Capítulo 16: El tutor.

-Oye, chaval...- dijo el hombre. Harry trató de pensar alguna excusa, pero la magnitud del marrón que se le venía encima era tan grande que casi no podía articular palabra.- Buen trabajo. Gracias.

-Eh... Bu-bueno... de nada.

-¿Qué hacías aquí?- dijo el hombre aún a tres metros de él.

-Yo... verá... Venía de clase y... oí ruido y me asomé a la plaza.- técnicamente era cierto, pensó Harry.

-No teníamos constancia de que vivieran magos en esta zona.- dijo el hombre parándose delante suya. Un momento después los ojos oscuros del auror se deslizaron hasta la cicatriz en forma de rayo de la frente de Harry.- ¿Harry Potter? ¿Por qué...? ¿Qué hacías tú...? ¿Cómo es posible que...?

El hombre estaba tan perplejo de su presencia allí que no parecía encontrar las palabras. Entonces, como una luz, apareció la excusa perfecta en su mente... aunque quizá metiera en un lío a Sacklebott.

-Estaba de prácticas, señor.- dijo al fin.- Debía presenciar una redada con un auror profesional, pero mi tutor resultó herido. Era Kingsley Sacklebott. Así que hice un traslador y le mandé a San Mungo. Yo me iba a haber ido con él, pero me dieron en la espalda... y aquí estoy.

-Vaya... sabía que estabas en la Academia, pero no sabía que hubieran adelantado las prácticas de campo a primer año.En mis tiempos no se hacían hasta tercero.- el auror sonrió satisfecho mirando la iglesia conquistada y dándole una palmada en la espalda.- Pero has cogido a tres de esos apestosos tú solito. Muy bien, Potter, muy bien. Tienes madera, muchacho.

-Gracias, señor.- dijo Harry no creyendo la suerte que estaba teniendo.

-Ven. Me llamo Jason Henrich. Si me permites, te tutoraré el resto de la práctica. Es posible que hoy puedas aprender mucho más.

Casi dando saltitos de alegría siguió a Henrich hasta el interior de la iglesia.

-Cuando entramos, los muy imbéciles ni siquiera sabían que estábamos allí. Claro, que nosotros tampoco sabíamos que estaban. Se suponía que íbamos a liquidar a unos vampiros, pero como habrás visto, el tipo que salió de la iglesia hace un rato no lo era. La información estaba equivocada, pero no importaba. La presa era mayor y estábamos preparados para hincarle el diente. Primera lección, chico: Nunca te ciñas a planes rígidos.

Henrich le hizo seguirle por una puerta que daba a una habitación pequeña llena de objetos relacionados con el culto y al fondo había otra puerta, más pequeña. Henrich la abrió y se agachó para hacer pasar su formidable figura por el estrecho hueco. Y Harry detrás, atento a cada detalle.

Las escaleras eran muy estrechas y los escalones inverosímilmente altos. Se tenía que sujetar en la húmeda pared de piedra con ambas manos para no caer. Un poco más abajo había otra puerta liliputiense. Pasaron por ella y entraron en las catacumbas de la iglesia.

No sabía nada de arte, pero si lo hubiera sabido habría visto en las anchas y cortas columnas y los capiteles historiados, así como en las bóvedas de medio punto, un estilo románico muy bien conservado, del siglo X u XI aproximadamente... Pero Harry no sabía de arte. Así que se fijó en otras cosas.

Se fijó en que la estancia estaba llena de cajas de madera medio llenas de lo que parecían ser montones de frasquitos diminutos, como los que regalan en las promociones de perfumes. Harry miró los frasquitos. No todos tenían el mismo contenido y estaban embalados con mucho cuidado en una especie de espuma seca dentro de las cajas.

-A ver, cachorro.- dijo Henrich cogiendo un frasquito.- ¿Qué crees que son estas cositas?

-¿Pociones?- era lo único que se le ocurría.

-Exacto.- asintió el auror.- Nuestros amiguitos de cara de yeso estaban embalando un auténtico alijo de pociones envasadas y preparadas para ser utilizadas.

