�¡Hola!
¡Este es un día de alegría y celebración¡Hoy he acabado los exámenes¡Y además he sacado notazas habiendo estudiado el día antes¡Cómo molo!... ejem... (anda bonita. Cálmate¿vale?) Pues sí, estoy muy contenta. Además hoy HA NEVADO en Madrid y se ha puesto todo precioso. Y se ha atascado hasta el lucero del alba, claro, pero qué bonito, chicos. Todo blanco y fresquito... Y al llevar a la Uni todo el mundo tirándose bolas de nieve como en el colegio... qué chuli :D.
Ah, puntualización. Si véis fallos de puntuación (guiones, signos de exclamación o interrogación, puntos...) o incluso frases que parece que le faltan cachos, es que aquí al editor de ésta nuestra página fan fiction, peta. Y peta mucho. Así que no os espantéis. No soy tan analfabeta.
En este capi las contestaciones estarán al final, con una breve nota para todos vosotros. ¡Nos vemos entonces! Ahora a leer…
Capítulo 29: La Batalla Final
No podían entrar al castillo. Era imposible con la niebla de espíritus malignos y la barrera blanquecina que se había levantado alrededor del milenario edificio. Ron y Hermione habían improvisado un refugio relativamente cálido a Harry y ahora Ron corría en dirección a los magos que seguían los lentos movimientos de los fantasmas con atención. Al llegar a ellos llamó la atención de un brujo desterrado.
¿Qué pasa?
No lo sabemos. Están quietos los unos y los otros. ¿Cómo esta Potter?
Inconsciente.
¿Sólo- el brujo desvió la mirada a la hoguera que brillaba un poco más abajo y donde Hermione atendía a su amigo.
Necesita ir a la enfermería.
Sí, como otros tres compañeros míos.- asintió el brujo como diciendo que se pusiera a la cola.- Pero no podemos entrar al castillo.
¿Por qué?
Pregúntale a ése.
El brujo señaló al grupo de fantasmas del castillo que permanecían flotando con expresión firme frente a la barrera blanquecina. Cuando se preguntó a cuál de ellos se refería al ver cómo estaban colocados lo entendió. El Barón Sanguinario, el fantasma de Slytherin, encabezaba la marcha de casi 30 fantasmas que habían salido en defensa del castillo. Los 30 miraban la niebla sin moverse, como si despegar sus ojos de ella supusiera dejarles pasar. Ron se acercó tropezando con Tonks en el camino, pues iba con la mirada en lo alto, sin saber muy bien por donde iba. La chica le detuvo cuando vio que seguía avanzando.
Ron, no puedes pasar.
¿Por qué?
El Barón ha dicho que no se podía pasar.
¿Y ha dado alguna razón más?
La chica no contestó. Ron se volvió y siguió andando. En seguida Nick Casi Decapitado descendió ante él.
¿Adónde vas?
Adentro, a buscar ayuda.- dijo con simplicidad.- Harry está mal.
Ron, no puedes entrar ahora.
Por qué.- repitió sin dejar de caminar. Atravesó al fantasma que se había puesto en su camino, ignorando todo lo que pudo la sensación de frialdad. Nick resopló y volvió a perseguirle.
Porque el director ha puesto una barrera mística.- Ron se detuvo y le miró perplejo.- Sólo las almas de las que está formada pueden entrar y salir. No podrías casi ni acercarte a dos metros antes de salir despedido.
Ron miró hacia delante. La barrera blanquecina se elevaba a unos 10 metros de él.
¿Esa barrera está hecha de almas?
Sí, de las almas que viven en este castillo.
¿Además de vosotros 30?
Sí.
¿Cuántas almas hay en Hogwarts- preguntó asombradísimo el pelirrojo.
Muchas, ya ves…
¿Pero podréis deshaceros de esos espíritus?
No, eso sí que no.- Nick parecía preocupado, pero Ron estaba perplejo.
¿Entonces cómo vamos a poder entrar¡O salir! Perdóname, Nick, pero es que… ¡estáis muertos! Podríais estar así hasta el día del Juicio así que comprende que a los mortales nos corre un poquito de prisa.
¡Lo sé, lo sé! Pero Dumbledore no nos ha dicho nada. Quizá él tenga un plan.
¿Y eso cómo demonios lo sabremos nosotros- Ron estaba indignado.
¡Sólo soy un fantasma, Ronald Weasley y ya estoy haciendo todo lo que puedo! Mi información es limitada y sólo cumplo órdenes.- Nick estaba tan alterado que la cabeza le dio un bote y le colgó del pedazo de piel y tendones que le quedaban.¡Oh, estupendo, y ahora esto- se la recolocó como pudo y miró a Ron con fijeza.- Limítate a no acercarte¿entendido?
El fantasma de Gryffindor flotó hasta ocupar su lugar. Ron masculló una maldición y se dio la vuelta hacia los magos. Lo que vio le dejó pasmado.
A unos doscientos metros, iluminados por las llamas de uno de los incendios que seguían ardiendo, un grupo enorme de figuras encapuchadas dejaban vislumbrar sus máscaras blancas cuando, por accidente, la brisa les movía ligeramente la capa. Los magos habían dejado de prestar atención a los fantasmas y se habían ordenado; estaban preparados para lo que parecía su sentencia final. Apenas había una treintena de ellos contra los que, sin duda, superaban el centenar.
Ron suspiró y sacó la varita.
Aquella noche sería la última o la primera del resto de sus vidas.
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Dumbledore se había percatado de la presencia de los mortífagos en el mismo instante en que se empezaron a aparecer. Pero más que eso, se había dado cuenta de la presencia de algo más, algo que hacía temblar los cimientos del edificio que le guarecía. Pero antes tenía que solucionar el problema de los espíritus.
Cogió uno de los extraños aparatitos de plata que tenía en su cuarto y accionó una palanquita que, en principio, no activaba nada, pues daba al aire. Enseguida un vapor nacarado empezó a brotar de un punto en el centro de una esfera de plata del aparato y tomó la forma de una mujer.
Ha llegado la hora.- dijo el director.
Estamos preparadas.- susurró con voz etérea la mujer de vaho.
El director cogió otro objeto, pero ésta vez era una especie picaporte con forma de corazón humano. Acercó el picaporte a la mujer de vapor y ésta lo cogió. Enseguida desapareció y ante el director apareció la puerta del Departamento de Misterios que siempre estaba cerrada. El picaporte con forma de corazón estaba perfectamente instalado. Casi pedía a gritos ser accionado. Lo accionaría él, pero correría el riesgo más grande de su vida. Un vistazo a la ventana y a la niebla que se veía al otro lado y sus dudas desaparecieron.
Dumbledore dio un paso al frente y agarró el corazón con la mano derecha, giró la muñeca y…
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Harry sufrió una sacudida, respiró hondo como si hubiera estado ahogándose y tosió. Hermione le sostenía y le ayudaba a incorporarse. Después conjuró un vaso de agua y se lo dio.
¿Estás bien?
El chico, al borde del colapso, seguía respirando con dificultad y miró desesperado a su alrededor. Por un lado vio una nube de capas negras y máscaras blancas que le hizo sentir un nudo en el estómago, pero allí no era donde tenía que buscar. Apoyándose en un brazo y ayudado por Hermione, consiguió mirar al castillo.
Lo que parecía una barrera color blanco semitransparente se iba convirtiendo en algo de un color más insustancial, como si no quisiera definirse ante algo como el ojo humano. Parecía un virus que invadía poco a poco un cuerpo. Frente a ella, una niebla enfermiza y malvada se removía en jirones. Harry se miró las manos. De alguna manera que no comprendía sentía lo que estaba ocurriendo. Aquello que rodeaba el castillo era lo mismo, o casi, que lo que se había apoderado de él desde el día de la isla, así que, poco antes de que sucediera, ya sabía lo que iba a ocurrir.
