TRES.
Noviembre.
Los días pasaron. Ariel y yo terminamos por ser muy buenas amigas; después de clases nos reuníamos a hacer juntas nuestros deberes escolares (como se dice por acá: "la tarea"), aunque no íbamos en la misma escuela pero es bien sabido que se enseña lo mismo en todas. Yo siempre te veía practicando tus atajadas en la portería que tenías instalada en el jardín, o bien, jugando con Max; pero siempre, siempre, me sonreías al verme y me saludabas cada vez como si tuviésemos cien años de no vernos. Muchas veces nos quedábamos platicando un buen rato en el jardín, después de que ambos terminábamos con nuestras obligaciones y, curiosamente, Ariel siempre tenía "algo importante que hacer" y nos dejaba solos. Tú me hablabas de tu vida en Japón y de tus amigos Oliver y Tom, pero jamás me hablaste de tus sentimientos y emociones. Yo te contaba mis experiencias adolescentes y mi vida en este país, aunque sin importar lo que te contara, nunca parecías estar satisfecho y siempre me pedías que te contara más sobre mí. Como si mi vida pudiera ser interesante...
Cada día me gustabas más; tu forma engreída y arrogante de ser, tu orgullo desmedido, tu honestidad, tu madurez, tu confianza en ti mismo, tu deseo de superarte, todo en ti me volvía loca de amor. Eras el hombre que no sabía que siempre quise conocer. Como bien decía tu entrenador Fredy Frank, lo que más llamaba la atención de ti era tu futuro como portero y tu don de liderazgo. Nunca fui a uno de tus entrenamientos de tu nuevo equipo, el Grunwald, pero sí te vi entrenar muchas veces en tu casa y de verdad que lo hacías estupendamente. Conforme fui conociéndote, me di cuenta de que no habría nada que pudiera impedirte cumplir tu sueño de convertirte en el mejor de los guardametas. Qué lástima que estaba equivocada...
El conocerte cambió completamente mi forma de ser. De tímida e introvertida comencé a volverme abierta y dicharachera. Mis compañeros de clase notaron el cambio y se preguntaban qué era lo que me había pasado que me tenía tan cambiada. Definitivamente, era el amor lo que a mí me faltaba.
Sin embargo, Benji Price, nunca dejaste de ser un enigma para mí. Nunca demostrabas tus sentimientos y yo de plano no sabía si te gustaba tanto como tú a mí. Después de la vez que fuimos al cine, ya no volviste a invitarme a salir y comencé a pensar que tu intención solo era que fuésemos amigos. Ni modo...
Pero eso a mí no me importaba. Kenji me contó que nunca tuviste novia en Japón y que no estabas interesado mucho en las chicas dado que el sóccer te absorbía por completo, pero él pensaba que tarde o temprano caerías con alguien. A pesar de lo tímida que era, siempre que quería algo lo conseguía, así que me propuse conquistarte a como diera lugar.
Empezaría por ir al entrenamiento del Grunwald, quizás a llevarte algo de comer o simplemente a darte ánimos. Pero terminaría por arrepentirme de semejante idea...
Convencí al guardia de la entrada de que me dejara pasar, diciéndole que mi tío era uno de los asistentes del equipo y que era diabético y que se le había olvidado ponerse su insulina en la mañana, así que yo tenía que dársela lo antes posible sino quería que mi tío sufriera las consecuencias. No sé de donde me saqué semejante patraña, en ese entonces apenas y sabía lo que era la diabetes.
Al llegar al campo de juego, el horror me hizo quedarme con la boca abierta. Tú estabas parado frente a la portería, intentando detener la lluvia de tiros que tus compañeros de equipo te lanzaban con saña; intentabas detenerlos, pero eran demasiados y todos te golpeaban en la cara y el cuerpo; estabas cubierto de golpes y moretones y la sangre te escurría por la cara, pero ni así dejabas de pedirles que te siguieran lanzando balones. Todos te gritaban improperios y burlas y se mofaban por el hecho de que eras japonés. Había un sujeto en particular que no dejaba de decirte que te largaras por donde habías venido y que un japonesito como tú nunca llegaría a titular. Segundos después, el tarado ese te golpeó en la cara.
La indignación me invadió, quise saltar al campo y darle a ese sujeto una buena patada en el trasero. ¿Cómo se atrevía a golpearte? Yo también sabía lo que es ser discriminado por ser extranjero y siempre he pensado que es una verdadera estupidez. Sin embargo, tú no pusiste la otra mejilla: golpeaste al idiota mentecato en el rostro, y antes de que pudiera reponerse de la sorpresa, comenzaste a golpearlo una y otra vez, incluso cuando el tipejo cayó al piso tú lo pateaste sin descanso, hasta que uno de los entrenadores puso fin a la pelea.
