¡¡Hola!!
Vale, sí, lo sé, entono el "Mea culpa" y todas esas cosas, ¿de acuerdo? Sé que he tardado casi un mes en actualizar, pero no me venía la inspiración para la batalla. Necesito ver películas como Gladiator para ambientarme y sólo he visto Shin-Chan y Urgencias estas navidades, así que no me matéis... Intentaré actualizar mucho antes, ¿vale? Aunque no creo que haya problema porque como vienen los exámenes escribiré más... ¿qué pasa? Sí, huyo del estudio como de la peste (como si vosotros no lo hiciérais :P), así que siempre encuentro otras cosas que hacer más interesantes. Como esto... por ejemplo.
¡Ah! Que me he enterado de que el 6º libro de Harry, el del Príncipe Mestizo (por Dios, qué nombre más horroroso... nunca me ha gustado, no puedo evitarlo) sale en Julio. ¡Ya queda menos! No sé si lo sabíais pero no importa, yo informo igual.
Y ahora las contestaciones:
Lucumbus: ¡Hola! Pos aquí estamos, que a este fic le quedan dos toses... pero cómo me cuestan, ¿eh? Jo... Bueno, espero que no decepcione, que siempre la suelo cagar al final (urgh...). ¡Un besote!
Undomiel de Vil: ¡Hola wapa! Jo, después de tanto tiempo... en fin, que me lío con 80 cosas y al final... que quien mucho abarca poco aprieta dice el refrán, y cuánta razón tiene. En fin, espero que te guste. ¡Un beso!
Cocojajas: ¡Hola! Je, gracias. Que sepas que me he gastado todo el premio en ropa en las rebajas, que para eso están ;D, jeje (de hecho hoy voy de estreno, jijiji). Reinvierto las ganancias, para que veas. Con respecto a la magia pura... es muy ingenua. En realidad no sabe lo que le espera. Aún. Ya veremos...
Celina: ¡Gracias! Aunque me temo que con esta actualización me he dormido un poco. Lo siento. La verdad es que me he puesto en otras cosas y entre pitos y flautas... y la inspiración que se me fue a Cuenca... nada, hija. En fin, preciosa, espero que te guste. ¡Un besazo!
Eva Vidal: Espero que alguna de tus preguntas se resuelva por fin hoy. ¡Espero que te guste! Besitos...
Cndra: ¡Gracias! Jo, una Rowling en potencia... más quisiera, sobre todo por la parte del poder adquisitivo... juas! Lo que iba a disfrutar yo... (suspirito). De momento a lo nuestro, que es más de andar por casa pero igualmente digno de respeto, ¿o no? Y no tengo un giratiempo, es evidente, ¿no? Si no, hubiera actualizado antes. Pero bueno, tampoco he estado quieta porque he sacado otras cosas y sigo con el otro fic... en fin, que no estoy de brazos cruzados, pero no sé... no me venía la musa. Ya sabes, lo típico de "Se fue a comprar tabaco y no volvió...". Pues algo así.
Prisma: ¡Hola! Jejeje, sí, ¿verdad? Ron me ha quedado monísimo. Hija, que una también tiene sus fantasías, y cuando tiene oportunidad... pues en fin, que casi me ha salido sin querer. Jo, por lo que me dices... me pongo colorá, chiquilla!!!! Muchas gracias, de verdad. Si vuestras palabras fueran nutritivas hace tiempo que habría dejado de comer, porque de verdad que son hiper importantes para mí. Jo... me quedo sin argumentos... en fin, preciosa, que nos vemos, ¿vale? Y que espero te guste este capi. ¡Un besazo!
Veronika Hitler: Jo, niña, que me ruborizo... espero no cagarla al final, porque entonces me da un pasmo... De momento estoy reescribiendo una historia que hice hace unos años para un concurso el año que viene (en ese sí que dan dinero de verdad, Mwahahahaha!!!!), así que ya veremos cómo sale la cosa. Hasta entonces... Weno, wapa, disfruta de este capi, y lo siento por la tardanza, de verdad que sí. ¡Besitos!
