CAPITULO 3: MISIÓN

Saori dejó escapar un suspiro. Era un sábado en la noche, el mejor momento para llevar a cabo su plan. Ya tenía los planos listos, y apenas hacía una hora había oscurecido. En ese momento, Shion entró al templo.

-¿Me llamó, Atena- dijo el Patriarca, clavando la rodilla al suelo.

-Así es- dijo Saori- necesito que llames a Saga, Aioros y Mu para esta misión-

-Aioros y Mu se encuentran en sus respectivos templos- dijo Shion- pero Saga bajó a la ciudad, y aún no ha vuelto...-

-Bueno, avísale a Kanon que lo envíe aquí en cuanto llegue a su Templo- dijo Saori.

-Por supuesto- dijo Shion.

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-¿Qué sucedió- preguntó Clara al entrar al hospital, dejando la bolsa con su compra en la recepción.

-Llegas tarde, Clara- le dijo un médico muy moreno.

-Lo siento, Omar- dijo Clara- fui a comprar algo y... me entretuve. ¿Qué sucedió-

-Un choque- dijo el médico- había dos niños. Iván ya está con uno...-

-¿Dónde está el otro niño- preguntó Clara.

-En la sala 5- respondió el otro- solo necesita sutura-

Clara entró a la sala de suturas. Un niño de seis años lloraba a lágrima viva recostado en una camilla, quejándose de la herida en su frente que no dejaba de sangrar.

-Ya no llores, pequeño- dijo Clara, sentándose junto a él y acercando una mesita de trabajo- si no dejas de llorar no te vas a curar...-

El niño suspendió su llanto de inmediato, y se limpió las lágrimas de los ojos y los mocos que fluían desde su nariz con la manga de su sudadera.

-¿Ves? Mucho mejor- dijo Clara, sonriendo- Aurora, tráeme por favor lo necesario para suturar...-

-Aquí tiene- dijo la enfermera, colocando una bandeja junto a ella.

-¿Y dónde estabas, Clara- preguntó un chico ligeramente moreno de cabellos castaños, vestido igual que ella, que atendía a un niño de ocho años, suturándole una herida en su hombro. Clara no respondió mientras suturaba la herida del niño. Cuando estuvo a punto de terminar, el chico junto a ella repitió la pregunta.

-Estaba comprando algo para Zalika ¿ya- respondió Clara, cortando el hilo, y se volvió al niño- ya estás listo, pequeño, vuelve con tu mamá-

-¿Y bien- dijo el chico, terminando su sutura también y enviando al otro niño con su madre- ¿que te sucedió-

-¿Dé que hablas- preguntó Clara, quien se lavaba las manos sin mirarlo a los ojos.

-Estás muy callada...- dijo el otro chico, haciendo lo mismo y tratando de captar su mirada- y tienes una sonrisa muy peculiar-

-Sigo sin entenderte, Iván- dijo Clara, tomando una toalla para secarse las manos. Iván sonrió ampliamente. Esta vez, la chica definitivamente evadió el contacto con los ojos de su compañero.

-Vamos, Clara- dijo Iván- te conozco desde cuarto año...-

-Sí, y desde que te conozco jamás habías dicho algo tan tonto- respondió Clara.

Iván siguió mirándola sospechosamente.

-Bueno, basta de charlas- dijo Iván- se hace tarde, deberías llevar a Zalika a dormir-

-Tienes razón, ahora vuelvo- dijo Clara, tomando la bolsa de víveres de la recepción y buscando a la pequeña. La encontró y tomó con ella un elevador hacia el séptimo piso, y entró a una habitación donde había una mujer vestida con uniforme azul, sentada somnolienta tras un escritorio.

-Buenas noches- dijo la guardia tras un largo bostezo.

Clara solo sonrió y entró a la habitación donde había solo una litera. Ayudó a la pequeña a cambiar su vestido por un pijama color blanco. Luego la metió a la cama y a arropó bien. Zalika aún se resistía a dormirse, pero sus ojos se estaban cerrando.

-Duerme, halili- dijo Clara en voz baja, alisando el cobertor de la niña. (traducción: amada)

-No quiero...- dijo Zalika en medio de un bostezo.

