CAPITULO III: LA CAMARA DE LOS BLACK

Harry se levanto de la cama sabiendo que iba a ser un día difícil de asumir, ese día seria la lectura del testamento de su querido padrino Sirius Black. La lectura tendría lugar en el Ministerio de Magia, sitio que ha Harry no le traía buenos recuerdos. La primera vez que acudió al Ministerio, fue a causa de una vista sobre el Uso Incorrecto De La Magia En Menores De Edad, querían expulsar a Harry de Hogwarts por haber utilizado el encantamiento Patronus, contra dos dementores que le atacaron a él y a su primo. Su segunda visita al Ministerio no había sido más agradable, el enfrenamiento con los Mortífagos, la muerte del propio Sirius y la batalla entre Dumbledore y Voldemort, no eran un trago agradable. Tras un tranquilo desayuno en la cocina junto a sus amigos, llego Dumbledore.

- Buenos días - dijo el Director.

- Buenos días, Profesor - respondieron los jóvenes, al unísono.

- ¿Quieres desayunar algo, Dumbledore? - dijo la Sra. Weasley.

- No, gracias Molly, ya he desayunado, solo he venido a por Harry – dijo Dumbledore - ¿Estas ya preparado?

- Si, ya estoy listo - respondió Harry.

- Pues entonces en marcha - señalo el Director.

El Director y Harry se acercaron a la chimenea, en la que prendía una pequeña llama, resquicio del fuego nocturno. El Director acerco a Harry un tarrito que estaba encima de la chimenea. Harry cogio un pellizco de polvos flú del interior de este y pregunto.

- ¿Profesor, a donde...? - pregunto Harry.

- Al Ministerio de Magia - lo interrumpió el Director.

- Vale - respondió Harry, se metió en la chimenea y lanzo los polvos flú al interior. Entonces la pequeña llama se convirtió en un abundante fuego color verde - Al Ministerio De Magia - Grito fuerte Harry. Al Instante siguiente estaba dando vueltas en un remolino, viendo pasar toda clase de chimeneas a toda velocidad. Harry empezaba a sentirse algo mareado cuando apareció en el vestíbulo del Ministerio. Salio de la chimenea, e instantes después apareció por ella Dumbledore.

- Será mejor que nos demos prisa, creo que llegamos muy justos de tiempo - indico el Director.

El Director se dirigió al mostrador en el que estaba el guarda de seguridad, inspeccionando algunas varitas mágicas. El guarda estaba inspeccionando la varita de una bruja bajita, con nariz en forma de gancho. Mientras esperaba en la cola para que el guarda les atendiera, Harry se fijo en que la Fuente De La Hermandad Mágica que estaba en la entrada volvía a encontrarse tal y como la había visto en la primera ocasión que visito el Ministerio. La mujer bajita se alejo del mostrador, entonces el guarda les indico que se aproximaran.

- Buenos días - dijo Dumbledore con una sonrisa y extendiéndole su varita.

- Oh, Buenos días - respondió el guarda - Oh, no será necesario que examine su varita, Director Dumbledore - dijo el guarda mirando a Dumbledore con admiración. Entonces Harry se aproximo y le entrego su varita. El guarda se le quedo mirando, su vista se dirigió sin remedio hacia la frente de Harry - Tampoco será necesario que examine la suya, Sr. Potter - dijo el guarda.

- Gracias - dijo Dumbledore - Será mejor que nos vayamos Harry - se dirigieron a los ascensores, montaron en el primero que llego.

- ¿A que piso vamos Director? - pregunto Harry.

- Vamos al quinto piso - le indico el Director. Mientras subían en el ascensor los memorandum inter-departamentales revoloteaban sobre sus cabezas. El ascensor se detuvo y una voz femenina indico.

- Nivel Cinco, Sección de Cooperación Mágica Internacional, incluyendo el Cuerpo de Normas de Comercio Mágico Internacional, la Oficina Internacional de Leyes Mágicas y la Confederación Internacional de Magos, Sede Británica.

- Vamos Harry, hemos llegado - diciendo esto salio del ascensor seguido por Harry. Iban por un largo pasillo, de un blanco inmaculado. Por todo el pasillo había gente que iba de un lado a otro. Llegaron a una puerta en la que se podía leer "Oficina Internacional de Leyes Mágicas" - Ya estamos - dijo Dumbledore. Llamo a la puerta y esta se abrió de inmediato, una bruja alta y con una elegante túnica color turquesa les abría la puerta.

