¡¡¡Hola!!!
Lucumbus: Tenía que hacerlo. Soy víctima de las circunstancias. No podía dejar a ese par en un estado de espera constante. Había demasiada TSNR (Tensión Sexual No Resuelta) y eso es muy estresante para los personajes y para quien los utiliza. Pero tranquilo... no se repetirá. No es mi estilo (me pone un poco nerviosa, si te digo la verdad).
Eva Vidal: jejeje, sabía que te gustaría. Aunque me temo que este tipo de capítulos tuvieron su principio y su final en éste. Zorry.
Cocojajas: No, no estoy enamorada y a mis 22 años puedo decirte que nunca lo he estado. Pero si me concentro lo suficiente (y suele ser muy poco... para estas cosas soy excepcionalmente empática) puedo hacerme una idea aproximada de lo que se siente. Tengo muchas referencias (horas y horas y horas desde los 14 años escuchando los amoríos de mis amigas... y amigos). ¡Me encanta que te haya gustado tanto... y que te haya recordado tus "tiempos"! Jejejeje... ¡Un besote!
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Capítulo 14: Circuito en la oscuridad
Aunque le habían eximido de las tareas que dejó sin hacer durante su estancia en el hospital, Harry se dio cuenta de que habían avanzado materia y que se encontraba un tanto perdido en clase.
Liam le había dejado los apuntes y se los había mirado, pero aún tenía muchas cosas en la cabeza y apenas podía concentrarse.
Podía decirse sin temor a equivocarse que habían sido las Navidades más oscuras que había vivido en su vida... incluyendo todas las que había vivido con los Dursley.
Sin contar con la preocupación constante por Voldemort, además había tenido que luchar contra el recuerdo y el dolor de aquel centro comercial. Cada noche, cuando dormía, volvía a escuchar las explosiones y a ver todos aquellos cadáveres y volvía a respirar aquel aire. Siempre se levantaba igual de inquieto, igual de sudoroso, igual de mal.
Hacía tiempo que dominaba la Oclumancia, pero desde aquel día se le hacía un tanto más difícil vaciar su mente de sentimientos y pensamientos. Había ciertas imágenes y sensaciones que se habían grabado a fuego y que aún, recientes, le rasgaban por dentro hasta obligarse a apretarse los ojos con las palmas, para no llorar.
Nadie debería ver lo que había visto. Nadie debería presenciar la muerte de decenas de personas en un suspiro, ver cadáveres descuartizados y sangre por todas partes. Nadie debería pasar por eso.
Entonces recordaba aquella sombra oscura deslizándose por la última salida en pie del edificio y una furia asesina le invadía. Si tenía razón y aquella había sido obra mortífaga no habría lugar en el mundo donde esconderse para ellos. Por eso había tomado con tan buena voluntad el plan de Ron. Además, le parecía fabuloso.
Lo que no entendía era por qué, si habían sido ellos, no habían dejado su marca en ninguna parte. Normalmente se regodeaban de lo que hacían, pero ésta vez... Por eso tenía sus dudas de que hubieran sido ellos y que aquella sombra no fuera más que eso, una sombra. En aquellos momentos tampoco se podía decir que tuviera sus cinco sentidos en condiciones de ser tomados en serio. Así que, por supuesto, aunque les había dicho a Ron y Hermione sus sospechas, ni se le había ocurrido decir nada a Dumbledore.
Harry esbozó una medio sonrisa mientras seguía copiando un pasaje de un libro en su trabajo de Investigación Aurórica. Ron y Hermione... ya era hora. Y al parecer lo habían cogido con ganas. Después de aquel día decidió no llamarles y esperar que le llamaran ellos. No quería interrumpir nada. Tardaron tres días. Eran muy felices. Y él se alegraba mucho por ellos.
Miró a su alrededor. La sala de estudio de la Academia estaba prácticamente vacía. No tenían casi libros, por eso no terminaba de ser una biblioteca. La mayoría de la bibliografía estaba en el Ministerio. Era allí donde iban todos a estudiar, de hecho, pero Harry prefería estar en el viejo Almacén porque había menos gente y estaba más cómodo. Suspiró.
