Capítulo 11: Soledad
Ginny caminaba por los jardines de su casa. Solitaria. Desde que Draco había partido las palabras no eran sino susurros y la vida se había tornado oscura. Pero si siempre tu vida ha sido oscura... Se decía a sí misma. Ya estaban en navidad... los meses habían pasado muy lentamente como si el tiempo supiera el punto exacto para hacerla sufrir.
Las cartas de su novio llegaban casi todos los días y ese era su soporte. Su familia estaba con ella. Le decían que todo saldría bien, que las cosas se aclararían... pero ella sentía que no la ayudaban. No sabían como hacerlo. O ella no quería su ayuda...
Sin embargo, pese a sus súplicas de que un día despertase y se encontrara con Draco a su lado, éste no regresaba. En sus cartas siempre lo decía lo atareado que estaba y que todos sus compañeros eran tan incompetentes que no podían hacer nada sin él.
Por eso se quedaba... no regresaba... la dejaba sola...
Draco no cesaba de escribir. Su pluma literalmente volaba y llenaba pergaminos en blanco en pocos minutos. Su jefe le había dicho que si seguía así, en pocos meses lo ascenderían... pero el tiempo pasaba y él creía que jamás podría volver a tiempo.
A tiempo para verla parir... para tomarla de la mano y estar a su lado... ¡Oh por Salazar que me he vuelto un estúpido cursi! Casi le gritó a su subconsciente, que en ese tiempo parecía dormido. Eso te pasa por no escucharme... Le respondió ésta, haciéndole ver que siempre estaría allí para molestarlo.
Draco sonrió. Sí, se había vuelto un idiota. Había transgredido todas las reglas que le había impuesto su padre así desde el día en que nació. Y todo lo había hecho por ella... solo por ella...
Por Ginny Weasley...
-Malfoy, el jefe desea hablar con usted. – El aludido despertó y parándose de su silla se acercó a la oficina continua que era la de su jefe.
-Siéntese –Le ordenó el hombre gordo con peluca que tenía enfrente. Malfoy obedeció y lo miró seriamente. No sabía para que lo había lo había llamado, pero tenía una leve esperanza de que la razón fuera la de su ascenso.
-He estado observando que se desempeña muy bien en el poco tiempo que lo hemos tenido aquí – Hizo una pausa tras lo cual agregó. –Por lo tanto, he decidido que puede seguir trabajando en Inglaterra, como usted desea... – Malfoy suspiró. Eso quería decir que todo el tiempo pasado allí había sido en vano porque no iban a ascenderlo.
-Bueno, señor... entonces ¿puedo tomarme el día para planificar el viaje? Es que deseaba pasar las navidades allí... y... –
-Siéntese Malfoy. Todavía no terminé... – Le dijo el hombrecito severamente. Draco creyó que le pegaría a ese tipo que se creía superior... y luego un sentimiento de culpa le hizo arder las orejas... ese tipo le recordaba a alguien... a él...
-Como le decía antes de que me interrumpiera, su desempeño ha sido notable, por lo que he decidió mandarlo de nuevo a Inglaterra... con el ascenso que tanto ha estado esperando... – Draco abrió los ojos como platos. Luego de agradecerle formalmente y estrecharle la mano, se dirigió a su apartamento a arreglar las cosas...
Iba a darle una sorpresa a Ginny...
-Mamá el árbol ya tiene bastantes brujas... y eso que no estamos en haloween sino en navidad... –
-Ginny querida, jamás hay demasiadas brujas en un árbol navideño... – La chica se rindió. Cuando a su madre se le metía algo en la cabeza, nadie se lo quitaba.
-Molly, ¡ya llegué! Espero que la comida esté lista, porque estoy desfalleciendo de hambre... – Le dijo Arthur a su mujer dándole un beso en la frente.
-Si, amor... está servida... llama a los muchachos por favor... – Arthur pegó un grito. Al instante, en el comedor se aparecieron cuatro muchachos: los gemelos Weasleys, Ron y Harry que había ido a pasar sus primeras navidades fuera del colegio con los Weasleys.
Desde que Ron y Harry habían aprendido a desaparecerse, competían con Fred y George por quien lo hacía más rápido.
-Siéntense queridos. ¡Ginny, ven a comer! – Le gritó a su hija que deambulaba por el patio.
La chica asintió y como si sus piernas caminaran a un paso diferente de su cuerpo, llegó a la mesa muy lentamente. Harry aún no la había visto desde su llegada y se impresionó mucho al ver la enrome panza que portaba. Ya estaría de unos 8 meses... con razón la tensión se hacía presente en la Madriguera. Todos parecían pensar que en cualquier momento pasaría...
Ginny daría a luz.
El temor. El dolor. La angustia. La desesperación. La oscuridad... y la luz...
Por primera vez en muchas noches, Ginny podía dormir. Una sensación de bienestar la colmaba, como si algo bueno fuera a pasar. En sus sueños siempre aparecía Thomas para sumirla de nuevo en la mas completa oscuridad. Y nadie podía rescatarla.
Pero esa noche, alguien le tendía la mano... la ayudaba...
Y la rescataba.
Y todo desaparecía. Ella se sentó en la cama. Ya se había desvelado y no volvería a dormir. Se frotó los ojos y se levantó. Hacía mucho frío. Se puso una bata que encontró en una silla y se dirigió al baño.
El espejo le devolvió una imagen no muy grata. Parecía mucho más grande de lo que en realidad era. Y, sabiendo todas las cosas que había tenido que pasar... era comprensible...
