¡¡Hola!!

¿A que no sabéis? Me acaban de llamar por teléfono de Miajadas (un pueblo de la provincia de Cáceres) porque he ganado un concurso de relato corto al que me presenté en Noviembre. ¡¡He ganado!! ¡Qué pasada! Estoy emocionadísima, chicos, no sabéis cómo he empezado a dar botes en mitad de la sala de ordenadores. El premio es una chorrada (no sé si son 100 � siquiera...) pero jo... es más la ilusión que otra cosa. ¡¡Ésto sí que es un regalo de Navidad adelantado!! Si eso lo cuelgo luego... aunque no es fic de nada. Es original.... bueno, a ver cómo me las apaño.

Y obviando que hoy no he pegado ojo, os contesto... (soy una nueva víctima del insomnio.... urgh...):

Lucumbus: ay, ay la mala vida... aunque conozco bien lo de "el día antes". De hecho mañana tengo un examen de Empresa y no he tocado aún los apuntes. Y también tenemos que entregar un trabajo... imagínate. Aquí estamos mi compañero y yo peleándonos con un logo en jpg que el photoshop no quiere abrir ni a la de tres. Sí, Harry sí que llegará... pero aún no. ¿Qué sería de la tensión dramática si las cosas llegaran rápidamente? Pues que, básicamente y hablando mal y pronto, que se iría a la mierda. Y lo de que te gustan las contestaciones largas... ¿no es una indirecta y lo que realmente quieres decirme es que me enrollo como las persianas? Bueno, por si las moscas... me callo ya.

Cocojajas: ¡¡Mwahahahaha!! Pronto dejaré de estar subyugada a tu látigo esclavista, mwahahaha... Con los 100 euros del premio empezaré a ahorrar para comprarme una bolsa de pipas y seré megahiperpoderosa, ¡wahahahaha! Ejem... si antes no me atraganto, claro. Aquí tienes el capi, wapa, y el 9 de "Caminando" lo tendréis tan pronto como lo revisen mis editores queridos y últimamente desaparecidos.

Ely-chan: Jo... lo siento. Sé que estoy tardando con "Caminando", pero es que para ese fic tengo que concentrarme y esta semana pasada ha sido terrible. Y la que empezamos también. Así que paciencia. Ya lo tengo hecho, pero me lo tienen que revisar. Pero me alegro que te hayas animado a leer este. Bueno, es muy diferente, pero ya me contarás qué te parece, ¿va?

kittychan: ¡Muchas gracias! Pues... psí, me molan las intrigas políticas. Son apasionantes las movidas en las altas esferas. Si no fuera tan voluble y me aburriera tan pronto de las cosas me metería en política (Lamia se pone el traje de revolucionaria mientras canta el himno republicano). De hecho tuve una temporada en que no hacía más que cogerme asignaturas de Relaciones Internacionales yProtocolo... saqué sobresaliente en las dos porque me encantaban. Pero como vino se fue. Ahora me ha dado por el guión de cine... a saber qué sale de ahí. Yo no es que crea que Ron sea más guapo, pero es que me molan los pelirrojos y le tengo un tanto idealizado (y en este fic, mucho más, si no, pregúntale a Lucumbus, jejeje). Pero Harry, si es como el chaval que vi el otro día por la calle... oh! Menudo quesito, hija. Qué pasada. Pero tal cual, eh, con gafitas, ojos verdes... oh... Pero no sé, las descipciones físicas no me parecen demasiado relevantes, así que imagínatelo como quieras. ¡Es a gusto del consumidor!

Veronika Hitler: ¡¡Hola preciosa!! ¡Dichosos los ojos! ¡¡FELICIDADES!! Pues ya se te echaba de menos por aquí, mi niña, pero te entiendo. Ahora estoy de trabajos hasta arriba (llevo 4 horas con mis compañeros terminando un trabajo a entregar mañana.... arghhh... y aún no hemos acabado). Así que ya ves. Bueno, espero que te hayan regalado muchas cosas y que te hayan tirado mucho de las orejas. Y sé que es una grosería, pero... ¿cuántos caen? No contestes si no quieres. ¡Un besote, wapa!

