Las pruebas empezaban el sábado
a las dos de la tarde, y Ginny se presentó puntualmente,
escoba en mano.
Ron, Andrew Kirke y Jack Sloper,
todos enfundados en el uniforme de quidditch, estaban en el campo,
junto con Harry y otros veinte postulantes.
Todos se pararon en círculo en
torno a Ron, quien se puso más colorado de lo que era con toda
esa atención.
"Hola a todos", dijo con voz más grave de lo habitual. "El plan era empezar con las pruebas para buscador, pero como ha habido un único inscripto para el puesto, y es una persona con mucha experiencia, pasaremos directamente a las pruebas para cazador".
Ron hizo una pausa y miró a quienes lo rodeaban, como buscando a alguien.
"Harry, bienvenido nuevamente al equipo", dijo, y hubo aplausos y varios hurras que duraron hasta que Harry reapareció con el uniforme puesto.
"Para los tres puestos de cazador, haremos una prueba individual, que consistirá en anotar tres puntos, evitando a los golpeadores y al guardián. Los seis mejores tiempos pasarán a la prueba grupal".
Ron llamó a los inscriptos por
orden alfabético, por lo cual Ginny fue la última en
volar, tres horas y cuarenta minutos después de iniciadas las
pruebas.
A pesar de la larga espera, Ginny se
sentía llena de adrenalina, y se concentró en volar lo
mejor posible. Logró el segundo mejor tiempo: cinco minutos y
quince segundos.
La prueba grupal consistía en
jugar de a tres probando distintas combinaciones de jugadores y
estrategias. Esta vez Harry hizo de guardián, mientras Ron
observaba a los candidatos y les daba indicaciones.
Finalmente, una hora y media más tarde, Ron anunció que Ginny, Violeta Mayers (de cuarto año) y Dennis Creevey (elección que alegró a Ginny, pues no sería la más petisa del equipo) serían los nuevos cazadores.
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"Desearía nunca más volver a escuchar una palabra sobre los TIMOs", se quejó Lucila al sentarse junto a Ginny en la biblioteca. "Primer fin de semana y ya nos sepultaron en tareas".
Ginny asintió vagamente mientras se concentraba en terminar su ensayo para Estudios Muggle. Como había estado toda la tarde del sábado en el campo de quidditch, se había atrasado horriblemente con las tareas. Releyó la última carilla de pergamino que había escrito sobre los métodos de cocción que actualmente emplean los muggles.
"Lucila...¿sabes algo sobre microondas?", preguntó en voz baja a su amiga.
"Pregúntale a Colin, yo no sé nada sobre eso".
Ginny resopló, ya que Colin se había accidentado durante la última clase de Pociones y aún estaba en la enfermería.
"Perdería una eternidad si voy hasta allá", pensó.
Ginny dejó vagar su vista estudiando las caras en la biblioteca, en busca de alguien que pudiera ayudarle. Tal vez Hermione...pero no la vio, como tampoco a su hermano. Pero sí estaba Harry, sentado solo en una mesita pequeña junto a la única ventana.
"Harry, disculpa que te moleste, pero si pudieras ayudarme con este gráfico..."Ginny se detuvo al notar que Harry ni siquiera se había percatado de su presencia, ya que estaba concentradísimo leyendo un libro de tapas oscuras.
Se inclinó para ver qué
era ese libro que tenía tan interesado a Harry, y al hacerlo
uno de sus mechones rojizos se deslizó hacia adelante y entró
en el campo de visión de Harry. Éste alzo la vista
sorprendido y probablemente ofuscado.
Ginny se sintió como cuando
interrumpía a Percy en sus largas sesiones de estudio: un
tanto culpable, y definitivamente maléfica. Pero no pensaba
gastarle ninguna broma a Harry.
Él sacó su mochila de
la única silla que había a su lado, y Ginny se sentó
en ella, extendiendo su pergamino sobre la mesa y apoyando su libro
sobre su regazo.
"Quería saber si me podías ayudar con esto", dijo Ginny, e inmediatamente Harry tomó el pergamino, y tras observarlo unos segundos, dictaminó:
"Esto que has dibujado es una radio...no sirve para cocinar. Creo que confundiste ondas de audio con microondas".
Ginny sintió ganas de tirar su
libro de Artefactos Muggle por la ventana, pero se contuvo porque era
él único libro sobre el tema que tenía, y además
porque si lo hacía, Madam Pince no la dejaría entrar
nunca más en la biblioteca. Había invertido los últimos
cuarenta minutos de su valioso y escaso tiempo en aquel esquema
inservible. Todo era culpa de ese libro viejo, una copia usada al
cual le faltaban varias páginas.
