Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Las parejas de este fanfic van a ser Artemis Entreri y otros drows, y Jarlaxle, por supuesto.
Capítulo 7. Duelo de espadas.La gran ciudad, por fín.
Entreri nunca se había sentido tan aliviado en su vida. Por fín podía escapar del cuartel de Bregan D'aerthe. El gran complejo de la banda se había convertido en un infierno desde el espectáculo que había dado con Kimmuriel al salir con él abrazado de aquel modo.
Aunque Kimmuriel no había reclamado el dinero de la apuesta general para el que se tirase a Artemis Entreri, todo el cuartel había supuesto que al menos había habido algo, juegos preliminares o lo que fuese.
Eso por supuesto había hecho creer que ahora el humano era mas abierto a los intentos de meterse en su cama. Lo que había supuesto un aumento considerable de los piropos, las ofertas y los tocamientos indeseados.
A Entreri le dolía la mano de tanto dar bofetadas. Había tenido que renunciar a dar puñetazos tras dejarse los nudillos en carne viva.
Por fin Jarlaxle había aparecido para comunicarle que iban a Menzoberranzan. Entreri no cabía en sí de gozo al oirle hablar.
- Te enseñaré las distintas partes de la ciudad, y de paso atenderé algunos asuntos que tengo allí...
- Si, si, si... ¿cuándo salimos?
Jarlaxle enarcó una ceja, sorprendido, generalmente Entreri no mostraba tanto entusiasmo por las cosas. Ahora no hacía mas que meterle prisa como un crio.
- Estooo... pues en cuanto estes listo.
- Ya lo estoy. Venga, venga, vamonos.
Jarlaxle se encogió de hombros con una amplia sonrisa. Por fín iba a estar a solas con Entreri, se lo llevaría a la ciudad, irían a cenar y luego pasarían la noche juntos y...
Artemis sintió deseos de golpearse la cabeza contra un muro, o mas bien de golpear a Jarlaxle, el drow ya tenía otra vez esa cara de alelado.
- . Jarlaxle... ¡Jarlaxle!
Jarlaxle salió de su precioso mundo de fantasias y miró al objeto de su deseo en vivo y en directo, en breve todas sus fantasias se harían realidad.
- Vamos allá.
Era una ciudad increible. Entreri observó con interés clínico todo lo que Jarlaxle le mostraba. El mercado, los barrios, las enormes estalagmitas donde se construían las casas drow, los edificios imponentes...
Era imposible verlo todo en un solo día. Entreri no podía sino admitir que estaba impresionado por la ciudad, y eso que él había visto ciudades grandes y diversas. Esta ciudad era un caos de mezcla de estilos, era algo confuso, como si los drows se limitaran a escoger algo que les gustara de cada estilo y luego lo juntaran.
Notó que la calle se abría para dejar paso a dos jinetes de lagartos y Jarlaxle le indicó que se fijase en ellos.
- Son Dantrag y Berg'inyon Baenre.
Entreri asintió, Jarlaxle se había puesto al tanto de las casas nobles de Menzoberranzan y sobre todo de la primera casa, la casa Baenre. Aquellos eran el hijo primero y el segundo respectivamente. Ambos guiaban sus monturas con porte orgulloso, sobre todo Dantrag, sí, este último era el maestro de armas de su casa, y no era por nada.
Dantrag debió notar su mirada porque le miró directamente a los ojos.
El contacto fue fugaz, pero Entreri supo instintivamente que allí se había lanzado un desafio, dos guerreros de instintos agudizados sabían medirse unos a otros. Sintió una corriente eléctrica similar a la que había sentido la primera vez que había juzgado la habilidad de Drizzt Do'Urden.
Berg'inyon por otra parte, paró su montura y saludó con un gesto.
- Saludos, Jarlaxle, cuanto tiempo.
Jarlaxle se levantó el sombrero con estilo teatral.
- El placer es mio.- Contestó con excelente cortesía.- Dantrag, Berg'inyon, es agradable volver a casa.
Dantrag se limitó a asentir con gesto orgulloso, al parecer poco satisfecho con el hecho de que su hermano menor hubiese saludado al mercenario con tanta ligereza, como si fuese un igual y no un descastado, un descastado poderoso e influyente, pero un descastado igualmente.
Sus ojos ambarinos volvieron a cruzarse con los de Entreri.
Dantrag había oido hablar de aquel humano, al parecer Jarlaxle había aparecido de regreso en la infraoscuridad con este a su lado. El hijo primero de la casa Baenre notó al segundo que el humano era un guerrero... uno orgulloso además. Aquellos ojos grises, frios como el acero de una espada, se cruzaron con los suyos con un destello de reconocimiento.
Un desafio. Interesante.