-¿Qué pociones son?

-No lo sé. El laboratorio hará el inventario.

-¿Para qué las querrían en frasquitos tan pequeños?

-Creo que tienes tu propia teoría.- dijo Henrich mirando al moreno.

-Bueno, señor, yo...- por supuesto que tenía su propia teoría, pero tampoco quería exponerse tanto a aquel hombre.

-No me vengas con timideces, muchacho. Te has cargado a tres mortífagos en dos minutos.- Harry miró a Jason Henrich y suspiró. Asintió y comenzó a hablar.

-Es sólo una teoría, ¿vale?- Henrich asintió.- Los frasquitos son monodosis. Algunas supongo que serán pociones fortalecedoras o por el estilo, para autoconsumo. No creo que sean las más numerosas. Dudo que Quien Usted Sabe quiera un ejército de adictos. Las demás serán venenos, veritaserum, y demás para utilizar con posibles prisioneros o en misiones infiltradas. Por la cantidad creo que no es el único almacén de este tipo que pueda haber y sabiendo que las pociones se conservan mejor en lugares oscuros, húmedos y frescos me pondría a buscar en los sótanos de todo Londres.

-¿Algo más?

-Es evidente que no se han fabricado aquí. Aquí sólo se embalan. En algún lugar se fabrican y se introducen en estos frasquitos. Se debería buscar entonces un lugar relativamente grande, pero subterráneo. Algún garaje o incluso las alcantarillas.

-Y no llevamos aquí ni un minuto...- dijo Henrich apreciativamente.- Realmente tienes madera, chico. No se me habían ocurrido ni la mitad de las observaciones que has hecho.

-Gracias, señor.

Pero se había guardado muchas. Como por ejemplo que bajo los pies de Henrich había una especie de losa, como una lápida, que parecía haber sido corrida hacía muy poco. Además de un sombrero viejo que tenía toda la pinta de ser un traslador y de un reloj de mesa apoyado en un taburete tosco que iba al menos 5 minutos adelantado.

Dio una vuelta por la catacumba de techo bajo y angustiante sensación de estrechez provocada por las inmensas columnas que soportaban el techo. Tras las cajas había unos paquetes envueltos en algo que parecía papel. Harry se acercó.

-Señor Henrich.- llamó.- ¿Qué es esto?

El auror, que acababa de darse cuenta de la existencia del reloj, se volvió y fue a donde estaba Harry. Se agachó junto a él y con su varita apartó el papel. Debajo había una especie de plastilina marrón oscura, como arcilla. Henrich la pinchó con la varita y la masilla se hundió. Acercó una mano y cogió el paquetito de aquella extraña arcilla. Entonces se dieron cuenta de que había un cable clavado en la masa y que iba directamente al reloj que descansaba en el taburete. Henrich lo miró sin comprender, pero Harry abrió los ojos por el horror.

-¡Es una bomba!- gritó poniéndose en pie de un salto.- ¡Salgamos de aquí!

-¿Una bomba?

Harry tiró del auror desesperado hacia la portezuela. El reloj no estaba adelantado, estaba contando atrás y ahora sólo quedaba un minuto muy escaso.

-¡Es una bomba muggle, señor, vamos!

El hombre debió reaccionar por que por fin decidió moverse con más celeridad. El auror pasó primero por la portezuela mientras Harry miraba espantado el reloj de madera reposando inocentemente en el taburete. Por fin él pudo entrar en las escaleras y las subió todo lo rápido que le daban las piernas. Al llegar arriba vio cómo el auror desaparecía por la puerta de la sacristía y salía a la nave principal de la iglesia.

¡BOOOOUUUMMMM!

El suelo tembló bajo sus pies de tal manera que trastabilló en plena carrera cayendo al suelo. Un armario se tambaleó y a punto estuvo de caer sobre él si no fuera por que se levantó a tiempo. Gruesas grietas comenzaron a surcar veloces las paredes y entonces la mitad del suelo de la sacristía se hundió. Harry, más cerca de la puerta, consiguió salir antes de hundirse en la nube de polvo que se había levantado.

