Se trata de ese sinuoso camino que se debe recorrer para enamorarse, y admitir los sentimientos a uno mismo y al objeto del afecto en cuestión.
Capítulo 1Ginny Weasley colocó la pluma en su tintero y observó orgullosa su ensayo sobre las propiedades curativas de saliva de los unicornios, mientras abanicaba el pergamino con su mano para que se terminaba de secar la tinta. Faltaban 33 días para volver a Hogwarts y empezar el quinto año, y ella ya había terminado toda su tarea para las vacaciones. Escuchó un golpe suave en la puerta de su habitación, y al voltearse vio la cabeza de Ron aparecer tras la puerta.
"Ya llegó Hermione...¿bajas?"
Hermione y Ron habían estado planeando esto desde principios de junio. La muerte de Sirius Black fue un golpe imprevisto a sus planes, pero de todas formas ellos continuaron con su idea de armar una fiesta de cumpleaños para Harry. De hecho, por lo que Ron le había contado, sería la primer fiesta de cumpleaños de Harry.
Saludó a Hermione, que estaba muy bronceada, y los tres se recluyeron en un rincón de la mansión ubicada en el nº 313 de la calle Olmos, la nueva sede oficial y ultra secreta de la Orden del Fénix.
"Papá me lo dijo hoy, ya está confirmado que una delegación de la Orden irá a buscarlo el 31 al mediodía."
"¿Harry lo sabe?"
"Dumbledore no quiso que le avisaran...", explicó Ron.
"Tal vez tema que Voldemort espíe su mente.", aventuró Hermione.
"O quizás sólo quiera darle una sorpresa", propuso Ginny encogiéndose de hombros. Pasaron el día siguiente ultimando los preparativos de la fiesta, que si bien no tendría invitados fuera de ellos y los miembros de la Orden, sería una verdadera celebración de cumpleaños al estilo Weasley.
-
Ginny estaba ayudando a su madre a poner la mesa para el almuerzo cuando escuchó ruidos en la chimenea de la sala y una serie de gritos que le indicaron que ya habían traído a Harry. Corrió detrás de su madre hacia la sala, y allí vio a su padre, Tonks y Moody, los tres tratando de apagar el fuego de uno de los mechones azabache de Harry. Hubo más gritos, y finalmente el inconveniente fue solucionado, pero el olor a pelo quemado permaneció en la sala todo el día.
Cuando todo se hubo calmado, Molly Weasley se abalanzó hacia Harry dándole uno de sus colosales abrazos de oso, seguido por un casi tan efusivo abrazo de Hermione. Ron se acercó a Harry palmeándole la espalda, y Ginny se preguntó si se vería muy desalmada por sólo saludar a Harry con una sonrisa. Ciertamente, una palmada era cosa de hombres, y tampoco era tan amiga de él como para compartir un abrazo. Como siempre, Harry apenas le dirigió la mirada, pero ese desinterés era algo que había dejado de afectarle hacía tiempo.
La fiesta de cumpleaños transcurrió con la desorganización típica de la familia Weasley. Fred y George olvidaron traer el pastel de cumpleaños y su madre estuvo a punto de confinarlos en el sótano, por suerte Ginny era más pragmática que su madre y sugirió redecorar la tarta de manzana con dieciséis velas. Harry se veía tan emocionado por su primera fiesta de cumpleaños que Ginny hubiera jurado que nunca notó la diferencia.
Cuando llegó el momento de repartir los regalos Ginny deseó tener ya una licencia para desaparecer (sin duda sacaría una en el primer minuto de sus diecisiete años). Cada miembro de su familia, de la Orden y Hermione habían comprado un regalo para Harry, por lo que ella no tuvo otra opción que hacer lo mismo, y le avergonzaba horrores la insignificancia que sus escuálidos ahorros le habían permitido costear.
Harry agradeció el pequeño almanaque mágico (estaba hechizado para mostrar el pronóstico de cada día de la semana próxima mediante unos dibujos del cielo) que Ginny le entregó con la misma sonrisa amable que dirigió a todos los otros, pero ella era suficientemente observadora como para notar que el entusiasmo no llegó a su mirada.