- Sin duda, no hay nada como el hogar.- Coincidió Dantrag.- He oido cosas interesantes de tu viaje, sería agradable oir un relato de primera mano y no una de esas exageraciones de los soldados.
Jarlaxle guiñó un ojo a Entreri y volvió su atención a los hermanos Baenre.
- Por supuesto¿dónde siempre?
- Donde siempre.
Los dos Baenre y su escolta continuaron su camino y Jarlaxle sonrió dando una palmada a Entreri, que frunció el ceño.
- . ¿Qué?
- Dantrag sin duda ha oido que buscábamos y encontramos a Drizzt Do'Urden, verás, el pobre maestro de armas de Baenre siempre deseó batirse con el padre de nuestro conocido vigilante.
- Pero nunca pudo.- Razonó Entreri.
- Exacto, y estoy seguro de que le vamos a impresionar.
¿Para que necesitas impresionarle?.- Replicó Entreri, no le gustaba vangloriarse de trabajos a medio hacer, no estaría satisfecho hasta que hubiese matado a Drizzt.
- Esta ciudad es un juego de influencias y conocimiento.
Entreri asintió, por supuesto, Jarlaxle siempre tenía un uso para todo y ampliar su poder era siempre una imperación en una sociedad en la que el fuerte devoraba al debil. Entreri no pudo evitar un leve pinchazo de vanidad al saber que Jarlaxle iba a vangloriarse de tener entre sus filas al humano que era el rival e igual en combate a Drizzt Do'Urden.
La luz de Narbondel, el "reloj" de Menzoberranzan, indicaba la mitad de la tarde cuando se reunieron con los Baenre.
Donde siempre resultó ser una gran taberna llena de drows nobles, el vigilante de la puerta torció el gesto al ver a un humano pero Jarlaxle le pasó la mano por la cintura, para incomodidad de Entreri, y le dejaron pasar.
- No te ofendas, amigo mio, solo quiero evitarme problemas.
- Van a creer que soy tu mascota.- Replicó irritado.
Su mascota... Laxjarse sacó un pañuelo para retirar el exceso de saliva, una cosa era parecer idiota en su cuartel y otra muy distinta ponerse a divagar en una de las mejores tabernas de Menzoberranzan antes de un encuentro con los hijos de Baenre.
Un encargado les llevó hasta una mesa apartada, reservada con toda probabilidad para la primera casa de la ciudad, allí estaban sentados Dantrag y Berg'inyon y en pie, tras ellos, dos soldados perfectamente uniformados, probablemente unos guardaespaldas.
Berg'inyon y Jarlaxle conversaban muy afablemente, de forma casi relajada, aunque estaba claro que los drows no se relajaban nunca en compañía de otros. Dantrag hacía algunos comentarios ácidos y Entreri permanecía en silencio, absorviendo toda la información que podía mientras intentaba discernir que era lo que estaba bebiendo.
- Me temo que no me quedé con tu nombre, humano.- Dijo al fin Dantrag, se habían estado retando con la mirada durante toda la conversación.
- Artemis Entreri.
Dantrag asintió sin romper el contacto visual.
- Dicen que conoces a Drizzt Do'Urden¿es cierto?
Directo al grano, Entreri notó que también Berg'inyon estaba pendiente de sus palabras, Jarlaxle sonreía con satisfacción mientras pedía otra copa.
- Si, le conozco, bastante bien.
- . ¿Has luchado contra él?
Definitivamente Dantrag era de los suyos, directo al grano.
- En varias ocasiones.
Solo decir que había combatido varias veces contra el renegado hizo que a Dantrag se le iluminaran los ojos ambar con un fulgor dorado.
- Interesante.
Jarlaxle dio vagas indicaciones de la incursión en los túneles de Mithrill Hall, sabiendo que lo que dijera iría a parar a oidos de Triel en caso de cualquiera de los dos Baenre quisiera tener el favor de la mas probable heredera de la anciana matrona.
Dantrag no obstante parecía tener ojos solo para Entreri. Ambos permanecían totalmente ajenos a la conversación.
- Nunca pude demostrar mi superioridad respecto al padre de Drizzt Do'urden, el cobarde Zaknafein siempre me evitó.
Entreri ladeó la cabeza sin decir nada, no sabía nada del padre de su némesis, pero si se parecía a Drizzt probablemente no había sido cobardía sino esa estúpida idea de no combatir a menos que fuese por una "causa justa". No le extrañaba que ese tal Zaknafein estuviese muerto.
- Y nunca tuve ocasión de batirme con su hijo, el renegado.
- Es escurridizo.-Coincidió Entreri.
- Si... así que... ¿en varias ocasiones?
