¡¡¡Hola!!!

Eva Vidal: Qué hay en la catacumba... mmmm... sí, lo de la caja sería demasiado obvio, incluso para mí. No, no es la caja. Ya lo verás, ya lo verás. Tú tranquila.

Cocojajas: ¡Menudo misterio la puñetera catacumba! Bueno, ya veremos lo que es en el futuro... muahahahaha....

Y ahora, un magnífico capítulo de transición... en fin, no me gustan, pero son necesarios.

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Capítulo 17: Lo que lleva dentro

En aquel momento Grimmauld Place tenía tanta actividad que Harry no sabía dónde meterse para poder estudiar. Al final había optado por el cuarto ciego bajo las escaleras que servía de trastero de "cosas que igual servían para algo" y que lo diferenciaban del desván que sólo tenía "cosas absolutamente inútiles"... según la señora Weasley.

Encontró que un par de cajas y su varita eran más que suficiente para crear un ambiente de estudio razonablemente aceptable.

No es que no le interesara lo que se movía entre los magos de la Orden, pero es que ya lo sabía. Incluso lo que estaban viendo como nuevo, ya lo sabía. Aquel día era un poco especial, porque, no sólo se celebraba una reunión de los nuevos jefes de zona, sino que además Kingsley estaba recuperado y los Weasley le habían montado una fiesta de bienvenida por todo lo alto.

Harry ya había saludado a Sacklebott y le había hablado de Jason Henrich y de su plausible ingreso en la Orden.

-Oh, me ha hablado mucho de ti, ¿sabes?

-Oye, siento haberte metido en aquella mentira sobre que eras mi tutor y...

-No te preocupes. Lo entendí y le seguí el rollo. No sabe nada.- dijo el hombre tranquilizando a Harry con un gesto.- Me ha hablado de ti, sobre lo que ocurrió en la iglesia... y después.

-¿Después? Después sólo hablamos.

-¿Sólo hablasteis?- Kingsley rió sardónico.- Pues él no me ha dicho eso. Le dejaste impresionado. Me dijo que habías acabado con tres mortífagos y habías resuelto el caso en 10 minutos y que cuando se puso a investigar por donde le habías indicado encontró cuatro sótanos similares y una estación abandonada de Metro donde se hacían esas pociones. Y hay más...

-¿Qué más?

-Me pidió que te preguntara si querrías que él te tutoree en mi lugar. Creo que quiere utilizarte para resolver el caso.

-¿Y qué le dijiste?

-Que te lo comentaría.

-¡Por supuesto que sí!

-Vaya, gracias por la parte que me toca.- bromeó Kingsley. Hizo una pausa y miró a Harry.- ¿En serio dedujiste todo aquello después de unos minutos en aquel lugar?

Harry lo había mirado con rostro inexpresivo un momento. Durante una temporada aquel hombre había recibido órdenes suyas, directamente. Pero siempre le pareció que lo hacía obligado por Dumbledore, por el peso de su nombre sobre él. Desde que Ron había diseñado el nuevo esquema de la Orden todas las órdenes parecían provenir del éter, de algún espacio misterioso. Todos supusieron que venían de Dumbledore sin sospechar nunca que venían del trío de recién graduados gryffindors. Todos volvían a verle como un chaval más, sin aquellos aires de grandeza con los que de repente les había estado comandando, como si levantara un palmo del suelo. Era joven, muy joven, y era un lastre para él y para la Orden, porque no confiaban en él y por que dudaban. No por que sus decisiones fueran incorrectas, sino porque era un crío.

Así que, ¿qué debía contestarle a Kingsley? ¿"Claro, idiota, lo he hecho siempre, pero vuestra prepotencia no os dejaba verlo" o "Bueno, eran teorías al azar. Me sorprende que alguien tan experimentado me haya tomado en serio"? Ninguna de las dos.

Se encogió de hombros y le dijo que se iba a estudiar.

Pero estaba incómodo.

Tratar de sujetar un libro que se empeña en cerrarse, escribir y sujetar la varita en alto para iluminarse, no era nada fácil. Nada. Y se estaba cansando de sostenerla con la boca.

Al fin dejó la pluma y miró su varita. ¿Cómo podría mantenerla erguida? Trató de apoyarla con sus cosas, pero siempre caía. Incluso clavarla en la caja, pero se le escurrió dentro y durante unos momentos estuvo a oscuras hasta que la recuperó. Si tan sólo se estuviera quieta en el aire, flotando, como una vela de Hogwarts... Pero una vela podía encantarse con una varita y en este caso la varita era la que iba a ser encantada. ¿Con qué? No tenía otra varita para hacerlo.

Entonces se le ocurrió.