-
El buen humor de Harry duró apenas dos días, y cuando los recuerdos de su cumpleaños empezaron a alejarse Harry se volvió más taciturno. Un domingo caluroso a la hora de la siesta, cuando todos los habitantes de la casa buscaban la frescura de sus cuartos, Ginny encontró a Harry sentado bajo el remanso de la escalera que conducía a la cocina, mirándose los cordones de las zapatillas. Intuyó que Harry buscaba la soledad, por lo que decidió no molestarlo, pero en ese momento los ojos de él se encontraron con los suyos. Ginny había sido muy bien educada como para ignorar a alguien que la estaba mirando.
"Hola", le dijo Ginny como si encontrarlo escondido allí fuera lo más normal del mundo. "¿Y Ron y Hermione?"
"Haciendo las tareas"
Ginny reprimió un gesto de incredulidad. ¡Hacer tareas un domingo! Sin duda Hermione sabía muy bien cómo lidiar con su hermano. O tal vez fuera al revés.
"¿Qué haces con una escoba?", preguntó Harry.
Ginny ocultó la escoba tras su cuerpo demasiado tarde. Era la escoba vieja de Fred, ella la había arreglado gracias a un librito de Remiendos Caseros que había descubierto en la biblioteca de la escuela, pero al lado de la Saeta de Fuego de Harry era una simple rama de árbol.
Durante unos segundos dudó si compartir su secreto con él, pero su naturaleza cálida fue más fuerte y le dijo:
"La casa tiene un patio interno...no es gran cosa, pero se puede volar sin ser visto por los vecinos".
Harry asintió.
"Puedes venir si quieres", agregó Ginny.
"Hace mucho calor", respondió Harry. Luego, como si le costara decirlo, agregó, "Gracias".
Ginny le sonrió y Harry volvió a la contemplación de sus zapatos.
Una semana más tarde, una mañana particularmente brillante, Ginny abrió la puerta que conducía hacia el patio interno de la casona, para encontrarse que el espacio de vuelo estaba ocupado por Harry Potter y su velocísima escoba. Lo miró mientras él volaba, completamente ajeno a su presencia, y se preguntó cómo se sentiría volar en una escoba tan perfecta. Como no quería interrumpir sus vuelos solitarios, volvió a cerrar la puerta con cuidado y buscó a Ron para desafiarlo a un partido de ajedrez.
-
Llegaron las cartas de la escuela y tal como Ginny lo esperaba, no había ninguna insignia de prefecto en su sobre. Suspiró resignadamente ante la perspectiva de explicarle a su madre que su dulce hijita tenía problemas para recordar algunas reglas de la escuela, y que solía escaparse de las soporíferas clases del Profesor Binns.
Por suerte para ella, el tema de conversación de la cena fueron los resultados de los TIMOs.
"Creo no le dijiste al retrato sobre la chimenea cuántos TIMOS obtuviste, Hermione", declaró Ron solemnemente, ignorando la mirada asesina que su amiga le dirigió. Ginny alcanzó a ver que Hermione escondía una carta (los resultados de los exámenes, probablemente) en su bolsillo.
-
El primero de septiembre se levantaron temprano y llegaron al andén 9 ¾ sin problemas y quince minutos antes de que partiera el tren, hecho que, pensó Ginny, debía ser algún tipo de récord para su familia.
Hermione y Ron partieron hacia el vagón de los prefectos y Harry permaneció mirándolos alejarse en estado semi-catatónico.
"Vamos Harry, podemos aprovechar para conseguir un buen lugar".
Harry la siguió por los pasillos sin decir nada, y su trayecto fue acompañado por numerosas miradas y saludos.
"Hola Ginny", dijo Dean Thomas, a juicio de Ginny uno de los chicos más atractivos de Gryffindor. Como si hubiera tardado en verlo (lo cual era bastante difícil dado que Harry era una cabeza más alto que ella, y por lo tanto más fácil de avistar), Dean agregó: "Harry¿cómo has pasado las vacaciones?".
Harry contestó con un gruñido que pudo interpretarse como un "Bien" o "Mmm".
"Hay lugar en este compartimiento", propuso Dean señalando el lugar en el que ya estaban sentados Seamus Finnigan, Neville Longbottom, Parvatti Patil y Lavender Brown.
Ginny estimó que allí entrarían los dos bastante apretados, y que no habría lugar para que Hermione y Ron se sentaran con ellos.
Harry balbuceó algo sobre el tamaño de su baúl y continuó caminando, y Ginny se enfrentó a la tentación enorme de sentarse junto a un grupo de personas simpáticas y conversadoras, en oposición a la perspectiva de recluirse en silencio junto a un introvertido Harry Potter, hasta que su hermano y mejor amiga aparecieran.