Corrió los últimos metros que le separaban del exterior jaleado por los aurores que le apremiaban para que saliera. La iglesia, tras de sí, se tambaleó peligrosamente, pero se mantuvo en pie.

Una vez en la plaza trató de recuperar el aliento. Jason Henrich estaba dando unas órdenes a sus hombres que desaparecieron en un chasquido. Las luces de las casas cercanas empezaron a encenderse y los primeros curiosos se asomaban desde lo alto para ver qué había ocurrido. Pronto llegaría la policía, pero no encontrarían nada, quizá multitud de fragmentos de frasquitos de cristal roto, pero ninguna prueba, nada.

Henrich le hizo una señal para que le siguiera. Cargándose la mochila en un hombro se puso a su altura aún sacudiéndose el polvo de la ropa. El hombre parecía pensativo, al igual que él. ¿Una bomba muggle? ¿Por qué utilizar un método muggle? Siempre despreciaban a los muggles como lo más bajo de la creación. ¿Por qué utilizar sus armas?

-No lo entiendo.- dijo el auror como si estuvieran pensando lo mismo.- No sabían que íbamos a venir. Estaban embalando. Ni siquiera habían terminado. Y aun así ponen una bomba para destruir todo.

-¿Seguro que no lo sabían?- preguntó Harry sumido en sus cavilaciones.

-¿Un topo en el Ministerio?- sugirió Enrich. Harry asintió.- Es factible, pero ¿quién?

-Alguien con acceso a la información sobre el movimiento de los aurores. Alguien que pueda averiguar quiénes, cuántos y a dónde van esos aurores en cada misión.

-Pero eso sólo lo sabe el Jefe de División y...

-El Ministro de Magia.- terminó Harry.

-Santo cielo...- el auror se pasó una mano por el pelo cada vez más escaso de su cabeza.- Espero que estés equivocado, Harry, por que si no...

Henrich dejó la frase en el aire. Era lo suficientemente explícita como para ser concluida. Harry miró al hombre y creyó en él, en su profesionalidad probada tras años de dedicación, en su experiencia, en su verdadera preocupación al vislumbrar lo que significaba la verosimilitud de la terrible posibilidad que le había mostrado Harry. Pensó entonces en hablarle de la Orden... pero no, él no lo haría. Lo haría otro, un auror, alguien con el que trabajara. Alguien como Kingsley Sacklebott. Él se lo diría. Él le uniría a la Orden. A él no le creería. Era un crío.

Pero estaba muy equivocado. El veterano auror caminaba junto a aquel muchacho que parecía haber nacido para ese trabajo. En un tiempo récord y después de haber sido atacado por la espalda, había inmovilizado a tres mortífagos adultos y después, con sólo un breve vistazo, había deducido lo que había en esa catacumba y había señalado los siguientes lugares a investigar. En cuanto llegara al Ministerio pondría a todos los hombres a su cargo en seguir las pistas que le había dado aquel chico.

Además, le había salvado la vida.

Y ahora había lanzado una luz tan siniestra como certera sobre algo que sólo tenía sentido si se tomaba como cierta. Y sospechaba que aún se guardaba algo, algo que había visto en esa cámara y que él ni siquiera había sospechado. ¿Cómo era posible que aquel estudiante de primer curso de auror viera tan lejos, captara tantos detalles que sólo empezaban a captarse tras largos entrenamientos y años de práctica?

No era difícil imaginarlo. Realmente, no es que pareciera que había nacido para ese trabajo, es que "había" nacido para ese trabajo. Es Harry Potter, ¿no? ¿Qué se podía esperar de un muchacho como él? Henrich se sorprendió pensando en qué fácil había sido aceptar sus palabras, en qué fácil le parecía escuchar sus sospechas y lo acertadas que parecían. Se sorprendió admitiéndose a sí mismo que sería extremadamente fácil aceptar sus órdenes. Aunque apenas acabara de cumplir la mayoría de edad.

