Capítulo VI: Noveno Círculo.
Ya. El recorrido por el infierno está en su recta (¿o curva?) final. Y sin embargo... no hay tiempo para eso. La puerta del elevador se abre.
—Noveno Círculo, lugar de condenación eterna para los traidores y centro administrativo del infierno. Como te darás cuenta, las oficinas se encuentran en el anillo exterior y los condenadosal centro.
—¿Qué les hacen? —pregunta Yue, viendo fijamente a uno de los condenados. Al parecer, no veía nada de tortura allí.
—Están enterrados hasta el cuello en un mar de hielo. El frío congela sus lágrimas, que les desgarran los ojos, y lo propio pasa con todos los demás fluidos del cuerpo.
—...
—Claro, las mayores atracciones de este lugar son la oficina y la casa de Lucifer.
—¿Vive en su oficina?
—Noooo, no seas imbécil... —me interrumpí. Alguien se reía detrás de mí, y por la cada de Yue creo saber quien es. Me volví —. ¡Jefe! —saludé.
—¿Tan poco tienes que hacer, Mefisto, que estás dando un recorrido?
—Fue algo que surgió de repente. Señor, éste es Yue, una peculiar creatura recién finida.
—Sí, noto su peculiaridad. ¿Y bien, Yue? ¿Qué te parece el infierno?
—Interesante, pero hay demasiado griterío para mi gusto.
¡Increíble! ¡Este niño ha hecho reír a Satanás!
—Sí, pero con el tiempo te acostumbras. Aunque veo en tu cara que no te piensas quedar.
Yue negó con la cabeza. El Jefe se le quedó viendo fijamente. Sonrió (no me es posible describir el terror que causa eso a la mayoría de los seres) y se volvió a mí.
—Mefistófeles, acompáñalo hasta el final de su recorrido, y cuando decida dónde se va a quedar, me informas. Sin importar eso, eres bienvenido si pasas de visita, Yue.
El Jefe dio media vuelta, y se fue. Claro, siempre está ocupado. Y yo estoy estupefacto.
—¿Mefisto?... ¡Mefisto! —me llama Yue.
—¿Qué?
—Nada —sonrió súbitamente —, pero debiste haber visto tu cara.
—Que tengas el favor del Jefe no te da derecho a tomarme el pelo, ¿sabes?
Regresamos al elevador y empezamos, ahora sí, el ascenso.
—Pon atención, Yue —le digo —. Haremos una parada en El Segundo Círculo. Cuando estemos ahí, deberás permanecer agarrado de la barra hasta que la puerta se cierre.
—¿Por qué? —me pregunta.
—Eres frío. Demasiado frío. ¿Tan pronto has olvidado a tu guía titular? Tenemos que sacarla de ahí, aunque no quiera.
—Ah, claro. —dice. Aparentemente, sí la había olvidado.
—Eres perverso —prosigo, respirando entrecortadamente —. Seguro a mí también me olvidarás, y a Satanás, y muy probablemente ya te hayas olvidado de tu padre.
¡Tendría que ver su cara! Merecido castigo por embromarme. ¿O acaso creyó que por su carita de niño inocente se lo iba a perdonar? Pues no.
Así, de repente, llegó el momento. Habíamos regresado al nivel del Segundo Círculo. Las puertas del ascensor se abrieron, dejando entrar un viento furioso. El tornado estaba justo enfrente. Extendí la mano, encontré lo que buscaba, jalé, e "Ianni Tzingas" entró con mi mano, despeinada, agitada, la ropa desarreglada y algo cansada, como era de esperarse.
—¿Te divertiste? —le pregunté
—... bastante —. Claro, como todas las mujeres, empezó a medio componer su imagen. Aguardé a que terminara.
—Es hora de que te haga entrega de esto —dije, tendiéndole el libro.
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Flint leyó lo que había escrito Mefistófeles rápidamente, sonrió y, emocionadísima, lo abrazó y empezó a besarlo. Fue divertido ver la cara de sorpresa de Mefisto ... otra vez. Claro, ninguno de los dos habría escrito nada sobre eso, y la escena habría quedado en el olvido de no ser porque el libro acabó en el suelo.
—Parece que El Segundo Círculo ha tenido su efecto en ti —le dijo Mefisto, sonriendo.
—Sí, un poco.
... y ahora los dos me están mirando con la cara que tendrían si estuvieran viendo un fantasma.