No. Sería una locura. Es imposible... pero ya lo había hecho antes. "Accio varita" y había venido. Sólo con pensar el hechizo, sin tener la varita, había funcionado. Quizás ahora...

Dejó la varita en la caja y colocó sus manos en su regazo.

-Wingardium Leviosa.- susurró el conocido hechizo levitador... pero no pasó nada. Harry sonrió. Lo que había pasado en aquella plaza podía haber sido cualquier cosa. Un accidente.

Así que volvió a morder el mango de su varita y cogió la pluma.

No había escrito más de diez líneas cuando la mandíbula empezó a dolerle con insistencia.

-¡Cómo es posible estudiar así, por Dios!- exclamó exasperado dejando pluma y varita en la caja, sobre el pergamino. Si tan sólo se mantuviera flotando a 30 centímetros del pergamino, todo sería mucho más fácil y él podría acabar aquel trabajo sobre las mordeduras de serpientes africanas que Heyman había mandado el día anterior.

Entonces la varita, poco a poco se elevó, con su punta brillante hacia abajo, iluminando a la perfección su trabajo. Aun asombrado por aquello alargó una mano hacia la varita. La tocó... y ahí seguía, en el aire, exactamente a 30 centímetros del pergamino. No sabía cómo lo había hecho, pero algo le decía que las palabras mágicas y los hechizos tal cual los conocía no tenían nada que ver, que era una magia más directa, más pegada a su voluntad.

Mirando aún la varita flotante pensó en lo que había ocurrido tan sólo un par de días atrás, en el circuito práctico, con aquel nundu, y aquella misma noche con la varita. Y más atrás... al día del atentado. Lo que le habían contado Ron y Hermione, de cómo le habían encontrado enredado en los hierros, como protegiéndole de la explosión, y protegiéndoles a todos de ella. Lo que había sentido antes de perder el conocimiento.

¿Quizás fuera ese el poder tan anhelado?

La puerta se abrió mostrando un rostro conocido.

-Hola.- dijo Hermione. ¿Qué haces aquí? Ahí afuera hay una fiesta.

-¿Cuándo habéis llegado?

-Ahora mismo. Ron está en la cocina. Dice que quiere hablar contigo.

-¿Sobre qué?

-Sobre un hombre llamado Jason Henrich.

-Vaya con Jason Henrich.- dijo Harry recogiendo sus cosas. Era evidente que no iba a estudiar mucho.- El hombre más nombrado de los últimos 40 minutos.

-Oye... ¿qué hace tu varita flotando en el aire?- preguntó Hermione súbitamente.

-Ahm... ¿magia?- contestó Harry sonriendo y cogiendo la varita. Susurró un "Nox" inaudible y se la guardó en el bolsillo trasero del pantalón. Ignoró la mirada suspicaz de su amiga y salió por la puerta del trasterillo.

-Ya supongo.- asintió la chica siguiéndole hasta su cuarto, donde dejó los libros y el pergamino tirado en la cama. Apoyada en el quicio miraba a Harry con expresión sospechosa.- ¿No será la misma magia que os salvó en el Lightening?

-Pues creo que sí.- dijo llanamente Harry cerrando la puerta tras de sí.- ¿Bajamos?

-¿Y cómo es? ¿Cómo la controlas? ¿Cómo lo haces?

-No lo sé. No lo hago. No lo sé.- contestó el moreno.- Aún estoy alucinado por lo de la varita. Es la primera vez que lo hago... queriendo, así que no me preguntes mucho.

Llegaron a la puerta de la cocina. Le sorprendía que la señora Black no hubiera dicho nada con todo el barullo que estaban metiendo. Se detuvo y se volvió hacia el retrato. Para su sorpresa estaba descubierto, pero la mujer estaba callada, con expresión inquieta, mirando a su alrededor como si algún pájaro enorme la sobrevolara. Cuando se puso delante, el retrato fijó sus ojos al óleo en los suyos.

-Eres tú, ¿verdad?- dijo con una mezcla de aprensión y asombro.

-¿Yo? ¿El qué?- preguntó Harry confuso.

-Desde que entraste en esta casa lo noté, pero ahora es más fuerte...- dijo la Señora Black en un silbido.- Tú y lo que llevas dentro, maldito y sucio mezclado. Eres peligroso, ahora lo sé.

Y la cortinilla se corrió ella sola, sin que pasara nada más. Harry, completamente pasmado miró a Hermione, que le devolvió una cara de concentración, el ceño fruncido, los bazos cruzados, mirando al cuadro tapado y a Harry respectivamente.

-¿Qué?- preguntó el chico al fin.

-¿No es evidente? Está hablando de esa magia, Harry, de la magia pura que llevas dentro. Hoy has hecho eso con la varita. Por eso lo siente más fuerte. Porque la has utilizado.

