Naoko Misumi: a Mi también me gustan mucho las historias dentro de otras historias. Ya, acaba la continuación

Nicolaieva Dimitri : pues lo poco es bien recibido

Elena : UU hasta parece don mío confundir a los demás, bueno espero que esta parte no los confunda tanto

Gracia por sus adorables comentarios

No i hinnarn herio!!!!!!!!

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----------------------------- 2. Una pintura. -----------------------------

Hyoga no pudo dormir esa noche, las historias que le había contado sobre un muchacho muy parecido le espantaron el sueño. Dio una ultima vuelta en la cama, para después levantarse y caminar en el gran castillo, perderse en los pasillos adornado con humildes pinturas de artistas locales contando viejas leyendas, no les prestó mucha atención, encontró por suerte un pasadizo que conducía a una de las torres.

El paisaje helado le hizo recordar sus días de niño pasados en un lugar aun mas cruel que este país. Suspiro, por momento deseo ver los maravillosos colores del aurora boreal, contemplar el sol de media noche.

-¿no tienes frío? -preguntó una dulce voz, el rubio no prestó atención estaba tan sumido en sus pensamientos que no escucho ese llamado. Una calidez cubrió su cuerpo, había sido cubierto gentilmente por un manta, solo así salió de su esoñación, giro su cabeza para encontrarse uno bellos ojos verdes, hermosos como un bosque en verano lleno de fiestas elficas

-Shun......-murmuró, una sonrisa respondió al nombre -¿qué haces aquí tan tarde?

-Te segui -contestó tímidamente alzando la vista al cielo, las estrellas estaban muy brillantes, en realidad tampoco había podido dormir, y no por el cuento como le había pasado a Hyoga, sino mas bien por unos ronquidos estruendoso de su buen amigo Seiya, -se ven muy hermosas - añadió sin notar que unos ojos azules le observaban con asombro.

-si - susurro acallando todo un mar de ideas que se asociaron con el delicado rostro de Shun y las estrellas. Hyoga olvido por un momento el porque habían venido a estas tierras frías, olvido todo lo que había pasado en el dia, todo.......hasta que recordó la melodiosa vos de Frey pronunciado aquellas sublimes frases de la historia, Shun tan hermoso como un elfo, como esos seres que según algunos mitos descienden de las estrellas y por ello tienen un mágico brillo, una belleza sin par.

-¿Hyoga? - Shun pregunto suavemente, el rubio sonrío y se volvió a ver el horizonte, no era la primera ves que se perdía en sus pensamientos observando a Shun, ni ser sacado de ellos a fuerza de varias preguntas.

-¿Qué están haciendo ustedes dos? - pregunto de pronto una ronca voz, ambos chicos se giraron, en la puerta estaba un velador, anciano y un poco de barba pero sonriente, con su abrigo de lo mas exótico, colores chillantes, patrones rústicos y en algunos lados adornos de madera colgando -Con el frío que hace, vamos entren - sonrio de buena gana, dibujando una graciosa sonrisa en el mar de arrugas del hombre.

-Quisiera quedarme un poco mas - pidió Hyoga, si volvía al cuarto por mas que quisiera no podría dormir

-Lo siento - se acerco el guardia, gentilmente le tomo del hombro dirigiéndole al interior del castillo -pero esta noche va a hacer aun mas frío que de costumbre.

-Estoy acostumbrado a fríos peores que esto -alegó Hyoga,

-se acerca una tormenta de nieve -murmuró el hombre alzando la vista al este.........

¿Por qué lo hizo? - Interrumpió el cuento Hyoga, Frey le sonrió, la respuesta saldría en cualquier momento considero el joven rubio.

-Hemos llegado a Durhaim - declaro Frey a decepción del joven.

El pueblo era muy pequeño, no había crecido nada en lo mas mínimo, las casas eran de madera y lodo, no muy altas, la neblina parecía trazar los caminos en el pueblo, de cuando en cuando se podía ver alguien pasar cargando leña o un animal, las ropas claramente humildes y sencillas, volteaban a ver a la caravana con cierto asombro algunos y otros no les prestaban la mas mínima atención.