- Bienvenidos, les estábamos esperando - dijo la mujer con una sonrisa - Pasen por favor - indico haciéndoles un gesto con el brazo.

- Buenos días - dijeron Harry y Dumbledore a la bruja.

- El Sr. Brodderick esta dentro con el Sr. Ministro y su ayudante - dijo la bruja - Voy a anunciar que han llegado, esperen un momento aquí - les indico la bruja unos asiento que estaban al lado de la pared. Se dio la vuelta y se dirigió hacia una puerta que estaba al fondo de la estancia en la que se encontraban. Tardo solo 2 minutos en regresar - Ya pueden pasar - les indico esta.

- Muchas gracias - dijo Dumbledore, que levantándose se dirigió con paso firme hacia el despacho.

Harry seguía a Dumbledore hacia el despacho del Sr. Brodderick. Supuso que seria el Director del departamento por que su nombre estaba en la puerta del despacho. El despacho era muy diferente al que tenía el Sr. Weasley, este era muy amplio con grandes estanterías a los lados llenos de grandes libros de leyes. Pero la mayor diferencia entre los despachos eran las ventanas, el despacho del Sr. Weasley no tenia ninguna ventana y eso que según el las habían pedido un montón de veces, sin embargo el del Sr. Brodderick tenia 3 grandes ventanas. Al fondo del despacho se encontraba situado un gran escritorio, tras el se encontraba un mago muy anciano, su cara denotaba una gran seriedad y experiencia. A su derecha estaba situado el Ministro de Magia, Cornelius Fudge. Y en el otro extremo del escritorio, estaba Percy Weasley, estaba escribiendo en un papel, Harry no se molesto ni en intentar adivinar si Percy se dignaría a mirarlo. Tras leer la carta que este envió a Ron, Harry había dejado de considerar a Percy como hermano de Ron, para él no era más que un extraño. Por ultimo y en uno de los tres sillones situados enfrente de la mesa del Sr. Brodderick estaba Remus Lupin. Lupin sonrió a Harry cuando este le miro.

- Buenos días - dijo el Profesor Dumbledore.

- Buenos días - respondió el anciano mago - Les estábamos esperando, supongo que este será el joven Potter. Del que tanto he oído hablar - dijo en anciano mago mirando a Harry por encima de sus gruesas gafas de pasta.

- Así es - confirmo Dumbledore.

- Buenos días - dijo Harry.

- Bueno, creo que deberíamos empezar, ¿No crees, Albus? - dijo Fudge.

- Si, creo que deberíamos empezar - respondió Dumbledore.

- Bien, pues tomad asiento, por favor - dijo Sr. Brodderick, indicándoles los sillones que se encontraban enfrente del escritorio.

- Bueno pues ya podemos empezar. Weasley tome nota - ordeno el Ministro de Magia.

- Si señor, ya estoy listo - dijo Percy con su voz de importancia.

- Comenzare con la lectura del testamento que el señor Sirius Black envió hace 2 años - dijo el Señor Brodderick.

Yo Sirius Black deposito este, mi testamento al cargo del Sr. Augustus Alterius Brodderick, Director de la Oficina Internacional de Leyes Mágicas.

"Si, se esta leyendo esto significará que he muerto. Estoy seguro de que habrá gente que se sentirá feliz de este suceso. Pero para aquellos que creen en mi inocencia y que me apreciaban será una difícil situación. Supongo que en esta lectura estarán presentes las personas que indique.

Comenzare con el Sr. Ministro de Magia. En primer lugar quiero darle las gracias por haberme dado un motivo por el cual seguir viviendo. Me refiero a que gracias al periódico que usted me dio, pude enterarme que la persona a la que supuestamente asesine estaba viva. Al Ministerio de Magia le dejo los diarios de la Familia Black, donde se explican unas cuantas afiliaciones de magos supuestamente honrados. Creo que si es usted inteligente, sabrá apreciarlos.

Continuaré con mi amigo y maestro Albus Dumbledore. Lo primero es darle las gracias por creer en mi cuando nadie más quiso siquiera escucharme. A usted le dejo la caja que esta escondida tras la cabeza del elfo domestico llamado Torch. Solo debe ordenarle que se abra. Espero que le sea útil algún día.

