Vaya... se han remodelado aquí en Fan Fiction... eso explica por qué no se abría ayer la página... bueno...

¡¡¡Hola a todos!!!

Hoy tengo algo importante que deciros. ¡¡Ya he empezado la segunda parte de "Un lugar, un camino"!! Se va a llamar "Camino se hace al andar", parafraseando a Joan Manuel Serrat. No creo que se enfade P . Ya llevo 3 capis, pero no los puedo subir aún hasta que no me compre CD's vírgenes (os escribo desde la facultad, haciendo peyas de una clase porque he llegado tardísimo... no toméis ejemplo de mí, niños). Para vuestro solaz informo que los caps son más largos, más del doble, pero aún tendréis que esperar un poco (lo siento muuuuuuuucho). Ah, y os preguntaré cómo queréis que siga qué queréis que ocurra y esas cosas, eh? Quien avisa no es traidor.

Y ahora os contesto:

Lucumbus: Sí, ¿verdad? A Ron le hago demasiado listo... jo, déjame, que todo el mundo le pone de lerdo para arriba. Y no creo que sea tan tonto. Sólo que es muy inseguro (por sus hermanos super brillantes y sus amigos super guays cada uno a su modo...). Con que se espabile un poco creo que daría más sorpresas en los libros (de verdad, los de Rowling). Además, me cae muy bien, pobrecito. Démosle un momento de gloria al menos.

Eva Vidal: Amiga mía, me alegro que te gustaran los dos anteriores, pero es éste capitulo en especial el que estoy segura que te va a encantar. En fin, niña, ya me contarás ; ) .

Undomiel de Vil: ¡¡¡Hola guapísima!!! Ah, sí, eso sí, faltas de ortografía ni hablar. Ya lo que nos faltaba. Lo cuido mucho porque personalmente me horroriza (hasta niveles casi físicos) una falta en mitad de una historia. ¡Destroza el clímax de emoción algo como "cubrido" en mitad de una esciena super trágica! ¿O no?

Verónica Hitler: Jo... una admiradora, qué honor. Me sonrojo. Gracias. Espero que este capi te guste ( a mí, aunque me avergüence reconocerlo, me encantó escribirlo y, sinceramente, me regodeé cuando lo escribí... ains...). Y a riesgo de parecer entrometida o grosera... ¿cuál es la historia de tu nick? No contestes si no quieres. Soy una cotilla.

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Capítulo 13: El momento

Harry estaba furioso.

Ron le veía moverse con gestos bruscos y el tono de su voz no podía ser más explícito. Desde que había vuelto de Hogwarts, hacía apenas unos veinte minutos no había parado de murmurar maldiciones por lo bajo y acordarse de muy malas maneras de varias generaciones de directores de Hogwarts. Cuando llegó al piso de Hermione, cerca de la hora del almuerzo, les había contado en un momento lo que había sido su conversación con Dumbledore.

Por supuesto Hermione estaba completamente de acuerdo con el anciano director. El riesgo era demasiado alto para luego quizá no averiguar nada y quién sabe lo que ocurriría si esa puerta se abriera. Si como había dicho Kurinov, el poder de la caja era el mismo que el que guardaba aquel cuarto, podía producirse como mínimo la implosión de medio globo terráqueo.

Ron la miraba gesticular mientras cortaba las zanahorias. Harry, al lado, en la misma encimera de la cocina, se peleaba con un pollo que apenas quería ser despellejado y contestaba a la chica diciendo que era la única manera de saber si era cierto todo lo que habían especulado.

El pelirrojo, sentado en un taburete, a la entrada de la cocina, no participaba en la charla. Sólo miraba a Hermione. Sólo a ella. Aunque trataba de no perder dato de la conversación no podía evitar que se le fuera la olla, aunque fuera un poco.

Pensaba.

Pensaba en cómo había cambiado su relación desde... desde aquel día. Lamentaba que hubiera tenido que ocurrir algo tan terrible para que ambos hubieran sido capaces de olvidar sus diferencias y concentrarse en lo que realmente era importante.