Alice:Me alegro que te guste, y de verdad, si quieres criticar, critica, no te cortes. ¿Cómo voy a mejorar si nadie me dice los fallos? Tú critica.
Monikilla: ¡Hola... a los dos! Jo, qué bien, que os guste a tu hermano y a tí. Aquí tenéis este nuevo capítulo. Espero que lo disfrutéis y ya me contarés lo que opináis de él. ¡Besitos a los dos!
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Capítulo 27: Ataque a Hogwarts (II)
Ron cerró la puerta principal tras de sí sintiendo cómo el nudo que se había instalado en la boca de su estómago daba un nuevo tirón indicándole que seguía allí, por mucho que su breve charla con su hermana le hubiera hecho creer que había desaparecido. Cuando vio a un mago de unos cuarenta años y aspecto extraño viniendo hacia él recordó también todo lo que estaba pasando y la incertidumbre en la que estaban sumidos.
-Weasley, Henrich me ha dicho que los aurores ya están posicionados en todo el perímetro del colegio. Los que han ido a echar un vistazo a la zona no han visto nada, apenas unas huellas que se dirigen hacia el sur.
-¿Ninguna dirección Hogsmeade?
-No.
-¿Sabes si Henrich ha enviado a alguien al pueblo?
-No. Todos los aurores siguen aquí.
-Ya…- dijo Ron asintiendo mientras pensaba.- Envía a un par de hombres y que se pongan en contacto con Hermione. Decidle que en cuanto puedan que vengan.
-¿Crees que volverán a atacar el colegio? Parece que se han ido muy lejos y no quisieran volver.
-Volverán.- dijo Ron fijando sus ojos azules en los del hombre.- No lo dudes.
El hombre asintió ligeramente tras un instante y se marchó inmediatamente a cumplir las órdenes. Ron suspiró y miró hacia el lago. ¿Por qué aquel lugar que había sido para él como un segundo hogar, donde había conocido la amistad, el odio, la felicidad, la tristeza, la frustración, el amor… por qué se había convertido en aquel campo de batalla? El horror de la guerra debía quedarse fuera, lejos de los niños, lejos de sus recuerdos, lejos de su hermana y de los últimos coletazos de su adolescencia.
Caminó tranquilamente hasta el sauce llorón bajo el que Harry, Hermione y él solían sentarse para hablar. Al tener unos arbustos alrededor era ideal para pasar desapercibidos desde el castillo y ver el lago sin obstáculos. A esas alturas del año, a principios de Marzo, parecía como si la primavera tuviera prisa por llegar. Aún hacía frío, pero las lluvias se habían adelantado, templando el ambiente. Ahora, cuando comenzaba a atardecer, el ligero calor que llegaba del sol había hecho que algunas tímidas flores tempranas abrieran sus corolas al cielo que amenazaba tormenta, después de toda una tarde de nubes y claros. Posiblemente aquella noche volviera a llover. El tiempo escocés era siempre así, variable, indómito y húmedo, muy húmedo.
Cuando llegó a los arbustos y los rodeó se quedó parado, quieto, pasmado de asombro. Unos ojos verdes y una sonrisa muy conocida se giraron tranquilamente hacia él desde el suelo.
-Harry…- no sabía qué decir. Jamás hubiera esperado encontrarle allí en ese momento.- ¿Qué haces aquí?
-Esperar, como tú.
Ron bajó la mirada, preocupado y se sentó junto a su amigo. Ambos contemplaron el lago durante unos minutos en silencio. Si había algo que apreciaba de su amistad era que podían estar callados y estar cómodos, a gusto, como si no hicieran falta las palabras. Momentos así eran los que verdaderamente probaban lo unidos que estaban. Girando un poco la cabeza para contemplar las montañas que se extendían de este a oeste a su izquierda pensó en que, a pesar de todo lo que había ocurrido aquella mañana y aunque se las había arreglado bastante bien dadas las circunstancias, había tenido miedo. Un miedo atroz. No sólo porque sabía que la guerra se decidiría posiblemente entre aquella noche y el día siguiente y que Harry tenía un papel determinante. Tenía miedo por no volver a ver a su mejor amigo.