A veces le daba la impresión de que su vida iba a una velocidad diferente a la del resto del mundo, como si los acontecimientos habituales que conformaban la existencia no fueran con él. ¿Cómo podrían? Desde antes que naciera se había decidido que así fuera y así había sido. Fuera quien fuera el que había tomado la decisión, se había empeñado en que se siguiera al pie de la letra. Pero no se había contado con él en ningún momento. Y eso era algo que no había acabado de aceptar... del todo.
Debía, no obstante, ser sincero consigo mismo. Debía de estar medio programado de antemano o tener algo en los genes que le empujaba de alguna manera a empecinarse tanto con Voldemort y sus quehaceres, porque siempre, desde que llegó al mundo mágico, había ocupado un porcentaje muy alto de sus pensamientos. Como una obsesión.
Sabía que la ansiedad constante que sentía y que lograba ignorar la mayor parte del tiempo, venía provocada por una especie de urgencia, una necesidad por acabar con aquello de una vez, de vivir en paz por fin, de no tener que volver a preocuparse de alguien como Tom Riddle.
Quizá por eso nunca se había tomado realmente en serio las pocas relaciones que había tenido en su vida. Lo de Cho... Harry sonrió al recordarlo. Había sido muy tonto con todo lo que había estado relacionado con esa chica. Ahora trabajaba en Hogsmeade. Había abierto una tienda de ropa con algunas ex-compañeras y les iba bastante bien. La había visto un par de veces después de terminar Hogwarts y aún seguía siendo una chica muy guapa. Pero sólo eso.
Después había tenido una especie de affair con una chica de Hufflepuff llamada Jane. Fue... educativo, muy educativo. Pero como vino se fue. Y después, en el verano de 6º a 7º había conocido a una chica muggle de Little Winning, Sarah. Fue un cambio agradable. Él era él, sin fama ni gloria que le precediera. Fue intenso mientras duró, pero como buen amor de verano, llegó el otoño y se difuminó entre las hojas. El último año había sido tremendo. Demasiados intentos de asesinarle, demasiadas aventuras, demasiado Voldemort en su mente otra vez.
Ahora, a principios de Enero, con sus dos mejores amigos bien aveniditos y rejuntaditos por un lado y él con su montaña de trabajos en otro se ponía a pensar en su vida. Porque, ¿qué vida había tenido todos aquellos años? Vivía para acabar con Voldemort, pero no vivía para él.
Incluso la carrera que estaba estudiando estaba relacionada con ello. Si hubiera sido por él, hubiera hecho lo mismo que Wood y habría buscado un hueco en algún equipo profesional de quidditch. Sabía que volaba bien y le gustaba. Pero no. Iba a ser auror. Era otra decisión prefijada hacía muchos años.
Oyó pasos cerca de él, pero no se giró. Por fin había encontrado parte de la concentración perdida y si se distraía posiblemente no volviera a recuperarla.
-Vas a dejarte los ojos si te acercas tanto.- dijo la voz de Liam detrás suyo. Harry sonrió.- ¿No vienes a comer? Thompson dijo antes de las vacaciones que te haría pagar todas las clases que habías faltado.
-Oh, que lo haga.- dijo el moreno.- Pero me tengo que quedar. Me tengo que poner al día antes de la semana que viene o perderé el resto del curso.
-Oye...- dijo Liam sentándose a su lado y mirando alrededor para asegurarse de que nadie les escuchaba.- ¿Por qué faltaste todo el fin de trimestre pasado? Se rumorea que estuviste en el hospital. ¿Es cierto?
-¿Se rumorea?- preguntó Harry alzando una ceja.
-¿Bromeas?- dijo Liam sonriendo.- Si Harry Potter desaparece dos semanas, después del atentado más grande en Gran Bretaña, todo el mundo empieza a montarse películas, tío.
-Ya veo...
-Venga, ¿es cierto?
-Sí.- dijo simplemente mientras volvía a mirar su trabajo a medio redactar.
-Entonces, ¿es verdad? ¿Estuviste en el Lightening?
-Liam...
-Qué.
-¿De dónde te has sacado eso?
-Alguien lo oyó cerca de la sala de profesores.
Harry meneó la cabeza. Aunque la media de edad en aquella academia fuera de 22 años se podían encontrar los mismos grupitos de chicas, los mismos matones estúpidos, los mismos malos rollos por chorradas entre compañeros y los mismos métodos de conseguir información del profesorado que en Hogwarts o cualquier otro instituto.