A mi querido amigo Remus Lupin, el cual me ha demostrado toda su amistad. Le dejo todo el contenido de la Cámara 711, de Gringotts. Espero que con esto tu vida se a más cómoda de los que ha sido hasta ahora.

Por ultimo mi querido sobrino Harry James Potter, la persona a la que mas he querido en estos últimos años de mi vida. Gracias por haber creído en mi inocencia y haberme aceptado en tu vida, me has hecho muy muy feliz. Lamento haber desaparecido y haberte dejado solo. A ti te dejo la Mansión de los Black y el resto de propiedades a nombre de los Black, no conozco su situación ni cuantas son pero en el ministerio tendrán referencias de ellas. Por ultimo también le dejo la Cámara 004 del Banco Gringotts, supongo que contendrá riquezas, pero no lo se porque nunca la he visitado.

Con esto me despido de todos.

Sirius Black"

- Esto es todo - dijo el Sr. Brodderick - Preparare las tramitaciones necesarias para llevar a cabo los cambios de propiedades. Según veo Sr. Potter dispone usted de bastantes propiedades, cuando acabe con todos los trámites necesarios le enviare una lista con la totalidad de sus propiedades.

- Muchas gracias - dijo un Harry abatido. Había estado escuchando la lectura del testamento con sumo interés. Pero se había quedado muy sorprendido con lo que su padrino le había dejado. No sabía como reaccionar. A él no le hacia falta, ese dinero, ya tenia lo que le dejaron sus padres. ¿Por qué Sirius se lo dejo todo a él?

- Mañana por la mañana le enviare a su despacho los diarios, Sr. Ministro - indico el Sr. Brodderick.

- Muy bien, si no hago falta para nada más, me marcho, tengo asuntos que atender - dijo el Ministro levantándose del asiento.

- Adiós, y que tenga un buen día - dijo el anciano mago.

- Gracias, Augustus - contesto Fudge - Albus la reunión esta prevista para dentro de 1 hora, le estaremos esperando - y dicho esto el Ministro de Magia, seguido por su ayudante Percy Weasley, se perdieron por la puerta del despacho.

- Creo que ahora podremos hablar con más libertad - dijo el Sr. Brodderick, esbozando una sonrisa - Eres afortunado Potter, todo ese dinero y esas propiedades - Harry lo miraba sorprendido - Pero supongo que a ti eso te dará igual, la muerte de tu padrino a debido ser muy dura para ti.

- Si, es muy duro - respondió Harry con sinceridad.

- Él te apreciaba mucho - afirmo el anciano.

- ¿Cómo puede saber usted eso? - pregunto Harry con descaro.

- Por que tambien me dejo esto para ti - dijo mientras sacaba una carta del primer cajón de su escritorio - Creí que seria mejor entregártela, sin la presencia del Ministro.

- ¿Pero, por que sin el Ministro? - pregunto Harry.

- Por que sigue sin creer en la inocencia de Sirius - intervino Dumbledore que había estado en silencio escuchando la conversación.

- Además seguro que querría saber lo que dice la carta - sentencio Remus, que había permanecido en silencio hasta entonces.

- Toma - dijo el Sr. Brodderick extendiéndole la carta a Harry - Pero por favor no la leas en el Ministerio, las paredes tienen ojos y oídos - dijo el anciano poniendo cara de secretismo. Harry se guardo inmediatamente la carta en el bolsillo trasero de sus pantalones.

- Vamos Harry, te llevaré a la mansión - dijo Dumbledore levantándose del sillón. Harry se levanto del sillón para ir con Dumbledore.

- Gracias - dijo Harry.

- Gracias por todo Augustus - dijo Dumbledore.

Harry siguió a Dumbledore por los pasillos del Ministerio de Magia, el Profesor Dumbledore iba caminando pero con la mirada ausente, como si un dilema le estuviese carcomiendo.

- ¿Le sucede algo Profesor? - pregunto Harry preocupado por la actitud de Dumbledore.

- Si, veras - respondió el Director, girando la cabeza para comprobar que nadie les escuchaba - Me preocupa lo de esa Cámara 004, que te ha dejado Sirius.

- ¿Pero, por que le preocupa? ¿No es solo una Cámara del banco? - dijo Harry sin darle importancia a las inquietudes de su Profesor.