Desde hacía un tiempo cada miembro del trío había estado tan ocupado en manejar su parte de aquella guerra que apenas se veían. Sólo unos momentos cada día y a veces ni eso. Estaban enfrascados en aquel conflicto que parecía no tener fin. Pocos habían sido los momentos en que habían estado juntos, disfrutando de su mera compañía, sin más. Habían estado juntos, cierto, pero lo justo para sostenerse unos a otros, para apoyarse en momentos de debilidad, en, en pocas palabras, ejercer de amigos. Ahora que tenía ese momento de paz bajo aquel sauce sin hojas junto a su mejor amigo, se dio cuenta de lo mucho que había echado de menos aquello, sin saberlo. Suspiró y se pasó una mano por el llameante pelo rojo que le caracterizaba sabiendo que tenía que formular una pregunta y comenzar una conversación que rompería la magia del momento.
-¿Dónde has estado?
El moreno no contestó inmediatamente. Ron le miró y vio que su amigo aún contemplaba el lago con expresión ausente. Después el antiguo buscador negó sutilmente con la cabeza.
-No lo sé.- dijo casi en un susurro.- Creo que durante un rato estuve de nuevo dentro de mi cabeza y después… Todo ha cambiado Ron.
-¿A qué te refieres?
-A que si ahora no estoy preparado no lo estaré nunca.- Harry respiró hondo.- Pero estoy aterrado.
-Lo siento.
Harry le miró directamente a los ojos con una leve expresión de desconcierto. El pelirrojo no sabía por qué exactamente había pedido disculpas, pero sabía que eran sinceras y que en el fondo de su corazón deseaba que le perdonase.
-¿Por qué?
-No lo sé.- respondió Ron.- Pero sentía que te debía unas disculpas. Supongo que te pido perdón por afrontar lo que nadie sería capaz de afrontar. Pido perdón por la profecía.
-Tú no tienes la culpa.
-No, pero aun así.
Harry sonrió.
-Gracias.- suspiró y volvió a mirar al lago.- ¿Sabes lo que viene hacia aquí?
-No.
-Gigantes, nundus, dementores, un par de dragones y los suficientes espíritus malditos como para encantar medio planeta.- Ron palideció pensando en los 30 brujos desterrados y los 47 aurores que tendría en cuanto llegara Hermione a los terrenos.- Además vendrán casi todos los mortífagos que tiene a su mando. Y al final de todo vendrá él.
-Para poner la guinda, supongo.
-Para rematar el trabajo.- asintió Harry sombrío.
-Es una lucha perdida. El desnivel en las fuerzas es demasiado grande.
-Vamos, Ron. Esto ya lo sabías.- Ron resopló abatido. Claro que lo sabía, pero no había querido afrontar la verdad hasta el momento en que tuviera que lanzar el primer hechizo.- Hay que organizar la evacuación del colegio.
-Dumbledore ya está en ello.- dijo el pelirrojo.- Aunque la mayoría de los alumnos de los dos últimos cursos quieren quedarse. Y los elfos esperan tus órdenes.
Harry asintió.
-Habrá que apelar a todos los aliados que podamos conseguir.- dijo.
-¿Aliados? ¿Cómo cuáles? Los hombres lobo al final han preferido mantenerse al margen. Lo mejor que Hermione sacó de ellos fue su compromiso de no unirse a Quien Tú Sabes. ¿Los duendes? Van a su bola. Saben defenderse y sacar partido de los despojos. Gane quien gane ellos ganarán.
-Los centauros.- afirmó Harry. Ron rió con sorna.