Cndra: jo... gracias (blush!) Dónde está Wally... digo Harry... pues no sé, la verdad, no tengo ni la más remota idea, pero cuando aparezca, aparecerá, no lo dudes.Sí, los politiqueos de la Davis... pero es que tenían un poco de razón. Me parece un poco mal que siendo Madrid candidata a ciudad olímpica se lleven el tenis a Sevilla sólo por que la presión atmosférica hace que en Madrid las pelotas vayan a mayor velocidad... Pero por dios, menuda chorrada. ¡Yo quería haber ido, jo! Pero bueno, es una tontería más con la que llenar portadas de periódicos a lo tonto.¡Y qué acaparadora y qué leches! ¡Si no le conocía de nada! Le vi en una plaza en frente del Metro y punto pelota. Yo y una amiga flipamos en colores y nos fuimos. Cuidado, no digo que no estuviera bien acompañada (la chica esa, que tiene novio, su novio, otros 7 tíos más, y yo... solterita y sin compromiso), así que no me puedo quejar. Ah... no me extraña que no hayas visto más de anime... con lo que has visto se espantaría hasta Yuu Katsura (mi dibujante favorito), pero si quieres ver cosas mejores te recomiendo, la de Gundam y la de "La visión de Escaflowne". Es muy, muy bonita, de llorar al final y todo.

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Capítulo 26: Agonía

Hermione desplegó a los hombres y mujeres a su mando por todo el flanco noreste de Hogsmeade. Ya habían contactado con los Desterrados que se habían atrincherado en Las Tres Escobas y todo el barrio norte, incluyendo la Estación de Tren y la Casa de los Gritos. Por desgracia, el resto del pueblo había sido tomado ya por los mortífagos. Ellos controlaban el barrio comercial y la oficina de correos además del camino a Hogwarts más directo desde el pueblo.

Ahora había calma.

En el pueblo apenas se oía el silbar del viento y de las contraventanas chirriando a su compás. Parecía un pueblo sacado de una película del Oeste. La chica frunció el ceño. Aquel no era el Hogsmeade que ella conocía, que ella recordaba…

Pero no era momento para la melancolía o la añoranza. No había tiempo para eso. Debía concentrarse en su objetivo y alcanzarlo. Y eso iba a hacer.

No sabían dónde estaban los mortífagos. Podían estar en cualquier parte, escondidos, acechando. Sabía que habían sufrido importantes bajas en ambos lados, pero no la tranquilizaba. Ahora tenían superioridad numérica, pero subestimar al enemigo en una situación tan desesperada siempre era un error. Bien lo sabía ella.

La habían subestimado a ella y a sus amigos durante años y ahora…

Apretó la varita con los dedos e hizo una señal que fue repetida a lo largo de todos los puntos por los que los magos y brujas a su mando habían cubierto. Avanzarían.

La calle estaba vacía.

La última batalla había ocurrido a apenas dos bocacalles más abajo. Ambos bandos se habían retirado tras un episodio especialmente cruento. Aún podían verse algunos cadáveres por el suelo. Hermione ahogó un gemido y continuó.

Cubriéndose tras un remolque volcado en mitad de la calle espió al otro lado.

-Hermione, ¿dónde…?- preguntó Tonks, a su lado.

-Creo que…- Hermione recordó un hechizo.- Tonks, ¿tienes una aguja o una horquilla?

-¿Para qué?- la joven auror la miró perpleja.

-Hay un hechizo que podría ayudarnos, pero necesito algo fino y de metal que sirva de puntero.

-¿Te vale esto?- dijo un mago desterrado a su izquierda. Le dio un bisturí de acero.

-Sí.- Hermione no quiso saber por qué aquel hombre tenía material quirúrgico muggle encima y lo tomó sin pestañear. Lo dejó en el suelo y lo apuntó con su varita. Murmuró algo y el bisturí empezó a girar muy rápidamente. Poco a poco empezó a disminuir su velocidad, pero no dejó de girar.- Vale… ahora, escuchadme todos. Que nadie se mueva aún. Nos tienen completamente rodeados.- algunos empezaron a mirar a su alrededor.- ¡Estaos quietos! ¡Como si no lo supierais!- los que estaban a su alrededor volvieron la vista.- Son menos que nosotros. Aunque ahora su posición es más ventajosa, pues nos tienen perfectamente localizados, si atacan, morirán. Y lo saben. Por eso no han hecho nada todavía.

-Entonces, ¿qué hacemos?

-Escudos.- sugirió un auror. Hermione asintió.

-Hemos de hacer un paraguas sobre nosotros y decirles que salgan.- dijo Hermione.- No tienen otra opción.

-A menos que estén esperando refuerzos.- replicó una bruja Desterrada.