Hyoga miraba distraídamente a la gente del pueblo, le hubiese gustado oír el resto del cuento, por un momento algo le llamo la atención, volvió la mirada con lentitud.

Parado, sosteniendo un balde de una manera, era "el elfo", el de cabellos verdes. Parpadeo un par de veces, le sonreía, se giro para decirle que lo vieran, que vieran al elfo entre las gentes del pueblo. Frey sonrío ante la suplica silenciosa, mas ya no estaba, Hyoga lo busco con la vista lleno de excitación, Frey puso una mano en el hombro del rubio y negó en silencio.

Suspiro, le había visto dos veces en un día.

-El santo de los hielos entró al castillo -susurró al oído cuando salían del pueblo, a paso lento, del pueblo al antiguo castillo faltaba por lo menos una o dos horas a trote de caballo.

Llegaron al castillo poco antes del anochecer, un castillo inmenso de varios siglos de edad, en las piedras mohosas se evidenciaba todo tipo de desastres, rasguños de espadas, brea y fuego, fracturas causadas por otras piedras. En lo que parecía unos despojos de puerta les esperaba un grupo pequeño de personas, la neblina cubría sus rostros y vestimentas.

Camus y su paje se adelantaron para encontrarse con el grupo, un cálido saludo les recibió.

-Mi viejo amigo -se adelanto uno, el mayor al parecer, cabellos blanquecinos, una pequeña barba y rostro algo endurecido por el tiempo, usaba un traje obscuro, sencillo pero elegante, algunos adornos bordados en negro y dorado, Dolbare por nombre, amo del castillo y señor de Durhaim y alrededores, acercándose al siguiente instante para abrazar a Camus.

-No has cambiado nada en estos siete años -comenta después del abrazo.

-tu tampoco -sonríe ampliamente -vamos, entren al castillo, no quiero que mueran de gripa -trata de do bromear

La caravana bajo de sus monturas, los pajes llevaron a los caballos a los cobertizos y siguieron al amo del castillo por el pequeño patio, por la entrada hasta llegar a un salón cálido, alumbrado por una fogata y varias velas.

En todo el camino Frey charlaba con alguno de sus viejos amigos en un dialecto que a Hyoga le pareció de los mas bellos que jamas haya escuchado. Su mirada divagaba, a veces ponía atención en algunos sirvientes apurados en arreglar cosas a veces en cuadros que estos trataban como si fuese la vida misma, cada cuadro que había en los pasillos contaba una historia diferente, cada uno con su propia belleza, cada uno muy especial. Se detuvo, observo como entre dos sirvientes llegaban un cuadro, tan grande como una persona real, estaba parcialmente cubierto por tela, de lo poco que se podía ver era parte de un rostro, esos ojos los había visto en algún lado.

-es un cuadro muy especial- una melodiosa vos le despertó, era Frey a su lado sonriendo, aguardando por él, al parecer el resto de la gente había desaparecido de los pasillos. -Vamos Hyoga o tu tío se enfadara -susurró mostrándole el camino a seguir, el rubio asintió encaminándose a la ruta marcada. Se volvió para dar una ultima vista al cuadro, los sirvientes ya se lo habían llevado.

-A si que este Hyoga -comentó Dolbare, mirando al joven rubio con una seriedad tremenda que en mas de una ocasión hizo dudar al chico -para ser un niño extranjero le has criado muy bien

-Sin la ayuda de Frey no lo hubiese logrado -respondió no muy orgulloso de que alguien mas le ayudara en un trabajo tan simple, mas admitía que había apreciado la ayuda, se acercó al muchacho -aun que le llena la cabeza de historias de elfos -intentó quejarse, Frey sonrió.

Dolbare comenzó a carcajear, palmeo vigorosamente la espalda de Frey quien seguía sonriendo orgulloso de su trabajo y del supuesto comentario. -Frey y sus elfos -dijo entre carcajadas -igual que su padre y el padre de su padre, una familia llena de cuentos, pero sin duda leales a nuestra casa - Frey hizo una pequeña caravana agradeciendo el alabo a su familia.

-eso me recuerda Dolbare -cortó el momento Camus con un tono frío - en el camino nos detuvieron......