Tal vez Harry estuviera muy aburrido
con lo que estaba haciendo antes, o tal vez se conmovió ante
el gesto de desolación de Ginny, porque tomó un pedazo
de su propio pergamino e hizo un dibujo rápido.
"Más o menos así se ve el microondas de los Dursley".
La imagen despertó un recuerdo en la mente de Ginny.
"Yo vi eso en alguna parte", dijo hojeando con cuidado su libro, para que no se le despegaran las pocas hojas que aún permanecían en su lugar. Encontró la sección sobre microondas mezclada en el capítulo sobre herramientas para jardinería.
"Aquí está", dijo sonriendo triunfante. "Muchas gracias, Harry...si hay algo en que yo pueda ayudarte, sólo dímelo".
Esto último Ginny lo dijo más
por amabilidad que por otra cosa. Realmente, no creía que ella
podría ayudarlo con alguna tarea o, menos aún, que él
fuera a recurrir a ella.
Por eso casi se cayó de la
silla cuando, el jueves antes del almuerzo, Harry se acercó a
ella.
"Sobre lo que me dijiste en la biblioteca, lo de ayudarme...Pues necesito una mano con una tarea de adivinación".
"Oh, lo siento, pero no sé nada sobre eso"
"Sí, ya lo sé, pero es algo muy simple, sólo tienes que tirar las cartas y yo las interpreto".
Ginny asintió a reunirse con él en el Salón Común, una hora antes de la cena. Durante la clase de Herbología le preguntó a Luna Lovegood qué sabía sobre leer las cartas.
"Primero y principal, nadie puede tirarse las cartas a sí mismo, pues no vería nada", le explicó Luna, lo cual despejó en parte las dudas de Ginny.
Ahora sabía por qué
Harry necesitaba ayuda, pero no terminaba de entender por qué
había recurrido a ella. Estaba segura de que Hermione se
opondría fuertemente a cualquier cosa relacionado con la
adivinación, pero Harry podría haber recurrido a Ron. A
no ser que estuviesen peleados, por motivos que ella desconocía.
A Ginny no se le ocurrió
pensar que Harry personalmente le había dicho el motivo por el
cual había recurrido a ella: porque Ginny no sabía nada
sobre Adivinación. Harry temía que alguien entrenado en
la simbología de las cartas interpretara su destino marcado,
secreto que Harry aún no había compartido con nadie. Lo
que Harry no sabía era que Ginny tenía una memoria
excelente y mucha determinación.
Harry y Ginny se sentaron en un rincón del Salón Común, y después de que Harry le explicó cómo se tiraban las cartas, Ginny le fue diciendo los símbolos que aparecían. Harry tomó nota, y cuando terminaron, unos minutos antes de la cena, él le contó que Trelawney había hechizado las cartas, de forma que necesariamente había que barajarlas para hacer la tarea, y no podía simplemente inventar como solía hacer antes.
Al día siguiente Ginny sacó de la biblioteca un libro llamado "Lo que dicen las cartas", más por curiosidad que por otra cosa, y como recordaba perfectamente las cartas que le habían tocado a Harry, pronto se dio cuenta de que él se había equivocado en su interpretación. Porque lo que Ginny leyó en el futuro de Harry nada tenía que ver con un accidente en el autobús noctámbulo.
Fue con toda la buena intención de su corazón que Ginny le explicó a Harry, minutos después de la práctica de quidditch, lo que realmente le deparaban las cartas. Le dijo que se había interesado en el tema, y como ella estaba acostumbrada a tomar la iniciativa, había hecho una pequeña investigación al respecto.
"Y me di cuenta de que podías recibir una mala nota por tu tarea, y como yo te había ayudado..."
Ginny miró el ceño fruncido de Harry y se preguntó por qué estaría tan molesto.
"¿Y qué viste?", le preguntó con brusquedad.
Ginny le dirigió la mirada fulminante que había heredado de su madre, y Harry balbuceó algo ininteligible.
"Que tu vida está ligada a la de la persona que más te odia", dijo Ginny tratando de no sonar melodramática. "Y que te enfrentarás a él".
Harry la miró asustado, como si temiese que ella iba a robarle su más preciada posesión.
"Y saldrás triunfante y te enamorarás perdidamente de una morocha", agregó Ginny, inventando lo mejor que se le ocurrió para quitarle dramatismo a la situación.
Como Harry sí había leído correctamente su futuro en las cartas, sabía que esto último era sólo una invención de Ginny. Aunque de hecho había algo sobre amor, pero no involucraba a morochas.
