Capítulo 2: La casa de Hermione
Las escasas luces de la calle se apagaron y dieron paso a unas que provenían de un enorme vehículo de dos pisos. Harry y Hermione se miraron sorprendidos y se acercaron a la puerta del autobús de la cual salió el conocido joven con la cara llena de acné.
- Bienvenidos al Autobús Noctámbulo – Saludó – El mejor medio de transporte para el mago y/o bruja desamparado. Soy Stanley Shunpike y seré su cobrador esta noche.
Harry no podía creer que, después de casi 3 años, Stan aún no había cambiado su repertorio de bienvenida.
¡Pero si es el joven Potter! – Gritó el cobrador, bajó los 3 escalones del autobús rápidamente y le dio la mano a Harry- Es un placer volver a tenerte a bordo. No se queden ahí como idiotas se están mojando y a decir verdad yo también así que apurense.
Stan volvió a abordar. Harry y Hermione lo siguieron.
¡Acelera, Ernie! – Exclamó Stan dándole unos golpecitos a la puerta que daba a la cabina del conductor.
El Autobús aceleró violentamente lanzando a Harry hacia la parte trasera, más encima, el pesado baúl le cayó encima. Hermione había alcanzado a sujetarse y corrió en su ayuda.
¿Estás bien? – Preguntó acercándose y empleando fuerzas sobre humanas para levantar el baúl
- Eso creo – Respondió Harry liberándose – Gracias.
¿Hacia dónde van eh? – Inquirió Stan con la cara oculta detrás de un ejemplar de "El Profeta"
- A Londres – Contestó Hermione automáticamente – A unas 4 Calles del Callejón Diagon por favor
- Muy bien – Stan seguía concentrado en el periódico ¡Ernie, siguiente parada 4 Calles antes del Callejón Diagon, llegaremos en 5 minutos muchachos. ¡Pisa el acelerador!
Harry se aferró lo más pronto que pudo al poste más cercano.
Fueron unos cinco minutos bastante largos, las calles pasaban a tal velocidad que era imposible divisar algo, contadas veces se lograban ver borrones de distintos colores que dejaba atrás el Autobús Noctámbulo, Harry supuso que serían coches. Finalmente, se escuchó el chirrido del húmedo pavimento. Se habían detenido.
- Son dos sickles, por cada uno – Cobró Stan – Incluyendo el avechucho.
Hedwig emitió un chillido, muy ofuscada y ofendida.
- Yo pagaré Harry, no te preocupes
Hermione le entregó el dinero a Stan y desabordaron el autobús, que pronto desapareció en medio de la neblina, al parecer ya quería despejar y el frío ya no era tan intenso.
Se encontraban en una calle bastante grande, con casas de aspecto bastante sencillo y muggle. Había jardines llenos de flores exóticas y olorosas que Harry no conocía. Bastantes vecinos del lugar habían salido a mirar qué clase de vehículo había armado tanto escándalo. Al no ver nada volvieron a la paz de sus hogares. Seguramente era una avenida particularmente silenciosa y escuchar semejante ruido despertaba la curiosidad de mucha gente. Hermione se liberó del gorro plástico del impermeable y señaló hacia delante. La avenida se extendía hacia el Norte, parecía interminable. Comenzaron a avanzar. Hedwig iba profundamente dormida con la cabeza bajo el ala en el hombro de Harry.
- Es esa – Dijo Hermione de pronto.
La chica señalaba a una casa mediana con la pintura bastante gastada en las esquinas, las ventanas estaban empañadas y por la pequeña chimenea de ladrillos se podía ver brotar levemente una humareda. El jardín parecía el menos anormal de todo el lugar. Tenía una plantación de margaritas en la entrada y unas violetas adornaba el borde de la ventana principal cerca de la puerta.
Hermione sacó unas llaves de su bolsillo y las introdujo en la cerradura. La puerta se abrió y pasaron.