Y lo habían hecho. De verdad que sí.

Habían remodelado la Orden en menos de una semana y habían establecido alianzas donde nunca las habían tenido. Y eso era muy, muy importante.

Pero todavía no le había dicho nada de lo que sentía.

Se había descubierto muchas veces excusándose con la idea de que ya no era necesario decírselo para calmar los humos de su, anteriormente, tormentosa amistad. Ahora ya no se peleaban. Volvían a ser tan amigos como en el colegio.

Pero...

Durante la larga convalecencia de Harry, habían llegado a acercarse mucho. A acercarse no ya físicamente, sino de una manera más profunda. Ron sabía que no hubiera sabido seguir respirando si no hubiera sido por aquellas largas horas de silencio, lágrimas y compañía con la mujer que en ese momento echaba las verduras cortadas en una cazuela y seguía diciendo que era una completa locura siquiera pensar en volver a asaltar el Departamento de Misterios a espaldas de Dumbledore, que con una vez ya había tenido más que suficiente.

Había habido momentos en que... no había palabras. Sólo recordarlos le hacía sentir un dulce dolor en el pecho tan agudo que le obligaba a respirar hondo y calmarse.

Por eso también pensaba que debía decírselo. ¡Quizá hubiera una sorpresa!

Sonrió riéndose de su propia fantasía y volvió a prestar atención a la conversación.

-Hermione, por favor, que tampoco estoy diciendo que nos tiremos de un puente, mujer...- replicaba Harry en tono cansado. Aún no había conseguido despellejar al pollo que empezaba a verse duramente afectado por los cortes infructuosos del moreno. Ron alzó una ceja divertido. La verdad es que estaba destrozando el pollo.

-Oh, Harry, si te tiraras tú del puente adelante. Mátate.- dijo la chica tapando la cazuela con la tapa y regulando el fuego.- Pero es que pondrías a saber cuál porcentaje del planeta en peligro.

-Sinceramente creo que estás exagerando.- dijo Harry que trataba de quitarle la piel a las alas con muy poco éxito. Emitió un gruñido de exasperación y atacó al pollo clavándole una y otra vez el cuchillo.- ¡Maldito pollo! ¡Muere, muere! ¡Por Dios, Hermione! ¿Por qué no pediste que lo despellejaran en la tienda?

Ron y Hermione se rieron con ganas. Entonces Ron, aún riéndose le arrebató el cuchillo a su amigo.

-Anda trae.- dijo echando a un lado a Harry, que se fue a la pila a lavarse.- Tampoco es tan difícil, macho.

Y con unos cortes aquí y allá y un par de tirones, el pollo quedó despellejado. Después lo troceó sabiendo muy bien dónde estaban las "junturas", como lo llamaba su madre, y tras echarles un poco de sal los echó en la cazuela. Entonces se dio cuenta de que Hermione había estado mirándole durante todo el proceso. A su pesar sintió cómo iba sonrojándose lenta, pero inexorablemente.

-Vaya... No sabía yo que supieras cocinar.- comentó Hermione asombrada.

-Y no sé.- dijo Ron sonriendo y encogiéndose de hombros.- Pero mi madre siempre me manda preparar la carne, ya sea pollo, ternera, cerdo... Somos muchos en casa y normalmente compramos piezas grandes. Alguien las tiene que despedazar.

-Eghh...- dijo Hermione fingiendo asco mientras trataba de no reírse.- El carnicero en casa.

-Buah, tengo un peligro con un cuchillo en la mano...- comentó el pelirrojo siguiendo la broma. Ambos rieron.

Cuando logró despegar sus ojos de los castaños de la chica y alzó la mirada vio a Harry, que medio sonreía desde el quicio de la puerta. Ron alzó imperceptiblemente una ceja como preguntándole "¿Y a ti que te pasa?". El moreno, aprovechando que Hermione aún estaba de espaldas levantó las manos con inocencia e hizo mutis. Un momento después oyó cómo la puerta principal se abría y se cerraba. Les había dejado solos deliberadamente...