Entreri asintió, con suerte podría batirse con este drow. Dantrag Baenre... Entreri sonrió solo de pensar en el poder y respeto que esa victoria le proporcionaría, derrotar al maestro de armas de la casa Baenre le situaría en una alta posición frente a la ceguera racista de los drows, no podrían volver a mirarle con desprecio.
- Quien lo hubiera dicho...- Continuó Dantrag con una sonrisa.
Una mano se deslizó sobre su muslo.
Entreri sintió que el respeto por Dantrag y su deseo de combatir contra él se esfumaban, el hijo primero de Baenre se había inclinado levemente y estaba acariciándole el muslo con movimientos sinuosos.
¡Otro¿Por qué¿Por qué?. Empezar a golpearse la cabeza contra la mesa no era lo mas adecuado en un lugar público pero Entreri tuvo que hacer grandes esfuerzos para evitarlo. Malditos fueran todos¡quería matar a Dantrag, acababa de destrozar sus planes de futuro con aquella maldita mano!
Los dioses se estaban riendo de él, Lloth debía estar muriendose se risa mientras hacía que sus adoradores se lanzaran sobre él.
- Podria concederte un duelo.- Comento Dantrag, para asombro de su hermano.
Entreri mantuvo una expresión impreterrita, pero Jarlaxle pudo advertir un leve espasmo en el ojo derecho. Algo pasaba.
Si, claro, un duelo... y encima el muy impertinente lo decía como si le estuviese haciendo un favor, oh, si, Dantrag, estoy desesperado por ti¡sodomizame por favor!. ¡Yo lo que quiero es clavarte una daga entre los ojos no que tú me metas tu espada por donde la espalda pierde su santo nombre!
- Puedo dar un... poco de crédito a alguien que ha sobrevivido a varios encuentros con el renegado.
- Soy su igual en el combate.- Replicó Entreri, picado por el tono paternalista.
Berg'inyon bufó con cierto desprecio, pero Dantrag se limitó a sonreir con el mismo aire de superioridad condescendiente, y le acarició la cara interna del muslo en movimientos circulares.
- Si eso es cierto, un duelo sería sin duda algo interesante.
Entreri echó una ojeada a Jarlaxle, que miraba a Dantrag con expresión clínica¿es que no veía que el engreido maestro de armas le estaba metiendo mano?. ¡Sácame de esta, maldito titiritero!.
Jarlaxle sopesó opciones, estaba claro que Dantrag quería beneficiarse a Artemis. De hecho sospechaba que la mano de Dantrag no estaba alisando el mantel bajo la mesa sino comprobando la textura de la tela de los pantalones del humano.
Por un lado le irritaba profundamente, él había visto a Entreri primero, estaba antes por derecho de antigüedad, el humano era suyo¡su material privado de perversión!. ¿Desde cuando había mostrado Dantrag algún interes en un humano o en cualquier miembro de la plebe?. ¿Cómo se atrevía a tratar de poner las manos en el trasero de diez puntos de Artemis?.
Por otro lado saber que el presuntuoso Baenre pretendía a Entreri le producía no poco orgullo. Desde luego aquello haría que el maestro de armas se bajase un poco los humos.
Era irónico, Dantrag siempre le había despreciado por el poder que había conseguido siendo un mercenario sin casa, y ahora deseaba a Artemis Entreri.
Jarlaxle sonrió y acercando su asiento al de Entreri le pasó un brazo sobre los hombros.
Entreri se estremeció como un caballo, aquel no era el tipo de ayuda que había esperado.
- Suena interesante, pero no sé si Entreri tendrá tiempo libre.
Dantrag frunció el ceño. Al parecer Jarlaxle reivindicaba al humano como suyo. Aquello era un desafio en toda regla.
Artemis Entreri, un nombre interesante para un hombre interesante. Había llamado poderosamente su atención, el humano había reclamado su atención con aquellos ojos del color del acero, en ellos se podía leer su fuerza y su orgullo.
Y era atractivo, muy atractivo. Dantrag bebió de sus rasgos angulosos, duros, mejillas altas enmarcando una nariz perfecta, labios gruesos... tan besables, rodeados por la sombra de una barba que le daba un toque poderosamente masculino.
Y ese orgullo y arrogancia... a Dantrag le gustaba eso en sus amantes, disfrutaba doblegando aquella osadía mostrando su superioridad en todos los sentidos.
- Yo diría que ahora hay tiempo. ¿Y bien, humano? Comprendería que te sintieses intimidado.
Entreri apretó la mandíbula¿intimidado?
- No veo nada que me intimide.- Replicó con un ramalazo de furia.
- Si aceptases el duelo lo verías.
Dantrag había pinchado en el orgullo de Entreri, Jarlaxle no pudo sino admirar la táctica, era perfecta cuando había que tratar con este humano en particular.
Entreri hizo rechinar los dientes, Dantrag era la criatura mas prepotente que había conocido en su vida, maldito pavo real...