"Tú lo sabías...¿no es así?", dijo Ginny estudiando cuidadosamente el rostro de Harry.
Entonces algo cayó en su lugar en la mente de Ginny. Por qué Harry le había pedido que la ayudase, por qué había mentido en su tarea...
"¡La profecía! Sí la escuchaste..."
Harry permaneció quieto mirando algún punto cerca del cuello de Ginny, y antes de hablar la miró a los ojos.
"Dumbledore me dijo qué contenía", dijo con voz cansada. Y le narró a Ginny las palabras que, tal como ella había dicho, unían su destino al de Voldemort.
Esta vez fue el turno de Ginny de permanecer callada, mirando algún punto cerca del hombro izquierdo de Harry.
"Yo creía que estabas deprimido por Sirius...pero no era sólo eso...¿cómo fuiste tan egoísta de guardarte todo el dolor para ti solo?", le dijo con voz triste y enojada.
Harry abrió la boca para replicarle, tal vez para gritarle, eran claras las señas de enojo en su rostro, pero Ginny hizo algo que nunca había hecho antes, sin saber en ese momento por qué lo hacía. Se acercó a Harry y lo abrazó con toda la ternura que poseía, cómo abrazaba a sus padres la primera vez que los veía al empezar las vacaciones.
Harry permaneció inmóvil,
después de todo no era ningún experto en abrazos, sólo
había recibido abrazos de Molly Weasley y de Hermione.
Cuando Ginny se dio cuenta de que
Harry no correspondía su abrazo, se alejó de él
un paso.
"Lo siento", dijo. Y no se refería sólo al abrazo.
Pero se había producido un cambio en Harry, ya no parecía enojado, sino tan solo muy cansado.
-
Durante las dos semanas siguientes Harry no le dirigió la palabra a Ginny ni siquiera para decirle "Hola". Ginny no se dejó inmutar por esto, pensó que si Harry no quería hablarle, ése era problema de él, ella no correría detrás de él pidiéndole perdón porque no había nada que perdonar. Váyase a saber cuánto tiempo se hubiera prolongado esta situación, de no ser por Filch y Draco Malfoy.
Ginny se había escabullido de la clase de Historia de la Magia por tercera vez en el mes, y se dirigía sigilosamente a las cocinas a buscar más de aquella deliciosa torta de chocolate que habían servido en el desayuno, cuando tuvo la mala suerte de tropezar con la Sra. Norris (el único gato que no le gustaba a Ginny). Los chillidos de la gata atrajeron a Filch en un santiamén.
"¿Fuera de clase, pequeña Weasley?"
Ginny odiaba que la llamaran así.
"Tengo permiso", mintió abiertamente.
"Oh, muéstramelo".
Ginny revolvió teatralmente los bolsillos de su túnica.
"Lo debo haber perdido".
"No lo creo...hablaré con la Profesora McGonagall sobre esto...".
Filch cumplió su amenaza, y al
día siguiente al terminar la clase de Transfiguración
una muy seria McGonagall le comunicó a Ginny que debía
cumplir su detención con Filch a las siete de la tarde.
No era la primera vez que Filch
atrapaba a Ginny infringiendo alguna regla de la escuela, y ella ya
sabía qué tipo de castigo le esperaba.
"Limpia el serpentario de Snape", sentenció Filch, mostrando sus dientes amarillos y desparejos en algo así como una sonrisa. "Y deja tu varita en mi oficina".
Así que sólo armada de
un balde, detergente y varios trapos, Ginny entró al sótano
que funcionaba como serpentario. Todas las serpientes allí
eran venenosas, pues para eso las tenía allí Snape.
Ginny casi había acabado con
su trabajo, y estaba tarareando una canción de las Brujas de
Hamlet cuando escuchó pasos detrás de ella.
"Vaya, vaya...", exclamó un muy deleitado Draco Malfoy. "La bruja más pobre del colegio...¿ganándote unas monedas?".
Ginny maldijo mentalmente a Filch por sacarle su varita.
"¿Vienes a visitar a tus parientes?", preguntó con una valentía que no sentía en absoluto. "La cobra debe ser tu prima¿no? El parecido es innegable".
Draco alzó una varita y gritó un maleficio que no alcanzó a Ginny, ya que esta saltó rápidamente de su lugar lanzándole el balde lleno de agua sucia a Malfoy. Ginny creyó que llegaba a la salida, pero Malfoy se limpió la cara más rápido de lo que ella esperaba y gritó
"Wingardum Leviosa", y Ginny quedó flotando en el aire contra su voluntad, aullando improperios contra Malfoy.
