Hola. Bueno, está de más decir que la mayoría de los personajes de esta historia no son de mi propia creación, sino que han nacido de la ágil pluma de Joan K. Rowling.

Sólo quisiera hacer una advertencia con respecto a este capitulo y otros que se vienen. Los momentos en que, por casualidad, Ginny se encuentra con nuestro ya concoido Harry Potter son citados del libro Harry Potter y La Cámara Secreta, claro que los dialogos y situaciones están vistas desde Ginny y no desde Harry como en ese libro.

Espero que les guste.

III. Harry Potter y el muchacho de la estación

Ginny despertó sobresaltada con los gritos de su madre. Sabía que los cacharían, pensó, y se rió de sus hermanos. Eso les pasa por burlarse de mí.

Se levantó y fue al baño a lavarse la cara y peinarse un poco, no quería bajar hasta que su madre dejara de gritar. Ella podía ser muy dulce, pero cuando se enfadaba era como un dragón con migraña.

Ginny pensaba bajar a desayunar con sus hermanos y conocer al tal Harry. Tenía muchas ganas de burlarse de ellos, ya que cuando les advirtió que su madre notaría rápidamente el robo el auto, ellos se burlaron de ella, como siempre.

-Eres muy pequeña para entender de estas cosas - dijeron Fred y George al mismo tiempo, como solían hacer.

Como si ella no hubiese hecho suficientes travesuras en su vida como para saber que una cosa tan grande se descubriría fácilmente.

Así pues, cuando los gritos cesaron bajó las escaleras, aún en camisón.

Todavía podía oír a Fred y George justificando su hazaña y a su madre haciéndolos callar. Pero cuando entró en la cocina su corazón se detuvo por un momento.

Ahí estaba sentado a su mesa, con sus hermanos. Era el muchacho de la estación, en su casa. Todos se callaron cuando ella entró en la cocina. El dolor en el pecho y el vuelco en el estomago hicieron que Ginny diera sin querer un pequeño grito cuando sus ojos y los del chico se juntaron y él esbozó una pequeña sonrisa.

Se sintió muy roja, avergonzada, totalmente avergonzada, sólo atino a dar media vuelta ya salir de la cocina lo más rápido posible.

-...debe de estar esperando que le firmes un autógrafo, Harry -Oyó burlarse a Fred.

El comentario de Fred le dolió mucho a Ginny, rápidamente las lagrimas empezaron a brotar de sus ojos, subió la escalera a toda velocidady se encerró en su cuarto.

Ron no le había mentido, Harry Potter y el chico del anden eran la misma persona y ahora él pensaba que ella era una chica tonta que lo admiraba porque era famoso. La había visto horrible con su camisón de florsitas rosas como el de una niña tonta de seis años y ella envés de hacerse la tonta y saludar como si nada se había quedado paralizada y había salido corriendo. Seguramente Ron ya le diría que ella había preguntado por él, y pensaría que es una niña pequeña, nunca la miraría.

Se hecho a llorar en su cama Nunca tendré amigos, pensó.

Lloro hasta que sintió las voces de los chicos en el jardín. Se levantó de la cama y fue a mirar por la ventana.

Fred, George, Ron y Harry estaban desgnomizando el jardín, a Ginny le gustaban los gnomos, pero era divertido ver como los chicos veían quienes los tiraba mas lejos, Harry tenía un buen tiro pero no tan bueno como los chicos que estaban acostumbrados a hacer el trabajo.

Casi cuarenticinco minutos más tarde los gnomos se fueron del jardín caminando en filas. En ese minuto la campanilla que colgaba de la puerta principal sonó.

-¡Ya ha llegado! -anunció George- ¡Papá está en casa!

Y entonces entraron a la casa y Ginny volvió a la cama.

No pasaron ni cinco minutos cuando su madre comenzó a gritar denuevo. Un momento después Ginny escucho el chirriar de unos pasos en la escalera.

Fue hacia la puerta y abrió una rendija para ver quien subía. Eran Harry y Ron, por un momento sus ojos y los de Harry se juntaron, Ginny sintió nuevamente aquella presión en el pecho y cerro la puerta de golpe.

-Ginny -oyó decir a Ron–. No sabes lo raro que es que se muestre así de tímida. Normalmente nunca se encierra.

Las palabras de Ron resonaron en su cabeza toda la mañana. El tenía razón, ella no era así, y si quería que Harry, el muchacho del anden, no el chico que salvo al mundo mágico de quien no debe ser nombrado, no, el chico ingenuo y que no sabe mucho del reino de la magia, si quería que él se fijase en ella tendría que salir de esa habitación y dar la cara.

Pero era bien difícil. Cada vez que se encontraba con Harry su corazón daba un vuelco, sus manos se volvían torpes y su lengua se trababa, su cara e ponía tan roja como los tomates del huerto, y seguramente no lograba distinguirse donde empezaba su cabello.

Harry ya llevaba casi una semana en La Madriguera la mañana en que llegaron las cartas de Hogwarts para él y el resto de sus hermanos.

Ginny se había levantado temprano con los ruidos del espíritu que vivía en el desván, se vistió como todas las mañanas, ya que no quería que la volviese a ver en camisón y bajó a desayunar con sus padres, su tazón de avena se estaba enfriando cuando él y Ron entraron en la cocina, y sin querer le dio un golpecito con el codo cuando lo vio entrar, se levantó y se metió debajo de la mesa para recojerlo, ya comenzaba a acostumbrarndose al sonrojo. Afortunadamente él hizo como que no lo notaba. Su madre le pasó una tostada y él se sentó cerca de su padre, como solía hacer.

