Capítulo 3: El cazador cazado
Los pasillos de la facultad de Medicina del Campus Universitario de Oxford estaban completamente llenos a esa hora de la mañana de los alumnos que iban a clase, profesores, alguna mujer de la limpieza y un par de guardias de seguridad. Así que Harry subió de 3 en 3 los escalones que le separaban del laboratorio 4 donde le habían dicho que Elizabeth estaba trabajando. Cuando encontró el aula entró y vio a la misma profesora de mediana edad con la que el Sr. Weasley había discutido la tarde anterior.
-Disculpe.- dijo Harry. La profesora ni siquiera alzó la mirada.- ¿Sabe dónde está Elizabeth?
-¿Elizabeth Dutton o Elizabeth Malkin?- preguntó la mujer sin dejar de mirar los papeles que leía. Harry se acercó a la mesa mientras se mordía la lengua por no haber preguntado el apellido.
-Busco a la Elizabeth que encontró el ojo de cristal.
-¿Quién la busca?
-El Ministerio de Defensa de Su Majestad.- respondió Harry harto de que apenas le hiciera caso.
La profesora, por fin, alzó la mirada.
-¿Tú?- preguntó burlona la mujer. Obviamente se acordaba de él como uno de los ladrones del ojo.
-Parece que no ha oído hablar del MI5, profesora.
-¡Oh, venga, muchacho! El MI5 recordaría un apellido.
Entonces Harry pudo ver la enseña que colgaba de la bata blanca de la profesora en la que ponía el nombre completo: "Elizabeth Malkin. Química orgánica". Harry sonrió para sus adentros.
-Por supuesto, así como un intento de obstrucción a una investigación oficial, ocultamiento de datos, robo de material militar y quizá, sólo quizá, un delito de alta traición.- dijo Harry sin asomo de sonrisa y muy calmado.- ¿Fue usted quién encontró el ojo?
-Nada se le puede ocultar al Servicio Secreto de su Majestad, ¿no?- comentó irónica la profesora.
-Así es.
-En realidad lo encontró Carol; yo sólo lo traje hasta aquí. Aunque supongo que ya ha hablado con ella.
-Quisiera escuchar su versión.- La profesora Malkin se recostó levemente en la silla y cruzándose de brazos y piernas comenzó su relato.
-Carol y yo llegamos al garaje a eso de las 9:30. Cuando salimos del coche hubo un ruido muy fuerte, como de un disparo o algo así, pero no había nadie en el garaje y apenas había coches. Entonces cuando llegamos a la puerta de las escaleras Carol dijo: "¡Ay va! ¡Un ojo de cristal!". Le dije que lo dejara, pero no me escuchó y lo cogió. Entonces recibió una descarga brutal y salió despedida hacia atrás unos 4 metros. Llamé a una ambulancia y me acerqué al ojo mientras esperaba. Y el iris destellaba como si tuviera electricidad, pero el cristal es un material que no conduce electricidad. Era imposible. Así que lo cogí y lo traje a la Facultad para analizarlo. Cuando conseguí el material y los ayudantes necesarios llegasteis vosotros y lo estropeasteis todo de la manera más sospechosa que jamás he visto, porque aún no he visto ninguna carta del rector que me prohibiera hacer las pruebas que tenía pensadas.
-¿Qué tipo de pruebas?
-¿Eso también incumbe al Servicio Secreto?- preguntó secamente la profesora.
-Usted misma ha dicho que nada se le puede ocultar.
-Eso parece... Bueno, en principio íbamos a hacer una radiografía y un escáner para conocer su estructura pues es evidente que no podía ser un ojo de cristal normal ya que, como te he dicho, el cristal no es un material electro conductor. A partir de ese momento optaríamos por lo que mejor se aviniera: disección y análisis de sus componentes además de una limpieza para ver si tenía alguna muestra orgánica de un portador o su último manipulante, obtener el ADN, el registro biológico y dar con su propietario.- la profesora Malkin hizo una pausa y sonrió.- Como ves, siempre tuvimos intención de devolverlo.
-Sí, pero después de destruir un valioso objeto, poner a más gente en peligro y además desvelar datos confidenciales. Lo devolvería, cierto, pero se le abriría un expediente que le impediría volver a trabajar en investigación o docencia para lo que le queda de vida profesional. ¿No vio nada más?
-No.- dijo la profesora lívida de furia.- Y si no te importa, tengo mucho trabajo.
-Buenos días, Profesora.
Harry, aún molesto por la conversación tan desagradable e infructuosa sacó el móvil y llamó a Katie.
-Estoy en el Campus, en frente de la facultad de Medicina. ¿Dónde estás?
-Detrás del campo de rugby hay unas casas bajas. Si bajas hasta él desde la avenida principal las verás al fondo.
-¿Se han llevado ya a Moody?
-Sí.- Katie resopló.- Es horrible, Harry... Cómo han podido...
-No te preocupes. Les pillaremos. Ahora te veo.
Harry encontró a Katie sentada sobre un bulto envuelto en una lona a la puerta de uno de los cobertizos que se alineaban a lo largo de la parte sur del campo de rugby.
-Hola.- dijo Katie.
-Hola. ¿Qué habéis encontrado?