Harry se sintió invadido por los penetrantes ojos de su amiga y desvió la mirada, culpable. Hermione, que lo había captado, se acercó y le obligó a mirarla.

-Lo has hecho antes, ¿verdad?- Harry asintió.- ¿Y por qué no nos lo dijiste?

-Por que no estaba seguro. Siempre podrían haber sido accidentes o cualquier cosa.

-Espera. Voy a llamar a Ron. Tiene que estar presente en esta conversación.

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Hermione miraba a Harry mientras éste hablaba y les explicaba a duras penas cómo había derrotado al nundu y cómo había llamado a la varita hasta su mano sin tan siquiera abrir la boca la noche de la redada. Su amigo estaba confundido y un tanto asustado. No era de extrañar. Nadie antes que él había podido hacer lo que él hacía, aunque fuera simplemente mantener flotando en el aire una varita. La diferencia fundamental era que su magia venía directamente de él, sin varita ni intermediario físico ninguno, sin conjuros, sólo con el pensamiento, con el deseo, con la voluntad. A su lado, Ron escuchaba asintiendo o preguntando algo de vez en cuando.

-¿Y sólo con pensarlo ocurrían esas cosas?- decía.

-No, no exactamente.- Harry negaba con la cabeza. Había tratado de explicar ese punto de varias maneras diferentes, pero aún no se hacía entender. Confuso, se revolvió el pelo mirando a la nada.- No sólo era pensando en ello. Era más bien cuando lo pensaba... fuerte.

-¿Pensar fuerte? – dijo Ron arqueando una ceja.- Tío, cada vez te explicas mejor.

-Joder, macho, es que ya no sé como explicarlo. Ni siquiera yo lo entiendo.

-Hazlo otra vez.- dijo Hermione.

Ambos chicos se la quedaron mirando.

-Bueno, si lo repites quizá puedas saber qué haces exactamente.- dijo encogiéndose de hombros.- Si antes lo has hecho adrede podrás repetirlo, ¿no?

Harry se la quedó mirando un instante. Después asintió.

-Vale.- el chico cogió su varita y la dejó encima de su cama.

Hermione no miraba la varita, le miraba a él. El moreno se giró hacia la varita, respiró hondo y un instante después la varita empezó a flotar frente a él. Ni un movimiento, ni una palabra. Sólo la voluntad de su amigo haciendo que la fina vara de madera se elevara en el aire como si no hubiera gravedad. Entonces se volvió hacia ellos.

-Vaya.- dijo Ron.

-Creo que deberías empezar a acostumbrarte a no utilizar la varita.- dijo Hermione.

-¿Qué?- preguntaron los dos chicos a la vez.

-¿Estáis programados para actuar a la vez cada vez que abro la boca o qué?- dijo la chica alzando una ceja.- Tampoco es una idea tan descabellada. Es evidente que no necesitas la varita para utilizar la magia. Además, es muy probable que seas mucho más poderoso sin ella. Parece como si la magia simplemente siguiera los designios de tu voluntad.

-Pero no tengo ni idea de qué es lo que puedo hacer con ella. No sé hasta qué punto podría controlarlo.

-Pues averígualo.

-¡Como si fuera tan fácil!

-¡Por Dios, Harry! ¡Simplemente hazlo!

Harry resopló y caminó nervioso por su cuarto, donde se habían metido los tres buscando algo de intimidad. Hermione sabía que estaba tenso, asustado. Efectivamente no sabía hasta dónde podía llegar esa magia y el hecho de que simplemente obedeciera a sus deseos abría un mundo demasiado grande de posibilidades. Demasiado. Necesitaba un maestro que le ayudara a manejar algo tan grande. Hermione sabía quién debía ser ese maestro, pero sabía que no terminaría de gustarle.

-Díselo a Dumbledore.- dijo al fin. Harry volvió a resoplar sin dejar de caminar. Sin duda ya había pensado en ello. – Sabes que es la única opción.

-Lo sé.- dijo secamente. Entonces se volvió a sentar en la cama con los brazos apoyados en las rodillas y mirando al suelo, pensando.

Hermione miró a Ron. El pelirrojo alzó la mirada hacia ella. El joven asintió y se levantó de la silla.

-Bueno, tío. Bajamos a la fiesta.- dijo cogiéndola de la mano.- ¿Vienes?

-Dentro de un rato.

-Vale.

Y salieron de la habitación de Harry.

-Estoy preocupada por él, Ron.- dijo mientras bajaban por las escaleras. Ron la miró.- ¿Recuerdas lo que sentimos cuando entramos en su mente?

-Cómo olvidarlo.

-Está aterrorizado.- la chica se estremeció en un instante de profunda empatía con su amigo.

-Lo sé.- dijo el pelirrojo con una mano en el picaporte de la cocina.- Por eso confío en él.