Los 3 Sellos

Por: Princess Lalaith

Capítulo 13.- Asuntos pendientes (1ª Parte).

Cuando Lucy abrió los ojos vio que estaban de nuevo en la cafetería en el Mirador de la Torre de Tokio, y ella se encontraba arrodillada junto a la pequeña Sora; frente a ella estaban Marina y Anaís; pero no había nadie más. Lucy se preguntó si lo había imaginado todo: la guerra, la batalla final, los 3 Sellos...a Latis.

Sora volteó a verla inocentemente, aún con esa blusa amarilla y falda verde; pero entonces notó la prueba definitiva de que lo que había visto no era un sueño: Sora no llevaba sus lentes.

-¡Paris! ¡Cleff! –exclamaron en ese momento sus dos amigas.

Lucy volteo a ver a sus amigas, y luego siguió la mirada de ellas hasta la puerta de la cafetería, ahí estaban ellos, él...Latis.

Lucy se puso de pie y fue con las demás al encuentro de los chicos.

-Por un momento temí que todo hubiera sido sólo un sueño. –confesó Lucy en voz baja cuando abrazó a su prometido.

-Pero es real mi amor, muy real. –le aseguró Latis.

-Este lugar es fascinante Mar. –dijo Guru Cleff en voz baja, pasando un brazo por la cintura de su ahora prometida.

-Lo mismo pienso yo de Céfiro Cleff. –dijo Marina.

-Será mejor que nos pongamos en camino. –dijo Lucy. –Me va a llevar un buen rato convencer a mis hermanos.

-Todo va a salir bien mi princesa. –dijo Latis besándola suavemente.

-Vamos entonces, entre más rápido nos vayamos, esperemos, más rápido los convenceremos. –dijo Lucy saliendo. –Nos vemos.

-Vengan al gimnasio en una semana. –pidió Anaís. –Será la competencia de Sora.

-Estaremos ahí sin falta. –aseguraron Lucy y Latis.

-No nos lo perderíamos por nada del mundo. –agregaron Marina y Guru Cleff.

Con eso el grupo se separó.


Un rato después Lucy y Latis llegaron a la puerta a la casa de Lucy.

-¿Vives sola? –preguntó Latis.

-No, aunque ya sólo Maciel vive conmigo. –dijo Lucy. –Es el segundo de mis hermanos. Satoru ya se casó y vive con su esposa en una casa tres cuadras más abajo, y Cameo está estudiando en el extranjero.

-Lucy, por fin regresas. –dijo Maciel saliendo a recibir a su hermana. -¿Y tú quién eres?

-Podemos pasar a la casa Maciel. –dijo Lucy pasando junto a él y jalando a Latis.

Maciel arqueó la ceja pero no dijo nada.

Minutos después ya estaban todos en la sala y Lucy les sirvió el té.

-Ahora si, me gustaría saber quien es él. –dijo Maciel. –Pues si no mal recuerdo hermanita, tú fuiste a la Torre de Tokio a encontrarte con tus amigas, no con él, quienquiera que sea.

-Mi nombre es Latis Shields, -dijo Latis. –Y...

Lucy suspiró, previendo lo que venía. –Es mi prometido. –soltó ella.

-¡¡¿¿Qué??!! –gritó Maciel, tan fuerte que la casa entera vibró.

Lucy asintió a la vez que alzaba la mano para mostrar el anillo en su mano.

-No lo creo. –dijo Maciel. –Nunca antes me había hablado de él, nunca tuviste novio, aunque tenías muchos pretendientes siempre los rechazabas, aún a los pocos que nosotros aceptábamos, y ahora esto.

Latis estaba sorprendido, él no sabía que Lucy había rechazado a otros hombres, y por él.

-Yo soy extranjero. –dijo Latis. –Y conocí a Lucy hace once años, nos fuimos tratando y llegamos a enamorarnos, pero lamentablemente yo tuve que marcharme nuevamente.

-Claro, primero enamoras a mi inocente hermanita y luego la dejas sola. –dijo Maciel con rencor.

-Hermano... –comenzó Lucy.

-Las cosas no fueron así. –intervino Latis. –Tuvimos que separarnos por causa de fuerza mayor, pero nunca la abandoné.

