Capítulo 12: La luz

Draco volaba lo más rápido que podía. Temía no llegar para desearle una felíz navidad a Ginny. Por fín divisó a lo lejos a la imponente Madriguera. Nunca había entendido como era que esa familia tan grande seguía viviendo allí. Era algo que no le entraba en la cabeza.

Llegó a la enorme puerta de la casa. Descendió lentamente de la escoba y suspiró. Jamás en su vida había pensado en que se encontraría en esa situación: Un Malfoy parado frente a la puerta de los Weasley para desearles una Felíz Navidad. Frunció el ceño al pensar en que diría su padre si pudiera verlo. No diría nada. Sacaría su varita y nos mataría a todos. Pensó sintiendo un terrible dolor en su pecho.

El recordar a aquel hombre le hacía estremecer. Observó la marca en su brazo con repulsión. Aún le ardía desde la última vez que Él los había llamado. La última vez que él había acudido. Porque el Lord ya no existía.

Y su padre tampoco.

Suspiró. Juntó fuerzas y golpeó la puerta. Esperó. Demasiado silencio para ser una familia tan numerosa... Pensó. Pero luego se dijo que estaba demasiado paranoico...

De pronto, sintió pisadas que venían desde adentro. Se irguió. Una voz le preguntó.

-¿Quién es? –

-Soy yo. Draco Malfoy – Acto seguido, la puerta comenzó a abrirse lentamente. La silueta del señor Weasley apareció de entre las sombras y lo asustó. Draco se disponía a pasar cuando el hombre lo paró y observó a ambos lados de él. El chico se impacientó. ¿Qué se creía este tipo? ¿Qué había venido con Crabbe y Goyle? Sonrió ante su propio chiste. Mal chiste. Hacía mucho tiempo que no veía a esos dos. Desde que se habían juntado con Zabini.

El padre de Ginny le hizo una seña con la cabeza para que entrara. Al fin...Pensó Draco. Pero cuando entró en la casa casi se desmayó.

Todos los colorados tumbados en los sillones, Harry recostado sobre la pared y la señora Weasley junto con su hija que dormía en otro sillón. Todos estaban como si recién salieran de un velorio...

-¿Qué diablos pasó? – preguntó olvidándose de todo y corriendo hacia Ginny que tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Se sorprendió al ver lo crecida que tenía la panza. Parecía a punto de explotar...

Nadie le respondió. Harry se le acercó de mala gana y le extendió una carta. Draco lo miró a los ojos. En otros tiempos le hubiera dicho algo... cualquier cosa con tal de fastidiarlo.

Pero ya estaba cansado de sus jueguitos infantiles. Ahora era casi un hombre. Y lo único que le importaba era Ginny.

Tomó la carta en sus manos y la leyó. Los presentes podían ver como su pálida cara se iba convirtiendo en una olla a presión. Los mellizos se prepararon por si tenían que aplacar su furia. Todos conocían a Malfoy cuando se enfadaba.

Draco arrugó el papel con furia. Contempló a Ginny que dormía plácidamente en brazos de su madre.

-Cuando encuentre a ese maldito hijo de perra lo mataré... muy lentamente... – Susurró. Los Weasleys intercambiaron miradas. Ron estaba perdido en pensamientos y parecía no escuchar nada.

Un silencio incómodo invadió la sala. Un silencio que fue interrumpido por Ron...

-Yo voy contigo. Aunque te odie con todo mi corazón... – Levantó la mirada – Voy a encontrar a ese tipo y te ayudaré a hacerle rogar no haber nacido nunca... Malfoy... –


Ginny despertó sobresaltada. Lo último que recordaba eran voces... un llanto. De su madre seguramente. Le dolía mucho la cabeza. También sabía que le habían dado algo para dormir... porque estaba muy dolida... y asustada...

Y de pronto, nuevamente la desesperación y el terror la invadían. Thomas. La encontraría. ¿Por qué le temía tanto? No era más que una basura... colocó ambas manos en su vientre. Si, era una basura. Pero también era el padre de su hijo... ¿Qué estaba pensando? Ése nunca iba a ser nada de ese ser que llevaba dentro. Ella era su madre... y si debía tener un padre... ya lo encontraría.

Abrió mucho los ojos. Recordaba cuanto había llorado. Pero no más. No iba a dejar que le arruinara la vida sin luchar. Si, eso era. Iba a pelear... y lo iba a vencer.

Lentamente, fue levantándose. Miró a su lado un bulto que dormía en una silla. Sus ojos se dilataron al darse cuenta de quien era el que dormía allí.

Draco.

Entonces estaba allí. Junto a ella. En el momento que más la necesitaba, él se encontraba a su lado para protegerla... ayudarla... cuidarla.

Sonrió. Y lo vió parpadear.

-Con que la Bella Durmiente al fín se levanta... – Le dijo intentado esbozar una sonrisa. Pero no lo logró. Ginny sabía que él estaba herido por dentro. Todo lo que había hecho no había valido la pena. Él se había escapado de Azcaban, burlándose de todos y sobretodo de Malfoy...

-No pensaba dormir hasta que me muriera... – Draco se levantó de un salto y le tapó la boca suavemente con dos dedos.

-Nunca... jamás vuelvas a decir eso... Mientras yo esté aquí nada te pasará... – Ginny lo miraba entre sorprendida y casi se podría decir... felíz...

El muchacho quitó la mano del rostro de ella y se la quedó mirando. La habitación estaba oscura. Tal vez demasiado. Pero no importaba. En esos momentos la oscuridad era compañera. Draco se le acercó e inclinándose, la besó. Ella puso sus manos en el cuello de él y comenzó a hacer remolinos en su cabello. Ambos se transmitían los sentimientos en aquel beso.

