Capítulo I: ojos azules

-Milo eres tú?-dijo un Camus recién salido de la ducha. Estaba secándose el pelo y llevaba una bata celeste.

-Camus…yo…no podía dormirme…perdona mi intromisión...mejor me voy…- respondió un caballero de escorpio sorprendentemente alejado de su actitud presumida, se notaba triste y melancólico esa noche.

-No!-exclamó Camus casi expulsando las palabras de su boca sin pensar lo que decía-…es decir…no hay problema…quédate si quieres…de cualquier modo…a qué has venido?

-Bueno…-Milo tragó, se preguntaba si era correcto decírselo en ese momento-me sentía algo solo y como somos amigos desde hace mucho tiempo…pensé que tal vez no te molestaría que pasara un rato en tu templo…-Milo apartó la mirada esperando que sus razones sonaran convincentes. En respuesta, el caballero de acuario frunció el ceño y lo observó confundido.

-Ah…no…no hay problema compañero

Milo pudo apreciar en su voz un dejo de abatimiento, como si algo se hubiera roto de repente.

-Rayos!-Gracias…-intentó sonreír para dejar de lado esa mirada suplicante de Camus, como si esperase algo del santo de escorpio. Justo cuando el caballero de hielo giró su cabeza para continuar con el secado de su pelo, Milo apretó los labios y los puños por la impotencia. Al demonio!.Se abalanzó sobre Camus, quien cayó de espaldas en la cama y lo besó apasionadamente. El caballero de Acuario se sorprendió al principio, pero conforme a sus sentimientos hacia Milo no tardó en corresponder la unión. Pasaron unos minutos en ese estado, adhiriendo sus labios en un contacto suave y furioso a la vez, hasta que se separaron lentamente. Permanecieron sosteniendo las miradas, esas azuladas aguas en las que desembocaban uno y otro y se perdían un una corriente de profundas emociones. Sus respiraciones estaban agitadas y sus cuerpos ya habían comenzado a tomar temperatura. El ambiente se llenaba de un aura calurosa y excitante. Al fin, Camus rompió el agobiante silencio.

-Milo…tú…-la manos de Camus reposaban a sus costados, temblorosas y húmedas. Cerca de éstas estaban las fuertes extremidades de Milo, apoyándose en el hueco que se formaba entre las mismas y las caderas del santo de acuario.

-Camus…te amo…por favor…dime que me quieres-susurró Milo acercándose al oído de su compañero.

-Milo…yo…yo…si te quiero…te amo…-esta vez, el caballero de acuario tomó la iniciativa aproximándolo por el cuello y presionándolo contra sus labios.

A los besos les siguieron las caricias, la exploración de sus cuerpos sudorosos iluminados por las curiosas estrellas que se asomaban por la ventana envidiosas de tal demostración de amor. La cercanía se hizo más íntima, la ropa ya no estaba, sólo sus cuerpos desnudos unidos en una eclosión de sensaciones.

El calor del sol despertó a Camus acariciando sus mejillas, haciéndole recordar el calor de la maravilla noche que había pasado. Abrió los ojos entusiasmado con la visión que podía encontrar a su lado por la magnífica belleza de Milo, pero se encontró solo recostado sobre una maraña de sábanas desparramadas y ninguna señal de su amado. Una leve sensación de decepción se apoderó de su mente…él sabía que el santo de escorpio era conocido por sus romances fugaces, sus pasiones de una noche, sus caricias sin dueño…pero él le había dicho que lo amaba…no?Por primera vez había podido advertir algo más allá de su porte de casanova y su aire arrogante, había visto sinceridad en aquellos ojos azules. Mientras recordaba perfectamente la imagen de aquellos mares cristalinos se percató en su recuerdo de algo que no había notado en aquel entonces por la éxtasis del momento. Eran azules no?...pero…parecían pertencer a otra persona. Pero qué estas diciendo Camus!Tu amor por ese cobarde te está haciendo delirar!Qué más daba, aún tenía esperanzas de que la propuesta de Milo siguiera en pie. Sin más, se levantó dispuesto a ir a desayunar y encontrar a su amado y tal vez hallar una señal que le dijera que el amor que le había prometido era verdadero.