-¿Los mismos de "como un humano ponga el pie a doscientos metros del borde del Bosque Prohibido se convertirá en brocheta"?
-Los mismos.
-¿Has hablado con ellos y no nos has dicho nada?
-No, pero a ellos sí que les afecta lo que pase de ahora en adelante y llegado el momento sabrán cuál es su lugar.
-Estás muy seguro.
-Digamos que me lo ha dicho un pajarito.- Ron notó cómo su amigo desprendía durante un momento un suave calor que le hizo sonreír sutilmente. El pelirrojo alzó una ceja.
-¿Y se puede saber quién es ese pajarito?
-No lo sé ni yo.- dijo Harry sonriendo. Se le veía bastante tranquilo dadas las circunstancias.- Pero es bueno, y me va a ayudar. Tiene una visión un poco ingenua de la situación, pero creo que la he convencido.
Ron no preguntó. Casi no quería saberlo. Harry estaba allí, y eso era suficiente par él.
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Hermione llegó en seguida a los terrenos. Con una punzada de pena vio que las barreras eran historia. Nada separaba al colegio del exterior hostil. Los aurores que la acompañaban y los magos desterrados que la habían seguido caminaban en silencio. Apenas se tardaba un par de horas en llegar al castillo yendo a buen paso, pero estaban inquietos. El par de hombres que habían ido a avisarlos iba con ellos, tan callados como los demás. La verdad es que era una escena sobrecogedora. Parecía que cada paso que daban los encaminaba a la muerte, y andar tan voluntariamente y tan conscientemente hacia ella hacía temblar hasta al corazón más templado. Así que no hablaban. No había ninguna necesidad.
Los capitanes de los subgrupos de aurores y desterrados se coordinaron rápidamente con los que ya estaban guardando el castillo. La chica se dirigió directamente al castillo. Dentro, en el vestíbulo, los dos últimos cursos de estudiantes se preparaban para lo que iba a venir agrupándose y organizándose con los profesores. No saldrían del castillo. Se limitarían a defenderlo desde dentro y Hermione pudo oír las primeras voces de protesta. Y la más potente, la de su mejor amiga, Ginny Weasley.
-¡No podéis mantenernos al margen!
-No os estamos manteniendo al margen, señorita Weasley, os estamos protegiendo lo más que podemos.- replicó McGonagall con firmeza.- Por mucho que queráis ayudar seguís siendo estudiantes y seguís siendo menores de edad responsabilidad de este colegio. Ya es suficiente que os hayáis quedado poniendo en grave peligro vuestras vidas.
-¡Pero esta misma mañana ya luchamos y…
-Y 12 estudiantes han tenido que ser enviados al hospital, señorita Weasley.- dijo la maestra con rotundidad.- Os quedaréis dentro de los muros del castillo cubriendo a la gente que está fuera. ¡Y punto en boca!
-¡Pero es injusto!- exclamó la pelirroja viendo cómo McGonagall daba la conversación por terminada dándose la vuelta y marchándose. Entonces, la chica dio media vuelta y vio a Hermione.- ¡Hermione!- la joven se lanzó a sus brazos.- ¿Has visto?
-Sí, y tiene razón, Ginny.- dijo Hermione con una débil sonrisa.
-Oh, tú también no, por favor…- una mirada de su amiga la disuadió de seguir discutiendo. Al final sonrió y la volvió a abrazar.- Temía no volver a veros más.
-¿Dónde está tu hermano?
-Fuera. No sé dónde puede estar.
-Voy a buscarlo. ¿Vienes?
-No me dejan salir del castillo, ¿recuerdas?
-Sí, si vienes conmigo.
Así que ambas chicas salieron bajo la reprobadora mirada de un par de profesores al frío exterior. Hermione le comentó lo que había pasado en Hogsmeade y Ginny le habló de lo que había pasado aquella mañana allí y la posterior llegada de Ron y los magos mientras caminaban a los lugares que se convirtieron en "sus sitios" a lo largo de los años en Hogwarts. Cuando rodearon los setos que guardaban aquel sauce llorón ambas jóvenes sonrieron y se sentaron junto a sus amigos de toda la vida.