-Ya... - dijo.- No deberías creer todo lo que se dice por ahí.
-¿Entonces qué te pasó?
-¿No te ibas a comer?
-Vale, vale...- dijo Liam levantándose.- Nos vemos luego, Señor Secretitos.
Harry le vio marcharse mientras pensaba: "Si tú supieras...".
-Profesora, tengo cosas que hacer.- protestaba Harry. Sus compañeros ya se habían ido y la profesora se empeñaba en hacerle repetir el circuito cada vez que se equivocaba en lo más mínimo.- No puedo estar aquí toda la tarde.
-Tonterías, Potter.- dijo la anciana. Harry alzó una ceja. Todavía recordaba la llamada telefónica de Ron: "En cuanto termines las clases ve a la iglesia de Saint Paul, en la orilla sur del río. Tengo algo que enseñarte." Pero la anciana profesora continuó.- ¡Desde el principio! ¡Vamos! Y esta vez esté atento.
El joven fue hasta la entrada del túnel que constituía el circuito y esperó la señal de la mujer.
-Una recomendación.- dijo la anciana. Harry la miró con el ceño fruncido. Quería acabar ya.- Intente no ver los peligros. Concéntrese y siéntalos.
¿Cómo? Pues vaya recomendación, pensó Harry. Agarró con fuerza la varita y escuchó el "¡Ya!". Entonces avanzó para entrar por quinta vez consecutiva en el túnel.
De nuevo se enfrentó a la oscuridad. La mayor dificultad de aquel circuito era que estaba completamente a oscuras. Si venía un troll o un dementor (siempre falsos, pero lo suficientemente reales como para poder patear a los alumnos si fallaban) no podías defenderte hasta que no lo tenías al lado. Porque aquel circuito iba de criaturas oscuras, sigilosas y muy peligrosas. Podía encontrarse con cualquier cosa y lo peor era que sólo podía contar con la débil luz de su varita, que parecía iluminar muy poco en aquella negrura impenetrable.
Dio un paso hacia delante. Murmuró "Lumos" y la lucecita de su varita apenas le iluminó el pecho. Ni siquiera llegaba a verse los pies. Entonces comprendió que más que iluminar lo desconocido, se iluminaba a sí mismo y se hacía más visible ante aquello que hubiera en el túnel, así que con un "Nox" volvió a fundirse con la oscuridad.
Vale, pensó, sigue el consejo de Thompson, a ver qué pasa. Lo peor que puede ocurrir es que te obligue a repetir el ejercicio. Así que suspiró y cerró los ojos. Al fin y al cabo no le servían de mucho. Y se concentró en el resto de sus sentidos.
Escuchó.
Un par de segundos después empezó a percatarse del mundo de sonidos que le rodeaba. En primer lugar su propia respiración y el ruido del roce de su ropa cuando se movía. Pero esos sonidos no le interesaban.
Dio un par de pasos y un leve roce que había escuchado se volvió a repetir un poco más adelante y a la izquierda. Dio un paso más. Entonces, el aire pareció moverse de una manera extraña y sin pensar lanzó un hechizo derribador hacia aquella dirección. El brillo repentino iluminó lo que parecía ser un vampiro que cayó unos metros más al fondo y desapareció.
Tratando de dominar los alterados latidos de su corazón sonrió. Pues funcionaba...
Siguió caminando y durante un buen trecho no volvió a escuchar nada. Tanto fue así que se paró en mitad y jugueteó con la idea de llamar a Thompson y preguntarle si aquello era todo... hasta que lo notó.
Algo le estaba vigilando. Cuando el pelo de la nuca se le erizaba de aquella manera siempre tenía la sensación de que unos ojos le observaban desde algún punto desconocido. No se movió de donde estaba. Una palpitación, un parpadeo y como en un flash de luz vio una criatura gigantesca con forma de lobo que le observaba agazapado a apenas 4 metros de distancia. Levantó la varita antes de dejar que su cerebro procesara la información de que un nundu estaba apunto de lanzarse contra su dueño y lanzara las primeras oleadas de pánico.