Así, salió de su templo. Sus ojos tenían un brillo especial esa mañana, el brillo de unos ojos que sienten amor. Ingresó al salón, donde pudo observar que aún no habían llegado todos, de hecho, se encontraban nada más Aldebarán(el más interesado en la comida), Shaka, Mu y Dokho(los más madrugadores)…aunque qué extraño, Saga también solía levantarse temprano. Milo no había acudido aún como era de esperarse, pero la idea de retrasar lo que había venido a hacer lo ponía más ansioso y tímido.

-Buenos días Camus-dijeron los caballeros presentes girando sus rostros hacia el santo de acuario que se aproximaba a la mesa.

-Ah…buenos días compañeros-respondió Camus distraídamente.

Se sentó al fin, tratando de no llamar demasiado la atención, tenía que concentrarse en lo que le diría a Milo. Además, no quería que sus compañeros percibieran la sensación de pena que lo estaba abrumando poco a poco. No podía pensar que lo que había ocurrido ayer fuera real…tal vez no lo era…tal vez…era uno de los juegos de Milo. A pesar de sus intentos de ocultar sus sentimientos, Mu y Shaka eran muy perspicaces y al poco tiempo notaron la preocupación de Camus.

-Pasa algo amigo?-rompió el silencio el hindú acercándose un poco al santo de acuario que se había ubicado unas sillas más allá de los cuatro caballaros que estaban desayunando.

-Eh…?...-se despabiló de repente Camus para encontrarse con los rostros de Shaka y Mu mirándolo curiosamente-nada…en serio…no hay de qué preocuparse…-respondió nervioso.

-Vamos Camus, puedes confiar en nosotros-insistió Mu poniendo su sonrisa más alegre.

-No…está bien, gracias por preocuparse…pero no es nada.

-Camus, a veces hay que dejar de lado el orgullo…sólo te queremos ofrecer un poco de ayuda…-volvió a la carga el santo de Aries

-He dicho que no!-exclamó Camus bastante furioso mientras se disponía a marcharse luego de golpear la mesa con sus manos y dirigirle a los dos entrometidos caballeros una reprimenda con su mirada. Definitivamente había perdido el apetito. Bufó al pasar al lado de Mu y lo empujó levemente con su hombro. Los dos santos se quedaron atónitos siguiendo la trayectoria de sus movimientos. Mu intentó correr tras él, pero Shaka lo detuvo posando su mano en su hombro.

-Déjalo Mu, a veces es mejor dejar que las heridas cicatricen por sí solas.

Mu asintió satisfecho con las palabras de su amigo y juntos regresaron a sus respectivos asientos. ´´Tienes razón Shaka…como siempre pareces tenerla…por eso eres tan especial´´.

Cabizbajo y apresurado un frenético Camus se dirigía a la salida cuando se chocó con el robusto pecho de dos santos que recién llegaban al comedor: Milo de Escorpio y Saga de Géminis. Al fin había aparecido el objeto de sus perturbaciones…ahora sólo necesitaba disipar las dudas de su mente…necesitaba mirar una vez más a su ojos azules. Buscó entonces una señal de aprecio en la mirada de Milo…esa señal que pudiera confirmar el amor correspondido que tanto añoraba. Sólo encontró indiferencia y extrañeza…Milo lo contemplaba algo desconcertado arqueando una ceja y pasando a continuación a su lado sin prestar más atención al pequeño bizarro encuentro. Por su parte, Saga, lo siguió a Milo, mas antes de apartarse completamente de Camus le tocó el hombro y le guiño el ojo. Camus continuó rápidamente tratando de fingir que lo había afectado en absoluto la actitud del santo de Géminis…Saga era algo raro en ocasiones…tenía ese comportamiento esquizofrénico que tantas veces había ocasionado problemas. En fin, no había ya nada que hacer, lo mejor sería volver a su templo y analizar fríamente lo que había ocurrido.