-Ya estamos todos.- comentó Ron abrazando a Hermione.
-Entonces todo irá bien.- dijo Ginny sonriendo sin poder evitar mirar a Harry.
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Ya había anochecido y una fina lluvia había empezado a caer, calando a todos los que esperaban en el exterior. La oscuridad era impenetrable y la espera inaguantable. Aunque tanto Harry como Dumbledore parecían estar igual de tranquilos ante lo que se avecinaba. El moreno había informado de todo lo que sabía tanto al director como a los capitanes de los subgrupos de magos que estaban desplegados por los terrenos y ya había tomado medidas al respecto. Habían establecido ciertas barreras mágicas sobre el castillo para protegerlos de ataques aéreos de los dragones, y había hecho que algunos magos montaran thestrals para combatirlos desde el aire. Se habían preparado trampas enormes para los gigantes y para los nundus, pero que serían harto insuficientes ante el número que venía. Para los espíritus malignos y los dementores sólo se tenían a sí mismos. Sólo contarían con sus hechizos. Pero Dumbledore estaba convencido de que serían los últimos en llegar antes de que el primer mortífago pisara los terrenos, cuando ya tuvieran la batalla ganada y sólo tuvieran que rematar a los supervivientes.
Pero no importaba. Aquella noche vencerían o morirían en el intento.
Cuando uno de los magos que montaban aquellos caballos draconianos bajó hasta el patio interior del castillo, fue conducido inmediatamente hasta el despacho de Dumbledore. Allí el director, algunos profesores, un par de capitanes, Harry, Ron y Hermione, hablaban sobre las defensas. Entró sin llamar sobresaltando a los presentes y casi sin aliento dijo:
-Se acercan.
-¿A qué distancia están?- preguntó el director por encima de las exclamaciones ahogadas de los presentes.
-Los dragones no tardarán el llegar y los gigantes estarán aquí en menos de una hora. Aún no hemos visto nada más.
-Pero seguro que no vienen solos.- afirmó uno de los capitanes, un mago desterrado austriaco.- Los nundus se camuflan en la noche haciéndose invisibles, pero eso no significa que no estén.
-De acuerdo.- asintió el director.- Que los escuadrones de thestrals les salgan al paso. Tratad de detenerlos lo más que podáis sin poneros demasiado en peligro. Los demás preparad las trampas y levantad las barricadas. Tened muy en cuenta que los gigantes son prácticamente inmunes a la magia, así que tendréis que ponerles obstáculos y atacarles con elementos físicos. Lo más probable es que los nundus se hayan invisibilizado, así que tened mucho cuidado. No estéis mucho tiempo en el mismo sitio. No quiero heroicidades, ¿de acuerdo? Los cebos son los que son y no hace falta que haya más. Ya sabéis lo que hacer.
Los capitanes asintieron y se fueron. Los tres amigos se miraron y se levantaron a la vez.
-Chicos…- dijo el director.- Tened cuidado.
Ya fuera, fueron hacia donde los magos estaban preparando las trampas. Harry se adelantó y habló con uno de los capitanes encargados. Éste asintió y le dejó hacer. Ron le miró en la distancia sin comprender. El moreno se agachó sobre el suelo y puso sus manos en él. El pelirrojo vio cómo se levantaba un viento a su alrededor y un momento después todo volvió a la normalidad. Su amigo se incorporó, sonrió al capitán y fue a donde él y Hermione estaban ayudando.
-¿Qué has hecho?
-Un truquito.- dijo travieso.