Hermione, agáchate, pégate lo más que puedas a la tierra.- y salió corriendo hacia el grupo de magos que ya avanzaban hacia los mortífagos.¡Al suelo todos¡Ahora!
¿Qué?
¿Qué ocurre?
¡Al suelo¡Cuerpo a tierra!
¿Qué pasa- preguntó una voz conocida que le agarró un brazo. Era Jason Henrich.
Los pasos ordenados y marciales del centenar de mortífagos resonaban en los terrenos haciendo que la atención de los magos se centrara más en ellos que en las advertencias de Harry.
Si no os echáis al suelo los espíritus os llevarán a vosotros también.- advirtió.
¿Los esp…?
¡Al suelo- volvió a gritar.
¿Y qué pasa con esos- dijo Henrich señalando el avance incesante de los mortífagos.
¡Olvidadlos¡Vamos, queda poco tiempo!
¡Harry- Ron bajaba la cuesta corriendo.¡Dice Nick que nos echemos al suelo!
¡Ya habéis oído- gritó Henrich echándose al suelo y tirando con él a dos magos que tenía al lado.
Entonces todos reaccionaron y se echaron al suelo.
Justo entonces el blanco transparente de la barrera mística fue barrido por completo por aquel color extraño y peculiar y estalló llevándose consigo a todos los espíritus malignos de la niebla que, en su retirada veloz, vengativos y crueles como eran, arrancaban las almas de los vivos que pillaban. Varias decenas de mortífagos cayeron al suelo como si los hubieran desconectado mientras que los magos, que se habían agachado, sentían cómo la tierra que tocaban con sus manos les ataba su alma al cuerpo, aunque todos, sin excepción, sintieron el dolor terrible del tirón del rencor de los muertos que escapaban de la fuerza universal que los había echado.
Cuando todos se hubieron recuperado un poco miraron a su alrededor y vieron que su temible enemigo ya no les cuadruplicaba en número, sino que "sólo" los doblaban. Seguía siendo difícil, pero ellos estaban intactos y les subió la moral.
Harry miró hacia ellos y después hacia la oscuridad.
"Hola, Tom."
"Hola, Harry."
"Veo que al final has venido. Pero no te esperaba tan pronto."
"¿Cómo puedes pensar que me iba a perder un espectáculo semejante- Voldemort río.- ¿Te has dado cuenta de que hay algo que falta?"
"¿Tu sentido común, quiz�?"
"Oh, no, muchachito insolente. ¿De verdad que no lo notas?"
Harry veía cómo los mortífagos que quedaban se reagrupaban y se quedaban quietos mientras los magos avanzaban. Ron se acercó a él y le puso una mano en el hombro.
Tío¿estás bien?
Al mirar hacia Ron se dio cuenta. Tras su amigo el castillo se alzaba silencioso e imponente. Un momento después se abrieron las puertas y los profesores salieron al exterior seguidos de los alumnos de 6º y 7º. Cuando las puertas se abrieron Harry sintió como si hubieran abierto un envase al vacío.
No…- susurró sin hacer caso a su amigo.
Harry¿qué…?
Pero Harry ya corría hacia las puertas esquivando a los profesores y a los alumnos que le miraban perplejos. Entró en el vestíbulo, pasó por delante de las puertas del Gran Salón y subió por la escalinata de mármol hasta la escalera móvil que sabía que le dejaría frente al despacho del director. Al llegar, sólo necesito un movimiento de su mano para que su magia abriera la puerta de la gárgola. Con un leve roce abrió la puerta del despacho que giró sobre sí misma con un chillido de sus viejos goznes.
Albus Dumbledore estaba tendido en mitad del despacho, pálido e inmóvil. Harry se abalanzó sobre él y le trató de encontrar el pulso. Su piel arrugada estaba aún cálida, pero no había rastro de vida en ella. Entonces, en mitad de su angustia y detrás de las lágrimas que empezaban a empeñar su visión, vio que en la mano tenía lo que parecía un picaporte con forma de corazón. Se estremeció al ver el realismo del pomo, ya que parecía estar a punto de ponerse a palpitar en la mano de su antiguo director. Lo cogió ahogando los sollozos y casi sintió ese latido ficticio. Comprendiendo lo que era lo tiró y lloró sobre su director.
Después de 3 años de tiranteces, ahora se daba cuenta lo que aquel anciano había significado para él. Había sido un mentor, un guía, a veces un espejo y desde luego, un amigo. Después de todas las discusiones y todos los malos momentos, de los secretos, las mentiras… después de todo, la muerte.
Dumbledore había abierto la puerta que no debía abrirse, la misma que le había prohibido abrir a él, la que contenía lo que llenaba cada célula de su cuerpo en ese instante. Dumbledore la había abierto para deshacerse de los espíritus de la única manera que podía. Se había ido de la única manera posible para alguien como él: mostrando un poder y una bondad fuera de lo común.
Cualquier otra persona que hubiera osado abrir esa puerta hubiera caído fulminado, pero Dumbledore había podido canalizarlo para sumarlo a la barrera mística como fuerza de choque. No había nada como la fuerza de aquel poder como para repeler el odio y la ira de los espíritus. Pero había tenido que pagar un precio.
Ahora, Albus Dumbledore estaba muerto.
"Reconozco que había imaginado su muerte de otra manera"- dijo una voz fría y a la vez casual en su mente.- "Pero no voy a ser yo quien le mire los dientes al caballo regalado, desde luego."
"Acabemos con esto de una vez"- Harry se levantó y se limpió las lágrimas de la cara con la manga. Después hizo que el cuerpo de Dumbledore fuera hasta el dormitorio del director por las escaleras que partían tras la última estantería y con cuidado lo dejó en su cama.
En su camino hacia las puertas abiertas nuevas lágrimas brotaron de sus ojos. Estaba harto de que por causa de Voldemort perdiera a las personas más importantes de su vida. Estaba harto de perder a gente. No quería que nadie más muriera y el primer paso para acabar con todo era haciendo desaparecer a la mayor de todas las alimañas.
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La lucha era encarnizada. Los alrededor de 70 mortífagos se veían de repente superados en número, ahora que los estudiantes y profesores se habían unido a los aurores y brujos desterrados que se les habían enfrentado desde el principio. Por desgracia para estos últimos, compensaban el desnivel con el uso indiscriminado de maldiciones oscuras y asesinas que habían causado ya bastantes bajas.
Hermione luchaba con denuedo con una mortífaga de pelo rubio desvaído y con ojos saltones y enrojecidos que parecía haberse conservado en formol los últimos años. Sus varitas brillaban con el poder de los hechizos y la chica apenas podía mover más deprisa los labios de lo que lo hacía ya. Hubo momentos en los que parecía que iba a ganar, pero la mayor experiencia de la bruja la volvía a sorprender con algún truco que apenas podía esquivar.
La situación de los que le rodeaban a penas era diferente. En algunos casos incluso se las apañaban para acercarse lo sufriente para combinar con un hechizo una patada o un puñetazo. La verdad es que la pelea estaba alcanzando unos niveles en los que no se era muy consciente de lo que se hacía.
Ginny y los estudiantes desplegaban todo lo que habían aprendido los últimos años con el ED, pero pronto se dieron cuenta de que no era suficiente. Les faltaba la experiencia en el campo de batalla, eso que no se aprendía en una clase a salvo. Y lo estaban pagando. Los mortífagos eran mucho más rápidos y crueles. No dudaban en utilizar las imperdonables contra ellos y la chica había visto con horror cómo varios de sus compañeros caían abatidos por brillantes luces verdes.
