CUARTA PARTE: El Cielo

Capítulo Único: Que habla de las Paradojas de la Virtud

Nos detuvimos en la cumbre de la Montaña del Purgatorio.

—Yue, a continuación presenciarás la Gloria del Cielo. No es algo que puedas percibir y analizar como cualquier cosa. Debes sentirlo.

Mientras deía esto, comenzamos a ascender por medio de un simple elevador gravítico, que da el efecto apropiado para la experiencia. Proseguí con mi verborrea.

—Probablemente te parezca soso y simplista, un mero espectáculo de luces, sobre todo después de haber estado en el Infierno y el Purgatorio.

—¿Qué no es un reino entre las nubes o algo así? —inquirió el seudo-ángel finido.

—No, ciertamente no. El Cielo es, por decirlo burdamente, un sistema solar, sólo que en vez de planetas tiene estrellas menores. Ocho Cielos móviles, en los que se agrupan en Eterna Dicha almas con semejantes virtudes, y un Cielo fijo en el que reside el Creador de todo ser que esté, estará o haya estado en la Tierra.

—Y... ¿cómo se supone que sean recompensadas las almas que están aquí? —preguntó Yue. Mefistófeles, por lo visto, nada dirá.

—Ya te lo dije, con Eterna Dicha.

Una de las estrellas pasó a nuestro lado, respaldando mi comentario. Las almas brillaban por el más puro gozo.

—¿Cómo saben en qué estrella va cada quien?

—Bueno, hay varias formas de llegar al camino de la Virtud. Más bien, se clasifica de acuerdo al "tropiezo" que tuvo el alma antes de levantarse. Hay quienes faltaron a sus votos. Quienes tomaron una justa venganza. Quienes prestaron oídos sordos a mensajes celestiales. En fin, faltas bien 0pequeñas. En los primeros siglos, bastaba con ser inocente y tener padres con fe, pues la fe se heredaba también en aquellos viejos tiempos. Después, había que ser inocentes, y si se era varón debía someterse a la circuncisión. Después, todo se simplificó: había que recibir el Perfecto Bautismo (esto, desde el llamado Tiempo de la Gracia). Con cada uno de estos cambios, se expandió el Infierno, se creó el Purgatorio y se pobló el Limbo, en ese orden.

Yue se quedó en silencio, contemplando las Esferas a su alrededor. Unas más rápidas, otras más lentas, todo sea por el Perfecto Equilibrio Universal. Estamos a mitad de camino de la Estrella Principal, la cual el seudo-ángel finido está observando.

Quisiera ir allá —dijo finalmente. Mefistófeles soltó un bufido burlón.

—Todos quieren eso.

—Pero la normatividad es que no vaya nadie que no escoja el Cielo como su eterna morada. Eso es cruel, porque quizá con una sola respuesta todo el mundo decidiía quedarse aquí.

Yue me miró, perplejo.

—¿Qué no para llegar al cielo es necesaria virtud y etcétera?

—Sí, pero también se te ha dicho que sólo tú decidirás adónde ir. Empero, el Cielo es el único que te puede llegar a rechazar, exigiéndote que pases por el Purgatorio antes de aceptarte.

Yue asintió, y en vista de que ya no tenía ninguna duda, descendimos al Limbo, desde donde partimos al Fin del Tiempo, última etapa del Viaje de Aprendizaje.