Hermione se apartó el pelo húmedo de la cara y miró en lontananza sintiendo en sus pies, los impactos de las pisadas de los gigantes. Sus dos amigos dirigieron la mirada hacia donde la tenía fija la chica. Se dieron cuenta de que todos los demás también se habían percatado y supieron que la batalla iba a comenzar en breve. En el cielo, a lo lejos es vieron resplandores de fuego y rugidos de rabia de los dragones que se acercaban a toda velocidad. Un instante después vieron cómo uno de ellos batía las alas con fuerza antes de hacer un picado directamente hacia ellos. Paralizados por la visión de aquel monstruo viniendo hacia ellos a toda velocidad casi no pudieron reaccionar hasta que dos thestrals se cruzaron como relámpagos en su camino haciendo que el enorme lagarto variara el rumbo en el último momento, aunque no se privó de lanzar una bocanada de fuego ardiente que creó una muralla de fuego entre ellos y los magos que estaban un poco más adelante. La lluvia caía ahora con fuerza, pero no lo suficiente como para acabar con el fuego y podían oír entre los rugidos de los dragones y los gritos de los magos, cómo las gotas se evaporaban al llegar a las llamas.
La tierra mojada era iluminada por las llamaradas de los dragones y los hechizos de los magos que los combatían. Uno de ellos, era Charley Weasley, que se había apuntado al escuadrón aéreo en cuanto se formó. Su experiencia con los reptiles le hizo comandar el grupo y ahora todos estaban concentrados en no dejarse alcanzar por los enormes animales, que resultaban ser de una especie especialmente ágil en el juego aéreo: los relativamente pequeños pero rápidos scops griegos, de un color marrón claro, casi dorado, cuerpo delgado, enormes alas, y un fuego muy característico que había dado origen hacía más de 2500 años al famoso fuego griego con el que en la antigüedad se ganaron tantas batallas. El animal, además de soltar su flama, era capaz de lanzar bombas de algo muy parecido a la lava, pero con los efectos del NAPALM puro. Lo único verdaderamente útil que podían hacer era llamarles la atención para que dejaran tranquilos a los magos que estaban en tierra lanzándoles hechizos para que, aunque no les derribaran, les enfurecieran los suficiente como para perseguirlos.
Unos 40 metros más abajo los magos empezaban a ser atacados por fuerzas invisibles. Los escudos apenas funcionaban contra lo que se les echaba encima pues no sabían de dónde venían. Los nundus jugaban con sus presas acosándolas con zarpazos, empujones y eventuales mordiscos y apariciones fugaces que alteraban a los magos dispersándolos y convirtiéndoles en blanco fácil.
Unos cuantos capitanes lograron reagruparlos y poner en marcha la trampa diseñada para aquellos lobos de impresionantes proporciones. Harry corrió hacia ellos. El cebo que les atraería era un grupo de cinco magos especialmente dotados en desapariciones rápidas y su misión era separarse del grupo principal hasta un área, a priori, normal, pero que ocultaba un foso mágico. El problema era que los nundus, siendo animales mágicos, percibían la magia, así que aquella trampa sólo funcionaría con los primeros. Para cuando Harry los alcanzó, al menos una docena de nundus, en el pánico de verse atrapados, se hicieron visibles antes de desaparecer. Ahora, los que quedaban sabían a qué atenerse y serían más cautos. Lo único que podría salvar a aquellos magos, era que los enormes lobos se hicieran visibles de alguna manera. El chico miró a su alrededor sabiendo, a su pesar, que no vería nada con sus ojos.
-Ayúdame…- susurró. Un ligero calorcillo le recorrió el cuerpo y le hizo cerrar los ojos. Entonces vio exactamente el mismo paisaje a su alrededor que con los ojos abiertos, pero como si lo viera con una cámara que detectara la magia. Tras el brillante resplandor del foso mágico había una manada de casi 40 individuos caminando nerviosos en el borde, sin atreverse a pasar. Cuando miró a la derecha, parecía que a uno de ellos se le había ocurrido rodearlo y lentamente los que estaban a su alrededor le imitaron. Pronto alcanzarían a los magos. Alzó una mano sin abrir los ojos y dejó que la magia fluyera a través de él.