Ron sintió un leve bote en su estómago. Quizá fuera ese el momento... Volvió a mirar a Hermione.

La chica estaba sacando un bol de un armario y aún sonreía por el chiste.

-Bien.- dijo mirándole y alzando una ceja retadora.- Demuéstralo.

-¿Me estás desafiando? ¿A mí?

-¡Ja! Pues sí.- dijo Hermione mientras sacaba la lechuga, el tomate, la cebolla y le abría el estante de los complementos.- Harás la mejor ensalada que se haya comido en esta casa, o si no...

-¿O si no qué?- dijo mirando de reojo a la chica. Ésta sonrió pícara.

-Ya lo veremos.- y le sacó la lengua.

Ron rió con sarcasmo y empezó a cortar la lechuga. Y dio gracias por tener algo que hacer con las manos porque Hermione se había apoyado en la nevera y con los brazos cruzados observaba cada uno de sus movimientos.

Efectivamente era bueno con el cuchillo y la lechuga estuvo cortada en un momento. Entonces lo metió todo en el bol y lo lavó muy bien. Mientras lo escurría desvió sus ojos hacia Hermione y para su infinita sorpresa, no estaba mirando lo que hacía, sino que lo estaba mirando a él.

La combinación de bote en el estómago más dolor agudo en el pecho no era buena. De hecho era catastrófica. Sintió cómo las manos le empezaron a temblar y volvió su atención a la lechuga mojada. Terminó de escurrirla y volvió a la encimera para terminar la ensalada. Estaba a punto de tirar algo. Sus manos no le respondían. Tenía que descargar tanto nervio. Dejó el cuchillo y la cebolla en la encimera y se giró a mirar a Hermione, que seguía mirándole sin decir palabra.

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El corazón le latía furiosamente, como si quisiera probarse a sí mismo cuánto podía correr antes de estallar. La situación parecía fluir a su alrededor, como si hubiera perdido control sobre ella. ¿Realmente era consciente aquel hombre de lo absolutamente irresistible que se había vuelto con los años? Hermione se sentía totalmente hechizada por los ojos azules del chico, de un azul profundo, extraño, que parecía resbalarse en la retina del que miraba, que hacían intuir un interior tan hondo como la misma vida. Y apenas se sentía capaz de dejar de mirarlos.

¿Cómo había podido alguna vez gritarle a aquel rostro atrocidades como había llegado a gritarle, palabras llenas de una rabia que sólo sentía hacia sí misma? Rabia por no aceptar lo que ya había caído sobre ella desde hacía tantos años que apenas recordaba. Habían cambiado tanto...

Durante toda la conversación con Harry había notado sus ojos pegados a ella, observando cada movimiento, cada gesto. Ella simplemente lo ignoraba centrándose en el guiso y en la discusión. Pero de alguna manera demasiado rápida para ella, Harry había desaparecido y de pronto se encontraba observando unas manos fuertes, seguras, que sabían lo que hacían y no les importaba mancharse. Aquella mezcla de fuerza y humildad la tuvo hipnotizada hasta que se obligó a despertar diciendo algo estúpido. Un comentario, un chiste y la situación la relajó lo suficiente como para pensar.

Un momento después oyó la puerta principal. Harry se había ido. Aquello empezaba a olerle a encerrona planeada por los dos amigos. ¿Sí? Bien, ella también jugaría. Todo el nerviosismo pareció difuminarse. Nuevamente retomó las riendas de la situación. Volvía a ser dueña de sí misma y de lo que ocurría y podría manejarlo a su antojo.