- No, Harry. No es solo una Cámara - dijo Dumbledore volviendo a mirar alrededor - Esa Cámara es una de las antiguas que tiene el banco. Fue una de las primeras en ser construida, esta en lo mas recóndito de las cuevas en las que esta el banco.

- ¿Profesor, que tiene eso de extraño a parte de que es vieja? Ya sabíamos que la familia de Sirius era una de las mas antiguas - replico Harry.

- Esas Cámaras solo las poseían los que querían guardar algo de un inmenso valor y no solo valor económico. Tambien guardaban los secretos que tenia la familia - dijo Dumbledore bajando la voz a medida que hablaba.

- ¿Y que podían guardar los Black en esa Cámara, Profesor? - pregunto Harry tambien en voz baja.

- No lo se, Harry - respondió Dumbledore mirándolo - Pero, quiero que cuando vayas al callejón Diagon, para realizar las compras para este curso deberás visitarla.

- Vale, Profesor, eso haré - contesto Harry.

- Cuando halláis decidido cuando vais a ir al callejón que Molly me avise, creo que hagrid debería acompañarte - dijo el Director cuando llegaban a las chimeneas que estaban en el vestíbulo del Ministerio de Magia.

- Muy bien, Profesor - respondió Harry.

- Bueno, aquí nos separamos. Debo volver arriba - dijo Dumbledore - Adiós Harry, espero que te lo pases bien el resto del verano.

- Adiós, Profesor - dijo Harry mientras cogía un puñado de polvos flú de un cuenco que estaba junto a la chimenea.

Harry llego algo mareado a la vacía cocina de la mansión Black. Se repuso enseguida y salio en busca de sus amigos, dispuesto a contarles todo lo que había sucedido en el despacho del Sr. Brodderick. Les encontró en el salón, estaban jugando al ajedrez mágico. Cuando Harry entro en la habitación, se olvidaron por completo del juego y empezaron a hacerle preguntas. Les tranquilizo y empezó a contarles todo, cuando termino las caras de sus amigos eran un poema.

- ¡Caray, Harry! - decía de vez en cuando Ron - Si antes tenias una fortuna, ahora eres muy, muy rico - repetía atonito.

- Ya sabes que eso no me importa, solo es dinero - decía Harry algo cortado - Si pudiese cambiar todo ese oro, por la vida de Sirius... - dijo con mucha pena.

- Si, Harry te entendemos - dijo una comprensible Ginny - Lo sucedido es el pasado, hay que aceptarlo y seguir hacia delante.

- Es lo que intento - dijo Harry todavía alicaído - Por cierto, ya tienen que estar al llegar las cartas de Hogwarts.

- Tienes razón, este año se están retrasando - comento Hermione.

- Bueno ya llegarán - dijo Ron sin darle importancia.

Continuaron el resto del día sacando conclusiones y especulando con lo se podría guardar en la cámara de los Black. Cada vez que sacaban una teoría era mas disparatada, Ron dijo que tal vez tuviesen un cementerio con todos los Black en su interior. Hermione insistía en que quizás tuviesen guardados libros muy peligrosos de magia. Cada uno sacaba sus propias conclusiones.

Al cabo de un par de días llegaron las tan deseadas cartas. Acordaron ir a comprar las cosas para el nuevo curso el lunes de la semana siguiente, se encargo de recordarle a la Sra. Weasley que tenia que avisar a Dumbledore para que Hagrid les pudiese acompañar al callejón Diagon.

El lunes llego rápidamente. Los chicos se levantaron pronto para estar preparados cuando llegase su gran amigo. Cuando estaban desayunando escucharon el timbre de la puerta y tras esto los estruendosos gritos de la Sra. Black, unos instantes después entro por la puerta de la cocina el enorme Hagrid.

- ¿Todo bien, chicos? - dijo Hagrid con una gran sonrisa que se vislumbraba por debajo de su tupida barba.

- ¡¡Hola Hagrid!! - dijeron todos al unísono.

- ¿Estáis preparados para ir al callejón Diagon? - pregunto Hagrid.

- Si, ya estamos listos. ¿Pero como vamos a ir? - inquirió Hermione.

- Con polvos flú - respondió Hagrid - Es lo más rápido y seguro. El ministerio ha puesto medidas especiales de seguridad en la red, según he oído - dijo Hagrid como intentando justificarse.