-Había algo en aquella catacumba.- dijo el chico después de algunos minutos caminando. A lo lejos se podían oír las primeras sirenas de la policía. Henrich miró al cada vez menos adolescente con cierta ansiedad. Sí que había visto algo al fin y al cabo.- Había una lápida que parecía haber sido levantada recientemente.

-¿Dónde?

-Bueno, usted la pisó un par de veces.- Henrich se sintió estúpido ante aquel joven, pero sospechaba que cada palabra que decía le daba más información sobre ese caso. Así que explotó el filón.

-¿Qué crees que habría?- preguntaba casi despreocupado, como si estuviera preguntando a un alumno o aprendiz, cuando era todo lo contrario. Miró a Harry de refilón. El chico caminaba mirando al frente, con las manos en los bolsillos y la cartera colgando de un hombro. Fruncía ligeramente el ceño, pensando. ¿Qué pasaría por aquella cabeza azabache?

-No lo sé, pero no creo que haya sido destruido por la explosión.- dijo encogiéndose de hombros y añadió, muy serio, con la misma seriedad que había puesto al explicarle su teoría y sus sospechas, hablando firme, seguro, con una mezcla de certeza y duda suficiente como para que sus palabras fueran tomadas como una guía y no como un precepto, como lo que eran, teorías, pero teorías muy certeras.- Sea lo que fuere, creo que ahí abajo está lo que realmente guardaban los mortífagos. Además... había un sombrero viejo.

-Sí, lo ví.- asintió el auror.- Un traslador seguramente.

-Sí.- asintió el joven. Henrich volvió a verle hundirse en sus pensamientos, tratando de encontrar un sentido a aquello que él no lograba descifrar. Espero paciente.- El que estuviera allí puede significar dos cosas: que estaba a punto de ser utilizado o que ya lo había sido y el mago trasladado estuviera en la iglesia.

-Entonces le tenemos.- comentó Henrich.

-Sí, pero, ¿por qué tantas prisas? ¿Por qué un traslador? ¿Por qué a esa catacumba?-Harry volvió a fruncir el ceño un instante.- Quizá trajera aquello que está guardado bajo la lápida. Por eso parecía haber sido movida hacía poco tiempo. Algo importante que requería un lugar seguro que iba a ser investigado por los aurores del ministerio porque su topo se lo había dicho. Sabían que iban a encontrar el alijo de pociones y que después estallaría con una bomba muggle.- Harry hizo una pausa. Se apretaba las manos con nerviosismo a medida que la teoría iba cobrando fuerza. Henrich le miraba pasmado. Estaba reconstruyendo todo lo acontecido desde el lado mortífago con espeluznante realismo y acababan de abandonar el lugar de los hechos. Pero Harry continuó hablando, pensando en alto, más que contándoselo a él.- Después del atentado del Lightening la policía está muy susceptible con las bombas, sabrían que llegarían a la iglesia enseguida y que no encontrarían más que restos inútiles que podrían relacionar con cualquier otra cosa. Nunca repararían en la lápida y los aurores darían por examinado el lugar.

-Y aquello que estuviera bajo la lápida quedaría a salvo.- terminó Henrich sin poder evitar su tono asombrado.

-Bueno, el mejor lugar para ocultar una hoja...

-... es un bosque.

Harry sonrió y se encogió de nuevo de hombros, inocentemente.

-Pero es sólo una teoría, señor.

Qué mal fingía una vez se había descubierto, pensó Jason Henrich. Sonrió y se despidieron en la puerta del Metro. El auror siguió caminando un trecho antes de meterse en un callejón y desaparecer. Cuando el Ministerio apareció frente a él fue derecho a cumplir las órdenes que aquel muchacho no había querido darle explícitamente, pero que él había captado como faros en la niebla.

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Mwahahahahaha... ¿qué será, será? Muchos enigmas, ¿verdad? La cajita, la catacumba... vaya, no hay nada más que cosas misteriosas por todas partes. Por supuesto sé lo que es cada cosa, pero me gustaría leer vuestras teorías. ¿Qué creéis que es lo que hay debajo de la lápida? ¿Y la caja? Venga, contadme. Tengo mucha curiosidad...