El dolor que horas antes habían sentido, desapareció. Ya nada existía. Solo ellos dos. La vida les demostró entonces que también existen los momentos felices, haciendo que el nió de Ginny la pateara tan fuerte que ella se separó de Draco.

-¿Qué ocurre? –

-Me... pateó... – Dijo casi sorprendida.

-Es normal... creo... – Le dijo el chico, acercándose nuevamente.

-Si... pero es que... fue muy fuerte... jamás lo había sentido así... –

Ambos se quedaron callados. Ella se sentó en la cama cuidadosamente. Él le colocó una mano en el vientre.

-¿Quieres que llame a tu madre...? – Preguntó, pero se vió sorprendido al sentir él mismo al bebé que se agitaba.

Se miraron. Ella sonrió timidamente. Él la miró sorprendido. La abrazó, estrechándola contra su cuerpo para transmitirle calor.

Luego, Ginny se apartó suavemente. Se sentía... extraña...

-Draco... esto no puede ser normal... – Dijo al mismo tiempo que veía como un líquido manchaba su túnica. Draco la miró casi horrorizado. No entendía nada... y eso era lo que lo aterraba más.

La chica creyó que sus piernas flaqueaban. No podía ser... todavía faltaba... no estaba preparada para ser madre...

Se dejó caer en los brazos de él, que la abrazó con fuerza.

-Draco... –

-Dime –

-Creo que rompí bolsa... – Él la observó. Ella podía ver el pánico en sus ojos.

Se paró bruscamente y sacó su varita. Con un hechizo hizo aparecer una silla de ruedas y ante las protestas de ella, la sentó allí.

-Escuchame bien, no necesito esto... ¡Puedo caminar! –

-Si... puedes caminar... pero yo no quiero que luego te desmayes y tenga que cargarte... –

-No creo que vaya a ser yo la del desmayo... – Le respondió ella con un tono sarcástico que Draco no llegó a notar. La llevó hacia la escalera y ahí tuvo el primer problema. ¿Cómo diablos iba a bajar a una chica en silla de ruedas hasta el primer piso? Y luego se autocontestó su pregunta. La magia. Soy un idiota... Se dijo mientras conjuraba un hechizo y hacía que la silla de ruedas levitara hacia abajo. Luego, bajó él y se encontró con el resto de la familia.

-¡Rápido! ¡Muévanse! – Les gritó al mismo tiempo que Ginny gritaba.

-¡Ah! – Se le escuchó y al verla en la silla, los demás supieron en seguida lo que iba a pasar.

Ginny iba a ser mamá.


Draco se vistió con unas ropas que le llevaron. La túnica que le entregaron era realmente espantosa... pero pensó en que lo que debía de estar sufriendo Ginny era mucho peor y se la puso.

Suspiró. Seguramente ese iba a ser el día mas difícil de su vida. Nuevamente su mente hizo un repaso de su vida. Jamás pensaría que estaría a punto de presenciar un parto... y menos de una Weasley...

Pero allí estaba. Enamorado de Ginny, a punto de ver nacer a su hijo...

Sonrió al pensar en eso. Su hijo... sonaba bien... Durante todo el tiempo que había estado en el exterior había meditado sobre eso. Sobre hacerse cargo del pequeño... darle un apellido digno... darle una familia propiamente dicha...

Darle un padre.

Darle todo ese amor que él mismo nunca tuvo. Y luego de pensarlo mucho se decidió.

Iba a convertirse en el padre del hijo de Ginny.

Draco le tomaba de la mano. Ella gritaba. El dolor se mezclaba con las lagrimas que bajaban por su rostro. Mientras la sanadora le decía que ya estaba allí. Que su hijo estaba a punto de salir.

Ella hacía fuerza. Él la miraba y le decía palabras dulces al oído. La mujer le gritaba "¡Ya viene! ¡Ya viene!".

Y llegó.

La mujer levantó al pequeño bulto ensangrentado que lloraba. Ginny dejó descansar sus músculos cansados y por primera vez en mucho tiempo se sintió verdaderamente felíz.

Escuchó a la mujer que le gritaba "¡Es un varón!" y se dejó caer en la camilla. Draco a su lado no dejaba de mirarla. Aún le apretaba la mano fuertemente. Se inclinó y le dio un tierno beso.

Luego la abrazó y agachándose puso sus labios a la altura de sus oídos.

-Ya está. Lo lograste... – Le susurró. Y le dirigió una mirada de hombre enamorado. Ginny le sonrió al mismo tiempo que la mujer le traía un bulto envuelto en una toalla. Ginny se incorporó dolorosamente. Con una gran sonrisa tomó al pequeño en brazos. Draco la observaba.

Ella sentía sus manos temblar. El bebé dejó de llorar al instante en que ella comenzó a hablarle. Le decía esas palabras que son inentendibles para nosotros... pero que para los niños evidentemente significan algo más que monosílabos.

Ginny sentía como las lagrimas de dolor eran expulsadas por las lagrimas de felicidad.

Y de repente sintió que todo el dolor desaparecía de su cuerpo. Sintió que la furia y el odio se iban de su corazón dejando lugar para el amor.

Aprendió que aunque las heridas en el cuerpo se cierran, las cicatrices quedan grabadas en el alma como un rastro del dolor.

Pero también aprendió que en la oscuridad, siempre hay una luz. Y que uno no puede quedarse solo llorando y lamentándose por el pasado. Miró al pequeño que tenía en brazos, y sonrió.

Jamás volvería a estar sola...