¡¡Hola!!

Lucumbus: Sí, bueno, es lo que tiene salvar al mundo cuando apenas acabas de dejar la pubertad, ¿no? Impresiona, claro, y Ron... bueno, alguien tenía que echarle la bronca, ¿no? Y no veía a Hermione haciéndolo, sinceramente. En fin, en este capi se ponen en movimiento. A partir de ahor va a haber mucho movimiento. La guerra de despechos está a punto de acabar.

Celina: ¡Vaya, muchas gracias! Espero que te siga gustando. ¡Y te devuelvo el saludo también desde España, cielo! ¡Un besote!

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Capítulo 22: Many Meetings

Hermione miraba un bote de Pepsi vacío y abollado que descansaba paciente sobre el banco en el que la chica estaba sentada.

Estaba esperando a Remus Lupin y aquel bote era el traslador que les llevaría a Viena en cuando el licántropo llegara. Al fin, a lo lejos, vio una vieja gabardina que abrigaba a su antiguo profesor. Cuando el hombre llegó hasta el banco miró la lata.

-¿Es ese el traslador?- Hermione asintió. Agarró el maletín y contó hasta tres.

Un tirón brusco bajo el ombligo les llevó a través de un torbellino de colores hasta lo que parecía un patio interior de un edificio grande. El viaje había sido perfecto. Lupin hizo una seña a la joven y ambos salieron por una de las puertas de madera que conectaban el patio con el interior.

El edificio era enorme, pero estaba completamente vacío. No había ni nada ni nadie y parecía abandonado. No obstante estaban en el lugar adecuado.

Subieron unas escaleras y alcanzaron el primer piso. Una vez allí fueron hasta una sala grande, llena de sillas y una tarima.

Era pronto, pero era mejor así.

Hermione, suspiró para darse ánimos y se sentó pesadamente en una de las sillas de la tarima. Lupin la miró.

-Tranquila, Hermione.

La chica resopló como toda respuesta. Tratando de evadirse de su propia situación de nerviosismo cambió de tema.

-¿Cómo crees que le irá a Harry?- preguntó. Lupin sonrió levemente mientras caminaba tranquilo por la sala con las manos en los bolsillos de la gabardina.

-Seguro que bien.

-Qué oportuno todo esto.- se quejó Hermione.- Que la reunión con el gobierno Muggle sea el mismo día que la nuestra con los hombres lobo…

-Desde luego. Casi se te olvida.

La chica echó la cabeza hacia atrás, cansada. Luego la apoyó en sus manos y negó.

-Demasiadas cosas en tan poco tiempo.

-Tenéis demasiadas cosas en la cabeza.- dijo Lupin. Hermione asintió.- ¿Qué hay de los brujos Desterrados? Hace tiempo que no sabemos de ellos.

-Yo tampoco. Eso es cosa de Harry y Ron.- dijo la chica.- Ellos se encargan de lo militar y yo de la política.

Lupin asintió. Fue hasta el umbral de la sala y se apoyó en el marco mirando al exterior. Entonces preguntó:

-¿Cómo está Harry? Desde que estoy en Hogwarts casi no puedo hablar con él.

-Está bien.- dijo Hermione.- Tiene miedo, tiene dudas, se preocupa mucho… ya sabes cómo es. Anoche estaba un poco confuso.

-¿Por qué?

-Por todo.- Hermione suspiró.- Cuando cree que la situación le supera se pone nervioso, pero al final siempre se da cuenta de que puede con ella. Siempre puede. Pero no se lo quiere creer del todo.

Entonces empezaron a llegar hombres y mujeres que se fueron sentando en las sillas. Algunos rostros eran conocidos, otros no. Hemione miraba la sala cómo se iba llenando. Al final, Lupin cerró la puerta y se sentó con Hermione y los representantes de los Hombres Lobo de toda Europa. Respiró hondo y obligó a todas sus dudas y todos sus nervios a recogerse en una burbujita dentro de su cabeza. Habían dejado de tener importancia. Se incorporó.

-Bienvenidos, señoras y señores, y buenas tardes.