-Tiene razón.- asintió Tonks. Hermione lo meditó un momento.

-No lo creo.- dijo al final.- Bien. ¿Preparados?- los que estaban a su alrededor asintieron.- Avisad al resto. A la de tres.

1… Los diferentes jefes de grupo dieron la orden rápidamente…

2… Todos los magos y brujas dirigieron sus varitas hacia el mismo punto…

3… De todas las varitas salió un brillo azulado que se unió en un punto encima de la calle. Un momento después el brillo azulado cubrió a todos los magos y la parte de la calle donde estaban. Hermione fue hasta el centro de la calzada donde podía ser vista por todos los edificios de alrededor.

-¡Sabemos que sois pocos!- gritó.- ¡Sabemos que no van a venir a ayudaros! ¡Salid y salvaréis la vida!

Silencio. Hermione miró a Tonks, que se encogió de hombros.

Entonces se abrió una puerta y salió una mujer medio llorando.

-¡Se han ido! ¡Se han desaparecido en cuanto levantasteis el escudo! ¡Gracias al cielo que habéis venido! ¡Gracias!

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-Y ésta es la situación, señores.- terminó Fudge.

Henry Leeds, Jefe Supremo de la Orden de Merlín se mesaba su barbita plateada mientras miraba a Fudge. A su lado, Ofelia Harolds, presidenta del Wizengamot, permanecía impasible.

-Ya veo.- dijo al final Leeds.- ¿Podemos hacer algo desde aquí?

-Lo dudo, Henry.- dijo Ofelia Harolds meneando la cabeza.- Ahora las cartas están echadas.

-¿Y qué me dicen de los muggles?- preguntó Fudge.- Les recuerdo que siguen atacando los refugios con todas sus fuerzas.

-Dice que Robertson no va a retirar sus tropas, ¿no?- dijo la mujer.

-Así es.

-Entonces no lo hará.- dijo Henry Leeds.- Todo lo que podíamos hacer desde la diplomacia, ha fracasado. Lo que no sé es cómo Quien Usted Sabe va a manejar todo a la vez.

-¿A qué se refiere?

-Bueno, usted estuvo aquella noche en la Sala del Winzengamot cuando ese chico Potter predijo todo lo que está ocurriendo ahora, ¿no?- Fudge se tensó.- Dijo que todo había sido cuidadosamente planeado por El Que No Debe Ser Nombrado. ¿Para qué querría levantar a los muggles contra los magos?

-¿No es evidente?- preguntó Fudge.- A este ritmo los muggles le ahorrarán el trabajo de destruir a la Comunidad Mágica que no esté en su bando.

-No creo que sea tan sencillo.- Leeds se sentó en un sillón del despacho del Ministro.- ¿Y si quisiera hacerse con el control de Gran Bretaña? No sólo de la Comunidad Mágica, sino de todo el territorio. Muggles incluidos. ¿Qué tendría que hacer entonces?

-Posicionarse en los poderes más importantes del Gobierno Muggle.- dijo Harolds mirando atentamente a Ledds, que asintió.- Y el ejército.

-Especialmente en el ejército.- asintió Leeds.

-Pero… ¿cómo? – preguntó Fudge perplejo.- Eso significaría tener gente infiltrada en todas partes. ¿Cómo va un mago a…?

-Ya la tienen, señor Ministro. Desde hace muchos, muchos años.- dijo Leeds.- ¿De dónde cree que proviene la fortuna de familias como la Malfoy, la Lestrange, la Black en tiempos… entre otras? La mayoría de los mortífagos de mayor rango conocidos son personas muy influyentes tanto dentro como fuera del Mundo Mágico.

-Eso, unas cuantas maldiciones Imperius y el resto es pan comido.- dijo Ofelia Harolds en un susurro.- Ésta vez el Innombrable ha golpeado bien…

-Me están diciendo… ¿me están diciendo que no hay esperanza? ¿Que ahora sí logrará su objetivo?

-Lo que le estamos diciendo es, que aun cuando Hogwarts resista, la maquinaria que ese hombre ha puesto en marcha no se detendrá a menos que alguien le detenga a él.- dijo Leeds.- Una vez el Innombrable haya desaparecido, buena parte de la fuerza de su ejército y su estrategia caerá. Y entonces sí habrá una esperanza.

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El agujero en la barrera era enorme, pero eso no era lo que le preocupaba. Lo que de verdad le preocupaba era que en sus cercanías no había nadie. Había señales de batalla e incluso algunos cuerpos desmayados de mortífagos y alumnos que algunos de sus hombres estaban atendiendo.