-Duerme, Zalika- le dijo Clara dulcemente, besando su frente y acariciando su cabeza- tamu ruya...- (traducción: dulces sueños)

Luego de un par de minutos, Clara sonrió al ver que la niña ya se había dormido, y salió de la habitación, cerrándola con cuidado.

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Cuando Saga llegó a la casa de Géminis, saludó a Kanon y se puso a guardar todas sus compras en la alacena y el refrigerador.

-¿Porqué tardaste tanto- preguntó Kanon.

-Me entretuve esperando a que terminaran de hornear el pan, todo el que había era de la semana pasada y estaba más duro que tu cabeza- dijo Saga.

Kanon frunció el entrecejo, y se puso a sacar los trastos para comenzar a preparar la cena. El exgeneral marino esperaba un sermón de parte de su hermano, al menos alguna queja, pero nada llegó: su gemelo guardaba las cosas tarareando una canción en voz baja.

-¿Qué sucedió, Saga- preguntó Kanon.

-¿Qué-

-Que has estado muy callado desde que llegaste- dijo Kanon, alzando las cejas- y... has estado tarareando esa tonta canción ¿sucedió algo-

-Nada- dijo Saga, ya un tanto de mal humor. Kanon sonrió incrédulo.

-Sí, claro, y yo soy tu abuela- dijo Kanon con una sonrisa astuta- no me digas, ¿acaso conociste a una chica-

-Mira, Kanon, mejor no digas nada- le respondió Saga- que tú tienes más cola que te pisen...-

Kanon borró su sonrisa de inmediato.

-¿De qué hablas- dijo el exgeneral marino, fingiendo demencia.

-Como si no lo supiera- dijo Saga, terminando de guardar las cosas en la alacena.

-¿Qué insinúas- dijo Kanon

-Nada, que desde que Tetis llegó no has hecho más que dejar rastros de saliva por todas partes- respondió Saga mordazmente- creo que mejor me iré a dormir, no tengo hambre...-

-Por cierto- dijo Kanon, golpeándose la frente con la palma de la mano- olvidé decírtelo... Saori te espera en el templo de Atena-

-¿Lo olvidaste- dijo Saga, molesto de nuevo- ¿y porqué no estoy sorprendido-

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Después del aviso de su gemelo, Saga cruzó las Doce Casas y se presentó en el Templo de Atena, tal y como Kanon le había indicado. Al llegar, se encontró a Shion.

-Buenas noches, maestro- dijo Saga, inclinándose ligeramente.

-Buenas noches, Saga- dijo Shion a su vez- Atena te espera...-

Saga entró a la habitación de Saori y clavó una rodilla en el suelo.

-¿Me llamó, Atena-

-Así es, Saga- dijo Saori- es necesario pedirte que cumplas con una peligrosa misión-

-Usted dirá- dijo Saga, casi sonriendo. Ya quería ver algo de acción, para variar un poco. La tranquilidad del Santuario, y sobre todo la actitud de Kanon, lo estaba matando.

-Irás con Aioros y Mu a la villa de Salem- comenzó a explicar Saori- la cual está situada al norte de Italia. Es una villa muy secreta, y es habitada exclusivamente por mujeres. Todas ellas tienen grandes poderes, y poseen un collar con un extraño diamante muy poderoso...-

-Y quiere que vayamos y lo traigamos aquí- dijo Saga.

-Así es- dijo Saori- Kaysa ha estado espiando para Julián Solo, y le ha dicho que son amistosas con los hombres extranjeros, pero no permiten que las toquen, porque si lo hacen, los asesinan-

-Entiendo- dijo Saga -¿y en qué parte de la villa encontraremos ese diamante-

-En el palacio- dijo Saori- al parecer, la nieta de la reina es quien lo lleva...-

-Está bien- dijo Saga- ¿y cuándo partiremos-

Saori sonrió antes de responder.

-Ahora mismo-

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Después de unos minutos, en la casa de Aries, Mu se preparaba para partir, ignorando a Kiki, quien lo seguía para todas partes.

-¿Y a dónde va, señor Mu- preguntó Kiki por enésima vez.