-Han llegado cartas del colegió –dijo su padre, entregándole a Harry y a Ron los sobres que había traído esa mañana una lechuza parda-. Dumbledore ya sabe que estás aquí, Harry, no se le escapa una a ése. También han llegado cartas para ustedes dos –añadió cuando entraron Fred y George, todavía en pijama.

Se quedaron unos minutos en silencio mientras leían las cartas.

Fred le hachó un ojo a la carta de Harry que estaba sentado a su lado.

-¡También a ti te han indicado todos los libros de Lockhart. –Exclamó-. El nuevo profesor de Defensa contra las Artes Tenebrosas debe de ser su admirador: apuesta que es una bruja.

Ginny notó que su madre lo miraba con cara de reproche, y Fred trató de disimular untándole mermelada a su tostada.

Gilderoy Lockhart era un mago guapisimo y muy valiente, que había escrito montones de libros contando sus hazañas contra las fieras más temidas, la madre de Ginny era una gran fanática de él, como muchas brujas, y al parecer en todos los cursos de Hogwarts había que leer sus libros, porque la lista de Ginny también estaba repleta de títulos como: Paseo con los hombres-lobo y Recreo con la banshee.

-Todos estos libros no resultarán baratos –observo George-. Los libros de Lockhart son verdaderamente caros...

-Bueno, ya nos arreglaremos –repuso su madre, aunque su cara notaba preocupación-. Espero que a Ginny le puedan servir muchas de las cosas de ustedes.

La familia de Ginny no tenía mucho dinero, ya que siempre habían rechazado la fortuna de sus antepasados que no eran de muy buena calaña, según su padre, y siempre habían tenido que compartir los útiles, esto no le molestaba mucho, porque como ella era la única mujer siempre había tenido ropa nueva, no como Ron, Percy o los gemelos que tenían mucha ropa que había sido de Bill y Charle.

-¿Entonces ya vas a empezar en Hogwarts este año? –Le pregunto Harry, lo que la puso muy nerviosa e hizo que metiera el codo en la mantequilla.

Trató de hablar pero las palabras no le salían así que asintió con la cabeza. Para su suerte Percy entró en la habitación en ese preciso instante y solo Harry noto su torpeza, de lo contrario habría tenido que aguantar las burlas de los gemelos el resto del día.

Percy ya estaba vestido y lucía como siempre su insignia de prefecto sobre su suéter.

-Buenos días a todos –Saludo Percy con su tono almidonado de seguridad-. Hermoso día.

Percy había estado muy raro durante el verano y se pasaba en su habitación escribiendo cartas a quien sabe quien.

Se sentó en la silla que quedaba libre, pero se levanto de un salto, y sacó de debajo a Errol que estaba cada vez más demacrado.

-¡Errol! –dijo Ron, arrebatándoselo a Percy y sacándole una carta que llevaba debajo del ala-. ¡Por fin! Aquí está la respuesta de Hermione. Yo le escribí a ella contándole que te íbamos a rescatar de los Dursley. –Le diji a Harry. Los Dursley eran la familia de muggle con la que Harry vivía.

Ron llevó a Errol hasta la percha que había junto a la puerta de atrás, e intentó ponerlo en ella, pero Errol volvió a caerse, así que lo dejó en el escurridero murmurando ¡Patetico!. Ron siempre se quejaba de las cosas que había en casa, tenía una rata que había sido de Percy, Scabbers, siempre se quejaba de lo inútil que era y pensaba que los huevos de rana que tenía en un acuario en su cuarto nunca empollarían.

Ron abrió la carta de Hermione y la leyó en voz alta :

Querido Ron, y Harry, si estás ahí:

Espero que todo haya salido bien y que Harry esté estupendamente, y que no hayas tenido que hacer nada ilegal para sacarlo, Ron, porque eso le traería problemas también a Harry, proteger estado muy preocupada, y si estás bien, te ruego que me escribas lo antes posible contándomelo, aunque quizá sería mejor que usaras otra lechuza, porque creo que un viaje más podría acabar con esta.

Por supuesto, estoy atareada con los deberes escolares y el próximo miércoles nos vamos a Londres a comprar los nuevos libros. ¿Por qué no nos vemos en el callejón Diagon?

Cuéntame qué ha pasado en cuanto puedan.

Un beso de Hermione.

Bueno, eso nos viene bien, podemos ir a comprar la cosa que precisan –dijo su madre, mientras levantaba la mesa-. ¿Qué van a hacer hoy?

Harry, Ron y los gemelos tenían planeado subir a la colina que hay en el jardín trasero de La Madriguera para jugar al quidditch. Ginny también quería ir, pero cuando le preguntó a Fred este le dijo que era demasiado pequeña y que tenía que hacer penitencia por haberle contado a su madre lo del robo del auto, Ginny ya estaba cansada de decirle a los gemelos que ella no había dicho nada, pero ellos no le creían ni una palabra.

Así es que Ginny decidió hurguetear entre las cosas viejas de sus hermanos y ver si encontraba algo que le fuera útil para llevar a Hogwarts.

La mayoría de los libros que Ron había usado el año anterior le servía, pero, pero las túnicas que les quedaban ya chicas a él y a los gemelos a Ginny le quedaban tan grandes como una carpa de circo. Cuando fue a pedirle ayuda a su madre para poder encogerlas ella le dijo:

-No te apures querida, yo tengo algo de oro guardado desde que naciste para esta ocasión, podremos comprar algunas túnicas de segunda mano y también una varita nueva.

Ya esta, gracias por los reviews y por supuesto que voy a terminarla, tengo grandes ideas para esta historia.