Aquella quietud sólo significaba que los estudiantes y los profesores habían ido perdiendo terreno irremisiblemente desde hacía rato y que a saber si ellos no habían llegado demasiado tarde.

Henrich hizo una señal y todos salieron corriendo en dirección a los invernaderos. Pero parecía que allí tampoco había nadie. Nuevas señales de lucha, más recientes, pero igualmente abandonadas. Los ojos azules de Ron se giraron a la puerta del castillo mientras seguían rastreando la zona y atendiendo a los heridos.

Sintió cómo alguien se paraba a su lado.

-Por lo menos las puertas siguen en pie.- dijo Jason Henrich.

-Sí, y me extraña.

-¿Por qué?

-¿Dónde están los mortífagos, Jason?- Ron se volvió.- Parece que esto está desierto.

-Los estudiantes y los profesores que queden se habrán refugiado en el castillo y los mortífagos…- Henrich no sabía qué podía haber pasado con ellos.

-¡Señor! ¡La cabaña de guardabosques ha sido destruída!- dijo un auror de la escuadra de Henrich.

-¡Hagrid!- Ron salió corriendo hacia la cabaña de su amigo. Cuando entró en su campo de visión vio que lo que antiguamente había sido la acogedora y a veces extraña morada del semigigante ahora era un montón carbonizado de maderas y adobe machacado. Corrió aún más con la esperanza de no encontrar al hombre allí.

No había nada. Nuevamente la sensación de que allí no había nadie. Volvió la mirada a los altos muros del castillo. Tenía que saber si estaban allí. Ginny…

Se dirigió hacia las puertas del castillo desoyendo las advertencias de Henrich, que le gritaba que no fuera tan descuidado, que se estaba poniendo muy a descubierto. Se giró y le dijo que apostara algunos francotiradores que protegieran al grupo principal y que enviara parejas de reconocimiento para explorar toda la zona. Mientras, él seguía caminando hacia las enormes puertas de madera.

Una vez delante se acercó y golpeó la puerta.

-¿¡Hay alguien ahí dentro!?- no hubo respuesta.- ¡Somos del Ministerio y de la Orden!

Durante unos segundos no tuvo más respuesta que el silencio. Después la puerta se abrió un poco. Los ojos castaños de su hermana se asomaron y alargando una mano agarró a Ron y lo metió dentro del vestíbulo del colegio mientras la puerta se cerraba tras él. Ginny le abrazó tan fuerte que a punto estuvo de quitarle el aliento, entonces sintió cómo sollozaba desconsoladamente sobre su pecho. Abrazó a su hermana.

-¿Por qué habéis tardado tanto…? ¿Por qué?- decía la chica.

-Nos han entretenido. Lo siento, lo siento muchísimo…

-Ron.- el aludido alzó la mirada. Albus Dumbledore se acercó a los hermanos.- ¿Sabes dónde está Harry?

-¿Usted tampoco sabe dónde está?

-No.

-Pero…

-¿Está bien?- preguntó Ginny.

-Estoy seguro.- respondió Dumbledore.

-¿Dónde están los mortífagos, señor?- preguntó Ron.

-Se han dispersado… por el momento.- el director suspiró.- No tardarán en regresar. Debemos prepararnos.

-Deje eso de mi parte.- dijo Ron soltando a su hermana y agarrando uno de los tiradores de la puerta, para salir.

-Ron, ¿qué está ocurriendo allí afuera?- el chico suspiró y les contó todo lo que estaba pasando, los refugios, las multitudes, el ejército muggle…- Entonces poco importa lo que pase aquí ya.

-Se equivoca.- dijo Ron.- Siempre importa. Aunque el Innombrable tome el poder total, si Hogwarts resiste, nosotros resistiremos.

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Sus pasos resonaban en el mármol de aquel edificio por primera vez en su vida. Respiró hondo. Había esperado mucho para aquello. A su lado estaban sus valedores ante aquel al que iba a ver. No es que necesitara a nadie para hacer lo que iba a hacer, pero los muggles eran muy duros de sesera. Necesitan los rituales, los procedimientos, para que algo sea oficial. Bueno, no le costaba nada, y lo que conseguiría a cambio no tenía comparación.