-Ya te dije que es algo secreto- dijo Mu con toda la tranquilidad del mundo- y no puedo decírtelo-

-Pero...-

-Pero nada- dijo Mu- esta noche te quedarás con Aldebarán, y más vale que no hagas destrozos...-

-Está bien- dijo resignado el pequeño lemuriano, cruzando los brazos- pero cuando regresen de todas maneras lo averiguaré-

Mu sonrió y se puso su armadura.

-¿Listo, Mu- dijo Aioros, apenas llegando al templo de Aries. El caballero de Sagitario llevaba su armadura dorada. Tenía cara de no haber dormido en varias noches, y dejó escapar un bostezo.

-¿Te sientes bien, Aioros- preguntó Kiki.

-Si, solo que estoy un poco can...can...cansado- dijo Aioros, bostezando de nuevo.

-Bueno, entonces no gastes tus energías hablando, Aioros- dijo Saga, también entrando a la casa de Aries, portando la armadura de Géminis - esta misión no será nada fácil-

-Lo sé, amigo- dijo Aioros con una sonrisa- pero no hay nada que no podamos hacer-

-Exacto- dijo Saga- ¿nos vamos-

Aioros y Mu asintieron. Los tres salieron de la casa de Aries, para poder teletransportarse.

-¿Y bien- dijo Mu.

-¿Conoces la villa de Salem, al norte de Italia- preguntó Saga. Mu asintió- llévanos ahí-

Mu obedeció. En ese instante desaparecieron del Santuario, y aparecieron en una pequeña villa, extrañamente iluminada con la luz de la luna. Había al menos cuarenta casas, y un gran castillo color negro.

-¿Alguno de ustedes habla italiano- dijo Aioros, y sus dos compañeros sacudieron la cabeza- espero que eso no sea un impedimento...-

-No lo será- dijo Saga- Kaysa ha estado aquí y habla menos italiano que nosotros swahili-

-¿Swahili- dijeron Mu y Aioros al mismo tiempo, mirándose entre ellos.

-Bueno, basta de charlas y busquemos ese palacio- dijo Saga, comprendiendo que habló de más.

-Debe ser ese- dijo Mu, señalando al tenebroso edificio negro- vamos-

Los tres entraron a la enorme estructura negra. Lejos de ser tenebroso por dentro, el castillo era más que hermoso. Candelabros que adornaban e iluminaban los techos, hermosos tapices y finos muebles, muchos de ellos recubiertos de oro.

Iban caminando por los pasillos del palacio cuando se encontraron con una mujer muy hermosa, que llevaba un vestido negro y una banda del mismo color cubriendo su frente.

-Buenas noches, extranjeros- dijo la mujer, inclinándose graciosamente ante ellos- ¿quiénes son ustedes y qué los trae al palacio de la reina de Salem-

-Somos caballeros de Atena- dijo Saga- y vinimos de parte de ella a hablar con la reina Deyana-

-Por aquí, caballeros de Atena- dijo la hermosa mujer tras inclinarse levemente de nuevo.

La desconocida dio media vuelta y los condujo a un enorme salón, lleno de mujeres que, al igual que la conductora, eran muy bellas y todas usando un vestido negro y una banda del mismo color en la frente.

El enorme salón era iluminado por velas, dándole un ligero toque tétrico. Al otro extremo del salón, había dos tronos, uno grande y uno pequeño, donde estaban sentadas dos mujeres que llevaban máscaras doradas cubriendo sus rostros, y solo permitían que los caballeros vieran sus ojos. Ambas estaban, como el resto de las mujeres en esa sala, usando vestidos y capas negras, y las dos tenían largos cabellos negros.

La mujer en el trono más grande era, sin duda, la reina. Tenía un porte majestuoso, los ojos color azul cielo, la mirada orgullosa y tenía entre sus manos una vara de madera con mango de oro y rubíes incrustados en ella. La menor tenía los ojos color violeta amatista, y sus cabellos negros no eran lacios como los de la reina, sino un poco ondulados. Parecía más bien tímida y clavó la vista en el suelo tan pronto se acercaron los caballeros.

Y fue cuando los tres caballeros lo vieron: un collar con un diamante de un extraño tono entre violeta y azul, pendiendo del cuello de la chica de ojos color violeta junto a la reina.

-Bienvenidos, caballeros de Atena- dijo la reina, poniéndose de pie- yo soy la reina Deyana. ¿A que debo tan repentina visita-

Los tres caballeros se miraron entre sí.