Estaba todo pintado de amarillo claro. Las paredes y los muebles estaban repletos de fotos familiares donde los padres de Hermione sonreían en su boda, otras en que salían junto a una niña de cinco años con pelo revuelto, incluso había algunas de él y Ron. Llegaron a una salita de estar con la chimenea prendida y algunos sillones pequeños. Al fondo se veían las escaleras para acceder al segundo piso. Y junto a ellas otro pasillo que seguramente conducía a la cocina y al comedor. Un hombre delgado y calvo apareció desde el pasillo y saludó a Harry con una sonrisa.
- Vaya, buenos días Harry. Nos alegra mucho que estés por aquí.
- Buenos días señor Granger. Gracias – Saludó el muchacho algo cohibido – Gracias por invitarme.
- Oh si si, Hermione ha estado hablando de ti desde que llegó del colegio.
- Ay papá – Hermione se sonrojó ligeramente.
¿Dije algo malo? – Inquirió el Sr. Granger.
- Bueno…, Harry- Hermione lo tomó por el brazo – Deja tu baúl ahí y a Hedwig por ahí…vamos al comedor que mi mamá ya está preparando el desayuno.
Jaló a Harry hacia el pasillo y sí, había estado en lo cierto, había un pequeño comedor con una mesa de madera redonda y varias sillas. Hermione se sentó en una de ellas y dio un suspiro, parecía agotada. Harry se sentó frente a ella.
- Y…¿Cómo llegaste a Privet Drive? – Preguntó después de haber pensado en una serie de temas de conversación que parecían inservibles
- En el autobús local de aquí…- Respondió Hermione – No sabía como hacer llegar el Autobús Noctámbulo así que decidí que eso lo viéramos a la vuelta.
Una puerta detrás de Harry se abrió y la señora Granger apareció en el comedor. Llevaba puesto un delantal rosa y unos platos y servicios en cada mano.
- Harry, es un placer tenerte por aquí – Dijo con una gran sonrisa – Siéntete como en tu casa.
- Muchas gracias – Harry también le sonrío.
- Aquí está su desayuno…espero que les guste…
La señora Granger les sirvió y retomó su camino hacia su cocina. Lo que había en el plato parecían unos huevos estrellados con salsa de…algo.
- Te gustará – Le dijo Hermione divertida – No te preocupes, todos los que vienen ponen la misma cara cuando lo ven.
Harry tomó su tenedor, agarró un poco y se lo llevó a la boca. Estaba bueno. Por lo menos no incomible.
Siguieron comiendo y hablando un largo rato. El frío había ido disminuyendo y la chimenea ya estaba de sobra. Estaba sofocante ahí adentro así que comenzaron a abrir las ventanas de las cuales venía una brisa muy agradable y limpia.
Hermione le contó a Harry que los Weasley estaban de vacaciones en casa de Charlie, en Rumania y llegarían ahí para su cumpleaños. Faltaba sólo una semana.
Durante los siguientes días las cosas marcharon bastante bien. El Señor Granger los llevaba todos los días al pueblo. Había muchas cosas interesantes. Se sentaban a comer helados en un almacén llamado "La libélula" en el cual atendía un hombre rechoncho y con bigote que a Harry le recordaba mucho a Tío Vernon, pero su personalidad era completamente distinta. Era un hombre muy amable que incluso, a veces, se sentaba con ellos a conversar sobre su familia y un rancho que tenía fuera de la ciudad. La Señora Granger los esperaba con cenas exóticas, pero después de tanto helado parecía que el estómago les iba a estallar y no probaban bocado, aun así, la señora Granger parecía conservar su esperanza y seguía preparando platillos todos los días.
Llegó el Viernes, faltaba sólo un día para la llegada de los Weasley.
Lo sé, lo sé...estuvo particularme aburrido...pero fue más que nada para explicar y detallar, no se preocupen, el próximo capítulo se pondrá interesante con la llegada de los Weasley.