Sí, les habían tratado de retener en la entrada, pero no habían durado mucho. Después habían disparado sus estúpidas armas contra ellos. Ni siquiera disminuyeron la velocidad de su paso cuando aquel molesto obstáculo fue eliminado también. Más tarde sólo tenían que ir hacia delante. La gente se apartaba de su camino y se encerraba en los despachos. Y en todo el trayecto no podía evitar sonreír con satisfacción.

Cuando la puerta del despacho del Primer Ministro Muggle apareció frente a sus ojos, se detuvo. Lucius Malfoy se adelantó y le abrió la puerta. Voldemort hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza. Malfoy sonrió y se retiró con una sutil reverencia.

La capa negra ondeó tras él cuando entró con paso seguro dentro del despacho. Los dos hombres que iban con él pasaron a su vez y cerraron la puerta.

-Buenas tardes, señor Ministro.

-¡Señor Malfoy! ¡Señor Crabbe!- exclamó Robertson aludiendo a los hombres que sí conocía.- ¿Qué significa esto?

-¿Recuerda lo que estuvimos hablando en el Pleno del otro día, señor Robertson?- preguntó Malfoy.

Robertson se quedó pálido y miró a Voldemort directamente.

-Es… es usted.

-Espero que sí.- contestó Voldemort cínico. Malfoy se rió por lo bajo.- ¿Qué escoge entonces, señor Robertson?

-Sabe que no le creerán.- dijo el hombre.- Nadie creerá en la magia.

-No necesito que la crean.- dijo Voldemort.- Sólo que la sufran. Lo que pido de usted es una elección muy sencilla. ¿Quiere que la sufran mucho o poco?

-Defina mucho o poco.

-Cobarde como todo jefe de Estado que se precie.- dijo Voldemort con una amplia sonrisa en su deformado rostro.- Mucho es muchísimo, señor Robertson, y poco es moderadamente.

-¿Tengo opción?

-Por supuesto. Siempre hay una opción. Lucius, por favor.- Malfoy sacó la varita y le apuntó. Robertson frunció el ceño.- Y algo parecido está ocurriendo en su casa, con su familia. Puede creerme.

-Esto es…

-Un golpe de Estado, señor Robertson.- Voldemort conjuró un pergamino en el que estaba escrito el tratado de rendición.- Sólo tiene que firmar.

-No lo haré.

-Vaya… ¿A estas alturas encuentra usted el coraje?

-¿Para qué quiere que lo haga? Tomará el poder firme o no.

-Está en lo cierto, señor Ministro.- contestó Voldemort.- No obstante… me gusta que las cosas se hagan bien hechas. Ahora firme.

-Nunca.

-Oh, qué pérdida de tiempo. Lucius…

-Sí señor.- Malfoy miró a Robertson.- ¡Imperius!

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Sabes que todo será inútil, ¿verdad? Lo sabes… por eso te ocultas.

Eso no es cierto, Tom. Sólo estoy esperando el momento adecuado.

¿Y cuál es ese momento, Harry? ¿Cuando tus amigos perezcan definitivamente en ese colegio asqueroso, cuando los refugios caigan bajo el fuego muggle, cuando yo aparezca en los televisores de todo el mundo anunciando el comienzo de una nueva era… cuando tenga el poder de manejar la realidad como barro entre mis manos, quizá? ¿Esperarás hasta entonces?

¿Por qué tienes tanta prisa? Cualquiera diría que tienes miedo.

¿Miedo? Jovencito, aún tienes mucho que aprender.

¿Qué otra cosa explicaría tanta precipitación, Tom? No has tardado ni 4 horas en montar todo esto.

Todo esto, como dices, estaba montado desde hace mucho más tiempo del que podrías concebir. Sólo me he limitado a darle un empujoncito final. Y tienes que reconocerme que está muy bien…

La verdad es que sí… Pero tiene un pequeño fallo.

¿Cuál?

Tú.

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La caja de Krotiev descansaba sobre una mesita en un cuarto sin ventanas. Estaba abierta. Los ojos que la contemplaban veían una caja de madera de abedul ligeramente verde. Parecía hecha de una sola pieza, como si hubiera surgido del árbol directamente. Casi aún olía a la savia del árbol. Su interior estaba forrado de algo parecido al terciopelo verde. Estaba vacía.

Y eso era todo.

Estaba tranquila. Se notaba en el aire que la rodeaba. Desde hacía tiempo estaba prácticamente en la gloria. Pero también estaba ligeramente asustada. O quizá fuera la excitación de lo nuevo.

