Capitulo 1: Sombras...
Dolor. La muchacha despertó bruscamente de una terrible pesadilla. Con la respiración agitada y el miedo a flor de piel intentó serenarse. Pero no podía.
Parecía tan real... pensó. Se sentó en la cama. El camisón blanco se le pegaba a la piel, debido al sudor que le invadía el cuerpo.
Ginny Weasley estaba asustada. Desde aquel día no fue la misma. Por las noches, su temor se incrementaba y la remontaba al infierno que le tocó vivir. No podía más. Muchas veces pensó en el suicidio... pero descartaba la opción. No iba a darle a él el lujo de morir por su culpa. Jamás. No quería llorar por él... pero le era imposible. Cada vez que las imágenes de aquel día volvian a su mente no podia evitar que las lagrimas se le escaparan. Necesitaba contarlo, desahogarse... pero no podía... la vergüenza... y tal vez la culpa se lo impedian...
Por eso tenía que seguir así... sola...
La luz del sol que se colaba por la ventana la despertó.En el colegio, todo es silencio... y, si eran casi las diez de la mañana en Navidad, como para que no hubiera silencio...
Ginny se desperezó y luego de levantarse se dirigió al baño. Se miró en el espejo, y el reflejo que este le devolvió la asustó. Los ojos rojos de tanto llorar la hacían tener un terrible aspecto. Intenta maquillarse un poco para que no se note demasiado. Un poco mas animada, bajó a despertar a sus amigos.
-¡Hermione! –
-Gin... ¿Ginny? ¿Qué hora es? –
-Hora de levantarse... ¡Anda, hazlo, vamos a ver los regalos! –
-Bueno, vamos... – Las dos muchachas se levantaron. Hermione, una chica menuda de 17 años, cursaba su séptimo año en Hogwarts y se había convertido en la novia de Ron. Harry seguía preocupado por Voldemort, pero tenía algún romance de vez en cuando. Ginny estaba en su sexto año. No estaba con ningún chico. Ya no.
-¡Hey, Gin! ¿Me estas escuchando? –
-Eh... si... ¿Qué me decías? –
-Te preguntaba que recibiste... –
-Ah... bueno, un sweater de mama... un libro de Ron... y... – Ginny se detuvo al ver una pequeña carta. La abrió y leyó las primeras líneas. Empalideció. Cerró la carta de golpe y subió a su habitación. No podía creerlo, Él la había encontrado... y lo peor... ¡Estaba en Hogwarts! Ginny estaba muy asustada. Pero decidió que lo mejor era bajar a comer, porque alguien podría sospechar. Y lo que menos quería en ese momento era dar explicaciones...
Cuando bajo las escaleras, descubrió que estaba sola. ¡Maldición! Pensó, y corrió hacia el Gran Comedor para alcanzarlas.
En eso estaba cuando alguien chocó con ella. Menos mal, que cayó sobre esa persona, porque sino se hubiera dado un buen golpe...
-Ay... ¡lo siento muchísimo! – Dijo, pero al verle la cara a la persona con quien se había chocado se arrepintió.
-¡Weasley! ¡Sal ya mismo de arriba mío! – Draco Malfoy, un muchacho rubio de unos 17 años, se encontraba tirado, debajo de ella y más colorado de lo normal. La chica, deseosa de abandonar el lugar, se apresuro a levantarse no sin antes dirigirle una mirada asesina.
-No te preocupes, Malfoy... ya me iba... – No tenía ganas de detenerse a pelear.
-Ah... no... ¡tu no te vas de aquí sin pedirme disculpas! – Draco había tomado entre sus manos las de ella (que eran mucho más pequeñas que las de él) y la retenía allí.
-¿Estas loco? ¡Suéltame! – La chica forcejeaba y él no cedía.
-No te voy a soltar. Tu chocaste conmigo, es un delito muy grave, así que pídeme disculpas... no hagas que te obligue... –
-Tu no puedes hacer eso – Lo desafió ella.
-No hay nada que no pueda hacer... – Y con un movimiento rápido, la tumbó en el suelo con él arriba. Ginny sentía como su respiración se agitaba. Sentía como el temor y la desesperación la invadía el cuerpo...
-¡Suéltame! Por favor... – Le suplicaba. Pero Draco, la tenía inmovilizada y la observaba. No pensaba hacerle nada... simplemente asustarla... y lo estaba consiguiendo...
-¿Tienes miedo, Weasley? Tendrás que disculparte... porque tendré que darte una lección... – Él le susurraba en el oído, y sus rostros estaban peligrosamente cerca. Ginny no pudo contenerse. Una lagrima se le escapó, perdiéndose en sus labios... y Malfoy lo notó. Sin saber porque, la soltó rápidamente y utilizando sus fuertes brazos la levantó del suelo y la vió llorar en silencio. Un sentimiento de culpa lo embargó... Un momento... ¿Culpa? ¿Él, Draco Malfoy? ¿El chico más insensible de todo Hogwarts, se sentía culpable de haber hecho llorar a una chica... a una Weasley? Maldiciéndose a sí mismo, le echó una profunda mirada a la chica, clavando sus ojos en los de ella.
-Bueno, Weasley, voy a perdonarte esta vez... ¡Pero no creas que por eso, cada vez que me veas vas a chocarte conmigo! – Y dicho esto se fue. Pero Ginny seguía asustada. Él no sabía... ni siquiera se imaginaba él porque de su reacción...
Se calmó un poco, y se dirigió al Gran Salón. Se sentó junto a Hermione, y se olvidó un poco de todo lo que había ocurrido. Todos estaban muy contentos ya que se aproximaba el baile de Navidad. Pero al contrario de sus amigas, ella no tenía pareja para el baile. En realidad, había tenido más pretendientes que cualquiera, pero ella no tenía intenciones de asistir. Ya no quería hacer nada en la que tuviera que aparentar ser felíz. Por que no lo era. Sin saberlo, se estaba escondiendo en sí misma. Ya no salía de su habitación, mas que para ir a clases... ya no iba a Hogsmeade. No le gustaba estar entre muchas personas. Sus amigas la veían muy alejada a ellas y prescindían de ella. Se estaba quedando sola...
Ginny observaba como sus amigas se vestían y se arreglaban para sus parejas. Escuchaba las típicas: "Pásame aquel brillo" o "No me gusta como me queda este vestido... ¿No me prestas ese? Y demás. Por un momento deseo poder ser parte de ellas... deseo ser una de esas chicas y no ser ella... quiso dejar de ser por un momento Ginny Weasley... pero no pudo...
El baile estaba comenzando. Ella no quería quedarse en su habitación, desde donde se escuchaba todo. Se dirigió a los terrenos y se sentó frente al lago. Estaba tan sumida en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que alguien se acercaba. No se dio cuenta de que alguien estaba tras de ella y la miraba. Hasta que una voz la devolvió a la realidad.
Una voz que ella conocía muy bien... una voz que temía... que había aprendido a odiar...
-Hola, preciosa... –
Ginny se estremeció...
La había encontrado...