Pero a ella no le gustaba. Odiaba ser la víctima, que toda la familia estuviera pendiente de ella. Ni siquiera Harry, su amigo de toda la vida la miraba igual. Le tenían lastima. Y ella lo odiaba.
Levantó la mirada y se encontró con ella misma. Una Ginny con los ojos cansados y la mirada perdida. Sus manos bajaron por su cuerpo hasta llegar a su crecido vientre. No podía creer que un ser estaba allí. Que no estaba sola... ¡No estaba sola!
Un cálido sentimiento de felicidad comenzó a nacer dentro de ella. ¡Eso era! Todo ese tiempo había sentido que todos la abandonaban... que nadie la comprendía... que nadie estaba con ella. Y para colmo Draco se iba... dejándola aún más sola que antes.
Pero no era cierto. Alguien había estado con ella desde que él le arruinó la vida. Alguien había sufrido con ella... había sentido con ella... había vivido con ella.
Su hijo.
Sonrió. Una sonrisa en mucho... mucho tiempo. Por fin había entendido el porque quería tanto a ese bebé...
Porque le recordaba que hasta en la más negra oscuridad... siempre hay una luz...
Ginny se levantó de mejor humor. Se vistió lo más rápido que pudo y corrió a encontrarse con su familia. Al bajar las escaleras sonrió al escuchar el barullo que armaban sus hermanos abriendo paquetes. Intentó acordarse de que no podía hacer movimientos bruscos y bajó lentamente. Al llegar al árbol, se sentó en el suelo y comenzó a buscar sus regalos. Pero no hizo falta, porque los tenía todos en el mismo lugar.
-¡Hola Gin! – Le dijo Harry sentándose a su lado y mostrándole un aparato extraño que tenía en la mano. –Regalo de Lupin. Se supone que sirve para detectar "malas influencias en el aire" le dijo misteriosamente mientras ella reía y abría un paquete envuelto en rojo y dorado.
Al abrirlo se encontró con un libro que titulaba "Como hacer para tener un bebé mago y no morir en el intento". Detrás, una tarjeta. Era de Hermione. Siguió abriendo regalos por mucho tiempo. Su madre y su padre le habían obsequiado un conjuntito para bebé que cambiaba el color según era niño o niña. Los demás regalos eran simplemente los de siempre... ropa... alguna que otra broma para utilizar con enemigos, producto de Fred y George...
Sus ojos se pararon en un sobre verde y plateado que sobresalía justamente por su color. Sonrió. El único que podía enviarle una carta así era Draco, y tomando entre sus manos la carta comenzó a leerla:
Weasley:
Me imagino que nadie te manda cartas con ese encabezado por lo que sabrás quien soy. Y si no, voy a decepcionarme un poco... Como verás no te he mandado un regalo... porque pienso dártelo personalmente. Estoy seguro de que nos veremos muy pronto, ya verás. Y además así tienes una excusa para verme: Tengo tu regalo...
Recuerda: esto es una extorsión... pero sabes que te quiero... y que lo hago solo porque me muero de ganas de verte. Bueno, ya es demasiado cursi para mí. Te mando un beso. Draco Malfoy.
Ginny cerró la carta sonriendo. "Estoy seguro de que nos veremos muy pronto"... eso le sonaba muy bien, y estrechó la carta contra su pecho. Luego de abrir más regalos, se encontró con uno que no se esperaba...
Abrió un paquete pequeño y se encontró con un par de escarpines... negros... algo le atacó el pecho. ¿Qué clase de persona le regalaría a un bebé escarpines negros? No quiso responder a su pregunta. Pero cuando estaba por preguntar quien había sido, encontró una carta metida en el fondo del paquete.
No quiso abrirla allí. Un presentimiento de que debía estar sola la invadió. Y ante la mirada atónita de sus padres se dirigió al jardín donde siempre acudía en busca de refugio.
Allí, lejos de las miradas de todos desenvolvió el papel. Después de unos minutos, se dejó caer contra el gran árbol que había estado en su casa desde tiempos inmemoriables.
No podía ser... no... una lagrima rodó por su mejilla. Luego las demás, siguieron el ejemplo. Al poco tiempo, se encontraba tendida, agarrando bien fuerte su panza como si ésta fuera a escaparse. Mientras un dolor terrible le oprimía el pecho, alguien la encontró allí, llorando a mares.
-¡Ginny! ¿Qué pasa? – Le dijo Harry corriendo para encontrarse con la hermanita de Ron, como él la recordaba. Ginny no sabía que decir. No dijo nada. El muchacho encontró la carta tirada a un lado de ella y la tomó entre sus manos.
La leyó.
Hola preciosa, espero que los escarpines negros que compré especialmente para nuestro baby te gusten... y sino... me importa poco. Ten mucho cuidado, porque estoy cerca... mas de lo que te imaginas... y en cualquier momento nos reencontraremos. Tu, yo... y nuestro hijo.
Thomas F.
Harry volvió a leer la carta y luego al observó a ella. ¿Cómo podía haber una persona tan diabólica? ¿Cómo podía tener tanto interés en destrozarle la vida a una niña como ella? No lo sabía. Y tampoco quería encontrar una respuesta.
Por lo tanto, lo único que se le ocurrió hacer en ese momento fue abrazarla. Intentar ayudarla y calmar un poco ese sufrimiento que la consumía... poco a poco...