Con eso Lucy metió la mano en el cuello de su blusa y sacó el medallón.

-Así que ese es el origen del famoso medallón. –dijo Maciel. –Siempre notamos que era tu máxima posesión, pero nunca imaginamos por qué. –suspiró. –Así que ahora se vuelven a encontrar.

-El destino quiso que nos volviéramos a encontrar hoy. –dijo Latis tomando la mano de Lucy. –En cuanto la vi sentí como si no hubiera pasado ni un día, la amaba, la amo, como nunca dejé ni dejaré de amarla. Fue por eso que decidí pedirle matrimonio, y ella aceptó.

-Pues entonces no hay nada más que decir. –dijo Maciel. –Pues aunque a nosotros nos duela, Lucy ya está grande. Ella se ha hecho cargo del dojo, y me ha ayudado mucho tiempo, ya es hora de que haga su vida junto a la persona que ama.

-¡Gracias hermanito! –exclamó Lucy emocionada abrazando a su hermano.

-Supongo que te irás con él. –dijo Maciel.

Lucy asintió.

Maciel suspiró algo decepcionado.

-Te prometo que te escribiré y vendré de visita cada que pueda. –dijo Lucy.

Maciel asintió sonriendo.

-Será mejor que vayamos a buscar a Satoru. –dijo Maciel poniéndose de pie. –Le será difícil aceptarlo pero esperemos que Megumi nos ayude.

-Megumi es mi cuñada, la esposa de Satoru. –aclaró Lucy.

Así pues los tres salieron de la casa y se dirigieron calle abajo a la vivienda


Guru Cleff estaba algo sorprendido al ver la gran mansión donde vivía la familia Ryuzaki. El hechicero volteó a ver a su querida guerrera mágica, ella le sonrió tiernamente.

-Srita. Ryuzaki ha vuelto. –dijo el mayordomo ha recibirla.

-Si Otis, -dijo Marina. –Dile a mis padres que quisiera verlos en la terraza y pídele a la Sra. Tensh que preparé té para cuatro.

-Enseguida señorita. –dijo el mayordomo retirándose.

Estuvieron caminando varios minutos, por diversos pasillos.

-Ahora sé como se sentían ustedes cuando recién llegaron al castillo. –dijo Guru Cleff.

-No te pongas nervioso Cleff, mi amor. –dijo Marina dándole un apretón. –Mis padres a veces son exigentes, pero sobre todas las cosas creen en el amor. Después de todos estos años se siguen portando como si fueran recién casados y no tuvieran una hija de veinticinco años.

Guru Cleff sonrió ante la cara que ponía su encantadora prometida.

-Ya llegamos. –dijo Marina abriendo unas puertas de cristal, llegaron a una hermosa terraza, con una mesa, tenía vista a un precioso jardín.

-Es hermoso. –dijo Guru Cleff deleitándose con la visión.

-Si, -dijo Marina sonriendo y recargándose en él. –Casi tanto como Céfiro.

-Pero aquí hay tantas flores tan hermosas que no crecen en Céfiro. –replicó Guru Cleff mientras pasaba un brazo por la cintura de Marina.

-Pues te prometo que cuando volvamos allá me llevaré algunos sobres con semillas y las plantaré en nuestro propio jardín. –dijo Marina.

-Así será Mar, -dijo Guru Cleff sonriendo ante la visión de la chica de sus sueños en ese hermoso jardín mezclando flores tanto de Céfiro como de Mundo Místico.

Un ruido se escuchó detrás de ellos y los hizo salir de sus ilusiones.

-¡Buenos días mamá, papá! –exclamó Marina con una sonrisa, pero sin soltar a Guru Cleff.

La Sra. Ryuzaki vio a su marido con cara de: aquí-hay-algo.

-Cleff, ellos son mis padres, Ikuko y Fujien Ryuzaki. –dijo Marina. –Mamá, papá, les presentó a Cleff.

-Es un placer conocerlos Sr. y Sra. Ryuzaki. –dijo Guru Cleff con una inclinación.

-¿Y eso? –preguntó la Sra. Ryuzaki viendo el anillo en la mano de su hija.

-Es un anillo de compromiso. –dijo Marina mostrándolo. –Estoy comprometida con Cleff.