- Entonces a que esperamos - lo apremio Ron.

- Si, vamos - dijo Hagrid, cogiendo el tarrito con los polvos flú.

Uno a uno fueron entrando en la chimenea con destino al callejón Diagon. Cuando llegaron al callejón todo estaba como siempre, muchos jóvenes iban de un lado al otro del mismo mirando los escaparates. En los que se exponían las ultimas novedades en calderos, túnicas, libros, artículos de Quidditch y muchas otras cosas. Pero algo si había cambiado, según pudieron ver, algunas pocas tiendas estaban cerradas. Según les dijo Hagrid algunas eran de gente que tenia miedo a los mortífagos y se había marchado, otras eran tiendas que eran propiedad de algún mortífago y el ministerio las había cerrado como medida de precaución.

- Es extraño, ¿No creéis? - dijo Hermione.

- ¿A que te refieres con "Es extraño"? - pregunto Ron.

- Pues al hecho de que haya tantos magos observando a lo largo del callejón - decía Hermione mirando a un mago alto con cara de haber pasado muchas batallas.

- Es por seguridad - dijo la Sra. Weasley - Arthur me a dicho que son Aurores, están vigilando el callejón y el banco. Y hablando de bancos, deberíamos ir primero a Gringotts.

- Creo que tienes razón, Molly - respondió Hagrid.

Avanzaron por la abarrotada calle hasta llegar al frontal del gran edificio de color blanco que la presidía.

- Nosotros nos vamos por este lado - dijo la Sra. Weasley indicando un lateral del salón principal del banco.

- Yo, voy con vosotros. Tengo que cambiar el dinero muggle - dijo Hermione.

- Muy bien, Harry y yo tenemos que ir por allí - dijo Hagrid mientras señalaba una gran puerta al final del salón. El grupo se separo, Hagrid y Harry se encaminaron hacia su destino.

- ¿Hagrid a donde vamos? - pregunto Harry.

- Oh, vamos al despacho del Director de Gringotts - dijo Hagrid - El es el único que conoce el camino a las cámaras antiguas. Y es necesario tener cita con el para estar en su presencia - entraron por la gran puerta, fueron a para a una estancia pequeña, en comparación con el salón. Un duende anciano estaba en una mesa a la derecha de ellos.

- ¿En que puedo ayudarles? - inquirió el duende de forma cortante.

- Eh, venimos a ver al Sr. Director - dijo Hagrid.

- ¿Tienen cita? - pregunto el duende de forma brusca.

- Si, si, por supuesto - respondió Hagrid hinchándose.

- Bien, ¿A nombre de quien? - interrogo el duende.

- Harry James Potter - contestó Hagrid. El duende que hasta ese momento no había a reparado en la presencia de Harry lo miro con los ojos abiertos como platos. Su mirada iba sin remedio hacia su cicatriz, cuando llego a ella se quedo unos segundos observándola. Después volvió a bajar la vista para leer un libro que tenia a su lado.

- Muy bien, aquí esta. Pueden pasar, el Sr. Director les espera - dijo el duende con su renovado tono áspero. Hagrid agarro a Harry y lo condujo a la puerta que se encontraba a la izquierda de la estancia. La nueva sala en la que habían entrado era casi tan grande como la sala principal del banco. Estaba cubierta de inmensas estanterías llenas de archivadores, libros y registros. Al final de la sala, tras las impresionantes estanterías, se encontraba situada una gran mesa con montones de libros sobre ella. Ha Harry le recordó la mesa del Sr. Brodderick. Se acercaron a la mesa con paso firme.

- Bienvenidos les estaba esperando - dijo una vocecilla tras la montaña de libros. Cuando llegaron al borde de la mesa asomo sobre ella un pequeño duende, estaba muy arrugado, era el más anciano que Harry había observado. Sin embargo tenía algo diferente a los demás duende. Este no parecía estar cabreado con el mundo que lo rodeaba. Su voz sonaba amable y cordial, y sus ojos reflejaban la bondad de su corazón - Me llamo Rodolfus Corny, ¿Cuál es el motivo de su visita Sr. Potter? - dijo el anciano duende dirigiéndose a Harry sin mirar su cicatriz.

- He venido a retirar fondos de mi cámara y...- dijo Harry algo inseguro - ...a ver la cámara 004.