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Harry entró en la casa del Primer Ministro Muggle sintiendo el escozor de su cicatriz por enésima vez en su vida. Voldemort estaba enfadado y él creía saber por qué. Sonrió para sí mientras saludaba a un hombre que le alargaba la mano para estrecharla. Miró a su alrededor.

La casa era elegante y estaba atestada de guardias de seguridad y guardaespaldas con pinganillo en la oreja. Pero también vio algunos dispositivos mágicos que sin duda alguno de los gemelos Weasley se había encargado de colocar por todo el edificio. Los muggles ni los habían visto.

Les hicieron pasar a un agradable salón. Allí había una mesa alrededor de la cual estaba la cúpula del gobierno muggle. El Primer Ministro alzó la mirada y se levantó para recibirlos.

-Señor Fudge, bienvenido.- dijo dándole la mano.

-Gracias, Señor Robertson.- dijo Fudge estrechándosela. Luego se volvió hacia Harry y hacia Catherine Mitts, la responsable del Departamento de Cooperación Internacional, o Secretaria de Exteriores. Sólo ellos dos acompañaban a Fudge.- Esta es Catherine Mitts, Seretaria de Exteriores.

-Mucho gusto.- dijo la mujer que había sucedido a Barty Crouch tras su muerte.

-Igualmente.- respondió cortés el Primer Ministro.

-Y este es Harry Potter, Secretario de Defensa.- Harry se sorprendió al no detectar ningún tipo de entonación especial en la voz de Fudge al presentarle.

El Primer Ministro le miró a él y luego a Fudge para volver a Harry.

-¿Esto es una broma, Fudge?

-No, Señor.

-Le recuerdo que más de 560 reales súbditos han muerto por causas mágicas. ¿Cree que algo así es un juego que se pueda dejar en manos de un muchacho?

-Señor Robertson, le aseguro que puede que las manos de este chico sean las únicas capaces de manejar esta crisis.- respondió Fudge dejando perplejo a Harry, que no hubiera esperado una defensa así de aquel hombre.

-Siempre he pensado que eran gente extraña, pero esto es inadmisible, Fudge. ¿Qué le hace pensar que un adolescente pueda manejar la crisis?

-Por que lo ha estado haciendo desde hace años.

-¡Y mire con qué resultados!

-Si no lo hubiera hecho hubieran muerto muchas más.- dijo Fudge.- Aunque ustedes se hayan dado cuenta ahora, llevamos en guerra dos años y medio.

-¿Una guerra?- preguntó uno de los hombres que aún estaban sentados en la mesa.

-Sí, Señor Douthitt. Ahora les explicaremos todo si tienen la bondad de escucharnos.

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Ron salió de la habitación seguido de los capitanes de los grupos de brujos Desterrados con una ligera sonrisa de triunfo que no podía ocultar por más que quisiera.

Su plan estaba dando resultado.

Entre los Desterrados y los aurores del Ministerio habían logrado encontrar varios escondites mortífagos así como algunos arsenales. Llevaban vigilándoles desde hacía más de una semana, pero no habían atacado.

No hasta esa madrugada.

Ron hubiera preferido que la fecha no coincidiera con la reunión de Harry, pero aquella operación llevaba planeada desde casi después del ataque masivo y no podían modificarlo.

Los Brujos Desterrados, desde el mismo instante de los ataques, habían rastreado a los mortífagos culpables y les habían seguido lentamente y sin prisa hasta sus guaridas. Así, a los tres o cuatro días de los atentados, Ron ya sabía el paradero de 7 escondites mortífagos. Los Brujos estaban preparados para atacar. Pero Ron les dijo que se limitaran a esperar.

No sabían qué era lo que el joven pretendía. Estaban allí. Podían entrar a saco y apresarlos a todos. Al menos 40 mortífagos quedarían fuera de circulación y Voldemort vería que también él podía sufrir bajas importantes.

Hasta que, tras casi cinco días, vieron lo que el joven Weasley había estado esperando.

Tras los atentados, los mortífagos que los habían causado se habían refugiado para no ser vistos por las brigadas de aurores que iban detrás de ellos sin pensar nunca que otros magos les habían seguido el rastro. Después de más de una semana de aislamiento, la vigilancia de los aurores se debilitó por el tiempo y los malos resultados. Orgullosos de su victoria, al noveno día después de los atentados, empezaron a moverse de nuevo.