-No mucho, pero lo suficiente como para saber que Moody se lo hizo pasar muy mal antes de caer. Ven.
Katie le condujo hasta el interior del cobertizo. Aunque había poca luz, los rayos de sol que lograban atravesar la mugre de los cristales lograban iluminar una estancia muy desordenada y con claros indicios de violencia. "Entonces se llevaron a Moody del aparcamiento a aquí", pensó Harry, "y le retuvieron hasta que vino el dementor...".
-¿Crees que le entregaron al dementor aquí?- preguntó Harry iluminando con su varita los aperos de jardinería esparcidos por todas partes.
-Es posible. Hay mucha humedad como para que sus huellas aguantaran hasta nuestra llegada, así que realmente no lo sabemos con seguridad.
-¿Dónde encontrasteis a Moody?
-Allí.- dijo Katie señalando la pared opuesta a la que estaba inspeccionando Harry.- Supongo que le inmovilizarían de alguna manera hasta que llegara el dementor.
Harry asintió y se acercó con cuidado al lugar tratando de no pisar alguna pista. El suelo alrededor del taburete estaba lleno de polvo removido. Era evidente que alguien había caído allí y se había revuelto con violencia. Algunas cajas alrededor tenían golpes y rotos y en la pared en la que había estado antes había encontrado una quemadura en la pared probablemente producto de algún maleficio fallido lanzado desde esa dirección. Efectivamente Moody había luchado, pero por fin le hicieron caer y le inmovilizaron como había sugerido Katie.
-¿Crees que los mortífagos llevan consigo dementores, Harry?- preguntó Katie con un deje de inquietud en su voz.
-No. Pero son aliados oficiales de Quien Tú Sabes, así que no me extrañaría que fueran con rapidez a donde se les convocara.
-Ya... pero nunca antes los habían utilizado. No de esta manera.
Harry no contestó, pero estaba de acuerdo con Katie. Debía ser realmente importante aquello que Goyle transportaba como para que se tomaran la molestia de convocar dementores, su arma más terrible. Ya antes los habían utilizado para sembrar el caos en lugares de mayoría muggle y así despistar a los miembros de la Orden, como medida de seguridad o como amenaza, pero nunca habían permitido que besaran a nadie. Hasta ahora.
-¿Sabes si ha habido algún robo últimamente?- preguntó Harry. Katie, negó con la cabeza sorprendida por la pregunta.
-¿Algo como qué?
-Algo como una caja pequeña.
-Una caja... No lo sé.- justo en ese momento Katie recibió una llamada.- He de irme, es mi compañera de trabajo. Me echan en falta. ¿Te importa?
-Claro que no, márchate. Y gracias.
Y desapareció. Harry se quedó un momento mirando el lugar donde había estado su ex compañera de Quidditch y volvió a examinar el cobertizo, pero sin éxito. Cuando se acercó a la puerta de salida algo le hizo parar en seco. Sacó rápidamente su varita y apuntó a un rincón de la habitación.
-¡Impedimenta!
Una varita saltó por el aire hasta sus pies y un golpe seco seguido de muchos ruidos indicó que alguien había chocado contra la pared tirando multitud de trastos por el camino. Harry se acercó al lugar e iluminó el cuerpo inconsciente.
-Hablando del Rey de Roma...- susurró.
Goyle padre yacía medio apoyado en la pared con la que se había golpeado y con varias cajas sobre su orondo corpachón. ¿Estaría espiando el lugar de su propio crimen? Una observación más detallada le hizo pensar que quizá hubiera caído durante la lucha con Moody y que no se hubiera recuperado hasta ahora porque tenía magulladuras en brazos y rostro y sus ropas parecían haber sido mordisqueadas por los ratones del lugar. Harry suspiró y haciendo un esfuerzo considerable sacó a Goyle a rastras del cobertizo y le sentó contra el bulto cubierto de lona. Cogió la varita del mortífago y la rompió. Después le ató las manos y los pies y llamó al Sr. Weasley.
-Tengo a Goyle inconsciente frente al campo de rugby del Campus de Oxford. ¿Puede venir alguien y llevarlo a un lugar seguro? Tendremos que hacerle algunas preguntas más tarde.
-Claro, claro. Déjalo en mis manos.
Harry observó a Goyle. Realmente tenía mal aspecto. Había recibido una buena antes de caer. Se acercó y rebuscó en los bolsillos de la gabardina, los pantalones y la chaqueta del hombre. No había nada. Ni siquiera un triste knut. Por un instante se compadeció de él. Sin duda había sido abandonado por sus compañeros dándole por muerto, pero no sólo eso: habían tenido la suficiente sangre fría como para acercarse y asegurarse de que el cuerpo no dejaba ninguna pista sobre ellos. Pero no había muerto. Harry sonrió levemente al pensar que este desliz quizá pudiera jugar a su favor. Entonces llegaron dos hombres en un coche que aparcó cerca del cobertizo levantando una nube de polvo.
-Hola, Potter.- dijo uno de ellos. Harry saludó con un gesto.- Adónde le llevamos.
-Al sótano de los gemelos Weasley.
Ambos hombres asintieron y entre los dos levantaron el cuerpo y se lo llevaron. Poco después de que el coche desapareciera de su vista Harry se desvaneció con un leve chasquido.