Enseguida, las siluetas de los nundus se recortaron brillantes en la oscuridad de la noche lluviosa y los magos vieron por fin a su enemigo más inmediato. Entonces un rugido les llamó la atención desde arriba. Uno de los dragones disparó su fuego hacia una de las barricadas, que explotó en mil pedazos lanzando a numerosos magos alrededor. En ese momento de despiste, los nundus habían avanzado muchos metros y los magos se vieron rodeados por unos enfadados animales que venían a por todo, menos a jugar. Harry, a menos de veinte metros, trató de detener su avance con un hechizo muy parecido al que cierto día le salvó en un túnel oscuro. Algunas bestias cayeron, pero básicamente, lo que logró fue que fijaran su atención en él. Los lobos gigantes se separaron en dos grupos: uno que atacaba a los magos desplegados y otro que le atacaba a él.
El chico vio por el rabillo del ojo cómo los magos respondían ante el ataque de, las ahora refulgentes criaturas, con todos los hechizos de los que disponían. Mientras, él, conjuró su Saeta de Fuego de la nada y se montó. Los nundus eran muchos y muy rápidos. Lograrían acorralarle aunque se apareciera y desapareciera a cada instante. Además no podría atacar si se dedicaba a desaparecerse. Debía moverse al menos tan rápidamente como ellos. Pegó una patada al suelo y la lluvia golpeó su rostro con fuerza cuando el viento pasó a su alrededor mientras su escoba cogía velocidad.
Sobrevoló a sus atacantes, que trataban de perseguirle sin éxito. Estaba dando vueltas sobre ellos, mareándoles y juntándoles en el centro del grupo. Lo que quería era agruparlos lo más que pudiera. Cuando consideró que la manada estaba lo suficientemente apretujada y mareada dio un par de vueltas más y extendió una mano, como si acariciara el aire. De sus dedos aparecieron filamentos de luz que se unieron unos a otros en una inmensa red que cayó con rapidez sobre los nundus que, perplejos, empezaron a atacarse entre ellos en su desesperación. Harry desvió su atención hacia el grueso de animales que seguía atacando a los magos.
Frunció el ceño cuando vio que había habido numerosas víctimas. Cuando dirigía su escoba hacia ellos, una llamarada le pasó tan cerca de la cabeza que por poco no lo esquivó. Miró hacia atrás y se quedó horrorizado al ver cómo un scop venía derecho hacia él, rugiendo y abriendo la boca amenazador. Al menos 4 thestrals montados por magos se acercaron para cubrirle.
-¡Harry, vete de aquí!
-¡Eso intento, Charly!- gritó el chico esquivando una nueva llamarada.
Hizo un giro de 360 grados sabiendo que el animal no podría seguirle sin desestabilizar su vuelo, así que cuando el estúpido reptil quiso imitarle, se vio atrapado por las turbulencias de su propia corriente de aire y cayó unos metros sin control antes de retomar la estabilidad. Los thestrals se lanzaron contra el dragón en su momento de debilidad y consiguieron herirle levemente en el vientre, lo que hizo que rugiera de dolor y se lanzara en su persecución inmediatamente.
Harry respiró aliviado y fue hacia donde los nundus seguían causando estragos, pero un movimiento en el borde del bosque captó su atención.
Los gigantes habían llegado y lo estaban destruyendo todo a su paso.
Los dragones habían creado incendios suficientes como para que se tuviera una visibilidad bastante aceptable de la zona, y Harry, a esa altura, pudo ver que el camino por el que habían atravesado el bosque los 15 gigantes que se aproximaban estaba completamente limpio de árboles. De hecho, ahora que se fijaba, de vez en cuando lograba ver thestrals salvajes saliendo y entrando de la espesura atacando a los gigantes que estaban destrozando su hogar.
Cuando el primer gigante salió del bosque gritó y todos los que le seguían corrieron tras él y empezaron a golpear con sus mazas todo lo que veían. Las barreras mágicas que Dumbledore había colocado apenas daban abasto ante tamaña fuerza y pronto los mazazos dieron directamente en los muros.