Para colmo, había empezado a lloviznar otra vez y el suelo se estaba convirtiendo en una trampa casi mortal al hacerles resbalar. Los estudiantes, que no habían perdido la pseudo formación (habían decidido no separarse demasiado y seguían siendo un gran grupo bastante compacto) estaban sufriendo lo peor de la lucha.
Ron acababa de pegarle una patada en el pecho a un mortífago que le había tirado al suelo casi sin aliento, cuando un resplandor a lo lejos atrajo su atención.
¿Los dragones- murmuró. Después maldijo su estupidez cuando una maldición derribadora le impactó de lleno y fue lanzado un par de metros hacia atrás chocando con otro mortífago que cayó con él.
Efectivamente los dos monstruos dorados habían vuelto, pero para horror de los que pudieron mirar hacia arriba, no había rastro de los thestrals montados por magos. En seguida los dos scops griegos empezaron a lanzar su fuego hacia el maremagnum de humanos sin importarles demasiado matar mortífagos entre ellos.
Ron y Hermione de pronto en mitad de la refriega chocaron espalda con espalda. Se miraron y vieron con espanto cómo una columna de potente fuego barría a magos aliados y mortífagos a unos 10 metros. Los gritos y el rugido del NAPALM draconiano ardiendo, llenaron el aire. Entonces Ron agarró a la chica y la tiró al suelo cuando el fuego, al tocar el suelo explotaba para volver a concentrarse en el lugar incendiado. Las llamas susurraron por encima de sus cabezas sofocándoles.
Cuando la llamarada se retrajo se levantaron inmediatamente y se unieron a la estampida hacia el castillo. Los dragones les perseguían. Ron miró hacia atrás y vio que los mortífagos iban corriendo en dirección contraria, para alejarse de los scops que, como no pudo dejar de notar el pelirrojo con horror, se estaban concentrando en perseguirlos, única y exclusivamente, a ellos. Regueros de incendios les perseguían y muchos padecían quemaduras muy graves, pero aun así seguían corriendo. Cuando llegaron a las puertas semiabiertas y las abrieron, los primeros que entraron pudieron ver cómo alguien bajaba las escaleras a paso vivo.
Todos entraron y el silencio se hizo entre ellos aunque los dragones atacaban las puertas de madera con su fuego. Al final sólo sus pasos decididos resonaban en el gran vestíbulo mientras magos, brujas, estudiantes y profesores se apartaban para dejarle pasar, sin atreverse a advertirle del peligro que corría.
Las puertas, cerradas por los últimos que habían llegado, se abrieron de par en par en cuanto Harry estuvo delante. Un dragón seguía sobrevolando la zona, pero otro se había posado en el suelo y miraba al interior del castillo con malévolos ojos. Después rugió y unas hebras de baba de fuego líquido escaparon de la comisura de las fauces del scop.
Todos los que estaban en el vestíbulo ahogaron un gemido de espanto. Entonces Harry giró la cabeza y miro hacia la izquierda. Inmediatamente después empezaron a oír el rumor de centenares de cascos aproximándose a toda velocidad. Algunos valientes curiosos se acercaron a las puertas y se asomaron y lo que vieron les dejó impresionados.
Una manada de incontables centauros se acercaba al galope arrancando terrones de barro mientras la lluvia comenzaba a arreciar. Llegados a un punto se dividieron en dos grupos. Uno se quedó a una distancia de unos 100 metros del dragón posado y otro se interpuso entre ese scop y las puertas abiertas.
Uno de los centauros se acercó a Harry.
Harry Potter.
Magorian.
Será mejor que te refugies en el castillo y cierres las puertas.
No, yo tengo cosas que hacer.- murmuró perdiendo la mirada a lo lejos ignorando los dos dragones que ahora miraba con curiosidad a los centauros.
Magorian miró un tanto nervioso hacia la oscuridad y corcoveó.
El camino hasta él es peligroso. Sus seguidores aún lo guardan.- advirtió el centauro.
Lo sé.- Harry se volvió hacia el aún abierto vestíbulo y cerró las puertas dejando de ver así las caras de asombro y estupor de estudiantes y adultos.
Cuando volvió la vista a los centauros se dio cuenta de que habían rodeado al dragón y que todos apuntaban hacia él las flechas. Harry alzó una ceja. No creía que aquellos dardos pudieran hacer daño a la dura y mágica piel de los dragones. Magorian captó su expresión.
Los humanos tienen la tendencia a creer demasiado en lo que ven a simple vista.- dijo el centauro con una risita de suficiencia.- Por eso son incapaces de leer nada claro en las estrellas.
Harry no contestó; simplemente se quedó mirando hacia los centauros que llamaban la atención del dragón moviéndose constantemente a su alrededor. No sabía qué era lo que les había hecho cambiar de opinión, pero le daba igual. Allí estaban, prestándoles una ayuda inestimable. No creía que su conversación de hacía unas horas hubiera tenido ningún resultado, y estaba seguro de que aquello no sería tomado por ellos como una ayuda prestada a los humanos, pero también le daba igual.
Gracias.- dijo el chico muy serio.
Los centauros sólo cumplimos con nuestro deber, Harry Potter.- dijo con vehemencia.
Harry asintió y le dio una palmada amistosa en uno de los fuertes brazos del centauro, dio un paso adelante y se dirigió con tranquilidad hacia la oscuridad que había retenido la atención de Magorian un instante. El centauro vio cómo el joven se alejaba y después giró sus oscurísimos ojos a su manada.
El dragón posado estaba cada vez más nervioso y rugía lanzando llamaradas a diestro y siniestro que los centauros se las arreglaban para esquivarlas con bastante agilidad. Magorian respiró hondo. Aún no podían atacarle. Tenían que esperar a que el scop se levantara sobre sus patas traseras.
Los centauros le acosaron con hondas cargadas con piedras del interior del Bosque Prohibido, que tenían la particularidad de golpear con fuerza lo que fuera ignorando las protecciones mágicas que tuviese lo golpeado. Así que el dragón, tan seguro de la protección de su propia dorada piel, se encontró soportando una tormenta de dolorosas pedradas. Algunas incluso le produjeron daños en las impresionantes alas lo que le hizo rugir de dolor y arremeter contra los centauros como un perro tratando de atrapar ratones.
Llamaradas y mordiscos al aire sólo hacían que el dragón se pusiera más furioso y así perdiera atención de su propia seguridad. Pronto, muy pronto, la exasperación y el dolor le obligarían a ponerse de pie. Los centauros no cejaban en su empeño y se mantenían siempre en movimiento. Sólo unas criaturas con tamaña resistencia física hubieran podido seguir el ritmo del dragón.
Y al fin, tras recibir una pedrada en un ojo, el scop rugió y se levantó sobre sus patas traseras. La señal invisible hizo que todos los centauros dispararan a la vez al suave y blando vientre. Las flechas rasgaron el aire y sus puntas brillaron con las llamas de los abundantes incendios que cubrían los terrenos. Finalmente llegaron hasta la piel del acosado dragón y rasgaron su piel como si fuera mantequilla. El dragón se agachó instintivamente, protegiéndose la zona herida, pero ya era demasiado tarde. Perdía gran cantidad de sangre verde y viscosa. Sus pasos agresivos contra sus atacantes se volvieron tambaleantes e inseguros hasta que con un débil rugido final se desplomó a un lado.
Los centauros miraron hacia arriba. El dragón que seguía en el aire miraba el espectáculo con interés y desconfianza creciente. El segundo grupo de centauros seguía inmóvil, preparado para atacar al scop superviviente en el momento en que decidiera posarse. El dragón sabía que si bajaba demasiado se pondría al alcance de las terribles flechas que encontrarían como blanco perfecto su punto más débil, así que se mantuvo en el aire y, cuando su compañero cayó, decidió que no quería sufrir la misma suerte y se marchó.