El reto fue fácil, pero él no lo fue. Y lo peor de todo es que ella era plenamente consciente de que no lo hacía adrede. Cada gesto que hacía Ron, cada comentario y finalmente aquella mirada de refilón, tan seductora... " ¿O si no qué?"... no había podido evitarlo y le había contestado con una coquetería tan burda que se sentía estúpida. Sin querer, el antiguo gryffindor exhalaba un halo de fascinación por todos sus poros que había atrapado a muchas y que la intrigaba ahora a ella.

¿Elegancia? No, no era elegancia. Se movía con soltura, con agilidad, con la seguridad de aquel que conoce su cuerpo y lo domina a la perfección, que sabe de lo que es capaz y de lo que puede dar de sí. Como un león. Fuerte, magnífico, ágil...

¿Peligro? Hermione sonrió sutilmente. Quizá. Ese pelo rojo, sus ojos azules tan extraños, sus pecas traviesas y su amplia sonrisa... e incluso su actitud. Cualquiera clasificaría a Ron como el bromista, el típico "Viva la Virgen", el cachondo, el fiestas, a veces el broncas, el tipo duro. Quizá eso funcionara con otras, pero no con ella. Ella le conocía y sabía que detrás de todo aquello había mucho más.

¿Inocencia? De alguna manera Ron era capaz de mostrar la más pura de las ingenuidades mientras jugaba a ser el hermano mayor. Entre ellos tres, Ron siempre había sido el guerrero, el que era capaz de ponerse en el camino de una flecha por salvarlos. Era una de las cosas que se desligaban de su mirada y ante ella, Hermione se veía incapaz de mantener el control de nada, ni de sí misma, pues la inocencia era el arma que utiliza la verdad contra nosotros. Y ella lo sabía.

Por eso se embebía de su perfil, de sus brazos, de su espalda, de su nuca, de la gravedad que inclinaba su flequillo con gracia sobre sus ojos, de sus manos cogiendo firmemente el cuchillo. Por que no la miraba, por que no la desarmaba. Por que se sentía a salvo mirando desde su particular mirilla.

Mientras el chico se afanaba con la lechuga ella no podía apartar sus ojos de él. Era comprensible la nube de niñatas que le habían asediado durante su último curso en Hogwarts. Y fuera de Hogwarts, pensó Hermione, ligeramente molesta. ¿Ante cuántas habría cedido? Ella sabía que a bastantes, pero nunca duraba, todo era fachada. Y eso era algo que nunca terminó de cuadrarle. Ron no era tan frívolo.

El chico se acercó a la pila para enjuagar la verdura y nuevamente, con un movimiento de cabeza que parecía haber sido calculado al milímetro para seducirla clavó sus irreales ojos en ella. Durante el instante que duró, no apartó la mirada. Sencillamente, no podía. La había hechizado, con un solo vistazo. El chico volvió a su ensalada dándole un momentáneo respiro dentro del huracán que se gestaba en su interior.

Un instante después se giró y clavó sus ojos en ella, tomándola por sorpresa.

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-¿Me vas a puntuar?- preguntó el pelirrojo.

-¿Por?

-Por que pareces la examinadora de las ensaladas.- dijo Ron esbozando una medio sonrisa sarcástica cargada de un nerviosismo que esperara no se notara demasiado.

-Tengo que asegurarme de que la haces bien. Te he desafiado, ¿recuerdas?- dijo al fin la chica frunciendo graciosamente el ceño, como retándole. Ron se volvió a su ensalada pensando que si estaba un instante más frente a aquel rostro perdería el control sobre sí mismo.

-Sí, sí, claro.- asintió el pelirrojo que tratando de abrir una lata de atún. Vaya... la lata se resistía. El joven tiró con fuerza hasta que...- ¡Ay! ¡Mierda!

-¿Qué ha pasado?- dijo Hermione yendo hasta donde estaba el chico. Ron se había cortado con la lata y ahora tenía la mano cubierta de sangre.- Oh... ven.

Hermione cogió la mano herida del chico y abrió el grifo. El agua desaparecía roja por el desagüe. Luego Hermione cogió un paño limpio y le envolvió la mano en él.