Los desterrados se alarmaron. Pidieron a Ron atacar entonces. Pero se volvió a negar y pidió un poco más de paciencia. Al borde estuvieron algunos de los capitanes en desoír sus órdenes y atacar cuando los mortífagos empezaban a dispersarse.

Entonces Ron les pidió que les vigilaran más de cerca y que se fijaran en qué tipo de importancia parecían tener los mortífagos dentro de cada subgrupo. Entonces empezaron a hacerse una idea aproximada de lo que el chico tenía en mente.

Los grupos que iban hacia el noreste y noroeste eran de mortífagos relativamente jóvenes, novatos o recién incorporados. Eran los grupos más numerosos. En cambio, había un par de grupos que, aunque habían partido en direcciones contrarias al final se habían reunido en un mismo lugar. Éstos eran mortífagos de categoría superior.

Los Brujos Desterrados captaron la idea del joven casi sin que éste les dijera nada y ellos mismos tomaron la iniciativa. Se dividieron en tres grandes grupos y fijaron un día y una hora para atacar a la vez.

Y lo habían hecho.

Con un éxito arrollador.

Todos los novatos y casi la totalidad de los mortífagos superiores habían caído en sus manos. ¿Y por qué no los habían atrapado a todos? Por la misma razón por la que habían esperado: No mates a la hormiga. Síguela hasta el hormiguero.

Los supervivientes habrían informado a Voldemort de lo ocurrido. Ron sonrió mientras bajaba las escaleras con agilidad. Ahora habría al menos 7 brujos desterrados detrás de aquellos pocos mortífagos que recibirían el castigo de su amo por haber sido emboscados. Y entonces, cuando siguieran a aquellos supervivientes, sabrían donde estaba Voldemort.

Y volverían a esperar.

Cuando llegó al piso inferior un mago le esperaba con un traslador. Cuando se lo indicó tocó el objeto y un instante después estaba en una explanada cubierta de césped y rodeada de árboles. Frente a él había un campamento donde varios medimagos y sanadores se ocupaban de los heridos en el ataque de la madrugada.

El mago le condujo hasta una tienda de campaña en especial. Al entrar descubrió que estaba en una especie de sala de juntas. Dentro estaba Leonard Pane hablando con algunas personas y dando instrucciones. Al llegar frente a él, el hombre le saludó y le indicó que se sentara. Pane pidió amablemente a todos que les dejaran solos y Ron y él se quedaron solos. Pane miró al pelirrojo antes de hablar.

-¿Ha hablado ya con los Capitanes, señor Weasley?

-Así es.

-¿Cuál será nuestro próximo movimiento?

-Los dos grupos más frescos irán a apoyar a los que fueron detrás de los supervivientes y los relevarán. Los demás descansarán y recuperarán a los heridos.- Pane asintió.- Ya se han organizado los grupos de guardia que permitirán al 90 de las fuerzas restantes estar en permanente alerta. Por eso he dispuesto que tres grupos inactivos refuercen las defensas del Ministerio, San Mungo, el Callejón Diagon y Hogsmeade.

-¿Y Hogwarts?

-Otros se ocupan de ello.- dijo el joven lacónicamente. Pane asintió sabiendo que no iba a recibir más información sobre ese tema.- Ha de asegurarse de que los relevos y los grupos se coordinen perfectamente. Recuerde que no nos sobra ni un solo mago.

-Lo sé.- asintió Pane.- ¿Continuamos con la misma estrategia de rastreo?

-Sí, pero estén preparados para cualquier cosa. Quien Usted Sabe no es estúpido y ya se figurará que los han estado espiando, así que estará ahora con 80 ojos permanentemente suspicaces vigilando todo su entorno. Extremen las precauciones. Sólo queremos saber dónde está.

-¿No atacamos?- preguntó incrédulo Pane.

-No.

-Pero…

-No atacaremos hasta que llegue el momento adecuando, Pane. Cualquier intento sería un suicidio y no voy a permitir que se malgasten vidas a lo loco, ¿de acuerdo?