Magorian suspiró aliviado y miró hacia donde sus compañeros atendían a los pocos heridos. Después llamó a las ennegrecidas, pero aún en pie, puertas del castillo. Pasaron unos segundos antes de que se abrieran una pizca. Una mujer humana, de avanzada edad y gafas cuadradas se asomó. Cuando vio al centauro miró hacia fuera y vio el dragón muerto. La mujer humana que, según creía el centauro, respondía al nombre de McGonagall, se atrevió a abrir más las puertas.
En seguida un joven de pelo rojo se acercó corriendo y bruscamente preguntó:
¿Dónde está Harry?
Ha ido a cumplir con su destino.- dijo Magorian. Ron frunció el ceño y bufó.
¿Con todos los mortífagos que quedaban sueltos?
Sabía a lo que se enfrentaba cuando se fue.
Justo en ese instante otra chica se acercó a la carrera. Sólo le costó un par de miradas a uno y a otro para comprender.
¿Por dónde se ha ido- preguntó rápida y segura. Magorian señaló. Hermione asintió y se volvió.¡Henrich, vamos! Vamos Ron.
Esa lucha ya no es vuestra, humanos.- dijo Magorian poniéndose en su camino.
Mientras haya un mortífago en pie será nuestra lucha.- contestó Ron cogiendo de la mano a Hermione y esquivándolo.
Magorian miró entonces a la puerta y vio cómo un grupo de al menos 10 magos y brujas más o menos intactos salían tras los dos jóvenes. Frunció el ceño y se volvió a poner frente a la pareja que avanzaba decidida.
Vais hacia una muerte segura.- advirtió.- Sois demasiado pocos.
Entonces ayudadnos.- dijo Ron.- Sois muchos y estáis intactos.
Los mortífagos no son nuestro problema.
¿Y los dragones sí?
Quemaban nuestro bosque.
¿Y Voldemort- dijo Hermione con calma.¿Ese tampoco es vuestro problema?
Ese es el problema de Harry Potter.
¡Ese es problema de todos- estalló el pelirrojo ignorando el hecho de que le estaba gritando al Rey de los Centauros. Éste frunció el ceño indignado y sin contestar se dio la vuelta y se fue al galope hacia los suyos. Ron resopló y volvió a caminar.- Estúpidos…
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A medida que caminaban, la luz aumentaba sobre ellos creando una delgada línea de un rojo brillante en el horizonte bajo las nubes de lluvia. Amanecía, y lo que el nuevo día les deparaba no parecía ser mejor que el que acababan de ver concluir. Sobre todo cuando llevaban ya diez minutos andando y no habían visto nada ni a nadie.
¿Dónde se habrán metido- preguntó un mago con fuerte acento francés.
Sinceramente, no tengo la menor idea.- contestó Henrich verdaderamente perplejo.
Un par de pasos más atrás Ron y Hermione caminaban juntos, muy atentos a su alrededor, pero también dolorosamente conscientes de lo reducido de su número. Eran 13 personas contra alrededor de… ni siquiera lo sabían. Cuando habían huido de los dragones, los mortífagos habían hecho mutis tan deprisa que a nadie se le ocurrió ver cuántos quedaban. En todo caso no era comparable. Ellos estaban agotados, algunos tenían heridas y todos, en un mayor o menor grado, estaban magullados y doloridos. El furor del momento los había hecho salir del castillo muy decididos a hacer lo que estaban haciendo, pero ahora, tras diez minutos de caminata bajo el frío y húmedo amanecer, habían enfriado lo suficiente el ánimo como para darse cuenta de sus posibilidades reales.
Además¿qué pretendían hacer?
Si Magorian tenía razón, ahora ya poco podrían hacer. Todo estaría entre Harry y Voldemort estuvieran donde estuviesen. Porque claro, a esas alturas seguramente ya…
¿Harry- la voz de Ron apenas fue un susurro, pero tanto Hermione como el resto de los magos le miraron y después dirigieron sus ojos hacia donde los tenía fijos el pelirrojo.
El chico notó cómo Hermione le cogía de la mano y tiraba de él hacia su amigo, que estaba apoyado en una piedra enorme al lado del lago, a unos cincuenta metros del sendero que ellos habían cogido. Al llegar, Harry alzó la mirada y les miró confuso.
¿Qué hacéis aquí?
Buscamos a los mortífagos.- contestó le chica.¿Y…?
¿Voldemort- terminó Harry. Después se frotó la cicatriz distraídamente.- No lo sé, pero está aquí.
¿Qué te pasa- preguntó Ron fijándose en que su amigo tenía los ojos rojos.
Dumbledore ha muerto.- Parecía que el silencio había caído sobre el lugar como una losa. Tanto Ron como Hermione palidecieron y no acertaron siquiera a moverse. Harry sorbió la nariz y se frotó los ojos con el dorso de la mano para volverse hacia ellos rápidamente.- Os recomiendo que volváis al castillo. Son muchos más que vosotros y…
Pero no pudo terminar la frase porque un rayo color rojo se estampó contra la roca arrancando esquirlas afiladas que hicieron que los tres amigos agacharan instintivamente la cabeza que se habían protegido con los brazos. Al alzar la mirada vieron a todos los magos que les habían acompañado, de rodillas y con las manos atadas a la espalda. Un numeroso grupo de figuras vestidas de negro los rodeaban apuntándoles con la varita. Hacia ellos, cuatro mortífagos se acercaban varita en alto mientras otros cinco los apuntaban desde distintos puntos.
Acercaos a mí.- susurró Harry.
¡Manos arriba- gritó uno de los mortífagos.
Ron y Hermione alzaron las manos mientras se movían discretamente hacia Harry, que también hacía lo propio en su dirección.
¡Tirad las varitas- Los jóvenes no tenían opción y las lanzaron hacia el mortífago con la secreta esperanza de que se le hincaran en los ojos o algo así.- Ahora poned las manos en la espalda.
Obedecieron. Aquel mortífago y otros dos movieron las varitas del mismo modo y una especie de brillo azulado como ondas en el agua apareció delante de los ojos del trío. Ron y Hermione se miraron confusos, pero Harry permanecía inmóvil. Entonces separó sus manos de la espalda. Sus amigos le imitaron y los tres mortífagos volvieron a mover la varita de la misma manera. Una vez más vieron el brillo acuoso y débil frente a ellos. Harry extendió una mano como si uno de los mortífagos le fuera a dar algo y sin que dijera ni una palabra, las dos varitas de sus amigos volvieron a su mano.
¡No te muevas- dijo el mortífago sujetando firmemente su varita con un deje de miedo en su voz.
No vas a poder atarnos ni tampoco atacarnos.- declaró Harry con calma.
Inmediatamente después el mortífago le lanzó un aturdidor. El resto se sintió animado a imitarle y de repente 9 mortífagos les estaban lanzando multitud de hechizos a la vez. El ruido y la luz multicolor hizo que durante un momento no se viera nada más que los estallidos de luz. Cuando los hechizos cesaron vieron que las ondulaciones azules se calmaban poco a poco hasta desaparecer. Dos de los jóvenes se habían agachado, pero Harry seguía en pie, impasible.
Seguidme.- susurró a sus amigos.
Dio un paso adelante y con un manotazo apartó al mortífago perplejo que dio unos pasos hacia atrás tambaleándose. El resto se apartó temeroso del trío que avanzaba hacia el grupo de magos arrodillados que observaban la escena con interés. Los mortífagos que los custodiaban se revolvieron incómodos. Entonces escucharon cómo alguien aplaudía casi sin ganas. Giraron la mirada y de entre el grupo de túnicas negras se adelantó una figura cuyo pelo rubio y largo contrastaba con el negro aterciopelado de su capa. Lucius Malfoy aún aplaudía, con una medio sonrisa cruzada en su angulosa cara.
