Cuarta parte: Un Alivio...

Hyoga estaba acercando su cara al cuello de Ikki, ambos respirando agitadamente, cuando escucharon que alguien tocaba a la puerta.

–¿Se puede?

Saltar Hyoga de encima de Ikki, tomar el periódico de la mesa, abrirlo completamente para ocultar su rostro y sentarse en una silla cercana, fue todo en uno.

Ikki ni se movió. Si no hubiera estado tan contrariado, de buena gana hubiera reído ante los malabares del cisne. Un poco sonrojado, miró a otro lado y, maldiciendo entre dientes, dijo que podían pasar.

Ayudándose con unas muletas, Shun entró con una gran sonrisa. Después se sentó en la cama, al lado del recostado Ikki, y tomó su mano con ternura.

–¡Hola, hermano! ¿Cómo te sientes? ¿Ya mejor?

Era imposible para Ikki enojarse mucho tiempo con él, así que le sonrió y asintió. En el tiempo que estuvieron platicando, Hyoga se sintió más calmado, ya había recuperado su habitual color, y se disponía a bajar el periódico cuando Shun preguntó:

–¿Y qué tal es Hyoga como enfermero? ¿Te hace sentir bien?

Otra vez se le subió la sangre a la cabeza y haciendo un ruidazo con el periódico, siguió haciendo como que leía.

Ikki le dijo muy serio:

–Hermano, no sabes cuánto.

–¡Qué bueno, hermano! Me alegra ver que ya se lleven mejor.

–Eeer... sí, Shun...

–Bueno, ya me voy, necesito un descanso. Qué estés bien, hermano. Hyoga, cuídalo mucho. Siempre te estaré agradecido por toda la ayuda que nos das.

Hyoga a duras penas asomó los ojillos sobre el periódico:

–¡Eh, sí, Shun! ¡N–no tengas cuidado! ¡Hasta luego!

Cuando Shun cerró la puerta tras de él, ambos muchachos respiraron con alivio. Hyoga esperó unos momentos antes de levantarse y poner el seguro de la puerta. Luego volteó malicioso hacia Ikki:

–Y... ¿en qué nos habíamos quedado?

–Ven acá, AHORA.

No les fue difícil reanudar lo que habían dejado inconcluso.

La noche sorprendió a los cansados amantes dormidos y entrelazados. Ikki fue el primero en despertar y se dio cuenta de que estaba abrazando a Hyoga por la espalda. El fénix sonreía al darse cuenta de lo bien que se acoplaban sus cuerpos. "Como dos cucharas, ¡je je je!". No había imaginado lo buen amante que era el rubio: tan ardiente e insaciable. La sola cercanía del cuerpo de Hyoga volvió a excitarlo, así que empezó a mover sus caderas y a besar el cuello del cisne. Y con un cisne medio dormido, nuevamente hicieron el amor.

Una hora más tarde, tocaron a la puerta.

–Soy Shiru, Ikki ¿Te molesto?

Ikki inmediatamente se levantó, echó encima de Hyoga todas las sábanas y las almohadas que tenía y se puso unos pantalones. Al dirigirse para abrir, miró a la cama para comprobar que el cisne no se viera (todas las chucherías hacían un bulto de dos metros) y sólo entreabrió la puerta.

–Dime.

–¿Has visto a Hyoga?

–Eeeh... ¿por qué?

–¿Te acuerdas que en la mañana el refrigerador no funcionaba bien? Pues Seiya quiso repararlo por sí mismo y ahora no sólo tiene vendada la cabeza, sino la cara también, porque el muy tonto hizo explotar el motor. Lo bueno es que sólo perdió las cejas y quedó con la cara roja...

–¿Y para qué buscas a Hyoga? ¿Quieren que repare los destrozos de Seiya?

–No, queremos que ponga a congelar la comida, antes de que se eche a perder, porque le dijeron a Saori que el nuevo refrigerador lo traían hasta mañana.

–Pues Hyoga... me dijo que iba al... al centro a comprar un... un... una estupidez, ya no recuerdo...

–Diablos, bueno, esperaré a que llegue, la cocina ya está oliendo mal.

–Suerte.

Ikki cerró tras de sí la puerta con seguro, y volteó a ver al bulto en la cama, que seguía quieto como una piedra.

–Ya puedes quitarte eso de encima, ya se fueron.

–¡AAIREE! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHH!

–Ya oíste, necesitan de tus servicios. Tus admiradores te reclaman.

–Mmmmhh... ¿y ya no se me necesita aquí?

El fénix se acercó a la cama y se sentó a un lado del cisne, quien se incorporó y se recargó en la cabecera.

–Hyoga... no sé qué me pasó... jamás hubiera pensado en hacer esto... con otro hombre... contigo... pero lo que ha habido entre nosotros...

Por un momento Hyoga se quedó en shock... ahora temía que el fénix lo rechazara... ¿y si le decía que todo eso fue un error? El cisne cerró los ojos, apretando con sus manos las sábanas. Quería huir, negar que esto estuviera pasando. "No, Dios mío, no..."

El cisne oía latir su corazón violentamente, captaba el aroma sutil del fénix en su propio cuerpo y en la cama, sentía aún las caricias ardientes en su piel y el tacto suave de las sábanas en sus dedos... y tal vez ya no lo sintiera nunca más...

–... ha sido extraordinario. No me arrepiento. Y si tú quieres, yo también quiero seguir haciéndolo... quiero ser más que tu amigo. Quiero ser tu amante.

Y diciendo esto, Ikki su mano sobre la de él y con la otra lo tomó del cuello para besarlo con pasión.

Hyoga abrió los ojos, asombrado, sintiendo también una gran alegría y alivio en su corazón.

Ikki sintió el sabor salado de lagrimas en su boca y se separó un poco de Hyoga.

–¿Estás bien?

El cisne no podía contener sus lágrimas, por más que lo intentaba.

–Perdóname... yo... suelo controlarme muy bien... pero ahora...

Y abrazó al fénix con todas sus fuerzas.

–Ikki... yo también quiero ser tu amante, tu compañero... siempre.

No supieron cuánto tiempo estuvieron así, sólo abrazándose. La sensación era tan... plena. Ahora se sentían realmente completos.

Ikki se separó primero y le dijo bromeando:

–¿Y ahora que les decimos a los demás? ¿Qué eres mi novia?

–Imbécil...

–¡Ja ja ja ja! No te creas. Aunque... enojado te ves muy bien.

Hyoga sonrió y después se puso pensativo.

–Yo... dejemos eso para después ¿sí? No me interesa que todo el mundo lo sepa. Con que lo sepamos nosotros es suficiente. Además...

–¿Sí?

–Aún tengo que ir a congelar la comida.

Y ese fue el comienzo de una relación que aún hoy perdura. Y pensar que todo empezó con una fiebre de sábado por la mañana.

FIN