Harry ahogó un gemido de angustia. Los gigantes habían entrado por un lado completamente diferente al que había previsto y las trampas que habían preparado estaban en otra dirección. Sería muy complicado atraer a 15 gigantes enormes y enloquecidos hasta un objetivo a casi 200 metros de donde estaban y que no tenía nada que les llamara la atención. Desesperado al ver los daños que estaban causando en los gruesos muros del edificio pensó que lo que necesitaban era un cebo.
Pero justo cuando lo pensó decenas de varitas salieron de todas las ventanas y azoteas y empezaron a lanzar hechizos hacia los gigantes, enfureciéndoles aún más. Ahogando una maldición dirigió hacia allí su escoba.
-¡Dejadlos, no les ataquéis! ¡Así sólo lograréis enfadarlos más!
-¿Estás loco?- gritó alguien.- ¡Derrumbarán el edificio!
-¿¡No me digas!? ¡Hay que alejarlos del castillo y si llamáis su atención no se irán!- Harry vio cómo poco a poco los hechizos remitían hasta quedarse en nada.- ¡Ahora llamad a los elfos y que os ayuden a reparar los daños!
Pero los gigantes no habían dejado de golpear. Harry se dirigió hacia ellos y apelando a aquella magia que le rodeaba les echó un hechizo de sueño que, si bien no durmió a nadie, sí los aturdió lo suficiente como para que dejaran de golpear. Bien, ¿y el cebo?
Giró la cabeza como guiado por una fuera exterior hasta el borde del bosque Prohibido y respiró aliviado. La Saeta rasgó el lluvioso aire con facilidad hasta llegar a la manada de centauros que observaba la batalla completamente anonadada.
-¡Centauros, necesitamos vuestra ayuda!
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-¡IMPEDIMENTA! ¡DESMAIUS! ¡DESMAIUS!
Bien sabía él que ponía todo su empeño en los hechizos. Él y los magos que había a su alrededor, incluida Hermione, pero parecía que le costaba a la magia hacer efecto alguno en aquellos animales que les estaban derribando uno a uno sin cesar desde hacía un rato.
-¡Ron, estamos perdiendo el tiempo!- exclamó Hermione a su espalda.
-¿Y qué sugieres? ¿Otro foso? No volverán a caer…
-No exactamente…- el tono de la chica había variado considerablemente y el pelirrojo se volvió para ver cómo Hermione hacía levitar un tronco caído y después lo lanzaba con fuerza hacia los nundus. Algunos fueron golpeados tan fuertemente que no volvieron a levantarse, pero los demás redoblaron sus ataques. Aunque a aquellas alturas, los demás magos habían imitado a la joven y les empezaron a lanzar objetos por medio de la magia. Unos momentos después se permitieron cierta creatividad hechizando los objetos para que se recubrieran de llamas y así alejar a los animales de ellos.
Poco a poco ganaron terreno, pero los nundus eran unas criaturas bastante listas y cambiaron la estrategia. El grupo se dispersó para volver a rodear a los magos en ataques rápidos y fugaces que apenas permitían a los humanos apuntar con propiedad. La voz de Jason Henrich se alzó entre los hechizos y las maldiciones.
-¡Nos están llevando al borde del bosque! ¡Si nos acercamos demasiado ya no habrá escapatoria!
-¡Atención, dragón acercándose por el lago!- gritó una bruja desterrada.
Apenas les dio tiempo a levantar el escudo. Los nundus se dispersaron mientras el scop se abalanzaba sobre ellos abriendo sus fauces y lanzando su fuego con fuerza. Estaban lo suficientemente cerca del lindero del bosque como para que las copas más cercanas se incendiaran. Ahora, un muro de fuego los rodeaba en un casi perfecto círculo a excepción de una abertura por la que se empezaban a colar los lobos enormes.
Estaban atrapados entre el fuego y las bestias.