"Ahora déjame pensar en qué te transformaré...tal vez en una ratita, para que mientras vagues por los pasillos de Hogwarts caigas en una de las trampas de Filch...o mejor aún, en las garras de la Sra. Norris".
Malfoy estaba tan concentrado
pensando en cuál sería la mejor manera de torturar a
Ginny, que no notó que ésta había dejado de
gritar y ahora estaba silbando de una forma apenas audible. Sin que
él se diera cuenta, una de las serpientes, que hasta entonces
habían estado enrolladas sobre sí misma completamente
inmóvil, trepó por su habitáculo y se enredó
en las piernas de Malfoy, haciéndole caer.
Al romperse el contacto entre Ginny y
la varita de Malfoy, ella cayó también, golpeándose
fuertemente la rodilla contra el primer peldaño de la
escalera. Rengueando, se dispuso a salir de ahí pero los
gritos de Malfoy la detuvieron.
"¡Socorro¡Me va a morder!".
Muy a pesar suyo, y a pesar de todo lo que odiaba a Malfoy, Ginny se acercó a él para ayudarlo, y al hacerlo Malfoy le apuntó con su varita.
"¡Stupefy!"
Ginny quedó inmóvil, reprochándose mentalmente por su momento de compasión.
"Vipera Evanesca", dijo Malfoy, y la serpiente que comprimía sus piernas desapareció.
"Y ahora...", dijo Malfoy, poniéndose de pie.
"Te irás por donde viniste", dijo alguien desde la escalera.
"Potter¿vienes a rescatar a tu novia?...hasta para ti ella es caer demasiado bajo...".
Harry no perdió más tiempo tratando de convencer a Malfoy.
"Tarantallegra", dijo apuntando a Malfoy, cuyas piernas empezaron a moverse a gran velocidad, como en un baile de locos.
Después Harry se volvió a Ginny.
"Finite Incantatem", y Ginny recuperó la movilidad.
Salieron del sótano dejando a Malfoy detrás, ahora tirado en el piso mientras sus piernas continuaban moviéndose a ritmo desenfrenado.
"Debemos avisarle a McGonagall que Malfoy te atacó", dijo Harry mientras caminaban por un pasillo desierto.
"Oh sí...pero...¿cómo llegaste hasta aquí?", preguntó Ginny.
Harry se detuvo y miró a Ginny detenidamente, como si estuviera contando las pecas en su rostro.
"Escuché a las serpientes".
"¿Qué decían?"
Harry la miró fijo, entrecerrando un tanto los ojos.
"Déjala ir...le exigían a Malfoy que te liberara...pero después escuché otro silbido, una voz de serpiente que no pertenecía a una serpiente".
Ginny se sobresaltó ante esta declaración, y bajó rápidamente la vista.
"La voz dijo atácalo".
El corazón de Ginny se hundió hasta el nivel de sus pies.
"¿Por qué nunca me dijiste que hablas pársel?", preguntó Harry, y el tono de su voz hizo que Ginny levantara la cabeza para mirarlo.
"Porque no hablo pársel...sólo sé algunas palabras, o frases, o cómo se llamen".
Ginny miró a Harry a los ojos, tan fijo como él la estaba mirando, y vio en el fondo, detrás de la cubierta de enojo, algo que ella ya sabía de antemano. Él era la única persona que podría entenderla.
"Después que destruiste el diario, pensé que todo había vuelto a la normalidad, que yo sería la misma de antes y que Riddle solo era un mal recuerdo. Y me creí mi propia mentira hasta que Filch me mandó a limpiar el serpentario por primera vez, cuando estaba terminando tercer año. Entonces me di cuenta de que a veces entendía lo que decían las serpientes, cómo hambre, o matar, y me asusté muchísimo. Creí que si no se lo decía a nadie, sería como si en realidad no pasara...Odio pensar que Riddle dejó rastros en mi, como el recuerdo de algunas palabras en pársel".
Ginny y Harry caminaron en silencio hasta el Gran Comedor, y se sentaron juntos, comiendo también en silencio. Ambos habían compartido con el otro su mayor secreto, y esto fue como una unión extraña entre ellos, invisible a los ojos de los demás pero siempre presente para ellos.
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"Y entonces me hizo lustrar los pasamanos de la escalera que lleva a la oficina de Dumbledore", dijo Ginny, concluyendo así el relato de su más reciente detención con McGonaggall. Se había bañando dos veces, pero aún se sentía olor a lustra maderas.