Yo me quedé sembrada en mi sitio. No podía creer lo que acababa de presenciar, en ese entonces apenas era una chiquilla y no me cabía en la mente actos como el que acababa de ver. Bueno, hay cosas peores pues pero como ya dije, apenas era una niña. Los llevaron a tu compañero y a ti a la enfermería y yo decidí marcharme por donde había venido. Lo bueno fue que tú nunca te diste cuenta de que yo estaba aquí y te quedaste sin saberlo, porque yo jamás quise contártelo. La verdad era que me dio miedo verte así, realmente estabas muy furioso y agresivo y nunca pensé que pudieras comportarte de esa manera. Ahora que te lo confieso debe de darte un poco de sorpresa, pero espero que entiendas el por qué no quise decírtelo antes.
Al día siguiente, en la escuela, Ivonne, una de mis amigas, se acercó a mí a la hora del receso:
Hola, Azucena.- saludó.- Quisiera preguntarte algo.
Dime.- respondí.
¿Qué onda con Adolfo, eh?
Adolfo era el niño que me gustaba antes de conocerte.
¿Cómo que qué pasó con él?.- me sorprendí.
Sí, me ha contado que ya no lo saludas ni lo buscas.- dijo Ivonne.
Ya todas mis amigas, media escuela y hasta el propio Adolfo sabían que éste me gustaba.
Ah, ¿en verdad? No lo había notado.- respondí, vagamente.
Vaya, vaya, algo me dice que ya no te gusta... .- Ivonne me miró con ojos de complicidad.- ¿No me digas que te gusta alguien más?
Eso ha de ser.- intervino Naxiely, otra de mis amigas.- Últimamente anda por las nubes, yo creo que ya anda enamorada.
¡Anda la osa!.- gritó Sara, otra amiga.- ¿Eso es verdad, Azu?
Y de pronto, me cayó el veinte. Como si alguien hubiese encendido la luz. Me había enamorado de ti, Benji Price.
Pues la verdad, sí.- respondí yo.- Sí estoy enamorada de alguien más.
¡Waaa! ¿Quién es?.- gritaron todas.
No va en esta escuela.- contesté.- Es mi nuevo vecino.
¿Entonces ya no estás interesada en Adolfo?.- inquirió Ivonne.
No, para nada. Ya no me gusta otro que no sea Benji.
Ahhh, con que es el famoso Benji Price del que tanto nos hablas, ya me lo suponía.- dijo Sara.
Bueno, ¿entonces que le vas a decir a Adolfo?.- preguntó Ivonne.
Pues nada, simplemente ya no me gusta.- contesté.- No tengo otra cosa que decirle.
Ya después, al finalizar las clases del día, Ivonne nuevamente se acercó a mí.
Azu, hablé con Adolfo.- me informó.- Le dije que ya no estás interesada en él.
Ahhhh.- me sorprendí muchísimo, aunque no sé por qué si bien que sabía que Ivonne es una chismosa.- ¿Y qué dijo?
Pues se sorprendió muchísimo, y si quieres que te dé mi opinión, no se veía muy feliz con la noticia.
Pues es culpa de él, viejo baboso, tuvo mucho tiempo para invitarme a salir, bien sabía que me gustaba mucho pero jamás me dijo nada.- protesté.
Es que se andaba dando sus aires de importancia contigo...
Pues ni modo entonces, es su culpa, para qué se comporta como tarado.
Ese día, cuando volví a casa, me estabas esperando en la esquina de nuestra cuadra. Me puse más que feliz al verte, aunque estaba tan colorada como mi mochila a cuadros rojos.
Ho... Hola.- tartamudeé. Vi que tenías un moretón cerca del ojo derecho y recordé el incidente, pero decidí no comentarte nada.
Hola, qué gusto verte.- me respondiste.- Dime, ¿tienes algo que hacer en la tarde?
No, no tengo mucha tarea el día de hoy, ¿por?
Pues quería que me invitaras a pasear por la colonia para conocerla.
O sea, hello con tu hello, Benji Price.- me burlé.- ¿Cuánto llevas aquí? ¿Un mes? ¿Y aún no conoces el lugar en donde vives?
He estado ocupado.- fue lo que respondiste.- No seas así, dime que sí.
Ah, no lo sé, lo voy a pensar...
Y prometo invitarte a uno de mis partidos de fútbol cuando sea titular.
¡Ahhh! ¿En verdad lo harías?.- me emocioné. Aun seguía sin gustarme el fútbol pero me moría de ganas de verlo jugar.
Claro, me dará mucho gusto saber que estarás apoyándome en las tribunas.
¡Oh! ¡Ya dijiste!.- grité, feliz.
Muy bien, entonces te esperamos más al rato en mi casa. Ariel ya no hace la tarea si no estás tú con ella.
¿Ella irá con nosotros?
No, dice que tiene clases de no se qué cosa ridícula que solo a ella le gusta.
Ahhh, muy bien, entonces nos veremos más tarde.
Me marché muy feliz a mi casa, sintiendo correr por mis venitas la emoción del primer amor. Qué cursi suena eso ahora, pero me cae que no se le puede llamar de otra forma.
Notas:
La diabetes mellitus es una enfermedad incurable, en donde el páncreas, un órgano del cuerpo humano, ya no produce la sustancia que regula los niveles de azúcar en la sangre, o sea, ya no produce insulina. Se necesita entonces estarse aplicando insulina diariamente para evitar que los niveles elevados de