La magia pura era como una jovencita curiosa e inocente que había encontrado en Voldemort un maestro, un guía para su educación, para su desarrollo, para su madurez. Siempre era emocionante dejarse manejar por aquel mago que ahora la miraba con lo que había aprendido que era devoción. Sí, se sabía querida, deseada. Las ganas que aquel increíble conducto hacia su futuro le ponía a su educación eran tan enormes como desmedidas. Y eso era lo que la asustaba.

Pero era tan increíble la sensación de convertirse en magia adulta, magia de verdad, magia poderosa y real. Las palabras habían sido un increíble descubrimiento. Podían ser verdaderamente atrayentes. Casi no podía resistirse a hacer lo que decían. Y todas eran diferentes. Aquel mago daba nombre a todos aquellos deseos de la jovencita que flotaba en trémula paz en aquella habitación.

Le debía tanto a aquel mago… Le quería como a un padre. Pero…

Se había enamorado.

Había otro mago. Sus ganas eran las mismas, pero había algo… diferente.

En primer lugar, para él las palabras no eran tan importantes. Él la quería tal y como era. No necesitaba madurar y hacerse adulta. Podía seguir siendo tan impetuosa y tan curiosa como siempre lo había sido. Él la aceptaba así y… era más que deseada. Era amada. No hacía falta que ningún pedazo de madera se interpusiera entre el mago y la realidad. Sólo con sentirse mutuamente podían hacer cosas increíbles.

Después de eras enteras deseando ser magia adulta, magia nombrada… ahora se daba cuenta que no era tan importante. Había tenido siempre tanto miedo. Ella quería tanto a los seres humanos… Había trabajado muchísimo para fueran una realidad hacía mucho tiempo, pero también sabía que eran criaturas peligrosas, tanto para ella como para el resto de las criaturas.

Al principio de los tiempos había caminado con ellos como una igual, pero en seguida se dio cuenta de que siempre la quería utilizar para sus propios fines. Así que se protegió para protegerles. Pero había pasado mucho tiempo con ellos y había vínculos que no podían romperse. Eran los primeros magos y brujas. Así que les dio unas normas que calaron hondo en sus memorias para que no utilizasen la magia a la ligera. Y entonces creyó que todo volvía a estar en orden.

Pero no.

Sus vínculos con la tierra viva eran más fuertes de lo que pensaba y hubo lugares, objetos e incluso personas con las que no sólo estaba unida, sino que además constituía una sola cosa. Y se volvió a proteger. Los lugares se convirtieron en zonas inaccesibles e inhóspitas, los objetos se transformaron en elementos peligrosos e intocables, y en los muy excepcionales casos en los que una persona estaba muy unida a ella nacía, se mantenía oculta, latente.

Aquel muchacho era uno de aquellos casos. La jovencita se reprochaba haber bajado la guardia, pero no había tenido valor. Dentro de lo extraordinario del hecho de que existiera ese vínculo con ella, ese chico tenía otro poder aún más fuerte que no había podido ignorar y que en ningún caso anterior había visto. Y eso era lo la había rendido, lo que la había hecho entregarse por completo.

Con él seguía siendo juguetona, poderosamente libre. Podía seguir siendo ella misma sin necesidad de palabras que mediaran entre ellos.

La figura alta y delgada que la observaba se movió. Ella fluyó a su alrededor y a través de él con cariño. Le había enseñado tantas cosas que no sabía cómo agradecérselo. Un libro no le parecía suficiente. Ahora que lo notaba inquieto quería ayudarle y le susurró en su cerebro un hechizo tranquilizador.

El mago lo rechazó.

La magia pura se sintió herida y volvió a notar ese leve nerviosismo que acompañaba a cada acto de aquel hombre. ¿Por qué no podían ser más fáciles las cosas con él, como con aquel muchacho? La magia pura se revolvió nerviosa al pensar en él. Podía sentir los latidos del su corazón, acompasados, rítmicos.

Quería estar con ambos magos. De verdad que lo deseaba, pero sospechaba que sería de nuevo utilizada. Siempre ocurría lo mismo. Y sospechaba que quien más quería utilizarla era aquel padre que había encontrado hacía tan poco tiempo. Y le dolía. Por eso cualquier acto brusco o extraño que captaba se le clavaba como un puñal. Así que la jovencita iba en brazos de su amado, quien la consolaba y le decía que todo iría bien.

La magia pura volvía a tranquilizarse y el mundo vivía unos momentos más de paz.