"Pensé que después de lo Filch ibas a tener más paciencia en las clases de Historia de la Magia", dijo Harry, vagamente conciente de que sonaba como Hermione.
"Habló el Señor Prudente Potter", anunció Ginny, y lo miró esperando la réplica. Pero Harry se había quedado mirándola como si estuviese teniendo una revelación del cielo.
"No sé por qué no se me ocurrió antes", dijo. "Ven, tengo algo que mostrarte", y subió las escaleras que llevaban a los dormitorios de los chicos.
Ginny subió detrás de
él, burlándose sobre qué diría Ron (quien
estaba en la biblioteca con Hermione) si se enteraba que su mejor
amigo invitaba a su hermanita al dormitorio.
Harry abrió su baúl y
tras revolver un rato, sacó un pedazo de pergamino doblado,
que a Ginny le resultó familiar.
"¡Eso es de Fred y George!"
"Sí, me lo regalaron cuando estaba en tercer año".
"¿Te lo dieron a ti?", protestó Ginny. "Yo se los...mmm...lo encontré una vez de casualidad, cuando estaba en segundo año...pero ellos me descubrieron antes de que yo entendiera cómo funcionaba...".
"Entonces sólo obtuviste insultos".
"¿Insultos?", repitió Ginny. "No...aparecieron unos nombres...no recuerdo bien...dijeron que no podrían revelarme sus secretos hasta que yo no pronunciara las palabras correctas...incluso uno dijo algo muy bonito sobre mi pelo", agregó Ginny, sonrojándose un poco como cada vez que le decían un piropo.
Harry parecía un poco decepcionado de que no hubiera insultos involucrados. Dijo algo que en ese momento Ginny no entendió.
"Supongo que mi padre tendría debilidad por las pelirrojas...", comentó pensativo. "Yo sé cómo usarlo", agregó al rato.
"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas", dijo tocando el pergamino con la punta de su varita.
Entonces Ginny vio aparecer algo que alguna vez había soñando que existiera: un mapa detalladísimo de Hogwarts, que mostraba la ubicación de todas las personas a cada momento.
"Creo que podría ayudarte cuando te escapas de clases...aunque tal vez tú y este mapa juntos sean una terrible combinación", agregó poniéndose serio.
Ginny adivinó al instante el juego de Harry (quien sin duda quería aprovecharse de su posición de poder), no por nada había crecido con seis hermanos, y supo que la mejor estrategia sería distraerlo.
"¿Quiénes son los merodeadores?", preguntó con su mejor mueca de curiosidad inocente.
Harry estaba nuevamente revolviendo su baúl, esta vez sacó algo que parecía un álbum de fotos. Sin decir nada le mostró una foto en blanco y negro donde tres muchachos (si bien estaban sentados en una mesita para cuatro en lo que parecía ser Las Tres Escobas) la saludaban sonriendo.
Ginny vio a Harry acompañado
por dos chicos que no había visto nunca, uno de cabello
castaño y particularmente demacrado (tal vez estuviera enfermo
al momento de la foto), y otro de cabello lacio muy negro, que sin
duda era el muchacho mejor parecido que Ginny había visto en
su vida.
Iba a preguntarle a Harry quiénes
lo acompañaban en la foto, cuando se dio cuenta de que había
algo raro en el Harry que le sonreía desde la foto. No fue
tanto la forma de la nariz lo que le llamó la atención
(si bien estaba segura de que ésa no era la nariz de Harry),
sino la expresión del rostro. El Harry fotográfico
irradiaba autocomplacencia, en una sonrisa socarrona que Ginny nunca
había visto en el rostro de Harry.
"Ése es mi padre", dijo Harry, como si leyera la confusión en el rostro de Ginny.
"Ahh...te pareces a él...pero él se ve más...mmm...más...", dijo Ginny, sin estar segura de qué palabra estaba buscando.
"¿Más seguro de sí mismo?", propuso Harry.
"Sí...eso creo..."
"Los otros dos son Lupin y Sirius...Peter Pettigrew también estaba allí, pero abandonó la foto cuando se descubrió la verdad sobre él".
"¿Así que ellos eran los Merodeadores?", preguntó Ginny volviendo a examinar la foto con más cuidado.
Agregándole mentalmente unas arrugas más y un par de canas, podía reconocer a Remus Lupin. Le costó mucho más relacionar a aquél adolescente atractivo de gesto arrogante con el hombre que había conocido una mañana en Grimmauld Place. Un temblor inconsciente recorrió su espina dorsal al pensar qué visibles podían ser los rastros del sufrimiento.
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N.A: Gracias por sus reviews!