-Muy bien.- dijo Pane frunciendo el ceño.- ¿Algo más?

-No, eso es todo por el momento.

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Albus Dumbledore oía cómo resonaban los pasos de sus dos acompañantes y lo suyos propios en aquel pasadizo subterráneo. Al fondo había una puerta. De nuevo se encontraba allí, de camino a aquel lugar.

Uno de los magos que iban con el anciano director abrió la puerta y le pidió amablemente que pasara. La sala circular con puertas se abrió ante él. El otro mago sacó un aro lleno de llaves y escogió una. Después, muy seguro, se dirigió a una puerta y la abrió.

Entraron en una sala repleta de libros. En el centro, una mesa redonda estaba ocupada por unos 7 hombres y mujeres que, iluminados por la luz de unas velas, leían enormes volúmenes a apenas centímetros de sus narices. En lo que parecía el centro de la mesa se elevaba un atril, y en él, un libro enrome.

Cuando se acercó uno de los magos que estaba en la mesa alzó la mirada hacia él.

-¡Oh, Albus! Te esperábamos.- las otras 6 personas volvieron sus cansados ojos hacia él.

-Buenas tardes, Louis. – saludó amablemente Dumbledore.- Veo que tenéis mucho trabajo.

-Sí, eso parece, ¿verdad?- dijo el hombre mirando satisfecho a la mesa llena de libros y papeles.- Pero prácticamente hemos acabado.

-Albus,- dijo una mujer de mediana edad que aún sostenía en sus manos un libro.- ¿sabes por qué has sido llamado?

-Por ese libro, ¿no es así?- dijo el aludido señalando el gran libro del atril.

-Así es.- asintió la bruja.- Si eres tan amable…

La mujer cogió el libro y lo abrió delante del director para que pudiera observarlo. El anciano mago leyó lo que había escrito, pasó un par de páginas, miró las tapas…

-¿Y bien?- preguntó Louis.- ¿Qué opinas?

-Estos conjuros no me suenan de nada, desde luego.

-Y no nos extraña.- asintió Louis.- Ninguno de los que están escritos en las casi 700 páginas de ese libro están registrados en ninguna parte. Son hechizos desconocidos.

-¿Pero alguno de ellos funciona?

-No del todo.- dijo enigmáticamente otro mago.- O son una farsa o son demasiado complicados para todos nosotros.

-Por eso te hemos llamado.- finalizó la bruja que le había hablado hacía un momento.

Dumbledore asintió y eligió un hechizo al azar. Después de leer atentamente las palabras y las instrucciones pidió a los magos que se apartaran y sacó la varita y dijo las palabras del hechizo. De su varita surgió una luz débil que apenas llegó a formar una bolita de luz aún más débil que se desvaneció en unos segundos.

-¡Vaya…! – dijo bajando la varita.- Tenéis razón.

-¿Es una farsa, entonces? – dijo un mago que hasta entonces había guardado silencio.

-No, es magia extremadamente complicada.- contestó Dumbledore.

-¿Quién puede haber podido escribir un libro con estos hechizos? ¿Quién podría hacer magia tan difícil si ni siquiera tú has podido?- preguntó otra bruja desconocida.

-Quizá Voldemort.- los magos se estremecieron y algunos no pudieron evitar mirar por encima del hombro a sus espaldas.- Al fin y al cabo, este libro fue encontrado en un escondite mortífago.

-Pero, ¿qué nos dices de este libro?- preguntó otro mago con pinta de no haberse saltado una sola comida en toda su vida.- Está lleno de magia desconocida. No sabríamos decir siquiera si se trata de magia oscura.

-No tiene por qué serlo, Paul.- dijo la primera bruja.- Hemos analizado la semiótica de los hechizos y en ninguno se utiliza una sola sílaba oscura.

-¡Pero es un libro de El-que-no-debe-ser-nombrado, Madelaine!- respondió Paul.- ¿Qué se puede esperar de alguien como él?

-Creo que eso ya lo hemos discutido antes, amigos.- terció Louis.- Y aclaramos al final que sea lo que sea este libro contiene hechizos, y ahora que Albus está aquí podemos afirmar que esos hechizos son reales, pero muy complejos.