Una gran exhibición, desde luego.- dijo dejando de aplaudir y cogiendo la varita de un bolsillo. La miró y después miró a Harry, que le devolvía la mirada con abierta hostilidad. El hombre rió y alzó las manos en inocencia.- Tranquilo, chaval. No querrás que le pase algo a…- dirigió una mirada muy cercana al asco a los magos y brujas que seguían arrodillados.- tus amigos¿no?
Fuera de Hogwarts.- dijo Harry con una voz apenas más alta que un murmullo que aun así fue perfectamente audible en aquel silencio sólo roto por el piar enfebrecido de los pájaros. Malfoy se rió.
¿Sabes? No es tan fácil.- Malfoy jugueteó con su varita y la dirigió casi sin ganas hacia la sien de un mago arrodillado. El hombre miraba hacia el frente con el ceño fruncido y determinación en sus ojos.- Aun tenemos cosas que hacer. ¡Avada Kedavra!
La luz verde brilló un instante antes de llegar al cráneo del hombre, que se desplomó frente a ellos. Harry apretó la mandíbula. Si le atacaba a él, los 20 mortífagos que rodeaban al grupo empezarían a matar a los magos antes de que terminara de caer Malfoy al suelo. Ron maldijo entre dientes detrás de él e hizo amago de moverse, pero Harry le detuvo. Si se alejaban de él ya no podría protegerlos con su escudo.
¿Dónde está tu amo, Malfoy- preguntó Harry.- Llevo esperándole cerca de media hora. ¿Por qué no viene?
No sabía yo que tuvieras tantas ganas de morir.- comentó Malfoy sin mirarle tratando de decidir qué mago mataba a continuación. Entonces levantó el brazo para señalar con su varita a su próxima víctima.
Ni se te ocurra.- dijo Harry.
¿Por qué no¿Vas a detenerme acaso- Harry alzó una ceja como diciéndole "¿Quieres verlo?". Malfoy sonrió.- Será divertido ver cómo salvas a uno para que mueran los demás.
Malfoy alzó la varita y antes de que terminara de pronunciar la maldición asesina, Harry había abierto una de las manos y trazaba un circulo con ella en el aire. Una bola de luz del tamaño de una snitch salió disparada hacia Malfoy atravesándole y dejándole helado en una expresión de perplejidad. Entonces, la bolita continuó su camino igual de deprisa atravesando a todos los mortífagos que rodeaban al grupo. Todos se quedaron igual de congelados y asombrados. La bolita fue veloz hacia la izquierda, donde los mortífagos que quedaban trataban de huir, pero la bolita les persiguió alcanzándoles a todos enseguida. Entonces volvió a Harry y se colocó frente a su pecho un segundo antes de introducirse en su corazón. Harry respiró hondo y extendió su mano derecha a la que llegaron todas las varitas de los magos. Ron y Hermione desataron las ligaduras mágicas, todos se pusieron en pie y recibieron sus varitas.
¿Qué les has hecho- preguntó Henrich mirando a su alrededor y tocando a uno de los mortífagos, que parecía normal, excepto porque estaba inmóvil y no respiraba.
Están en éxtasis.- dijo Harry.- Siguen vivos, pero suspendidos en el momento en el que la bola les atravesó.- Harry entregó la última varita y se volvió a sus amigos.- Chicos, volved al castillo.
Pero Harry…- trató de quejarse Hermione.
Aquí ya no hay nada que podáis hacer. Sólo correríais un peligro innecesario.
Tío, te dijimos que estaríamos contigo hasta el final.- dijo Ron muy serio.
Harry sonrió pero algo le llamó la atención y se volvió. Detrás de él no había más que césped, árboles, y bajando la pendiente, el lago, pero indudablemente había algo, más concretamente, alguien.
Marchaos.- ordenó sin mirarles.- Ya.
Entonces todos miraron hacia donde él miraba y vieron cómo la imagen se distorsionaba como si hubieran movido la pantalla de una sala de cine para darse cuenta un instante después, que una especie de esfera semitransparente se acercaba a toda velocidad hacia ellos. Harry alzó los dos brazos y los cruzó delante de su cara como un escudo justo a tiempo para parar la fuerza del hechizo que chocó contra su magia desbordándose en forma de fuego sobre todos ellos, dejándoles ver así el enorme tamaño del escudo de Harry.
¡MARCHAOS- gritó mientras sus pies se deslizaban unos centímetros en el barro.
Entonces, antes de que se fueran, vieron a lo lejos una figura negra y alta que se acercaba caminando lentamente por la hierba. Cuando Harry oyó que los magos corrían hacia los edificios del castillo se concentró en su enemigo que por fin había llegado.
Voldemort se detuvo a unos 30 metros de él. Tenía la varita en la mano y parecía muy satisfecho de sí mismo. Dedicó un momento a mirar a sus mortífagos congelados y rió entre dientes.
Durante unos 30 segundos ninguno de los dos hizo nada, sólo se quedaron allí, observándose. Ambas mentes se habían cerrado a cal y canto y parecía que hasta el aire a su alrededor hacía dejado de soplar, pero tanto la túnica negra del Lord Tenebroso como el pelo y la ropa de Harry se movían como agitadas por una fuerte brisa. La magia azuzada por el odio se revolvía alrededor de ellos como si hubiera roto a hervir y, como si fueran burbujas, la magia revolucionada empezó a materializarse en chispas y descargas.
Harry sentía cómo su corazón se aceleraba a medida que su mente, casi sin querer, recopilaba todo lo que le había llevado a ese momento, todo el sufrimiento y el dolor que le debía a aquella alta y esquelética figura de negro y ojos rojos que le miraba sin pestañear. La rabia y el rencor empezó a hacerle respirar más deprisa y sentía los músculos tensos y a punto de saltar, como un cepo sobre su presa. No podía olvidar, ni mucho menos perdonar, la muerte de sus padres, sus primeros años recluido lejos de su mundo, las pérdidas, las muertes… Había sido perseguido, acosado, martirizado hasta la extenuación. Aquel hombre había destrozado su vida de cabo a rabo y ahora pagaría por ello.
Tomó aire y de un repentino movimiento echó rodilla a tierra y dio un fuerte puñetazo al blando suelo que se movió como si fuera una pasta blanda. Las ondas se sucedieron a una velocidad vertiginosa hasta que salieron disparadas en forma de un tremendo terremoto hacia Voldemort. Los terrones se levantaban haciendo que paredes de tierra y piedras de 3 y 4 metros de altura se interpusieran entre Voldemort y él. Entonces extendió un brazo hacia las paredes y todas salieron despedidas hacia delante encontrándose con su objetivo, pero antes de que Harry pudiera ver si había dado en el banco recibió una descarga eléctrica semejante a un rayo que le levantó del suelo unos 2 metros para arrojarle sobre el barro dolorido y aturdido. Cuando abrió los ojos llorosos de dolor vio cómo una túnica negra se acercaba. Sin levantarse cerró los ojos y tras él, el lago se elevó en una ola que parecía un brazo gigantesco que derribó a Voldemort lanzándole a 10 metros. Pero el viejo mago reaccionó deprisa y conjuró una especie de colchoneta de luz.
Cuando Harry se levantó, respirando entrecortadamente y aún con un poco de fotofobia se encontró con que estaban prácticamente en la misma posición que al principio.