Hyoga perdió el hilo de la conversación al notar que había un cuadro sobre la chimenea en el cual se mostraba una aldea en esplendor, la gente se veía feliz, parecía estar pintado con una gran delicadeza, como si los habitantes fueran a moverse en cualquier momento, como si fueran a pararse y comenzar a reír en cualquier momento por tanto estar quietos.

-Esa es Durhaim -susurró Frey -hace siete años, antes de que azotara la epidemia

la epidemia.......

Hyoga recordó claramente aquel día del funeral de su madre, apareció Camus un completo extraño, que le acogió y le crío como si fuese su propio hijo. Recordó el día en su madre enfermo y en el transcurso de semana murió, una semana en la que Hyoga trató desesperadamente de conseguir el dinero para pagar el medico trabajando en todo lo que podía. Recordó el día en que ella falleció mientras él acarreaba baldes con agua. Recordo que muy a pesar de ese dolor unos hermosos ojos verdes le habían confortado, unos ojos acompañados de dulzura y amor.

-Te acompañare a tus habitaciones -susurró Frey, Hyoga no había podido apartar la vista del cuadro solo hasta que el mayordomo le hablo, al parecer su tío Camus y Dolbare se habían enfrascado en otra de esas charlas largas hablando de política y economía, y en breve habría vino y whisky.

La habitación de Hyoga no era muy grande, una cama, un par de mesas, un pequeño baúl, sillas y espacio para tener alguien mas acostado, una habitación cálida en el arreglo mas fría por carecer de una chimenea, Desempacó sus cosas rápidamente, se reprochaba no haber convencido a su tío para dejarle en asa, ya comenzaba a odiar el castillo de Durhaim.

Una risa ligera en el pasillo llamó su atención, curioso salió de la habitación, miro atentamente, solo un lamparas con vela alumbraban tímidamente el pasillo, -"debe ser mi imaginación"- se dijo a si mismo en tono de reproche.

Aquella risa volvió.

Se asomo nuevamente, esta ves logro ve como si alguien desapareciera en un esquina del pasillo, sin dudar le siguió. La risa era alegre, hermosa y casi risueña, no corría porque algo le decía que aquella risa esperaba por el, le guiaba por los pasillos y salones, a veces alcanzaba a ver una silueta otras no.

En el gran salón de banquetes la risa ceso, Hyoga trato de buscarle, mas la risa parecía salir a veces del techo a veces de las mesas a veces de la pintura, la única luz que proveía el salón era la que Hyoga precavidamente habia traído consigo, su debil luz amarilla moría a escasos metros.

Un brillo a un costado llamo su atención.

Una pintura, recién colgada, con cuidado, escoltada a ambos lados por dragones de madera a modo de marco, cada uno con ojos de vidrio ahumado, una talla excepcional. Hyoga acerco tímidamente la luz al cuadro, lla risa pareció salir de aquel hermoso cuadro.

Un grupo de elfos danzaban en medio de un bosque, felices como celebrando algo, uno de ellos, un elfo particularmente mas hermoso que los otros parecía sonreír exclusivamente al espectador como si en realidad dedicara esa felicidad a quien le viera como si se la dedicara a Hyoga, sus ojos verdes mas vivarachos que los grises de los demás, una curiosa mancha de antigüedad teñía de colores verdosos el cabello rubio del elfo. Este elfo estaba vestido con una hermosa túnica parda, al parecer bordada con motivos de hojas y flores, en sus manos traía dos flores, una que reconoció fácilmente " Simbelmynë" y la otra alguna variedad de cardo.

-Es la Mereth Echuir - susurro dulcemente una voz, Hyoga se giro sorprendido no esperaba encontrarse a nadie en el salón y menos a esas horas, detrás suyo no había nadie, una risa alegre a sus espaldas le hizo girar nuevamente, esto comenzaba a asustarle, se giro de nuevo para ver el cuadro, retrocedió asustado.

Un elfo faltaba.

-Siempre bailamos en la Mereth Echuir -allí estaba, el hermoso elfo de piel blanca ojos y cabellos verdes, el mas hermoso que jamas había visto

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Mereth Echuir fiesta de primavera

Simbelmyne No me olvides

U todos estan en las lenguas elficas de Toliek-sama

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