Contrario a lo que el gran hechicero esperaba la reacción de los Srs. Fue:

-¡Por fin! –exclamó la Sra. –Ya empezaba yo a temer que mi princesa nunca se casaría.

Con eso madre e hija se abrazaron. La Sra. Ryuzaki la felicitó y Marina le platicó algunas cosas sobre su relación con Cleff(evitando lo referente a la magia y otro mundo).

Guru Cleff permanecía en silencio, algo extrañado por la situación.

-Supongo que te estarás preguntando cómo podemos estar tan felices de que nuestra hija se vaya a casar con un completo desconocido. –dijo el Sr. Ryuzaki junto a él.

-Pues...pues si. –aceptó Guru Cleff.

-Quizá nosotros no te conozcamos, -dijo el Sr. –Pero confiamos lo suficiente en nuestra hija como para saber que ella ha escogido al hombre adecuado para contraer matrimonio. Nadie mejor que ella para saber con quien compartir el resto de su vida.

Guru Cleff quedó muy sorprendido ante lo dicho por su futuro suegro.

-¿Y dónde piensan vivir? –preguntó la Sra. dirigiéndose a Guru Cleff.

-Ehm...bueno...pues... –vaciló él. –La verdad es que yo no soy de aquí. No quiero alejar a mi sirena de su familia, pero yo soy de otro país, y debo regresar en dos semanas.

-Entiendo. –dijo la Sra. –Pero deberán prometernos que nos visitarán de vez en cuando y nos llamarán al menos una vez a la semana.

-Claro que si mamá. –dijo Marina con una gran sonrisa y abrazándola.

-Y espero pronto tener un nieto. –agregó la Sra.

Al instante las miradas de Marina y Guru Cleff se cruzaron y ambos se sonrojaron bastante.

-¿Qué les parece si salimos los cuatro a almorzar? –invitó el padre de Marina.

Los tres estuvieron de acuerdo y se pusieron en marcha.


Anaís, Sora y Paris llegaron al hotel donde ellas se habían estado hospedando. Y de inmediato se fueron a la habitación, pidieron algo para comer y se pusieron a platicar.

-Quiero saber más de ustedes, -dijo Paris. –De lo que han hecho todos éstos años. Es decir, Sora es mi hija y ni siquiera sé qué es lo que le gusta.

-Sora, ella heredó de mi el cabello, y en cierta forma la necesidad de usar anteojos. –dijo Anaís con una sonrisa.

-Ahora ya no los usa. –observó Paris.

-Eso es porque a ella le llevó menos tiempo que a nosotros comprender que la Fe es nuestro mayor poder. –explicó Anaís. –Si creemos algo con fuerza lo lograremos.

Sora asintió.

-De ti heredó los ojos. –dijo Anaís. –Nadie, en ninguno de los dos mundos tiene ojos iguales.

-Nadie en Céfiro sabía que ella era mi hija, ¿verdad? –preguntó Paris.

-No, -respondió Anaís. –Me negué a decirles quien era el padre de mi hija, aunque dejé que creyeran que era alguien de Mundo Místico.

-¿Por qué? –preguntó él.

-Yo sólo soy una Guerrera Mágica, con el deber de proteger Céfiro. –dijo ella. –No podía llegar después de 11 años diciendo que tenía una hija del príncipe. Además, sería muy difícil de explicar.

-Estoy de acuerdo en lo último. –dijo Paris. –Pero no digas que eres sólo una Guerrera Mágica, eres mi prometida, la madre de mi hija, la mujer que amo, y la futura reina de Céfiro. Y claro que Sora será la princesa.

Sora esbozó una sonrisa.

-Por cierto. –dijo Paris. –Nunca he entendido, ¿qué significa el nombre de ella?

-Sora, significa cielo. –respondió la niña.

-Así es. –convino Anaís. –Escogí ese nombre porque la noche que ella nació el cielo estaba libre de nubes, las estrellas brillaban, igual que el día en que yo pedí ese deseo a una estrella fugaz. Y cada vez que veía a Sora recordaba ese cielo, esa noche, ella era...es mi cielo, la máxima prueba de mi amor por ti.

-¿No tuviste problemas? –preguntó Paris.