¿Te ha gustado el calentamiento- preguntó socarrón Voldemort. Harry se irguió, sonrió y se metió las manos en los bolsillos.- Vaya… pareces muy seguro de ti aun estando lleno de barro.
Tom, siempre has pecado de impaciente.- dijo el joven sin variar un ápice su actitud.
Voldemort como toda respuesta alzó la varita y con un extraño movimiento que parecía ser su versión rebobinada el suelo alrededor de Harry se agrietó y empezó a caer. Un foso insondable que se perdía en la oscuridad le rodeó. La porción de terreno en la que Harry tenía posados sus dos pies era cada vez más inestable ya que, al estar tan tierno el suelo por la lluvia y perder el sostén de la tierra aledaña, empezaba a ceder sobre su peso. En breve se partiría y caería a lo que parecía un abismo sin fin. Miró horrorizado alrededor pensando que ni siquiera podría llegar a cualquiera de los lados saltando.
Impaciente…- repitió Voldemort saboreando la palabra mientras se acercaba varita en alto.- Porqué dejar para mañana lo que puedas hacer hoy… ¿no? Sólo con un soplido, Potter, y serás historia. ¡AERUS!
Harry, espantado, recibió el potente viento huracanado que le hizo trastabillar y cayó.
El viento se revolvió tan fuerte alrededor del chico que empezó a dar vueltas y vueltas sobre sí mismo hasta marearle y después de unos segundos de torbellino cayó pesadamente sobre el suelo que había reaparecido bajo él. Entonces una fuerza irresistible le puso en pie y se vio arrastrado hacia atrás hasta que se chocó con algo duro y grande. Cuando miró hacia arriba vio que había sido fijado a una piedra enorme y que Voldemort estaba en la misma situación. Perplejo cerró los ojos y se concentró en su magia…
"¡NO!"
El chico abrió los ojos inmediatamente, expulsado de su propia mente por la misma fuerza irresistible que le había inmovilizado en aquella roca. Miró hacia delante y vio que la roca de similares características que sujetaba a Voldemort se las había arreglado para quitarle la varita de la mano y colocarla encima de su cabeza. Lo único que ambos podían mover era el cuello y unos momentos después dejaron de luchar. Se miraron confusos sabiendo perfectamente que no habían sido ellos los que habían causado esa situación tan absurda.
Harry, tratando por todos los medios de encontrar una explicación volvió a concentrarse con todas sus fuerzas, pero fue nuevamente expulsado sin misericordia. Entonces las piedras empezaron a vibrar y a brillar ligeramente. Se levantaron del suelo y flotaron unos metros para empezar a acercarse cada vez más deprisa hasta que Harry creyó que iba a ser aplastado. Cerró los ojos instintivamente, pero no pasó nada. Al abrirlos se descubrió de pié en una playa infinita, libre de la roca y completamente perdido. Miró a su alrededor. La brisa marina le revolvía dulcemente el pelo y los chillidos de gaviotas y cormoranes llegaban a sus oídos.
Entonces caminando por la orilla vio llegar a una muchacha de más o menos su edad, vestida con un vestido de algodón blanco, resplandeciente bajo el sol. Iba descalza y el pelo negro flotaba libre sobre sus hombros. Harry sintió que el estómago se le contraía y se quedó inmóvil observando cómo la chica se acercaba. Caminaba tranquilamente, como si conociera aquella playa como la palma de su mano y en ningún momento desvió su mirada de él. El chico casi no parpadeaba y, cuando la joven se acercó a él pudo ver que tenía los ojos de un color muy parecido al azul oscuro del mar que les rodeaba, su piel, lisa y tersa, tenía un tono dorado por el sol. La chica se detuvo a apenas 30 centímetros de él, y sin decir una sola palabra alzó una mano y le rozó la mejilla.
Harry se estremeció.
Conocía a aquella chica… aunque no la conocía así sino que… Estaba muy confuso, pero a la vez estaba fascinado. Sabía que la conocía mucho más de lo que quizá se conociera a sí mismo. La había sentido rodear su alma y su corazón con intensidad los últimos días, la había sentido ayudándole, sosteniéndole, apoyándole y sin saber que…
Hola.- dijo la chica sonriendo dulcemente. Harry casi no podía reaccionar. Estaba paralizado. Pero la chica parecía esperarlo y se sentó en la arena tirando de su pantalón para que la acompañara. Harry se dejó caer sin saber qué decir.- Harry… quería preguntarte algo.
Su voz sonaba levemente dolida. Harry la miró creyendo que se le iba a desgarrar el corazón. No sabía porqué estaba allí, ni por qué ella… pero tenía la sensación de que había hecho algo que la había dolido y, de repente todo pareció perder importancia. La chica había bajado la cabeza y el pelo había cubierto su rostro, pero la brisa a veces lo levantaba dejándole ver una lágrima surcando su rostro. El chico tragó y alargó una mano hasta quitársela con el envés de la mano, suavemente, pero sin atreverse a decir nada.
¿Por qué me has hecho esto- la chica alzó sus ojos profundamente azules hasta los de Harry.- Creía que me querías.
Un par de lágrimas se unieron a la que el muchacho había quitado, pero la joven se adelantó y se las restregó con la mano. Harry aún no sabía qué era lo que había hecho mal, pero se sentía desesperado por aquellas lágrimas, por aquel dolor que había causado sin saberlo.
¿Qué he hecho- dijo en un susurro.
Creí que tú serías diferente, que no me utilizarías para luchar y para poner en peligro a todos.- la chica hablaba con la mirada perdida en el mar.- Había tanto bien en ti que no pude evitar…- el rostro de la chica se contrajo ligeramente y meneó la cabeza haciendo que el pelo se desprendiera de su oreja y se soltara al viento.- Y precisamente, cuando creía que las dos personas a las que yo más quería se iban a conocer…
¿Voldemort- interrumpió Harry perplejo. La chica levantó la mirada y la clavó en su rostro.
¿Le conocías?
Sí.- Harry bajó la mirada y se incorporó. Giró la cara hacia el sol abrasador y cerró los párpados tratando de calmar la ira que su sólo recuerdo le causaba.- Él no es buena persona.
¿Y por eso luchabas contra él- la chica se levantó también y se puso frente a él.¿Qué es lo que te diferencia de él¿Por qué te atreviste a usar todo ese poder contra él?
¡Yo no mato ni asesino sólo por el simple placer de hacerlo¡Él sí¿No es esa una diferencia- replicó Harry impresionado porque alguien tan poderoso como ella fuera tan ingenua.¿Cómo es posible que no hayas visto eso en su corazón como tú viste en el mío que…- Harry sintió que el estómago se convertía en una bola maciza al llegar a ese punto.- Tú me conoces.
La chica también parecía haberse quedado algo sorprendida ante sus palabras y frunció el ceño desviando la mirada. Harry alzó una ceja y continuó.
Porque habrás visto su corazón¿verdad?
Yo…- la chica meneó la cabeza y después devolvió una mirada furiosa al joven.¡Tú no lo comprendes! Él me ha dado nombres¿entiendes¡Me ha hecho adulta- la chica abrió los brazos como para mostrarse.- Llevaba tanto tiempo deseándolo que cuando le conocí… ¡No puedes culparme por quererle!
Harry la miró un momento antes de contestar.
Ha utilizado los hechizos para matar y para hacer sufrir a la gente y lo sabes.- la chica cerró los ojos y se dio la vuelta.¿Querías una madurez así?
No.- su voz fue apenas un susurro.- Pero le debo tanto… No puedo darle la espalda así.
Harry se acercó y pasó sus brazos por los hombros de la chica y la abrazó. El suave cabello movido por el viento le acarició el cuello y sintió cómo la chica se estremecía por el contacto.
