TERCERA PARTE: El Purgatorio.
Capítulo Único: Que habla sobre las medidas de seguridad e higiene indispensables tanto en vida como en muerte.
Salimos del elevador, atravesamos la antesala y salimos del infierno. De repente, Yue se detuvo.
—¿Dónde está el letrero?
—¿Cuál letrero? —preguntó Mefistófeles a su vez.
—El que dice que abandonen la esperanza todos los que entran ahí.
—Pues en la entrada —respondió Mefisto —. ¿Qué, no lo viste?
—Cuando llegamos, las puertas estaban abiertas. Por eso no lo viste —intervine.
Cerramos las puertas, y lo único que vio Yue fue una serie de grabados divididos por recuadros. Se acercó más, y distinguió varios caracteres.
—Al principio estaba escrito en latín —informó el Gran Mefistófeles —. Después se agregaron todas las lenguas romances, pero los sajones, los asiáticos y los árabes se quejaron, así que mandamos hacer una nueva puerta para grabar todos los idiomas.
—"¿1010001111001"? —leyó Yue con incredulidad. Mefistófeles se encogió de hombros.
—Sólo por si las dudas, agregamos también el Código Binario. (Nota: Sabia decisión. Seres como Bill Gates podrían argumentar engaño. Decisión loable de parte de la Administración Infernal)
—¿Nos vamos ya? —"pregunté", jalando a Yue de la puerta.
Cuando estuvimos lo suficientemente lejos y Yue había dejado lo de la puerta en un segundo término, comencé (o retomé) mi sacra labor pedagógica.
—Al Purgatorio también se llega por elección. Se debe atravesar el río que lo separa del Averno en cuanto den licencia, y entonces empezar el ascenso por esa montaña —dije, señalando la montaña en la que está ubicado el Purgatorio para el efecto.
Ya se sabe, dicha Montaña es altísima y se hace cada vez más fácil de escalar. Tiene siete Terrazas, una por cada Pecado Capital.
—Pero después de estar en el Purgatorio vas al Cielo¿no? —cuestionó Yue. Aplaudo y agradezco la labor de Mefistófeles, que avivó en esta joven alma el Deseo de Adquirir Conocimiento.
—Ajá.
—Contrariamente a lo que la mayoría cree, el Purgatorio no forma parte, ni recibe subsidio del Infierno. Es un organismo descentralizado del Cielo —apuntó Mefisto.
—Eso lo explica —asintió Yue —. ¿Cómo se determina el tiempo que permanece un alma aquí?
—Anteriormente, se te hacía un rápido estudio, se diagnosticaba cuál fue tu Pecado Principal (el más recurrente), y permanecías aquí un periodo de tiempo igual al transcurrido entre la primera vez que caíste en ese Pecado y tu Muerte, dividido en dos etapas: la primera (exactamente la mitad del tiempo) al otro lado del río, esperando autorización para pasar a la montaña; y la segunda parte la pasabas subiendo la montaña.
—¿Y ahora cómo se hace?
—Bueno, se ha reducido el tiempo de espera a orillas del río y en cuanto terminas de subir la Montaña eres admitido en El Verdadero Purgatorio.
—¿Eh?
—Sí, todo esto no es más que una fachada. Claro, el Peregrinaje purifica bastante a las almas, y en el Purgatorio sólo meditaban un rato para que comprendieran el valor real del favor que recibían.
—Una manera elegante de hacerlos sentir inmerecedores de entrar al "Paraíso" —comentó Mefistófeles
—Eeeh... no lo voy a negar. Ahora, la purificación a fondo se da en el Purgatorio, y el Peregrinaje sólo depura un poco las almas, más que nada para ablandarlas.
—¿Ablandarlas? —inquirió Yue, frunciendo el ceño.
—Sí, no es deseable que la maquinaria se atasque o se sobrecaliente... Como sea... los visitantes van por funicular.
Entramos al aparatejo ése, Mefistófeles se entretuvo lanzando globos con agua (que sólo él sabe de dónde sacó) a los peregrinos. Al poco tiempo nos le unimos Yue y yo.
Entonces llegamos al Purgatorio. La puerta de visitantes y la del Personal está aparte de la de los Peregrinos. Vimos distraídamente, por poco tiempo, como uno de los Peregrinos pasaba por el ritual de recibir el permiso para entrar de parte del Ángel que custodia la Puerta. Claro, si se vuelve hacia atrás al entrar, lo sacarán y tendrá que volver a intentar después.
Pero ya estamos dentro. Yue se muestra intrigado por tener que usar equipo de seguridad para hacer el recorrido.
—¿Casco? —frunció el entrecejo —. Si no fue necesario para el Limbo ni para el mismísimo Infierno...
—Pues aquí sí es necesario, y obligatorio.
—Al parecer, este lugar ha cambiado desde la última vez que vine —comentó Mefisto.
—En efecto —empezamos a avanzar —. Como ya te he dicho, Yue, antes las almas se purificaban a base de Paciencia, el Peregrinaje y la Meditación. Ahora, que su Paciencia se pone menos a prueba, y que el Peregrinaje es más sencillo y corto, la labor de limpiar, desinfectar, esterilizar, blanquear y encerar las almas se lleva a cabo aquí.
Mefistófeles y Yue intercambiaron una rápida y confundida mirada.
—¿Encerar? —preguntaron al unísono.
—Dejemos lo más interesante para el final. Claro, era demasiado trabajo para los Manes (1), que renunciaron y desde entonces el Purgatorio es dependencia exclusiva del Cielo (antes dependía de ambos lados). Y los Ángeles, ya se sabe, se consideran demasiado etéreos y delicado como para estar refregando y clorando tanta alma (demostrando así que entre Ángeles y Demonios la única diferencia es que los segundos son menos mártires que los primeros). Por tanto, se automatizó el Purgatorio, quintuplicando su eficiencia, rapidez y capacidad. Notarán un gran parecido entre el Purgatorio y un auto-lavado común y corriente, de ésos que abundan en Gringolandia (o al menos en sus series televisivas y películas).
Avanzamos por el pasillo de vigilancia, desde donde se aprecia en toda su gloria el magnífico proceso Purga-almas.
—Primero, el lavado —unas mangueras arrojaron agua enjabonada a las almas. Las refregaron, las enjuagaron y las exprimieron. Una mueca de dolor cruzó por un segundo el rostro de Yue, y Mefistófeles, al parecer, está asombrado por lo ingeniosamente simplista del proceso. Caminamos para no perder de vista a las almas.
—La desinfección consiste en sumergir a las almas en una mezcla de aceite de pino, limpiador de pisos, solución de oxígeno activo y agua hirviendo. Después de otro enjuague, sigue el blanqueado, que consiste en sumergirlas en cloro. Un tercer enjuague, y las almas son fumigadas con el gas esterilizador. Inmediatamente después, se les sumerge en cera líquida y se les pule con ésos —señalé los pulidores —que giran a aproximadamente 2600 revoluciones por minuto.
—Pero¿para qué los enceran? —preguntó Yue.
—Para que los pensamientos impuros y los deseos pecaminosos se les resbalen y no vuelvan a mancharlos.
—¿Y para qué el casco? —inquirió Mefisto.
Señalé al techo, donde están los grandes engranajes que hacen funcionar todos los dispositivos.
—Si les cae uno de esos, no la cuentan.
————————————————————————————————————————————————
Notas:
(1) Manes: Deidades Infernales del Purgatorio