-Pero si son tan complejos, ¿cómo sabremos qué alcance tienen?- preguntó otro de los magos.- Si se trata de un recurso de Quien Vosotros Sabéis, sin duda deben de tratarse de hechizos violentos y malignos que precisan de un poder como el de ese hombre para ser realizados. Si ni siquiera Albus dumbledore, aquí presente, puede hacerlos… ¿cómo sabremos a lo que nos enfrentamos?

-Bueno, eso no debería sorprenderte ni extrañarte, Richard.- dijo Dubledore con calma.- Al fin y al cabo siempre ha sido así. Voldemort siempre ha ido un paso por delante.

-¡Demonios, Albus, ya lo sé!- Richard bufó dando un golpe en la mesa con la mano.- Pero al encontrar este libro pensé por un momento que… (suspiró) … que podríamos haber avanzado un poco.

-Y lo hemos hecho, amigo, lo hemos hecho.- asintió el director pasando las páginas distraídamente.- Montaron un espectáculo impresionante para esconder este libro. Debe de ser importante. Y créeme que lo es.

-A propósito, Albus.- dijo Louis.- Aunque Jason Henrich nos trajo el libro sabemos que fue tu pupilo, Harry Potter, el que dio con él. Si te soy sincero, a Henrich no se le cae su nombre de la boca. Está impresionado por el muchacho.- Louis calló esperando una respuesta de Dumbledore, que no dijo nada. Así que continuó.- Y ahora está en Downing Street con Fudge como Secretario de Defensa.

-Louis, ¿adónde quieres llegar?- preguntó Dumbledore mirándole a los ojos.

-A que no sé por qué utilizas de esa manera al chico.

-¿Utilizarle?

-Vamos, Albus.- dijo Louis sonriendo.- Si quieres intervenir en el Ministerio hazlo directamente.

-Te aseguro, Louis que no utilizo a Harry de ninguna manera.- luego sonrió enigmáticamente.- Además, seamos sinceros, siempre que he creído necesaria una intervención lo he hecho sin más. No necesito al chico para eso.

-Entonces creo que ya va siendo hora de que se descubra el misterio que rodea a Harry Potter, Albus.- dijo Louis mostrando una seriedad inusitada.- En este cuarto quizá estemos los magos y brujas más sabios de Inglaterra y necesitarás nuestra ayuda al final.

-Lo sé, Louis, soy muy consciente.- asintió Dumbledore.- Pero nunca se te ha dado bien amenazar, y ahora no es el mejor momento para hacerlo. Lo que sí te pido es que si, como hace años, luchaste contra Voldemort, sigas haciéndolo.

-No has perdido tu habilidad para vadear las preguntas delicadas.- dijo Louis sonriendo.- Pero no podrás mantener el secreto eternamente. No sin que antes se vuelva contra ti.

-Ya lo hizo, Louis, ya lo hizo.- dijo Dumbledore tristemente.- Y esta vez créeme que mantengo silencio porque la información es tan peligrosa que nos arriesgaría a todos demasiado pronto. Paciencia, amigos y confiad en mí.

-¿Y esa Orden?- preguntó Madelaine.- ¿Hasta que punto se puede confiar en ella?

-Hasta el punto en que confiarías en mí.- dijo Dumbledore.- Amigos. Se van a remover muchas cosas de aquí en adelante. Esta crisis es sólo el comienzo. Voldemort va a lo grande en esta ocasión y este libro es la prueba de ello. No podemos ahora dejarnos vencer por las desconfianzas.

Los magos se quedaron callados un momento meditando la conversación. Dumbledore cerró el libro.

-¿Os importa que me lo lleve?- dijo con voz casual.

-Bueno… no sé si…- balbuceó Richard.

-Ya habéis terminado con él y creo que con práctica y esfuerzo podré hacer alguno de los hechizos.- Dumbledore sonrió juguetón.- ¡Es un reto después de tantos años encontrar conjuros de esta índole!

-Jajaja, Albus, eres incorregible, pero de acuerdo.- dijo Louis riéndose.- Al fin y al cabo si lo consigues así podremos ver qué hacen.

-Gracias, Louis. Señoras. Señores.- se dio la vuelta y se marchó.