Yo tampoco quiero convertirme en asesino.- dijo el chico en voz baja. La chica recostó la cara sobre los brazos de Harry ocultando sus ojos y sus sollozos en la tela de su chaqueta.- Mira en su corazón y decide por ti misma. Somos juguetes en tus manos.
La joven se volvió y miró frente a frente a los ojos verdes del chico.
¿Por qué no es todo más fácil¿Por qué los humanos sentís así¿Por qué lo hacéis todo tan complicado?
Si tú no tienes las respuestas¿quién soy yo para dártelas?
La chica se adelantó ligeramente y se inclinó sobre él poniéndose un poco de puntillas y casi sin querer sus labios rozaron los del chico. El breve contacto les mantuvo en silencio unos momentos mientras el sol empezaba a picarles en la piel y el viento seguía enredándose en el vestido blanco níveo de la joven. Entonces la chica se apartó de él y le volvió a mirar a los ojos.
Acabas da darme la respuesta.
Harry vio en un parpadeo cómo la luz potente del sol se convertía en un brillo que llenó toda su visión y cuando volvió a abrir los ojos se encontró de nuevo frente al lago. Al posar los pies en el suelo se dio cuenta de que le temblaban las piernas ligeramente. El frío de la mañana traspasó el tejido de su ropa haciéndole estremecer devolviéndole a la dura realidad. Entonces sintió cómo una cálida sensación le hinchaba los pulmones y un susurro lejano de olas venía y le reconfortaba. Frente a él Voldemort le miraba fijamente. ¿Habría hablado ella con aquel despojo de ser humano¿Cómo había sido su conversación?
Nos ha dado la oportunidad de un segundo asalto, Potter.- el mago sonrió.¿Sabes lo que significa?
Ilumíname.- Harry estaba confuso. Creía que tenía el favor de aquella inagotable fuente de poder, pero las palabras de Voldemort le habían descolocado por completo.
Que no tienes nada que hacer, chaval.- Voldemort alzó la varita.- Ha elegido. Y ha elegido bien.
Sintiendo que el alma se le caía a los pies se quedó lívido. No podía creerlo. Era imposible. No podía ser que lo que se había convertido en la fuerza que hacía que su corazón no se parara hubiera elegido a Voldemort, al hombre que había destruido su vida y la de miles de personas. Entonces una luz verde brillante se abalanzó sobre él. Casi instintivamente se echó a un lado, pero al golpearse con el suelo casi deseó no haberse apartado. ¿Cómo podía haber hecho algo así? Ella le conocía, sabía que no la utilizaría si no se viera obligado. El dolor de lo inconcebible le traspasaba haciendo que de sus ojos brotaran lágrimas de desesperación.
Bien. Volvía a estar solo y en inferioridad de condiciones. Estaba tristemente acostumbrado y no le importaba. Se incorporó penosamente e hizo frente a su mayor enemigo. Comenzó a caminar hacia él sin importarle que la próxima maldición fuera la última. Había levantado sus escudos más potentes y sus pasos se volvieron cada vez más seguros a medida que se aproximaba. Voldemort sonrió y susurró un maleficio que impactó de lleno contra el escudo. Harry fue derribado con fuerza y se hizo un ovillo mientras su mandíbula se apretaba hasta hacer rechinar sus dientes. El dolor en su pecho era impresionante, como si le hubieran estrujado el corazón y los pulmones con unas garras furiosas. Apenas podía respirar y cuando tosió escupió sangre. Jadeando trató de levantarse, pero el barro traicionero le hizo resbalar. Tras de sí oyó una risa.
¿Ves? Las mujeres son así de volubles.
Con una rabia que no había sentido jamás se levantó y le hizo frente una vez más. Le daba igual, todo… una lágrima se deslizó por su rostro manchado de barro. No, no le daba todo igual, pero aún así cumpliría con su trabajo, aunque muriera en el intento. Sí, eso sí que no le importaba. Después de tantas pérdidas, de sus padres, de Sirius, de Dumbledore… Después de tanto dolor, después de la esperanza y la miseria que ahora sufría, después de todo, morir no le importaba. Pero desde luego tenía clara una cosa. Aquel individuo de pálido rostro, ojos sibilinos y de mirada inquietante que sostenía la varita frente a él, se iría con él.
Así pues se puso en pie y continuó su marcha hacia el mago tenebroso más peligroso de todos los tiempos ignorando los maleficios menores que impactaban contra él o contra su cada vez más inestable escudo. El chico le lanzó un hechizo derribador tan potente que el escudo de Voldemort apenas pudo contener y salió disparado varios metros. El mago se incorporó y siguió atacándole con multitud de hechizos que aumentaban su potencia a medida que el joven los rechazaba o neutralizaba con hastío y cansancio, como si se abriera camino a machetazos en una tupida selva. Harry estaba cada vez más herido y más cansado, pero no le importaba. Llegaría hasta él costara lo que costase.
Cuando vio venir hacia él lo que parecía una manada de caballos de luz encabritados que salían del lago para aplastarle rozó el suelo con los dedos trazando una línea en el barro y de ella surgió una pared en la que se estamparon los caballos de agua. Entonces una bola de fuego de casi dos metros de diámetro se abalanzó sobre él; colocó entonces sus brazos en cruz para protegerse con su escudo sufriendo varias quemaduras, pero sobreviviendo. Y siguió caminando. Voldemort parecía desesperado por quitárselo de encima. Por muchos hechizos que le lanzara y por muchos que le impactaran y le hirieran, Harry parecía estar poseído por una obsesión que le obligaba a poner un pie frente al otro acercándose cada vez más.
Harry hizo un movimiento brusco con un brazo y de sus dedos brotaron líneas de un negro tan brillante que cegaba. Las líneas empezaron a retorcerse en torbellinos y en espirales, cada vez juntándose más haciendo un círculo cada vez más grande entre Voldemort y él. Harry se quedó inmóvil mientras seguía con la vista fija y furiosa en Voldemort. El giro veloz de aquella negrura infinita creaba una corriente que les arrastraba. Poco a poco aquella corriente de succión empezó a arrancar plantas y pájaros que se perdían en aquel portal hacia la nada. Pronto Voldemort retrocedió ante la potencia del viento y miró horrorizado a Harry y al agujero.
¡Estás loco- gritó por fin.¡Te arrastrará a ti también!
Eso parece.- dijo el chico con una triste sonrisa. Ambos lucharon contra la corriente que cada vez les acercaba más. Voldemort se aferró con las uñas al suelo de césped, pero la corriente de tracción era demasiado fuerte. Harry se acercó a duras penas a él hasta que le agarró de la túnica.¿Preparado para desaparecer, Tom?
¡Maldito mocoso, suéltame!
Harry pegó un salto con la mano firmemente aferrada a la túnica del mago que se desprendió del suelo y ambos fueron tragados por el agujero que se cerró inmediatamente después dejando en su lugar un remolino de viento que removía hojas y palitos y que poco a poco desapareció. Unos segundos después lo único que se oyó fue el trinar de los pájaros y los chapoteos esporádicos del calamar, allá lejos, en el lago.
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La situación en los casi 25 refugios que en toda Gran Bretaña protegían a la comunidad mágica de los ataques muggles era bastante parecida. El hecho de que los muggles no pudieran ver a los elfos domésticos les habían permitido neutralizar las potentes armas del ejército haciéndolas inservibles. Después, el diálogo se había vuelto condición sine qua non. Los magos no querían ganarse la acusación de matar muggles que les reclamaban todas aquellas personas. Sabían que desde ahora la situación iba a cambiar radicalmente. El Mundo Mágico ya no podría ser secreto nunca más. Los muggles habían descubierto una faceta de la realidad que jamás habrían creído que existiera si no hubiera ocurrido algo como lo que habían vivido.