Tras años de crecer en una familia numerosa Ginny amaba la algarabía, pero su sentido de empatía era muy fuerte y supo que se odiaría a sí misma todo el viaje (además de tener que soportar la reprimenda de Ron) si dejaba a Harry solo. Por lo que siguió a Harry hasta un lugar vacío.
Después de acomodar su equipaje, Ginny se sentó frente a Harry y con su mejor sonrisa propuso:
"¿Qué tal un juego de Gobstones?"
"Puedes ir con los otros si quieres, no necesito niñera", fue la seca contestación de Harry.
Ginny lo miró frunciendo los labios en un esfuerzo supremo de contener la respuesta que él merecía recibir.
"¿Y qué es lo que necesitas?"
Harry desvió la vista a la ventana, y el tren empezó a moverse. No dijo palabra en toda la hora siguiente, así que Ginny sacó una revista y se puso a leer. Ginny luchaba por descifrar la última palabra del crucigrama cuando Harry volvió a hablarle.
"Necesito no ser Harry Potter", le dijo con infinita amargura en la voz.
Ginny lo miró confundida, y Harry la miró desahuciado, y en ese momento en que se miraban sin decir nada se abrió la puerta y apareció Draco Malfoy junto a las dos sombras que solía llamar Crabble y Goyle.
"Los dos mayores perdedores de la escuela...qué patético", dijo con su voz arrogante y sonrisa burlona.
"No fuiste tan valiente la última vez que nos vimos", replicó Ginny poniéndose de pie y sacando su varita en menos de un segundo.
Malfoy no se movió pero Ginny pudo ver una sombra atravesando su rostro pálido.
"¿Siempre dejas que tu novia te defienda, Potter?", preguntó Malfoy mirándolos despectivamente.
"¿Qué cuenta tu padre sobre la prisión¿Le gusta la comida?", contestó Harry, y al sentir su voz cerca de su oído Ginny supo que él también se había parado.
La campana anunciando el carrito de golosinas dispersó a Malfoy y su banda. Harry compró dos docenas de ranas de chocolate y pasaron el rato hasta que llegaron Ron y Hermione criticando la forma de volar de Draco Malfoy.
-
Antes de entrar al Gran Comedor McGonagall se acercó a ellos:
"Sr. Weasley, por favor acompáñeme a mi oficina".
Ron la siguió con expresión entre confundida y culpable.
"Le dije que no hechizara a Goyle en el tren, eso es abuso de poder", declaró Hermione.
Ginny se sentó junto a sus compañeras de dormitorio, mientras que Harry y Hermione buscaron lugares cerca del extremo de la mesa de Gryffindor.
Recién había finalizado la selección de chicos de primer año, cuando McGonagall entró seguida de Ron.
"Cada año se pone más guapo", dijo Lucila Dudes, sentada a la izquierda de Ginny.
Ginny iba a preguntarle a Lucila cómo podía pensar que Ron era guapo, eso era porque nunca lo había visto con una pluma en cada orificio nasal tratando de imitar a una morsa, pero se distrajo al notar algo extraño en la expresión de su hermano. Caminaba mirándose los pies, y sus orejas estaban ligeramente coloradas. ¿Qué castigo le habría dado McGonagall por hechizar a Goyle?
Sólo le llevó hasta el final del banquete de bienvenida enterarse que Ron no debía cumplir con ningún castigo.
"Ginny", dijo su hermano acercándose a ella, mientras la mayoría de los alumnos terminaban el postre.
"Hola, Ron", saludó Lucila, interponiéndose entre los dos hermanos con una gran sonrisa.
"Hola", musitó Ron, dando un paso hacia atrás, intimidado por aquél saludo entusiasta y dirigiendo a Ginny una mirada de auxilio.
"Oh, dime qué pasa...".
"Nada", contestó Ron mirando con cierta aprensión a Lucila, quien volvió a su asiento. "Bueno, es que...tú querías ser cazadora¿no?"
"Sí", dijo Ginny, tratando de entender qué pasaba.
"Pero aún eres la buscadora de Gryffindor, así que primero tendrías que renunciar..."
Ginny desvió la vista hacia la mano derecha de su hermano, que estaba jugando con algo. Siempre había tenido unos reflejos excelentes, y antes de que Ron se diera cuenta, Ginny sostenía el objeto que antes bailaba entre los dedos de su hermano.
"Eso es mío", se quejó Ron tratando de recuperarlo.