-Vinimos con una petición de parte de Atena- dijo Mu en voz baja- que nos entregue el diamante mágico...-

La reina hizo una mueca bajo su máscara, y los caballeros pudieron notar que frunció el entrecejo. La mujer en el trono pequeño no se movió ni se inmutó.

-Ese diamante ha sido transmitido de madre a hija en mi familia durante más de veinte siglos- dijo la reina en tono molesto- y, como ven, es ahora mi nieta, la princesa, quien lo lleva-

-¿Acaso va a rehusarse a cumplir la petición de Atena- dijo Saga.

-¿Y que pasaría si así fuera- dijo la reina en tono de reto también.

-Lo tomaremos por la fuerza- dijo Saga, encendiendo su cosmo.

Al ver esto, la princesa abrió los ojos desmesuradamente, se levantó de su asiento y, con sus manos sobre la joya, comenzó a dar varios pasos hacia atrás. La reina dio un paso hacia atrás y levantó la mano, y todas las mujeres sacaron una vara parecida a la de ella y apuntaron con ellas a los caballeros.

-¡CRISTAL WALL-

Mu levantó una pared de cristal para separar a la reina y la princesa de todas las demás mujeres, y por más conjuros que las primeras lanzaron contra ella, no podían romperla.

-Son hechiceras- murmuró Aioros, y Mu asintió.

-Están solas las dos- dijo Saga- entréguenlo o morirán-

-Eso es lo que tú crees, caballero- dijo la reina, ondeando su vara y haciendo aparecer un par de espadas. Las tomó y se preparó para defenderse de Saga, colocándose entre los caballeros y su nieta- los tres morirán por esta insolencia-

-Espera, Saga- dijo Aioros, tomándolo del hombro- debe de haber otra manera...-

-No hay otra manera- dijo la reina de mal humor- les haré pagar por habernos desafiado...-

La reina se lanzó contra Saga, pero ella sola no era rival para tres caballeros dorados. Mu la detuvo con otra Pared de Cristal, Aioros le arrebató una espada y la tiró a un lado. Saga hizo otro tanto con la otra, pero no la tiró, sino apuntó al cuello de la reina con ella, quien quedó entre su trono y la punta de la espada.

-Dile a tu nieta que nos entregue esa joya- dijo Saga- o te atravesaré la garganta...-

-¡Nunca- exclamó la reina- es su destino tenerla, y no se la entregaré a Atena-

-Tú lo has querido así- dijo Saga- despídete-

-¡Basta- gritó la princesa, arrancándose el collar del cuello-lo entregaré-

-¡No lo hagas- dijo la reina- sabes bien lo que...-

-Lo siento, abuela- dijo la princesa en tono amargo- pero tu vida vale más que esto- y lo entregó a Mu, quien era el que estaba más cerca de ella- tómalo, y recibe también mi maldición...-

-Guarda tus amenazas para alguien a quien le importen, princesa- dijo Saga de mal humor, bajando el arma. Aioros sentía que algo no estaba bien, y Mu notó un extraño tinte triste en los ojos de la princesa.

La reina aprovechó la distracción de los caballeros y, tomando la espada que Aioros había dejado caer, lanzó una estocada contra Saga, atravesándole el brazo.

-¡Saga- exclamó Aioros.

-¡No se irán con esa joya- bramó la reina.

Saga se enfureció y, con la espada que él mismo tenía en la mano, trató de arremeter contra la reina, pero la princesa lo detuvo tomando la espada por la hoja, y su mano comenzó a sangrar abundantemente.

-¡Ya tienen la joya, caballeros- gritó la princesa, apretando su mano ensangrentada- ¡dejen en paz a mi abuela-

-Ya basta, Saga- dijo Mu. Sacó un pañuelo blanco y vendó con él la mano de la princesa, quien lo miró abriendo los ojos desmesuradamente.

-Me...me tocaste- dijo ella en voz baja, cuando Mu terminó de vendarla.

Dándose cuenta de su error, Mu se apresuró a deshacer la pared de cristal, se acercó a Saga y Aioros, y los tres se teletransportaron de vuelta al Santuario.

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CONTINUARÁ...