-Espera un momento.- y desapareció rauda por la puerta. Un momento después volvía con gasas, yodo y tiritas. Hizo sentarse al chico en el taburete mientras que ella se sentaba en otro y con cuidado empezó a curarle la herida.

-Ah... escuece.- se quejó Ron cuando las gotas de yodo tocaron el corte. Hermione alzó la mirada divertida.

-¡Anda ya!

-No te rías.- protestó Ron.- Son los pequeños cortecitos como estos los que te amargan la existencia hasta que se curan.

-Éste no te va a doler.- dijo Hermione dulcemente, como si fuera un niño. Le puso la tirita con cuidado de no apretarla demasiado.

-Pues es bastante profundo.- se quejó el pelirrojo.

-Pero te lo estoy curando yo.

Ron clavó sus ojos en la chica, que aún tenía toda su atención puesta en la herida. Apenas notó el momento en que Hermione adhería la tirita en su mano. ¿Qué debía pensar de aquel comentario? ¿Y de todas aquellas miradas? El chico tuvo la sensación de que el suelo desaparecía bajo sus pies quedándose sentado en la frágil banqueta, a un suspiro del precipicio.

Hermione alzó la mirada muy consciente de la inmovilidad del pelirrojo y del por qué de su estatismo. Lo que había dicho lo había dicho sin pensar, llevada por la ternura del momento, por la confianza lograda a través de los años... Temblaba, no por fuera, pero sí por dentro. ¡Qué osadía, qué atrevimiento! Qué absoluta estupidez provocada por la sensación de tener sus manos entre las suyas, por la absoluta entrega del muchacho a sus cuidados, por tener la sensación de que quizá hubiera una posibilidad real de que lo que turbaba sus mejillas fuera correspondido, que lo que le hechizaba de aquel azul inmenso fuera algo que ella ya conocía.

El joven vio cómo Hermione se sonrojaba y apartaba la vista. Casi se iba a levantar cuando el chico agarró la mano que aún le sostenía la mano herida. Hermione se giró mirándole y se volvió a sentar, lentamente.

-Hermione...- ¿Por dónde empezar? En su mente resopló frustrado y pidió por enésima vez manuales para este tipo de situaciones. Necesitaba ganar tiempo para aclarar sus ideas... o lo que fuera aquello que zumbaba entre sus dos orejas...- Espera, yo... quería comentarte algo.

La chica no respondió. Simplemente estaba allí, sonrojada y expectante. ¿Acaso se lo esperaba? Bueno... aún tenía su mano entre las suyas y estaban muy cerca... al menos lo tenía que sospechar. Ron parpadeó un par de veces para dejar de pensar en ello. No hacía más que ponerse más nervioso y ya ponía todo su coraje en que no le temblara la voz.

-Verás, - comenzó... ¡Pero cómo demonios seguía! No importaba, como saliera. Si bien, bien y si no... pues ya se vería. "Para alante, chaval, y que sea lo que Dios quiera." – te lo hubiera querido decir antes, pero... bueno... no lo hice. Y luego nos empezamos a llevar tan mal... con aquellas discusiones... - Ron exhaló un breve suspiro.- Me porté como un verdadero imbécil

Hermione seguía sin decir nada. Continuaba con los ojos fijos en él, sin apenas cambiar su expresión. Sin querer detenerse a analizar lo que podía significar, el pelirrojo continuó.

-Siento haberte llamado lo que te llamé aquel día.- dijo verdaderamente apenado.- Nunca quise llamarte "sangre sucia", nunca. Antes me tiraría de nuevo al tanque de los cerebros del Departamento de Misterios o me arrojaría desde el precipicio más cercano, te lo juro.

Hizo una pausa en la que se preguntó cómo era posible que hubiera tenido alguna vez una pelea tan fuerte con aquella criatura tan hermosa. La chica bajó la mirada haciendo que algunos bucles se resbalaran por su frente.

-Lo sé.- dijo llanamente. Después sonrió.- Entonces los dos éramos bastante imbéciles.