Ginny observó el objeto que le había quitado a Ron. Era un broche con forme de escoba, engarzado con los colores de Gryffindor: la insignia del capitán de quidditch.
"¿Qué es esto?...Entonces tú..."
"Soy el nuevo capitán", dijo Ron en voz baja, como si se avergonzara de su designación.
Ginny lo miró abriendo los ojos como platos.
"Realmente no lo esperaba, pero resulta que soy el miembro más antiguo del equipo...", empezó a decir, como tratando de excusarse. "Angelina, Katie y Alicia se fueron y..."
"¿Y Harry?"
"McGonagall me dijo que él no es parte del equipo, tú eres la buscadora..."
Ginny pronto comprendió por qué su hermano no estaba festejando su nombramiento como capitán: sentía que había traicionado a su mejor amigo. Se compadeció de que Ron no pudiera disfrutar de aquel momento.
"Tú lo mereces, eres fanático del quidditch desde que tengo memoria, y si diseñas las estrategias de juego como las de los partidos de ajedrez, nadie podrá ganarnos", dijo Ginny dando unas palmadas a su hermano en la espalda.
Ron sonrió débilmente en agradecimiento por su intento de levantarle el ánimo.
"Tienes que decirle a McGonaggal que renuncias a ser buscadora, así podré convocar las pruebas para cubrir ese puesto y tres cazadores...Y Harry podrá presentarse y reintegrarse al equipo".
-
Al día siguiente, después de la cena, Ginny entró al Salón Común de Gryffindor y encontró un grupito de personas amontonadas frente al tablón de los avisos. Se puso en la cola para ver de qué se trataba, pero era demasiado bajita para alcanzar a ver los avisos pegados. Dean Thomas, parado cerca de ella, acudió en su ayuda.
"Es la planilla para inscribirse en las pruebas de quidditch. Se pide un buscador y tres cazadores...Es una lástima que dejes el puesto, eres muy buena...".
Ginny se ruborizó ligeramente y agradeció el elogio. Allí estaba el muchacho más atractivo y galante de la torre, y desafortunadamente para ella, uno de los más altos de la escuela, sonriéndole e inclinándose para hablar con ella. Ginny estimó que necesitaría un banquito para besarlo, si es que alguna vez tenía la oportunidad, y desvió la mirada al costado para no sonrojarse aún más. Entonces vio a Harry sentado en el sillón frente a la chimenea, mirando el fuego como eclipsado.
Ginny recordó la vaga sensación de decepción al enterarse que Melinda Rovers era la nueva prefecta de su año (Ginny sacaba mejores notas que ella en todas las materias menos en Historia de la Magia, claro que Melinda nunca había cumplido una detención en sus cuatro años de escuela). Tal vez Harry sintiera algo parecido con todo el asunto de la capitanía de equipo, y en el fondo Ginny no podía dejar de pensar que había sido, en alguna pequeña parte, culpa de ella. Si tan solo hubiera renunciado a su puesto de buscadora antes de terminar el ciclo anterior...
"Hola", dijo sentándose en el sillón junto a Harry, no muy segura de qué iba a decir después.
Harry alzo la vista del fuego y la clavó en Ginny, con una intensidad que la puso incómoda.
"Tienes tinta en la barbilla", dijo Harry, a modo de saludo.
Ginny se indignó de que ninguna de sus amigas le hubiera señalado la mancha antes, váyase a saber cuánto hacía que deambulaba por Hogwarts con la cara sucia. Se restregó la barbilla con la manga de su túnica, y miró a Harry inquisitivamente.
"Ahora está más grande"", declaró Harry, la boca torcida en una mueca que, en una persona menos melancólica que él, hubiera podido confundirse con una sonrisa.
"Rayos...", se quejó Ginny, poniéndose bizca en un esfuerzo inútil por verse la mancha, y ésta vez sí hubiera podido afirmar que Harry intentaba ocultar una sonrisa.
Ginny se rió (para ella era muy fácil reírse, se reía a carcajadas unas cuatro o cinco veces al día, y casi siempre estaba sonriendo), y su risa animó a Harry, quien esbozó una sonrisa tímida, como si sus músculos no recordaran cómo sonreír de veras.
"¿Cómo crees que nos irá con Ron?", preguntó Harry cuando Ginny pudo dejar de reír.
"Creo que Ron serán un muy buen capitán", declaró Ginny, henchida de orgullo fraternal. "Pero tú también hubieras sido uno muy bueno", se animó a decir al final.