- Muy bien Sr. Potter - dijo en duende con amabilidad - Por aquí por favor - dijo señalando una pequeña puerta en la que Harry no había reparado - Si les parece primero iremos a su cámara personal.

- Vale - dijo Harry asintiendo con la cabeza.

Entraron por la pequeña puerta, Hagrid tuvo serios problemas para atravesarla. Llegaron a una especie de muelle privado, donde les esperaba un carrito para transpórtales por los raíles. Montaron en el carro, Hagrid estaba empezando a adquirir su habitual color verdoso. Cada vez que el carro realizaba un giro brusco Hagrid tenía arcadas. Tras una rápida visita a la cámara de Harry. Volvieron a subir al carro. Empezaron a bajar a las profundidades de las cuevas, cada vez se notaba más frió, los raíles por los que el carro iba, parecían no haber recibido uso desde hacia muchos años. Hasta ellos llegaban sonidos aterradores procedentes de la imperturbable oscuridad. Después de más de media hora bajando a toda velocidad el carro decelero la marcha. Llegaron a otro muelle privado, tenía una única puerta. Encima de la espectacular puerta estaba situado un letrero en el que se alcanzaba a leer "004".

- Ya hemos llegado - anuncio el anciano duende. Harry miro a Hagrid, el cual había adquirido un tono verde escarlata.

- ¿Estas bien, Hagrid? - pregunto Harry con el temor de que su amigo se encontrase mal.

- Estoy bien, solo necesito descansar un poco - respondió Hagrid.

- Por aquí por favor - inquirió el duende. Harry lo siguió dejando a su amigo recostado contra la pared.

- Aún lado - dijo el duende.

Se aproximo a la puerta de la cámara, paso su largo dedo índice por una serie de zonas de la puerta y recito lo que parecían conjuros. Instantes después la puerta produjo un estruendoso ruido y comenzó a abrirse. Por la rendija que empezaba a hacerse más grande salía un resplandor dorado que iluminaba el exterior hasta perderse de vista en la basta oscuridad que estaba tras ellos. La puerta tardo unos segundos interminables en abrirse del todo, o por lo menos eso le pareció a Harry. Tenía tanta curiosidad por saber lo que se escondía en la cámara, que ya no se podía imaginar que cosas se podrían esconder en las profundidades de la cámara.

- Ya puede pasar Sr. Potter - señalo en duende.

- Gracias - respondió Harry.

Se encamino hacia el interior de la cámara, en su interior Harry descubrió una inmensa cámara. Comparada con las demás cámaras que había visitado esta era enorme. Era tan grande como el gran comedor de Hogwarts, estaba llena de montones y montones de oro. Mirase donde mirase Harry solo veía oro, joyas, tesoros, armaduras y cosas de muchísimo valor. Sin embargo le llamo la atención un rincón de la cámara, se acerco hasta allí y descubrió una pequeña puerta. Observo la puerta tenia grabado el escudo de armas de la familia Black, preguntadote que habría en su interior. Acerco su mano al pomo, lo giro suavemente, temiendo que la puerta estuviese cerrada. Pero nada más lejos de la realidad, la puerta se abrió con suma facilidad pese a su aspecto envejecido.

Entro en una pequeña habitación llena de estanterías con libros viejos y de aspecto caro. Entre todos esos libros, le llamo la atención una pequeña cajita que estaba sobre el estante central de la sala. Harry se acerco a ella, no sabia porque pero lo que estaba en su interior surtía una extraña atracción en él. Tomo la caja entre sus manos, abrió con sumo cuidado la tapa.

- ¡¡¡Pero que demonios!!! - dijo Harry sobresaltándose al ver el interior - ¡¡¡¿Qué demonios hace aquí una profecía?!!!

- Según mis registros lleva aquí casi desde los comienzos del Banco - dijo una voz a su espalda.

- ¿Cómo, quien esta ahí? - dijo dándose la vuelta para ver a quien le hablaba. El anciano duende estaba en la entrada de la pequeña habitación.

- Creo que debería llevarse eso - dijo el duende señalando la caja que Harry sostenía entre sus manos.

- Pero... - dijo Harry - Bien, creo que ya he visto suficiente. ¿Volvemos?

- Como usted diga Sr. Potter - respondió el duende dirigiéndose a la salida.