- Lo pongo en duda.
- Zaknafein sabía que mi espada era mejor que la suya, por eso nunca aceptó el duelo.- Replicó Dantrag, sabiendo que tarde o temprano el humano caería.
Y cuando le enseñara el tamaño de su espada el pobre Artemis no tendría mas remedio que aceptar la derrota y permitir humildemente que le tomara.
Oh si, Dantrag estaba muy orgulloso de su espada, estaba completamente seguro de que era el varon mejor equipado de Menzoberranzan, aunque Uthegental no dejaba de negarlo. El maldito maestro de armas de la casa Barrison Del'Armgo, segunda casa.
- Lo importante es la habilidad.- Gruñó Entreri.
- Eso dicen algunos.- Dantrag sonrió.- . ¿Eres de los que lo suplen con habilidad?
Entreri apretó los puños, nadie, nadie iba a insultarle de aquel modo. Bajó una mano, agarró la entrometida mano de Dantrag y la puso sobre su paquete, presionando los dedos sobre la tela de sus pantalones y sobre su miembro que empezó a endurecerse para la ocasión, nada extraño teniendo en cuenta la agitación a la que lo sometían los drows ultimamente.
Dantrag abrió los ojos como platos. Tuvo un intenso y nada habitual sentimiento de inseguridad, ese bulto... se sentía enorme. No... no podía ser, era un truco. Miró a Entreri a los ojos y palpó de nuevo el bulto. Tenía que ser un truco.
¿Ropa? No, la ropa era mas blanda... ¿un arma oculta¿una daga? No, era mas blando.
Quizá... ropa interior con relleno metálico, una coquilla... si, tenía que ser eso.
Jarlaxle apenas si podía aguantar la risa, nunca hubiese imaginado que Dantrag diese tanta importancia al tamaño de su... espada. Si así era, el maestro de armas mostraba una expresión que denotaba que estaba a punto de tener un gran disgusto.
Berg'inyon por su parte, nunca había visto aquella expresión en el rostro de su arrogante hermano. No podía ser cierto, el humano tenía que haber urdido algún truco.
Dantrag apretó los dientes, ningún patético humano, por atractivo que fuese, iba a burlarse de él de ese modo. Se levantó con la furia grabada en la cara, tirando su silla al suelo del ímpetu, pronto toda la taberna miraba en su dirección.
- Subamos arriba, humano, esto no ha terminado.
- Como quieras.- Respondió Entreri.
En medio de un silencio sepulcral, ambos contendientes subieron al piso superior, donde tenían habitaciones.
Jarlaxle y Berg'inyon se miraron.
- Apuesto 2000 piezas de oro a que gana Dantrag.
- Apuesto lo mismo por Artemis.- Replicó Jarlaxle.
Jarlaxle recibió la bolsa de dinero con una amplia sonrisa cuando Dantrag bajó del piso superior lívido y mascullando maldiciones entre dientes.
Berg'inyón suspiró al oir del fuerte portazo dado por su hermano al salir de la taberna.
- . ¿Sabes lo insoportable que se va a poner a causa de esta humillación?
- Puedo suponerlo.- Jarlaxle se sentía satisfecho, muy satisfecho.
- Y seré yo quien tenga que aguantarle.- Gruñó el joven, aunque secretamente estaba encantado, al menos no tendría que aguantar nunca mas a Dantrag enseñandole su "espada" para fastidiarle.
Entreri bajó con enorme satisfacción, nunca antes había dado la menor importancia a su hombría, pero hoy podía permitirse esa pequeña debilidad. Había humillado a Dantrag del modo mas facil. Jamas olvidaría la expresión de aquel engreido al ver que era superado en casi medio palmo. La imitación de un gnomo ante un diamante había sido perfecta.
Dantrag se había largado sin decirle una sola palabra, pero obviamente humillado.
Se sentó en la mesa con una sonrisa inmensa y Jarlaxle le dedicó un respetuoso saludo.
- Hoy te has ganado el respeto de Menzoberranzan.
Entreri sonrió pero unos instantes después la sonrisa se le congeló en la cara... ¡practicamente acababa de proclamar que estaba bien dotado en una ciudad como aquella! Con un escalofrio miró en derredor.
Allá a donde miraba los drows le estaban guiñando el ojo o haciéndole ofertas en el lenguaje de los signos drow...
Acababa de destrozar su breve descanso en Menzoberranzan.
- Jarlaxle.
- . ¿Si?
- Mátame.
Jarlaxle se echó a reir pero Artemis no le veía la gracia por ninguna parte.
Nota de la autora: Aunque lo uso como recurso cómico, todos debeis saber que el tamaño NO importa, lo que importa es la habilidad con que se usa. Mas vale maña que fuerza.
