que tan hondo es.

-¡Pu! ¡Pu! –dijo Nikona acercándose.

-Nikona, necesito tu ayuda. –dijo Anaís. –Se que con tu poder podría dejarle a mi hija un mensaje, por favor, es muy importante.

-¡Pu! –gritó Nikona sonriendo, su joya se tornó color miel.

Anaís se sentó con Nikona en sus piernas y empezó a hablar:

-Sora, escucha muy bien lo que voy a decir, porque es muy importante. Hay cosas que sé que a ti te interesa saber, pero no me preguntas por temor a abrir antiguas heridas, o a que no quiera contestarte. Pero ha llegado la hora de que sepas la respuesta a todas esas preguntas que tienes y nunca has hecho...

(Nota: Ja! ¿A poco pensaron que ya se iba a saber? ¡Pues no! Ya sé que a ustedes también les interesa pero aún no es el momento; no se preocupen, muy pronto se resolverá todo).

-Sé fuerte hija mía. –decía Anaís. –Nunca dejes de creer, en ti, en tus amigos, en tu familia, en el amor. Recuerda que nuestra Fe es nuestro máximo poder aquí en Céfiro. Sora...mi cielo...mi esperanza.

Y con esas palabras la joya en la frente de Nikona dejó de brillar. Anaís se puso de pie y se quitó del cuello un collar que llevaba y se lo colgó a su hija.

-Nunca pierdas las esperanzas. –dijo Anaís saliendo.



Ya sé que ustedes quieren saber qué fue eso tan importante que le dejó dicho Anaís a su hija. Les prometo que lo sabrán muy pronto. Probablemente en la próxima actualización.

Espero que les esté gustando el fanfic y por favor no olviden dejar review.