-Sí.- sintió Ron devolviéndole la sonrisa.- Y también quería darte las gracias.

-¿Por qué?

-Por... salvarnos de aquel centro comercial y por no dejarme solo... - Ron recordó la nube de dolor y horror en la que se convirtió la primera semana después del atentado y no pudo evitar contraer la expresión de su rostro... aún estaba muy reciente.- No... no creo que hubiera podido aguantarlo sin ti.

Hermione vivió en un espasmo todo lo ocurrido desde el día del atentado hasta aquel momento. Ron tirado en el suelo de aquel pasillo medio derruido, la sangre empapando sus manos, su mirada perdida en el hospital, su alma perdida durante los primeros días... su alma perdida... Eso la habría matado. Ya era duro ver a Harry en coma, pero el estado de Ron no era apenas mejor. Se dejaba morir, lentamente. Aun obligado por ella y por la señora Weasley apenas dormía, comía o se lavaba. Nada le importaba. Sólo permanecer con Harry, y en el fondo, sumirse en la oscuridad, como él.

Cuando aquel día le pidió que no se fuera estaba pidiéndole también que no le quitara la única razón por la que levantarse cada día después del horror. Por eso le sorprendió que le diera las gracias por algo así, por algo completamente egoísta.

Se sintió culpable por su agradecimiento. Ella sí debería estar agradecida. Agradecida por ser como era, por su lealtad inquebrantable, por su fuerza, por su apoyo, por él mismo.

Alzó la mirada y se encontró con la de Hermione, ligeramente llorosa, pero aún fija en él, fuerte, franca... se sentía indefenso ante ella.

Una lágrima se logró escapar de los pequeños estanques que se habían formado en los ojos de la joven y sin pensar alargó una mano y se la limpió con suavidad. Su piel era tan suave...

Hermione cerró los ojos y más lágrimas se unieron a la primera. Con suavidad inclinó la cabeza para reposar su cara en la mano que lentamente extendía el chico. Ron acarició su mejilla, pero no le pareció suficiente así que sin pensar, se acercó y la abrazó. La chica le devolvió el abrazo mientras seguía sollozando.

Entonces Hermione se separó lentamente y cuando sus labios rozaban el oído del pelirrojo, susurró;

-Te quiero.

Siguió retrocediendo lentamente hasta que se encontraron cara a cara otra vez.

Ron supo entonces que no había manuales de ningún tipo porque llegado ese momento todo seguía un ritmo natural marcado por miles y miles de generaciones anteriores a ellos. Era lo más antiguo por ser la base de toda la humanidad y por eso no tenía por qué haber guías ni esquemas. Sabía exactamente lo que tenía que hacer y con la seguridad de quien anda por terreno conocido se acercó hasta sentir el calor que desprendía la piel de la chica y más allá, mucho más allá.

No fue apasionado, ni fogoso, ni derritió glaciares, pero lo recordarían el resto de sus vidas como el mejor beso que jamás se hubiera dado en aquel hemisferio. Lento, pausado, explorando cada milímetro cuadrado de los labios, creyendo que no había tiempo, espacio o cuerpos físicos. Sólo ellos envueltos en una especie de bruma que les atontaba lo suficiente para que lo único que pudieran percibir con claridad fueran sus respectivos labios moviéndose al compás de una música tan primaria como sus genes.

Cuando un tiempo después se separaron ambos se sumergieron en los ojos del otro. Habían esperado demasiados años para esto, habían pasado por demasiadas pruebas, habían pasado demasiadas cosas...

Sin dejar de mirarse se incorporaron y con lentitud, sin prisa, volvieron a besarse y ésta vez Hermione tiró del joven hacia la puerta de la cocina. Nunca perdieron el contacto visual ni sus manos se separaron y muy pocas veces sus labios dejaron de recorrerse en el trecho que les separaba de la habitación de la chica.

Una vez cerraron la puerta, todo el exterior dejó de tener importancia.