Pronto comenzaron a gotear los primeros comunicados de prensa a todas las televisiones nacionales e internacionales. Aquella noche muy poca gente había dormido en todo el mundo. Todos los gobiernos habían exigido conocer a los representantes del mundo mágico de todo el mundo. En seguida apareció la Confederación Internacional de Magos ante la ONU presentando sus respetos y su declaración de intenciones. Se explicó por boca del Ministro de Magia británico, Cornelius Fudge, la situación que se vivía desde hacía años en el país. El mundo muggle observó y escuchó con estupor la magnitud de lo que había ocurrido a lo largo de toda su historia a sus espaldas. Empezaron a salir a la luz todos aquellos matrimonios mixtos, todos aquellos hijos que habían nacido con excepcionales habilidades y que ahora se descubrían como magos.
Pero todo aquello ocurría muy lejos de un castillo escocés que empezaba a lamerse sus heridas después de la noche más terrible de toda su larga historia.
A medida que avanzaba el día y se iba aclarando el horizonte todos parecieron darse cuenta de la magnitud de lo que había ocurrido. Más de 35 magos y brujas habían muerto, otros estaban muy heridos y alrededor de 17 alumnos también habían fallecido. Los profesores trataban de organizar a los que quedaban para saber a quién deberían de llevar a San Mungo o quien necesitaría ayuda psicológica de urgencia. Había habido varios casos de histeria y un chico de Hufflepuff de 7º había empezado a vomitar hasta que ya no le quedó nada en el cuerpo que echar.
Ron y Hermione estaban tapados con una manta, cogidos de la mano, mirando hacia la zona del lago donde habían dejado a Harry. Aquella orilla quedaba oculta por una arboleda desde aquel punto, pero no oían nada, ni veían nada. Acababan de salir de la enfermería y apenas habían terminado de instalar a los estudiantes que habían sobrevivido y ahora, en su primer momento de respiro, sentían un nudo en el estómago, asustados por lo que hubiera podido ocurrir.
Vamos a buscarle.- dijo Ron por fin.
Cuando apenas hubieron dado unos pasos vieron en los escalones de piedra que llevaban al embarcadero del lago a una chica con el pelo negro y una capa gris oscura que ocultaba lo que parecía un vestido blanco, de pie y mirando hacia el lago. Entonces se volvió y ambos pudieron ver unos ojos de un azul profundo y marino que les sonreían con dulzura.
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Fue la luz del sol la que le despertó. La luz entraba por los ventanales góticos de la enfermería. Lo sabía. No necesitaba abrir los ojos para asegurarse. Había estado tantas veces allí que conocía aquella estancia como la palma de su mano. Su mano… La movió ligeramente y entonces notó cómo alguien le devolvía el roce suavemente. Giró la cabeza y entre las neblinas de sus ojos aún dormidos y la brillante luz, vio un rostro conocido, unos ojos azules. Sonrió cuando vio que la chica se incorporaba, se inclinaba sobre él y le besaba en la frente. Él cerró los ojos concentrado en el roce de sus labios.
Gracias.- susurró la chica en su oído.- Nunca te olvidaré.
Harry abrió los ojos y parpadeó tratando que la luz del sol no le cegara y buscó a la chica. Giró la cabeza e incluso se incorporó sintiendo un agudo dolor en la espalda, pero no le importó.
Había desaparecido. Entonces una calidez súbita le envolvió el corazón haciéndole cerrar los ojos. Una lágrima se deslizó por su mejilla lentamente. La puerta de la enfermería se abrió y escuchó unos pasos que se acercaban. Su cortina se abrió y unos ojos marrones se clavaron en los suyos un instante antes de sonreír y abalanzarse sobre él en un inmenso abrazo. Ron entró a continuación sonriendo más con los ojos que con los labios y se unió al abrazo.
Así se quedaron los tres amigos durante un rato, sin miedo a que las lágrimas brotaran de alegría, de alivio y de pena.
Harry tenía la vaga sensación de que aquella chica le había salvado de la nada a la que se había lanzado. Entonces comprendió que el elegido había sido él. La nada los había tragado tanto a Voldemort como a él. La lucha había seguido su curso hasta que ambos habían estado al borde del fin. Sólo entonces la magia pura había elegido. Dos vidas en sus manos pero sólo un corazón que mereciera vivir, sólo uno que se acercaba tanto al suyo propio que le había sido imposible ignorarlo, imposible verlo como un humano más, imposible dejarlo perderse en el olvido.
Al final aquella fuerza a la vez tan maravillosa y más terrible que la muerte, capaz de superarla y vencerla, más poderosa que la inteligencia humana, capaz de crear los sueños más bellos y las pesadillas más horribles, más increíble que las fuerzas de la naturaleza, ya que era capaz de variar la voluntad de algo como la magia pura y original, había sido la que había acabado con aquel que la había detestado tanto a lo largo de toda su vida.
Al final, fue su corazón lo que les había salvado a todos…
… una vez más.
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Bueno, pues aquí estamos, al final de un largo viaje. Se ha hecho de rogar¿verdad? Pero ya está aquí.
Al final¿qué tenemos? Pues que "La caja de Krotiev" en sí, era sólo un objeto dentro de la trama cuya importancia era bastante relativa al final, como lo fue "El cáliz de fuego" en su día, pero que constituía el pistoletazo de salida para el argumento. Un argumento que, he de confesar, se complicó tanto que hubo momentos en que no sabía cómo seguir, pero que (y esto no es peloteo, lo juro) gracias a vuestro apoyo encontré las ganas para continuarla. Así que muchas, muchísimas gracias, a los que me habéis dejado reviews, a los que no, a los que me leísteis un capítulo, a los que gustó y a los que no. A todos...
Ejem, vale, parezco el anuncio de Coca-Cola, pero es verdad lo que digo.
Especiales agradecimientos a Eva Vidal por estar ahí desde el principio. Me apoyaste aun cuando nadie parecía percatarse de la existencia de este fic. Aunque si sólo tú lo hubieras leído, lo hubiera seguido publicando. Muchísimas gracias, preciosa. También a Lucumbus por ser un lector inteligente y tenaz. Ahí estaba él dejando revs aunque estuviera hecho polvo. Muchas, muchas gracias. A todas las personas que me han escrito al correo, de verdad que os adoro, porque me hacéis sentir como una reina cuando os molestáis en perder vuestro valioso tiempo en escribirme y decirme lo que pensáis. A Celina, a Prisma (�¡me chiflan tus revs!), a Miranda, a Cnedra (�¡Arriba Tenerife!), a Cocojajas (mi malagueña favorita, aunque no te vea desde hace tiempo), a Verónika Hitler, a… en fin, si siguiera no acabaría nunca y terminaría siendo algo tan terrible como la sarta de santos y vírgenes de los agradecimientos de Pedro Almodóvar en los Oscar, y tampoco quiero algo así.
No hay palabras, de verdad. Ante vosotros sólo me resta quitarme el sombrero.
Lucumbus: Bueno¿qué te ha parecido? Dime la verdad, sin paños calientes. Sé constructivo pero no seas cruel, que tengo mi corazoncito...
Yaron¡Hola! Qué, la nevada bien¿no? A mí me ha encantado. No recordaba algo así desde hace... 5 años, cuando hacía COU y no pudieron venir los profesores a mi instituto porque las acerreteras estaban fatal. Bueno¿qué te ha parecido al final?
Prisma¿Te has traido el champán? Nah, era para quitártelo de las manos por si acaso sientes la necesidad de tirarme la botella a la cabeza, por manazas. O quizá te haya gustado. Nu sé. Cuéntame lo que piensas¿vale¡Un besazo!