-Tuve algunas dificultades, al ser madre soltera, pero mi hermana Lulú siempre estuvo para apoyarme. –dijo Anaís.

-La tía Lulú es muy buena, -intervino Sora. –Y el tío Ronald también.

-Ya lo creo pequeña. –dijo Paris acariciando su cabello. –En verdad deberé agradecerle todo lo que hizo al cuidarlas a las dos todos estos años.

Con eso Paris las abrazó a ambas fuertemente.

Al cabo de unos segundos Sora se separó lentamente del abrazo.

Paris lo notó pero no dijo nada, abrazó a Anaís con ambos brazos y empezó a balancearse con ella, hasta llegar al balcón.

De pronto, una música empezó a sonar, era una grabación de piano, una canción que había tocado Anaís hacía muchos años.

-Canta, mi princesa, canta. –pidió Paris.

-Después de pensar

después de ver a mi dolor andar

sobre el agua del mar

te vi por mi calle pasar

sin saber que hacer

si sentir o pensar

solo que aun hoy

sigo aun hoy

sigo atándome a ti. –comenzó a cantar Anaís.

Paris llevaba el ritmo mientras se balanceaba con ella.

-Aun hoy mi amor te doy

mi cuerpo con alma

se esconde del sol

de noche se escapa,

aun hoy te doy mi cuerpo con alma

aun hoy, aun hoy, aun hay. –siguió cantando ella.

Sora sólo los observaba a ambos en silencio, con una sonrisa en su rostro.

-Que esconder la noche va a guardar

entre nosotros dos

de sentir o pensar

si me lleno de dudas la noche

es por que yo vi nadar delfines en tu voz

y sentir sin pensar

solo que aun hoy sigo aun

aun hoy, sigo amándote a ti.

Paris la interrumpió con un beso, tanto tiempo había esperado. A tenerla en sus brazos, y besarla, otra vez. Sabían que la niña estaba ahí, así que no pasaron de besos y abrazos, pero eso les bastaba para demostrar cuanto se amaban.


Varios días después Anaís asistió al juicio y lo ganó. Entonces el jefe de un importante buffet de abogados la mando llamar.

-Srita. Hououji. –dijo el señor al verla entrar.

-Buenas tardes Sr. Minhara. –saludó Anaís. -¿Me mandó llamar?

-Si, así es. –respondió el Sr. Minhara. –Siéntese por favor.

Anaís así lo hizo.

-La vi desenvolverse en el juicio. –dijo el Sr. Minhara. –Me pareció muy interesante. Es por eso que quiero pedirle que forme parte de mi buffet de abogados.

-Discúlpeme Sr. Minhara, -dijo Anaís poniéndose de pie. –Pero no puedo aceptar.

El hombre la miró confundida.

-Pensé qué esto era lo que siempre había querido. –dijo el Sr. Minhara.

-En verdad que durante varios años desee escuchar una oferta así Sr. Minhara. –dijo Anaís con calma. –Y siempre me dije que sólo una cosa me haría cambiar de opinión.

-¿Y qué es esa cosa? –preguntó el Sr. Minhara.

-Me voy a casar. –respondió Anaís mostrando su anillo. –En dos semanas me voy a casar. Y Sora y yo nos tendremos que ir a vivir a otro país con él. Es por eso que no puedo aceptar su oferta.

-Entiendo. –dijo el Sr. Minhara sonriendo. –Y le deseo que sea muy feliz en su matrimonio, usted y su hija se lo merecen.

-Gracias Sr. Minhara. –dijo Anaís sonriendo y estrechándole la mano.

-Y no lo olvide Srita. Hououji, si algún día decide volver este buffet estará feliz de recibirla. –dijo el Sr. Minhara.

Anaís asintió con una sonrisa y abandonó la oficina para volver a donde su hija y su futuro esposo la esperaban.


Aún falta la segunda parte de esta capi, esa la publicaré después. Por lo pronto diré que me tiene muy triste que casi no recibo reviews de este fic. (Y eso que yo tenía planes para una secuela...)

Pero bueno, ya veremos.

Insisto que por favor dejen sus opiniones, aunque no sean felicitaciones, toda crítica es buena mientras se abstengan de usar groserías. Gracias.