Otra palpitación, otro parpadeo y nuevamente el flash de luz. El nundu corría hacia él a gran velocidad. No le dio tiempo a pronunciar el hechizo, pero su varita reaccionó igual y el "Desmaius" brotó potente de ella impactando de lleno en el nundu, que cayó un poco aturdido a apenas un metro y medio. Harry podía oír su respiración, tan cerca. Después, las garras del enorme animal rasgaron el suelo indicando al joven mago que se había puesto en pie. El nundu se movía a su alrededor, como si jugara con la presa que se había dignado a plantarle cara. Lo podía oír y oler.
Y entonces pareció desaparecer. Ni se le oía ni se le olía... pero seguía estando allí.
Harry empezó a sentir el pánico que su cerebro había insistido en comunicarle. No sin razón. El animal, de un tamaño bien considerable, podía matarle de sólo un zarpazo y no digamos si lograba hincarle sus mandíbulas. Nunca moriría. Al fin y al cabo era un ejercicio de clase, pero sí podía resultar herido de gravedad. Si no existiera un mínimo de riesgo no se tomarían en serio los ejercicios.
Volvió a quedarse quieto y trató de relajarse para poder sentir aunque fuera el movimiento del aire que producía el gigantesco animal en su movimiento. Entonces lo sintió, a su espalda, en el lado derecho, pero demasiado tarde. El nundu le pegó un zarpazo en el hombro derecho haciendo que el chico cayera al suelo y perdiera la varita.
"Genial", pensó ahogando un gemido de dolor. Podía sentir su camiseta rasgada y un dolor agudo en el hombro. Sin duda, cuando la adrenalina que aún le tenía sedado se pasara, empezaría a doler de verdad. Ahora Thompson pararía el ejercicio y le haría volver a repetirlo.
Pero no lo hizo.
Y el nundu seguía allí, silencioso, inaudible.
Harry empezó a tener miedo en serio. Ahora, además estaba indefenso. Sin su varita, aquel nundu de mentira le haría picadillo. El aire tembló frente a él, pero no pasó nada, alargando de una manera espantosa la espera de lo inevitable.
Cada latido de su corazón se convirtió en el único sonido que escuchaba.
Pum, pum, pum...
Sentía cada palpitación en las yemas de sus dedos. Casi sin darse cuenta había extendido sus manos frente a él y había abierto sus ojos, no para ver, sino para sentir cualquier tipo de vibración en el aire.
Pum, pum, pum...
¿Cómo se enfrentaría a un nundu con las manos desnudas? ¿Cuándo Thompson se decidiría a parar el ejercicio? ¡Había fallado! Por fallos más tontos le había hecho repetir el ejercicio las 4 veces anteriores.
Pum, pum, pum...
El ventrículo derecho se vació con un espasmo para que la aurícula derecha se llenara de la sangre vital. Un flash de luz y Harry vio al nundu frente a él, quieto, observándole. El ventrículo izquierdo se llenó con la misma fuerza que su compañero vaciando a la aurícula de su mismo lado. El nundu flexionó sus fuertes patas y saltó.
No hubo hechizo. Pero hubo intención.
No hubo pensamiento, sólo instinto.
Cada fibra del cuerpo de Harry sabía qué hacer y lo hizo.
Harry acercó sus manos extendidas entre sí, como un escudo ante el monstruo que se le venía encima y una fuerza que parecía sacar de lo más profundo de sí mismo salió por ellas iluminando el túnel e impactando de lleno en el nundu que prácticamente ya caía sobre él. La criatura se desintegró y Harry cayó al suelo, aturdido por lo que acababa de ocurrir y volvió a sumirse en la oscuridad.
Entonces, de uno de los laterales, apareció una puerta que se abrió. Una silueta menuda se cruzó en la luz repentina.
-Puede irse, Potter.- dijo la profesora Thompson. Y la silueta desapareció.
Harry, un poco tembloroso por la impresión, se incorporó, recogió su varita y fue hasta la puerta. El patio interior del almacén estaba tal y como lo había dejado al entrar en el túnel, pero algo había cambiado. Thompson se había ido y por más que miraba a todas partes no veía nada extraño. Se pasó una mano por el pelo, confundido. Bajó hasta los bancos, cogió sus cosas y se fue, mirándose las manos completamente alucinado, derechito a la enfermería.
